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Secretaria y amante (4)

en Trios

SECRETARIA Y AMANTE (4)

Cuarto capítulo de la serie, si quieres conocer toda la historia el anterior capítulo puedes leerlo aquí: http://www.todorelatos.com/relato/44499/

 

Llegamos a una casa en las afueras de la ciudad, era bastante grande. El Sr. López nos hizo pasar. La casa estaba decorada exquisitamente, con muebles de estilo clásico, mármoles en los suelos y escaleras de madera de la mejor calidad. En fin, el sueño de cualquiera. El Sr. López nos hizo pasar a la biblioteca. Yo iba cogida de la mano de Rodrigo fuertemente. No quería soltarle, ya que me hacía sentir más segura. Nos sentamos en uno de los hermosos sofás de piel que había y el Sr. López nos preguntó:

¿Queréis tomar algo?.

No – Respondí nerviosa

Yo tampoco.

Claro, preferís pasar a la acción. – Apostilló el Sr. López dirigiéndose hacía la puerta. – Esta bien, vamos a arriba.

Rodrigo y yo nos levantamos y le seguimos hasta el piso superior. Nos llevó hasta una habitación bastante grande, decorada con telas y alfombras de terciopelo rojo. Había una gran cama con sábanas de seda roja.

Bienvenidos a mi refugio de amor – Nos dijo el Sr. López haciéndonos pasar.

Me quedé observando la habitación mientras miles de imágenes imaginando lo que iba a suceder cruzaban por mi cabeza. Y mientras estaba inmersa en esos pensamientos, Rodrigo ya había empezado a desnudarme, desabrochando mi vestido y quitándomelo.

Es hermosa, ¿No crees? – Le preguntó al Sr. López que se acercó a mí.

Muy hermosa – Respondió este, acariciando mi culo.

Yo estaba quieta sin saber que hacer, así que me dejé llevar, me dejé hacer por aquel par de hombres. Desde aquel momento, yo ya no era yo, era una muñeca, una autómata. Quería salir de allí y sentirme libre, pero cada vez me sentía más atrapada por aquellos dos hombres. Una vez me hubieron desnudado totalmente, Rodrigo me llevó hasta la cama y me hizo tumbar en ella. Empezó a besarme suavemente mientras acariciaba mi sexo, y sin saber como, empecé a excitarme, quizás fuera porque lo deseaba, o porque cuando tenía a Rodrigo a mi lado, ya nada me importaba, más que el placer que él pudiera proporcionarme. Así que poco a poco, y mientras su mano hurgaba en mi clítoris, mi sexo fue humedeciéndose. El Sr. López, de pie junto a la cama, trataba de acariciar mis senos.

Poco a poco Rodrigo fue descendiendo por mi cuello hasta llegar a mis senos, que lamió y sobó a su antojo. Momento que el Sr. López aprovechó para acercar su verga a mi boca, así que la abrí y empecé a chupar. Rodrigo siguió descendiendo por mi cuerpo hasta llegar a mi sexo que empezó a lamer, haciendo que su lengua entrara en mí. A esas alturas yo ya estaba a mil, y poco me importaba si iba a ser follada por aquellos dos hombres, sólo quería satisfacer mi deseo, pero sobre todo el deseo de Rodrigo, ya que por él hubiera hecho cualquier cosa, incluso lo que estaba haciendo en aquel momento, dejar que otro hombre me follara.

Seguí chupando la verga del Sr. López, mientras Rodrigo hundía su lengua en mi vagina y me hacía estremecer sin remedio. Sentí como introducía un par de dedos en mi ano y trataba de lubricarlo. El Sr. López gemía, entretanto empujaba su verga hacía el interior de mi boca. Yo trataba de tragar y lamer tan bien como podía.

Sentí como Rodrigo acercaba su verga a mi húmeda vulva y de un solo empujón me penetraba, lo que me hizo gemir, así que tuve que dejar de chupar el pene del Sr. López. Seguidamente Rodrigo empezó a empujar una y otra vez, mientras yo trataba de continuar con la labor que había empezado sobre el erecto pene del Sr. López. Este gemía y observaba detenidamente y sin perder detalle como Rodrigo me penetraba una y otra vez. Una llama de deseo se dibujaba en sus ojos. Así que sacó su pene de mi boca y le indicó a Rodrigo.

Anda, déjame ver el hermoso culito de esta criatura.

Rodrigo me abrazó y me hizo rodar sobre la cama para quedar sobre él. Poniendo su mano en mi nuca, empujó mi cabeza hacía la suya y me dio un salvaje beso. Mientras el Sr. López se colocaba detrás de mí. Sentí su verga erecta rozando mis nalgas y enseguida, Rodrigo las abrió para que nuestro invitado a aquel festín, pudiera acceder más fácilmente a aquel agujero.

Noté como la erecta verga empezaba a entrar en mi ano despacio. Gemí, sintiendo como mi sexo se humedecía. Rodrigo permanecía quieto a la espera de que el Sr. López me penetrara completamente por mi agujero trasero.

Poco a poco el ardiente mástil entró totalmente en mí y sentí como ambos aparatos chocaban. Era una sensación extraña y nueva para mí.

Bien, vamos allá, cariño. – Dijo Rodrigo besándome de nuevo y empezando a empujar.

También el Sr. López comenzó a arremeter y en pocos segundos ambos habían logrado la conjunción perfecta para hacerme sentir sus penetraciones alternativamente y darme aquel desconocido placer que empezó a latir en mi sexo.

La habitación se llenó de gemidos y jadeos imparables, ambos hombre arremetían con saña. Rodrigo besaba y mordía mis labios con furia, parecía que aquello le excitaba como nunca antes. Sentía su verga hinchada dentro de mí de un tamaño mayor que otras veces o eso me parecía. También el Sr. López disfrutaba, sobándome las tetas y empujando con fuerza, haciendo que su verga se hundiera en mi culo y levantara oleadas de carne en mis nalgas. Yo me sentía derretir, el placer era cada vez más fuerte y me daba la sensación de estar completamente llena. Así que no tardé mucho en alcanzar el mejor orgasmo de mi vida, entre espasmos y gritos de placer. Mi propio placer hizo que también el de ellos se precipitara y ambos se corrieran al unísono dentro de mí. Tras eso, los tres nos quedamos tumbados en la cama. Yo estaba cansada de tanto placer así que no tardé mucho en dormirme.

Cuando desperté Rodrigo estaba a mi lado, abrazándome. El Sr. López no estaba.

¿Y el Sr. López? – Pregunté.

Ha tenido que irse. ¿Ya le echas de menos?

No, no es eso, es que... Dime, ¿Tú, me quieres? – Le pregunté tratando de sondearle.

Claro que te quiero, ya lo sabes, ¿Por qué me lo preguntas?

Porque me has entregado a otro hombre y.. – Me calló poniendo un dedo sobre mi boca.

¿Y crees que no me ha dolido? – Dijo él adelantándose a lo que yo iba a decirle. – Claro que me ha dolido, mi reina, entregarte a otro; pero no he tenido más remedio. Ya sabes que el Sr. López es uno de nuestros clientes más importantes, y casi me obligó a hacerte esto, me amenazó con dejar de ser nuestro cliente y no podía dejar que eso ocurriera, porque perderíamos mucho dinero, tú lo sabes, así que tuve que aceptar su chantaje. Además, él conoce a mi mujer y me amenazó con contarle lo nuestro y eso tampoco puedo permitirlo. La única condición que pude poner es que yo estuviera presente cuando él... – Calló y le besé en los labios.

Luego le abracé:

Te quiero. – Le dije.

Y yo a ti. Perdóname.

No tengo nada que perdonarte. – Le dije. Creo que en aquel momento el amor me tenía completamente cegada.

Me puse sobre él y le besé con pasión. Necesitaba resarcirme de lo sucedido una hora antes en aquella habitación, sentir que de verdad me amaba. Noté como su sexo empezaba a crecer apresado bajo el mío. Me deslicé bajo las sabanas hasta su sexo y lo besé suavemente, desde el glande hasta la base y desde la base hasta el glande que finalmente me introduje en la boca. Cogí firmemente la verga con una mano y con la otra, empecé a acariciarme el clítoris. Rodrigo apartó la sábana para poder observarme. Le miré a los ojos y él me miró a mí. Se mordía el labio inferior mientras yo saboreaba y chupeteaba su verga. Mi sexo estaba cada vez más húmedo y más deseoso de sentir aquel instrumento dentro de mí. Las caricias de mis dedos sobre mi clítoris ya no eran suficientes, quería más. Quería entregarme a él, sentir que era suya y sólo suya, olvidar que me había tratado como a una puta, ofreciéndome a su mejor cliente. Por eso mis labios aprisionaban su glande y mi lengua repiqueteaba con fuerza sobre el agujero. Rodrigo se retorcía de gusto y cerraba los ojos a la vez que gemía con desesperación. Sabía que estaba a punto de correrse, así que me detuve. Me puse en cuatro sobre la cama y le ofrecí ese agujero que hacía sólo una hora había sido profanado por otro hombre.

Rodrigo se puso tras de mí sin pensárselo demasiado. Restregó su pene por mi raja y acarició mi ano con el glande. Y en contra de lo que yo pensaba, descendió hasta mi vulva, húmeda de excitación y me penetró diciendo:

Quieres que te la meta por el culo, ¿eh, zorrita?.

Sí – Gemí excitada.

Pues yo quiero follarte por el coño, primero.

Me encantaba que se comportara así, como un salvaje energúmeno, me excitaba más.

Empezó a moverse, asiéndome de las caderas, primero despacio, en lentas y fuertes embestidas para acelerar el ritmo después, haciéndome jadear de placer. Luego volvió a embestirme despacio y de nuevo aceleró sus movimientos. Yo cada vez estaba más excitada, mi sexo palpitaba de deseo sintiéndole dentro, al igual que mi ano que deseaba sentirle también. Continuó con aquel torturador placer unos minutos más, hasta que me tuvo al borde del orgasmo. Entonces sacó su verga de mí y la dirigió a mi ano. Primero lo acarició y trató de relajarlo usando el glande para ello. Yo sentía como mi ano palpitaba y se contraía ansioso de ser penetrado. Mientras él seguía jugueteando, restregando el pene por mi agujero trasero, yendo hasta mi vagina para mojarlo en mis jugos y regresando a mi ano. Yo estaba cada vez más anhelante de que me penetrara. Y finalmente pareció decidirse, empujó hacia el interior y logró meter el glande, luego poco a poco fue empujando, hasta que logró metérmela por entero. Comenzó a moverse despacio y luego poco a poco fue acelerando sus movimientos, mientras se recostaba sobre mi espalda y me asía por los senos. Yo me sentía totalmente llena de él y feliz. Era mío y yo suya, y nada más importaba. El placer se iba concentrando poco a poco en mi ano y poco a poco iba creciendo. Mi agujero apresaba su verga que se hinchaba cada vez más dentro de mí y se hundía sin cesar, provocándome el más maravilloso placer. Exploté por fin en un increible orgasmo y pocos segundos después lo hizo él. Tras eso ambos caímos rendidos sobre la cama.

Descansamos unos segundos, hasta que él miró el reloj y dijo:

Vaya, ya son las siete, tenemos que irnos o mi mujer me va a matar.

Nos vestimos y salimos de la casa.

Aquella noche en la soledad de mi piso de soltera, tendida en mi cama, tardé varias horas en conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en lo sucedido con el Sr. López, en como me había sentido al ser "entregada" a aquel hombre por el hombre al que amaba. ¿Por qué realmente me amaba? Parecía sincero cuando me dijo que se había visto obligado por las circunstancias, pero también me pareció que no le desagradaba la situación cuando me pidió que le mamara la polla al Sr. López. Por eso empezaba a dudar de sus sentimientos. Y en esos pensamientos estaba cuando finalmente el sueño me venció.

Durante los siguientes días no supimos nada del Sr. López y Rodrigo y yo continuamos con nuestra relación del mismo modo y con la misma intensidad que en los días anteriores. El "incidente" con el Sr. López parecía estar olvidado por ambos, o más bien, ninguno de los dos quería hablar de ello. Hasta que aquella mañana al coger el teléfono la voz del Sr. López me sobresaltó:

¡Hola bonita! ¿Puedes pasarme con Rodrigo, por favor? – Me pidió.

Le pasé la llamada a mi jefe, pero en lugar de colgar el auricular como hacía generalmente, me mantuve a la escucha y pude oír que tras los saludos iniciales el Sr. López le decía a Rodrigo:

Te voy a mandar a un cliente muy especial, y quiero que le deis un trato especial ¿De acuerdo?

Muy bien, no te preocupes, será tratado como si fueras tú – Le dijo Rodrigo. – Me ocuparé de que Carla le dé el mejor servicio.

Aquello de "el mejor servicio" empezó a ponerme nerviosa y a preocuparme.

Vendrá sobre las doce. – Dijo el Sr. López. – Se llama Pedro Reyes.

De acuerdo, le trataremos tan bien como si fueras tú.

Aquel "como si fueras tú" aún me alarmó más. Ambos colgaron y yo también lo hice y entonces Rodrigo me llamó y me hizo pasar a su despacho. Me explicó lo que había hablado con el Sr. López sin sospechar en lo más mínimo, que yo había oído toda la conversación, y me indicó que debía darle un trato especial a aquel nuevo cliente que nos mandaba el Sr. López.

 

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

 

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