miprimita.com

Secretaria y amante

en Hetero: Infidelidad

SECRETARIA Y AMANTE.

Cuando entré a trabajar en aquella multinacional, jamás imaginé lo que me iba a pasar a partir de aquel momento y sobre todo, desde el momento en que me enamoré de mi jefe, el Presidente de la multinacional. Quizá ese fue mi error. Enamorarme de quien no debía, de quien quizás no me amaba como debía, y quien me ha llevado a un estado del que sólo he podido salir gracias a la ayuda de mi psiquiatra y extrañamente, de la de uno de los clientes de mi jefe. Él ha sido el que me ha aconsejado que lo cuente.

Mi jefe era un hombre muy guapo y bastante joven, tenía unos 35 años cuando entré a trabajar para él. Era moreno, de intensos ojos negros, una maravillosa sonrisa, en fin, que lo tenía todo para enamorar a cualquier mujer. Así que caí rendida a sus pies. Sobretodo, cuando él empezó a ser galante conmigo, diciéndome lo guapa que estaba o regalándome algún ramo de flores sin razón aparente. Yo sabía que era un hombre casado y quizá por eso al principio tuve cierta reticencia a enrollarme con él, pero esa reticencia la supo vencer muy bien una noche en que me invitó a cenar.

Dijo que teníamos que celebrar los beneficios de la compañía y que con quien mejor que su secretaria para celebrarlo, le pregunté por su mujer, pero me dijo que estaría unos días fuera, por lo que no había problema. Así que por primera vez acepté, supongo que empujada por aquel sentimiento de amor que había en mi corazón.

Entonces pasaré a recogerte a las ocho. – Me dijo – Ponte guapa.

De acuerdo.

A las siete empecé a prepararme. Llené la bañera con agua y espuma y tras desnudarme despacio, me introduje en ella. El agua caliente me reconfortó después de un duro día de trabajo. Así que me recosté en la bañera, cerré los ojos y dejé que la sensación del agua caliente me llenara. En pocos segundos mi mente estaba en otro lugar, imaginando lo que podría suceder aquella noche después de la cena. Empecé a acariciarme los senos, mientras imaginaba, como muchas otras veces había hecho, que eran las manos de Rodrigo, mi jefe, las que me acariciaban. Los sobé y pellizqué mis pezones, empezando a excitarme, a sentir como mi entrepierna se humedecía. Deslicé una de mis manos hasta mi sexo muy despacio y empecé a acariciarme el clítoris, mientras con la otra mano seguía acariciándome los senos. Estaba a mil, tratando de imaginar a Rodrigo a mi lado, o sobre mí, haciéndome el amor. Mis dedos se movían diestramente por mi sexo y estaba a punto de introducirlos en mi vagina, cuando sonó el teléfono.

Salí de la ducha, me puse el albornoz y con cierto fastidio me dirigí hacía el salón donde estaba el teléfono. Era mi madre que empezó a contarme sus problemas y cosas. A media conversación tuve que cortarla y decirle que no podía seguir escuchándola ya que tenía una cita.

Vaya, ¿Con un hombre? – Me preguntó.

Sí, mamá, con un hombre- Afirmé.

¿Es alguien a quien yo conozca? – Me preguntó con curiosidad.

No, mamá.

¿Alguien de tu trabajo?.

No, mamá. – Le mentí - Venga, que tengo que vestirme aún, ya te contaré.

Nos despedimos y colgué, prometiéndole que la llamaría al día siguiente para contarle lo sucedido aquella noche.

Tras la conversación telefónica miré el reloj eran las siete y medía, no me quedaba mucho tiempo. Seguía excitada y necesitaba desahogar aquella excitación, pero no tenía tiempo.

Me duché rápidamente, me lavé el pelo, me peiné, me maquillé y finalmente, me vestí. Elegí un vestido que me había comprado hacía sólo un par de semanas, era negro, de tirantes y bastante ajustado, corto por encima de la rodilla. Eran casi las ocho cuando terminé de vestirme, y no habían pasado ni dos minutos, cuando sonó el timbre. Fui a abrir y nada más verme Rodrigo exclamó:

¡Estas guapísima! – Llevaba un ramo de rosas rojas que me ofreció diciendo: - Para la mujer más hermosa del universo.

Gracias.

Le hice pasar hasta el salón. Y una vez allí le dije:

Siéntate, voy a poner esto en agua, estaré enseguida.

Busqué un jarrón en el mueble y me dirigí a la cocina. Llené el jarrón con agua, quité el papel del ramo de rosas y empecé a ponerlas una por una en el jarrón.

Estaba ensimismada colocando las rosas, cuando sentí las manos de Rodrigo acariciando mi cintura.

¿Qué haces? – Le pregunté un poco sorprendida pero excitada.

Me vuelves loco Carla, y te deseo tanto. – Me susurró al oído.

Pero Rodrigo, tú estás casado.

Sus manos se movían acariciando mi cuerpo desde mi vientre hasta mis senos que masajeó por encima de la ropa.

Olvídate de mi mujer y déjate llevar. – Me aconsejó, tras besar suavemente mi hombro desnudo.

Y me dejé llevar. Cerré los ojos y dejé que sus manos recorrieran mi cuerpo, que se detuvieron en mis caderas. Suavemente me fue subiendo la falda del vestido, acarició mi vientre y deslizó su mano por dentro de mis braguitas, alcanzó mi sexo y empezó a masajearlo. En unos segundos, yo estaba a mil, gimiendo y deseando más, sintiendo como mi sexo se humedecía sin remedio. Sus dedos se hundían en mi sexo, acariciando mi clítoris y produciéndome agradables espasmos de placer. Mi cuerpo temblaba. Pero repentinamente sacó su mano de mi sexo. Me sentí un poco decepcionada, pero al oír que estaba bajando la cremallera de mi vestido y lo dejaba caer al suelo, volví a recuperar la ilusión. Tras eso, sentí como se agachaba detrás de mí, y tras tirar mis braguitas hacía abajo, sentí como mordía mi cachete. A continuación sentí su lengua introduciéndose por la raja de mi culo y descendiendo por esta hasta mi sexo. Gemí y noté como lamía y chupeteaba mi vulva.

No podía creer mi suerte, el sueño que tantas veces había soñado de ser poseída por mi jefe se estaba cumpliendo. Sus labios se cerraron sobre mi clítoris mientras esos pensamientos cruzaban mi mente y mi cuerpo volvió a estremecerse. Sentí que se levantaba y se bajaba la cremallera del pantalón, y seguidamente, su sexo rozando el mío.

Estaba ansiosa por tenerle dentro y no tardo mucho en penetrarme. Su sexo entró por completo en mí, y permanecimos un segundo inmóviles. Poco a poco, mi amante empezó a moverse, despacio, haciendo que su verga entrara y saliera de mí, mientras deslizaba sus manos hasta mis senos, apartaba la tela del sujetador y los masajeaba suavemente.

Rodrigo empujaba cada vez más deprisa haciéndome sentir su pelvis chocando contra mi culo y su hinchado sexo rozando las húmedas paredes de mi vagina. Llevó una de sus manos hasta mí clítoris y empezó a masajearlo suavemente, lo que aumentó el placer en mí y comencé a convulsionarme y sentir como mi sexo ardía por el goce que estaba sintiendo. Hasta que en pocos segundos alcancé el primer orgasmo entre espasmos y gritos de placer. Cuando dejé de convulsionarme, Rodrigo sacó su pene de mí y me dio la vuelta. Nos abrazamos. Su sexo seguía erecto y sediento de placer.

Ven – Me ordenó, aupándome para que me sentara sobre el frío mármol de la encimera. – Siempre he deseado hacer esto.

Y acercando su erguido mástil a mi húmeda vagina me penetró nuevamente. Entonces le abracé con mis piernas por la cintura. Abrió la boca y sentí como empezaba a chupar uno de mis pezones, mientras empujaba de nuevo, entrando y saliendo de mí. Le rodeé por el cuello con mis brazos. Eramos dos cuerpos unidos, pegados por el deseo y el placer.

Deseaba no despertar de aquel sueño, por eso le empujaba hacía mí con mis piernas, estrujándolo con fuerza, haciendo que me penetrara cada vez más profundamente. Sus arremetidas eran cada vez más rápidas, más salvajes, hasta que sentí como su pene se tensaba e hinchaba dentro de mí y explotaba justo en el mismo instante que el segundo orgasmo me hacía vibrar.

Cuando ambos dejamos de estremecernos. Rodrigo me besó y me dijo:

Te quiero.

Aquellas palabras me hicieron la mujer más feliz del mundo y me sentí como si estuviera en una nube.

Rodrigo me ayudó a bajar del mármol y dándome una pequeña palmadita en la nalga me dijo:

Anda, vístete, zorrita, que tenemos que ir a cenar.

En aquel momento y con la felicidad que sentía, aquel calificativo no me molestó, pero ahora me doy cuenta que no presagiaba nada bueno.

Recogí mi ropa y me vestí, mientras él también se arreglaba. Tras eso salimos a cenar.

Me llevó a un restaurante muy coquetón, elegante y romántico. Estaba un poco apartado de la ciudad, pero al entrar el maitre pareció reconocerle enseguida.

Buenas noches señor González. ¿La misma mesa de siempre?

Ya sabes que sí, Paco.

El maitre nos acompañó hasta una mesa que estaba en un rincón bastante apartado e intimo, junto a una ventana. Nos sentamos y nos dejó las cartas. Los precios eran desorbitados, por lo menos para una simple secretaria como yo, pero para mi jefe, evidentemente, no. Mientras miraba la carta intentando decidir lo que quería le pregunté:

¿Vienes mucho por aquí con tu mujer?

Bueno... – Pareció dudar – Sí. Pero no hablemos de ella ¿quieres? Ahora estamos tú y yo aquí, y los demás no importan.

Vale. – Acepté pensando que con el tiempo ya me contaría sus problemas con su mujer.

Cenamos tranquilamente. Hablamos de nuestros sueños y deseos, de nuestro pasado (siempre evitando el tema de su mujer) y finalmente, tras el café decidimos que era el momento de volver a casa. Aunque ninguno de los dos quería continuarla sólo, eso era evidente. Ambos deseábamos pasar la noche con el otro. Durante el trayecto de regreso a casa ambos permanecimos en silencio. Yo esperaba alguna señal que me indicara que deseaba que pasáramos la noche juntos, así que tras aparcar frente a la puerta de mi bloque, me acerqué a él, busqué sus labios y le besé tiernamente, luego le pregunté:

¿Quieres subir?

Volvimos a besarnos y respondió:

Sí tu quieres.

Claro que quiero y me encantaría que te quedaras a pasar la noche. – Le propuse.

De acuerdo.

Bajamos del coche y entramos en el portal. Subimos al ascensor y después de que yo apretara el botón, Rodrigo me abrazó y empezó a sobarme por encima de la ropa. Era evidente que volvía a desearme como un par de horas antes y eso me halagaba enormemente. El ascensor se detuvo y salimos de él. Saqué las llaves de mi bolso, abrí la puerta y entramos. Rodrigo cerró la puerta tras él y cuando ambos llegamos al comedor, volvió a abrazarme y acariciar todo mi cuerpo por encima de la ropa, mientras nos besábamos apasionadamente. Empezó a tirar de la falda del vestido para acariciar mis piernas, pero me aparté de él y le dije:

No, vamos a la habitación, estaremos más cómodos.

Lo cogí de la mano y lo llevé hasta mi habitación, allí de nuevo intentó abrazarme y besarme, pero yo me zafé y le dije:

Ahora voy a ser yo quien te dé placer y lo haremos como yo deseo ¿vale?.

Vale – Aceptó él.

Le hice sentarse en el borde de la cama y dándole un pequeño empujón en el hombro, que se acostara sobre ésta. Me arrodillé frente a él, entre sus piernas, de modo que su paquete que estaba ya bastante abultado, quedaba frente a mí. Lo acaricié por encima del pantalón. Le bajé despacio la cremallera. Desabroché el cinturón y luego el botón y volví a acariciar el sexo por encima del slip. Luego introduje la mano y lo extraje. Estaba erecto, crecido y deseable. Así que acerqué mi lengua a él y empecé a lamer la punta suavemente. Marqué círculos sobre el glande y me lo introduje en la boca. Lo chupé durante unos segundos. Luego lamí el tronco hasta la base y volví a la punta para volver a introducirme el glande. Lo chupeteé y paladeé unos segundos más y de nuevo volví a lamer el tronco hasta la base. Dirigí mi lengua hasta uno de los huevos y lo lamí y succioné. Repetí la operación con el otro y finalmente volví a lamer el tronco hasta el glande. Rodrigo gemía de excitación a la vez que me miraba con deseo. Noté como su pene se hinchaba en mi boca, y él se estremecía, así que decidí dejar de lamerle. Me levanté, me subí la falda y me senté sobre su sexo dejando que rozara el mío a través de la tela de las braguitas. Me moví sobre él, restregándolo por mi sexo. Rodrigo dirigió sus manos a mis caderas, intentando bajarme las braguitas, pero yo se las aparté diciendo:

¡No, no, no! Ahora soy yo la que mando, la que lleva las riendas de esta situación y me quitaré las braguitas cuando yo quiera.

Seguí frotando mi sexo contra el suyo. Él me miraba con deseo y empujaba su pelvis hacía mí. Me encantaba tener el poder.

Decidí ponerme en pie para quitarme las braguitas y le dije:

No te muevas.

Le tiré las bragas sobre la cara y él las olió mientras yo volvía a subirme la falda hasta la cintura y me sentaba de nuevo sobre su erecto falo. Nuevamente rocé el pene contra mi sexo húmedo y deseoso de sentirle dentro de mí. Sabía que él también deseaba estar dentro, pero prefería hacerle esperar, hacerle desear más. Su cara era un poema.

Quieres poseerme, ¿verdad? – Le pregunté sujetando la verga y restregando el glande con mis labios.

Sí – Gimoteó él.

Seguí rozando la punta con mis labios vaginales, hasta que decidí que ya era el momento de dejar de jugar. Llevé el pene hasta la entrada de mi vagina y descendí sobre él, hasta que lo tuve totalmente dentro. Empecé a moverme despacio. Me tumbé sobre él y traté de concentrarme en las sensaciones. Acerqué mis labios a los de Rodrigo y nos besamos con furia. Sus manos recorrieron mi espalda y descendieron hasta mi culo. Apretó con fuerza mis nalgas y luego sentí como con su dedo buscaba mi ano. Intentó introducirlo un poco y me preguntó:

¿Nunca te han follado por el culo, verdad?.

No. – Le respondí, sintiendo como aumentaba el placer al sentir aquel dedo en aquella parte inexplorada de mi cuerpo.

¡Uhmmm! – Gimoteó.

Me incorporé quedándome erguida sobre aquella verga y empecé a cabalgar sobre ella. También él se incorporó para abrazarme y besar mis senos erectos. Ambos nos movíamos saltando sobre la cama, sintiéndonos. Aquello era mejor que cualquiera de los sueños que había tenido tantas y tantas veces y deseaba que no acabara nunca.

Volvimos a acostarnos en la cama, sus manos de nuevo apretaron mi culo, nuestros labios otra vez pegados, se fundieron en un intenso beso y mi sexo empezó a exprimir aquella caliente vara que tenía dentro. En unos segundos el orgasmo explotaba en mí y un poco más tarde también lo hacía en él.

Tras eso, ambos terminamos de desvestirnos y nos acostamos en la cama bajo las sabanas, quedándonos dormidos en pocos segundos.

Cuando desperté, ya por la mañana, estaba sola en la cama, con los brazos y piernas atados a los barrotes de la cama y Rodrigo sentado en una silla frente a mí...

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

Esta obra está bajo una licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 Spain de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/ o envie una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.

Mas de Erotika

Atada (capitulo 8 sonia)

ATADA VII El club

Atada vi (un oscuro deseo)

CAPITULO 6 Un oscuro deseo

Atada v

Atada iv

Atada III

Atada ii

Atada

Dos hombres distintos

La venganza IV (cómemela como tu sabes)

LA VENGANZA 3 (Fóllame el culo)

La Venganza 2 (En mi boca)

La venganza (entre mis piernas)

Atada 2

El diablo vestido de mujer 2

Cediendo a sus deseos

La fantasía de mi novio

Bajo la mesa

El diablo viste de mujer

Atada

Memorias de una sumisa (3)

Memorias de una sumisa (2)

Memorias de una sumisa

A 500 km de ti, contigo

Traición

Amantes (5)

Cristales rotos

En sus ojos

Unidos

Imágenes (2: La venganza)

Imágenes (1: el castigo)

La cliente

Historia del acto sexual (4: el sexo)

Historia del acto sexual (3: las caricias)

Historia del acto sexual (2: el beso)

Historia del acto sexual (1: la mirada)

Con ese traje

Destino

El dulce nombre de Marcela

Desnudo

Amantes (4: Yana, tú y yo)

El triángulo (3: Pablo)

El triángulo (2: el novio de mi hija)

El triángulo (1: aquella mujer)

En manos del enemigo

Amantes (3)

Entre dos hombres (3 y último)

Entre dos hombres (2)

Buscando la pasión

Inspección ocular

Entrevista de trabajo

Le encantaba mirarme (3 y último)

Le encantaba mirarme (2)

Le encantaba mirarme (1: una mamada sensacional)

Mujer con zapatos de tacón

Secretaria y amante (10 y último: libre)

Secretaria y amante (9: fóllale el culo )

Secretaria y amante (8: hagamos un 69)

Secretaria y amante (7: Desnúdate)

Secretaria y amante (6: te voy a follar como...)

Secretaria y amante (5: Quiero que seas mía)

Secretaria y amante (4)

Secretaria y amante (3)

Amantes (2)

Secretaria y amante (2)

Sumisamente tuya

Los nuevos valores de TR

Amantes

Un día cualquiera

Comprometidos (3: Perverso)

Comprometidos (2: el reencuentro)

Comprometidos

Intercambio

El amante compartido

La jovencita descarada

Despedida de soltera

A ti

Por el amor de mi hijo.

El reclinatorio

El vouyer

Examen oral

Hoy serás mi esclavo

Algo más

Solamente una vez

Hermanos

Sorpresas te da la vida

La paciente lasciva

Contra el plagio

Carolina, 16 años de vicio y el descaro...

Gracias a todos

Cazador Cazado

El primer día (5: Nuevos horizontes)

Entrevista con Ds1

El primer día (4: La sombra de una duda)

Juego de seducción

Mi perverso favorito

El primer día (3: Amandonos)

El primer día (2: Sintiéndonos)

El primer día (1: Conociendonos)

Algo diferente

Cediendo a sus deseos

Muerte

El sexo a través de la historia

Los juego de Aecio y Kacena

Contaré las horas

¡Maldito cabrón!

Dolor y placer

Calor

Magnetismo

Nuestra Travesura

Diosa

Al sol del verano

A 300 por hora, detrás de tí

Mathew

Un simple mortal

Amor a dos bandas

Vale la pena amarte

Sólo tú

El más dulce tabú

Amores que matan

Poesía Virtual

Nuestra Pequeña Isla

Cuando Sociedad encontró a Erótika

Angel

Una larga noche

Siete besos

Maldito oceano atlantico.

Infiel

Trio virtual

El nuevo instrumento de Data

El pirata y la princesa

Labios de fresa

¡Vaya con la nena!

La srta. Bibiana

Rafa, Mario y Sara

La tarde aburrida de Wilma

Mousse de chocolate

Una chica para Rafa

Imaginandote a solas

Desierto de amor

Mi fantasía erótica

La mesa de billar

El helado (2: Irene pierde su virginidad)

El helado

Las apariencias engañan: La boda

Comprometidos

El desconocido

El novio de mi amiga

Una noche loca

Abuelo

La fiesta

Al calor del amor en un bar

El técnico de la nevera

El amigo de mi padre

El secuestro

Vacaciones en Cuba

Pasión en la cocina

Una nueva experiencia con Maripaz

La pasión nos venció

Mi primera experiencia lésbica

Vaya noche

El cliente de Francisco

El presidente y la secretaria

La encerrona

El modelo

La Fantasía de mi novio

El hombre de mi vida (5 - Final)

Mi ginecólogo

Buscando un semental

El hombre de mi vida (4)

El hombre de mi vida (2)

El hombre de mi vida (3)

El hombre de mi vida