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El reclinatorio

en Sexo Anal

EL RECLINATORIO.

Otra vez llego tarde a la hora del Angelus, y seguro que el párroco me llamará la atención, y todo porque a mi señora, se le ha ocurrido a última hora ponerse ese vestido rojo que según ella: "Tanto le gusta al Duque". Pero si el pobre Duque está tan chocho que ni siquiera se fija en ella. Así que ahora me toca correr hacía la capilla. Menos mal que allí podré ver a mi querido Antonio.

Esta mañana cuando me he levantado para atender a mi señora, él todavía estaba dormido. Soy tan feliz junto a él. Cuando me casé con él, hace ya seis meses, el 15 de Junio de 1903 (me gusta recordar la fecha), jamás pensé que podría llegar a ser tan feliz. Pero lo que más me ha sorprendido de todo es el sexo. Sí, el sexo con mi Antonio es fantástico. Mi madre siempre me había hablado del sexo como algo sucio y carente de placer, sobre todo para la mujer, pero con Antonio he descubierto que el sexo es lo más maravilloso del mundo. Me encanta tenerle entre mis piernas, sentir como su erecto miembro, entra y sale de mí, produciéndome ese maravilloso placer que sólo él sabe como darme. Por eso le echo de menos cada segundo que estamos separados; por eso y porque le amo como nunca he amado a nadie.

Entro en la capilla, y efectivamente el párroco ya ha empezado. Busco a Antonio, está sentado en la tercera fila, junto a Paco y Felipe. Está guapísimo con su uniforme de Capitán. Porque mi Antonio es Capitán de la guardia real. Hay un lugar libre justo en la fila que ellos tienen delante, así que me dirijo hacía allí, mientras el Párroco me mira con cierto enfado, le hago una pequeña inclinación tratando de disculparme. Al pasar junto a mi Antonio le toco levemente el codo, para que sepa que he llegado. Me sonríe, al igual que Paco y Felipe y me sitúo delante de ellos. Saco el Rosario de mi bolso, me arrodillo en el reclinatorio del banco y empiezo a rezar. Justo en ese momento y también llegando algo tarde, aparece mi señora, la reina madre, Victoria Eugenia y su hijo, el rey, Alfonso XIII. La reina lleva el vestido rojo que yo misma le he ayudado a ponerse. El duque está sentado en el primer banco, y como siempre, ni siquiera se fija en ella, que lo mira con una amplia sonrisa y se pone tiesa tratando de llamar su atención.

Cuando termina la hora del Angelus, me pongo en pie. Antonio me mira con cierta severidad y me dice:

Luego tenemos que hablar.

Sí, mi amor.

Junto con sus compañeros sale de la capilla por la puerta principal. Tras ellos sale el rey mientras el resto nos quedamos en la capilla. El rey pasa revista a su guardia formada en el patio principal del palacio, la reina madre le acompaña y yo aprovecho el momento para volver a la habitación de la reina, debo preparar el vestido que se pondrá para la comida.

A las nueve de la noche y tras ayudar a la reina a desvestirse para acostarse, puedo por fin regresar a mi casa. La casa que comparto con mi marido. Es un pequeño piso, situado dentro del mismo palacio, a muy poca distancia de los aposentos del monarca, tiene un par de habitaciones, una pequeña cocina y el comedor. Cuando llego, Antonio aún no ha llegado y no lo hará hasta las 10 de la noche, hora del cambio de guardia. Así que empiezo a preparar la cena para tenerla lista cuando él llegue. Estoy nerviosa, me pregunto sobre que querrá que hablemos. Pongo la mesa, termino de preparar el pescado y me siento en la mesa para esperarle. Son casi la diez cuando oigo la puerta al abrirse y corro hacía él.

¡Hola amor!

Me recibe con los brazos abiertos y estrecha mi ceñida cintura entre sus brazos.

¡Hola mi amada! No sabes cuanto te he echado de menos.

Sí lo sé, porque yo también te he echado de menos. – Le digo.

Entramos en el comedor y él se sienta en la mesa. Entro en la cocina, cojo los platos y vuelvo al comedor poniendo los platos sobre la mesa. Me siento a ella e impaciente le pregunto:

¿De que querías que habláramos, querido?

Primero me mira extrañado como si no entendiera, hasta que por fin se acuerda.

¡Ah, nada importante! Luego en la habitación te cuento.

Cenamos y mientras lo hacemos no dejo de pensar que será lo que quiere decirme y porque debemos esperar a estar en la habitación para que pueda decírmelo. Pero impaciente espero.

Terminamos de cenar, friego los platos, mientras él limpia su espada y las botas y cuando ambos terminamos nos dirigimos a la habitación. Mi corazón va a cien por hora al acercarse el momento. Me siento en la cama y vuelvo a preguntarle:

¿De que querías hablar, amor?

Es algo que se me ha ocurrido mientras estabamos en la capilla. Desnúdate, querida.

Eres insaciable, amor.

Ya sabes que tu lindo cuerpo me vuelve loco.

Me desnudo despacio, como suelo hacer cada noche, hasta quedarme completamente desnuda ante él. Él también se desnuda por completo. A ambos nos encanta estar desnudos frente al otro, sentir nuestros cuerpos pegados, excitados, dándonos placer.

Bien, ¿y ahora qué? – Le pregunto.

Ahora quiero que reces en el reclinatorio. – Me indica señalándome el reclinatorio en el cual rezo cada noche. Su sexo está completamente erecto, es evidente que el ver mi cuerpo desnudo lo excita. ¿Pero que se le habrá ocurrido hoy?

¿Qué? ¿Así, desnuda? – Pregunto algo extrañada.

Sí, así, venga cielo, hazme ese favor.

Obedezco y me arrodillo en el reclinatorio. Y empiezo a rezar:

Ave María...

¡Uhm, perfecto! – Exclama mi amado situándose detrás de mí.

Siento como su miembro erecto choca contra mi culito y lo restriega sobre mis nalgas.

¿Qué vas a hacer, amor? – Le pregunto.

Follarte, mi reina, estás tan excitante así.

Pero Antonio, no deberíamos, esto es un reclinatorio para rezar.

¿Y que más da? Somos marido y mujer y te deseo como nunca; así, con ese lindo culito en pompa estás tan excitante... Me muero por metértela por ese agujerito estrecho. – Dice, mientras sigue restregando su sexo por el mío que cada vez está más húmedo.

¡Oh, cielo, me estás poniendo a cien! – Le anuncio, y es cierto, estoy deseando que me penetre.

Siento sus manos acariciando mis nalgas y uno de sus dedos intentando introducirse en mi agujero trasero, ese que hasta ahora he mantenido virgen, pero que intuyo pronto dejará de serlo. Antonio guía su verga hacía mi vagina y me penetra suavemente, lo que me obliga a modificar mi posición y girarme para observarle.

Vamos cielo, reza, quiero que reces mientras te lo hago. – Me suplica mi marido y yo sumisamente le obedezco, porque por él y por nuestra felicidad haría cualquier cosa.

Antonio empieza a moverse despacio, haciendo que su pene entre y salga de mí, mientras con una de sus manos estimula mi esfínter y trata de introducir un dedo en él.

¡Ah! – Gimo excitada mientras mantengo las manos juntas, apoyando los brazos sobre la repisa del reclinatorio.

Antonio empuja una y otra vez, acelerando sus movimientos poco a poco, sabe que así lograra que me corra en pocos minutos. Esa dulce sensación de placer se une a la producida por el dedo que mueve dentro de mi ano y mi cuerpo se estremece sin remedio, obligándome a sujetarme con las manos en la repisa para no perder el equilibrio.

¡Te gusta, ¿eh, mi pequeña putita?! – Me susurra Antonio acercando sus labios a mi oído.

¡¡¡¡¡¡Síiii!!!!!

Empujo hacía mi amado para sentirle más profundamente. Cierro los ojos, el placer se concentra en mi sexo que está más húmedo que nunca y otro dedo se introduce en mi agujero trasero, lo que me provoca un fuerte estremecimiento que sacude todo mi cuerpo. Y por fin, logro el tan ansiado orgasmo, mi cuerpo se convulsiona y la pasión se derrite entre mi marido y yo.

Antonio saca su verga de mi vagina, la frota contra mi vulva, embadurnándola con mis jugos y luego la acerca a mi ano.

¿Qué vas a hacer? – Le pregunto. Estoy algo asustada, temerosa.

Hoy vas a ser completamente mía, cielo. ¿No lo deseas?.

Claro que lo deseo, pero también siento miedo al dolor.

Sí. – Le respondo conteniendo la respiración y cerrando los ojos.

Siento su pene en la entrada de mi ano que deseoso se contrae, muy despacio Antonio lo empuja haciendo que el glande entre poco a poco en mi virgen agujerito. Aprieto con mis manos la repisa del reclinatorio y siento como lentamente se va introduciendo en mí. Un ultimo y suave empujón hace que entre totalmente y entonces Antonio se mantiene inmóvil, dirige su mano derecha a mi clítoris y empieza a masajearlo suavemente. Sabe que esa caricia en ese punto me excita, así que sin moverse estimula mi clítoris acariciándolo, pellizcándolo y sobándolo con sus dedos. En poco segundos ha logrado el efecto deseado y ante la excitación que siento, soy yo misma la que empiezo a moverme empujando hacía él y haciendo que su polla entre y salga de mi ano.

Antonio deja de acariciarme el clítoris y dirige sus manos a mis caderas para sujetarme. Mi marido va acelerando sus movimientos, y el placer empieza a surgir en ese nuevo territorio de mi cuerpo que acabo de descubrir. Me siento feliz porque al contrario de lo que pensaba casi no me ha dolido al ser penetrada, la excitación y el buen hacer de mi amado han evitado que eso fuera así. Poco a poco mis movimientos y los de Antonio se van acompasando. Nuestros cuerpos vibran al unísono en el fuego de la pasión de este amor que nos une. Antonio empuja cada vez con más fuerza, al igual que yo, y siento como su verga se hincha dentro de mi ano, que se contrae y la apresa con fuerza por la excitación.

¡Ah, cielo, que maravillosa sensación, me voy a correr! – Grita Antonio.

Yo también – Gimo yo.

Y ambos nos movemos en un irrefrenable deseo que nos lleva hasta el éxtasis supremo de este amor. Siento como mi marido se derrama dentro de mí y yo gimo y me estremezco presa del orgasmo más devastador que haya sentido jamás.

Cuando ambos dejamos de convulsionarnos Antonio se separa de mí y deja que me levante. Como puedo me acerco hasta la cama, ya que el orgasmo ha dejado mis piernas y casi todo mi cuerpo debilitado. Antonio me sigue y se tumba junto a mí. Me abraza y mirándome profundamente a los ojos me dice:

Te amo.

Nuestros labios se besan sellando este maravilloso momento y abrazados nos dormimos. Mañana será otro día, lleno de nuevas y maravillosas experiencias.

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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