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El amigo de mi padre

en Sexo con maduros

EL AMIGO DE MI PADRE.

Me llamo Brígida y tengo 25 años. Soy una chica bastante normal y cuando sucedió lo que os voy a contar tenía sólo 20 años. Mis padres son relativamente jóvenes creo yo, ya que me tuvieron con 22 años, por eso para mí más que mis padres es como si fueran mis amigos. Por aquel entonces mi padre trabajaba en un estudio de arquitectos y llevaba un importante proyecto junto a un compañero suyo, Santiago, que tenía más o menos su edad. Cada noche venía más tarde y mi madre no hacía más que quejarse porque casi no podíamos verle y según ella mi hermano Miguel, (que tiene 4 años menos que yo) y yo necesitábamos verle.

¿Pero que quieres que hagamos? Tenemos que trabajar en ese proyecto, es muy importante, ya lo sabes. – Se excusaba mi padre.

¿Y por que no trabajáis aquí? – le propuso un día mi madre.

No sé.

A mi no me molestáis – dijo mi madres.

De acuerdo, se lo propondré a Santiago.

Así, al día siguiente a eso de la siete y media llegó mi padre con su compañero. Como ya he dicho, Santiago tenía más o menos la edad de mi padre, era alto, moreno y con unos impresionantes ojos negros que me era casi imposible dejar de mirarlos. Como podéis imaginar desde el primer día me quedé prendada de él. Poco a poco fuimos conociéndole y así supimos que estaba soltero y sin compromiso, al saber eso mi madre pensó que sería buena idea invitarle a cenar alguna vez, ya que a veces terminaban muy tarde de trabajar. Así fue como fuimos cogiéndole confianza y yo poco a poco fui enamorándome de él aunque debido a nuestra diferencia de edad, para mí era un amor platónico. Su comportamiento conmigo era bastante normal, por lo menos el normal entre un hombre de 40 años y una chica de 20, por eso cuando él se marchaba y nos íbamos a dormir yo no paraba de imaginar como sería sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo, sus besos sobre mi boca, sus manos sobre mi piel, etc. Imaginaba que hacía el amor con él y que era dulce, tierno y tranquilo, no nervioso y alocado como los chicos de mi edad con los que me había acostado en ese momento que sólo querían ir al grano y luego me dejaban con las ganas.

Día a día yo trataba de llamar su atención, me ponía minifaldas, tops, pantalones ajustados, ya sabéis, todo lo que se supone que le gusta a un hombre. Y poco a poco me pareció que empezaba a mirarme de otro modo. El día de mi 21 cumpleaños me trajo un hermoso ramo de rosas rojas que me encantó, aquello fue como una señal para mí y pensé que debía lanzarme definitivamente si quería conseguir algo. Durante días estuve esperando a que nos quedáramos a solas en algún momento para atacar, pero era muy difícil, pues él siempre estaba con mi padre. Hasta que finalmente se presentó la ocasión. Una tarde de viernes, cuando ya casi era la hora de cenar, Miguel todavía no había aparecido y mis padres estaban muy nerviosos, porque nunca solía retrasarse sin avisar.

No os preocupéis, se habrá quedado sin cobertura o sin batería y no habrá ningún teléfono cerca - trataba de animarles Santiago.

Mi madre nerviosa andaba de un lado a otro tratando de hacer la cena.

Mamá, no te preocupes, seguro que llegará enseguida . – le dije yo tratando de tranquilizarla.

Entonces llamaron por teléfono y se puso mi padre.

Si , soy yo – respondió.

.....

De acuerdo ¿pero él esta bien?

....

Ahora mismo vamos. – mi padre colgó y dijo:

Miguel ha tenido un accidente con la moto, tenemos que ir al hospital.

¿Pero que ha pasado? – preguntó mi madre poniéndose aún más nerviosa.

Mira, id vosotros dos y yo me quedaré aquí con Brígida hasta que vengáis. – propuso Santiago.

Sí, será lo mejor – corroboró mi padre. - ¿Te parece bien? – me preguntó.

Si, desde luego. Santiago y yo cenaremos y luego veremos la televisión. Es lo mejor. – acepté, viendo el cielo abierto, pues era la oportunidad que necesitaba para quedarme a solas con Santiago.

Así, mis padres cogieron sus cosas y se marcharon hacía el hospital, mientras Santiago y yo nos quedábamos a solas.

Bueno, ¿tienes hambre? – me preguntó tras cerrarse la puerta.

Sí, claro. Mamá ha hecho tortilla de patatas – dije yo.

Pues, entonces vamos a poner la mesa y a cenar. – me dijo tendiéndome la mano, yo se la cogí y nos dirigimos hacía la cocina.

Pusimos la mesa juntos y luego nos sentamos a cenar. Como siempre nos sentamos uno enfrente del otro y yo no podía dejar de mirarle.

¿Por qué me miras siempre así? – me preguntó repentinamente rompiendo el silencio que inundaba el comedor.

Porque me gustas – le respondí osadamente - ¿Te molesta?

No, me halaga, sobre todo porque eres joven y podría ser tu padre.

Entonces, eso quiere decir que no tengo ninguna posibilidad. Claro, debes tener tías a pares detrás de ti, más mayores y con más experiencia que yo.

Creo que esta conversación está tomando un camino que no me gusta – me cortó repentinamente.

Lo siento – le dije algo enfadada, me levanté de la mesa, recogí mi plato y me dirigí hacía la cocina.

Tras dejar el plato en el fregadero, él también entró en la cocina para dejar el suyo.

Me voy a dormir – le dije secamente.

¿Te has enfadado? – me preguntó ingenuamente, sujetándome por el brazo para que no me fuera.

No te preocupes por mi y olvida lo que te he dicho – le dije.

No puedo olvidarlo, porque creo que yo también siento algo por ti – me confesó – pero hasta ahora me lo he estado negando a mi mismo, porque tú eres muy joven y porque no sabía lo que tú sentías hacía mí.

Entonces nos miramos profundamente y nuestros labios se unieron en un apasionado beso. No sé como, pero nuestras manos empezaron a recorrer nuestros cuerpos, yo traté de desabrocharle la camisa, pero Santiago me dijo:

Espera.

Me cogió en brazos y me llevó hasta mi habitación, allí me depositó sobre la cama y se recostó a mi lado. Seguimos besándonos, mientras él me desabrochaba la falda y me la quitaba con cuidado. Luego me desabrochó la blusa que llevaba dejándome en bragas y sostén a continuación empezó a besarme el cuello haciendo que todo mi cuerpo se erizara. Despacio bajó hasta mi hombro y con mucha delicadeza me desabrochó el sujetador y me lo quitó, entonces me besó el escote descendiendo hasta mis senos, primero besó el derecho rodeando mi aureola, luego se dirigió al izquierdo y también los besó rodeando la aureola, seguidamente descendió poco a poco por mi tórax hasta llegar a mi ombligo me quitó las bragas y entonces me preguntó:

¿No serás virgen aún?

No – le respondí.

Bien.

Luego siguió besando mi cadera derecha descendiendo por esta hasta mi muslo haciéndome estremecer, yo entreabrí las piernas y a continuación dirigió sus besos a mi muslo izquierdo y ascendió hasta mi cadera. Yo estaba ardiendo de pasión y deseo por ese hombre, pero él iba despacio y con calma. Repentinamente sentí su beso sobre mi sexo y mi cuerpo se erizó por entero, luego sentí otro beso y volviendo a erizarse todo mi cuerpo y a continuación sentí su lengua recorrer mis labios vaginales e introducirse luego en mi agujero vaginal para seguir a continuación hasta mi clítoris haciéndome temblar una vez más.

¡Aaaahhhh! – gemí, jamás antes ninguno de mis amantes me había echo algo como aquello.

Santiago siguió jugueteando con su lengua alrededor de mi clítoris, cuando sentí como con sus dedos separaba mis labios vaginales e introducía uno de ellos en mi interior, los movió con suavidad hacía dentro y hacía afuera unas cuantas veces y eso unido al dulce tormento que aplicaba a mi clítoris hizo que me estremeciera nuevamente y que en pocos segundos alcanzara el primer orgasmo de la noche.

Cuando dejé de convulsionarme él se puso en pie y se desnudó, cuando se quitó el slip pude ver su sexo erecto, largo, grueso y bien formado. Era perfecto ( a mi parecer) no tenía nada que ver con el de los chicos con los que me había acostado hasta ese momento, pero supongo que era porque aquel sexo masculino había ya alcanzado su madurez y los que había visto hasta ese momento todavía no. Santiago se acostó a mi lado y volvió a besarme en la boca abrazándome. Cogió mi mano derecha y la dirigió hacía su sexo erecto.

Nunca has visto una así, ¿verdad? – me preguntó – Anda, tócala, no tengas miedo.

No tengo miedo – le dije – estoy fascinada, no tiene nada que ver con lo que he visto hasta ahora.

Así empecé a acariciar aquel aparato, mientras Santiago se acomodaba en la cama boca arriba, poco a poco me situé de rodillas en la cama y dirigí mi boca hacía el masculino sexo y comencé a lamerlo, primero la punta con delicadeza y luego todo el tronco de arriba abajo y de abajo a arriba, metiéndome todo el glande en la boca y chupándolo como si fuera un helado, lo que hizo estremecer a mi amante. Seguí chupando aquel delicioso manjar, mientras él enredaba sus manos en mi pelo y gemía satisfecho.

¡Uf, ah, ah! – musitó Santiago excitado.

Saqué el pene de mi boca y lamiendo el tronco hasta la base me dirigí hacia los huevos, chupeteé primero uno con mucha suavidad y luego el otro.

¡Aaaaaahhhh! – gimió él sensiblemente excitado.

Entonces me dirigí de nuevo al falo erecto y volví a lamer el tronco en sentido ascendente hasta alcanzar de nuevo el glande y volver a introducírmelo en la boca para chuparlo de nuevo. Santiago se estremeció tirando de mi pelo.

¡Uf, déjalo ya! – me indicó - ¡o me voy a correr!

Hice lo que me ordenaba y me recosté a su lado, le besé con pasión y le supliqué:

Necesito sentirte.

Tranquila – me dijo él.

Entonces se puso sobre mí, yo me abrí de piernas dispuesta a recibirle, Santiago guió su pene erecto hasta mi vagina y con delicadeza me penetró, cuando sentí su sexo completamente en mí suspiré. Él permaneció un rato inmóvil sobre mí mientras no besábamos con pasión y mis manos recorrían su espalda, mientras las suya masajeaban mis turgentes senos.

Te amo. – me dijo mirándome a los ojos.

Luego muy despacio empezó a moverse sobre mí haciendo que su sexo se deslizara por el interior de mi vagina. Yo me sentía llena de sexo masculino, como nunca antes me había sentido. Así, poco a poco Santiago fue aumentando el ritmo de sus embestidas haciendo que mi cuerpo sintiera el placer cada vez con más intensidad.

¡Ah, ah, ah! – gemía yo placenteramente, mientras él seguía embistiéndome una y otra vez.

Estaba casi a punto de alcanzar el orgasmos cuando Santiago se detuvo, me besó de nuevo, y luego continuó arremetiendo haciendo que de nuevo el placer creciera en mi cuerpo poco a poco, hasta que alcancé el primer orgasmo.

¡Aaaahhhh! – gemí placenteramente, fue algo maravilloso para mí. Algo que nunca antes había sentido.

Entonces Santiago sacó su sexo de mí y se recostó a mi lado. Dejando que descansara, su sexo siguió erecto durante algún rato, hasta que sonó el teléfono. Santiago corrió a cogerlo y yo fui tras él.

¿Diga?

..........

Vale, no os preocupéis, yo me quedaré aquí toda la noche. – dijo Santiago, por lo que intuí que hablaba con mis padres. – Hasta mañana.

Santiago se giró hacía mí, desnudo me parecía el hombre perfecto le miré de arriba abajo y me luego él me dijo:

Tus padres dicen que se quedaran con Miguel esta noche mientras lo tiene en observación, pero que está bastante bien, sólo tiene un brazo roto y algunos golpes.

Entonces me acerqué a él, le abracé y le besé con pasión. Al pegarme a él sentí su sexo creciendo entre ambos. Sus manos recorrieron mi espalda y luego mi culo y las mías recorrieron las suya. Instintivamente subí mi pierna derecha hasta su cadera y la enganché por la espalda, Santiago dirigió una de sus manos hasta mi sexo y empezó a masajearlo haciendo que mi cuerpo se convulsionara. Luego sentí como frotaba su erecto falo por mis labios sexuales, produciéndome una agradable sensación y finalmente me penetró.

¡Ah! – suspiré al sentirla de nuevo en mi interior.

Entonces Santiago me sujetó por las nalgas con sus grandes manos y empezó a atraerme hacía él una y otra vez. Yo sentía su pene entrando en mí una y otra vez. En aquella posición la sensación de penetración era diferente y más placentera aún que en la anterior. Yo me sujetaba a Santiago por sus hombros sintiendo como su sexo me penetraba sin descanso.

¡Oh, vamos nena! – me animaba él, nos besábamos sin parar mientras nuestros cuerpo bailaban la danza del amor.

¡Aaaaaahhhh! – gemía yo sintiéndole profundamente en mí.

Sus embites eran cada vez más rápidos, sentía su sexo hinchándose en mi interior, lo que denotaba que estaba apunto de correrse. Santiago me embestía cada vez con más ímpetu, lo que hacía que también mi sexo empezara a sentir el orgasmo y en poco segundos exploté en un maravilloso éxtasis, él continuó moviéndose hasta que también logró el éxtasis vaciando en mi todo su semen. Tras eso, nos abrazamos con fuerza, luego nos separamos y le dije:

Te amo. ¿Vamos a dormir?

Sí. – me respondió él.

Aquella noche dormimos juntos y por la mañana cuando desperté estaba sola en la cama, pero un inconfundible olor a café inundaba la casa. Me levanté, me puse una bata y me dirigí a la cocina. Santiago ya se había vestido y estaba preparando el desayuno.

Buenos días – le saludé.

Buenos días, princesa.

Se acercó a mí y me besó en los labios.

Tus padres han llamado hace un rato, dice que está esperando el alta y que estarán aquí sobre las doce. – me dijo mientras ponía los platos del desayuno sobre la mesa de la cocina.

Yo me senté en la mesa y le dije:

Se lo tendremos que decir a mis padres.

Si, no te preocupes, yo hablaré con ellos. Seguro que lo entienden.

Si, seguro que lo entiendes. ¿Desayunamos?

Desayunamos.

Al principio a mis padres les costo un poco entenderlo, sobre todo porque debido a la diferencia de edad no se fiaban de Santiago, pero al ver que sus sentimientos era verdaderos lo acabaron aceptando y ahora cinco años después soy una mujer felizmente casada con Santiago y madre de un niño de 2 años.

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