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El cliente de Francisco

en Hetero: General

EL CLIENTE DE FRANCISCO.

De nuevo vuelvo a escribiros para contaros una nueva aventura. Para los que no me conozcáis, me llamo Elsa y trabajo como señorita de compañía. Francisco fue un de mis primeros clientes y gracias a él he tenido muchos otros. Tras nuestro primer encuentro (para el que le interese, publicado en este mismo apartado bajo el título de: "El presidente y la secretaría" ) pasados unos día recibí una llamada de Francisco, quería que le ayudara en un negocio que estaba a punto de firmar. Me contó que quería ofrecerle a ese un buen trato y que ya que nuestra experiencia había funcionado muy bien, quería contar con mis servicios. Que me pagaría 3000 € por el servicio, que incluía pasar un par de días con el cliente y acceder a todo lo que él deseara.

Acepté casi sin pensármelo, porque me iba muy bien aquel dinero, y además eso me permitiría estar un mes sin trabajar y dedicarme por completo a mis estudios, ya que pronto llegaría la época de exámenes.

Esta bien, ponte muy guapa y sexy – me aconsejó Francisco tras contarme todos los detalles. – Mañana a la una pasaré a buscarte. ¿Vale?

Vale.

Así pues, al día siguiente Francisco pasó a buscarme. Cuando llegamos al aeropuerto, ya que teníamos que recoger al cliente nos dirigimos hacía la puerta de llegadas nacionales y esperamos. Pocos minutos más tarde salió un hombre de unos cuarenta años, rubio, de ojos verdes y muy guapo, acompañado de una espectacular rubia con el pelo largo y una cortísima minifalda. Francisco los saludó con la mano y entonces se acercaron.

Bienvenidos – les dijo Francisco cuando estuvieron frente a nosotros.

Gracias, veo que vas muy bien acompañado – señaló el hombre mirándome de arriba abajo.

Mira, esta es Elsa, mi asistente personal. A Adela ya la conoces – apuntó Francisco.

El hombre cogió la mano que le tendí y la besó diciendo:

Yo soy Rodolfo. Supongo que será bastante personal – le dijo a Francisco.

Por supuesto – afirmó él.

Bien, está es mi secretaría Susana,

Bueno ahora que ya no conocemos todos ¿qué tal si vamos a comer? – propuso Francisco.

Muy bien – dijo Rodolfo.

Adela y Susana se pusieron a hablar y empezaron a caminar en dirección al coche delante de nosotros. Francisco me cogió de la mano y nos dirigimos hacía el coche. Al llegar junto a él, Adela y Susana subieron en la parte delantera y Adela se puso al volante, mientras Francisco, Rodolfo y yo nos sentamos en la parte trasera, de modo que yo quedé en medio. Francisco puso su mano sobre mi rodilla, acercó sus labios a mi oído y me dijo en voz baja:

Tranquila.

Yo me giré hacía él y le miré, entonces me besó en los labios espontáneamente y sentí otra mano sobre mi otra rodilla, giré la cabeza y vi la mano de Rodolfo. Francisco pasó su brazo por detrás de mis hombros y me abrazó contra él, yo me sentía un poco incómoda entre ambos. Gracias a Dios enseguida llegamos al hotel.

He reservado mesa aquí en el hotel para que podáis subir a la habitación a cambiaros, si queréis – señaló Francisco mientras Adela aparcaba el coche.

Muy buena idea. – dijo Rodolfo.

Bajamos del coche y entramos en el hotel.

Mientras Susana y Rodolfo subían a la habitación, Francisco, Adela y yo estuvimos en el bar tomando una copa.

La comida fue tranquila, aunque Rodolfo no paró de lanzarme indirectas, toquetearme la rodilla y guiñarme el ojo, cosa que me halagó. Francisco se mostró muy cariñoso conmigo durante toda la comida, casi parecía mi pareja e incluso Susana creyó que así era, pero gracias a su actitud me sentí mucho más tranquila y segura. Tras la comida Rodolfo propuso que subiéramos a su habitación para hablar del negocio que Francisco y él tenían entre manos. Francisco y yo aceptábamos, mientras Susana y Adela se quedaban en la mesa.

Nosotras ultimaremos los detalles – apuntó Adela.

Cuando llegamos a la habitación Rodolfo nos ofreció una copa.

Yo no quiero tomar nada – dije.

Entonces Francisco se acercó a mí, me abrazó, me besó con pasión y me dijo:

No te preocupes, Rodolfo y yo te trataremos con mucha delicadeza.

Rodolfo se acercó a nosotros y tras besarme en el cuello suavemente dijo:

¿Sabéis que hacéis muy buena pareja? ¿Qué tal si vamos a la habitación?

Bueno – aceptamos Francisco y yo.

Cuando entramos en la habitación me quedé sorprendida, era grande y espaciosa, tenía un rincón de lectura con una sillón, una lámpara y una mesita, también había una chimenea y la cama en medio, grandiosa de unos 2 m x 2 y al verla, no pude evitar echarme en ella.

También Francisco y Rodolfo se echaron cada uno a un lado. Fue Francisco el que primero me besó y empezó a acariciarme, mientras Rodolfo nos observaba. Las manos de Francisco acariciaron todo mi cuerpo, primero por encima de la ropa, luego entre ambos me ayudaron a quitarme el vestido, las bragas y el sujetador, una vez desnuda ambos hombres se dedicaron a acariciar mi cuerpo. Rodolfo empezó a acariciar mi sexo, mientras Francisco hacía lo mismo con mis senos y me besaba en los labios. Entonces yo le desabroché la cremallera y busqué su sexo erecto, lo saqué y empecé a acariciarlo, hasta que decidí chuparlo, así me di la vuelta y me tumbé boca abajo para hacerlo más cómodamente; entonces sentí la boca de Rodolfo besando uno de mis cachetes, lo que hizo que todo mi cuerpo se erizara. Así mientras yo chupaba, lamía y sobaba el erecto pene de Francisco, Rodolfo sobaba mi culo, lo lamía y lo estrujaba. Deslizó su lengua por mi raja muy suavemente, y luego hizo lo mismo con dos de sus dedos, que llevó hasta mi vagina, la masajeó suavemente, a continuación volvió a masajear su raja y separando mis nalgas lamió mi ano con su lengua y la introdujo con maestría. Yo seguía lamiendo el pene de Francisco mientras este murmuraba:

¡Oh, sí, sí! ¡Sigue, preciosa!

Fue entonces cuando sentí como Rodolfo introducía dos de sus dedos en mi ano y gemí:

¡Ah, oh!

¡Que mujer más hermosa! – exclamó Rodolfo.

Anda, cariño, fóllame. – me pidió Francisco.

Así que, me incorporé. Rodolfo sacó sus dedos de mí y yo me senté sobre el sexo de Francisco, lo dirigí hacía mi vagina y me lo introduje. Acerqué mis labios a los de Francisco e instintivamente lo besé. Luego volví a incorporarme y empecé a subir y bajar sobre él. Rodolfo se puso en pie sobre la cama, acercó su erecto pene a mi boca y me dijo:

Chúpamela – dirigiéndolo hacía mi boca.

Lo chupé, cogiéndolo por la base mientras seguía subiendo y bajando sobre la erecta polla de Francisco. El placer iba aumentando en la habitación y nuestro gemidos de fundían juntos.

Repentinamente, Rodolfo sacó su sexo de mi boca, se puso detrás de mí y separando mis nalgas me penetró por el ano.

¡Oh, ah! – gemí.

Entonces Rodolfo comenzó a embestir, lo que hizo que la polla de Francisco me penetrara más profundamente, así a cada embestida de Rodolfo mi cuerpo se precipitaba hacía el de Francisco. Ambas pollas penetrándome a la vez me produjo un enorme placer en mi interior y en pocos segundos el orgasmo estalló en mi cuerpo.

¡Ah, oh, ooooohhhh, aaaahhh! – gemí enloquecida.

Cuando dejé de convulsionarme y soplar. Francisco me abrazó y me dijo al oído:

¿Ha sido genial, verdad?

Si – le respondí aún con la respiración entrecortada.

Rodolfo sacó su sexo de mí y se tumbó junto a Francisco.

Ahora le darás tu coñito a nuestro cliente ¿verdad? – me indicó Francisco – Y a mi ese culito, fantástico.

¡Uhm, sí! – respondí.

Me di media vuelta, poniendo me de espalda a Francisco y sentándome sobre su verga dejé que la dirigiera hacía mi ano.

¡Oh, ah! – clamé.

Francisco me sujetó por los muslos ayudándome a subir y bajar sobre le sexo. Rodolfo se acercó a mí, me besó y acarició mis pechos suavemente y descendiendo con su mano llegó hasta mi sexo y lo acarició:

¡Oh, oh! – gemí yo.

Luego Rodolfo introdujo un par de dedos en mi vagina mientras besaba mi cuello con suavidad.

¡Uhm, que agradable humedad! – murmuró.

Entonces acercó su falo a mi vagina de un solo golpe me penetró.

¡Aaaahhhh! – grité extasiada y me dejé caer de espaldas sobre Francisco, que me abrazó y empezó a embestirme por detrás, también Rodolfo, recostándome sobre mi comenzó a arremeter contra mí una y otra vez.

¡Ah, ah! – gemí de nuevo, el placer recorrió mi cuerpo sintiendo aquellos dos sexos en mi interior.

Ambos empujaban alternativamente, suspiré y rodeé a Rodolfo con una pierna por la cintura.

¡Oh, sí...! ¡Así, seguid! – sollocé.

En ese instante Rodolfo inclinó su cabeza hacía atrás, apretó los dientes y sentí que sus embestidas se hacían más apremiantes. Francisco empezó a lamer mis espalda, mientras su gruesa polla se deslizaba por mi ano una y otra vez. Me sentía llena, invadida por dos vergas dispuestas a estallar de placer en mi interior.

¡Uhm, quiero sentir vuestro semen! – exclamé salvajemente extasiada.

A cada nueva embestida, mi garganta gritaba y gemía como una posesa, hasta que de pronto los dos hombre empujaron a la vez y descargaron en mi interior un cálido torrente de semen. También mi cuerpo se estremeció en una intensa ola de placer que me hizo nublar la visión y gemir mientras me corría.

Rodolfo se recostó sobre la cana y luego me acosté yo entre ellos.

¡Uhm, tienes una ayudante fantástica! – dijo Rodolfo.

Tras eso nos vestimos y nos fuimos al despacho de Francisco donde este y Rodolfo firmaron algunos papeles.

Por la noche salimos todos a cenar y tras la cena fuimos a bailar. Cuando pusieron las lentas Francisco sacó a bailar a Susana, mientras Rodolfo y yo nos quedábamos en el sofá. Adela se había ido a su casa, ya que no se encontraba muy bien.

Vi como Francisco coqueteaba con Susana y entonces Rodolfo se acercó a mi y pasó su brazo por detrás de mis hombros.

No te preocupes – me dijo al oído – no creo que te deje por ella.

¿Qué? – pregunté algo sorprendida.

Qué puedes estar tranquila, Susana es bisexual y tiene pareja fija. Si se lián no pasará de un escarceo sexual.

Creo que te estás equivocando. Francisco y yo no somos pareja – le aclaré – sólo somos amigos.

Pues parecéis matrimonio o algo así, os lleváis muy bien.

Si, es cierto. Él me hace sentir muy bien, es un buen amigo. – añadí.

Entonces, eres libre como un pájaro – dijo estrechándome con sus brazos.

Más o menos.

¿Qué tal si vamos a dar una vuelta? – propuso.

Bueno – acepté.

Salimos de la discoteca y empezamos a caminar. Llegamos a un callejón oscuro y allí Rodolfo me estrechó entre sus brazos.

Esta tarde te has portado muy bien conmigo – se insinuó.

Correspondí a sus besos y caricias y sentí como su mano se introducía por mis estrechas bragas en busca de mi sexo.

¡Oh, no! – protesté – Pueden vernos.

Y que más da – dijo él – a mi me encanta que me vean y hacerlo en lugares como este.

¡Uhm! – gemí al sentir como su dedo índice masajeaba mi clítoris.

¿Ves cómo a ti también te gusta? – dijo él.

¡Oh, uhm, ah! – gemía yo mientras me retorcía de placer.

Así que dirigí mi mano hacía su sexo y primero lo masajeé por encima del pantalón, luego le bajé la cremallera, introduje la mano y tras extraerlo de su refugio empecé a masajearlo y sobarlo con esmero.

¡Oh, sí, nena! ¡Eso es! – farfulló él - ¡Anda chúpamela!

Me agaché poniéndome en cuclillas, tomé la verga entre mis manos, sintiendo como aumentaba su tamaño y la introduje en mi boca mientras acariciaba los testículos. Rodolfo gimió y empezó a moverse como si mi boca fuera mi vagina, en un mete-saca rápido. Rodolfo empezó a gruñir de satisfacción aumentando los gemidos, cuando comencé a lamerle la parte inferior del pene, luego acaricié con la lengua todo el largo de la polla, hasta los testículos. Sus manos se enredaban frenéticamente en mi pelo y sin querer me daba fuertes tirones que demostraban su satisfacción. Dejé que el glande se deslizara lentamente fuera de mi labios inferior y me centré en sus testículos. Cogí un huevo con cada mano y los sopesé y acaricié como si fueran esferas de oro. Volví a chupar el glande.

¡Uhm, Elsa...! – susurró – Despacio, más despacio, por favor... voy a estallar.

Rodolfo apartó suavemente mis manos de la polla y me hizo levantar de modo que quedamos cara a cara. Nos besamos en la boca.

Yo aún llevaba las bragas puestas. Rodolfo me las bajó de un tirón.

¡Tienes un coño tan caliente! – dijo mientras me ponía la mano entre las piernas.

Los dedos de Rodolfo rozaron los labios de mi vagina y subieron hasta el clítoris, lo que me hizo estremecer Rodolfo siguió acariciando y deslizó uno de sus dedos hacía el interior. Me sentía húmeda y caliente. Froté mi sexo contra la mano de él suplicando que me hiciera algo más.

¡Fóllame! – pedí.

Date la vuelta – me ordenó.

Obedecí y Rodolfo me sostuvo por las caderas mientras me obligaba a inclinarme. La punta de su verga jugueteó en la entrada del coño. Cuando Rodolfo me la metió hasta lo más hondo, yo gemí de placer. Aún no había recobrado el aliento cuando Rodolfo volvió a embestirme haciéndome tambalear hacía adelante, por lo que tuve que apoyar las manos en la pared.

¡Aaaaahhhh!..... – no pude sofocar los gritos a pesar de ser conscientes de que nos podían oír desde los pisos más bajos, que era verano y las ventanas estaban abiertas.

Poco a poco Rodolfo fue imprimiendo un ritmo acompasado.

¡Oh, ah! ¡Cómo me gusta! – musitó mientras me embestía, con cada nueva arremetida, apretaba mis desnudas caderas y aferrado a ellas atraía más mi cuerpo hacía él. Me pareció morboso follar en plena calle donde cualquiera podía pasar y vernos.

¡Guarros! – se oyó decir desde una ventana cercana, alcé la cabeza y miré, pero no vi a nadie.

¡Qué mire y aprenda! – susurró Rodolfo en mi oído mientras continuaba metiéndomela.

¡Oh, ahh! – musité.

Rodolfo me abrazaba con fuerza, jadeaba en mi oído y mordía mi cuello de vez en cuando. Mi cuerpo se abandonaba al placer, mi vagina ardiente se contraía, apretaba la gruesa polla que tenía dentro. Los rápido movimientos de Rodolfo me indicaron que había perdido el control.

Espera, espera – supliqué.

Rodolfo redujo el ritmo, pero era evidente que ya no podía aguantar más. Me penetró con fuerza y tras otros tres enérgicos empujones el semen brotó con fuerza llenando mi vagina.

¡Ah, oh! – suspiré, caímos contra la pared, todavía unidos, resoplando ambos. Permanecimos abrazados unos segundos con las mejillas juntas.

¡Bien, sublime! – oí la voz de Francisco acercándose a nosotros, alcé la vista y después de que Rodolfo me soltara me levanté.

¡Veo que con él también te entiendes bien! – me dijo.

De eso se trata ¿no? – le indiqué.

¿Qué tal si vamos a dormir? Es tarde y mañana debemos ultimar algunos detalles.

Bueno, vamos – dijo Rodolfo.

Francisco me llevó a mi casa y tras extender un cheque me lo dio.

Aquí tienes bonita. Por tus servicios.

Gracias. – Bajé del coche y por la ventanilla de dije: - Llámame si me necesitas. Ciao.

Aquel día me di cuenta de que había nacido para aquello. Me encantaba follar y disfrutaba haciéndolo, así que desde aquel día decidí dejar mi carrera y embarcarme en aquel nuevo negocio.

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