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Mi historia (07: Julio 2001)

en Grandes Series

01. Semana del 2 al 8 de Julio

El lunes me levanté para ir a trabajar y estaba matado. Las cuatro horas de sexo que acabaron a las tres de la mañana del día anterior habían podido conmigo. Al llegar a la oficina pedí a María que me trajera un café y algo para comer. A los quince minutos entró con un café y un croissant de una pastelería cercana. Mike vino a hablarme de unos nuevos proveedores en Italia, Francia y Reino Unido con los que había estado contactando su equipo. Estudiamos uno a uno lo que hacían y nos dio la hora de comer. Para no cortar a medias la conversación nos fuimos a comer juntos. Tras comer seguimos y terminamos de ver todos los posibles proveedores a las cinco y media de la tarde. Estudiar los productos de cincuenta y cinco proveedores en tres países no es, ni mucho menos, una tarea ligera. Tras irse Mike revisé mis correos y contesté aquellos que eran más urgentes y, poco después de las seis, me fui para casa. Quería aprovechar la semana con Rocío pues el viernes ambos nos íbamos para Cuenca y, el domingo, me volvía sin ella para que pasara una semana de vacaciones con sus padres. Estaría toda la semana sin ella y volvería a recogerla el viernes siguiente para el domingo volver a Madrid y el lunes volar a Menorca. Salimos juntos esa noche a cenar pero a las diez ya estábamos de vuelta en casa y a las once y medía acostándonos y durmiéndonos. Abrazados pero sin sexo.

El martes vino a verme a la oficina Mike con un calendario de visitas alrededor de mis vacaciones. Iríamos a París, durmiendo una sola noche, la semana que Rocío estaba en Cuenca y estaríamos en Londres tres noches la semana después de estar yo en Menorca. Para Italia como no consiguió buenas fechas se iría con su numero dos, un chico llamado Alberto, que le acompañaba en algunas ocasiones en que yo no podía ir y para aquellos viajes en que no se buscaba nuevos proveedores sino que eran más de mantenimiento que otra cosa. Tras reunirme con Mike lo hice con Raquel pues quería que fuéramos terminando cosas antes de irme yo de vacaciones. Me comentó que solo quería poner un par de comidas en mi calendario ese mes y que, sabiendo tan pronto mis viajes internacionales y mis vacaciones sería fácil encontrar un hueco. A las cinco salí de la oficina pues había quedado con Rocío, Laura y Antonio para ir a cenar y quería pasar un rato antes con Rocío. Al llegar a casa la encontré descansando en el sofá mientras leía un libro. Me senté a su lado y empecé a besarla. Me dijo que esa noche lo haríamos pero que en ese momento necesitaba descansar. Me pareció justo. Alargué el brazo y cogí mi libro que empecé a leer. A las ocho menos cuarto dejé de leer y me fui a cambiar para ir a la cena con nuestros amigos. La cena fue, como siempre, muy agradable pero esta vez fue especialmente importante. Nos informaron que se iban a casar, en Madrid, el 12 de Octubre de 2002. Rocío se puso súper contenta y Antonio dijo que los siguientes éramos nosotros. Tras salir del restaurante fuimos a dar una vuelta y, como casi siempre pero esta vez por una buena razón, Rocío y Laura iban a su bola. Le conté a Antonio que me alegraba mucho por él y me dijo que ahora iba a ser duro. Que necesitarían nuestra ayuda. Luego lo pensó y dijo, yo al menos necesitaré la tuya. Estas dos creo que lo van a disfrutar. Ambos reímos y cambiamos de tema. Tras una vuelta de una media hora llegamos al parking donde ambos teníamos aparcados los coches. Nos despedimos muy efusivamente pero antes de irnos Laura nos pidió un favor y es que quería que ambos fuéramos testigos. Lógicamente dijimos que si. Una vez en el coche con Rocío esta estaba especialmente cariñosa.

– ¿Tienes un poco de envidia? - la pregunté

– Si – contestó – Pero se que para nosotros aun es demasiado pronto. Pero está claro que me gustaría estar en esa situación. Me alegro mucho por ellos.

Seguimos hablando de nuestra relación. Ambos nos queríamos pero no estábamos por la labor de comprometernos a los cuatro meses de habernos conocido. Nuestra relación debía evolucionar. Cuando llegamos al garaje fuimos hacia el ascensor agarrados como enamorados. La noticia de la boda de Antonio y Laura había surtido efecto en ambos. Al entrar empecé a besarla. Ese día iba muy veraniega tanto en su ropa, falda y polo, como en los colores. La falda era de un amarillo canario con botones en la parte delantera y el polo verde ácido de Ralph Laurent con el cuello levantado, algo que ella llevaba y quedaba genial pero si lo llevaba cualquier otra persona parecería hortera. El cinturón era grueso, de tela, y a rayas horizontales rosas y blancas. Calzaba unas sandalias de esparto blancas con algo de plataforma. Al salir del ascensor mantuvimos la compostura pero, nada más entrar en casa, la agarré y la besé durante algo menos de un minuto. Tras romper el beso la cargué y la llevé hasta la habitación donde la tumbé en la cama. Antes de ponerme junto a ella me quité el polo y los bermudas que llevaba. Mientras ella me miraba con cara de pasión acariciándose sus senos a través del polo. Una vez desnudo me subí encima suya y haciendo que levantara un poco el tronco la saque el polo. Una vez el polo estuvo fuera caí sobre ella y empezamos a besarnos mientras nuestras manos exploraban nuestros cuerpos. El juego nos llevo a rodar por toda la cama mientras nos besábamos y acariciábamos. En un momento dado ella quedó sobre mi y se levantó quedando de rodillas sobre mi. Aprovechó el momento para quitarse el sujetador y ponerse la falda alrededor de su cintura. Mi pene, que a estas alturas ya estaba absolutamente erecto, reaccionó con un pequeño movimiento de excitación. Ella fue consciente de ello y lo cogió con sus manos. Me sonrió y lo llevo a la entrada de su coño y, poco a poco empezó a introducirlo. Su lentitud al introducirlo me causaba inquietud. Siempre en esos casos el que marca el ritmo, en este caso ella, tiene la sartén por el mango. Me estaba excitando sobremanera y, a la vez, quería mayor velocidad. Se lo pedía pero con cara de maldad me miraba y sonreía. La dije que si seguía así me iba a correr rápido. Tras decir eso me miró, puso cara de no haberle gustado lo que había dicho. No se si estaba enfadada pero rápido me quedó claro que no pues sonrió con dulzura y dejo que todo mi pene se introdujera en su conejo con la ayuda de la fuerza de la gravedad. En ese momento cambió de estrategia y empezó a moverse a toda velocidad. A mi me pilló un poco de sorpresa y consiguió que aguantara más gracias a ese mínimo cambio de actitud. Pasarían unos diez minutos hasta que ella se corrió. Unos segundos después, a mitad de su corrida, fui yo el que eyacule. Había sido un muy buen polvo y ella se dejo caer a mi lado, girándome yo y quedando una parte de mi pene dentro de su coño. En esa posición y desnudos quedamos dormidos.

El miércoles se me complicó algo el día en la oficina. Tuvimos un problema de esos que son frustrantes pues no se pueden achacar ni al proveedor, ni al transportista, ni a nosotros mismo. El camión que transportaba un pedido desde Francia sufrió un pequeño accidente cerca de la frontera, aun en Francia, y, si bien no hubo víctimas, el pedido quedó arruinado. El transportista tenía un seguro que pagaba por las pérdidas pero eso no nos quitó de tener que llamar a todos los clientes y comentarles lo sucedido. Algunos lo entendieron mejor que otros y unos cuantos intentaron negociar a la baja ese pedido. Tuvimos que aceptar pues, la verdad, no es que fuera un pedido enorme y tener contentos a los clientes era vital. A las tres llamé a Rocío para contarla el problema y me dijo que al terminar de trabajar se pasaría por mi oficina a ver como lo llevaba. A las seis estaba Rocío en mi despacho y yo aún tenía casi una hora de trabajo por delante, quizás dos. Puesto que también Raquel estaba con esta complicación pensó en irse para casa. Al final María, que en ese momento se iba a casa, se ofreció a que fueran juntas a su casa y así podía ver a las niñas. Al fin y al cabo yo iba a ser padrino de la segunda hija de María y ella era mi pareja cada vez mas estable. Rocío me preguntó que le parecía y yo la dije que fuera que era la "padrina consorte". Quedamos en que cuando yo acabará iría a buscarla a casa de María. A las ocho y medía estaba saliendo de la oficina y llamé a Rocío para decirla que iba a por ella y esta me dijo que María y ella estaban preparando la cena pues ya habían acostado a la pequeña y la mayor quería verme. Lógicamente fui para allá y cenamos en casa de María. A las diez y media, cuando acostaban a la niña en verano, nos fuimos a casa y, tras ver un ratito la tele, nos fuimos a dormir. Sin polvo mediante.

Al fin llegó el jueves y ya podía ocurrir otra catástrofe que yo ese día salía pronto de la oficina. Ese fin de semana yo me iba con Rocío a Cuenca, a casa de sus padres, y no iba a tener sexo con ella ni ese fin de semana, ni la semana siguiente, en la que yo estaba en Madrid mientras ella permanecía en Cuenca, ni al siguiente fin de semana cuando volveríamos a Madrid para el lunes irnos a Menorca. Por suerte no ocurrió nada y pude salir a las cinco. Nada más salir fui a casa donde ya estaba Rocío. Nos sentamos a descansar un poco abrazados pero con el aire acondicionado puesto, no esta Julio en Madrid como para estar abrazados sin aire acondicionado. A las ocho, cuando ya baja algo el calor nos vestimos para salir a cenar. Fuimos a un Chino que nos habían recomendado cercano a la plaza de Colón y, tras la cena, volvimos dando un paseo bajo el calor ya soportable de la noche madrileña. Dando el paseo decidimos parar un ratito en una terraza de la Castellana. Tras tomar una copa nos fuimos hacia casa donde llegamos al filo de las once de la noche. Iba a ser nuestra última noche de sexo en un buen rato así que decidimos aprovechar e inmediatamente fuimos a la cama besándonos. Una vez en la habitación yo me quité mi polo mientras ella hacía lo propio con el suyo. Tras esto volvimos a un beso ardiente y, mutuamente, nos ayudamos a quitarnos los pantalones vaqueros que llevábamos. Los besos se interrumpieron para poder quitarnos los pantalones del todo y, una vez en ropa interior nos tiramos a la cama. Yo quedé encima de ella y empecé a alternar los besos entre su boca, su vientre plano y sus pechos. Ella se dedicó a pasar sus manos por mi cuerpo y mi cuello. Poco a poco mi pene se fue endureciendo y, cuando ya estaba muy duro, decidí interrumpir momentáneamente los besos y caricias para quitarme el calzoncillo. Ella aprovechó el momento para quitarse a su vez la braguita y el sujetador que usaba ese día. Volví a tumbarme sobre ella y aproveché para seguir besando sus erectos senos. Ella hizo un movimiento brusco que acabo conmigo debajo de ella y empezó a pasar su lengua por todo mi cuerpo desde el cuello hasta el pene. Una vez terminaba de pasar la lengua por el pene volvía al cuello. Repitió esto unas cinco veces y cuando ya no pude mas fui yo quien hice el movimiento brusco para recuperar la iniciativa. La abrí un poco las piernas y empecé a perforar su ardiente coño sin reparos. Ella gemía y me pedía que la diera mas. Y yo seguí dándola hasta que se corrió. Una vez hubo explotado la dejé descansar un segundo con mi pende dentro y, cuando estuvo más calmada, volví a la carga. Ella me dijo que siguiera que era genial y como pude lo hice. Luche por no correrme pues la verdad es que ganas tenía hasta que me dijo que se iba a correr por segunda vez y, solo entonces, me corrí yo. Fue como un pistoletazo de salida para su corrida. Ambos acabamos agarrados y mirándonos a los ojos diciéndonos que nos queríamos.

El viernes me llevé mi maleta y la de Rocío o la oficina. Ella se fue al trabajo en transporte público y así yo pasaba a recogerla a las tres a su oficina y nos íbamos para Cuenca directamente. Ese día el trabajo fue relativamente tranquilo y lo pase contestando mails, hablando con Mike y Raquel sobre asuntos de trabajo y haciendo unas pocas llamadas que tenía pendientes. Poco después de las dos y media salí hacía la oficina de Rocío. Llegué un par de minutos antes de las tres pero apenas tuve que esperarla pues puntual salió de la oficina. Se metió en el coche y fuimos camino de casa de sus padres. Una vez en Cuenca me guió hacia la casa que era un chalet grandecito en una urbanización privada. Al llegar llamamos al timbre de la verja y nos abrieron la puerta de esta. Introduje el coche y, cuando salimos de este, ya nos esperaban los padres de Rocío y su hermana Diana. Tras los saludos de rigor el padre de Rocío me ayudó a introducir las maletas en la casa. Una vez dentro hablo el padre de Rocío:

– Diana nos ha convencido que debíais dormir juntos ya que en Madrid sabemos que ella pasa mas tiempo en tu casa que en la nuestra. Pero la habitación de Rocío solo tiene una cama y es de 90 y las habitaciones de invitados tampoco tienen cama de matrimonio. Si os parece bien el lunes vamos a comprar una cama nueva para la habitación de Rocío y así lo normal es que este aquí para cuando vuelvas el fin de semana que viene. Mientras tendrás que dormir en la habitación de invitados.

– Me parece perfecto - dije yo pensando que le debía una a mi cuñadita

Rocío no dijo nada pero se acercó a su padre y le dio un beso en la mejilla seguido por otro a su madre. Tras instalarnos en las habitaciones bajamos a charlar un poco con sus padres y cenamos pronto pues esa noche Diana ya había echo planes por nosotros y habíamos quedado a las once y media en un pub donde me iba a presentar a todas las amigas de la adolescencia de ambas. Tras cenar nos dimos unas duchas rápidas y nos cambiamos. Yo me puse unos vaqueros negros y una camisa de Ralph Lauren color azul clarito mientras que Rocío se puso un vaquero de pitillo color blanco con una blusa sedosa de color gris muy oscuro y unos zapatos de alto tacón del mismo color que la blusa. Diana se puso vaqueros y una camisa a rayas blancas y rosas. Una vez estuvimos todos listos cogimos mi coche y nos dirigimos al lugar en el que habían quedado. No sabía que esperar ni del lugar ni de las amigas. Rocío estaba especialmente cariñosa. Y se lo dije.

– Esta hoy no te suelta que es muy posesiva - dijo Diana

– Que tonta eres! - contesto Rocío - Estoy nerviosa porque has invitado a medio Cuenca, si fuera a conocer a Mónica y Teresa no habría problema pero es que has invitado a 20 personas y sus respectivas parejas.

– Cuñadito lo que pasa es que a Rocío le ponen nerviosas unas chicas de su clase que siempre fueron un poco víboras. No se da cuenta que las invité para que se murieran de envidia.

– No me caen muy bien la verdad. Casi me pone mas nerviosa que sepan que estoy con un chico con tu nivel adquisitivo. Si no me tildan de puta irán a por ti - comentó Rocío

– Que vengan - dije yo - Que se volverán de vacío. Por mi no te preocupes.

Y llevé mi mano a su rodilla para darla una caricia que la calmara.

– Se que no eres de vacilar pero veras que los novios de algunas de estas si lo son. Están con ellos por la pasta. Y no quisiera que fueras a dejarlos en ridículo. Ellos son de buenos trabajos a nivel Cuenca pero ya te anticipo que ninguno es dueño de una empresa que facture al año lo que tu facturas al mes.

– Tranquilízate. No daré muchos detalles. Vamos a divertirnos.

Y según decía eso me indicaron que podía aparcar en un sitio que había ahí libre e iríamos al pub andando. Al llegar al pub este era un local que, evidentemente, era el lugar de ocio del pijerio conquense. Me preocupaba ir demasiado pijo pero ya os digo que mas bien iba hasta cutre. Rocío se agarró a mi brazo y Diana dijo:

– Tranquila hermana

Nos acercamos a un grupo de cuatro parejas y me las presentaron. Dos eran las mejores amigas de Rocío en Cuenca, Mónica y Teresa y sus respectivas parejas, y las otras dos unos amigos menos especiales. Por lo que me susurró al oído Diana aun no habían llegado las víboras. No puede mas que reír antes su observación. El tiempo fue pasando y cada vez llegando mas gente. Muchas amigas rodeaban a Rocío. Hablaban de sus cosas y de mi, que notaba las miradas. Yo mientras hablaba con muchos de los chicos y Diana y Rocío se turnaban como podían para ver que tal iba. En un momento dado entraron dos chicas monas, una rubia y otra morena, pero menos que mi Rocío. Los dos tíos que las acompañaban eran bastante mas feos que ellas pero hiperpijos. Y lo digo yo, que para el 90% de la población soy un pijo de aúpa. Diana se acercó a mi y me dijo: las víboras. No era el momento de abandonar a Rocío así que me acerque a ella sin que pareciera forzado y estuve para las presentaciones. A uno de ellos ya lo conocía Rocío pero al novio de la otra no y me llamó la atención que más que una presentación parecía la lectura de su curriculum vitae. Eche en falta que nos dijera cuanta pasta tenía en la cuenta corriente. Rocío fue al grano y dijo:

– Este es Carlos, mi novio.

Estire mis manos a ellos y besé a ellas que no tardaron en ir al grano:

– ¿A que te dedicas Carlos? - preguntó la rubia

– Trabajo en una empresa de importación y exportación en Madrid.

– ¿Y se vive bien de eso? - preguntó la morena

– Yo no me puedo quejar - dije - Como en todos los sectores supongo.

– En Madrid me han dicho que los sueldos no son muy altos y la vida es muy cara - soltó la rubia

– Si, es un problema de las grandes ciudades supongo - dije

– Encantadas - dijo la rubia yéndose a saludar a los demás y haciendo de portavoz de la morena.

Ellos las siguieron mientras Rocío y Diana me miraban

– ¿Que? - dije yo

– ¿Trabajas? - preguntó Diana

– Que pasa, ¿pensáis que me toco los huevos? - dije echándome a reír.

– No es eso es que aquí todos saben que tienes una empresa. Cuando se enteren esas dos pensaran que las vacilabas.

– Pues entonces demostraran que no son tan tontas como me han parecido pues, en efecto, las vacilaba.

Y dando un trago a la copa besé a Rocío. El resto de la noche pasó rápido entre conversaciones con extraños. Me fascinaban los novios de las víboras pues no paraban de hablar de cuanto tenían y lo bien que les iba. Y eran un poco pringados. A las 3, cuando cerro el pub, decidimos volver a casa de Rocío a descansar.

El sábado me levanté a las diez, tras poco mas de seis horas y media en la cama, y bajé a la cocina del chalet de los padres de Rocío tras darme una reparadora ducha. Estaban los padres de ella tomando el desayuno mientras leían los periódicos del día. Saludé a ambos y se extrañaron por cuanto madrugué. Les comenté que tampoco soy de dormir mucho y empezaron a interrogarme con cierta elegancia. Lo entendía pues Rocío me había dicho que Diana había sido mi embajadora en casa de sus padres durante la semana anterior pero, aún así, Rocío era su hija. Tras el interrogatorio estuvimos hablando de Cuenca, de ellos, de vivir en una ciudad pequeña y, cuando salió su madre a ver como iba la farmacia, de fútbol. Según iba pasando la mañana se fueron levantando primero Rocío, al filo del mediodía, y luego Diana casi a la una. A las dos llegó la madre de la farmacia e, inmediatamente después, llegó el hermano de Rocío y su mujer que llegaban a pasar una semana con ellos. Comimos en el patio unas ensaladas y algo de fiambre. La comida fue ligera pues esa noche teníamos una barbacoa en la casa a la que asistirían casi treinta personas entre amigos de la familia y de los hijos. Mantuvimos una increíble sobremesa de casi tres horas con el café. Disfrutaba la presencia de todos ellos. Quizás la cuñada de Rocío era la menos habladora pero en general eran todos muy agradables. A las seis levantamos la tertulia y nos repartimos las tareas. Las dos chicas que trabajaban en la casa estaban limpiando y organizando la cocina. A la hora de la barbacoa se irían a sus casas. A Rocío, Diana y a mi nos tocó ir a comprar bebidas y recoger la carne. Cuando llegamos a la casa de vuelta a las ocho ya habían llegado algunos invitados aunque, en principio debían llegar a las nueve. Como supuse, eran aquellos de mayor confianza que habían ido a echar una mano. Estaba un amigo del trabajo del padre de Rocío y su esposa y una amiga de la madre con su esposo. Me los presentaron a todos y hablamos un rato corto antes de cada uno seguir con nuestras tareas preparatorias. A los quince minutos de llegar nosotros vinieron las dos mejores amigas de Rocío con sus parejas. Al verlas entrar Rocío me cogió de la mano y fuimos a saludarlas. Una de ella, Mónica, fue la primera en hablar tras los saludos dirigiéndose a mi:

– Ayer fuiste la sensación de la noche

– ¿Debería estar halagado? - pregunté

– Las víboras iban por ahí diciendo que eras majo y tal pero que se notaba que querías aparentar tener pasta

– Que cracks son esas dos - dije

– ¿Que las dijiste para que vayan diciendo que aparentas? - preguntó Teresa

– Seria por ir con ropa de marca y hacerme el loco cuando me preguntaban cuestiones relacionadas con el dinero

– Que esa es otra. Las dijiste que trabajabas en una empresa no que fueras el dueño.

– Y dale, los dueños también trabajamos - y me eché a reír

– No le hagáis caso - dijo Rocío - Le dije que no me caían bien y que iban por la pasta y el se dedicó a vacilarlas

– Este chico me cae bien - dijo el novio de Mónica

Rocío cogió a sus amigas y se las llevo a ayudar cuando nosotros nos ofrecimos nos dijeron que nos fuéramos cerca de la piscina a tomar unas cervezas y las dejáramos en paz. Estaba claro que empezaba el momento cotilleo. Pedro, el novio de Mónica, Raúl, el de Teresa, y yo nos fuimos a coger un par de cervezas y empezamos a hablar de nuestras cosas. Eran chavales majos. De la misma edad que Rocío tanto ellos como Teresa y Mónica estaban en el último año de universidad. Hice una nota mental de ver si fichábamos a alguno. La cerveza bajaba poco a poco pues cada dos segundos venían o Rocío o uno de sus hermanos o uno de sus padres a presentarme a alguien. Ni que decir tiene que no me acordaba del nombre de más de la mitad de la fiesta. Sin embargo lo pasé muy bien. Lo bueno de tener uno su propia empresa es que está mas que acostumbrado a ir a reuniones y mantener conversaciones insustanciales en fiestas, ferias y reuniones con gente de lo más diversa. Eso le permite a uno salir airoso de este tipo de situaciones. Y lo mejor no es ya salir bien sino que los padres de tu novia, que te invitan por primera vez a tu casa empiezan a pensar que pude ser que seas un buen partido. Al fin y al cabo terminas cayéndole bien a mas de media fiesta. Los invitados empezaron a irse a las doce y media y a las cuatro ya solo quedábamos los jóvenes charlando en una mesa junto a la piscina. Serían las cinco cuando se despidieron los últimos y nos fuimos a dormir. Antes de irnos a la cama Rocío y yo estuvimos un buen rato besándonos en la puerta de su habitación hasta que su hermana llegó y nos dijo que tomáramos aire. En ese momento nos separamos y cada uno fue a su habitación.

El domingo me levanté a las once y media y, de nuevo, fui el primero en hacerlo. Estuve un rato hablando con los padres de Rocío. Hacia las doce bajó Rocío y media hora mas tarde su hermana Diana. Su hermano y su mujer seguían durmiendo. Ese día íbamos a ir a comer a un restaurante del centro todos y Diana sugirió que nos fuéramos Rocío, ella y yo a tomar unas tapas antes de comer. A Rocío le pareció bien así que fui a hacer mi maleta para tenerla lista ya que esa tarde saldría para Madrid. Así, una vez terminada la comida, no tenía que ponerme a hacer la maleta. Las tapas fueron bien aunque yo estuve a mostos porque la noche anterior bebimos bastante y esa tarde tenía que conducir. No quería beber mas alcohol que, quizás, una copa de vino en la comida. A las dos y media, tras hora y media de tapas, fuimos al restaurante donde, casi a la vez, llegaron los padres y su hermano con la mujer. La comida fue muy agradable y salimos del restaurante a las cinco. Volvimos a casa de los padres y, tras despedirme de Rocío con un largo beso en la intimidad, salí hacia Madrid a las seis. A las nueve estaba en casa cenando un yogur y llamé a Rocío para decirla que todo bien. En la conversación me dijo que estaba recibiendo un feedback muy bueno sobre mi. Tras colgar me puse una peli y me fui a dormir.

02. Semana del 9 al 15 de Julio

El lunes sin Rocío fue de lo más productivo. No tenía reuniones y fui capaz de cerrar muchísimos frentes que estaban abiertos. Quería esa semana dejar cuantas mas cosas cerradas mejor para no recibir muchas llamadas en mi semana de vacaciones. Aguanté en la oficina hasta las ocho y me fui a casa a descansar. Esa noche cené poco mientras hablaba con Rocío por teléfono. Estuvimos cerca de media hora hablando hasta que tuvo que ir a cenar con sus padres. Me comentó que, como dijo su padre, fueron esa mañana a comprar una cama de matrimonio para que pudiéramos estar juntos cuando fuera a Cuenca. La cama que compraron fue de 1,5 metros.

El martes mi día fue igual que el lunes. Casi un calco. Pero no fue igual. Algo cambió a las siete y media de la tarde. Hacía ya una hora y media que se fue la última persona de la oficina cuando oí que alguien abría la puerta principal. Esa llave la tiene muy poca gente así que me pregunté quien podía ser. Pronto lo descubrí pues se abrió la puerta de mi despacho y apareció María. Se había despedido de mi hacia, mas o menos, hora y media y ahora volvía. Y no vestía igual. Dejo su siempre conservador traje del trabajo por un vestido veraniego de Tommy. Era de color blanco a cuadros rojos y azules de inspiración escocesa. Completaba su atuendo con unas sandalias marrones de tacón no muy fino. Se acercó a mi lentamente y la pregunté:

– ¿Que haces aquí?

– He visto a mis niñas, las he dado de merendar y he venido a cumplir con mi trabajo.

– Tu trabajo lo cumpliste a las seis – dije

– Mi otro trabajo – dijo – El que me encomendó Raquel. Estoy aquí para que me folles. Soy tu secretaria para todo y cuando está Rocío soy feliz por ti y pero ahora no está y yo quiero ser tuya. Además, te la he mamado varias veces pero aun no te he sentido dentro. Quiero que me hagas el amor.

– Ven - dije

Y vino. Giré mi silla y golpee mis piernas para que se sentara junto a mi. Ella hizo lo que la pedí y tocando su cabello la bese. Tras un rato de intercambio de fluidos bucales ella rompió el beso.

– Lo siento – dijo

– ¿Que sientes?

– Haber sido tan directa. No es mi labor. Mi labor es servirte y debí ofrecerme cuando tu me lo pidieras.

– Tranquila preciosa. Estaré encantado de hacerte el amor – la dije sorprendido por su sumisión.

María sonrió y una pequeña lagrima cayo por su mejilla. Era una lagrima de felicidad que aparté de su mejilla con mi pulgar antes de volver a besarla. Llevé mis manos a sus senos mientras nos besábamos y ella empezó a desabrochar mi camisa. Sus senos no eran enormes pero quería besarlos así que moví los tirantes de su vestido a los costados y baje este hasta que estaba alrededor de su cintura. Mientras ella desabrochaba los últimos botones de mi camisa yo rompí el beso y lleve mi boca a su pecho derecho. Ella, una vez terminó con los botones, me acarició la cabeza con la mano en un gesto de ternura. Cuando me cansé del derecho pasé al izquierdo. Ambos estaban ya muy duros y ella empezaba a gemir con mi boca en sus pezones. Seguí trabajando con succión y jugueteando con mi lengua cuando ella me dijo:

– No me marques por favor que no sabría que decirle a Arturo

– Pensaba que si quería marcarte podía marcarte. ¿No tienes que hacer cualquier cosa que yo quiera?

– Tienes razón. Lo siento. Márcame y si Arturo lo ve ya me inventaré algo.

– Era broma tonta. Nunca haría nada que pudiera perjudicarte. ¿Queda claro? Tu me das placer cuando lo necesito y yo hago ese tiempo lo mas placentero posible para ti. Pero no quiero hacer que tu vida sea una mierda. Quiero que tu vida sea perfecta.

Me miro enamorada y sonrió.

– Te quiero - dijo

– Y yo a ti cariño – dije. Claro que su amor y el mio eran seguro distintos.

Y volvió el beso aunque esta vez mis manos fueron al borde de la falda de su vestido que descansaba unos centímetros por encima de la rodilla. Mientras nos besábamos fui acariciando sus muslos por dentro de la falda. Según me acerque a su coño noté que ella se empezó a acelerar. Sus besos eran cada vez mas intensos y su mano bajo a mi entrepierna. La acarició y rápidamente paso a desabrochar mi cinturón, primero, y mi pantalón, después. La hice levantarse y me levanté yo después para poder quitarme los pantalones y calzoncillos quedando totalmente desnudo. Estando de pie me acerque a ella y metiendo mi mano por debajo de su vestido baje sus bragas hasta sacárselas. Una vez con ellas fuera la mire fijamente. Ella me miro y, a los veinte o treinta segundos me pidió que me la follara. La cogí de la mano y la apoyé contra la mesa de espaldas. La hice inclinarse y, desde atrás, empecé a chuparla su conejo. Ella empezó a suspirar y gritar que era la primera vez que la hacían eso y que era maravilloso. A la vez que gemía se empezó a acariciar sus pechos. La giré tras un rato chupando su coño y dándola la vuelta la bese mientras mi mano jugaba con su entrepierna. La hice tumbarse en la mesa y apunté mi polla a su coño empezando con un movimiento acompasado ligero. Me ayudé de sus tobillos para seguir penetrándola durante un buen rato más. Ella iba cada vez gritando más hasta que, tras unos 10 minutos se corrió en un grito estupendo. Aproveche ese momento para agarrarla del cuello e incorporarla levemente manteniendo mi pene en su coño. En esa posición empecé a besarla y ella me dijo que teníamos que seguir hasta que me corriera. Eso era evidente pero la dije que era buena idea pero que me la mamara un poco antes. Ella sin mas se arrodilló y la llevo a su boca donde estuvo jugando unos minutos con ella. Cuando yo ya estaba muy excitado la hice levantar y la apoye con su pechos contra la mesa y, en esa posición, se la metí por su coño desde atrás. De repente se dio cuenta que no llevaba condón. La dije que conmigo nunca lo usaría y me dijo que vale, que la preñara si eso es lo que quería. Ese comentario me llevó al extremo del placer y no aguanté ni quince segundos desde que lo dijera explotando en su interior. Casi a la vez que exploté yo explotó ella. Se salió de mi, me beso y me dijo que tenía que volver con sus hijas. Decidí que por ese día era bastante. Me fui a casa, me duche, cene, llamé a Rocío y me fui a dormir pues al día siguiente salía para París a visitar unos proveedores con Mike.

El miércoles llegué pronto a la oficina pues seguía con mi obsesión por tenerlo todo cerrado para que en Menorca con Rocío tuviera que atender cuantas menos cosas mejor. Mike y yo saldríamos de la oficina a las once de la mañana para coger el vuelo de la una a París. A las nueve entró en mi oficina María con un café y un donuts de azúcar que le había pedido. Estaba muy guapa y sonriente. Lo dejo en mi mesa auxiliar donde solía desayunar y me preguntó si necesitaba algo mas. Me levanté, me acerqué a ella y la bese en los labios.

– Nada mas preciosa, muchas gracias

– Lo que necesites. Sabes que haría cualquier cosa por ti. Desde ayer te quiero mas. Curiosamente sigo queriendo a mi marido.

– Y espero que lo sigas queriendo - dije yo

Nos dimos un beso algo mas largo y se fue. A las once entró Mike y me dijo que aligerara. Ya estaba apagando el ordenador y en cinco minutos estaba en el taxi de camino al aeropuerto. El viaje a París fue genial, no facturamos así que nada mas coger las tarjetas de embarque fuimos al lounge de Iberia donde nos tomamos algo hablando del cliente al que visitábamos esa tarde. Al llegar a París cogimos un taxi hasta nuestro hotel, el Westin Paris, y tras dejar nuestras cosas en la habitación nos fuimos a la reunión. Entramos a las cinco y salimos a las siete de la tarde. Fue una reunión relativamente tarde para ser Francia. Tras salir fuimos a dar una vuelta por la zona de la Opera y cenamos en un pequeño Bistrot que nos recomendaron en el hotel. Tras cenar nos fuimos a tomar una copa en el bar del hotel. Justo antes de sentarnos aprovechamos para cada uno llamar a nuestra pareja. En las copas hablamos de mujeres y luego, justo antes de las doce, nos fuimos a dormir.

El jueves teníamos una reunión a las diez y el vuelo de vuelta a las cuatro y media. Por tanto, deberíamos tener algo de tiempo para comprar unos regalos entre la reunión y el vuelo. La reunión fue muy bien y salí con mucho animo. Acabé en las tiendas de lujo de cerca de los Campos Elíseos comprando regalos. En la boutique de Montaigne de Channel compré un vestido para Rocío y varios pañuelos. También compré alguna cartera y cinturones en otras boutiques de la zona. En total me dejé casi 4000 euros en regalos pero estaba de muy buen humor. Además, así llevaba regalos para los padres, hermanos y cuñada de Rocío así como a mis "nuevos padres" como ya me gustaba llamarlos ya que esa noche cenaba con ellos. A Barajas llegamos a las seis y pico con algo de retraso y decidí coger un taxi a casa de mis exsuegros, mis nuevos padres. Al llegar les salude con un beso y tuvimos una tarde muy agradable. Me echaron en cara que aprovechara para ir a visitarles cuando no estaba Rocío. Me dijeron que no podía dejar escapar a esa chica. Tras un verdadero tercer grado y presión para que me casara con ella mas pronto que tarde, y eso que eran los padres de mi exnovia, pedí un taxi y me fui a casa a dormir. Desde el taxi llamé a Rocío para aprovechar e irme a dormir nada mas llegar.

El viernes trabajé intensamente. Me levanté a las seis y llegué a la oficina a las siete con la maleta lista para salir hacia Cuenca directamente en cuanto dejara todo cerrado. Contesté mails, hice llamadas y leí informes hasta las doce sin descanso. En ese momento me reuní con Raquel y Mike para nuestra reunión trimestral. Ese trimestre había sido muy intenso desde el punto de vista empresarial. Habíamos creado la sociedad holding, entramos en la inmobiliaria de Belén, creamos nuestra empresa de diseño y empezamos a vender productos alemanes. La empresa de diseño era la primera de muchas que teníamos pensado crear en el futuro cercano. Los resultados financieros fueron buenos con un resultado de casi 650.000 euros de beneficio sobre casi 1,7millones de facturación. Yo estaba cada vez mas involucrado en el crecimiento de las nuevas empresas y por tanto decidimos que para los viajes menos importantes los números dos de Raquel y Mike serían los que les acompañarían en los viajes. Tras la reunión termine lo que me quedaba por cerrar y a las cuatro salí hacia Cuenca. Una hora mas tarde de lo que tenía pensado pero estaba en camino. Llamé a Rocío para decirla que llegaría hacia las siete y así fue. No conocía muy bien la zona así que decidí no correr. Al llegar metí el coche en el garaje exterior del chalet y al salir del coche vino Rocío corriendo hacia mi y se tiró encima mía sujetándola yo por las piernas para que no cayera y dándonos un beso de unos diez segundos tras lo cual la bajé. Parecíamos unos quinceañeros hormonados. Tras bajarla me dijo al oído que me había echado de menos y yo la bese en la mejilla y la dije que yo a ella también. Fuimos hacia la casa agarrados y salio a la puerta Diana. Nos dimos par de besos y pasé para dentro. En la cocinan estaban la madre de Rocío y su cuñada preparando cosas para la barbacoa que íbamos a cenar esa noche. Su hermano y padre había salido a recoger la carne. Con la maleta subí a la habitación de Rocío donde estaba ya la cama que iba a compartir. La verdad es que me hacía ilusión y me daba palo a partes iguales. Una vez en la habitación nos besamos.

– No vamos a hacer el amor, me da vergüenza – dijo ella – pero al menos podré dormir con mi cabeza en tu pecho.

– Con eso tengo suficiente. Ya recuperaremos tiempo en Menorca - la conteste

Y tras darla un pico no pude evitar preguntarla:

– ¿Que pasa en esta casa con las barbacoas?

– No pasa nada tonto – dijo riendo – Es tradición que tengamos una a la semana en nuestra casa o en la de algún amigo durante todo el verano. Y tienes que conocer aun a mas gente.

– Puf. Si no me acuerdo ni de la mitad de lo de la otra vez.

La di un beso pero tuvimos que romperlo pues oímos a su padre y hermano llegar. Salí a saludarles y pasamos todos al salón. Una vez allí fui a la habitación rápido para coger los regalos y los baje. El vestido de Rocío triunfó pero también gustaron mis detallitos. Detallitos de mas de cien euros pero detallitos. Mi suegro me dijo que me había pasado pero les dije que era un detalle por haberme acogido tan calurosamente en su casa. Estábamos teniendo una buena conversación pero la dejamos para terminar de preparar la barbacoa de esa noche. Esa noche fue muy agradable. Además solo había unas quince personas y a varias ya las conocía. Entre otras a Teresa, Mónica y sus parejas. La noche no terminó muy tarde y a las dos estaba en la cama abrazado a Rocío preparándome para irme a dormir.

El sábado Rocío y yo nos levantamos juntos y tras besarnos en la cama un buen rato nos duchamos y bajamos a la piscina donde estaban los padres de Rocío. Ambos íbamos ya en bañador y nos tumbamos a tomar un poco el sol. Medía hora después bajó Diana y poco después bajaron Jorge, el hermano, y María Rosa, la cuñada. Rocío y yo retamos a María Rosa y Jorge a un partido de waterpolo en la piscina. No teníamos porterías pero aun así lo pasamos genial. Hacia las dos salimos de la piscina y nos fuimos a duchar pues teníamos hora a las tres en un restaurante. Tras la comida fuimos a dar un vuelta por Cuenca y, hacia las seis volvimos a casa de Rocío. Esa noche cenamos tranquilamente en familia y hablamos de muchos temas aunque, por primera vez, entramos en detalles sobre mis empresas.

– Verdaderamente impresionante lo que habéis conseguido en dos años. Y a tu edad. 28, ¿verdad? - dijo el padre de Rocío

– Recién cumplidos – contestó Rocío por mi con orgullo. Creo que le encantaba que su padre estuviera orgulloso de su elección.

– ¿Y que planes tenéis de futuro? - pregunto el padre

– Crecer es difícil al ritmo al que hemos crecido. Seguimos incorporando nuevas líneas de negocio pero ahora vamos a trabajar en incorporar unas tres empresas nuevas al año. Bien comprando pequeñas empresas con proyección o creándolas de cero.

– Impresionante. Veo que tienes la cabeza bien amueblada.

– Claro. Mi cuñadito es perfecto – dijo Diana

Todos reímos pues sabíamos que Diana había ayudado mucho a mi relación con Rocío de cara a sus padres. La conversación siguió un rato acerca de mi pero pronto cambiamos a otros temas. Era una familia bastante agradable y culta en la que los temas de conversación eran bastante extensos. Tras la cena salimos a un pub Diana, Rocío y yo donde nos reunimos con Teresa, Mónica y sus parejas Raúl y Pedro. Empezamos hablando todos pero pronto se crearon dos grupos pues la música no estaba a un volumen ideal para una conversación de grupo. Quedé hablando con Raúl y Pedro. Pedro estudiaba informática y estaba previsto que se graduara en Diciembre de 2002. Por su parte Raúl estudiaba económicas y básicamente acabaría en Diciembre de 2001, solo le quedaba una asignatura. Los cuatro estudiaban en Madrid y me parecían todos muy aptos para mis empresas aunque quería ver como eran de estables las parejas pues una rotura en el trabajo sería chunga pero si iban bien y en serio intentaría ir contratándolos según se graduaran. Teresa estudiaba económicas como su novio y Mónica derecho. Todas esas carreras me venían muy bien. Seguimos hablando un rato, luego bailamos un poco, volvimos a conversar y, hacia las dos nos fuimos a casa. En el coche las pregunté acerca de poder contratarles y sobre como eran las relaciones. Diana y Rocío coincidieron en que era buena idea. Eran parejas estables, tan estables como las que mas y los cuatro eran inteligentes y buenas personas. Ya tenía algo que hacer cuando llegara Septiembre y ellos volvieran a Madrid. Al llegar a casa de los padres de Rocío nos fuimos directamente a dormir.

Me levanté el domingo y apoyada en mi pecho estaba Rocío. Vestía un pequeño pantaloncito de pijama junto con una camiseta de tirantes conjuntada. Era preciosa y, cada vez que la veía, me parecía imposible que estuviera conmigo. Y mas imposible aun que fuera como era. Agradable, inteligente y me dejaba tener mis pequeñas aventuras sexuales. Aventuras que estaría dispuesto a cortar de raíz pero que ella claramente me dejo tener. Seguía sin entender que veía ella en mi pero allí, en casa de sus padres y abrazados con la luz de la mañana de Julio entrando por las rejillas de la persiana, me quedó claro que ella era la elegida. Que debía ser mi mujer. Pero no se lo iba a pedir aun. Me daba vergüenza con tan solo unos meses de relación. Debía llevar unos quince o veinte minutos mirándola cuando sus ojos se abrieron y me vieron allí, mirándola. Ella sonrió y sus ojos me mostraron que el amor que yo sentía por ella era recíproco. Tras mirarnos un rato mas y con un beso sellamos el momento. Inmediatamente nos levantamos y bajamos a desayunar. Eran las once y media de la mañana y teníamos tiempo de disfrutar de Cuenca en domingo. Una vez nos duchamos esperamos a que también lo hiciera Diana y los tres nos fuimos a tomar el aperitivo por la ciudad. Pasábamos mucho tiempo con Diana pero es que ambas estaban muy unidas. Mientras estábamos en el aperitivo Rocío se dirigió a su hermana:

– Cariño tengo algo que decirte. Creo que voy a irme a vivir con Carlos.

– Como si no lo hicieras ya – dijo Diana

– Oficialmente. Hoy se lo diré a papa y mama pero quería que tu lo supieras antes pues es contigo con quien en realidad vivía hasta ahora. ¿Te parece bien?

– Me parece perfecto tonta – dijo Diana sonriendo.

Rocío no parecía muy convencida pero tras un fuerte abrazo y un beso de su hermana parecía mas tranquila. Seguimos una hora más de aperitivos encontrándonos con varios conocidos de ambas a los que fui debidamente presentado. A las dos y media estábamos en casa de Rocío para comer una paella en familia. Estábamos empezando a hincarle el diente a la paella cuando Rocío consiguió suficiente fuerza como para decírselo a sus padres.

– He decidido que cuando vuelva de Menorca me iré a vivir a casa de Carlos.

Un silencio medianamente tenso se creo. Yo creía que todo iría bien pues nos dejaban dormir juntos hasta en su casa pero me estaba poniendo nervioso ya que nadie decía nada. Tras un silencio de unos treinta segundos, que sin nadie hablar se hacen eternos, el padre hablo:

– Cariño me parece bien que quieras vivir con Carlos. A nosotros nos encanta para ti pero has de tener en cuenta que es un paso muy importante. Si lo hacéis antes de estar totalmente preparados se puede romper la magia que ahora tenéis. ¿Estas segura?

– Estoy segura – dijo Rocío.

– Pues por nosotros no hay problema pero creo que tu hermana que comparte piso contigo también debería opinar – intervino la madre

– ¿Yo? - preguntó Diana – A mi ya me lo dijeron antes y estoy de acuerdo. Yo he dejado sola a mi hermana un año en Madrid mientras estaba en Londres y, lógicamente, no se ha quejado. No me voy a quejar porque se vaya a vivir con Carlos. Porque supongo que nos veremos a menudo.

– Supones bien – dije yo interviniendo.

– Pues dejar el drama y a comer paella todos – dijo el hermano antes de echarse a reír.

Todos reímos y pasamos una buena tarde hasta que, al filo de las siete, decidimos irnos para llegar a Madrid, hacer la maleta y descansar pues nuestro vuelo a Menorca salía muy pronto. A las once y media estábamos dormidos, de nuevo abrazados, esperando el gran momento de irnos una semana solos de vacaciones.

03. Semana del 16 al 22 de Julio

El lunes madrugamos mucho pues el vuelo salía pronto pero no nos importó lo más mínimo. Es lo que tienen las vacaciones que todo es mejor. Hasta madrugar. Yo cargué con el portátil por si necesitaba usarlo aunque esperaba que no fuera así. A las 8 estábamos en el aeropuerto para embarcar hacia el aeropuerto de Menorca en el vuelo matinal. Viajamos en business y llegamos pronto a Menorca. Al llegar recogimos el coche que tenía alquilado, un Audi A3, y nos dirigimos a mi casa. Esta era un chalet, en la zona de la ciudadella, de cinco habitaciones tipo suite y una habitación de servicio con cocina, salón, comedor y una gran terraza con piscina. Decidí que ocupáramos mi habitación, que tenía cama de matrimonio ya que no estaba preparado para ocupar la de mis padres fallecidos. Quería pintarla y cambiar los cuadros para que no me recordara tanto a ellos antes de ocuparla. A mediodía, mientras terminábamos de instalarnos llegó la mujer del pueblo que había limpiado la casa antes de que llegáramos y que vendría miércoles y viernes a hacer la limpieza. Me dio el pésame por lo de mis padres y me preguntó si necesitábamos algo. La dije que todo estaba bien. Ella recibía un sueldo anual por cuidar la propiedad con limpiezas periódicas y estar un poco más a menudo mientras habitábamos la vivienda. La comenté que si su marido quería un dinero extra podía pintar la habitación de mis padres de un amarillo claro y dijo que así lo haría en cuanto nos fuéramos el domingo. Se fue hacia la una y nosotros terminamos de organizar todo y fuimos a comprar comida y otras cosas que necesitábamos. A las dos y media fuimos a cenar a un restaurante cercano que visitábamos muy a menudo. A las cinco, tras una digestión al borde de la piscina leyendo ambos bajamos hasta la playa. De la casa a la playa habría unos doscientos metros. Ella llevaba un vestido con cierto vuelo de color azul celeste . Llevaba un bikini azul un poco más oscuro debajo con dos aros, uno en la parte de arriba y otro en la braguita. Yo llevaba mi bermudas de Billabong con camiseta y chanclas de Reef. Al llegar a la playa, solo había unas diez personas. Era una playa relativamente pequeña y discreta ya que no se podía acceder mas que por estrechos caminos. Solo era usada, generalmente, por la gente de los chalets cercanos. No era una playa espectacular, era una pequeña cala pero era tranquila, limpia y discreta. De las diez personas que había en la playa conocía a seis, tres parejas. Se acercaron a darme el pésame y les presenté al Rocío. Tras ese momento de cortesía Rocío y yo elegimos un lugar y dejamos nuestras cosas y plantamos nuestra sombrilla junto a las sillas que habíamos bajado. Estuvimos toda la tarde en la playa hasta la hora de cenar. Subimos a casa y cenamos junto a la piscina. Tras la cena fuimos a la cama a descansar. Fue un día muy intenso pero aun así sacamos fuerzas para echar un polvo que, al menos a mi, supo a gloria.

El martes nos levantamos tarde. Serían las once de la mañana. Era ya tarde para bajar a la playa así que decidimos desayunar solo un café y quedarnos en la piscina. Yo me puse el mismo bañador que el día anterior pero ella se pondría un bañador bastante pequeño de color gris oscuro y salmón. El gris tapaba sus senos y hacía de tanga. El salmón unía ambas copas del sujetador y hacía de tirante en este además de rodear por la izquierda y por la derecha el tanga como si fuera la goma. El tanga se unía con un lazo en el lado izquierdo y el sujetador con otro entre copa y copa. Estando desabrochado eran dos tiras de tela. Lo vi sobre la cama muy por encima mientras salía de la ducha pero ella rápidamente lo cogió y se metió a ducharse. Yo baje a hacer el café. Cuando ella bajó yo estaba con el café aprovechando para leer el mail en el portátil. En aquella época no existían ADSL en esa zona de Menorca y tenía que conectarme con el módem de 56k. No era barato pero tampoco excesivamente caro para el uso que yo le daba. Cuando levanté la vista del portátil me alegré de no estar desayunando nada sólido pues seguro que me hubiera atragantado.

– Guau – dije

– ¿Te gusta? - dijo girando para mostrarme todo su cuerpo – Lo vimos Diana y yo en una tienda de Cuenca y nos pareció una buena sorpresa.

– ¿Que si me gusta? ¿Te quieres casar conmigo? - y me reí un poco

– Con eso no bromees que te contesto que si – dijo sentándose en mis rodillas y dándome un beso en la boca.

Tras separarnos del beso apagué el portátil y nos fuimos a la piscina. Ella con su café y yo con lo que aun quedaba del mío. Nos tumbamos un rato en las tumbonas a tomar un poco el sol mientras charlábamos y tomábamos nuestro café. Podía pasarme horas y horas hablando con Rocío. Tras cerca de una hora tomando el sol me metí en la piscina a hacer unos largos pues ya empezaba a calentar de lo lindo. La piscina no era muy larga, unos quince metros, pero suficiente como para hacer largos. Llevaría unos veinte largos cuando Rocío se acercó al borde mas cercano a las tumbonas que era hacia el que yo nadaba en ese instante. La vi cuando estaba llegando al borde y me dí un último impulso. Cuando llegué al borde junto a ella puse mis palmas en el borde de la piscina e hice un movimiento similar al de una flexión para elevar mi cuerpo hacia el de ella. Ella simultáneamente se agachó para que nuestras bocas se besaran pero justo cuando estaban a solo un par de centímetros yo me eché hacia atrás tirándome de vuelta al agua de espaldas. El agua del chapuzón la mojo un poco y yo, de espaldas me alejé nadando lentamente, mirándola a los ojos y sonriendo. Ella se levantó y se puso con los brazos en jarra. Su cara mostraba cierta molestia pero yo sabía o quería saber que era fingida. Mientras ella seguía en esa posición yo me alejé nadando. Estaba casi llegando al otro extremo cuando ella sonrió y se tiró de cabeza a la piscina para dirigirse nadando hacia mi. Llegué al otro extremo y me apoye en el borde de la piscina esperando a que llegara ella. Cuando llegó nos abrazamos. Yo la sujetaba primero de la cintura pero pronto del culo y ella tenía sus manos alrededor de mi cuello. El abrazo lo mantuvimos un buen rato, por suerte era la zona de la piscina que no cubría. Tras abrazarnos un rato mirándonos a los ojos empezamos a besarnos con pasión. Mientras nos besábamos girábamos por la piscina. Tras un rato así la llevé hasta el borde apoyando su espalda contra la pared donde seguimos con nuestro apasionado beso. Tras besarnos un buen rato me aparté de ella y tiré del lazo quitándola así la parte de arriba del bikini y sacando a relucir sus maravillosos senos. Llevé mi boca a sus senos durante veinte segundos y, rápidamente, volví a su boca a intercambiar nuestras lenguas y a disfrutar de la mujer que iba a ser mi esposa. En ese momento, en esa piscina, lo tenía claro. Era ella. Guapa, inteligente y sensible. Mi anterior proposición fue de broma pero solo de fachada. Se lo iba a pedir pero no aun. Pronto pero no aun. Ella rompió el beso y dejé de pensar en casarme con ella para intentar adivinar que es lo siguiente que quería. No fue difícil pues llevo su mano a mi pene. Quería lo mismo que yo, pasar a la siguiente fase. Mientras me hacía una paja por encima del bañador volví a bajar mi boca a sus pechos. Al tercer o cuarto beso en sus pechos ella retiró la mano de mi pene, que ya estaba en casi pleno estado de excitación, y puso sus piernas alrededor de mi cuerpo haciendo que su coño y mi pene estuvieran unidos a través de la ropa. Pasé de besarla los pechos a besarla de nuevo en sus maravillosos labios al tiempo que ella se frotaba contra mi erecto pene. Estuvimos un rato frotándonos hasta que moví mi mano de su culo al lateral de su cuerpo donde deshice el lazo que sujetaba la braguita de su bikini. Cogí la braguita y la saque de la piscina tirándola al césped. Durante este movimiento no dejamos de besarnos. Es más, la intensidad del beso aumento considerablemente al notar que ahora lo que separaba mi pene de su coño no era mas que un único trozo de tela. La mitad del camino estaba andado. Seguimos besándonos unos cuantos segundos y ella, que tenía sus manos alrededor de mi cuello apartó mi cabeza y, sonriéndome, se fue agachando hasta meterse debajo del agua y, de un movimiento certero bajar mi bañador. Una vez estuvo a la altura de los tobillos moví mis pies para que lo sacara. En su ascensión de mis pies no dejo de darle un besito a la punta de mi pene antes de salir del agua y arrojar mi bañador a la misma zona en la que descansaba la braguita de su bikini.

– Nunca lo he hecho en el agua – dijo Rocío

– Ni yo. Y no se me ocurre mejor momento para hacerlo por primera vez – dije volviendo a besarla.

Como novatos en la materia se nos notaba un poco raros intentando acoplarnos mientras manteníamos el beso. Tras un minuto en el que no acertábamos por culpa del agua rompí el beso y me ayude de mis ojos para intentar acercar. Intentaría describir la sensación pero no soy capaz en palabras. Ella dejó que yo apuntara mi miembro a su tierno conejo. La subí ligeramente y la dejé caer, guiada por mi mano derecha, sobre mi pene. El agua se movía alrededor de mi pene mientras la penetraba. Una vez estuve dentro hasta el fondo ella puso sus piernas alrededor de mi cintura y yo llevé mis manos a sus glúteos. Empecé a subirla y bajarla lentamente sobre mi pene y ambos empezamos a gemir. Entre gemido y gemido aprovechábamos para darnos algún beso. Sus ojos mostraban pasión y amor. Los míos debían indicar lo mismo desde luego mi mente estaba la mitad del tiempo pensando en lo maravilloso que estaba siendo la sesión de sexo y la otra mitad en cuanto la quería. Las subidas y bajadas en mi pene continuaron y el ritmo aumentaba a la vez que el volumen de nuestros gemidos. Tras un rato que soy incapaz de cuantificar ella se corrió y, la presión que ejerció su orgasmo en mi pene, hizo que yo me corriera con ella. Abrazados y con mi pene en su coño nos besamos largamente y, tras romper el beso y mirarnos a los ojos, salimos de la piscina. Al salir nos vestimos y fuimos a descansar en las tumbonas, boca arriba y con las manos agarradas. Tras el descanso fue un día normal. Comida, bajada a la playa, cena y charla a la luz de las estrellas antes de irnos a dormir.

El miércoles no estuvimos en la piscina (aunque repetir lo del día anterior me apetecía) ni bajamos a la playa. Nos fuimos de turismo para enseñarla un poco la isla, y ya de paso, comprar regalos para familia y amigos. Lo primero que hicimos fue ir a Monte Toro, el lugar mas alto de Menorca, desde donde las vistas son preciosas y que está a medio camino entre Ciutadella y Mahón o Maó, como se llama por aquí. De ahí nos fuimos a Maó donde visitamos la Placa Alfons III y la fortaleza de La Mola. Fuimos a comer a un restaurante de Maó. Al entrar me entró un subidón de esos que me comentó Antonio y es que todos los hombres se quedaron mirándola. Y no vestía hiperelegante. Simplemente llevaba unos pantalones piratas blancos con un cinturón de tela a rayas azules con un polo de Gant rosa. Calzaba unos zapatos de esparto con cuña y de color blanco. Pero era tan guapa y tenía un cuerpo tan perfecto que era imposible ocultar su belleza. Tras comer fuimos a comprar queso de Menorca-Maó, zapatos típicos menorquinos y ginebra de Menorca. En la ginebra es donde más se notaba la influencia británica de la isla. Un poco mas entrada la tarde fuimos a ver los monumentos megalíticos de la ciudad y al pasar por Ferrerias hice mi regalo a Rocío. La llevé a Jaime Mascaró donde la compré un par de buenos zapatos de ese diseñador local que ya tenía cierta fama. Con los regalos volvimos a casa e hicimos un poco de pollo a la barbacoa para cenar. Como todas las noches de la semana acabamos hablando bajo la luz de la luna junto a la piscina. Al filo de las once de la noche nos fuimos a la cama donde, durante casi una hora hicimos el amor. Nada de sexo. Amor.

El jueves nada especialmente importante ocurrió. Lo único un poco diferente es que bajamos a la playa mañana y tarde y vi a un par de conocidos que aun no me había visto y me dieron el pésame.

El viernes por la mañana Rocío y yo nos quedamos en la piscina y volvimos a hacer el amor en la piscina. Esta vez sin el juego en el agua fue menos romántico y mas salvaje. En el sexo lo que me gustaba de Rocío es que podía ser dulce, y hacíamos el amor, o traviesa y salvaje, entonces follábamos. Comimos pollo en la barbacoa con una ensalada y, hacia las cinco, bajamos a la piscina. Rocío se puso el bañador del primer día en la piscina y un pareo gris a juego. Estaba totalmente arrebatadora. Al llegar a la playa había un grupo de jóvenes en un extremo. Miré mas detenidamente y vi que eran mis amigos de Menorca. En realidad todos eramos de fuera de Menorca pero veraneábamos allí. Me acerque con Rocío y abrace a todos. Ninguno era de Madrid así que no pudieron ir al entierro o tanatorio pero todos me llamaron en su momento para darme el pésame. Tras los abrazos les presenté a Rocío. No se si estaban mas celosos ellos o ellas pero me subió el ego. Estuvimos juntos durante el tiempo de playa y, antes de irnos a cenar, quedamos para ir a tomar unas copas en Ciutadella esa noche. Lo pasamos todos muy bien y decidimos hacer una fiesta el viernes tres de agosto en mi casa de Menorca. Sería una barbacoa.

El sábado nos levantamos tarde tras la juerga pues la noche anterior nos acostamos a las tres de la mañana. Estuvimos tomando algo el sol en la piscina y nadando un poco antes de comer unas ensaladas. A las cinco y media volvimos a bajar a la playa donde nos reunimos con mis amigos y pasamos una tarde agradable. Quedamos para cenar esa noche pero debíamos volver pronto porque al día siguiente a mediodía volvíamos a Madrid. Pasamos una agradable velada en un restaurante de pescado muy bueno y nos despedimos de mis amigos hasta el viernes siguiente. Al llegar a casa echamos un último polvo para despedirnos de Menorca.

El domingo no hicimos otra cosa que levantarnos, hacer la maleta e ir al aeropuerto para volver a Madrid. A las cuatro ya estábamos en casa y echamos toda la ropa a lavar. Hasta ese momento Rocío había vivido a ratos conmigo, últimamente casi siempre, pero ella no la consideraba su casa y tenía en la mía solo lo necesario. Casi toda su ropa y sus cosas estaban en la casa que compartía con su hermana. Comimos un sándwich y, como ceremonia de bienvenida a la que ahora era su casa, empezamos a reestructurar el vestidor de la habitación principal para que estuviera bien ordenada su ropa y la mía. Por suerte yo no ocupaba ni el 20% del espacio del vestidor. Movimos toda mi ropa al lado derecho del vestidor. El lado izquierdo sería para ella y al frente pondríamos los zapatos y los complementos. La mayoría de los cuales eran de ella. Una vez terminamos de colocar la ropa que ella tenía en el vestidor nos duchamos y nos fuimos a cenar. En la cena salió el tema de la fiesta en Menorca y es que no esperábamos volver tan pronto pero había salido así.

– ¿Porque no invitas a Raquel y Mike a la fiesta? - preguntó.

– No se me había ocurrido. Además ellos ya conocen a mis amigos de Menorca.

– Pues claro, será una manera de hacer equipo.

– ¿Sabes que? Es una idea buenísima. Se lo diré a Mike y Susan y a Raquel y José Carlos. Pero también se lo diré a María aunque no creo que puedan venir. Y se lo diré a Antonio y a Laura. Y pagaré los vuelos de todos los que vengan.

– Me parece genial. Pero Laura, Antonio y yo trabajamos hasta las tres.

– Y Raquel y Mike y José Carlos. Yo me iré en el vuelo de la mañana, quizás con Mike y Susan y los demás podéis coger el de la tarde.

– Me parece bien. Lo vamos a pasar muy bien.

– Eso espero – dije sonriendo – Por cierto, díselo también a Diana.

Y seguimos con la conversación hasta que nos fuimos a casa. Llegamos a casa, tras un paseo por las tórridas calles madrileñas de Julio, hacia las once y media de la noche y nos fuimos a dormir no sin antes echar un polvo de los más tranquilo.

04. Semana del 23 al 29 de Julio

Tras una semana fuera de la oficina llegue a esta el lunes a primerísima hora de la mañana. Debían ser las siete y cuarto de la mañana cuando me senté a encender el ordenador. Trabajé intensamente hasta las nueve de la mañana cuando ya se empezaba a oír bastante ruido por la oficina. A las nueve y cuarto entró María y se acercó a mi mesa dándome un beso en los labios bastante largo. Tras el beso se sentó al otro lado de mi mesa de trabajo y me dijo:

– ¿Que tal con tu mujer en Menorca?

– ¿Con mi mujer? - pregunté extrañado

– Si no me importa cariño pero el otro día Raquel y yo comiendo llegamos a la conclusión de que era tu mujer. Lo vemos en tus ojos. Y si no estas ya prometido es porque no tienes los huevos para pedírselo.

– Pero bueno – dije riendo – ¿crees que esa es la manera de hablarle a tu jefe?

– Ahora no le hablo a mi jefe, le hablo a mi amigo y amante. No me has contestado que tal.

– Espectacular – dije - Tienes razón, no tengo pelotas. Estoy con ella desde hace unos tres o tres meses y medio, dependiendo de que consideres nuestra primera cita, y no me atrevo pero se lo habría pedido yo.

– Por Raquel y por mi no te preocupes. A nosotras nos encanta. Y a Mike ya sabes que esas cosas le dan igual. Te quiero casado pronto – dijo echándose a reír - ¿Te traigo un café?

– Por favor, y algo de desayunar.

Tras eso se fue a por mi café y bollería y seguí trabajando toda la mañana. Una semana fuera significaba un buen número de trabajo pendiente. A las dos entró Raquel en mi oficina pues a las dos y media teníamos una comida de trabajo con un buen cliente. Vestía el vestido de Gant y los zapatos que la regalé por su cumpleaños. Si no lo recordáis se trataba de un vestido de motivos florales negros y blancos y unos zapatos blancos de Nine West. La comida fue en un restaurante bastante bueno de la zona de Justicia. Yo siempre digo que comidas de negocio hay tres: de conocerse, de hacerse la pelota y de volver a ver a un amigo. Esta era del segundo tipo. Nos iba muy bien con ese cliente y queríamos que estuviera contento. A las cuatro de la tarde salimos del restaurante y fuimos hacia la oficina. Estuvimos reunidos ella y yo hablando de futuros clientes. Cuando terminamos de tratar los temas pendientes vimos que no había nadie mas en toda la empresa y ella se sentó encima de mi. Acarició mi pelo y empezó a besarme con muchas ganas. El beso fue cada vez a más y en menos de un santiamén metí mi mano entre sus piernas. Cuando estaba a pocos centímetros de su vagina se levantó de mi y se quito el tanga. Puse cara de perplejo y ella dijo:

– Tengo algo de prisa que a las ocho viene José Carlos a por mi

Inmediatamente llevo su mano a mi pantalón, me desabrochó y, como si fuera una experimentada amazona, me cabalgó. Las dos primeras y subidas a lo largo de mi pene yo no estaba del todo empalmado pero, rápidamente, estuve listo. Ella tenía prisa pero eran las siete y media. No necesitábamos corrernos en cinco minutos. La agarré de sus duros glúteos y, poco a poco, empece a hacer que subiera poco a poco a lo largo de mi pene. Ella me pedía que fuera más rápido pero yo quería controlar el tiempo con el reloj del ordenador. Calculé que si terminábamos a menos diez Raquel tendría tiempo de sobra. No merecía la pena terminar en cinco minutos. Seguí follándola poco a poco hasta menos cuarto cuando empecé a aumentar el ritmo progresivamente. Yo ya estaba bastante excitado y ella daba síntomas de estar mas o menos igual. Un par de minutos después ella empezó a correrse y, el movimiento extra de sus labios vaginales, consiguió que yo también me corriera. No eran menos diez aun pero es que os aseguro que no es fácil conseguir correrse en un momento exacto. Ella quedó apoyada en mi regazo con mi pene aun en su cueva y nos besamos ardientemente. Cuando de verdad llegó menos diez ella se levantó a toda prisa y se fue a asear no sin antes darme un beso. Diez minutos mas tarde asomó su cabeza por la puerta y me dijo que se iba. Yo aproveché para ir apagando el ordenador y aseándome aunque no tenía prisa pues había quedado con Rocío a las nueve en El Corte Inglés de Nuevos Ministerios. Ella estaba allí con Laura comprando el vestido que llevaría al bautizo de Marta ese domingo y nos reuniríamos posteriormente con Antonio. Cuando llegué ya habían comprado el vestido así que fuimos a buscar un regalo para Marta. Yo era el padrino y adoraba a María así que quería algo especial pero todo era muy normal. Al final se me ocurrió una idea. La regalaría una cuenta corriente a su nombre con pasta ya metida y luego unos pendientes de plata. Compramos unos pendientes muy bonitos y pedí a Rocío que se encargara de crear la cuenta. Cuando me preguntaron cuanta pasta quería meter dije que tres mil euros.

– ¿Tres mil euros? - preguntó Laura

– ¿Es poco? - dije yo

– No cariño, parece mas bien mucho – dijo Rocío

– Bueno, pero soy el padrino. En realidad solo me preguntaba si debía hacer otra a nombre de Elena – dije pensando en la hija mayor de María - Mejor crear la de Marta con tres mil euros y otra para Elena con mil euros

– Te decimos que tres mil es mucho y te gastas cuatro – dijo Laura entre la extrañeza y la diversión

– Insisto, soy el padrino. No me parece mucho y adoro a María y Arturo.

Creo que en ese momento decidieron dejar de discutir no fuera a ser que aumentara a cinco mil o algo así. Pronto llegó Antonio y nos fuimos los cuatro a cenar. Tras la cena fuimos a la cama y Rocío y yo lo hicimos, casi por compromiso, pues yo tenía un viaje a Londres al día siguiente.

El martes me levante pronto pues me iba con Mike hasta el viernes a Londres. Siempre me había encantado mi trabajo, y los viajes lo que más, pero desde que estaba con Rocío la echaba de menos con tanto viaje. Estaba acostumbrado a hacerme todos, o casi todos, los viajes tanto de Mike como de Raquel y en 2000 llegué a dormir cien noches fuera de casa. En 2001 llevaba ya unas cuantas y no quería acumular tantas. Por eso a partir de entonces iría solo a los mas importantes. Pero a estos ya me había comprometido y, al fin y al cabo, había estado una semana entera con Rocío de vacaciones. Pasamos por la oficina para revisar un par de asuntos pendientes y charlar con Raquel antes de partir. A las diez estábamos en el taxi camino del aeropuerto y a las dos, hora de Londres, estábamos en el hotel. De nuevo nos alojamos en el Melia White House. Dejamos todo y nos fuimos a nuestra primera reunión del día. Ese día teníamos dos en la zona de la city. Una a las tres y otra a las cuatro y media. Ambas fueron relativamente bien pero mejor la de las tres de la tarde. Tras salir a las cinco y media de la segunda reunión cogimos el metro para acercarnos a Oxford Circus. Dimos una vuelta por esa zona de Londres y aprovechamos para comprar los primeros regalos. Puesto que teníamos el bautizo de la hija de María ese mismo mes, compre un par de camisetas de Londres para cada una de las hijas y un par de juguetes en Hamleys. Fuimos a dejar las cosas en el hotel y salimos a cenar a un pub cercano donde tomar una hamburguesa con una buena pinta de cerveza. Tras la cena volvimos al hotel pues teníamos dos días enteros de intensas reuniones.

El miércoles y jueves fueron días de grandes reuniones, reuniones aceptables y reuniones que no fueron muy bien. En general tuvimos más reuniones aceptables que grandes reuniones y, por suerte o por trabajo, las reuniones no muy buenas fueron pocas.

El viernes teníamos el vuelo a mediodía por si nos salía alguna reunión nueva pero no fue así. Aprovechamos por tanto el momento para ir a comprar algún regalo y ropa a Selfridges en Oxford Street. Compré algo de ropa para Rocío, María y Raquel y me compré a mi mismo un par de buenas camisas. Llegamos a Madrid a las cinco y esa tarde ni pasé por la oficina y me fui directamente a casa pues a las cuatro ya estaba Rocío en casa. Al llegar me comentó que ya se lo había dicho a todos lo de Menorca. Que como suponíamos los únicos que no podían ir eran María y Arturo pero que nos agradecieron la invitación. A las nueve salimos de casa para cenar con Raquel y José Carlos. Estuvimos hablando de la fiesta, del trabajo y del bautizo del domingo. A la una estábamos en una terraza de la Castellana tomando algo y a las dos y media ya estábamos acostándonos.

El sábado fue un día de esos que no se para un segundo quieto. Nos levantamos tarde pero nada más despertarnos fuimos a casa de Rocío a recoger parte de sus cosas para llevarlas a mi casa. Tras llegar a casa ordenar todo y a comer. Y tras comer... otro viaje a casa de Rocío. Cuando terminamos de organizar todo lo del segundo viaje eran ya las nueve de la noche así que no teníamos tiempo para hacer otro viaje. Hicimos una ensalada, cenamos y, justo antes de irnos a dormir, echamos un polvo.

A las diez de la mañana del domingo sonó el despertador. Rocío se levantó antes que yo y se metió en la ducha pues tardaría mas en arreglarse. Cuando salió del baño a las diez y media fue mi turno. Me puse un traje gris marengo de Hugo Boss y una corbata rosa a juego con el vestido de Rocío. El vestido que llevaba era un precioso vestido de Versace color rosa con tirantes muy finos. En sus pies llevaba unas sandalias doradas muy bonitas. A las once y cuarto salimos hacia Las Rozas donde iba a ser el bautizo. La celebración posterior sería en un chalet propiedad de los padres de María. Al llegar saludé a los familiares de Arturo y María y les fui presentando a Rocío a todos ellos. Pasé un rato hablando con el hermano de María y con sus padres hasta que llegaron María, Arturo y la niña. La ceremonia fue muy corta y nos fuimos todos al chalet donde disfrutamos de una gran comida a medio camino entre el catering y la barbacoa. Allí les di los pendientes y la cuenta corriente de Marta a María y Arturo de manera discreta. Ambos me dijeron que era demasiado pero yo les dije lo que se había convertido en mi mantra: "Era el padrino". A las siete y media se empezó a ir todo el mundo y quedamos los de la oficina con los abuelos maternos y el hermano de María con su mujer. En ese momento saque del coche los juguetes para Marta y Elena volviendo a decirme María que me estaba pasando. La dije que eso no era por el bautizo. Que era un regalo porque si. Serían las nueve cuando salimos de camino a casa Rocío y yo tras despedirnos de los pocos que aun quedaban en la fiesta. Al llegar a casa miré a Rocío y no pude contenerme. La levanté en brazos y, corriendo, fui a la habitación donde la tumbé y empecé a hacerla el amor salvajemente. Con el vestido puesto. Mis manos se perdían dentro de su vestido y ella decía que era una princesita y que necesitaba que la trataran con dulzura. De repente paré. Me gustaba el juego que proponía. Durante la siguiente hora estuvimos haciendo el amor con absoluta dulzura con ella pidiéndome que la hiciera el amor y diciéndome que me quería. Yo no paré de besarla, acariciarla y responderla que la quería. Ella se corrió una vez pero yo seguía. Tenia el vestido puesto y yo mi traje también excepto por la chaqueta. En mi favor decir que la corbata estaba medio suelta. Si no fuera así seguro que me hubiera ahogado con el esfuerzo. Seguimos haciéndolo durante un buen rato mas hasta que ya no pude aguantar ni un segundo mas y estallé en su interior. Ella se volvió loca y gritó en un orgasmo separado por solo unos segundos. Caí rendido en la cama y cuando, cinco o diez minutos después, nos levantamos vimos que el vestido estaba roto.

– Te has cargado un vestido de ochocientos euros. Bestia – dijo ella

– Ha merecido la pena – dije yo

– Sin duda – dijo sonriéndome y volviéndome a besar.

05. Semana del 30 de Julio al 5 de Agosto

La última semana de Julio es una de intenso trabajo para Mike, Raquel y sus equipos. Muchas empresas cierran en agosto o producen menos y, a su vez, muchas tiendas hacen lo mismo. Y si no lo hacen baja mucho su nivel de gasto pues el consumo baja en las grandes ciudades donde solemos vender. Lunes y Martes, los dos últimos días de Julio, fueron días casi clónicos. Durante el día ayudaba a Mike o Raquel dependiendo de quien me necesitara mas y por la tarde ayudaba a Rocío a terminar de instalarse en mi casa. Cuando les dijimos a sus padres que se venía a vivir pensé que ya casi estaba viviendo y que sería menos lío pero no era así. Por la noche salíamos a disfrutar de la noche madrileña cenando y tomando una copa en una de las múltiples terrazas hasta las doce y media o una de la mañana. El lunes salimos con Mike y Susan y el martes con Laura y Antonio. Lo único diferente fue que recibí el ingreso por el reparto de dividendos de la empresa de mi padre que, al final, fue de 152.000 euros.

El miércoles teníamos Raquel y yo una comida con un cliente de los que ya casi considero amigos. Era nuestro tercer mejor cliente y no teníamos nada muy importante que tratar pero quedamos para cerrar algún pequeño detalle antes de las vacaciones y por vernos que siempre es importante mantener el contacto cara a cara. Por lo demás el día se pareció a los anteriores. Esa noche salimos a cenar con Raquel y José Carlos.

El jueves ya varió un poco. Para empezar ayudé a Mike a terminar rápido todo su trabajo pues el viernes él, Susan, Diana y yo iríamos a Menorca a primera hora de la mañana para ir preparando la fiesta-barbacoa de esa noche. Además María entró con la logística del viaje. Teníamos billetes para esa hora los cuatro y el resto volarían por la tarde después de salir de sus respectivos trabajos. Al ser un viernes de verano todos podían salir a medio día. El vuelo salía alrededor de las cuatro. Así, antes de las seis estarían en el chalet. En el aeropuerto habría tres coches de alquiler. Uno a mi nombre, otro a nombre de Rocío y el tercero a nombre de Raquel. Al final la factura de vuelos y alquiler de coches era más que graciosa. Diez mil euros por un fin de semana. Al menos volábamos en business. En este caso business era importante porque se puede llegar con algo menos de tiempo al aeropuerto y para los del segundo turno podría ser la diferencia entre llegar y no llegar. Por la tarde Raquel, Mike y yo teníamos nuestra reunión trimestral para evaluar posibles nuevos negocios. En estos momentos de estas reuniones tenían que salir nuevos negocios y cada uno llegábamos con una sugerencia. propuse, como la vez anterior, la creación de franquicias de restauración en nuevos centros comerciales, Raquel, también como la vez anterior, la apertura de franquicias de ropa femenina y Mike que abriéramos concesionarios de coches. Esta vez teníamos claro que todas las ideas eran buenas. dijo que no dejaría lo de la moda hasta que no lo hagamos. Comentó que no le importaría a Mariano, mi exsuegro y ahora casi padre, pues seriamos minoristas. Nos parece que tiene razón pero decidimos ir con la comida prometiendo que pronto empezaremos con la moda. Como siempre el estudio de mercado cae de manos del equipo de Mike y las proyecciones del de Raquel. Me despido de Mike hasta mañana por la mañana y de Raquel hasta por la tarde y salí hacia la estación sur de autobuses ya que debía recoger a Diana que llegaba en autobús de Cuenca para ir a la fiesta. Tras recogerla me fui con ella y Rocío a cenar y pronto para la cama pues al día siguiente teníamos que estar Diana y yo en pie pronto para ir al aeropuerto. Ella se quedó a dormir en la habitación de invitados.

El despertador sonó a las cinco y media de la mañana y, mientras yo me duchaba, Rocío fue a asegurarse que su hermana se estaba levantando. A las seis salimos de casa en un taxi y, de camino al aeropuerto pasamos a recoger a Mike y Susan. No facturamos maleta así que pronto pasamos el control de seguridad y fuimos a tomar algo de desayunar en la sala VIP. En un momento en que estábamos solos Diana me dijo que era flipante la sala VIP. Que así se viajaba mejor. No pude mas que sonreír. Poco antes de las nueve estábamos aterrizando en Maó y a las nueve y media ya estábamos en el coche y una hora después llegando a mi casa. Vi que ya habían pintado la habitación de mis padres donde nos instalaríamos Rocío y yo de ahora en adelante. Como éramos cuatro parejas y Diana no había problema pues la casa tenía cinco habitaciones. Si se hubieran apuntado al final María y Arturo a Diana la hubiera tocado dormir en el cuarto de servicio. Que no estaba tan mal para una sola persona, la verdad. Una vez instalados, hacia las doce y antes de salir a hacer las compras para esa noche, llamé a mi mejor amigo de Menorca y le dije que se encargara de quedar con todos a las diez en mi casa. Fuimos a comprar carne a la mejor carnicería de Ciutadella donde nos hicimos con chuletas, panceta, chorizos y esas cosas para treinta personas. Tras eso fuimos a un supermercado donde compramos vino, cerveza, refrescos y licores para las copas de después así como ensaladas y patatas fritas para esa noche y desayunos y comida y cena para el sábado. No estuvo mal la factura. Mike dijo que pagábamos a escote pero yo me negué y dije que eran mis invitados. A las dos estábamos de vuelta en casa y comimos una de las ensaladas. Cuando terminamos de comer me llamó Rocío diciéndome que ya estaban todos de camino al aeropuerto que a las seis estarían en la casa. Yo la dije que ya lo teníamos todo organizado y que cuando llegaran dejaran todo en casa y bajaran a la playa que estaríamos allí esperándoles. A las cuatro bajamos a la playa y, hacia las seis y cuarto, llegaron los demás. Allí también estaban buena parte de los que irían luego a la fiesta y, por tanto, casi todas las presentaciones se hicieron en ese momento. Me hizo gracia que nuestro grupo madrileño tuviera las mejores chicas. Rocío y Laura eran, con mucha diferencia, las más guapas. Y a Diana y Raquel solo las igualaba una de las chicas de mi grupo menorquín. El resto no es que fueran feas. Eran normales como lo era Susan. A las ocho y media volvimos a casa para ducharnos y vestirnos para la fiesta-barbacoa. La idea era ir informales en plan barbacoa y yo me puse unos bermudas color khaki y un polo de Ralph Lauren color azul celeste con el pony multicolor. Cuando salí del baño Rocío me dijo:

– Ya veo que vas de uniforme

– Como quieres que vaya a una barbacoa. Bermudas y khaki. Alguno irá con bermudas y camiseta o camisa surfera pero no se puede innovar mucho.

– Bueno, yo entro a ducharme y vestirme – dijo antes de darme un beso y meterse en el baño sin dejarme ver la ropa que llevaba.

Cuando salió me quede impresionado. Y no era la primera vez. Vestía una falda de color oro apagado, si es que ese color existe, con un lazo en la parte frontal ligeramente a la derecha que le quedaba unos diez centímetros por encima de la rodilla y una camiseta con botones hasta el escote de un tejido fino, del mismo color, pero de manga larga. Completaba su atuendo con unas sandalias planas de cuero marrón y un pequeño reloj dorado en su muñeca izquierda.

– Touché, seras la sensación de la fiesta

– Gracias cariño

Y tras darme un beso bajamos a preparar las cosas. Poco a poco fueron bajando los demás. Primero Diana, que no tenía que compartir baño y luego las parejas. Entre las diez y las diez y cuarto llegaron todos mis amigos de Menorca. Al final eramos treinta personas en la fiesta. Me encantó ver como no se crearon dos grupos sino que mis amigos de Madrid se juntaron bastante con los de Menorca. Ayudaba que Rocío en dos días ya se llevaba bien con mas de una de ellas e integro rápido a Diana y Laura. Mike, Raquel y sus parejas conocían también a varios de los asistentes. La cena en si duró de diez y media a once y media o así e inmediatamente después empezaron las copas. Con el paso del tiempo cada vez estaba todo el mundo más suelto y, pronto, todos hablamos con todos. Yo pase una buena parte del tiempo con Antonio y Mike pero ambos estuvieron charlando con gente por su cuenta o con sus parejas. Rocío, en un momento en que estaba poniéndome una copa, me dijo que estaba pasándolo genial. También me dijo que su hermana estaba tonteando con un amigo mio. No era de los más cercanos pero no era mal chaval. La dije que ya era mayorcita. Que no se preocupara. A las tres y media de la mañana ya solo quedábamos los que dormíamos en mi casa tomando copas alrededor de una mesa. Parece ser que el tonteo de Diana no fue muy allá pues el chico se fue sin premio. Tras otra media hora terminando nuestras copas decidimos irnos a la cama. Rocío y yo solo habíamos tomado tres o cuatro copas a lo largo de la noche y no estábamos muy borrachos pero si con el puntito. Al llegar a la habitación que siempre fue de mis padres y ahora sería nuestra empezamos a besarnos con pasión. Ella entre beso y beso decía que no hiciéramos mucho ruido que nuestros amigos estaban en las habitaciones de al lado. Con pasión pero en relativo silencio empece a besarla y tocarla mientras ella me bajaba los pantalones. Yo la quité la camiseta y el sujetador a toda prisa e, inmediatamente, me quité mi polo. Estando yo desnudo y ella solo con la faldita metí mi mano debajo de esta y la bajé su tanga. Teniendo ya acceso a su coño la cogí en brazos y la lleve así a la cama. Allí la tumbe y, antes de penetrarla, empece a jugar con ella. Besando sus pechos, su cuello y llevando mi mano a su cueva. Ella usaba una mano para acariciar mi cabello y cuello y la otra para agarrar mi, en ese momento, totalmente erecto pene. En un momento dado me subí encima de ella y, con mi mano derecha, apunté mi pene a su conejo y empece a penetrarla. Tras cinco minutos ella se corrió espectacularmente y bastante ruidosamente. Y yo aun no había llegado. Seguí cerca de un minuto y eyaculé en su interior lanzando un gruñido fuerte sin conseguir que tuviera un segundo orgasmo. Me desplomé a su lado y nos besamos antes de quedarnos dormidos. El sueño llegó tan rápidamente que ni tuvimos tiempo para cambiarnos a nuestro pijama.

El sábado cuando nos levantamos y bajamos estaban todos desayunando junto a la piscina a pesar de ser casi las doce de la mañana. Cuando nos sentamos vimos a todos mirándonos con una media sonrisa. Diana fue la primera en hablar:

– Menudo fin de fiesta hermanita

Y todos echaron a reír mientras Rocío se ponía rojo tomate. Como a veces es mejor coger el toro por los cuernos fui yo el siguiente en hablar.

– ¿Que pasa que uno ya no puede echar un polvo en su propia casa?

– Eso – dijo Rocío

Y todos empezamos a reír. Después de tomar un café en la mesa acabamos separados en chicos y chicas. No se de que hablaron ellas pero, teniendo en cuenta que el tema del polvo salió repetidamente en nuestra conversación, me puedo imaginar que allí también ocurriría. Tras pasarnos toda la mañana charlando alrededor de la piscina y echar alguna partida de cartas decidimos comer algo pronto para bajar a la playa. Comimos a las dos y a las tres ya estábamos todos instalados. Empezamos instalándonos por parejas con Diana cerca nuestra. Rocío le echó en cara el comentario de la mañana pero yo la dije que no se enfadara que estaban todos pensando eso y mejor que lo hubiera dicho ella a cualquier otro. Poco a poco fuimos dejando el momento parejita para volver a juntarnos en grupo mientras iban llegando mis amigos de Menorca. A las nueve nos despedimos y nos fuimos a casa a cenar una barbacoa mas íntima con los habitantes de mi casa. Al irnos a dormir esa noche hubo algo de cachondeo y nos cortó mucho el rollo así que nos fuimos a dormir.

Al día siguiente nos despertamos y fuimos al aeropuerto desde donde volvíamos a Madrid en dos vuelos distintos aunque solo separados por media hora. Nosotros salimos en el segundo con Laura, Antonio y Diana. Llegamos a casa a las seis y a las nueve llevamos a Diana a cenar. Esa noche estaría con nosotros y al día siguiente volvía a Cuenca. Nos pareció lógico que no quisiera abrir la casa de Arturo Soria para una sola noche pero, de nuevo, nos cortó el rollo tras el cachondeo de Menorca.

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