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La jovencita descarada

en Sexo Anal

LA JOVENCITA DESCARADA.

Estaba fastidiado porque acababa de perder el último tren, eran las doce de la noche y ya no habría más hasta la mañana siguiente, así que tenía que buscar un medio de transporte alternativo que me llevara a mi casa lo antes posible, ya que estaba deseando pillar la cama, después de un largo y agotador día de trabajo en la fábrica. Así que me dirigí hacía la estación de autobuses, el último aún no había salido, gracias a Dios. Pagué el billete y subí. Busqué un asiento libre y entonces lo ví, junto a una hermosa jovencita, de unos 17 o 18 años, rubia, con una preciosa cara de facciones suaves. Me acerqué a ella y le pregunté:

¿Está ocupado?.

No – Respondió ella con voz suave y sensual.

No pude evitar observarla de arriba abajo. La chica iba vestida con una falda cortísima que apenas le tapaba las braguitas, y dejaba totalmente desnudas sus piernas largas y bien torneadas, también el top que llevaba dejaba desnudo su ombligo coronado con un pearcing, y sus hermosos hombros, semicubiertos por su larga cabellera.

Debo aclarar antes de seguir, que por aquel entonces yo tenía unos 25 años y hacía sólo un par de meses que había roto con mi última novia.

Me senté junto a la chica y no pude dejar de observar aquellas preciosas piernas que parecían pedirme a gritos que las acariciara.

¿Qué, te gustan? – Me preguntó la muchacha con cierto tono de enfado.

Perdona, pero es que tienes unas piernas preciosas. ¿Cómo te llamas? – Le pregunté tratando de bajarle los humos.

Ana, ¿y tú?.

Luís. – Le respondí.

Perdona, pero es que vengo de una fiesta en la que un pavo quería follarme y al final, ha bebido tanto, que lo único que ha sido capaz de hacer es vomitar en mis pies. ¡Mira como me ha dejado los zapatos!.

Miré, llevaba unos zapatos tipo bailarina de color rosa, aunque con la mancha, más parecían de un extraño rosa tirando a naranja.

Vaya, cuanto lo siento.

Más lo siento yo, que estaba deseando que el tío me desvirgara el culo y al final nada de nada.

Bueno, otra vez será. – Le dije, aunque me sentía realmente incómodo hablando de algo tan intimo con una adolescente a la que acababa de conocer, pero ya se sabe como son los adolescentes de hoy en día.

No, otra vez no, será hoy o nunca. No sabes como me he preparado para ese momento. Llevo más de un mes preparando mi ano, me he metido de casi todo, desde un vibrador hasta un plátano, y no voy a dejar ese momento para otro día.

Yo me estaba poniendo rojo como un tomate, ya que el hecho de imaginar a la jovencita desnuda metiéndose de todo por el culo me excitaba enormemente y me estaba provocando una terrible erección que trataba de tapar con mis manos. Y entonces Ana dijo aquellas palabras que me sonaron a mágicas:

Oye, ¿y si lo haces tú?.

Por un segundo me sentí el hombre más feliz del mundo, pero enseguida recobré la cordura y le respondí:

¿Yo? No, no creo que... sería mejor... – Las palabras no me salían.

Venga, lo estas deseando, lo he visto en tus ojos la primera vez que me has mirado, me deseas, lo sé.

Y era cierto, pero ella era sólo una adolescente y acababa de conocerla, no podía sucumbir a sus encantos así como así.

No, Ana, creo que algo tan importante como eso debes hacerlo con alguien a quien conozcas, que te guste y...

Y sin esperarlo, Ana me estampó un apasionado beso en los labios, introduciendo su lengua en mi boca, dejándome mudo de la impresión. Su mano se deslizó hasta mi entrepierna, apartó las mías y palpo mi sexo erecto. Entonces se separó de mí y me dijo:

Tú me gustas mucho y lo estás deseando tanto como yo.

Aquella bella adolescente me tenía en sus manos. No podía negarme, yo estaba a cien, y ella también.

¿Qué me dices? – Me preguntó.

Esta bien. – Acepté finalmente llevado por el deseo.

Bien, yo me tengo que bajar en la próxima parada. – Me dijo la chica – Podemos ir a mi casa, no hay nadie; pero yo impongo las condiciones, me lo harás como yo quiera, como a mí me gusta. ¿Vale?

Vale – Acepté como si fuera un niño obedeciendo a su madre.

Los pocos kilómetros que quedaban hasta su casa los pasamos besándonos ante las miradas de todos los viajeros del autobús, aunque dada la hora no había muchos y los pocos que había estaba medio dormidos.

Ana se sentó sobre mis piernas y empezó a besarme, introduciéndome su lengua casi hasta la campanilla. Aquella niña no era una inocente adolescente, tenía muchos puntos a su favor para convertirse en una verdadera puta algún día. Se movía sobre mí, tratando de rozar su sexo sobre el mío con el evidente objetivo de provocarme.

Estabamos a punto de llegar a la parada, así que Ana se bajó de mis piernas, cogió su chaqueta y se dirigió hacía la salida, yo la seguí. El autobús paró y bajamos. Abrazados y besándonos constantemente como si fuéramos dos adolescentes ante su primer amor, recorrimos las pocas calles que nos llevaron hasta su casa. Subimos unas oscuras y angostas escaleras. Llegamos al primer piso, la chica sacó unas llaves del bolsillo de la chaqueta y abrió. Pasamos hacía el interior y me llevó hasta el comedor. Sin dejar de besarnos, acabamos sentados sobre el sofá, la chica cada vez devoraba mi boca con más pasión, parecía que quisiera dejarme sin aire, hasta que se separó de mí y me dijo:

¿Quieres tomar algo?.

Bueno.- Acepté. Tenía la boca seca de tanto besuqueo y empezaban a dolerme los huevos.

Ana se levantó sin preguntar que quería y se dirigió a la cocina. Volvió algunos segundos después con dos botellines de cerveza y antes de llegar a mí me preguntó:

¿Tienes condones?

Sí, claro.

Me tendió uno de los botellines sentándose a mi lado y ambos bebimos. Luego volvió a besarme y a enroscar su cuerpo en el mío, era evidente que estaba caliente como una tea la niña. Así que no la hice esperar empecé a quitarle la ropa y enseguida ella me imitó. Poco a poco fuimos desprendiéndonos de las prendas pieza a pieza, hasta que ambos quedamos en ropa interior. La chica deslizó su mano hasta mi sexo y lo acarició por encima de la tela.

¡Vaya, vaya, estás a mil! – Observó la jovencita, apretándolo levemente.

¡Uff, sí, no puedo negarlo!

Ana, descendió entonces, colocándose entre mis piernas. Me quitó el slip y mi sexo saltó como si tuviera un resorte. La chica lo observó como si fuera una maravilla.

¡Vaya, vaya, tiene un buen tamaño! – Y tras esas palabras lo engulló.

Sentí su boca húmeda sobre mi glande y como la movía alrededor de este, haciendo que me convulsionara sin remedio. Cerré los ojos y me dejé llevar tratando de disfrutar. Ana acariciaba mis huevos o el tronco mientras seguía chupando y lamiendo el glande, saboreándolo como si fuera un helado, o un chupachup, yo podía oír el ruido que hacía con la boca al succionar. Abrí los ojos y la observé, cosa que aún me puso más cachondo. Ver aquella boca y aquella carita de niña, allí, entre mis piernas, me excitó tanto que estuve a punto de correrme y tuve que suplicarle a Ana que dejara de chupar:

¡Déjalo ya, o me voy a correr! – Le supliqué.

Al oír esas palabras la chica me obedeció y sacó el miembro de su boca, me miró con picardía y me dijo:

Bien, pues vamos a lo bueno ahora. Antes de seguir voy a imponer las condiciones ¿vale?

Vale – Acepté. En aquel momento hubiera aceptado cualquier cosa con tal de meter mi polla en cualquier agujero estrecho y caliente.

Te vas a poner un condón, y sólo me la vas a meter por el culo – Moví la cabeza afirmativamente – Y quiero que me la metas con ganas, que me des caña ¿vale?.

Sí.

La chica se quitó las braguitas que aún llevaba puestas y acercándose a la mesa del comedor, se recostó sobre ella, mostrándome aquel espléndido culito. Me acerqué un poco tímidamente, me coloqué el condón y acerqué mi sexo al oscuro agujero.

No, espera, lubrícalo un poco con mis jugos. – Me indicó la jovencita. Era evidente que sabía de que iba el tema y que se había estado preparando para aquel momento.

Rocé su sexo, húmedo por la excitación, con el mío, y luego volví a acercar mi verga a aquel agujero. Empecé a introducirla muy despacio y enseguida noté que entraba con bastante facilidad. Ana tenía razón, se había estado preparando para aquel momento, se notaba. Así que de un solo empujón se la metí hasta el fondo.

¡Ah! – Gimió la jovencita. – Sí, ahora dame fuerte, quiero sentirla bien adentro.

Así que de nuevo obedecí, la sujeté por las caderas y empecé a empujar contra aquel tierno culito una y otra vez, sin ningún tipo de compasión. Ana comenzó a gemir, mientras empujaba contra mí. Yo podía sentir como mis huevos chocaban contra sus húmedos labios vaginales que con cada embestida se humedecían más y más. Me volvía loco ver aquella espalda de curvas suaves y aquel culo redondo ensartado por mi verga.

¡Ah, sí, así, dame fuerte, cabrón! – Gritaba la chica, visiblemente excitada.

Yo arremetía cada vez con más fuerza contra aquel tierno culito. Sentía las contracciones que este producía sobre mi polla y eso me excitaba más. La chica se incorporó un poco apoyándose sobre la mesa, lo que hizo que mi verga entrara más en aquel culito y provocó que también yo me adelantara hacía ella y la abrazara.

¡Ah, sí, párate ahora, éstate quieto! Hice lo que me ordenaba y ambos permanecimos quietos. Moví mis manos hacía sus pechos y los masajeé suavemente. Ella gimió.

¡Vamos, sigue, dame fuerte! – Me ordenó.

Y lo hice, volví a embestir con fuerza hacía ella, haciendo que mi pene entrara y saliera de su culo, mientras ella también empujaba hacía mí con energía. Una de mis manos descendió hasta su sexo que chorreaba de placer y empecé a masajear su clítoris.

¡Ah, siii! – Musitó la jovencita.

Noté como su ano se contraía alrededor de mi miembro, estaba a punto de correrse y yo también, porque aquella presión sobre mi sexo, me excitaba aún más. Continué arremetiendo con fuerza, hasta que sentí como ella gemía en señal inequívoca de la llegada de su orgasmo, y justo en ese momento empecé a correrme dentro de aquel estrecho culito. Cuando ambos terminamos de convulsionarnos me separé de ella, y tras quitarme el condón, me senté en el sofá, ella se sentó a mi lado apoyando su cabeza en mi pecho.

Ha sido increíble. Gracias – Me dijo y luego en voz muy bajita musitó. - ¿Por qué no te quedas a pasar la noche? Mis padres estarán fuera todo el fin de semana, podemos dormir en su habitación.

Si tu quieres. – Dije yo.

Entonces te quedas. – Ratificó ella.

Aquella noche volvimos a hacerlo, y por la mañana cuando despertamos también, mientras desayunábamos la chica me pidió de volviéramos a vernos y a día de hoy nuestra relación dura ya tres meses.

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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