- No te preocupes, no estaré, te lo prometo – me dice Max a través del teléfono.
No tenía demasiadas ganas de hablar con él después de lo sucedido en nuestra antigua casa, pero necesito ir a recoger las cosas que todavía quedan.
- Esta bien, no lo olvides, esta tarde a las seis.
- Vale.
Cuelgo y Cristian me pregunta:
- ¿Qué te ha dicho?
- Me ha prometido que no estará.
- Bien de todos modos, será mejor que te acompañe.
- Sí, gracias, eres un sol – le digo acercándome a él y besándolo suavemente en los labios.
Estar con él, en su propia casa, casi me parece un sueño, pero es maravilloso. Me siento feliz.
- Tengo algo para ti – me anuncia.
- ¿Qué es? – pregunto curiosa y veo que de un cajón del mueble del comedor saca unos papeles.
- Es nuestro contrato Amo/sumisa, he modificado algunas cosas puesto que ahora somos pareja y me gustaría saber si estás de acuerdo y que lo firmes.
Sonrío feliz, y me siento en la mesa dispuesta a leerlo, él lo deja frente a mí y en ese momento suena el timbre y aunque intento levantarme para ir a abrir él me dice:
- No, ya voy yo, quédate sentada y lee eso.
- Vale.
Leo el contrato, hay solo unos pequeños cambios, ya no habla de mis horarios, ni de lo que se me pagará por ello, aunque sí sigue hablando de mis deberes como sumisa y los de Cristian como Amo. Lo firmo sin pensármelo dos veces y como veo que Cristian no vuelve lo llamo preguntando:
- Cristian ¿quién es?
- Mira quien ha venido – me anuncia entrando en el comedor acompañado del chaval que había traído días atrás.
- ¡Oh, vaya, Angel! Bienvenido.
- Gracias Señora – dice el chico tímidamente.
Cristian se acerca a la mesa y observa el contrato.
- Lo has firmado, perfecto.
- Sí – coge mi mano entre las suyas y la besa gentilmente. Luego tirando de ella me dice: - Venga, vamos a jugar.
Nos dirigimos los tres a la habitación de juegos y Cristian empieza desnudarme despacio de una manera muy sensual. Con un gesto le da a entender a Angel que también puede colaborar, y en pocos segundos estoy siendo desnudada, besada y acariciada por las manos y boca de ambos hombres. Luego Cristian me ata las manos a las cadenas que penden del techo y acercándose a mí me susurra:
- Hoy haremos realidad tu oscuro deseo de ser follada por dos hombres a la vez.
Solo escuchar eso, siento como mi sexo se humedece y palpita de deseo. Me mojo los labios pasando la lengua por ellos y Cristian pellizca mis pezones y me pregunta:
- ¿Estás dispuesta?
- Sí – respondo, moviendo la cabeza afirmativamente.
- Bien, veamos como está ese conejito – añade metiendo su mano entre mis piernas y moviendo su dedo índice sobre mi clítoris.
Todo mi cuerpo se estremece ante aquella caricia y en pocos segundos, empiezo a gemir. Cierro los ojos y enseguida noto otras dos manos acariciando mis senos, abro los ojos, son las manos de Ángel. Yo estoy a mil, y con las caricias de Cristian sobre mi clítoris siento que me voy a correr de un momento a otro.
- ¡Oh, Cristian, me voy a correr!
- Bien, entonces será mejor hacer un cambio – dijo llevando su dedo hacía mi agujero trasero y lo introdujo en mi ano.
- ¡Aaaahhh! – un fuerte gemido de placer salió de mi garganta.
- Bien, ven aquí Ángel – le ordenó al chico que se había puesto ya un preservativo – Ponte detrás de ella.
El chico obedeció y se puso tras de mí. Cristian me besó apasionadamente y luego, con su cara pegada a la mía y sujetándome por la nuca me preguntó:
- ¿Estás lista?
- Sí, señor – le respondí sin pensármelo.
- Bien, vamos allá – dijo, cogiendo mis piernas y poniéndolas alrededor de su cintura, por lo que cuando mi sexo se pegó al suyo, lo sentí caliente y erecto rozando mis labios vaginales, por lo que no pude evitar estremecerme.
Llevó sus manos hasta mis nalgas y las abrió ordenándole al chico:
- ¡Vamos métesela!
Sentí como Ángel empujaba con su verga en mi agujero trasero y todo mi cuerpo se tensó. Cristian no dejaba de acariciar mi clítoris y todo mi sexo con la punta de su polla excitándome. Siento como la punta del pene de Angel entra en mí y como se coge de mis senos para empujar y empalarme por completo en su verga. Gimo, cierro los ojos y siento como me llena. Cuando vuelvo a abrir los ojos Cristian susurra:
- Muy bien, mi zorrita ahora me toca a mí.
Afirmó con la cabeza y espero. Cristian me besa y acerca su pene a la entrada de mi sexo húmedo y ansioso. La mete despacio, poco a poco, tratando de vencer la resistencia que produce la verga de Angel en mi interior y finalmente consigue meterla toda.
- Bien, ahora vamos a bombear, chico, esta zorrita necesita un buen polvo.
- ¡Ah! – gimo y empiezo a notar como ambos se mueven despacio, primero uno y luego el otro, cuando Cristian entra, Ángel sale y al revés.
Me siento completamente llena y excitada. Y el baile que trazan entre ambos me hace sentir cada vez más cerca del orgasmo, mis gemidos son cada vez más fuertes, más seguidos y empiezo a sentir como ambos hombres se excitan también como sus penes se hinchan y entonces le digo a Cristian:
- Me voy a correr, señor.
- Sí, córrete, zorrita, córrete ya – me ordena.
Y sin más siento como el orgasmo explota desde mi sexo extendiéndose por todo mi cuerpo haciendo que mi sexo y mi culo estrujen los dos sexo masculinos que en pocos segundos explotan casi al unísono. Y siento como el semen caliente de Cristian me inunda.
Ángel saca su sexo de mí, Cristian me sujeta, sobretodo porque estoy agotada, y no puedo sostenerme en pie, me tiemblan y flaquean las piernas.
- Puedes vestirte chico – le ordena a Ángel – ya sabes donde está la puerta, gracias.
El chico se viste, mientras Cristian me deposita en el suelo y me suelta las muñecas. Oigo la puerta pero puesto que he cerrado los ojos, intuyo que es porque Ángel se ha marchado. Luego Cristian me coge en brazos y me lleva hasta la habitación de matrimonio depositándome en la cama. Me besa dulcemente y cierro los ojos dejándome llevar por el sueño.
Abro la puerta con la llave que aún conservo de mi casa, bueno, la casa de Max, siempre ha sido suya y de su familia. Cristian se ha quedado en el coche, ya que ha tenido que aparcar en doble fila. En principio, Max no debería estar; asi quedamos ayer tarde cuando le avisé que pasaría, pero tras abrir la puerta, el inconfundible aroma de su colonia me dice que no es así. Luego un ruido del comedor y su voz diciéndome:
- ¿Eres tú Ana?
Me certifican que así es. Entro al comedor y le digo:
- ¿Qué haces tú aquí? Se suponía que no ibas a estar.
- Sí, es verdad, pero tenía que verte – me responde.
- Mira, es mejor que no nos veamos, lo sabes. El otro día casi me violas, pasé mucho miedo.
- Pero entiéndelo, Ana, te necesito – dice acercándose a mi. Yo retrocedo un paso.
- No, tú lo que quieres... no sé lo que quieres, pero sea lo que sea, no puede ser Max, yo ya no te amo – le digo, y cojo mi móvil dispuesta a llamar a Cristian para que suba.
- No hace falta que llames a tu guardaespaldas, ya me voy – Dice Max dirigiéndose a la puerta.
Sale del piso y me quedo sola, pero a los pocos minutos oigo gritos en la escalera y cierto barullo. Salgo y en el siguiente rellano veo a Cristian y Max peleándose. No me lo puedo creer. Bajo hasta el rellano y gritando les digo:
- ¿Estáis locos o qué?
Cojo a Cristian del brazo y lo azuzo diciéndole:
- ¡Déjalo ya! – Pero él no se detiene.
Veo como se dan puñetazos el uno al otro. Finalmente, Cristian le da un fuerte puñetazo a Max en la nariz y lo hace caer al suelo. Max se toca la nariz, está sangrando.
- Por favor, Cris, volvamos a casa.
- Sí, vale – acepta Cristian. En su cara veo dibujada la ira.
Bajamos las escaleras y volvemos a casa y curo las magulladuras de Cristian.
Mientras le curaba Cristian me dice:
- Quiero llevarte a un sitio, es un club de bdsm, y no voy allí desde hace meses ya que no tenia una sumisa fija pero ahora... no hace falta que hagamos nada, podemos limitarnos a mirar solo, sino tienes ganas.
Acepto moviendo la cabeza afirmativamente. Estoy triste por lo sucedido. Cristian me dice que me ponga un vestido sexy, así que opto por un vestido corto y estrecho que marca mi figura, con un escote espectacular en la espalda y de tirantes. No llevo braguitas debajo, ni tampoco sujetador.
Salimos de la ciudad y Cristian conduce hasta una urbanización, seguimos luego un camino de tierra y finalmente en medio de un precioso bosque llegamos a una casa aislada. Era una casa grande, estaba poco iluminada y parecía que no hubiera nadie, pero no era así. Bajamos del coche, nos dirigimos a la puerta de entrada y Cristian tocó el timbre un par de veces. Un chico alto y fornido con aspecto de portero de discoteca nos abrió la puerta:
- ¡Hola, Sr. Sanchez, que sorpresa verle por aquí!
- Hola Mario, sí, llevaba tiempo sin venir.
- Bien, veo que vienes acompañado.
- Sí, está es Ana, mi nueva sumisa. Este es Mario.
- Hola, mucho gusto – dije yo tendiéndole la mano.
- Mucho gusto. Aunque aquí tenemos una normas en el club, pero como eres novata por esta vez te las paso. ¿Supongo que tendremos que abrirle ficha? – preguntó mirando a Cristian.
- Eso es – respondió este.
- Bien, entonces, toma este papel, léetelo con atención y el próximo día que vengáis me lo traes rellenado y firmado.
- Sí, señor – respondí.
Mario sonrió.