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Hermanos

en Amor filial

HERMANOS

Por fin, volveré a verle, después de tres tortuosos meses sin poder hacerlo. Teniendo que hablar con él a través del messenger, de vez en cuando y a escondidas de nuestros padres. Por fin, volveremos a estar juntos otra vez, sintiendo nuestros cuerpos el uno dentro del otro, sintiendo sus besos en mis labios y sus manos acariciando mi cuerpo desnudo, como aquel día de hace tres meses. Aquel día en que lo hicimos por primera vez, el día en que nos dejamos vencer por nuestros sentimientos y no pudimos parar hasta que fuimos el uno del otro. Aquel maravilloso, y a la vez, fatídico día. Porque aquel día empezó y terminó lo mejor de nuestras vidas. Lo mejor fue descubrir que ambos sentíamos lo mismo por el otro: amor; y lo peor que nuestros padres lo descubrieron y decidieron separarnos, para que aquello no volviera a suceder nunca más.

Para nuestros padres aquello era un desastre, un escándalo de dimensiones incalculables (según las palabras que papá utilizó) si se sabía; porque algo así en una familia acaudalada y de tanta influencia en nuestra ciudad, como era la nuestra, era un desastre. Además, estabamos cometiendo uno de los peores pecados del mundo, dijo mamá: el Incesto.

Para David y para mí era simplemente AMOR, así, con mayúsculas. El primer amor de dos adolescentes de 16 y 18 años, el más hermoso de los amores en la vida de cualquier mortal.

Pero ese amor nos ha costado caro y nos ha separado demasiado. Después del gran escándalo que se montó en casa, mis padres decidieron enviarme a uno de los internados más caros del país, para que "no volviéramos a tener más tentaciones como aquella" dijo papá. Y puesto que yo era menor de edad tuve que acatar sus ordenes.

Cuando lo supe la tristeza se apoderó de mí, pero David me consoló.

No te preocupes, Nati, te esperaré. Además, seguro que nos vemos en Navidad.

Estabamos a solas en mi habitación, sería de madrugada. Habíamos esperado a que papá y mamá se durmieran para poder estar juntos por última vez, antes de que yo marchara al internado al día siguiente.

Lo sé, pero me parece tan lejano ahora.

Estabamos acostados en mi cama, frente a frente, desnudos los dos, mirándonos a los ojos. David acercó su boca a la mía y nos besamos profundamente. Sentí su sexo creciendo entre nosotros. Mi sexo estaba húmedo y ambos nos deseábamos. Podíamos verlo mirándonos a los ojos. David acarició mi mejilla, mientras sus ojos me miraban con aquel intenso brillo.

Te amo – le dije en un susurro.

Y yo a ti – me respondió él.

Su mano descendió por mi mejilla hasta mi cuello y luego hasta mi hombro, y siguió el camino descendente hasta llegar a mi mano que la apretó con dulzura.

No quiero irme sin que lo hayamos hecho otra vez. – Le dije.

Lo sé. Tranquila, mi reina, está noche nada nos detendrá.

¿Has traído los condones?

Claro, hermanita.

Su mano se metió bajo las sábanas y empezó a acariciar suavemente mi pecho desnudo y firme. La inocencia de cada caricia nos llenaba, pero nos amábamos y la inexperiencia no importaba, sólo importaba el amor. Acerqué mi mano a su sexo erecto y lo acaricié con suavidad, David se estremeció y pegó sus labios a los míos. Volvimos a besarnos y él me recostó bocaarriba. Comencé a masajear su pene erecto, mientras David, descendía con su mano hasta mi sexo, entreabrí mis piernas y sus dedos se colaron en busca de mi clítoris. Empezó a masajearlo suavemente, trazando círculos sobre él, y haciéndome estremecer. Mi sexo poco a poco iba adquiriendo la humedad necesaria, mientras mi mano seguía entretenida en darle placer a aquel instrumento. Repentinamente, mi hermano se escondió bajo las sábanas y descendió hasta mi sexo. Sentí su lengua lamer con mucha suavidad mi clítoris, y chuparlo haciéndome estremecer. Sus dientes lo mordisquearon levemente y empecé a gemir tratando de no hacerlo muy fuerte para que nuestros padres no nos oyeran. La lengua de David empezó a moverse por mi sexo, como si fuera una culebra, de mi clítoris a mis labios vaginales y de mis labios vaginales a mi clítoris, introduciéndose de vez en cuando en mi húmedo agujero. El placer era cada vez más grande y sentía que de un momento a otro iba a correrme, cuando David introdujo un par de dedos en mi ano y aquello unido al movimiento de su lengua sobre mi clítoris hizo que explotara en un demoledor orgasmo, que tuve que silenciar mordiéndome la mano, para que no nos oyeran. Cuando dejé de convulsionarme, David se puso sobre mí, sentí su pene erecto sobre mi sexo y el deseo que eso me producía. Sus ojos me miraban con ternura y amor, acercó sus labios a los míos y nos besamos. Le empujé levemente y nos quedamos ambos de lado frente a frente.

Te quiero – le dije.

Y yo a ti. – Me respondió él.

Volví a empujarle quedando sobre él y esta vez fui yo la que se escondió bajo las sábanas en busca de aquel delicioso manjar que había probado por primera vez, sólo unos días atrás. Cogí el erecto miembro con la mano y sacando la lengua, lamí la punta con mucha suavidad. David se estremeció y decidí seguir con el trabajo, lamiendo el glande e introduciéndomelo en la boca para chuparlo con devoción. Lamí el tronco de arriba hacía los huevos, que mordisqueé levemente. David gemía extasiado, acariciando mi pelo.

¡Ah, para! – Me suplicó.

Se colocó el preservativo mientras yo me acostaba en la cama, seguidamente se situó sobre mí y sentí como apuntaba con su erguida verga hacía mi húmedo agujero y muy despacio me penetraba.

Una vez completamente dentro de mí se quedó inmóvil un rato. Nos abrazamos y empecé a empujar contra él, deseaba sentirle, sentir el placer que sólo unos pocos días atrás me había hecho sentir. Mi hermano empezó a moverse también, primero muy despacio y luego acelerando el ritmo poco a poco, mientras yo le rodeaba con mis piernas. Nuestros cuerpos empezaron a bailar al unísono el sensual baile del amor, mientras su lengua lamía mi oído y mi cuerpo se estremecía de placer. Ambos disfrutábamos aquel momento, sabiendo que en unas horas tendríamos que separarnos por unos meses, por eso tratábamos de retener cada segundo, cada beso, cada caricia, para que aquel momento quedara en nuestro recuerdo durante los siguientes meses. David se movía lenta y cadenciosamente, haciendo que su sexo entrara y saliera de mí con lentitud. Yo sentía como resbalaba por las paredes de mi vagina y eso me producía un agradable placer que deseaba que fuera eterno. Pero poco a poco, el placer fue aumentando para ambos y nos corrimos a la vez. Cuando terminamos de convulsionarnos, David se separó de mí, se quitó el condón y nos quedamos acurrucados, abrazados el uno al otro un rato, hasta que el día empezó a despuntar y David volvió a su habitación para no despertar sospechas. Sólo unas horas después mamá apareció en la habitación.

Buenos días nena. Venga vístete que tienes que coger un tren. – Dijo mientras abría las persianas de mi habitación.

Me vestí contemplando mi cuerpo en el espejo del armario. Aquel cuerpo que hacía sólo unas horas había sido de mi hermano, de mi amor.

Tras vestirme bajé a desayunar. El desayuno fue silencioso, nadie decía nada. Yo, de vez en cuando, trataba de mirar furtivamente a mi hermano y cuando nuestros ojos se cruzaban, ambos sonreíamos. Tanto mis padres como mi hermano, me acompañaron hasta la estación, donde casi a punto de llorar, me despedí de David, con una gran pena en mi corazón.

Mientras el tren se alejaba de la estación no dejé de mirarle, hasta que se convirtió en un pequeño punto en el horizonte.

Ya han llegado las vacaciones navideñas y debo volver a casa. Volver a verle, a sentir sus brazos rodeándome y su cuerpo dentro del mío, lo que me alegra más que cualquier otra cosa. Estoy nerviosa y ansiosa por llegar a casa. El viaje en tren se me está haciendo interminable. Sí, sólo son 300 km. de distancia, pero me parecen 3.000. Espero que esté en la estación esperándome.

El tren empieza a entrar en la estación. Es hora de bajar. Me preparo, me pongo en pie. Mi corazón empieza a correr a cien por hora. Ansío tanto reencontrarme con él. Cojo el troley y aprieto el asa con fuerza. La gente se amontona frente a la salida. El tren para por fin, y vamos bajando despacio. Cuando poso un pie en el andén miró al frente. Busco entre la gente, esperando encontrar a alguien conocido, pero el único que me saluda es nuestro chofer. Se acerca a mí y con una amplia sonrisa me saluda.

Bienvenida, señorita. Espero que el viaje le haya ido bien. Sus padres no han podido venir a recogerla, porque justo esta mañana la Sra. Fernanda se ha puesto muy mala y la han llevado al hospital.

¿Mi abuela? ¿Qué tiene? – Pregunté preocupada - ¿y mi hermano?.

Aún no sabemos lo que tiene la Sra. Fernanda. El señorito la espera en la casa.

Saber que David me espera en casa me tranquiliza, a pesar de la mala noticia. Mi abuela tiene ya 75 años y hasta ahora siempre ha estado bien, a pesar de los típicos achaques de la edad.

Durante todo el trayecto de la estación a casa no dejo de mordisquearme el dedo. Estoy más nerviosa de lo que he estado jamás en mi vida. Imagino la alegría de David al verme y nuestros cuerpos sobre la cama desnudos, sintiéndose, amándose. Llegamos y entro en casa. Hay un silencio casi sepulcral.

¡Hay alguien en casa! – Grito para llamar la atención.

De la cocina, sale mi hermano, y despacio se acerca a mí diciendo:

Te estaba esperando.

Me lanzo a sus brazos, le abrazo con fuerza. Por fin, ese calor tan deseado me envuelve. Le aprieto con fuerza, como si temiera que ese momento fuera un sueño a punto de desvanecerse, pero no. Él está aquí, entre mis brazos y yo entre los suyos. Siento su cuerpo pegado al mío y mi sexo se enciende. Busco sus labios para besarlos.

Espera – me detiene – tenemos que hablar primero.

¿De qué, de la abuela?.

Sí, y de otras cosas.

Me lleva hasta el salón cogida de la mano, y me hace sentar en el sofá, sentándose a mi lado. Me mira a los ojos y con su caliente mano acaricia mi mejilla. Deseo que nada se interponga entre nosotros, deseo tenerle dentro de mí, pero él empieza a hablar.

La abuela ha tenido un ataque al corazón – empieza a decir, pero a mi no me importa lo que le pase a la abuela, por lo menos no en este momento.

Ya. ¿Papá y Mamá están con ella? – Le preguntó tratando de concentrarme en el tema.

Sí. – Me mira con cierta tristeza y adivino que esa no es la mala noticia que ensombrece su semblante. Hay algo más. – Verás, tengo algo más que decirte, algo que....

Las palabras se le atragantan, no sabe como decírmelo y empiezo a pensar que su amor por mí ya no es el que era, y a sentir un miedo atroz a perderle.

Estoy saliendo con una chica. – Suelta por fin, y suspira profundamente.

¿Qué? ¿Pero, y nosotros?.

Nosotros... Yo te sigo queriendo y eso es exactamente lo que quiero explicarte. – Esas palabras me tranquilizan un poco - Me vi empujado a salir con ella por papá y mamá, y no pude negarme. Me dijeron que debía olvidarte y que salir con Almudena me ayudaría, pero no ha sido así, sino todo lo contrario. – Acaricio su mejilla, sus ojos brillan – Hace sólo unos días intenté acostarme con ella, porque ella llevaba un tiempo pidiéndomelo, así que pensé que no perdería nada por hacerlo, y así papá y mamá estarían contentos. Pero no pude. Con cada beso, cada caricia, cada prenda que le quitaba, tu imagen se aparecía ante mí y la idea de traicionarte me partía el corazón. Así que... no pude hacerlo.

Hermanito, te amo, te amo tanto – le digo estrechándolo entre mis brazos.

Él también me rodea con los suyos, nuestros labios se buscan y un intenso beso nos une una vez más. Después de tantos meses, después de tanta espera, por fin sus labios son mis labios y su lengua juguetea con la mía. Su mano empieza a desabrochar mi blusa, mientras sus labios se pierden por mi cuello y erizan mi piel. El deseo me quema entre las piernas, a la vez que humedece mi sexo. Por un momento olvidamos al resto del mundo y nos concentramos en nosotros.

Su mano acaricia mi pecho por encima del sujetador, mientras la mía empieza a desabrochar la cremallera de su pantalón, la introduzco en busca del tesoro, ese que hace tanto que deseo. David me besa el cuello, mientras me quita la blusa y el sujetador. Sus manos suaves acarician mis senos. La mía ha llegado a su objetivo tras apartar el slip, y lo acarició con suavidad, su dureza me da la seguridad de que David me desea tanto como yo a él. Me arrodillo ante él, que se queda sentado en el sofá con las piernas abiertas. Le desabrochó totalmente el pantalón, y su mástil aparece, erecto, altivo, orgulloso, apuntándome. Abro la boca hambrienta, mientras le observo. Nuestros ojos se cruzan en miradas traviesas y apasionadas. Cierro los labios sobre su glande y empiezo a chupar sin dejar de mirarle. David se excita al sentir el calor de mi boca alrededor de su miembro, suspira, gime. Y yo empiezo a chupar cada centímetro de ese sabroso manjar, lo disfruto, lo deleito. Rodeo el glande con mi lengua, acaricio el agujero con esta y mordisqueo levemente el tronco. Sigo observando a mi hermano, que cierra los ojos excitado, dejando caer su cabeza hacía atrás. Lleva demasiadas semanas esperando este momento. Así que decido dejar el trabajo, porque sé que si sigo se va a correr y necesito sentirle dentro de mí antes de eso. Me levanto, nos miramos y él también se levanta. De pie, el uno frente al otro, desnudos, nuestros cuerpos se pegan, nuestros labios vuelven a unirse. David, me besa con furia, me muerde los labios mientras sujetándome por el cuello aprieta mi cabeza contra la suya y sin previo aviso, me hace poner de rodillas sobre el sofá dándole la espalda. Apoyo los brazos sobre el respaldo, dejo que su mano acaricié mi húmedo sexo y siento su cuerpo pegarse al mío. Mi deseo crece cada vez más, al igual que el suyo. Ya nada nos importa, sólo sentirnos el uno al otro.

David se arrodilla frente a mi sexo expuesto. Acaricia mis nalgas con suavidad. Acerca su boca, las besa, luego las mordisquea ligeramente. Siento uno de sus dedos adentrándose entre ellas. Suspiro, siento miedo y deseo a la vez. Pero su dedo desciende hasta mi sexo, lo acaricia suavemente y lo introduce en mi vagina. Ahora es su lengua la que se introduce entre mis nalgas. Las abre y siento como lame mi ano. Gimo, me estremezco mientras su lengua desciende hacía donde está su dedo. Penetra con ella en mi húmeda cueva y un nuevo gemido escapa de mi garganta. Deseo sentirle dentro, deseo tenerle en mí. Pero él demora el momento. Lame mi sexo con devoción, sin dejar descuidado ningún rincón. Mis labios mayores, mis labios menores, mi clítoris, introduce su lengua en mí como si fuera una víbora. Y yo me deshago de deseo.

David, házmelo ya. – Le suplico.

Y él me obedece, se pone en pie detrás de mí, yo le muestro mi culo en pompa, siento como mi hermano acerca su sexo erecto al mío y lo restriega por mi húmeda raja. Por fin, su sexo entra en mí. El placer de tenerle dentro de mí es sublime. Nuestros cuerpos están ya unidos en un baile de amor. David empieza a moverse, empujando hacía mí, entrando y saliendo, haciendo que su sexo resbale por mi vagina. Una de sus manos se desliza hasta mi clítoris y suavemente empieza a masajearlo trazando círculos. El placer nos quema y nos envuelve. Su cuerpo es mío y siento como su sexo entra y sale de mi interior, como me llena, como me da ese placer que tanto he echado de menos y tanto he deseado. Ambos gemimos extasiados, sintiendo como el goce va llenando nuestros cuerpos, nos va recorriendo por dentro. Hasta que por fin llega el placer supremo, ese que durante tanto tiempo, ambos hemos deseado. Siento su leche caliente llenándome y a la vez, mi orgasmo explota en mí. Gemimos y el sudor recorre nuestros cuerpos en una mágica explosión, hasta que dejamos de estremecernos y David me abraza con fuerza, susurrándome en el oído:

Te amo.

De repente, una voz grita en la puerta.

¡Niños!

Y nuestra ilusión y nuestros sueños caen al suelo. Esta vez sabemos que ha llegado el final para siempre.

 

 

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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Si te ha gustado este relato puedes leer uno de los otros 88 autores que tiene esta autora, como por ejemplo: MALDITO OCÉANO ATLÁNTICO http://www.todorelatos.com/relato/28936/

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