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Una noche loca

en Hetero: Infidelidad

UNA NOCHE LOCA.

Conocí a David justo tras el último desplante de mi marido, el cual por enésima vez, me había dejado plantada, perfectamente vestida y arreglada para salir a cenar con unos amigos. Tras más de media hora esperándole, tuve que llamar a nuestros amigos para disculparme. Luego llamé al despacho de Mauricio sin obtener respuesta, y también a su móvil, con el mismo resultado; así que harta de esperar cogí mi chaqueta y mi bolso y salí a dar una vuelta. Acabé en un pub lleno de gente, como pude, me acerqué a la barra y pedí un martini blanco. Estaba esperando que me lo sirvieran cuando un hombre rubio y de ojos azules, con un gran parecido a Richard Gere, se acercó a mí y me dijo:

¡Hola princesa! ¿Estás sola?

Sí – le respondí – el imbécil de mi marido me ha dejado plantada.

Si que debe ser imbécil, si deja plantada a una preciosidad como tú.

Gracias – dije sonriendo.

¿ Cómo te llamas?

Verónica.

Yo soy David.

Nos dimos un beso en cada mejilla y entonces él dijo:

Hueles muy bien.

Gracias, tú también.

Entonces acercó sus labios a los míos y me besó, cuando se separó le pregunté:

¿Por qué has hecho eso?

Porque me apetecía mucho.

Entonces fui yo la que acercó mis labios a los suyos y le besó, cuando me separé dijo:

¿Por qué has hecho eso?

Porque me ha gustado el primero.

Entonces empezamos a besarnos devorándonos el uno al otro, como si tuviéramos hambre y estuvimos así durante unos 5 minutos sin decirnos nada, sólo besándonos. Lo que hizo que ambos nos pusiéramos muy calientes. Hasta que David dijo:

¿Qué tal si vamos a un lugar más tranquilo?

Bueno – acepté.

Tengo el coche fuera.

Salimos del local, aunque justo ante la puerta y antes de salir volvimos a besarnos, mientras nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos. Así toqué el sexo de David por encima del pantalón, tenía un fabuloso instrumento y parecía bastante grande.

Tras salir a la calle, David me llevó hasta una limusina blanca que había aparcada.

¡Guau! ¿Ese es tu coche? – exclamé sorprendida.

Sí, anda sube – me dijo abriéndome la puerta.

Subí y él tras de mí y después de cerrar la puerta seguimos besándonos. David me quitó la chaqueta y acarició mi pecho por encima de la ropa, todo iba muy deprisa. No dejábamos de besarnos y sus manos recorrían mi cuerpo, no sé como, pero sentí que desabrochaba el cinturón que ceñía mi pantalón y le ayudé. Entonces dirigió su boca hacía mi oído y lo besó, besó mi cuello y me bajó el tirante del top dejando libre mi seno; se dirigió hacía él y lo chupó, con urgencia me quitó el otro tirante del top, dejando libres mis pechos, y a continuación se lanzó sobre ellos chupándolos, volvió luego a besarme en la boca, mientras yo le acariciaba el instrumento por encima del pantalón. Luego me quité el pantalón ayudada por él, cuando me lo hubo quitado, me besó de nuevo en los labios con urgencia y me abrazó atrayéndome hacía él, para tocar y acariciar mi culo. Yo continué acariciando su sexo por encima del pantalón, pero entonces él me hizo abrir las piernas y acarició mi sexo.

Déjame ver tu instrumento – le dije toqueteándole por encima del pantalón. – Lo necesito.

Así, se desabrochó el pantalón mientras seguíamos besándonos con premura, se quitó el pantalón dejando libre aquel hermoso y largo pene.

¡Qué maravilla! – exclamé y me abalancé sobre él para chuparlo, primero la punta, descendiendo luego por el tronco hasta alcanzar los huevos, chupetearlos y mordisquearlos como si fueran fresas dulces y melosas. Luego volví a su pene, lo sujeté y lo chupé mientras lo masajeaba. Entretanto, David dirigió su mano hacía mi sexo y lo masajeó, sentí como introducía uno de sus dedos en mi vagina, mientras yo chupaba su instrumento, deteniéndome de vez en cuando para respirar, lamía el tronco y el prepucio y luego lo chupaba con esmero.

¡Ah, oh! – gemía él – ¡Anda ven, que te voy a dar lo que quieres! – me dijo entonces, así que me puse sobre él dándole la espalda, cogí su sexo erecto y lo guié hasta el mío y me lo clavé hasta el fondo.

¡Ah, ah! – gemí empezando a cabalgar sobre el aparato viril, haciendo que entrara y saliera de mí una y otra vez. Luego me detuve y me moví sobre él en círculos, ocasión que aprovechó David para atraerme hacía él, me abrazó y luego volví a cabalgar sobre la polla erecta, sin que él me soltara. Abrazándome, metió uno de sus dedos en mi boca para que lo chupara, mientras yo me movía en círculos sobre su sexo, nos besamos otra vez y entonces él me cogió, sacó su sexo de mí y me hizo tumbar de costado sobre el asiento con una pierna levantada, él estaba con una rodilla sobre el asiento y la otra pierna sobre el suelo, me atrajo hacía él y volvió a penetrarme, al parecer quería ser él quien dominara la situación, y comenzó su mete-saca demoledor.

¡Ahh! – gemía yo en una espiral de placer incontrolable, sentía su pene llenándome por completo, moviéndose dentro y fuera sin parar. Entonces sin detenerse acercó sus labios a los míos y volvió a besarme, mientras seguía empujando una y otra vez.

Yo estaba a punto de alcanzar el primer orgasmo y gemía enloquecida, él quería besarme, pero yo no podía dejar de gritar porque mi cuerpo estalló en un maravilloso éxtasis. Entonces sacó su sexo de mí, me hizo poner de rodillas sobre el asiento, con las piernas entreabierta y comenzó a acariciar mi ano, introduciendo en él uno de sus dedos mientras no paraba de menearse la polla. Movía el dedo que tenía en mi culo como si fuera un pequeño pene, de vez en cuando lo sacaba y lo introducía en mi vagina y luego volvía a meterlo en el ano. Sentí que acercaba su polla a él.

No – protesté – en el culo no.

Tranquila – dijo metiéndolo finalmente en mi vagina y atrayéndome y alejándome de él, mientras me sujetaba por las caderas a gran velocidad, lo que me volvía loca. Pero la postura era incómoda, por lo que ambos nos pusimos de lado sobre el asiento, frente a frente, y seguimos follando.

Yo gemía, aquel maravilloso instrumento dentro de mí, me proporcionaba un placer inusitado, y estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Así que David siguió empujando hasta que me corrí, y justo unos segundos después, sacando su sexo de mí, lo hizo él llenándome el vientre con su semen.

¡Ha sido fantástico! – dijo él.

Nos sentamos en el asiento y David miró por la ventana.

Casi hemos llegado ¿ qué te parece si nos tomamos una ducha en mi hotel? – me propuso.

Bueno – acepté yo.

Nos vestimos y tras llegar al hotel, primero decidimos tomar algo en el bar.

No creas que me comporto así con todas, – se disculpó David – pero es que tú me gustas mucho.

Tú a mi también me gustas – le dije yo.

¿Es la primera vez que te deja plantada tu marido? – me preguntó.

¡Oh, no!. Suele hacerlo con frecuencia, sobre todo desde que se lo monta con su secretaría.

¿Te pone los cuernos? No puedo creerlo.

Sí, lleva un año poniéndomelos.

Y ¿por qué no te separas de él? – me preguntó.

No sé, quizás porque en el fondo me da miedo estar sola.

¿Qué tal si subimos a la habitación? – me preguntó acercándose a mí y besándome de nuevo.

Vale – le respondí cuando nos separamos.

Anda, vamos – me dijo cogiéndome de la mano.

Nos dirigimos hacía los ascensores y entramos en uno de ellos. Cuando la puerta se cerró David me abrazó y volvió a besarme con pasión, mientras me sobaba el culo.

¡Dios, me pones a cien! – dijo - ¡No puedo evitarlo!

Yo tampoco.

El ascensor llegó al último piso y las puertas se abrieron, salimos y nos dirigimos hacía la puerta. David abrió y nada más entrar y cerrar la puerta se abalanzó sobre mi para seguir besándome. Sus manos recorrieron todo mi cuerpo por encima del abrigo, las mías también recorrieron el suyo. Luego me quitó el abrigo, y sin dejar de besarme, me bajó el tirante del vestido, sacó mi seno y lo besó, yo me dejé ir; su boca alrededor de mi pezón, chupándolo, hizo que este se erizará, me bajó el otro tirante y descubrió mi otro seno, haciendo lo mismo.

¡Oh, ah! – gemí - ¡No sigas, por favor!

¿No te gusta? – me preguntó desabrochándome la cremallera del vestido.

¡Oh, sí, sí! – musité, intenté escaparme de él, pues el recibidor no me parecía el mejor lugar para hacerlo. Al llegar al salón me quedé tras el sofá observando aquella maravillosa suite.

¿Te gusta la suite? – me preguntó David detrás de mí.

Sí, es alucinante – exclamé mientras David empezaba a besarme el cuello, sus manos se deslizaron por mi cintura, ascendiendo hasta mis senos, mientras pegaba su cuerpo al mío y sentía su sexo erecto tocando mi culo.

¡Uhm! – musité, sus manos masajeaban mis pechos suavemente.

Luego llevó sus manos hasta mi vestido y me lo quitó dejándolo caer al suelo, entonces sentí su mano pero entre mis bragas, buscando mi clítoris.

Gemí, cuando sentí que introducía su dedo en mi vagina. Mi cuerpo se estremeció y le supliqué:

¡Oh, Dios, fóllame!

Oí como se bajaba la cremallera del pantalón, y como a continuación me quitaba las bragas. Restregó su pene por mi culo, y luego me entreabrí de piernas y él volvió a introducir su dedo, durante unos segundos lo introdujo en mi ano e inmediatamente lo sacó, cogió su sexo y guiándolo lo llevó hasta mi sexo y me penetró.

Sentí como su polla se introducía en mi, e inmediatamente empezó a moverse empujando, primero lentamente, mientras me abrazaba y acariciaba mis pechos; de vez en cuando detenía sus movimientos durante unos segundos, me besaba el cuello y reemprendía sus movimientos con más fuerza. Así, decidí reclinarme sobre el respaldo del sofá, lo que hizo que David pudiera penetrarme más profundamente.

Suspiré placenteramente y David aceleró sus movimientos, mientras me sujetaba por las caderas; pero enseguida se reclinó sobre mi espalda, me besó en el cuello y buscando mi boca, me giré hacía él y volvimos a besarnos con pasión. Luego siguió acometiendo con fuerza una y otra vez, mientras yo gemía y sentía su sexo penetrándome una y otra vez.

Sus arremetidas me producían una agradable sensación sobre mi sexo, sentía el placer llenando mi cuerpo, y poco a poco un nuevo orgasmo empezó a nacer en mi sexo.

¡Oh, ah, me voy a correr!

¡Oh, sí, córrete!

Entonces se incorporó, siguió penetrándome a la vez que metía uno de sus dedos en mi ano, lo que hizo que el éxtasis se desatara en mi sexo y me estremeciera de placer. Cuando dejé de convulsionarme, David sacó su sexo de mí y dijo:

Anda vamos a la habitación.

Entramos en la habitación, y sin pensármelo dos veces, me dirigí a la cama y me eché sobre ella, boca abajo, David me siguió y se echó sobre mí, me besó un hombro y luego dijo:

Necesito una mujer.

Pues aquí me tienes – le dije yo – Haz lo que quieras conmigo.

Ven – me indicó cogiéndome por la cintura – ponte de rodillas.

Hice lo que me indicaba, poniéndome con las piernas entreabiertas y él se puso tras de mí, volvió a penetrarme dando unos cuantos empujones, luego sacó su sexo y sentí como introducía uno de sus dedos en mi ano y lo movió como si fuera un pene, luego lo extrajo y sentí como acercaba su pene.

¡No! – protesté levemente.

Tranquila – dijo empujando suavemente.

¡Ah! – protesté al sentir un pequeño dolor, cuando él introdujo su pene hasta la mitad, entonces empezó a arremeter una y otra vez.

¡Ay, ay! – gimoteé yo algo dolorida.

¡Vamos! ¡Ya verás como te gusta! – dijo él empujando.

Enseguida el dolor se fue transformando en placer, y me puse a cuatro patas sobre la cama, mientras David sujetándome por las caderas empujaba sin cejar en su empeño de dar placer a mi cuerpo.

¡Te gusta!, ¿eh? – me preguntó.

¡Oh, sí, sí! – musité yo.

Poco a poco David fue introduciendo toda su polla en mi culo, y la sensación de placer se fue multiplicando por mil al ser penetrada por aquel agujero, era algo diferente que nunca antes había sentido.

David empezó a acelerar sus movimientos, cada vez más. Yo estaba apunto de alcanzar mi segundo orgasmo, mientras David me penetraba sin parar. Así me corrí por segunda vez e inmediatamente se corrió él dentro de mi ano, llenándome con su semen. Cuando ambos terminamos de convulsionarnos me abrazó y me besó en el cuello.

Ha sido genial – dijo David.

Estoy cansada – le dije.

Pues durmamos – me propuso.

Cuando desperté ala mañana siguiente, David se estaba vistiendo.

Buenos días, Princesa.

Buenos días.

¿Has dormido bien? – me preguntó.

Sí, ¿te vas? – le pregunté yo.

Sí, tengo una reunión muy importante.

Me levanté y busqué mi vestido.

Está en salón, ¿te lo traigo? – se ofreció anudándose la corbata.

Sí, me harías un favor – salió de la habitación y volvió a entrar con el vestido en la mano diciendo:

Si quieres puedes ducharte. Yo me tengo que ir.

Me dio el vestido y luego me abrazó y me besó en los labios. Luego se dirigió hacía la puerta.

¿Volveremos a vernos? – le pregunté.

No lo dudes – respondió cerrando la puerta tras de sí.

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