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Memorias de una sumisa (3)

en Sexo Oral

MEMORIAS DE UNA SUMISA 3

Capitulo 3

(RESUMEN CAPITULOS ANTERIORES: Alba enamorada de su tio, le confiesa que quiere ser su sumisa y que hará todo lo que él quiera, Pablo acepta pero primero debe pasar una serie de pruebas, tras superar la primera, es hora de enfrentarse a la segunda de las tres pruebas… Capitulo anterior: http://www.todorelatos.com/relato/59597/)

Salimos de la ciudad y me llevó hasta una casa a las afueras. Era una casa de dos plantas con un jardín muy elegante. Pablo dejó el coche en un garaje sólo para un coche y desde este entramos directamente a una habitación donde había una cama redonda, un baño enorme con un jacuzzi y un balcón por el que entraba el sol radiante.

Tras dejar la chaqueta y el bolso que llevaba en una silla, Pablo me ordenó:

- Desnúdate y sal al pasillo. Debes ir al final de este, donde verás una puerta de color rojo, entras allí y esperas. Enseguida te darás cuenta de lo que tienes que hacer.

La orden me pilló un poco por sorpresa, pues esperaba que en la soledad de aquella habitación Pablo se dedicara a besarme, decirme lo que sentía de mí, no sé, tenía una imagen muy romántica de nuestra primera experiencia sexual juntos y quizás por eso la orden que me dio me sorprendió. Aún así obedecí y empecé a desnudarme como me había ordenado y entre tanto le pregunté:

- ¿Y tú que harás?

- Eso no te interesa, por lo pronto me quedaré aquí – me dijo seriamente.

Aquella respuesta me decepcionó un poco. Pero le obedecí, ya que también quería pasar aquella prueba, quería agradarle, quería ser suya para siempre. Aún así salí de la habitación algo avergonzada por el temor a que alguien me viera completamente desnuda. Caminé deprisa y con paso firme hasta el final del pasillo y como me había indicado Pablo, vi la puerta de color rojo y entré. Era una pequeña habitación, casi como un lavabo, con un taburete en medio y varios agujeros a ambos lados de la pared. Miré por uno de ellos pero no vi nada, luego metí los dedos por otro, tratando de palpar para ver si encontraba algo y al sacarlos, el sexo erecto de un hombre salió por él. Me sorprendió ver aquello, pero inmediatamente pensé que quizás era el miembro de Pablo y lo toqué. El falo pareció que saltaba y continué masajeándolo de arriba abajo, inmediatamente por otro de los agujeros salió otro pene, un poco más grueso que el anterior y algo más largo. Lo tomé con la otra mano y empecé a masajearlo también sin dudar. Pensaba en cual de ambos sería el de Pablo cuando una voz que no pude distinguir muy claramente me dijo:

- ¡Chúpalos, zorrita!

Pensando que uno de ellos sería Pablo sin duda, lo hice. Acerqué mi boca al primero de los penes que había visto y lamí el glande. Lo hice suavemente, como si temiera que en cualquier momento se me fuera a escapar. Al sentir mi lengua sobre él, el glande brincó y yo sonreí divertida. Hice lo mismo con el otro pene, mientras sujetaba ese con la mano y lo acariciaba. Lamí el glande del segundo pene, que parecía un poco más delgado que el anterior y este también se revolvió. Me divertía aquella situación tan extraña pero excitante a la vez, por eso, seguí lamiendo el glande que tenía frente a mis labios, lo introduje en mi boca y lo chupeteé, mientras con la mano movía el otro pene arriba y abajo. Oí gemidos al otro lado de la pared, así que continué lamiendo la polla que tenía en la boca, saboreando aquella piel, tratándolo como un manjar exquisito, mientras mi mano se movía sobre el otro. Hasta que decidí cambiar, y empecé a lamer el que tenía en la mano y a masajear el otro. Los gemidos continuaban al otro lado de la pared y yo me sentía cada vez más excitada, por eso deslicé mi mano hasta mi sexo y empecé a acariciarme, y entonces oí una voz que me decía:

- ¡Eso, no zorrita! – Era Pablo que me hablaba a través de algún sistema de megafonía que había en la habitación, no sé como pero él me estaba viendo, sin duda – Quiero que consigas que ambas pollas se corran en tu boca, pero tienes terminantemente satisfacerte – me ordenó.

Moví la cabeza afirmativamente y seguí lamiendo y masajeando aquellas vergas, que poco a poco iban aumentado su tamaño y su deseo. Al otro lado se oían gemidos de placer, lo que acrecentaba mi deseo y mis ganas de ser satisfecha, sentía mi sexo húmedo como nunca, pero no podía hacer nada para remediar aquella calentura Pablo me lo había prohibido y mi deseo de complacerle y hacer todo lo que me pidiera estaba por encima de mi propio deseo. Lamí la verga que estaba más a la derecha, mientras masajeaba la otra sin parar. La chupé y me la metí en la boca, que usé como si fuera mi sexo, haciendo que la polla entrara y saliera de ella cada vez más velozmente, hasta que empecé a sentir aquel caliente y semiespeso líquido que traté de tragar; un fuerte: "Aaaaaahhh" se oyó al otro lado de la pared. Cuando dejó de expulsar semen, lamí el erecto miembro y lo limpié bien con la lengua. Enseguida empezó a descender la erección y el pene desapareció del agujero, pero aún quedaba el otro, que brincaba y se retorcía en mi mano. Acerqué mi boca a él y como había hecho con el otro empecé a lamerlo. Primero el glande, luego todo el tronco de arriba abajo y luego otra vez hacía arriba, metiéndome el glande en la boca y de nuevo, el resto de aquella magnifica verga que trataba de disfrutar. Lamí y chupeteé el pene haciendo que este entrara y saliera sin parar de mi boca, cada vez más velozmente, hasta que sentí que se ponía tremendamente duro y un gemido se le escapaba al dueño; inmediatamente noté el primer chorro de semen cayendo sobre mi lengua y luego otro y otro que traté de tragar. Cuando terminé de sentir el semen cayendo en mi garganta, lamí el pene, dejándolo bien limpio y lo saqué de mi boca. También aquel pene desapareció por el agujerito. Me quedé sentada, estaba excitada y necesitaba desahogarme, pero…

- Bien zorrita – oí de nuevo la voz de Pablo por la megafonía – Ahora vuelve conmigo a la habitación.

Me levanté del taburete donde me había quedado sentada y salí de aquella pequeña habitación. Desnuda y mirando a todas partes, como si sintiera que alguien me observaba volví a la habitación. Mientras caminaba sentía la humedad de mi entrepierna resbalando poco a poco, necesitaba desahogarme, quitarme aquel calor de mi interior.

Al entrar en la habitación me encontré a Pablo tendido sobre la cama, acariciándose su hermoso y erecto pene. Me miró de arriba abajo con lascivia y me dijo:

- Muy bien, lo has hecho muy bien, has superado tú segunda prueba, pero ahora, ven aquí y cómeme mi polla, que me has puesto como un toro.

Gateé sobre la cama hasta alcanzar el pene de Pablo, lo así con una mano y entonces me di cuenta al observarlo detenidamente que no era ninguno de los que había estado chupando en la habitación del final del pasillo, ya que él de Pablo era más grueso y largo. Acerqué mi boca a él, saqué la lengua y lamí el glande. La verga se tensó. Continué lamiendo y descendí por el tronco, noté como Pablo ponía sus manos sobre mi cabeza para dirigir los movimientos, continué lamiendo esta vez por el tronco. Lo hacía despacio y con lentitud pues quería que Pablo disfrutara de aquel momento, que sintiera que aquella era la mejor mamada que le estaban haciendo. Enseguida empecé a oír sus gemidos de aprobación y eso me llenó de orgullo. Lamí los huevos, primero uno y luego el otro, pasando la lengua lentamente por ellos y chupándolos después, llenándome la boca con uno y luego con otro y finalmente con ambos, luego ascendí de nuevo por el tronco. Pablo gemía cada vez más. Volví al glande, que me metí en la boca y empecé a chuparlo y lamerlo como si fuera el más exquisito plato y degusté cada rincón de aquel instrumento, mientras Pablo no dejaba de gemir y convulsionarse, hasta que poco a poco sentí como su polla se hinchaba y un chorro de su caliente semen chocaba contra mi campanilla, tragué como pude todo el espeso líquido hasta que no quedó ni una gota. Entonces limpié la polla y al terminar, mirando a Pablo le pregunté con cierta inocencia:

- ¿Te ha gustado?

- Buff, ha sido la mejor mamada que me han hecho en la vida, ven aquí preciosa, te mereces un premio.

Y situándose entre mis piernas sentí como hundía su boca en mi sexo. El primer roce de su lengua hizo que todo mi cuerpo se estremeciera y tensara. Suspiré y sentí como mis labios vaginales palpitaban de deseo, luego noté su lengua adentrándose entre los pliegues de mi vulva, buscando mi clítoris. Empecé a gemir excitada, mientras Pablo movía muy sabiamente su lengua sobre mi clítoris, noté como daba pequeños golpecitos sobre él y como con uno de sus dedos acariciaba mis labios vaginales. Todo mi cuerpo se tensó al sentir aquella caricia y gemí. Luego sentí como la lengua de Pablo descendía hasta mí vulva y se adentraba en mi agujero vaginal, de nuevo un estremecimiento me hizo temblar. Pablo empezó a mover su lengua dentro y fuera de mí, entrando y saliendo, mientras su manos masajeaban mis nalgas y las apretaba con fuerza. Yo sentía mi sexo ardiendo, mi cuerpo acalorado y unas ganas inmensas de sentirle dentro de mí. Pablo se afanó en lamer mi vulva por completo y mi clítoris, en hacerme estremecer una y otra vez, hasta que finalmente sentí como el orgasmo empezaba a nacer:

- Me voy a correr – murmuré.

Pablo levantó su cabeza y mirándome a los ojos dijo:

- Pues córrete, hoy te lo has ganado.

Volvió a hundir su boca en mi sexo, una fuerte convulsión me hizo temblar al sentir su lengua de nuevo entrando y saliendo de mí, el orgasmo nuevamente volvía a nacer y se extendía por todo mi cuerpo, haciéndome gemir incontroladamente. Cuando llegué al éxtasis y dejé de convulsionarme, miré a Pablo y vi su cara observándome desde mi entrepierna. Estaba tan guapo, tan sexy, tan… que no pude evitar acercar mi boca a la suya y besarle. Pablo correspondió a mi beso y luego añadió:

- Escúchame preciosa, ahora te llevaré otra vez a tu casa. Mañana volveremos a vernos, pasaré a buscarte después de comer sobre las cuatro ¿vale? Recuerda, ponte muy sexy, mañana tienes una importe prueba, la última, si la pasas, serás mi sumisa. ¿De acuerdo?

- Vale – acepté dócil y feliz por escuchar aquellas palabras a pesar de no saber que era lo que me esperaba.

- Y nada de masturbarte. A partir de ahora, lo harás sólo cuando yo te lo diga y te lo permita y sólo te correrás cuando yo te de mi permiso.

Bajé la cabeza el suelo y acepté:

- Sí, como tu quieras Amo – era la primera vez que utilizaba aquella palabra y Pablo pareció mirarme emocionado.

- Así me gusta, preciosa. Anda vístete.

Tras eso nos vestimos y salimos de aquel original hotel. Pablo me llevó a casa.

Al llegar a casa, me dirigí directamente a mi habitación tratando de que nadie me viera con aquel aspecto de puta, y me estaba cambiando cuando llamaron a la puerta:

- ¿Alba, puedo entrar? – Era mi hermana pequeña que sin que le contestara entró.

- Hola ¿Cómo han ido el campamento? –Le pregunté, ya que había estado una semana de campamento con el colegio, razón por la cual no había podido acudir a mi fiesta de cumpleaños.

- Bien, muy bien. ¿Y la fiesta? – Me preguntó mientras yo escogía la ropa que iba a ponerme.

- Bien, muy bien, la verdad. Se lo dije a Pablo y…

- ¿Te atreviste? – Me preguntó mi hermanita, la única persona a la que había confesado mi secreto, la única que sabía que estaba enamorada de Pablo y que por él sería capaz de cualquier cosa.

- Sí.

- ¿Y que te dijo? – Me preguntó curiosa.

- Que vale, que primero debía hacerme unas pruebas para ver si era capaz y cuando las superara podría ser su sumisa.

- Vaya, vaya con el tio Pablito ¿y qué?

- Bueno, pues la primera prueba la realizamos aquí mismo, esa noche, en la habitación de invitados.

- Vaya, lo que me perdí, me hubiera encantado verlo en directo.

- No seas guarra, hermanita – le recriminé.

- Ya me conoces, Alba. Anda, cuenta, en que consistía esa primera prueba.

Le conté a mi hermana todo lo sucedido aquella noche y aquella misma mañana en el hotel. La cara de mi hermana era todo un poema, supongo que porque jamás habría imaginado que la mojigata de su hermana mayor sería capaz de todo aquello.

- ¿Y tú que has hecho en el campamento, hermanita, con cuantos te lo has montado? – Le pregunté medio en broma, medio en serio, pues a pesar de tener sólo dos años menos que yo, Amelia, era muy desinhibida y ya había incluso perdido su virginidad hacía sólo unos seis meses con un compañero de colegio.

- Bah, sólo lo hice con el profe de mates.

- ¿Con el profe de mates? ¿Tú estás loca? – Le recriminé.

- Sí, por él, el tio está buenísimo y lo hace… buff, no veas. Lo hicimos en medio del bosque, fue increíble – exclamó mi hermanita con los ojos encendidos de deseo - Bueno, y cuéntame algo más, ¿cuándo será la próxima prueba, hermanita? ¿cuándo sabrás definitivamente que eres su sumisa? – Me preguntó tratando de cambiar de tema

- Mañana, creo, si supero la última prueba.

- ¿Y en que consistirá? – Preguntó curiosa mi hermanita.

- No lo sé, Pablo es así, nunca me dice lo que vamos a hacer hasta el momento en que lo hacemos. Sólo sé que mañana vendrá a buscarme después de comer.

- Bueno espero que tengas muchas suerte, hermanita – me dijo Amelia feliz

- Gracias, hermanita. Bueno, tendríamos que ir a comer ¿no?

- ¿De verdad tienes hambre después de haberte comido tres rabos de toro? – Me preguntó Amelia bromeando. Ambas reímos.

Pasé el resto del día muy nerviosa, sin dejar de pensar que me depararía Pablo para el día siguiente, cual sería esa última y definitiva prueba a la que quería someterme para convertirme en su sumisa definitivamente. Me costó dormirme aquella noche pensando en eso y en Pablo y en aquel primer orgasmo que él me había dado, el más maravilloso de todos los que había sentido hasta entonces.

Al día siguiente y a las cuatro punto de la tarde, después de una mañana de relajación en la piscina junto a mi hermana Amelia, me dirigí al mismo lugar donde habíamos quedado Pablo y yo el día anterior. Yo estaba nerviosa, y ansiosa a la espera de que por fin aquel fuera el día en que Pablo me hiciera suya por completo…

 

Erotikakarenc (Autora TR de TR) Texto de la licencia

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