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La Venganza 2 (En mi boca)

en Hetero: Infidelidad

Aquella mañana me levanté feliz. Había conseguido que Tomás me deseara, tenía por fin en mis manos, lo que Elba más quería y ahora era mío. La sensación de triunfo era maravillosa y sólo deseaba volver a encontrármelo para volver a tenerle entre mis piernas.

Me vestí lo más sexy que pude aquella mañana, un vestido estrecho, super escotado y supercorto, que dejaba a la vista el nacimiento de mi culo y de mis senos, porque nunca se sabe lo que puede pasar y tras desayunar me disponía a ir a dar una vuelta cuando sonó mi móvil.

-         ¡Buenos días, putita! – Era la voz de Tomás, me extrañó que tuviera mi número de móvil porque estaba segura que no se lo había dado y le pregunté:

-         ¿Cómo tienes tú este número?

-         Ayer cuando estabas en el baño lo busqué en la agenda que Elba tenía sobre su mesa.

-         ¡Ah, vaya, vaya, que pillín eres!

-         ¡Uhmmmm mucho, ya te irás dando cuenta!

-         Seguro ¿qué quieres? – Le pregunté curiosa.

-         Quedar contigo si puede ser. Necesito un poco de atención de mi putita preferida – me dijo en tono provocativo.

-         Bueno, ¿dónde quedamos?

-         Mira, tengo que ir a mi futura casa, Elba me ha pedido que cuelgue no sé que cuadros y he pensado que tú podrías ayudarme.

-         Parece un buen plan, ¿pero y Elba? Podría pillarnos ¿no?

-         No te preocupes, estará entretenida toda la mañana, comprando con una amiga en el centro, es una adicta a las compras, es capaz de tirarse horas en las tiendas de ropa -  me explicó.

-         Esta bien – acepté.

-         Paso a recogerte en unos diez minutos, putita.

-         Vale.

Colgué el teléfono sintiéndome ya excitada. No podía entender si eran las ganas de tenerle entre mis piernas otra vez o la sed de venganza lo que hacía que me pusiera a mil sólo con oír su voz, pero así era. Además saber que lo íbamos a hacer en el piso que compartirían ya casados y tal vez en la cama de matrimonio le añadía morbo a la situación lo que aún aumentaba más mi excitación. En fin, pasados los diez minutos y tras asegurarme que bajo el vestido no llevaba ni sujetador ni bragas bajé a la calle, y aparcado a unos pocos metros, en doble fila vi a Tomás. Me acerqué al coche y subí.

-         Buenos días, putita.  Estás guapísima.

-         Gracias, me he vestido pensando en ti y en las diabluras que íbamos a hacer.

-         Ja, ja – rió – luego dirás que yo soy un pillín, cuando tú estás hecha toda una putita.

Le sonreí con picardía y Tomás arrancó. En el primer semáforo que paramos, Tomás puso su mano sobre mi pierna semidesnuda, ascendió por mi muslo, hasta casi alcanzar mi sexo y alargó uno de sus dedos, rozando el pelo de mi pubis. Eso me excitó mucho, y gemí. Tomás trató de alargar un poco más el dedo y sentí como rozaba mi clítoris mientras me ordenaba:

-         Abre las piernas putita, te voy a poner más caliente que a una tea.

De nuevo aparecía el Tomás salvaje y loco que me había mostrado la noche anterior y eso me excitaba aún más. Observé la entrepierna de Tomás y vi como el bulto crecía. Abrí las piernas mientras alargaba mi mano hacía aquel tesoro deseado, lo acaricié por encima del pantalón, mientras el dedo de Tomás hurgaba en mi sexo haciéndome estremecer. El semáforo se puso en rojo y Tomás tuvo que arrancar, por lo que sacó su mano de mi entrepierna. Yo seguí masajeando su polla erecta por encima del pantalón. Mientras él seguía conduciendo hacía nuestro destino, yo le bajé la cremallera del pantalón, saqué sus sexo erecto e inclinándome hacía él lo empecé a lamer. Tomás disminuyó la marcha al sentir mi lengua sobre su glande, pero siguió conduciendo.

-         ¡Ah, que putita eres! - gimió -  Elba jamás haría algo así.

Sentí la mano de Tomás sobre mi cabeza y como la empujaba levemente, para que su pene entrar por completo en mi boca. Sentí aquel delicioso manjar  resbalando por mis labios y como el glande llegaba casi hasta mi campanilla. El fuego de mi cuerpo ardía cada vez más. Y sentía que ya sólo deseaba ser la puta de Tomás, ser suya como fuera y dejarle exhausto de placer. Repentinamente, sentí como oscurecía todo a mí alrededor y como si el coche bajara por una pendiente, sin duda estabamos entrando en un parking. Tomás detuvo el coche, y sentí como posaba su mano sobre mi cabeza y con la otra mano acariciaba mi espalda, mientras yo seguía lamiendo su polla. Lamí aquel manjar con hambre, mientras Tomás, acariciaba mi culo por encima de mi ropa, me subió el vestido, descubriendo que no llevaba braguitas.

-         ¡Uhmmmm que putita eres cariño! Como me gusta – exclamó Tomás acariciando mis nalgas desnudas y buscando con su dedo mi ano.

Yo acariciaba sus bolas, lamia el tronco de su polla y luego el glande,  sintiendo el sabor amargo de su liquido preseminal. Gemí cuando sentí como su dedo vencía la resistencia y se introducía en mi ano, pegando un pequeño respingo. Estabamos a mil los dos y era evidente que si uno de los dos no ponía freno a aquello acabaríamos haciéndolo en el coche. Así que me detuve, y saqué la polla de mi boca, diciéndole a Tomás.

-         ¿Por qué no subimos? Quiero más y aquí no tenemos espacio – le propuse.

-         Esta bien, vamos, putita – Aceptó él.

Salimos del coche y nos dirigimos hacía el ascensor. Mientras esperábamos que bajara, frente a la puerta, nos besamos apasionadamente, yo pegaba mi cuerpo al de Tomás, mientras sus manos recorrían mi cuerpo y se detenían en mi culo amasando mis nalgas.

El ascensor llegó y separándonos entramos en él. Una vez dentro, Tomás me cogió con fuerza y me arrinconó cara a la pared apretando todo su cuerpo sobre el mío. Me subió la falda del minivestido que llevaba, dejando al aire mis nalgas y oí como se bajaba la cremallera del pantalón y enseguida sentí su polla alojándose entre mis nalgas.

-         No, Tomás, no – acerté a decir.

-         ¿No quieres que te folle el culo? Es que me has puesto a cien, y necesito hacerlo.

-         Sí, sí Tomás – respondí con la voz entrecortada por la excitación – pero no aquí, espera a que lleguemos al piso – le propuse.

-         Esta a bien, putita. Pero te voy a follar el culo hasta que me harte.

El ascensor se detuvo en la última planta. Habíamos llegado al ático. La puerta se abrió y accedimos directamente a un pequeño vestíbulo elegantemente decorado en el que sólo había una puerta. Tomás sacó la llave, abrió la puerta y entramos al fabuloso Ático en el que él y Elba iban a vivir una vez casados. Me quedé alucinada al ver aquel espacioso apartamento, con un recibidor tan grande casi como mi habitación, que daba a un hermoso e iluminado salón. Pero antes de que pudiera hacer o ver nada más, Tomás me había cogido por la cintura, me había llevado hasta la pequeña mesa que presidía el recibidor y haciéndome doblar sobre ella, se disponía a besar y acariciar mis nalgas. Arrodillado tras de mi, sentí como su lengua se introducía primero en mi sexo, y buscaba mis jugos, luego serpenteaba hasta mi ano y se introducía en él. Todo mi cuerpo excitado se convulsionaba preso del más maravilloso placer. Sentí como metía un dedo y luego otro y otro que entraron con suma facilidad.

-         Uhmmm que putita estás hecha, este agujero te lo han follado varias veces, ¿eh, putita? Seguro que mi polla entra sin problema.

-         ¡Aaaaahhh,  sí, Tomás, si! – gemí.

Tomás no se hizo derogar, se puso en pie, me tomó por las caderas y dirigiendo su verga hacía mi agujero posterior me penetró con un salvaje y fuerte empujón que hizo que su polla entrara por completo en mí y yo no pudiera ahogar un sonoro:

-         ¡Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh!

Tomás no se detuvo, sino todo lo contrario, empezó a martillear sin descanso con su polla dentro de mi ano, una y otra vez, una y otra vez, haciéndome sentir sus huevos chocando con mis labios vaginales y el glande en lo más profundo de mi ser.  El ritmo de sus embestidas, unido a las caricias, que propinaba a mis senos, hacían que me excitara sobremanera y gimiera en una imparable espiral de deseo y placer. Tomás empujaba cada vez con más fuerza, pero de vez en cuando se detenía unos segundos para recuperar el aliento y retrasar el orgasmo. Cuando ambos nos recuperábamos, Tomás volvía a embestir mi culo una y otra vez haciendo que todo mi cuerpo resbalara adelante y hacía atrás sobre la fría mesa de madera, haciendo que mis senos friccionaran con ella.

-         ¡Ohhhh Dios, como me gusta tu agujerito! – Gimió Tomás - ¡Y tus grititos de satisfacción, me vuelven loco, putita!

-         ¡Aaaaahhh! – gemí

-         ¡Te gusta que te follen el culo, putita!

-         ¡ Sí, si, siiiii! – Respondí superexcitada y a punto para el orgasmo.

-         Te voy a llenar el culo con mi leche, putita.

Esas palabras me excitaron aún más y empecé a convulsionarme presa de un maravilloso orgasmo. Al sentir como mi ano estrujaba su polla, Tomás tampoco pudo resistir más y como me había anunciado, llenó mi ano con su caliente lefa.

Cuando nuestros cuerpos se calmaron, ambos nos dejamos caer al suelo. Tomás me abrazó con fuerza y no sé porqué miré hacía el techo y en una esquina vi lo que parecía una cámara de vigilancia.

-         ¿Tenéis cámaras de vigilancia? – Le pregunté a Tomás.

-         Sí, Elba se empeñó en colocarlas, también pusimos una alarma. Está obsesionada con la seguridad. Pero todavía no funcionan  - me dijo.

-         Bueno, ¿Qué tal si nos vestimos y haces ese trabajito que tenías que hacer? – Le propuse a mi amante – Yo mientras curiosearé un poquito por la casa – le anuncié.

-         Perfecto.

Nos vestimos y entramos en el comedor. Era grande y muy espacioso. Constaba de una zona de comedor a la derecha, frente a una balconera que salía a una gran terraza, frente a la balconera había una puerta que daba a una, también, gran cocina totalmente equipada. A la izquierda estaba la zona de salón, amueblada con exquisitos sofás de ante negro y una gran televisión, frente a uno de los sofás había otra balconera que daba a la terraza y tras el otro sofá había una puerta que daba a un pasillo que supuse llevaba a las habitaciones y al baño.

Cuando terminé de curiosear me senté a observar a Tomás mientras colocaba un cuadro de Elba en una de las paredes del comedor. Cuando el cuadro estuvo colocado me acerqué a Tomás y tras estamparle un salvaje beso en los labios le dije:

-         Te ha quedado perfecto.

-         Gracias, putita. Oye, se me está ocurriendo una cosa. Como he sudado bastante ¿qué te parece si nos damos un baño?

-         Bueno, como tu quieras – acepté y estaba a punto de ponerme en pie, cuando Tomás recibió una llamada en su móvil.

Se sentó en el sofá para atenderla, y enseguida oí que decía:

-         Hola cariño. Sí, ya he puesto el cuadro, queda perfecto.

Era evidente que era Elba, por eso no se me ocurrió otra cosa más que arrodillarme entre las piernas de Tomás, y empezar acariciando su miembro por encima del pantalón.

-         No, no hace falta que vengas ahora mismo, quedamos para comer por ahí y luego venimos – dijo él tratando de disimular y convencerla de que no viniera.

Mientras yo le bajaba la cremallera y sacaba su sexo semierecto del cálido refugio de sus pantalones. Lamí el glande y me lo introduje por completo en la boca cuando él decía:

-         Es que en cinco minutos he quedado con Javier para ir a jugar al futbol – mintió.

Tomás trató de acallar un gemido, y sentí como enredaba su mano en mi pelo, mientras yo empezaba el movimiento de metesaca de su verga en mi boca.

-         ¿Has compra...do muchas cosas? – Le preguntó a Elba, tratando de controlar su placer.

Mi mano masajeaba sus huevos, mientras seguía chupando la verga, que altiva se alzaba y crecía en mi boca; sentía los espasmos que le producía el placer y el deseo de correrse dentro de ella, pero la conversación con Elba, le distraía.

-         Muy bien cielo, me alegro, seguro que que...dan... ah, preciosas.

Sentí el primer chorro en mi lengua y me preparé a recibir los siguientes, mientras la cara de Tomás era todo un poema y ya no trataba de contestar a Elba, sólo asentía y decía:

-         Sí, si, sí.

Mi boca se llenó de su amargo sabor, que traté de tragar tan deprisa como pude. Mientras observaba su cara de deseo, y su mirada malintencionada me decía que aquella sesión de sexo no iba a terminar así.

-         Muy bien, cielo, nos vemos luego. Te quiero – le dijo a Elba colgando y repuesto ya del orgasmo que acababa de tener.

Alcé mi cabeza, tragando los últimos tragos de su semen y limpiándome la boca con el brazo.

-         ¡Dios, que putita eres! – Me dijo por enésima vez.

Yo me sentía feliz y satisfecha de haberle provocado un maravilloso orgasmo mientras hablaba por teléfono con la imbécil de mi jefa. Por un segundo, pensé que ¡ojalá las cámaras de vigilancia estuvieran encendidas y ella misma pudiera ver aquella erótica escena el algún momento!

Me disponía a levantarme cuando Tomás, me cogió por la cintura y sentándome sobre su regazo me dijo:

-         ¡No, no, no putita! Quiero follarme ese culito hasta que me harte – me susurró, subiéndome el vestido hasta la cintura.

-         No, Tomás, ahora no – traté de escaparme de él para hacer el juego más morboso aún. Me encantaba que me deseara y hacerle desearme, por eso corrí hasta una de las puertas que llevaba hasta la terraza y la abrí saliendo.

-         Ven aquí, putita, no te vas a escapar – gritó, atrapándome y tirándome al suelo.

Su verga seguía fuera de sus pantalones y estaba ya erecta de nuevo, dispuesta para un nuevo ataque. Se echó sobre mí, mientras yo trataba de zafarme pero sin éxito.

-         No te vas a escapar putita, no saldrás de esta casa sin que te folle otra vez como Dios manda.

-         Tomás, puede vernos alguien – protesté.

-         Pues que disfruten y aprendan de cómo se folla a una putita como tú.

Su modo de hablarme me estaba excitando demasiado y dejé que hiciera lo que quisiera. Me subió el vestido hasta la cintura, y sentí como alojaba su polla ya erecta entre mis piernas. Su glande chocó con la entrada de mi vagina y gemí.

-         Ya estás otra vez mojadita, si ya lo digo yo, eres toda una putita.

-         ¡Ah, sí, Tomás, pero es que me pones a mil! – Me justifiqué.

Casi sin darme cuenta me puso a cuatro patas y me penetró con fuerza por la vagina, un gemido de placer escapó de mi garganta. Tomás empezó a envestirme sin contemplaciones, estaba claro que estaba superexcitado y que no iba a dejar que me escapara sin una nueva ración de sexo. Sus envestidas eran cada vez más fuertes, e iban acompañadas de palabras como:

-         Toma, putita, toma, toma.

Yo me sentía en el cielo y sentía como su verga se iba hinchando dentro de mí, también mi orgasmo crecía por momentos, cuando repentinamente, sentí como Tomás sacaba su polla de mi vagina y sin contemplaciones la metía en mi ano. Un sonoro:

-         ¡Aaaaaaahhhhhhh! – Que no pude evitar, sonó en el vecindario.

Tomás empujó una y otra vez, con fuerza, haciendo que todo mi cuerpo se balanceara adelante y atrás, sus manos tiraron de mi pelo y una última envestida, hizo que tanto mi orgasmo como el suyo se precipitaran sin remedio haciendo que nuestros cuerpos se convulsionaran al unísono y también juntos cayéramos extasiados sobre el suelo de la terraza. Nuestras respiraciones entrecortadas, sonaron durante unos segundos mientras recuperábamos el aliento.

Nos levantamos y entramos en el piso, recompusimos la ropa como pudimos mientras yo le decía a Tomás:

-         Creo que nos ha visto alguna que otra vecina del edificio de enfrente.

-         Bueno, no creo que se lo vayan a contar a Elba, más que nada, porque probablemente aún no la conocen lo suficiente.

-         Bueno, si a ti no te importa, a mi aún menos.

Tomás miró el reloj y dijo:

-         Tendríamos que irnos ya.

-         Muy bien.

-         Te dejo en tu casa ¿no?

-         ¿Si eres tan amable?

Me llevó hasta mi casa y quedamos en vernos el lunes, ya que al día siguiente domingo tenía planes con Elba.

El lunes me vestí tan sexy como pude. Iba dispuesta a cualquier cosa y si hacía falta incluso a contarle a mi querida jefa, el maravilloso viernes y sábado que había pasado con su novio pero al llegar....

Erotikakarenc (15 de abril de 2011)

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