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Comprometidos (2: el reencuentro)

en Hetero: General

COMPROMETIDOS. CAPITULO 2 (EL REENCUENTRO)

Este relato es la continuación del relato: Comprometidos. http://www.todorelatos.com/relato/42771/

Tras aquellos maravillosos días pasados con Bruno, yo no podía quitármelo de la cabeza, pensaba constantemente en él y cada vez que en el trabajo sonaba el teléfono ansiaba oír su voz.

Durante los siguientes meses continuamos nuestra relación a través del ordenador, con sesiones de sexo virtual que a veces duraban hasta altas horas de la madrugada, sobre todo los días que Fran no venía a dormir. Porque poco a poco se fueron haciendo más frecuentes las ausencias nocturnas de Fran, y, además, algunas de ellas se convirtieron en fines de semana de viajes de negocios, lo que fue deteriorando nuestra relación. Yo sabía que no eran negocios lo que tenía los fines de semana, ni juergas nocturnas con sus amigos lo que le impedía venir a dormir a casa, pero tampoco me importaba demasiado. Vivía inmersa en mi propio mundo, pensando y soñando con un reencuentro con Bruno.

Y no fue hasta unos tres meses más tarde que ese reencuentro no se pudo producir. Él tenía que venir a pasar una semana, para que pudiéramos discutir y solucionar algunos de los problemas surgidos con el último libro que teníamos entre manos.

Aquel día en realidad, empezó muy mal para mí. Fran llegó a las ocho de la mañana de una de sus "noches de juerga" y tuvimos una nueva bronca en la que Fran me dijo lo que yo llevaba días esperando oír:

Esta bien, a partir de mañana empezaré a buscar un piso y me iré de aquí.

Tras eso dio un sonoro golpe con la puerta del baño.

Yo terminé de desayunar y me fui a trabajar. Más que nunca aquel día necesitaba oír la voz de Bruno, saber que podría verle y hablar con él cara a cara. Y eso me tranquilizaba y a la vez me ponía nerviosa. Estuve tentada de llamarlo para hablar con él e iba a hacerlo cuando sonó mi móvil, lo cogí y sobre la pantalla salió su nombre dibujado. Descolgué.

¡Hola preciosa!

¡Hola! ¿Ya has llegado?

Sí, ya estoy en el hotel. – Esta vez debido a la delicada situación que estaba atravesando en mi relación con Fran, ambos habíamos decidido que era mejor que él estuviera en un hotel en lugar de en casa, como habíamos hecho la vez anterior. – Estoy en la habitación 303. ¿Qué tal si comemos juntos?

Perfecto, ¿me paso por ahí a buscarte?.

Sí, te espero.

Entonces, estaré ahí sobre las dos. – Apunté.

Ok, estaré esperándote.

Eran ya las doce, así que me pasé el resto de la mañana muy nerviosa, esperando que llegara el momento deseado.

A la una y media recogí mi mesa y mis cosas y me fui en dirección al hotel. Eran justo las dos en punto cuando llegué. Me acerqué al conserje y le dije:

Creo que el Sr. Martínez me está esperando.

¿Es usted la Srta. Badenes?

Sí.

Entonces sí, en la habitación 303, puede subir.

Gracias.

Me dirigí al ascensor y subí. Estaba muy nerviosa y sólo con pensar en todo lo que habíamos planeado que haríamos cuando volviéramos a vernos, mi sexo se humedecía.

Llegué hasta la habitación y piqué en la puerta con los nudillos.

¿Quién?.

Soy yo cielo. – Le contesté.

La puerta se abrió y apareció él, tan guapo, tan moreno, tan... Le besé apasionadamente mientras él cerraba la puerta. Cogidos de la mano entramos hasta el interior de la habitación.

¿Cómo ha ido el viaje? – Le pregunté dejando el bolso y la chaqueta sobre la cama, mientras él se dirigía hacía la maleta que tenía sobre un mueble.

Bien, estaba arreglando la ropa – Me indicó. – Bueno, desnúdate.

¿Qué? – Pregunté algo sorprendida ante aquella orden. Tenía ganas de hacer el amor con él, pero aquello me parecía demasiado rápido.

Ya me has oído, quiero que te desnudes. – Repitió sentándose en una de las dos sillas que había en la habitación que estaba junto a la maleta.

Obedecí y empecé a quitarme la ropa tratando de imaginar cuales serían las intenciones de Bruno. Me quité la blusa y el pantalón dejándome puestas las bragas y el sujetador.

Completamente. – Sentenció Bruno.

A lo que obedecí quedándome completamente desnuda ante él y esperando su siguiente orden.

Bien, ahora quiero que te sientes en esa silla que tienes al lado con las piernas bien abiertas y mostrándome tu coñito.

Seguí su orden y me senté en la silla con las piernas abiertas mostrándole mi sexo que estaba más húmedo que nunca.

Ahora quiero que empieces a acariciarte los senos y que disfrutes con las caricias.

Comencé a hacerlo, manoseando mis senos suavemente, pellizcando los pezones con un par de dedos.

Muy bien, ahora acaríciate el sexo.

Dirigí una de mis manos hacía mi sexo, mientras con la otra seguía acariciando mis senos.

Y empecé a hurgar en mi sexo, acariciando primero mi clítoris con suavidad y dirigiendo luego mis dedos hacía mis labios vaginales para humedecerlos con mis jugos.

Perfecto, metete un dedo en el coñito, cielo.

De nuevo obedecí introduciéndome el dedo anular en el sexo. Un pequeño gemido escapó de mi garganta. Estaba disfrutando de aquellas caricias, y él lo sabía, podía verlo en mi cara. También él disfrutaba viéndome gozar. Empecé a gemir y suspirar cada vez más deprisa cuando Bruno me dijo:

Ahora ponte de rodillas sobre la silla, dándome la espalda. Quiero ver tu culito.

De nuevo hice lo que me pedía.

Y ahora quiero que te folles el culo con uno de tus dedos.

Nunca antes había practicado el sexo anal, pero él sabía por nuestras conversaciones que era una de mis fantasías y alguna vez habíamos jugado a que yo me introducía uno o dos dedos, mientras él me observaba por la webcam. Así que lo hice, empecé a acariciarme suavemente las nalgas y poco a poco fui deslizando uno de mis dedos hasta mi agujero anal y me lo introduje. Luego empecé a moverlo dentro y fuera y en pocos segundos la excitación se concentraba en aquel punto de mi anatomía.

Muy bien, preciosa, disfrútalo.

Seguí acariciándome el ano, metiendo y sacando mi dedo, mientras él se acercaba a mí. Sentí su mano sobando una de mis nalgas y su boca junto a mi oído susurrándome:

Te gusta, ¿eh, putita?.

Sí. – Gimoteé justo en el momento en que lograba correrme.

Lo has hecho muy bien, cariño. – Me dijo él, y agarrándome por los pelos me dio un salvaje beso en los labios.

Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba totalmente desnudo y con el miembro tieso y duro como un palo. Me bajé de la silla y nos abrazamos y besamos apasionadamente. Tras separarnos, él se sentó sobre la cama y me ordenó:

Ahora chúpamela, cariño.

Me arrodillé entre sus piernas, mientras él se tumbaba. Cogí el miembro con ambas manos y acerqué mi boca a su punta. La lamí suavemente y luego me introduje el glande y empecé a chuparlo, primero despacio y después acelerando el ritmo. Lo saboreé, sintiendo como mi sexo estaba cada vez más húmedo y más deseoso de ser poseído. Empecé a chupar cada vez con más vehemencia, pues sentía mi cuerpo encendido y cada vez ansiaba más que Bruno me pidiera que lo montara para dejar correr el fuego de la pasión. Su verga cada vez estaba más hinchada y sus manos apretaban con fuerza mi pelo. Hasta que me ordenó:

Ven aquí, fóllame.

Me subí sobre él sentándome sobre su sexo que me introduje de un solo empujón. Al sentirme llena de él fue como si el tiempo se detuviera, como si no hubiera nadie más que él y yo en el mundo y aquel momento, nada más. Comencé a cabalgarle despacio, sintiendo su pene entrando y saliendo de mí con mucha suavidad. Él me miraba mientras me sujetaba por las caderas. Acerqué mi boca a la suya y nos besamos. Seguí cabalgándole y él se incorporó. Me abrazó y sentí como chupaba uno de mis pezones, lo que aún me excitó más e hizo que acelerara mis pausados movimientos. Ambos nos movíamos como animales salvajes en busca del placer.

Bruno volvió a recostarse y entonces yo me acosté sobre su pecho y seguí cabalgándole, mientras nuestros labios se fundían en un apasionado beso. Por fin estabamos de nuevo juntos, el uno con el otro, sintiéndonos, amándonos.

Empecé a sentir el inconfundible cosquilleo del placer concentrándose en mi sexo y el pene de Bruno hinchándose dentro de mí. En ese instante nuestros ojos se cruzaron, nuestras miradas se clavaron la una en la otra y supe que era el hombre de mi vida y que quería pasar el resto de ella con él. Sentí como me llenaba con su leche y como mi cuerpo se convulsionaba. Cuando el orgasmo terminó, nos abrazamos. Luego me dejé caer rendida de amor a su lado. Bruno me miró y acariciando mi mejilla me dijo:

He dejado a Rosario. He descubierto el porque de su indecisión para fijar la fecha de la boda.

¿Sí? ¿Por qué? – Pregunté alegre y curiosa.

Porque tenia un lío con Pablo, mi mejor amigo.

¡Vaya! – Exclamé.

No te preocupes. – Dijo acercando sus labios a los míos – He encontrado a la mujer de mi vida. - Y me besó con dulzura. Descansamos un rato, tras el cual nos vestimos para ir a comer.

Aquella tarde estuvimos paseando por la ciudad. Visitando algunos de los lugares que habíamos visitado en su primera visita. Luego cenamos en su hotel y antes de que yo me fuera a casa me pidió:

¿Por qué no subes un ratito?.

Yo sabía perfectamente que no sería un ratito y que probablemente acabaríamos en la cama, pero en realidad me apetecía, así que acepté.

Subimos a la habitación y ya en el ascensor empezamos a besarnos y acariciarnos por encima de la ropa, en pocos segundos. Bruno trataba de meter sus manos por dentro de mi pantalón. Metió una por delante hasta llegar a mi sexo y la otra por detrás, acariciando mi culo. Entre tanto, yo empecé a acariciar su sexo por encima del pantalón. Bruno acariciaba mi clítoris dándole suaves masajes circulares y a la vez mi ano. Ambos estabamos a mil, cuando el ascensor se paró. Bajamos y nos dirigimos a la habitación.

Tras entrar, Bruno cerró la puerta y me apretó contra sí, para besarme. Su sexo estaba ya totalmente erecto. Volvimos a acariciar nuestros cuerpos, y a desnudarnos. Le bajé la cremallera del pantalón y metí mi mano para buscar su sexo, mientras él me desabrochaba la blusa y los pantalones, dejando que estos cayeran. Luego me quitó también las bragas y empezó a acariciarme el sexo con suavidad, mientras yo hacía lo mismo con el suyo. A continuación me arrodillé frente a su sexo, que erecto y altivo me apuntaba. Era hermoso y me volvía loca sólo con pensar en el efecto que me producía tenerlo dentro. Abrí la boca y la acerqué al glande, lo lamí suavemente y me lo metí en la boca. Empecé a chuparlo, mientras miraba a Bruno a la cara. Él gemía y me acariciaba el pelo con suavidad. Seguí lamiendo y chupando aquella golosina, tratando de saborearla completamente. Hasta que Bruno tiró de mi pelo y me hizo poner en pie. Me besó bruscamente y luego haciéndome dar media vuelta, me arrinconó de cara a la pared que yo tenía enfrente, me hizo abrir bien las piernas y pegándose a mí, restregó su sexo por el mío. Yo estaba a mil. Sentía como mis jugos mojaban mi sexo y como aquellas caricias me hacían desearle cada vez más. Por eso le supliqué:

Métemela ya.

Bruno no dijo nada, sólo apuntó con su sexo hacía el mío y me penetró. Yo eché el culo hacía fuera, para que pudiera acceder más fácilmente y sentí como nuestros cuerpos se pegaban. Bruno empezó a moverse despacio, haciendo que su sexo entrara y saliera de mí, mientras sus manos acariciaban mis senos con suavidad. Yo apoyada sobre la pared, empujaba hacía él y gemía excitada. Bruno deslizó, entonces, una de sus manos hasta mi sexo y empezó a acariciarme el clítoris. Aquella caricia, unida al ir y venir de su sexo dentro del mío, me estaban volviendo loca de placer, pero cuando estaba a punto de correrme, Bruno sacó su pene de mí y se sentó sobre la cama diciéndome:

Anda, ven aquí y fóllame como tu sabes, pero dándome la espalda.

Obedecí, me acerqué a él, dirigí su sexo hacía el mío y descendí sobre él, sentándome sobre sus piernas. Me quedé inmóvil un rato y luego empecé a moverme arriba y abajo, cabalgando despacio, sintiendo como aquel instrumento entraba y salía de mí dándome aquel placer que tanto deseaba. Bruno, me abrazaba, acariciaba mis senos, besaba mi cuello. Sentí su mano sobre mi clítoris, acariciándolo, mi sexo estaba cada vez más húmedo y mi cuerpo cada vez más deseoso de llegar al éxtasis final.

Bruno me arrastró con él, cuando decidió acostarse sobre la cama. Y me quedé sobre él, que siguió tratando de empujar su verga hacía el interior de mi sexo una y otra vez, yo también trataba de que esta entrara y saliera de mí.

Nuestras respiraciones se hacían cada vez más rápidas, al igual que nuestros gemidos de placer, que llenaban la habitación con su mágico sonido. Bruno empujó con fuerza dentro de mí y sentí como su pene se hinchaba. El orgasmo empezó a nacer en mi sexo y poco a poco fue explotando, haciéndome temblar y gemir. Unos segundos después y tras un par de fuertes empujones, también Bruno se corrió llenándome con su esencia. Fue un momento mágico. Bruno me abrazó al terminar y nos quedamos inmóviles unos segundos. Después nos deshicimos del abrazo y nos acostamos en la cama, bajo las sábanas y dormimos un rato.

Un par de horas más tarde desperté. Bruno seguía durmiendo. Empecé a vestirme cuando Bruno despertó.

¿Ya te vas?

Sí, es tarde.

Bueno, entonces nos veremos mañana en la oficina.

Claro. Buenas noches, cielo.

Buenas noches, princesa. Por cierto, no te pongas ropa interior mañana, ya sabes como me vuelve loco eso.

Sonreí pícaramente, a la vez que afirmaba con la cabeza. Recogí mi bolso y salí de la habitación.

 

Erotikakarenc (Autora TR de TR).

 

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