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El vouyer

en Voyerismo

EL VOUYER.

Me encanta observar a mis vecinas de enfrente. Todas ellas tienen algo.

Soy un hombre soltero, tengo cuarenta años y vivo sólo. Quizás sea esa soledad la que me empujó a comprar aquel telescopio, el que uso para espiar a mis vecinas de enfrente. O quizás fuera el aburrimiento y lo mucho que me gusta observar a las mujeres, contemplarlas, estudiar sus movimientos. No sé, la cuestión es que por las noches, en lugar de mirar la televisión prefiero mirarlas a ellas.

La más interesante de todas, es la del tercero segunda. Una joven de unos 25 años, rubia con un cuerpo precioso, caderas bien definidas, pecho perfecto, ni grande ni pequeño, unas estilizadas piernas. En fin, el sueño de cualquier hombre. Además es la más desinhibida de todas, nunca cierra las cortinas, y la he visto hacerlo de mil y una maneras, con los más variopintos hombres. Pero anoche fue especial y diferente. Anoche la putita, se montó un trío.

Eran ya las diez cuando cogí la silla y me puse frente al telescopio. Acerqué mi ojo al visor y empecé a buscar. En el primero estaba la familia al completo mirando la televisión, era evidente que a esa hora la madre no iba a invitar a su guapo amante para que la follara. En el segundo, la joven adolescente tampoco estaba sola, con lo cual estudiaba aplicadamente en su habitación. Y en el tercero estaba ella. Cuando fijé el objetivo sobre la ventana de su comedor, ví que acababa de llegar, e iba muy bien acompañada por un par de hombres, jóvenes como ella, guapos, morenos e igualitos físicamente. Iban los dos con traje y corbata y ella llevaba un vestido de noche, negro, de tirantes, y con un escote en la espalda que terminaba donde esta pierde su casto nombre. Ella se acercó al mueble bar y llenó tres vasos, mientras ellos se sentaban en el sofá. Cuando terminó de preparar las copas, se acercó a ellos, ofreció una a cada uno y se sentó en medio de ambos. Estuvieron un rato bebiendo y hablando animadamente. Hasta que terminaron las copas y las dejaron sobre la mesa que había frente al sofá. Y entonces uno de los gemelos, tomó a la ninfa de su barbilla, acercó su boca a la de ella y la besó.

Acerqué el zoom del telescopio y pude ver como el chico introducía su lengua en la boca de ella y como ambos se deleitaban con aquel beso. La cosa empezaba a calentarse. Y lo hizo más, cuando el hermano, empezó a masajearle la rodilla a la nena.

Aquello prometía como casi siempre que llevaba a algún hombre a casa. Ella tampoco se quedó a atrás, posó su mano derecha sobre la abultada entrepierna de uno y la izquierda sobre la del otro y empezó a masajearlas por encima del pantalón. La chica y el que estaba a su izquierda dejaron de besarse, y el chico empezó a deslizar el tirante del vestido por el brazo de ella, su hermano lo imitó bajándole el otro tirante, en menos de cinco segundos, la muchacha tenía los pechos totalmente desnudos y a cada uno de los hombres chupeteando, lamiendo y mordiendo sus pezones. Pude ver como la joven disfrutaba de aquellas caricias ya que en su cara se dibujaba la mueca del placer. Empecé a sentirme excitado y seguí observando sin perder detalle.

Los chicos hicieron levantar a la muchacha y entre los dos le quitaron el vestido, dejándola sólo con las braguitas. La visión de aquel cuerpo semidesnudo aún me excitó más, mi sexo estaba a punto de explotar. Los chicos empezaron a lamer el cuerpo de la chica, poniéndose uno detrás de ella y el otro delante. La besaron, veneraron cada centímetro de su piel, mientras ella poco a poco iba cayendo en las brasas del deseo.

Pude contemplar como el que estaba situado de pie frente a ella, tras haber lamido todo su cuerpo de arriba abajo y de abajo a arriba, metía su mano por entre las braguitas de ella y hurgaba con uno de sus dedos en aquel, probablemente excitado, sexo de mujer. El otro, situado de rodillas tras ella, le mordía las nalgas por encima de la tela de la braguita. Vi que el que estaba frente a ella, sacaba la mano del sexo femenino y olía sus dedos, tras eso le dijo algo. La chica pareció responderle, y entonces el hermano, empezó a quitarle el pantaloncito muy despacio, mientras besaba su cadera, su nalga, y su pierna despacio, descendiendo.

Sin dejar de besarla y acariciarla, los chicos se fueron desnudando, y pude ver como emergían sus erectos miembros dispuestos a venerar a aquella dulce ninfa que tanto los deseaba.

La excitación que aquella visión me producía, me obligaba a meter mi mano por entre mis pantalones y sacar mi pene de su refugio y empezar a acariciármelo, despacio.

Seguí observando por el catalejo. Una vez desnudos, uno de los chicos se sentó en el sofá, la chica se acercó a él y se puso de rodillas entre sus piernas. El hermano se situó tras ella. La muchacha, asió el pene que tenía enfrente con su mano y empezó a lamerlo, dando suaves lengüetazos al hinchado glande. El que estaba tras ella, también se dispuso a lamer el sexo de la muchacha, aplicando fuertes lengüetazos a los hinchados labios vaginales, mientras penetraba el agujero trasero de esta con sus dedos.

Aquella bacanal me estaba poniendo a mil. No podía dejar de acariciarme el sexo, mientras los observaba y deseaba estar allí.

La chica cogió un preservativo de la mesita que tenían al lado y se lo colocó al hermano que tenía enfrente. El otro chico, tras haber lubricado suficientemente ambos agujeros femeninos también se puso un preservativo.

Y entonces ví como la chica se ponía en pie, besaba largamente en los labios al que estaba sentado en el sofá y luego se sentaba sobre sus piernas, haciendo que el erecto pene de este, chocara contra su húmedo y lubricado sexo. Poco a poco, la muchacha, fue introduciéndose el erguido mástil, hasta que lo tuvo completamente dentro. En ese momento el otro gemelo se situó tras ella, su pene chocó con las nalgas de la chica. El muchacho las abrió y guió su polla hasta el agujero trasero y muy despacio la penetró.

La visión que aquellos tres cuerpos perfectamente compenetrados, hacía que mi mano adquiriera cada vez más velocidad acariciando mi verga.

El trío empezó a moverse, tratando de acompasar sus movimientos. Yo trataba de imaginar los gemidos y palabras que seguramente se dedicaban entre ellos. Pero sobre todo los de ella.

Así, chicos, fólladme así.

Por la cara que la chica ponía se veía que estaba disfrutando del momento, de la sensación de sentir ambas vergas dentro de su cuerpo, mientras los chicos la besaban, acariciaban y penetraban sin descanso, venerando a aquella belleza que me volvía loco.

Por que debo confesarlo, aquella criatura, libertina, apasionada y sensual, me tenía loco. Observando como lo hacía con otros, no podía evitar desearla para mí, ansiar que mis manos tocaran su piel, que mis labios rozaran sus labios, que mi sexo se fundiera con el suyo en el fuego eterno de esta pasión que me quema.

Acerqué el objetivo del telescopio a la húmeda zona donde los tres sexos se unían, y contemplé como: cuando uno entraba el otro salía en una comunión perfecta, mientras el de ella, los recibía a ambos y se llenaba de jugos. Luego dirigí la lente hacía el rostro de la chica; estaba rojo, excitado, tenía los ojos cerrados, señal inequívoca de que estaba gozando, y parecía gemir sin descanso. Moví de nuevo el objetivo y busqué sus senos, que se bamboleaban al ritmo de las embestidas de ellos, mientras eran acariciados por el que tenía detrás. Alejé la lente para volver a observarlos en su conjunto. Y pensé que aquellos tres cuerpos tan bien compenetrados serían el mejor monumento al placer que existía sobre la faz de la tierra.

Mi mano seguía moviéndose ansiosa sobre mi verga, y empecé a gemir, el orgasmo estaba a punto de desatarse en mi cuerpo, mientras observaba como la chica empezaba también a convulsionarse. Sin duda la dulce caricia de ambos sexos masculinos rozando el suyo estaban logrando el objetivo deseado. La chica que corrió o eso me pareció a mí. Luego lo hicieron los chicos. Y a la vez lo hice yo.

Tras desahogarme, dejé de mirar por el telescopio. Me limpié, me vestí correctamente y encendí un cigarrillo, mientras me dirigía a la cocina para servirme alguna bebida, ya que tenía sed. Acababa de cerrar la puerta del frigorífico tras coger una cola, cuando sonó el teléfono.

¿Diga?.

¿Te ha gustado el espectáculo? – Era África. Volví al comedor, me acerqué a la ventana y la ví vestida ya, con el teléfono en la mano, saludándome.

Me has puesto a mil, nena.

Pues ve preparándote que voy para allá.

Yo ya estoy preparado, tú ven y tráete la cinta de vídeo.

En menos de cinco minutos, África estaba llamando a la puerta. Abrí y nos fundimos en un intenso y apasionado beso. Me encanta ver a mi África follando con otros y ella lo sabe, pero lo que más me gusta es hacerle el amor después de que se lo hayan hecho otros, por eso, preso de la excitación que me produce recordar como ha sido follada por los gemelos, empiezo a acariciar todo su cuerpo.

Espera, espera. – Me dice intentando deshacerse de mi abrazo. – Vamos a poner la cinta.

África entra en el comedor bamboleando sus caderas. Me gusta ver como se mueven al ritmo de sus pasos.

Se dirige al aparato de vídeo e introduce la cinta. Cuando aparece la imagen de ella sentada en medio de los dos chicos, yo ya la estoy abrazando, situado a su espalda, acariciando esos perfectos senos que otro ha estado manoseando unos minutos antes. África se deja hacer. Pega su cuerpo al mío y mueve su culo contra mi sexo, erecto de nuevo, sabiendo que eso me vuelve loco y me excita. Miro la pantalla del televisor y la veo manoseando los miembros de los gemelos. Sin perder detalle de lo que sucede en la pantalla, le subo la corta falda que lleva. Introduzco una de mis manos en su braguita, muevo mis dedos buscando el clítoris, acariciando su vulva que aún está húmeda.

¿Te lo has pasado bien follando con esos dos, eh, putita?.

Sí. – Me responde sin pudor, introduciendo su mano entre mi cuerpo y el suyo y acariciando mi sexo erecto por encima de la tela.

Me estremezco y ella me baja la cremallera, estoy ansioso por penetrarla, por poseerla y hacerla mía. Porque ella es sólo mía, aunque lo haga con otros. Y verla haciéndolo con otros me pone a mil. Por eso, le bajo bruscamente las braguitas, la pongo en cuatro sobre el suelo, de cara a la pantalla del televisor para no perder detalle. Extraigo mi erguido pene de su caliente refugio y la penetro. Un pequeño gemido escapa de su garganta. La sujeto por las caderas y empiezo a empujar. Me recuesto sobre su espalda, tiro de su pelo y la obligo a mirar la pantalla diciéndole:

Mírate, putita, mírate follando con esos golfos.

África gime excitada, empuja hacía mí para que mi sexo entre más en ella. Ella también se excita cuando se observa siendo follada por otros, recordando el magnifico momento que ha pasado.

Nuestros movimientos se acompasan, me agarro de sus senos y sigo arremetiendo, mientras la veo en el televisor siendo penetrada por ambos hombres. Mi excitación está en su límite máximo, voy a explotar y ella lo sabe, por eso acelera sus envites hacía mí. Alcanzo el orgasmo y justo después lo hace ella. Luego caemos rendidos al suelo. Nos besamos. África me mira profundamente a los ojos. Y me susurra:

Te amo.

Y yo también la amo y sé que después de mucho buscar, he encontrado a la mujer perfecta y que entre ambos hemos encontrado el equilibrio que hace que esta relación funcione.

 

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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