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Contaré las horas

en Hetero: General

CONTARÉ LAS HORAS.

Camino hacía él. Esta sentado en su silla de despacho, frente al ordenador y sé que ni siquiera imagina que estoy aquí, que paso a paso me acercó a él, que poco a poco estamos más cerca de lo que nunca soñó.

Y hoy su sueño se hará realidad. Lleva tiempo pidiéndomelo, suplicándome que nos veamos, que le dejé sentir mis labios sobre su boca y hoy he decidido hacer realidad ese sueño. Por que él me lo ha pedido, pero también porque me lo pide mi cuerpo y cuando mi cuerpo me pide esas cosas no puedo negárselas. Sé que es una locura, porque él sólo tiene 20 años y yo ya tengo 33, pero me parece una locura maravillosa.

Así que camino acercándome a él. Sé que habíamos determinado que la cita sería mañana, pero no he podido resistir la tentación de adelantarme un día, para ver su cara de sorpresa al verme. Llego junto a él, poso mi mano sobre su hombro.

No te gires – le digo.- Aún no.

Es la primera vez que oye mi voz, pero sé que al oírla, ha sabido enseguida que era yo. Ha aprendido a conocerme a través de mis relatos, de nuestras conversaciones por el messenger, y conoce todos y cada uno de mis gustos, mis sueños y mis deseos.

¡Hola mi musa inspiradora! – Es la confirmación de que sabe que soy yo.

¡Hola guapo! – Le respondo acercando mis labios a su nuca.

Lo beso con suavidad y lo rodeo con mis brazos. Le abrazo. Vuelvo a incorporarme. Y empujándole suavemente del hombro, hago que la silla y él, giren hacía mí.

Sus ojos se iluminan al verme. Sonríe con esa sonrisa alegre que tanto me gusta. Me siento sobre sus piernas y él me sujeta por la cintura con sus brazos. Tengo sus labios a unos pocos centímetros de los míos. Sus ojos brillan de felicidad. Acerco mi boca la suya y le beso. Sus labios me corresponden y siento su lengua entrando en mi boca. Con mi lengua busco la suya, ambas se acarician dentro de mi boca, luchan por buscar su lugar y entonces, lo siento entre mis piernas. Su pene deseándome se hincha entre él y yo. Sus manos acarician mi espalda, bajan hasta mis nalgas, las aprieta y me abraza con fuerza hacía él.

No puedo creer que estemos los dos aquí, frente a frente y que él me desee de esta manera, porque él sólo tiene 20 años y yo ya tengo 33.

Pero yo también lo deseo, siento que mi sexo se humedece sintiendo como su pene se hincha bajo sus pantalones. Su lengua abandona la mía, sus manos se meten bajo el corto y vaporoso vestido que llevo, acarician mis muslos, mientras yo le muerdo el labio inferior. Ese labio rojo, hinchado, que tanto me gusta, que tantas veces he deseado morder. Mis manos desabrochan su camisa. Nos miramos a los ojos y ya no nos hacen falta las palabras, ahora sólo el deseo habla.

Le quito la camisa y él acerca su boca a mi cuello, me muerde, me besa y yo me estremezco, sigue chupando mi cuello, lamiéndolo hasta llegar al lóbulo de mi oreja, mientras sus manos se han introducido bajo mis bragas y aprietan mis nalgas con fuerza. Acaricio su espalda, su cuello, su cabeza, enredo mis manos en su pelo y aprieto su cabeza contra mi cuello. Desciende con su boca hasta mis senos y los besa, los lame. Tiro de su cabeza con mis manos y volvemos a besarnos. Me arrodillo entre sus piernas y le desabrocho el cinturón, luego el pantalón, mientras nos miramos fijamente a los ojos. Empiezo a besar sus pezones que reaccionan al contacto con mi boca. Los lamo y mordisqueo. Sus manos se enredan en mi pelo. Desciendo ahora por su vientre plano, joven, suave, hasta que llego a los pantalones. Meto la mano, acarició su sexo erecto y deseoso por encima del slip. Lo saco de su refugio, y al sentir el contacto de mi mano, se mueve, vibra palpitando de deseo. Nos miramos, sé lo que desea y yo también lo deseo, por eso acercó mi boca al glande y lo lamo, su pene se estremece y lo introduzco en mi boca. Le miro, me mira, el deseo se dibuja en su cara. Empiezo a chupar su polla, que vibra dentro de mi boca. Sé cuanto le gusta que lo haga y por eso me deleito en sentir su sabor. Sus manos se posan sobre mi cabeza y la empuja suavemente para que la mamada sea más profunda, mientras yo trago una y otra vez, y con una de mis manos acarició sus huevos.

Cada vez le deseo más, necesito tenerle dentro de mí, por eso me levanto, mirándole a los ojos, esos ojos oscuros que me gusta tanto mirar. Vuelvo a sentarme en sus piernas, sus manos levantan mi falda y acarician mi culo, mientras su boca besa mi cuello con suavidad. Suspiro. Me encanta sentir sus dulces besos. Le abrazo y enredo mis manos en su pelo, me deleito sintiendo su suavidad.

Ahora me desabrocha la blusa y me la quita con urgencia. Sé que desea acariciar mis senos, por eso con la misma urgencia, desabrocha mi sujetador y me lo quita. Me encanta que sea así, salvaje, indómito. Acerca su lengua a mis pechos y los lame. Suspiro excitada, mi sexo está cada vez más húmedo. Su lengua rodea mi aureola, luego siento sus labios chupando mi pezón derecho, mientras acaricia el izquierdo con su mano, con la otra mano acaricia mi culo. El deseo es cada vez más fuerte en mí, necesito sentirle ya, y sé que él también me desea.

Por eso me hace poner en pie, se agacha frente a mí, y siento sus manos tirando mis braguitas hacía abajo, mi sexo palpita entre mis piernas, se humedece por la pasión del momento. Sus dedos rozan mi sexo y enseguida siento su lengua lamiendo suavemente mis labios vaginales. Me estremezco con sólo sentir su contacto, y le deseo cada vez más.

Necesito que apague este fuego que quema mi cuerpo, y sólo él sabe como hacerlo. Siento su lengua entrando en mi oscuro agujero, y sus manos apretando mis nalgas a la vez que su lengua entra y entra en mí, haciéndome gemir. La mueve diestramente por mi sexo, la dirige hasta mi clítoris y lo lame, un nuevo gemido de placer escapa de mi garganta. Le deseo y me desea, lo sé, lo siento en cada una de sus caricias, en cada uno de sus movimientos. Se levanta. Nos miramos. En sus ojos brilla el ansia de poseerme, y sé que en mis ojos él también descubre mi anhelo de ser poseída. Me hace girar dándole la espalda y me agacho hacía delante, le encanta hacérmelo así, lo sé, y él sabe que me encanta que me lo haga en esa posición. Me sube la falda que aún llevo puesta, y admira mi culo, lo roza con su mano, yo me apoyo sobre el escritorio que está frente a mí, esperando el momento de sentirle dentro de mí. Enseguida siento su glande en la entrada de mi sexo, mi cuerpo se tensa, y su pene se abre camino dentro de mí y empujo hacía él para que termine de entrar. Por fin es mío y yo suya, más que nunca, y eso me encanta, me hace sentir dichosa.

Su boca está junto a mi oído y oigo como gime al sentir mi sexo alrededor del suyo. Eso me excita aún más y mis genitales vuelven a inundarse. Mi amante empieza a moverse de atrás hacía adelante, cogiéndome de las nalgas. Siento como su pene entra y sale de mí, siento como se erecta dentro de mí por la excitación que le causa el ver mi culo desnudo, sus movimientos se aceleran y arremete con más fuerza contra mí, haciendo que el escritorio sobre el que sigo apoyada, choque contra la pared y produzca un golpeteo intermitente. Me encanta sentirle así, entrando y saliendo de mí, me vuelve loca su energía y desearía que no terminara jamás. Siento como se abalanza contra mí, y yo empujo contra él, su pene roza las paredes de mi vagina excitándome cada vez más. Su pelvis roza mi culo, mientras sus manos aprietan con fuerza mis nalgas y un nuevo gemido escapa de mi garganta. Entonces saca su sexo de mí, me da la vuelta y me sube sobre el escritorio. Le beso, mientras pongo mis piernas en su cintura. Su boca corresponde a mis besos, vuelve a penetrarme y sujetándome por la espalda, vuelve a arremeter contra mí con fuerza y frenesí. Yo también empujo contra él. Nuestros movimientos se compenetran, nos sentimos el uno al otro, mientras sudamos y gemimos presos del maravilloso placer que experimentamos.

Acerca su boca a mi oído y me susurra:

¿ Me puedes complacer en algo?

Claro – le respondo – Pídeme lo que quieras.

Aceptó ciegamente, sin saber que es lo que me va a pedir. Pero no puedo negarme a nada de lo que me pida. Es mi amante y para él no hay límites, haré todo lo que me pida, porque en cierto modo, ahora mismo soy suya y lo único que deseo es complacerle.

Te la quiero meter en el culo. – Me dice, sus ojos me miran expectantes, esperando una respuesta.

Y yo quiero que me la metas – le respondo.

Sonríe, me mira alegre y acerca sus labios a los míos para besarme en agradecimiento.

Me coge de la mano y me lleva hasta el sofá que hay al otro lado de la oficina, frente a la mesa de escritorio. Me pongo en cuatro sobre este, esperando que él se acerque a mí. Le observo, veo como se chupa el dedo índice, y luego lo acerca a mi agujero trasero, introduciéndolo en él. Mi ano se va dilatando a medida que él lo acaricia con su dedo, mi cuerpo se excita imaginando lo que va a suceder. Se agacha sobre mi culo y pasa su lengua por él. Me excito cada vez más. Y le suplico:

Sigue, dame más.

Sí – me dice- ¿Eres mía? – Me pregunta mirándome con esa cara de niño que tanto me gusta.

Sí, lo soy – le respondo sin pensarlo. Necesito sentirle dentro con urgencia.

Acerco mi boca a su sexo y lo chupo un par de veces, luego le suplico:

Vamos, métemela ya, necesito sentirte dentro de mí otra vez.

Mi amante se coloca detrás de mí, abre mi culo con sus manos, haciendo que el agujero se expanda, coloca la punta de su polla sobre él, mi sexo y mi ano palpitan deseándolo. Empuja y a pesar de la resistencia, lentamente logra meter el glande. Siento un leve dolor que poco a poco va cediendo gracias al deseo que me embarga y al cuidado con que él me trata. Porque sé que me ama, que sólo desea que disfrute con él. Mi ano se va relajando poco a poco y su verga entra algo más. Sentir su sexo en el culo me causa una sensación diferente a sentirle en mi sexo, pero me gusta, lo disfruto. Él empuja un poco más y por fin, entra completamente, lo que me hace gritar levemente por el dolor, él se mantiene quieto hasta que el dolor ha pasado. Me abraza y empieza moverse. Siento sus labios sobre el lóbulo de mi oreja, besa mi nuca, empuja una y otra vez y yo le suplico que no pare, que siga, porque cada vez estoy más encendida. Y entonces me pregunta:

¿Te gusta sentirme por el culo?

Sí – le respondo – Me encanta.

El placer va aumentando con cada embestida que me da, por eso empujo contra él. Con cada acometida, su pene entra más fácilmente en mí.

Me encantas – me dice – Tu cuerpo, tú, te amo.

Sonrío al oír esas palabras. Es grato saberse amada de esta manera pero me callo, yo no puedo decírselo, porque no puedo corresponderle de la misma manera. Pero él comprende que no pueda decírselo.

¿Pero eres mi amante, verdad? – Me pregunta con esa inocencia que le da sus veinte años. – Mi amante dispuesta complacerme en lo que quiera ¿verdad?.

Sí – le respondo – en lo que quieras, me gustas y sólo quiero complacerte.

Me muevo hacía él y siento su sexo entrando y saliendo de mi ano. Sé que va a correrse, porque acelera sus movimientos. Siento que yo también voy a correrme si sigue empujando de esa manera. Él empuja con todas sus fuerzas. Los gemidos se extienden por toda la habitación. El sofá rechina testigo de nuestro encuentro. Cada vez nos movemos más rápidamente y entonces, siento su mano acariciando mi clítoris lo que hace que el orgasmo se desencadene por fin en mí, mi cuerpo estalla y me retuerzo de placer empujando hacía mi amante. Él sigue embistiéndome y yo trato de embestir contra él para que se corra, pero repentinamente saca su sexo de mi culo. No quiere correrse ahí, lo sé, quiere hacerlo en mi cara, por eso me pongo frente a su erecto sexo, lo cojo con la mano y empiezo a moverlo arriba y abajo. Él suspira, me mira con deseo. Sabe que me tiene a su merced, que estoy aquí para complacerle y haré todo lo que él me pida. Abro la boca y recibo su pene, lo chupo con vehemencia.

¿Quieres mi leche? – Me pregunta él extasiado.

Sí, la quiero, lo sabes. – Le respondo ansiosa.

Y entonces chorros de semen empiezan a descender por mi garganta. Yo trago su caliente y amarga esencia. Pero antes de terminar, él saca su sexo de mi boca y termina de correrse sobre mi pecho y mi cara, embadurnándome toda. Cuando termina de correrse, cae rendido a mi lado. Me abraza y me dice:

Gracias por este momento de felicidad.

No tienes nada que agradecerme – le digo abrazándole con fuerza, sintiéndole como si fuera ya algo mío, algo especial.

Él también me abraza con fuerza. Y entonces me dice que debemos irnos. Él tiene cosas que hacer, no podemos demorar más este momento. Nos vestimos y salimos a la calle. Frente a la puerta nos despedimos con un dulce beso en los labios. Ha sido el mejor polvo de mi vida y sólo deseo volver a repetirlo, por eso contaré las horas hasta que volvamos a encontrarnos.

Mientras me alejo no dejo de pensar en que él es MI AMANTE.

Erotika (Karenc) (4 de agosto de 2005)

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