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El presidente y la secretaria

en Trios

EL PRESIDENTE Y LA SECRETARIA.

Me llamo Elsa, tengo 25 años y desde los 20 trabajo como señorita de compañía. Empecé en esto para pagarme los estudios, pero como me gustaba acabo convirtiéndose en mi profesión. Soy una chica bastante normal, aunque debo reconocer que debido a mi trabajo me cuido, voy al gimnasio, sigo una dieta, etc. Cuando uno vive de sus cuerpo no puede descuidarlo.

Como supondréis, en mi trabajo suelo encontrarme con todo tipo de gente, que me pide todo tipo de cosas. Pero eso pensé que sería interesante contar algunas de mis historias. Y empezaré por mi primer trabajo.

Entre en eso gracias a un amigo de la Universidad Fede, me contó que él solía acudir a fiesta organizadas por gente de clase alta, en la que pedían chicos y chicas de nuestra edad para acompañarles a esas fiestas y luego acabar en la cama, me dijo que yo era bastante guapa y que seguro tendría clientes. Según él podía ganarme unos 300 euros la noche. Dudé mucho antes de aceptar su oferta, pero como me era bastante difícil encontrar un tipo de trabajo que pudiera compaginar con mis clases, le dije que aceptaba. Mi primer trabajo fue fácil, acompañé a Fede a una fiesta, donde debíamos encontrarnos con un matrimonio joven que pedía nuestros servicios, a las 2 de la noche nos invitaron a su piso y allí yo me enrollé con el marido y Fede con la mujer. Nos pagaron 300 euros a cada uno.

Tras esa primera vez, vino la segunda. Fue Fede quien me dio un teléfono al que debía llamar. Según él era un importante hombre de negocios, que necesitaba una chica que le hiciera un trabajito en su propia oficina.

Llamé y un voz femenina dijo:

Sancho y compañía, dígame.

Soy Elsa y llamo de parte de Fede.

¡Hola guapa ¡ – dijo la voz de la secretaría – mira tendrás que venir mañana a las 7 aquí al despacho para que el señor Sancho pueda conocerte.

Vale.

La chica me dio la dirección y nos despedimos.

Así ese viernes a las siete llegué a la oficina. Me había puesto un traje chaqueta claro, para no desentonar con la gente que trabajaba allí. En la recepción había una chica morena, muy guapa, alta y con un buen tipazo.

¡Hola, soy Elsa.... – dije y antes de que pudiera decir nada más ella me dijo:

¡Hola! Ven conmigo, el sr. Sancho te está esperando.

Caminamos, ella delante y yo detrás por un largo pasillo lleno de puertas.

Yo soy Adela, su secretaría. Supongo que Fede te habrá contado de que se trata – apuntó.

Si.

Llegamos hasta una puerta donde ponía : "Presidente, Sr. Francisco Sancho". Adela dio unos golpecitos y una voz masculina dijo:

Adelante.

Entramos en el despacho y tras una gran mesa había un hombre bastante guapo, de pelo castaño y ojos claros que se levantó nada más vernos y se acercó a mí tendiéndome la mano. Yo le tendí la mía y nos saludamos.

¡Hola!, tu eres Elsa ¿verdad?.

Si – contesté algo nerviosa.

Yo soy Francisco, supongo que Federico te habrá contado de que se trata.

Sí.

Te has puesto un traje muy serio.

Si, es que no quería desentonar ni llamar la atención.

¿Estás nerviosa? – me preguntó mientras Adela cerraba la puerta con llave.

Sí, un poco. – respondí.

No te preocupes – dijo él y pasando su brazo por mi cintura me atrajo hacía él y me besó con pasión.

Fue un beso largo y apasionado, introdujo su lengua en mi boca y repasó todos mis dientes, luego mi paladar y finalmente nos separamos.

¿No tienes calor? – se insinuó.

Un poco – respondí yo.

Me desabrochó la chaqueta y me la quitó dejándome con la camiseta que llevaba debajo.

Adela se acercó a nosotros, me miró con deseo y acercándose a mi me besó en los labios. Cuando se separó preguntó:

¿Qué tal si también te quitamos la falda? Estarás más cómoda.

Adela me quitó la falda cuidadosamente mientras Francisco me acariciaba los pechos por encima de sujetador a la vez que me besaba. Entonces oí el ruido de una cremallera bajando, dejé de besar a Francisco y miré a Adela que arrodillada entre Francisco y yo sacaba el miembro erecto de su jefe y empezaba a lamerlo.

Anda, ayúdala – me ordenó Francisco dulcemente.

Me arrodillé frente a Adela y ella me ofreció el erecto pene, acerqué mi boca y lamí el glande, luego lo chupé mientras Adela chupeteaba los huevos. Francisco gemía y decía:

¡Bien, muy bien!

Así Adela y yo nos íbamos alternando par chupar aquel preciado instrumento que debíamos compartir. Repentinamente Francisco se sentó en el sofá que había detrás de él, yo me incorporé y me senté junto a él, mientras Adela seguía chupando el sexo. Francisco y yo volvimos a besarnos y sentí como una de sus manos se deslizaba hasta mi sexo y me acariciaba el clítoris.

¡Uhm, ah! – masculló el hombre - ¡Oh, anda ven Adela, y enséñale a esta preciosidad como lo tiene que hacer!

Adela se puso en pie, se quitó el vestido, bajo el que sólo llevaba el sujetador y un liguero.

Y tú guapa – me ordenó – chúpamela un poquito para que le entre bien.

Adela se sentó sobre el vientre de Francisco dándole la espalda, yo cogí su sexo y lo chupé un par de veces, luego lo mantuve derecho, mientras Adela se sentaba sobre él introduciéndoselo despacio, cuando lo tuvo totalmente dentro gimió y comenzó a moverse arriba y abajo sobre el erecto pene. Yo observaba y acariciaba suavemente a Adela, mientras Francisco gemía:

¡Sí, oh, sí!

Entonces decidí tomar un papel un poco más activo, acerqué mi boca a los huevos del jefe y me puse a lamerlos y chupetearlos, entretanto Adela subía y bajaba sobre el sexo erguido.

De pronto, Adela me cogió por los hombros, me atrajo hacía ella y me besó, me hizo sentar junto a Francisco, volvió a besarme cayendo sobre el sofá sin que el sexo de Francisco saliera del suyo, entonces se puso de rodillas.

¡Oh, no! – protestó Francisco.

Le miré y le vi tras Adela con su pene erecto intentando apuntar de nuevo hacía el agujero de Adela, la cual me había echo abrir las piernas y con su lengua empezó a lamer mi sexo, vi como el jefe penetraba de nuevo a su secretaría y cogiéndola por las caderas la penetraba una y otra vez; lo que hacía que su lengua introducida en mi vagina me penetrara como si fuera un pequeño pene, lo que me hacía vibrar de placer produciéndome pequeñas convulsiones y gemidos:

¡Ah, oh, ah!

¡Oh, si! ¡Goza, zorra, Adela sabe como hacerlo! ¿Verdad? – exclamó Francisco.

¡Oh, sí, sí! – le respondí yo mientras Adela seguía dándonos placer a ambos.

Francisco sacó su sexo del sexo de Adela, esta se puso en pie y el hombre se sentó junto a mí.

Anda, ahora te toca a ti – me dijo.

Así que rodeé su cintura con mi pierna poniéndome de espalda a él. Guié su erecto sexo hacía mi ansioso agujero y descendí sobre el miembro masculino.

¡Oh, uhm! – gemí al sentir como entraba en mí y cuando lo tuve totalmente dentro empecé a subir y bajar sobre la verga.

¡Oh, qué maravilloso culo! – exclamó Francisco.

Entonces Adela acercó su cara a nuestros sexo y primero comenzó a lamer mi clítoris, mientras yo subía y bajaba despacio sobre el pene de Francisco. Adela siguió lamiendo y al reseguir mis labios exteriores llegó hasta el tronco de la polla que también lamió con vehemencia. Mi cuerpo ardía de placer al igual que el de Francisco, mientras Adela no dejaba de lamer nuestro sexo alternativamente.

¡Ah, ah, aaaahhh! – gimoteaba yo sin parar.

¡Oh, sí, sigue así! – me animaba Francisco - ¡Qué buenas sois!

Entonces Francisco me echó sobre el sofá de lado, y luego poco a poco y con maestría me hizo poner a cuatro patas sobre el sofá, situándose detrás de mí, sin que su sexo saliera de mi vagina.

Dio un par de fuertes embestidas y luego sacó su polla de mí diciendo:

¡Ahora le toca a tu culito!

Llevó la erguida verga hasta mi agujero trasero, en tanto Adela se colocaba debajo de mí con su cabeza entre mis piernas y seguía lamiendo mi sexo. Y así entre las embestidas de Francisco y la lengua de Adela, mi cuerpo empezó a convulsionarse y en poco segundos entre gritos y sacudidas mi cuerpo estalló en un maravilloso orgasmo.

¡Oh, sí, eso es! – murmuró Francisco - ¡Córrete, córrete!

Y entonces sentí como su pene se endurecía aún más en mi interior y expulsaba el caliente líquido seminal, extrajo su verga de mí y Adela la cogió con sus manos y bebió el preciado brebaje que expulsaba Francisco.

¡Uhm, uhm! – gimió ella.

¡Oh, oh, que maravilloso polvo! – exclamó Francisco.

Tras eso los tres nos sentamos en el sofá agotados. Descansamos un poco y luego nos vestimos. Francisco se sentó en la mesa abrió un cajón, sacó un talonario y tras hacer el talón me lo entregó.

Aquí tienes. Espero que volvamos a vernos. – me dijo.

Cogí el talón que era de 900 €. Y sacando una tarjeta de mi bolso le dije:

Toma, llámame cuando quieras. Hasta pronto.

Adela ya había abierto la puerta y me esperaba junto a ella.

Hasta pronto – me respondió Francisco.

Hasta pronto, preciosa – me dijo Adela cuando pasé junto a ella.

Días después recibí una llamada de Francisco para hacer un trabajito, pero eso ya es otra historia.

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