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Vale la pena amarte

en Hetero: General

VALE LA PENA AMARTE

"Vale la pena amarte, aunque estés al otro lado del Atlántico", mi memoria me lleva hasta esas palabras y ese momento en que las dije. Deseábamos tanto estar juntos y por fin, de verdad, siento que ha valido la pena amarte y que lo seguiré haciendo el resto de mi vida.

Te miro acostado sobre la cama, a mi lado, durmiendo plácidamente. Este ha sido el primer día del resto de nuestras vidas, y ahora sabemos que lo viviremos juntos. Por fin, nuestros deseos, se han hecho realidad. Por fin, ya no hay obstáculos, sólo tú y yo, y nuestro amor. Y ahora estás aquí, después de tanto desearlo, de tanto suplicarlo al cielo y al destino que nos llevó a amarnos, estás aquí. Ya no hay pantalla de por medio, ni teclado en el que expresar lo que siento, ahora ya sólo tenemos nuestras caricias, nuestros besos, nuestros cuerpos, nuestras voces, para expresarnos cuanto nos amamos. Y por llegar hasta aquí, ha valido la pena amarte, y por tenerte en esta cama durmiendo, vale la pena amarte.

Te abrazo con fuerza, mientras sigues dormido. Recuesto mi cabeza sobre tu hombro tatuado y empiezo a recordar.

Ayer por la tarde fuimos a pasear, era nuestro primer paseo juntos, la primavera llenaba la tarde de color y contigo de mi mano, el olor de las flores, la gente, el aire en mi cara, me parecían diferentes y trataba de retenerlos para no olvidarlos nunca. Para no olvidar jamás ese momento, ese primer paseo juntos. Mi ciudad me parecía más hermosa contigo contándome tus cosas, observando a tu alrededor con los ojos curiosos, descubriendo un nuevo mundo. No parábamos de besarnos cada dos pasos. Tú me decías:

Te amo.

Te amo – te respondía yo.

Y era lo único que éramos capaces de decirnos entre beso y beso.

De repente, mientras caminábamos por una ancha avenida, te subiste a uno de los bancos que había y cogiendo aire gritaste:

Damas y caballeros, niños y niñas, por favor, quiero que todos ustedes sepan – sonreí orgullosa, mientras la gente te miraba con cara de sorpresa – Estoy enamorado de esta mujer – me miraste sin parpadear, una inmensa sonrisa se dibujaba en mi rostro – Te amo, te amo, te amo.

Te aplaudí con todas mis fuerzas, la gente nos observaba, murmuraban, unos que estabas loco, otros, que era hermoso hacer eso y entonces me eché sobre ti, te abracé con fuerza y te besé en los labios. Te di el más apasionado de los besos, mientras algunas personas aplaudían. Cuando me separé de ti, te dije:

Te amo, te amo.

El resto del camino fue como un sueño, me olvidé del monumento que teníamos previsto visitar, busqué un pequeño hotel y pedí una habitación. Ambos sonreíamos felices, y no parábamos de besarnos, la recepcionista no dejó de mirarnos con envidia. Le enseñé mi DNI, firme la tarjeta de admisión. La recepcionista nos dio las llaves de la habitación y, nos dirigimos hacía el ascensor. Subimos a él, las puertas se cerraron y me abrazaste, me besaste nuevamente. Tus manos recorrieron mi cuerpo por encima de la ropa. Tu cuerpo pegado al mío, me hacía arder de deseo. También el deseo y el amor quemaba nuestras almas en el mismo fuego. El ascensor se paró y las puertas se abrieron. Como si estuviera en un sueño, salí del ascensor, buscamos la habitación. Nerviosa puse la llave en la cerradura, tú detrás de mí, me besaba en el cuello y eso acrecentaba mis nervios.

Por fin, logré abrir la puerta. Entramos y la cerramos detrás de nosotros. Intenté llegar a la habitación, pero cogiéndome de la mano, me atrajiste hacía ti, me hiciste apoyar de espaldas en la pared del recibidor y me diste un beso, profundo, largo, apasionado. Un beso en el que nuestras lenguas juguetearon a sentirse, buscarse y encontrarse en una maraña de ansiedad y deseo. Tus labios se escaparon de mi boca y descendieron hasta mi cuello, mi cuerpo se estremeció al sentir tu lengua sobre ese punto tan sensible. Cerré los ojos, estaba en el paraíso, en nuestra isla. Tus manos posadas en mi cintura, ascendieron hasta mis senos y los acariciaste suavemente por encima de la blusa. Un suspiro escapó de mi garganta, mis manos codiciosas, acariciaban tu cabeza rapada al cero, descendiendo luego hacía tus hombros.

Te amo – exhalé con la voz entrecortada.

Acercaste tus labios a los míos, me besaste y dijiste:

Yo a ti también, mi reina.

Y el paraíso estaba allí entre nosotros, lleno de flores hermosas, de sueños conseguidos y de amor, nuestro amor. Mi corazón temblaba. Tus manos empezaron a desabrocharme la blusa. Te quité la camisa y te supliqué:

Date la vuelta – quería ver el tatuaje. Esa enorme águila que me habías contado, estaba tatuada en tu espalda.

Mis ojos se abrieron como platos al verla, realmente era enorme y hermosa y parecía gritar: "libertad", desde sus alas. Acerqué mis labios a ella, y la besé. Besé tu espalda tatuada y tú te estremeciste al sentir mis labios. Volviste a girarte hacía mí, me quitaste la blusa, mientras lamías mi cuello. Tus manos descendieron hacía mi falda, la desabrochaste, la dejaste caer al suelo y acariciaste mi culo con tus manos. Me abrazaste con fuerza y nos besamos otra vez, apasionadamente. Me desabrochaste el sujetador, dejando libres mis senos. Atrapaste mi pezón derecho entre tus labios, lo mordiste y lamiste, haciéndome gritar de deseo. Repetiste la acción con el otro pezón, volviéndome loca de amor. Me mordí el labio inferior y seguiste descendiendo, lamiendo con la lengua hasta llegar a mis braguitas. Muy despacio me despojaste de ellas, bajándolas despacio por mis piernas hasta llegar a mis pies. Sentí tus labios besando mi clítoris con suavidad. Mi sexo estaba empapado, te deseaba tanto. Tus dedos siguieron el camino hacía mi vagina y se introdujeron en ella. Gemí excitada, tus dedos empezaron a moverse, entrando y saliendo, lo que hizo que mis piernas empezaran a flaquear.

Me cogiste en brazos y me llevaste hasta la cama, depositándome en ella. Me tomaste de las rodillas, separando mis piernas. Lamiste mis rodillas, luego las piernas, dirigiéndote a mi entrepierna. Tu lengua recorrió mi ingle, mientras tus manos me sujetaban por la cintura. Lengüeteaste mis húmedos labios de arriba abajo y de abajo a arriba. Mi respiración se agitaba cada vez más. Apretaste con tu lengua hacía el interior, introduciendo sólo la punta en mi vagina, y comenzaste a moverla, dentro y fuera, de un lado a otro, haciéndome estremecer. Me tomaste de los muslos, enterrando tus dedos en ellos, empujando mis caderas hacía ti y haciendo que tu lengua se introdujera más en mí. Un fuerte gemido salió de mi garganta. Seguiste engullendo mis jugos, lamiéndome mientras mi cuerpo disfrutaba del placer. Mis manos sobre tu cabeza, la empujaron con fuerza hacía mí. Te deseaba tanto.

Y entonces te pusiste sobre mí, me besaste mirándome a los ojos, tu sexo quedó frente a mi sexo, que húmedo te deseaba, palpitaba por ti. Nos besamos con pasión, comiéndonos los labios, la lengua, nuestros corazones latían al unísono, al mismo ritmo, por un mismo sentimiento. Y por ese sentimiento vale la pena amarte. Tu sexo erecto, chocó contra mis labios vaginales, lo empujaste levemente hacía dentro y sentí como resbalaba por las paredes de mi vagina, como me llenaba, como estabas por fin dentro de mí. Te abracé fuerte con mis brazos y piernas, volvimos a besarnos. Me miraste a los ojos y me dijiste:

Te amo.

Te amo. – te dije yo.

El fuego de nuestro amor ardía entre nosotros, y ambos empezamos a movernos, a cabalgar, a sentirnos, a amarnos. Porque aquello era amor y pasión. Amor infinito, amor sin límite, nuestro amor. Tú empujabas hacía mí y yo hacía ti, cada vez más velozmente, con más pasión, sintiéndonos el uno al otro. Mis manos arañaban tu espalda, mi boca mordía tu cuello, mientras tu boca mordía el mío y nos amábamos salvajemente. Tu sexo empezó a hincharse dentro de mí. Y un maravilloso cosquilleo empezaba a esparcirse por mi cuerpo, llenándome por completo, hasta hacerme estallar en el más maravilloso de los orgasmos, estremeciéndome de placer. Pocos segundos después, también tú alcanzaste el orgasmo, vaciándote en mi. Nos abrazamos con fuerza los dos. Y entonces te susurré al oído:

Vale la pena amarte, cariño.

Me miraste a los ojos, un par de lágrimas brillaban en ellos, te besé y volví a abrazarte. Luego te acostaste a mi lado y nos quedamos abrazados hasta que el sopor nos venció.

Cuando desperté eran ya las nueve de la noche, tu seguías dormido. Tu rostro tranquilo y apacible me pareció tan hermoso, que no pude evitar acercar mis labios a los tuyo y posar un beso en ellos. Despertaste y al abrir tus ojos dijiste:

Pensé que lo había soñado, pero no es así, sigues aquí.

Si, mi amor, sigo aquí y aquí seguiré todo el tiempo que quieras. Te amo, cielo, y no pienso dejar de hacerlo.

Me abrazaste con fuerza contra ti. Tus labios rozaron mi oído y mi cuerpo se erizó. Empecé a desearte de nuevo, busqué tus labios y te besé. Me deslicé despacio bajo las sábanas, hasta llegar a tu sexo, que en poco segundos se alzaba erecto y deseoso. Lo así con mis manos, y besé el glande, el pene se movió levemente. Empecé a chuparlo y lamerlo con deseo. Oí que gemías y suspirabas. Tu cuerpo se erizaba excitado, mientras yo seguía masajeando el tronco con la mano y chupaba el glande, trazando círculos sobre él. Descendí con la lengua por el tronco, hasta llegar a los huevos, que chupeteé y lamí. Volví a ascender por el tronco hasta llegar de nuevo al glande, mientras masajeaba los huevos con mi mano, muy suavemente. Tu sexo cada vez se hinchaba más dentro de mi boca, tus manos me apretaban la cabeza contra tu pene. Suspirabas y gemías excitado. En pocos segundos, sentí el caliente semen llenando mi boca y traté de tragarlo, mientras tú te convulsionabas excitado. Cuando dejaste de hacerlo, me acosté a tu lado. Volvimos a besarnos y te dije:

Te amo.

Te amo.

Y nuestro amor lleno la habitación de color y nuestros corazones de flores. Vale la pena amarte, por soñar cada día que algún día este sueño se convertirá en realidad. Vale la pena amarte, por desear cada día que llegue el día en que estemos unidos para siempre. Vale la pena amarte por sentir lo que siento en mi corazón, aunque a veces me duela amarte así, aunque a veces esta distancia que nos separa, me parta el corazón. Vale la pena amarte.

Erotika, (Karenc, del grupo de autores de TR)

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