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Secretaria y amante (7: Desnúdate)

en Orgías

SECRETARIA Y AMANTE (7: Desnúdate).

Séptimo capítulo de la serie, si quieres conocer toda la historia, el anterior capítulo puedes leerlo aquí: http://www.todorelatos.com/relato/44988/

Medía hora más tarde llegamos a la casa. Era una gran casa de estilo colonial con un precioso jardín. Dejamos el coche en el aparcamiento y tras salir del parking nos dirigimos a la recepción. Me sorprendió ver a todos los empleados y clientes completamente desnudos, pero al oír el saludo de bienvenida del recepcionista:

Bienvenido a la casa del placer y el dolor. – La sorpresa se desvaneció. Estaba totalmente claro lo que íbamos a hacer allí.

Rodrigo le tendió el DNI al recepcionista y dijo:

Tengo una reserva a mi nombre para todo el fin de semana.

El recepcionista buscó en el ordenador y finalmente dijo:

Efectivamente Sr. González. – Cogió una llave del casillero y se la tendió a Rodrigo. – Habitación 202, segundo piso.

Gracias.

Nos dirigimos hacía el ascensor y una chica rubia y muy guapa nos saludó y dijo:

¿Les acompaño a la habitación?

Gracias. – Respondió Rodrigo comiéndosela con los ojos.

Subimos los tres en el ascensor y Rodrigo le dio la llave a la chica. El ascensor se detuvo, salimos y la chica nos llevó hasta la habitación. Abrió, nos invitó a entrar y antes de volver a salir dijo:

Espero que su estancia sea agradable, si necesitan algo...

No, por ahora no necesitamos nada. – Le dijo Rodrigo dándole un billete de 50.

La chica salió de la habitación y Rodrigo y yo nos quedamos a solas. Él se acercó a mí, me estrechó entre sus brazos y me dio un violento beso en los labios. Luego se sentó sobre la cama y me dijo:

Bueno, a partir de ahora y durante todo el fin de semana, harás todo lo que yo te pida, me obedecerás en todo, ¿de acuerdo? Si te pido que folles con unos y con otros, lo harás, sin rechistar, ¿vale?.

Vale – Acepté.

Bien, entonces desnúdate. Y a partir de este momento irás desnuda a todas partes donde vayamos.

Empecé a quitarme la ropa, desnudándome despacio. Era la primera vez que me desnudaba delante de Rodrigo, después de que me forzara. Sus ojos me miraron con deseo. Le miré intensamente a los ojos y ví aquel brillo que ví la primera vez que me hizo el amor y eso me animó a seguir y a empezar a desearle de nuevo. Luego se puso en pie y se desnudó sin dejar de mirarme. Su sexo estaba erecto y altivo. Deseándome, como siempre. Volvió a sentarse sobre la cama y me ordenó:

Ven aquí putita, y chúpamela.

Obedecí como le había prometido que haría unos minutos antes.

Me arrodillé frente a su sexo. Lo así con mis manos y empecé a lamerlo despacio, como había hecho muchas otras veces. Rodrigo enseguida empezó a gemir y suspirar excitado, mientras sujetaba mi cabeza con una de sus manos y me animaba a seguir con aquel trabajo. Cuando estaba a punto de correrse me ordenó:

Para. Ahora quiero que me hagas una cubana.

Obedecí, acerqué mis senos a su verga, la apresé con ellos estrujándolos con mis manos y empecé a moverlos arriba y abajo, haciendo que el duro mástil se deslizara por el canalillo.

Rodrigo estaba cada vez más excitado, podía notarlo en el tono de sus gemidos. De repente me hizo levantar diciéndome:

Anda, ven aquí, seguro que estás húmeda y quieres que te la meta.

Efectivamente había logrado que me excitara, así que me puse en pie. Él me hizo poner de espaldas a él y dirigiéndome me hizo sentar sobre su pene, haciendo que este me penetrara profundamente. Gemí al sentir como entraba en mí. Luego empecé a moverme sobre el duro mástil, sin saber como y a pesar de todo, me sentía excitada. Rodrigo me abrazó, llevó sus manos hasta mis senos y los masajeó, luego llevó una de ellas hasta mi clítoris y también lo acarició, mientras yo gemía excitada. Repentinamente sacó su pene de mi sexo y lo dirigió a mi agujero trasero penetrándome por él. Era una sensación sublime. De nuevo, me sentía deseada, amada por el hombre de mi vida y poco a poco el incidente del día anterior iba pasando al recuerdo.

Sentirme ensartada, penetrada por aquella vara caliente, hacía que mi sexo se humedeciera cada vez más, que mis músculos se tensaran y que todo mi cuerpo se llenara de sensaciones agradables. Mi vello se erizaba y una serie de agradables gemidos escapaban de mi garganta. Estaba apunto de correrme, pero Rodrigo me ordenó:

No quiero que te corras aún, aguanta.

Traté de hacerlo, de pensar en otra cosa, pero era inevitable, mi cuerpo ardía de deseo por él y junto a él y necesitaba explotar, sentir su explosión de placer junto a la mía y liberarme. Sentí como él también estaba a punto de correrse, como su polla se tensaba dentro de mí y entonces me dijo:

Ahora, ahora.

Y en pocos segundos empecé a correrme junto a él, sintiendo como su sexo me llenaba con su leche y como todo mi cuerpo se liberaba por fin.

Tras eso caímos rendidos sobre la cama y descansamos un rato. Hasta que Rodrigo miró el reloj y dijo:

Tenemos que ir a cenar. Hoy hay una cena de bienvenida en el salón principal.

Nos levantamos, pero ninguno de los dos nos vestimos. Según me contó Rodrigo en aquel "hotel" todo el mundo iba desnudo como si fuera lo más normal del mundo.

Al salir al pasillo me sentí un poco cohibida, pero al ver otra pareja que salía de su habitación igualmente desnudos, empecé a sentirme algo más cómoda.

Bajamos al comedor y al rato de estar allí, viendo a todos completamente desnudos, me fui sintiendo más y más cómoda, como si hubiera hecho aquello toda mi vida. No éramos muchos, unos 12 ó 15 a lo sumo. Uno de los camareros nos llevó hasta la mesa que nos tocaba. Era una mesa de cuatro comensales, dos hombres y dos mujeres, sentados alternativamente. A nosotros nos sentaron con una pareja, él era atractivo y moreno, tendría la edad de Rodrigo, y ella era una rubia espectacular, sobre la que Rodrigo puso enseguida sus ojos.

Hola, me llamo Pablo y esta es Alicia, mi esposa. –Se presentó el hombre.

Pues yo soy Rodrigo y esta es Carla, mi putita. – Me presentó Rodrigo.

Y entonces ví como Pablo clavaba sus ojos sobre mis tetas desnudas haciéndome sentir algo incómoda.

Los camareros nos sirvieron el primer plato y estaba comiendo tranquilamente cuando sentí que el hombre me acariciaba la rodilla. Poco a poco fue ascendiendo con su mano por mi pierna, la introdujo entre ambas piernas y empujó para que las abriera. Miré entonces a Rodrigo y le indiqué lo que estaba sucediendo, él enseguida se percató y me hizo señal de que me dejara hacer, ví como él también intentaba hacer lo mismo con Alicia. Abrí mis piernas y dejé que mi vecino de mesa introdujera su mano entre ellas, alcanzando mi sexo que empezó a acariciar suavemente. Buscó mi clítoris y empezó a masajearlo haciendo círculos. En pocos minutos mi respiración estaba acelerada y mi sexo totalmente húmedo. Alicia también gemia y en el resto de mesas también se oían gemidos y suspirar de placer, mientras todos tratábamos de seguir comiendo, como si nada sucediera bajo las mesas. Rodrigo cogió mi mano izquierda y la dirigió a su miembro que estaba totalmente erecto, así que empecé a masajearlo. Cuando volvieron a aparecer los camareros para llevarse los platos. El ambiente de morbo y placer volvió a calmarse. Los camareros sirvieron el segundo plato y tras eso, de nuevo jadeos y profundas respiraciones se oían en todo el comedor.

Esta vez fue Rodrigo quien metió su mano entre mis piernas y empezó a masturbarme mientras yo trataba de comer.

Al final de la cena todo el mundo estaba excitado y yo diría que predispuesto a cualquier práctica sexual. El maitre nos indicó entonces que podíamos pasar al salón y así lo hicimos. Fue divertido ver como todos los hombres iban con el sexo erecto y los ojos casi desorbitado por el deseo. Me parecía estar dentro de un cuadro surrealista viviendo una situación que jamás hubiera imaginado.

Una vez en él gran salón la gente empezó a besarse y abrazarse. Rodrigo y yo nos sentamos en uno de los sillones y enseguida aparecieron Pablo y Alicia. Él se sentó a mi lado y Alicia junto a Rodrigo.

Pablo me dijo que era una mujer muy guapa, y que tenía un cuerpo perfecto, y mientras decía esto deslizó una de sus manos por entre mis piernas, a la vez que ponía su brazo por detrás de mis hombros. Acercó su boca a la mía y me besó. Yo le correspondí, no sé porque lo hice, pero me sentía atraída por él y quería que Rodrigo se sintiera feliz. Pablo siguió acariciándome entre las piernas, mientras descendía con su boca hasta mi cuello, haciendo que mi piel se erizara. Miré a Rodrigo y ví que él también estaba entretenido con Alicia, miré a mi alrededor y todo el mundo estaba a lo suyo. Frente a nosotros había un chico, de unos 25 años que se acariciaba el sexo mientras observaba los avances que Pablo realizaba sobre mi cuerpo. Su boca estaba ahora besando mis senos y poco a poco iba descendiendo por mi tórax hasta llegar a mi vientre y finalmente a mi sexo. Abrí las piernas y dejé que accediera a mi clítoris. Sentí su lengua que empezaba a lamer despacio el excitante botón, mientras enfrente el chico seguía masturbándose. Tenía el miembro entre sus manos y lo masajeaba despacio. Nuestras miradas estaban fijas la una en la otra y el deseo bailaba entre nosotros.

Pablo se esmeraba, haciendo que su lengua se moviera por mi sexo, y fuera de mi clítoris a mi vagina, introduciéndose en ella. Yo estaba mil y deseaba más, igual que el chico que tenía enfrente, también él deseaba más, lo podía ver en sus ojos. Yo gemía y me convulsionaba sintiendo aquella boca moviéndose sinuosamente sobre mi sexo y haciéndome desear más. Hasta que a punto de alcanzar el orgasmo, Pablo se incorporó se sentó a mi lado e indicándome su sexo erecto me dijo:

Ahora te toca a ti, preciosa.

Sin pensármelo dos veces me arrodillé entre sus piernas, cogí su sexo con una de mis manos y empecé a lamerlo. Chupeteé el glande, haciendo círculos con mi lengua sobre él. Golpeteé con esta sobre el agujero y luego me lo introduje por completo en la boca, chupándolo como si fuera un helado. Miré a Pablo y le ví con la cabeza recostada sobre el respaldo del sofá y resoplando de placer.

Entonces sentí a alguien tras de mí, sentí sus dedos acariciando mi sexo y comprobando su humedad y oí como Pablo le decía:

Fóllatela muchachito.

Me giré y ví al chico que había estado sentado frente a mí mientras Pablo me comía el sexo. Volví a mi trabajo con la verga de Pablo, cuando sentí como aquel chico guiaba su pene hacía mi húmeda raja y me penetraba. Empezó a moverse entrando y saliendo de mí, a la vez que yo le mamaba la verga a Pablo. En pocos segundos, mi cuerpo era una máquina de dar y recibir placer. El chico cada vez arremetía con más fuerza obligándome a gemir y ha dejar que chuparle la verga a Pablo para poder respirar. Sentía como ambas pollas se hinchaban por el placer que estaban recibiendo y en pocos segundos noté el amargo semen de Pablo llenando mi boca, a la vez que también el chico se corría, lo que provocó que también yo alcanzara el éxtasis.

Cuando los tres dejamos de convulsionarnos, yo volví a sentarme junto a Pablo. Miré a mi lado y Rodrigo y la rubia estaban también descansando. Le pedí a Rodrigo que me llevara a la habitación pues me sentía muy cansada. Nos despedimos de nuestros nuevos amigos y nos retiramos a la habitación.

En la habitación Rodrigo seguía teniendo ganas de más sexo, pero yo ya había tenido suficiente por aquel día, necesitaba descansar, así que le supliqué que me dejara dormir un rato. Nos acostamos y él se quedó mirando la televisión, mientras yo me giraba dándole la espalda e intentaba dormir.

Desperté unas horas más tarde, sola en la cama. La televisión estaba apagada, y Rodrigo no estaba a mi lado. Encendí la luz y me levanté, llamé a la puerta del baño, pero parecía que no había nadie, abrí y efectivamente era así, estaba vacío. Así que decidí ir a buscarle. Salí de la habitación y me encaminé hacía el final del pasillo, donde había una pequeña salita con un sofá, dos sillones y una mesita. Sentada en el sofá, completamente desnuda al igual que yo y fumando, estaba Alicia.

Buenas noches – Me saludó - ¿Tú tampoco puedes dormir? – Me preguntó.

Más o menos. Me desperté y Rodrigo no estaba... - Le contesté.

Estará con alguna de las camareras, he visto como le echaba el ojo a un par de ellas mientras cenábamos.

Supongo. – Dije sentándome a su lado.

Me ofreció el cigarrillo que estaba fumando y me preguntó:

¿Quieres?

No, gracias, no fumo.

Así me gusta, que hagas vida sana, fumar es malo.

Sonreí ante aquella ironía de Alicia.

¿Sabes? Durante toda la cena no he dejado de pensar en hacerte algo.

¿El que? – Le pregunté.

Pasó su mano por detrás de mi cuello, acercó su boca a la mía y me besó profundamente, como sólo una mujer sabe hacerlo, mientras una de sus manos se adentraba entre mis piernas, provocándome el deseo.

Cuando nos separamos me preguntó:

¿Lo has hecho alguna vez con otra mujer? .

No. – Le respondí.

Me cogió de la mano y levantándose me dijo:

Ven conmigo.

Yo la seguí...

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR).

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