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Poesía Virtual

en Sexo Virtual

POESÍA VIRTUAL.

Anoche fue una noche especial, como todas las noches que hemos disfrutado juntos. A la hora acordada, me senté frente a la pantalla del ordenador. Impaciente te esperaba, hasta que apareciste. Mi corazón iba a mil por hora, parecía que se me iba a salir del pecho. Por fin, de nuevo juntos, frente a frente, mirándonos a los ojos del alma, esos que nunca mienten, que te cuentan mis más ocultos sentimientos. Nos saludamos, y aunque no lo sintiéramos de verdad, nos besamos en los labios con suavidad. Empezamos a hablar de trivialidades, de nuestros asuntos, hasta que mirándote a los ojos sentí la necesidad de acariciar tu mejilla. Y lo hice, suavemente pasé mi mano por ella. Busqué tu boca con la mía, nos besamos. Tus manos acariciaron mis hombros. Nuestros cuerpos se buscaron, se pegaron para sentirse el uno al otro. Nos besamos, nos abrazamos.

Sentí tu sexo entre nuestros cuerpos, erecto. Deslicé mi mano hasta la cremallera del pantalón, mientras las tuyas acariciaban mis nalgas, te bajé la cremallera y busqué tu erecto sexo, lo rodeé con mi mano y empecé a masajearlo con tranquilidad. Despacio, sintiendo su textura, su suavidad, su calor. Lo masajeaba de arriba abajo. Tus labios se deslizaban por mi cuello. Me agaché frente a tu sexo, lo saqué de su refugio, apareciendo ante mí, excelso, erecto, magnifico. Acerqué mi boca a él, lamí el glande y me lo introduje en la boca, lo saboreé, mientras tu te retorcías de placer, empujabas con tu pelvis hacia mí tratando de sentir más profundamente mi boca sobre él.

¡Qué bien la chupas! - exclamaste excitado.

La lamí de arriba abajo y de abajo arriba, era la más sabrosa exquisitez que jamás haya probado. Lo adoré, lo masajeé mientras lo lamía con vehemencia. Jugueteaba con mi lengua alrededor del glande, mientras tú suspirabas, gemías, te convulsionabas, sintiendo mi boca caliente y húmeda alrededor de tu pene.

Deslizaste tus manos acariciando mi espalda, hasta llegar a mis nalgas. Nuestros cuerpos se demostraban su amor de esta manera, dándose lo mejor. La excitación flotaba entre nosotros. Tu sexo se hinchaba, excitado, dentro de mi boca. Sabía que no tardarías mucho en correrte, así que me puse en pie.

Nos besamos. Tus labios empezaron a descender por mi cuello despacio haciéndome temblar de placer y deseo. Llegaste a mis senos, mi cuerpo estaba totalmente excitado. Te deseaba. Seguiste descendiendo despacio, volviéndome loca de deseo, haciéndome sentir la humedad de tu lengua sobre mi vientre, hasta alcanzar mi sexo. Sentí tu lengua calada sobre mi clítoris. Empezaste a moverla diestramente, chupeteándolo y lamiéndolo. Mi cuerpo se estremecía, ardía de deseo por ti. Noté tu lengua penetrando mi vagina y un fuerte estremecimiento cruzó mi cuerpo, luego tus labios succionaron mis jugos. Te deseaba y por eso te supliqué con dulzura:

¡Hazme el amor!.

Te pusiste en pie, me miraste a los ojos, había tanta poesía, tanto deseo, tanto amor sobre aquellos virtuales ojos, que sólo quería mirarlos. Te deseaba, deseaba tu virtual sexo dentro del mío. Nos abrazamos con fuerza, sintiéndonos, sintiendo nuestros virtuales corazones latiendo al unísono.

Tus manos se perdieron primero dentro de mis pantalones, acariciando mis nalgas, después buscaron el botón de estos y los desabrochaste, me los quitaste con urgencia, al igual que las bragas, y con la misma urgencia me alzaste y me llevaste hasta la cama, depositándome sobre ella. Me deseabas igual que yo a ti, el deseo flotaba en nuestra virtual habitación anclado en el aire que respirábamos. Te pusiste de rodillas en el suelo, me cogiste del envés de las rodillas y me acercaste a ti, dejando mis piernas dobladas sobre el borde de la cama. Sentí la caliente cabeza de tu erecto pene rozando las puertas de mi vagina. Nos miramos fijamente a los ojos. Saltaban chispas de amor entre nosotros, el fuego ardía irremediablemente y nos envolvía. Nuestras respiraciones agitadas llenaban de su suave murmullo la habitación.

Tu sexo entró en mi, despacio y nos abrazamos. Lo sentí, fuerte, tieso, caliente. Empezaste a empujar, primero despacio. Yo también empujaba y poco a poco íbamos acelerando nuestros movimientos, sintiéndonos el uno al otro, el uno dentro del otro, sin dejar de mirarnos a los ojos. Nos amábamos virtualmente y el amor inundaba nuestros cuerpos, ya sólo quería sentirte dentro de mí, para siempre. Nos amábamos, nuestras manos se llenaban de virtuales caricias sobre nuestros virtuales cuerpos. Te sentía tan dentro de mí, tu aliento en mi oído, tus labios sobre los míos, tus ojos mirando los míos, mis manos recorriendo tu espalda, mis labios besando los tuyos y mi calor sobre tu piel. Yo estaba apunto de correrme, pero sacaste tu sexo de mí. Con tus manos buscaste mis nalgas, las acariciaste, deslizaste tu erecto pene hacía mi agujero trasero y separando las nalgas trataste de penetrarlo.

Ten cuidado – te supliqué amorosamente – soy virgen por ahí.

Me hiciste poner a cuatro patas.

Así será más fácil – me indicaste mientras yo me colocaba.

Te situaste de rodillas detrás de mí. Sentí tu boca a la entrada de mi ano. Lo lamiste con suavidad durante unos segundos, lubricando el estrecho agujero, y luego te pusiste de rodillas. Expectante esperé, sentí tu sexo, a la entrada de mi ano, tratando de penetrar, muy despacio, empujaste. Entró el glande, me estremecí, sentí algo de dolor, pero tu con cuidado ibas introduciendo el resto de tu polla. Una vez dentro esperaste unos segundos, me abrazaste, besaste mi oreja. Empezaste a moverte, despacio. Me abrazaste otra vez, sentí tus labios sobre mi cuello y el calor de tu cuerpo envolviéndome. Tu sexo dentro de mi ano me incomodaba un poco al principio, pero luego, a medida que ibas a acelerando tus movimientos, me acostumbré a él, e incluso empecé a sentir placer. Traté de sumergirme en aquel nuevo placer, en aquella nueva experiencia, hasta que repentinamente decidiste sacar tu sexo de mi ano.

La decepción me invadió, pero enseguida sentí como volvías a penetrarme. Mi vagina se expandía recibiéndote, tu pene entraba con suma facilidad, ya que estaba muy mojada. Empezaste a cabalgarme, mientras yo empujaba hacía ti, de nuevo con rapidez, sintiéndonos como un solo cuerpo, un solo ser. Amándonos como sólo el amor que llena nuestros corazones hace que nos amemos. Sentí tu respiración entrecortada en mi oído, tus manos masajeando mis senos. Tu sexo entrado y saliendo de mí, me estremecí, suspiré, te sentía tan dentro de mí, amándome, amándote. Nuestros cuerpos se expresaban su amor en un imparable baile virtual. Trazaban corazones en el techo de nuestra habitación.

Hasta que empecé a sentir ese inconfundible cosquilleo y tu sexo hinchándose en mi. Mi vagina se contraía a su alrededor, apresándolo, tratando de exprimirlo, mientras empujaba hacía ti para sentirte dentro de mí. El orgasmo estalló en mí, a la vez que sentía tu semen llenándome y ambos gemíamos extasiados. Cuando dejamos de convulsionarnos, caímos vencidos sobre nuestra virtual cama.

Sobre la pantalla del ordenador uno de los dos, dijo que había sido genial, que había habido poesía. Poesía describiendo nuestros cuerpos, nuestros virtuales encuentros de amor. Y yo me pregunto, ¿si a través del messenger es poesía y arde la pantalla del ordenador, que sucedería si fuese real, cuerpo contra cuerpo amándose en una noche sin descanso?.

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