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LA VENGANZA 3 (Fóllame el culo)

en Hetero: Infidelidad

(Nota: siento haber dejado la serie a medio terminar pero circunstancias personales no me permitieron hacerlo. He decidido hacerlo ahora porque no me gusta dejar las cosas a medias, agradezco mucho aquellos que me leen y comentan por hacerlo y por la paciencia. Si alguien llega por primera vez a este relato debe saber que hay dos capitulos mas y se pueden leer aquí: Capitulo 1:  http://www.todorelatos.com/relato/76885/ y capitulo 2: http://www.todorelatos.com/relato/77106/ )

Andaba con paso firme por el pasillo central, llegué a mi mesa, y dejé mis cosas sobre esta. Me sorprendió ver la puerta del despacho de Elba abierta tan temprano, y más oir ruido dentro, parecían sollozos de una mujer. Me acerqué a la puerta y pude ver a Elba sentada en su mesa, con un pañuelo entre las manos y un dvd sobre la mesa. No sabía si entrar o volver a mi mesa, decidí hacer lo segundo, pero tratando de escuchar. Pude apreciar el sonido del teléfono al ser descolgado y el de marcación de números, y luego como con voz triste y llorosa decía:

- Tomás, necesito verte en mi despacho lo antes posible.

Hubo un silencio en el que supuse que Tomás hablaba.

-  No, tiene que ser hoy y ahora si puede ser, te espero en mi despacho lo antes posible.

Otro silencio al que siguió un triste:

- Hasta ahora – por parte de Elba.

Me levanté para ir a la salita donde teníamos la máquina del café, ya que me temía que la situación no presagiaba nada bueno. Estaba esperando a que saliera el café después de haber metido las monedas cuando oí que mi mobil, que llevaba en la mano sonaba.  Era Tomás, así que lo cogí.

-  Buenos días, putita.

-  Buenos días, no se que le habrás hecho pero Elba está muy triste y llorosa – le comenté.

-  Sí, me ha pedido que vaya inmediatamente a su despacho, me temo que quizás sospeche algo – me respondió.

-  ¿De nosotros?

-   Sí, por eso me gustaría verte antes, necesito desestresarme e ir relajado a su despacho. ¿Qué tal si nos vemos en los baños de tu despacho y allí me haces uno de esos trabajitos que tan bien haces? – me dijo insinuante.

-   Tu estás loco, sinos pilla... – no me dejó terminar la frase y me cortó diciendo:

-   Loco por ti y por esas maravillosas curvas que tienes, putita.

-    Esta bien, seguro que me sabe a gloria un polvo contigo en el baño mientras ella está en su despacho esperándote, ja ja – me reí.

Aquella venganza me sabía más dulce que cualquier pastel. Tenía a Tomás a mis pies, loco por mis encantos y mi cuerpo, y dispuesto a cualquier cosa. Por un segundo, barajé la posibilidad de que Elba pudiera descubrirnos en el baño follando y eso hizo que la venganza fuera aún más dulce.

-   Nos vemos en cinco minutos – me dijo Tomás.

Me tomé el café con tranquilidad y cuando terminé me encaminé hacía los baños. Cuando me acercaba vi a Tomás apoyado en la pared que separaba la puerta del baño de hombres de la puerta del baño de mujeres. Me acerqué a él sonriendo, mirando a mi alrededor con la esperanza de que nadie conocido nos viera y cuando llegué frente a él, Tomás me cogió de la mano y tirando de mí me llevó hasta el interior de uno de los wateres de mujeres. Cerró la puerta y me besó apasionadamente. Sus manos recorrieron mi cuerpo.

- ¡Qué ganas tengo de follarte! – murmuró Tomás, excitado.

Sentí su polla pegada a mi cuerpo que se hinchaba con cada nueva caricia. Yo también me sentía excitada, mi sexo estaba cada vez más húmedo y sentía como esa humedad empapaba mis braguitas. Pensar que iba a ser follada por Tomás en aquel lavabo mientras Elba estaba esperándole en su despacho me excitaba aún más. Así que deseé que me poseyera ya, por eso, me subí la falda y dándole la espalda le dije:

- ¡Fóllame el culo, cabrón, necesito sentirte dentro ya!

Tomás no se hizo de rogar, me bajó las braguitas hasta las rodillas, y se bajó la cremallera de su pantalón, mientras yo me apoyaba sobre el deposito del water y le ofrecía mi culo. Su mano acarició mis nalgas, luego adentro uno de sus dedos entre ellas y todo mi cuerpo se estremeció, descendió hasta mi sexo, jugueteó con mis labios vaginales mientras pegaba su cuerpo al mío y sentía su respiración jadeante en mi oído.

- ¡Qué puta eres, estás más mojada que un charco! – me susurró en el oído.

- ¡Aaaaahhh, sí, me pones a mil, cariño! – musité yo, sumamente excitada, sintiendo como sus dedos se adentraban en mi vagina. Luego los llevó húmedos hasta mi ano y me penetró con ellos.

Gemí y me estremecí, deseaba tanto sentirle dentro de mí, pero su falo se hacía esperar. Hasta que noté como, tras retirar sus dedos, lo acercaba a mi ano y abriendo mis nalgas con ambas manos me penetraba de un solo y firme empujón.

- ¡Aaaaaahhhh! – no pude acallar el gemido que salió de mi garganta al sentir como me penetraba.

Su cuerpo se pego al mío y sentí como su polla entraba completamente en mi culo. Luego me tomó por las caderas y empezó el mágico vaivén. Yo trataba de acallar mis gemidos de excitación,  sabiendo que podía entrar cualquiera en el baño, aunque me costaba hacerlo, ser penetrada en aquella posición, en aquel lugar, me ponía a mil. Repentinamente oímos el timbre del teléfono de Tomás. Este se detuvo en sus movimientos y sin sacar su pene de mis entrañas, cogió el móvil que llevaba en uno de los bolsillos del pantalón.

-  Ahora voy, Elba, enseguida llego – dijo nada más descolgar – hay un atasco terrible, pero no tardaré más de cinco minutos.

-  Eso espero, cabrón, porque sabes que no soporto que me hagan esperar – oí que gritaba sumamente enfadada Elba.

Tomás colgó y volvió a guardarse el móvil en el bolsillo del pantalón, luego volvió a sujetarme por las caderas, y continuó con el agradable vaivén que había iniciado hacía unos minutos. Todo mi cuerpo se estremecía con cada embestida, sentía mi culo lleno de su polla que palpitante me penetraba una y otra vez. Ambos estabamos excitados, sudoroso, jadeábamos por el esfuerzo y el placer que sentíamos.

De repente oímos que la puerta de los baños se abría, por lo que Tomás se detuvo y me tapó la boca con una mano. Volvió a sonar su móvil, pero sólo un par de tonos y seguidamente la voz de Elba nos sorprendió.

-  ¡Sal de ahí maldito cabrón y deja de follarte a mi secretaria!

Ambos nos sorprendimos, pero ninguno de los dos dijo nada,

- ¡ Sé que estáis ahí dentro, follando como conejos! ¡Salid de ahí!

-  ¿Cómo lo sabe? – Le pregunté en voz baja a Tomás que sacó su sexo de mí.

-   No lo sé – me respondió mientras ambos tratábamos de vestirnos un poco.

-   Porque os he visto – oí que respondía ella a la pregunta, mientras iba abriendo todas y cada una de las puertas de los retretes, buscándonos – primero no podía creerlo, en nuestra propia casa Tomás, eres un cabrón – dijo abriendo ya la puerta contigua a la de nuestro retrete.

-  No es lo que tu crees – se justificó Tomás, con la tan manida excusa de los hombres. Al parecer las cámaras de vigilancia sí estaban en marcha y probablemente Elba había visto el disco del día anterior.

La puerta se abrió y ante nosotros una Elba ojeriza y cabreada apareció más furiosa de lo que jamás hubiésemos visto.

-   ¿Y que va a ser sino? Te has follado a mi secretaria en nuestra propia casa, y ahora en este asqueroso baño. Eres un... un...- trató de decir entre sollozos.

-  Un cabrón – apostillé yo, orgullosa y feliz de que mi venganza estuviera surtiendo el efecto que yo deseaba.

Elba se echó a llorar como una magdalena, mientras Tomás salía del baño y se acercaba a ella para consolarla.

-  No me toques, cabrón, no después de haber estado con esa furcia. ¡Y tú, súbete esas bragas que te hacen parecer aún más puta, ramera! – Me gritó mi jefa.

Hice lo que me ordenaba, tras lo que me quedé sentada en la taza del water observándoles.

-  Elba, cariño, debes entenderlo, yo soy un hombre y ella...

-  ¡No te justifiques, tu eres un cabrón y ella una furcia! ¡Lo nuestro ha terminado, te has estado riendo de mí, sólo me quieres por mi dinero! Pues desde luego, después de esto, no lo vas a tener.

Y alejándose de nosotros visiblemente enfadada, Elba abrió la puerta y la cerró tras de sí dando un sonoro portazo y dejándonos a ambos en aquel baño. Tomás corrió tras ella tratando de darle mil y una explicaciones, mientras yo me arreglaba el vestido y el maquillaje. La venganza había surtido su efecto en mi jefa y yo me sentía feliz y excitada.

La mañana fue caótica y en vista de que con todo el lio parecía que no iba a tener mucho trabajo decidí tomarme el día libre e ir de compras. Sobre la una llamé a Tomás, ya que habíamos dejado a medias un magnifico polvo y necesitaba terminarlo, además de saber en que situación había quedado su relación con Elba.

-  Sí, mi querida putita – me respondió, parecía tranquilo.

-  Si quieres un servicio especial, te espero en mi casa a la hora de comer – le dije expectante

- ¡Uhm, fantástico, me apetece mucho comer almejita, ja ja! – Rió divertido de su propia ocurrencia.

-          Pues entonces nos vemos a las dos, en el número quince de la Gran Vía y seré tu putita en exclusiva toda la tarde.

-          Eso suena fantástico – dijo Tomás.

Estaba a tan solo veinte minutos de mi casa así que decidí ir andado. Estaba nerviosa y la vez excitada. Era el único hombre que había sido capaz de satisfacerme plenamente y no quería perderle, me gustaba ser “su putita” como él me llamaba y ser tratada como tal y quería seguir siéndolo hasta que él quisiera pero temía que tras lo sucedido con Elba, nuestra relación cambiara. Llegué a mi bloque, y Tomás me estaba esperando en el portal con un precioso ramo de rosas en las manos.

- Hola putita – me dijo nada más verme y tras darme el ramo nos fundimos en un intenso y apasionado beso.

Saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta, mientras lo hacía Tomás se pegaba a mí y me susurraba al oído:

-  Tengo tantas ganas de follarme a mi putita, uhmm, que lo haría aquí mismo.

Esas palabras me excitaron y a punto estuve de decirle que lo hiciera, pero puesto que aquel lugar y aquella hora no eran los más adecuados para eso, entré en el portal y me dirigí al ascensor seguida por él. Entramos en la cabina y las puertas se cerraron. Apreté el botón y el ascensor arrancó. Tomás al ver que apretaba en el Ático, me dijo:

-  Perfecto, el último piso, uhmm – Luego apretó el botón de parada y añadió: - ¿Sabes que me apetece?

 ãKarenc

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