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Cediendo a sus deseos

en Trios

CEDIENDO A SUS DESEOS.

No sé porque siempre acabo cediendo a sus deseos. Me había jurado que no volvería a hacerlo, pero una vez más cedí, y por eso creo que esta relación no puede seguir así, tengo que hacer algo o como dice Ana, mi mejor amiga, acabaré transitando por los caminos de la perdición.

Le conocí hace seis meses, en la boda de una amiga. Era el soltero de oro, como todos lo llamaban, guapo, con un buen trabajo en el que ganaba un buen sueldo según me contó Sonia, hermana de la novia que era quien me había invitado a la boda, en cuanto le ví surgió la atracción entre nosotros, no podía dejar de mirarle y sentirme atraída por él, le deseaba irremediablemente. Fue Sonia quien me lo presento cuando vio que estaba interesada en el. Era muy guapo, alto, moreno, con muy buen cuerpo de unos 30 años. En cuanto nos saludamos y empezamos a hablar enseguida nos dimos cuenta de que conectábamos y no pudimos separarnos en todo el convite. Cuando empezaron el baile y entonces, se acercó a mí y me dijo:

- ¿Quieres bailar conmigo?

Acepté encantada y al minuto siguiente estábamos ambos en la pista, pegados el uno al otro, bailando. Sentirle tan cerca, tan pegado a mi empezó a excitarme y no tardé mucho en sentir también su excitación entre mis piernas, era evidente que había una atracción entre ambos y sobre todo atracción sexual. Llevaba semanas sin hacerlo, y sentir como su cuerpo se rozaba con el mío, como sus labios besaban suavemente mi cuello, como sus manos acariciaban mi espalda, hizo que un ardiente calor me llenara y cuando Carlos me propuso:

- ¿Vamos a un lugar mas privado?

No me lo pensé dos veces. Le cogí de la mano y deje que me llevara con él. Me llevo hasta los baños y entramos en el de mujeres sin importarnos quien pudiera vernos. Nos metimos en uno de los lavabos y tras cerrar la puerta con el pestillo, nos abrazamos y empezamos a besarnos enloquecidos. Sus manos recorrieron mi cuerpo por encima del vestido hasta llegar a mis nalgas, que apretó con fuerza. Sentí su pene sobre mi vientre, estaba duro. Nos miramos con deseo, incluso con picardía, yo le deseaba y el a mi también. Así que bajé la tapa del water, me senté sobre ella, le desabroché la cremallera del pantalón, introduje mi mano y palpé su verga por encima del slip. La extraje del cálido refugio y acerqué mi boca, la rodeé con mis labios y empecé a chuparla, lamiendo el glande. Él empezó a gemir, mientras sus manos se enredaban en mi pelo. Yo seguí chupando, acariciando el largo miembro con mis dientes. Rodeando el capullo con la lengua y deleitándome en ese sabor inconfundible de hombre deseado. Sentía mi entrepierna más húmeda de lo que jamás hubiera estado y sólo deseaba que me poseyera, que me hiciera suya. Pero también quería deleitarme con aquel dulce sabor de sexo masculino y continué chupando, introduciendo la verga erecta en mi boca, lamiéndola, y acariciando los huevos. La saque de mi boca, lamí el tronco hasta llegar a la base y lamí los huevos, me introduje uno en la boca, lo saboree mientras Carlos gemía y tirada de mi pelo visiblemente excitado, me introduje el otro en la boca y también los saboree, pero cansada y excitada deje de hacerlo, me puse en pie y acercando mi boca a su oído le susurré:

- Hazme tuya.

No se hizo de rogar y haciéndome dar la vuelta para quedar de espaldas a él, me hizo apoyar las manos sobre el depósito del agua, subió la falda del vestido por encima de mi culo y lo acarició con suavidad. Mi sexo estaba ya calado, ansioso y palpitante de sentirle. Me bajó las bragas con mucha lentitud, tanta que el momento me pareció eterno y hasta me sorprendió sentir, por fin, sus dientes mordiendo mi nalga derecha, gemí y ulule excitada, mordiéndome el labio inferior. Sentí un par de dedos tratando de adentrarse en mi vagina, y un nuevo suspiró escapó de mi garganta. Sus labios besaron mi nalga izquierda y su lengua se adentró en la raja de mi culo. Estaba a mil, mi respiración sonaba jadeante y no podía resistir más, deseaba que me poseyera, que me hiciera suya, ansiaba sentirle dentro de mí y que nuestros cuerpos se convirtieran en uno sólo. Sus dedos se movían dentro y fuera de mí haciéndome estremecer. El placer se instalaba en aquel baño mientras mi mente se nublaba y me hacía olvidar que estaba follando con un extraño al que acababa de conocer. Nada me importaba, sólo calmar mi deseo, y hubiera hecho cualquier cosa que aquel hombre me pidiera, sólo por conseguir mi objetivo. Carlos se puso en pie tras de mí y sentí su pene rozando mis nalgas, lo llevó hasta mi vagina y apuntó con maestría, para seguidamente penetrarme de un solo empujón. Un gran gemido salió de mi boca al sentirle totalmente dentro de mí y cerré los ojos dando gracias por conseguir al fin mi ansiado objetivo. Se quedó inmóvil unos segundos, mientras sus manos se adentraban por mi escote y apresaba mi seno erecto y excitado. Empezó a moverse lentamente, haciendo que su polla saliera y entrara en mí con una gran lentitud.

- Más, quiero más – le susurré – dame más fuerte.

Sacó la mano del escote. Y me asió con ambas manos por la cintura, acelerando sus movimientos, empujando con fuerza contra mí. Gemíamos, gritábamos y nos sentíamos el uno al otro, disfrutando de aquel placer. Yo sentía mi cuerpo desbocado en una pasión que nunca antes había sentido, que quemaba mi cuerpo inevitablemente y empujaba contra él tratando de sentirle más y más adentro. Oía su agitada respiración confundiéndose con la mía y el cosquilleo inconfundible del placer supremo naciendo entre mis piernas. Y justo antes de llegar al final del éxtasis, él sacó su sexo de mí. Lo llevó hasta mi agujero trasero y al ver cual era su intención me aparté de él protestando:

- No. – Era la primera vez que un hombre trataba de invadir ese agujero – por ahí no, por favor – le suplique

- Tranquila – me dijo abrazándome – Trataré de ser dulce, sólo tienes que relajarte y todo irá bien – susurro en mi oído mientras sus manos acariciaban amorosamente mis senos por encima de la blusa.

Y sin saber porque, aquellas palabras me tranquilizaron y dejé que sus dedos acariciaran aquel agujero. Introdujo uno y gemí levemente al sentir un pequeño dolor, lo movió con lentitud dentro y fuera, mientras sus labios besaban mi cuello, haciéndome estremecer. Otro dedo invadió aquel agujero y de nuevo, sentí un leve dolor que fue desapareciendo con cada caricia que daba. En pocos segundos empecé a excitarme de nuevo, a sentir una agradable sensación en mi ano, lo que hizo que me relajara y comenzara a gemir de nuevo extasiada. Cuando sintió que estaba suficientemente relajada guió su pene hasta el agujero y muy despacio empezó a penetrar. Pero el miedo al dolor, a lo desconocido volvió a apoderarse de mi y gemí otra vez:

- No, por favor.

- Tranquila, preciosa, todo ira bien - volvió a repetir, besando mi cuello y empujando. Poco a poco fue metiendo la verga, primero el glande, que al entrar me dolió un poco, pero él se detuvo, acarició mi clítoris con suavidad, besó mi nuca y cuando mi excitación era de nuevo la adecuada, introdujo otro poco más, mientras seguía acariciando mi clítoris. Yo sentía como mi ano se expandía, se abría para recibirle, y poco a poco terminó de meterla por completo. Tras unos segundos en los que ambos permanecimos quietos, empezó a moverse, despacio, con lentitud y al comprobar que yo me excitaba, gemía y empujaba hacía a él para sentir aquella nueva sensación que me producía, fue acelerando sus movimientos, hasta que nuestros cuerpos se acompasaron en un baile erótico de pasión y deseo. Y en pocos segundos ambos empezamos a convulsionarnos sintiendo como el orgasmo renacía en nuestros cuerpos, sentí su pene hinchándose dentro de mi ano y luego el caliente semen llenándome, mientras gemía en mi oído y me abrazaba con fuerza, haciendo que mi orgasmo también se precipitara y mi cuerpo empujara hacía él con cada estremecimiento de placer. Cuando ambos dejamos de convulsionarnos, sacó su sexo de mí, nos arreglamos la ropa y salimos del baño.

Y sin despedirnos de nadie salimos del salón en dirección al aparcamiento.

- ¿Dónde vamos? – le pregunté a Carlos intrigada

- ¿Qué te parece a mí casa? – me preguntó deteniéndose frente a un hermoso descapotable rojo.

- Perfecto – le respondí. Me cogió, entonces, por la cintura, me atrajo hacía él y me besó. Luego me apoyó sobre la puerta del descapotable y siguió besándome, mientras a la vez acariciaba todo mi cuerpo por encima de la ropa. Yo correspondí a sus besos, hasta que sentí que cogía mi pierna, la elevaba hasta su cadera, apartaba la falda y acariciaba mi muslo hasta llegar a mi culo. Introdujo sus dedos por mis braguitas y busco mi sexo.

- ¿Qué haces? – le pregunte algo sorprendida.

- Quiero follarte otra vez, aquí – susurro al oído sin dejar de hurgar en mi sexo que irremediablemente empezaba a humedecerse.

- No, aquí, no, por favor – le suplique nerviosa.

- Venga nena, todo ira bien. Se que te gusta.

- Si, pero no aquí, puede vernos cualquiera y… - me hizo callar dándome un salvaje beso, en el que su lengua invadió mi boca y me hizo beber su esencia. Tras el beso, se separó de mi y mirándome fijamente a los ojos me suplico:

- Anda, todo ira bien, ya veras – oí como se bajaba la cremallera del pantalón.

Y enseguida sentí su sexo erecto y calido a la entrada de mi sexo y eso me excito sobre manera. Cediendo de nuevo a su pretensiones. Me abracé a él y dejé que me penetrara, su pene entró en mi despacio pero seguro y cuando estuvo totalmente dentro suspiré y le abracé con fuerza, Carlos empezó a moverse haciendo que aquel estilete entrara y saliera de mi vagina una y otra vez, una y otra vez, haciéndome estremecer y olvidarme que estábamos en el aparcamiento. Sus manos masajeaban mis senos y su sexo cada vez mas enloquecido se introducía en mi llenándome por completo. Yo gemía irremediablemente, sentía mi cuerpo ardiendo, y moviéndose al ritmo de sus envestidas sin poder evitar gimotear enloquecida de deseo.

Me sentía ardiendo de deseo por aquel hombre, y no podía decirle que no a nada, jamás antes me había liado con un tío en la primera cita, pero es que Carlos me atraía mucho, sobre todo sexualmente. Y no podía dejar de imaginarme con el en mil y una situaciones sexuales, en mil y un lugares, haciendo el amor una y otra vez sin descanso. Quizás por eso siempre acababa cediendo a sus deseos y haciendo lo que él quería.

No supe nada de él en los siguientes 15 días, pensé que para él sólo había sido un rollo de una noche, pero me llamó, quedamos para salir y a partir de aquel momento empezamos una relación basada en el sexo, en la que siempre acababa haciendo lo que él deseaba. Cuando me pedía que hiciéramos algo nuevo le bastaba con decirme: "Todo irá bien", para que yo acabara cediendo a sus deseos sin protestar y sin plantearme siquiera si sus deseos eran también los míos. Así consiguió que lo hiciéramos en la oscuridad de un cine, hacérmelo atada a la cama e incluso frente a una cámara de vídeo o incluso someterme a una desagradable sesión de sadomasoquismo. Pero la gota que colmó el vaso, el hecho que me ha hecho abrir los ojos para dejarle, sucedió hace un par de noches. Me hizo sentir tan sucia, tan mezquina aquella noche, que desde entonces no he vuelto a verle y no creo que vuelva a hacerlo. Porque por ceder a sus deseos he perdido hasta mi dignidad.

Quedamos, como tantas noches, para salir a cenar. Habíamos quedado en que él pasaría a buscarme por mi casa a las nueve. Así que a esa hora ya estaba preparada. El timbre sonó a las nueve en punto y fui a abrirle. Entró y una vez en el comedor, me tendió una bolsa y me dijo:

- Quiero que te pongas esto.

Cogí la bolsa, la abrí, dentro había algunas prendas de ropa. Me dirigí a la habitación y saqué la ropa de la bolsa, sin pensármelo demasiado me la puse y cuando me miré al espejo.... parecía una puta, la falda era más corta que un cinturón de esos grandes, y dejaba al descubierto el nacimiento de mi culo, y el top apenas me tapaba los pezones, dejando a la vista el resto de mi, gracias a Dios, bien formado seno, así que salí hacía el comedor sumamente enfadada y cuando llegué le dije a Carlos:

- ¿Tú estás loco? ¿Pretendes que salga con esto a la calle? ¿tú me estás viendo? Parezco una puta.

- Claro, es lo que quiero que parezcas y que te ligues a un tío con el que vas a follar delante de mí.

Me quedé sorprendida al oír aquellas palabras, me acerqué a él con la intención de pegarle una bofetada, pero antes de que mi mano llegara a su mejilla él paró el golpe cogiéndome con fuerza por la muñeca.

– No, no, no, muñeca, esa actitud no te va a servir de nada, anda compláceme como haces siempre, ya sabes que todo ira bien.

De nuevo aquellas palabras que irremediablemente calmaron mi enfado, las palabras y él, que me abrazó con fuerza, acarició mi culo con lascivia y me besó apasionadamente. Cedí una vez más, a pesar de que empezaba a sentirme humillada. Nos separamos y él dijo:

- Venga preciosa, vamos a cenar.

Me di media vuelta para dirigirme hacía la puerta y entonces me dió una palmadita en el cachete del culo, haciéndome sentir aún más sucia. Cuando salimos por el portal, el vecino del 5º, un hombre de unos cincuenta años, entraba con su perrito, y al verme de aquella guisa, me miró de arriba abajo con cara de baboso. Deseé esconderme e instintivamente, traté de bajar la falda para taparme el culo. Subimos al coche, que estaba a unos pasos del portal y Carlos arrancó. Una vez abandonamos mi barrio y vi que bajábamos por la avenida principal, me dí cuenta de que su intención era dirigirnos al barrio de las putas, en lugar de ir al restaurante donde solíamos cenar. Entramos en la calle donde se solían colocar la mayoría de ellas para buscar negocio y hacía la mitad de la calle, Carlos paró el coche y abriendo la puerta me dijo:

- Anda baja y busca un maromo que te guste.

- ¿Qué? – Le pregunté sorprendida. - ¿Quieres que baje del coche y me acerque a algún tío y....?

- Sí, claro, se supone que eres una puta ¿no?. Pues venga, búscate la vida.

- Pero – protesté.

- Todo irá bien – me dijo mientras me abrazaba contra él y acariciaba mis senos con suavidad y lascivia haciéndome excitar

Bajé del coche y miré a mi alrededor. Me sentía fuera de lugar, y encima las prostitutas que había por allí, me miraban como si fuera una intrusa. Carlos se alejó un poco y yo caminé unos metros. Algunos coches pasaron por mi lado despacio, hasta que uno de ellos se paró frente a mí. El hombre que lo conducía me preguntó:

- ¿Cuánto cobras?

Me quedé parada sin saber que decirle. Lo miré atentamente mientras pensaba una respuesta; era un hombre de unos cuarenta años, moreno, de ojos negro y con un aspecto bastante normal.

- Nada – le respondí finalmente – Para mí esto es un juego que ha inventado mi novio, quiere que un tío me folle mientras él nos observa.

- Vaya, ¿quieres decir que el polvo me saldría gratis si dejo que tú novio nos mire mientras lo hacemos?

Oír aquello de otra persona me hizo sentir aún más humillada de lo que me sentía, por lo que bajé mi vista al suelo y con un hilo de voz le respondí:

- Sí.

Volví a mirar al hombre a los ojos y le dije señalando el coche de Carlos:

Mi novio nos espera en aquel coche.

Esta bien, aparcaré justo al lado.

El hombre dirigió su coche hasta donde estaba el de Carlos, mientras yo cruzaba la calle en dirección al coche de Carlos. El hombre bajó del coche y cuando llegué junto a él me dijo:

Me llamo Mateo.

Le estreché la mano que me tendía y le dije:

Yo me llamo Magdalena. ¿Subimos al coche?

Abrí la puerta trasera del coche de Carlos y subí, Mateo subió tras de mí. Yo estaba nerviosa, mi corazón iba a mil por hora. Carlos arrancó el coche y salimos de la ciudad en dirección a las afueras, por carreteras secundarías, Mateo pasó su brazo por detrás de mi espalda y acercando su boca a la mía, me besó. Traté de corresponder a aquel beso aunque me costaba hacerlo. Sentí la mano de Mateo acariciando mi rodilla y subiendo por mi muslo despacio. Miré hacía Carlos y ví como nos miraba por el espejo retrovisor. Intenté concentrarme en las caricias de Mateo, y olvidar que Carlos nos estaba mirando. Cerré los ojos y dejé que mis manos acariciaran el cuerpo de Mateo por encima de la ropa. Sentí como su mano se adentraba por mi falda y llegaba hasta mi sexo, acariciándolo por encima del tanga. Aquella caricia me excitó y noté como mi sexo se humedecía, y empezaba a desear a aquel extraño. Acerqué mis labios a los suyos y lo besé, mientras mi mano desabrochaba el cinturón, primero, y los pantalones después. Introduje la mano por sus calzoncillos y busqué su sexo, erecto, altivo, grueso.

Entretanto tras apartar la tela del tanga, Mateo había encontrado mi clítoris y lo acariciaba con suavidad, haciéndome vibrar de placer y deseo. Sentí como una de sus manos se introducía en mí agujero vaginal y gemí.

Bien, nena, muy bien. – oí que decía Carlos del que casi me había olvidado.

Sacando el pene de Mateo de su cálido refugio, empecé a masajearlo arriba y abajo. Mateo cogió la goma del tanga y empezó a quitármelo. Dejé que lo hiciera y cuando terminó, me senté sobre sus piernas. La falda que llevaba, se había quedado arrugada en mi cintura, a modo de cinturón. Acaricié el sexo de Mateo y le miré pícaramente a los ojos. El deseo que estaba sintiendo hizo que me lanzara a la piscina y dejara que aquel extraño me poseyera. Mateo acercó su polla a mi sexo y muy despacio me penetró. Cuando su sexo estuvo totalmente dentro de mí, empecé a moverme sobre él, despacio y con calma, tratando de sentir el placer llenando las paredes de mi vagina. Mateo posó sus manos sobre mis nalgas, ayudándome a subir y bajar sobre su erecta verga. Oía los gemidos de Carlos, y no pude evitar mirar hacía él, estaba mirándonos, acariciándose la verga, lo que me excitó aún más y empecé a cabalgar sobre Mateo cada vez más rápidamente. Por un lado me sentía excitada y deseaba seguir follando con aquel extraño, pero por otro lado, deseaba que terminara cuanto antes. No podía evitar sentirme sucia.

Empecé a cabalgar cada vez más rápidamente, mientras Mateo acariciaba mis nalgas e intentaba introducir uno de sus dedos en mi agujero trasero, haciendo que me excitara aún más y en pocos segundos alcanzara un demoledor orgasmo. Lo que también precipitó el orgasmo de Mateo, que extrajo su verga de mí y se corrió llenando mi vientre, y por consiguiente la falda, con su semen.

- Bien, nena, muy bien. – Dijo Carlos desde su asiento.

Oí como abría su puerta y en menos de medio minuto, había abierto la trasera, me había cogido de la mano tirando de mí hacía afuera y diciéndome:

- Ven aquí, preciosa.

Me llevo casi en volandas hasta el capó del coche, me hizo doblar sobre él. Acarició mi culo desnudo, y sin más preámbulos, apuntó con su verga a mi ano y de un solo empujó me penetró. Emití un pequeño quejido al sentir como me penetraba, sentí sus manos agarrando fuertemente mis caderas y como me embestía una y otra vez, empujando cada vez con más fuerza. Empecé a gemir por el placer que me daba y entonces me preguntó:

- ¿Te gusta, zorrita?

- Síííí – musité excitada, mientras él seguía empujando una y otra vez.

- Siente mi polla, zorrita. – me susurró al oído, mientras me cogía del pelo y tirada de él.

Aquello me excitaba aún más, su modo de tratarme me excitaba tanto que no pude evitar correrme de nuevo, gritando y empujando hacía él. Carlos siguió empujando con fuerza, mientras yo me convulsionaba sintiendo como el placer se esparcía por todo mi cuerpo. Pero Carlos no tardó en correrse también, llenando mi culo con su caliente y espeso semen.

Los gritos de placer de ambos resonaban en aquel campo rodeado de árboles. Cuando terminamos. Carlos se alejó de mí. Yo me incorporé y me bajé la falda. Mateo desde el interior del coche, había estado observando toda la escena y se estaba limpiando los restos de semen que habían quedado esparcidos por sus piernas. Carlos entró en el coche, yo también lo hice, tras rodear el coche, y me senté a su lado. Sin decir nada, los tres recompusimos nuestras ropas y salimos de allí.

Cuando regresamos al lugar donde Mateo había dejado el coche, este le dijo a Carlos:

- Ha sido un placer compartir a esta zorrita. Gracias, compañero.

Volví a sentirme sucia al oír aquellas palabras. Mateo bajó del coche y entonces le pedí a Carlos que me sacara de allí, que quería regresar a casa. Una vez allí, le dije que lo nuestro había terminado, que no quería saber nada de él porque me había hecho sentir como una puta, humillada y sucia y le eché. Desde entonces, no he vuelto a saber nada de él, pero soy más feliz y ahora si estoy segura de que todo saldrá bien.

Erotika (Karenc) (14de marzo de 2011)

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