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Mi historia (51: Marzo 2005)

en Grandes Series

01. Semana del 7 al 13 de Marzo

El lunes siete tuve que trabajar bastante en un tema que preocupaba a mi padre y siendo ambos socios en la empresa nunca podía decirle que no. Estuve liado hasta las dos de la tarde y cuando terminé me fui a comer con mi padre para charlar con el sobre mi trabajo esa mañana. Antes de terminar los entrantes ya le había comentado mis conclusiones y, a partir de ese momento, hablamos de mi reciente paternidad. Tras la comida volví a la oficina y me reuní con Alberto para ver como iba en la nueva empresa. Le llamé a la oficina y me estuvo contando los avances. Al parecer el había viajado a ver a distintos clientes de nuestra empresa de importaciones. Mientras el recién creado equipo de compras buscaba posibles empresas a las que les pudiera interesar nuestros servicios. Esto me interesó y llamó a la directora que pronto vino a comentarnos el listado de diez empresas que ya habían decidido que iban a intentar incluir en nuestra empresa. Empezarían en unas dos semanas pues estaban aun preparando su discurso comercial. Quedé bastante impresionado.

–    Eres un crack tío – dije a Alberto una vez volvimos a estar solos

–    No es para tanto – dijo – El equipo está muy contento con el nuevo proyecto y lo están dando todo. Para ellos es una gran oportunidad.

–    Sin ti dirigiendo no creo que pudieran hacer nada – dije – Tu les das la mitad de energía que tienen. Gracias por dejar tu puesto por este.

–    Nada tío – dijo – Esta es mi empresa también y debo hacer lo mejor para ella. Además es excitante tener la posibilidad real de crecer mucho. Aun no sabemos cuantas empresas ser irán con nuestros ex. Eso será lo más problemático.

Me alegré de oírle y di por terminada la reunión a las cinco. Hora en la que me escapé de la oficina y me fui a casa. Le dije a mi secretaria que estaba en el móvil si me necesitaban. Esa tarde la pasé con mi esposa y mi hija. Por la noche vinieron Diana y Pablo a cenar. Una vez se fueron Rocío y yo hablamos. Cuando llegó la hora de dar la última toma a la niña yo me fui a dormir y Rocío se quedó dándola el pecho.

El martes no pasé en todo el día por la oficina. Esa mañana estuve en el concesionario. Llegué a las nueve y media cuando solo estaba Cristina. Tras saludarnos con un pico fuimos a su despacho donde empezamos a besarnos con pasión y a tocar nuestros cuerpos por encima de la ropa. Solo diez minutos después llamó el primer trabajador a la puerta y dejamos nuestro momento de pasión para pasar al trabajo aunque, igual que hacía a veces con Ana, mi mano tocaba mucho su pierna. Al igual que la suya tocaba la mía. Comí con ella y un comercial para ir conociendo mejor a todos los trabajadores. Tras la comida me fui a casa pues tenía que ofrecer a Teresa que se quedara con nosotros a tiempo completo. Habíamos quedado con ella en nuestra casa por la tarde. Algo raro cuando ella siempre iba por la mañana. Cuando llegó se la notaba nerviosa y se sentó en el sofá.

–    ¿Hice algo mal señor? - dijo Teresa

–    No. Bueno si – dije – Llamarme señor. ¿Cuantas veces te he dicho que no lo hagas?

–    Lo siento se... perdón Carlos – dijo – Es que estoy nerviosa, no se porque me han llamado.

–    Teresa – dijo Rocío – Estamos muy contentos con tu trabajo. Hasta ahora todo ha ido bien pero ahora tenemos a la pequeña y necesitamos más.

Teresa estaba nerviosa. Yo creo que creía que necesitábamos otra persona.

–    Queremos que trabajes con nosotros a jornada completa – dije

Teresa nos miró durante un rato

–    Tendría que dejar mis otros trabajos y me gustaría no dejar a nadie tirado

–    Conozco a las dos otras familias para las que trabajas – dije – Yo te recomendé. Yo me encargo de eso. ¿Te parece empezar el lunes cuatro? Trabajarías de nueve y media a seis de lunes a viernes. Comerás en casa con nosotros cuando estemos y cuando no estemos puedes hacerte cualquier cosa de la nevera. Te encargarás también de hacer la compra.

–    Necesitaré un uniforme – dijo

–    Por mi no es necesario – dije

–    Gracias – dijo Teresa – Nunca he llevado uniforme aunque todas las asistentas lo llevan por aquí.

–    También – dijo Rocío – Vamos a contratar a una babysitter que nos ayudé por las tardes a recoger a la niña de la guardería y esas cosas. Trabajará de cinco de la tarde a ocho o así. Si conoces a alguien.

–    La verdad es que no, señora – dijo Teresa

–    Rocío – dijo mi mujer – Llámame Rocío.

Los tres reímos y seguimos charlando. La dijimos su sueldo, que iba  a ser de unos mil seiscientos euros netos, y era más de lo que esperaba. Cuando se fue Rocío y yo pasamos una tarde y noche bastante normal.

El miércoles el día en la oficina se me complicó. Tras la comida estuve viendo temas de recursos humanos con María y cuando nos quisimos dar cuenta eran las siete y no quedaba nadie en nuestra planta.

–    Debería irme con mis niñas – dijo

–    Pues vete – dije – Seguimos mañana

María sonrió

–    Has dicho la respuesta correcta. Ahora no me voy con mis hijas. Pero seguimos mañana.

Yo la miré con cara de poker.

–    También debería follarte para que no estés mucho tiempo a palo seco. Aunque ya me dijo Rocío que ahora estabais probando la puerta trasera.

Yo no salía de mi asombro. Hace unos meses no sabía que Rocío lo sabía y ahora Rocío la contaba nuestras aventuras en el anal. Vi como María se levantaba e iba hacia la puerta de mi despacho para echar el cerrojo. Una vez cerrada la puerta se acercó a mi y se sentó en mi regazo besándome con pasión. Estábamos junto a la pequeña mesa de reuniones de mi despacho y tras cogerla en volandas la puse sobre ella. La besé en la boca una vez más y poco a poco fui desabrochando la camisa a rayas rosas y blancas que llevaba. Debajo de la camisa llevaba un sujetador blanco muy bonito que también la quité rápidamente tras incorporarla un poco. Tras un pequeño beso a cada una de sus tetas la di la vuelta, tumbándola en la mesa boca abajo, para desabrochar la falda gris marengo, de corte recto y muy formalita, que llevaba ese día.  Cuando se la quité quedó solo con medias y zapatos de tacón además de una braguita a juego con el sujetador que no tarde en bajar. Ya sin las braguitas me acerqué a ella y di un beso a cada uno de los cachetes de su culo.

–    No seas guarro – dijo mientras se daba la vuelta y quedaba boca arriba – Eso lo puedes hacer con tu mujercita pero sabes que mi culo es un agujero al que no tienes acceso.

Yo sonreí y agarrándola de las piernas tiré de ella hasta que su coñito estuvo junto al borde de la mesa. Me agaché para besarlo un poco y mientras me iba desabrochando la bragueta y me sacaba la polla. Una vez la tuve fuera dejé de chupar su coñito y llevé mi polla a su coño. Allí pegué el capullo a la entrada de su vagina y la penetré lentamente hasta tener toda mi polla dentro. Con mi polla en su interior me eché sobre ella y la besé. Tras un beso de cerca de un minuto me aparté, agarré sus caderas con ambas manos, y empecé a penetrarla con fuerza. Cada una de mis embestidas era un poco más fuerte y ella gemía más. Yo emitía algún gemido mezclado con suspiros por el esfuerzo al ir incrementando la frecuencia de la follada. Tras unos  minutos follándola bajé el ritmo y la di un piquito antes de volver a follarla con fuerza. Fueron solo un par de minutos más de follada pues una vez me corrí en su interior ella empezó a gemir a lo loco y pronto sentí las contracciones de su coñito sobre mi polla al llegar a su propio orgasmo. Una vez más relajados me salí de ella y nos besamos antes de arreglarnos.

–    Hoy un polvo rápido que quiero que vayas con tus hijas

–    Hasta en estos momentos piensas en alguien más que en ti – dijo María – Eres incorregible

–    ¿Te gustaría corregir eso?

–    La verdad es que no – dijo

Y con un pequeño pico en la boca se fue de mi oficina. Yo aun me quedé un pequeño rato antes de irme a casa a cenar con mi esposa y ver un ratito a mi hija.

El jueves el día en la oficina estuve ayudando a Marga y las chicas de nuestra empresa de moda en la apertura una nueva tienda de ropa interior que teníamos en Madrid el viernes de la semana siguiente. Estuve todo el día entre el local y la oficina. Ese día a las seis me fui a casa pues ya había llegado tarde el día anterior. Por la noche cuando salí del baño me encontré con la niña dormida en la cuna y Rocío en la cama sonriéndome con una caja de condones en una mano y vaselina en la otra. Esa noche tuvimos nuestra segunda sesión de sexo anal. Sin ser el polvo de nuestras vidas si fue algo mejor que nuestra primera sesión anal unos días antes. Que ambos supiéramos que esperar y estuviéramos menos nerviosos ayudó.

Tocaba reunión mensual el viernes a las once y media como solíamos hacer pero yo la quise cambiar a las once para poder acabar un poco antes y así poder comer con ellos antes de irme a casa con mi esposa. Puesto que nos gastamos dos millones y medio en febrero ese mes tuvimos pérdidas pero si no hubiéramos gastado esos dos millones y medio habríamos obtenido unos beneficios de poco más de novecientos mil euros. Peores que los de Enero pero también teníamos el gasto extra de las dos aperturas de tiendas de marzo. Las perdidas computando todo fueron de un millón y medio de euros pero con casi doce millones de euros en caja no era para tanto. Tras la reunión, que acabó sobre las dos en vez de dos y media normales, me fui con Mike, María, Marga y Alberto a comer. Estuve con ellos hablando de negocios y es que a veces sentí que desde la llegada de la niña no estaba tan centrado y estas comidas podían ser buenas. Tras la comida me fui con mi esposa e hija a pasar la tarde y la noche tranquilos.

El fin de semana teníamos lío y todo empezó con una comida en nuestra casa a la que asistieron Laura y Antonio con su hija y Pablo y Diana. Ese día era el cumpleaños de Pedro, el novio de Teresa, amiga de Rocío de Cuenca. Estaban celebrando en Cuenca y nosotros le llamamos para felicitarle pero quedamos en verles en menos de dos semanas en Cuenca para Semana Santa. La comida se convirtió en comida cena y a las ocho se fueron ya todos a sus casas quedándome yo con mi esposa y mi hija a disfrutar de una noche tranquila. No es que me estuviera volviendo menos sociable pero los pequeños ratos a solas con Rocío y mi hija eran de lo mejor que podía tener en esos momentos.

El domingo vinieron a comer a casa María, Arturo y las niñas. Nuestra relación con esa familia era especial. María era para mi igual que Raquel pero la relación de Rocío con Elena era la más cercana de las que tenía con los hijos de nuestros amigos y yo con Marta tenía una conexión especial. Para colmo Elisa, la hija pequeña de María, era hija biológica mía y aunque a veces parecía distante era solo para que no se notara que para mi era de lo más importante, quizás Marta lo era aun más, pero daría mi vida por ella. Y todo ello sin dejar de pensar en Arturo como un tío cojonudo y un buen amigo. Si es que a un buen amigo se le pueden poner unos buenos cuernos y no entrar en una contradicción total. Ellos se fueron antes, a eso de las seis y pude aun disfrutar más de mi hija esa noche.

02. Semana del 14 al 20 de Marzo

El lunes catorce volvía Raquel a la oficina en horario de media jornada tras unos dos meses de dar a luz. Yo prefería que estuvieran los cuatro meses con sus hijos, ellas daban el pecho a los chavales, pero mis socias se negaban. Y Raquel siempre estuvo dispuesta a tomarse los dos primeros meses pero Marga hubiera venido tras un par de semanas aun cuando no era socia. María tuvo sus hijas cuando era secretaria y si se tomo los cuatro meses. Toda la mañana estuve reunido con Raquel contándola lo del concesionario, ella ya sabía lo de Cristina por Rocío, como veía a Alberto en la empresa de distribución y otras cosas que habían ocurrido en esos dos meses. La charla, distendida, no fue solo negocios. También hablamos de mi hija y del hijo que ella había tenido con José Carlos con un poco de ayuda mía. Vale que fuera hijo mío biológicamente pero no quería pensar en ello así, había ayudado y punto. Para mi fue una reunión genial. Eché mucho de menos a Raquel esos dos meses en la oficina. Ella, Mike y María habían estado conmigo durante todo el tiempo de la empresa y cuando María o ella se tomaban bajas por maternidad las echaba de menos a mi lado. Con Mike era distinto, no estábamos alejados más que un par de semanas por vacaciones. A la una se incorporaron a la reunión los demás socios y a las dos, cuando terminó, Raquel se fue a casa a dar el pecho a su hijo. Por la tarde estuve encerrado en mi despacho mirando números. Mi único contacto con el exterior fue mi secretaria que me preguntó un par de cosas. Por la noche estuve con mi mujer en casa tranquilamente. Esa noche volvimos al sexo anal. No teníamos otra opción y parecíamos empezar a disfrutarlo.

El martes trabajé toda la mañana ayudando en la apertura de ese viernes y a la hora de comer me fui a casa. Esa tarde Rocío tenía reunión del consejo asesor del banco y quería ir. Había dado a luz un mes y medio antes y nadie la iba a pedir que asistiera. Aun así Rocío era de la casta de Marga y su carrera era muy importante. Me quedé con la niña a las cuatro, cuando Rocío se fue al banco. A las seis tocaba pecho pero al no estar Rocío la di un biberón de leche. Mi madre vino para que no estuviera solo. Eso dijo, se que en realidad vino para vigilarme pero no me lo tomo a mal. A las ocho volvió Rocío.

–    Se han extrañado de mi presencia – dijo

–    Evidentemente – dije – Eres una trabajadora. Muchas habrían esperado a casi el final del permiso para ir a las reuniones.

–    Bueno – dijo echándose a reír – Yo no soy como muchas.

Todos reímos. Esa noche se quedó mi madre a cenar y se unió mi padre. Cuando acabamos ellos se fueron y yo me fui a la cama a descansar mientras Rocío esperaba despierta a la hora de la última toma antes de irnos a la cama.

Estuve todo el día liado ayudando a Marga, Marisa y Gloria con la preparación de la nueva apertura de una tienda de ropa interior ese viernes. Acabé a las siete cuando me fui del centro comercial para llegar a las ocho a casa y poder pasar algo de tiempo con mi esposa e hija.

El jueves dedique toda la mañana a la tienda de ropa interior pero por la tarde, tras comer, fui al concesionario pues esa tarde iba a conocer a algunos comerciales de la sucursal de ventas más pequeña. Al llegar entré en el despacho de Cristina, que tenía bajadas las persianas, y nada más cerrar la puerta nos besamos con pasión. Yo llevé mis manos a su culo y ella mientras acariciaba mi polla con una de sus manos. Cristina iba con una falda azul marino, hasta justo las rodillas, de un corte bastante recto sin ser una falda lápiz. Su torso lo cubría con un jersey rojo de manga larga y unas sandalias negras de altísimo tacón. La combinación rojo con azul marino nunca me entusiasmó pero ella era capaz de llevarlo con estilo. A estas alturas ya había aprendido una cosa. A trabajar ella iba con falda o vestido. Ni un día la había visto con pantalón. Tras un rato más de beso esperamos a que a mi se me bajara un poco más la erección y nos fuimos en su coche al otro concesionario. Ella, lógicamente, tenía un BMW pero me sorprendió ver que era un cabrio, un descapotable serie 3. Era una pasada de coche pero no parecía muy familiar. De camino al concesionario, con la capota echada, me contó que su marido tenía un serie 3 ranchera que usaban cuando iban todos juntos pero que a ella se le antojó ese coche. Era un coche sexy, sin duda. Al llegar a la zona aparcó el coche en un pequeño garaje cerrado en el que solo entraba un coche. Al parecer era propiedad del concesionario y lo usaban ella o el director del taller cuando se desplazaban a este concesionario para no perder tiempo buscando sitio. Estuvimos de cuatro a cinco charlando con los vendedores del concesionario y a  esa hora volvimos al pequeño garaje para volver y yo irme a casa tras recoger mi coche. Una vez entramos en el garaje y ella cerró la puerta de este me dio las llaves del coche.

–    Conduce tu – dijo

–    El coche es tuyo

–    Vengo de una familia en la que cuando el hombre está presente conduce el hombre – dijo – Y ahora tu eres mi hombre.

Yo me reí y ella se pegó a mi para besarme. Tras un rato morreándonos junto al coche me enseñó como se quitaba la capota y sin esta me dijo que me sentara para sentirlo. Era una sensación interesante aun sin estar conduciéndolo. Yo nunca había tenido un descapotable y me estaba gustando. Aunque no me pareciera muy práctico. Ella se puso sobre el asiento del copiloto de rodillas y me sonrió. Lentamente se echó sobre mi cuerpo y me besó en la boca antes de apartarse un poco de mi y, mirándome a los ojos, empezar a desabrochar mi bragueta lentamente. Una vez ella tuvo ya mi mano sobre mi calzoncillo acariciando mi polla se volvió a acercar a mi para besarme y yo, sin dudarlo, agarré su cabeza por cada lado y abrí mi boca para darnos un buen morreo. Ella jugaba a acercarse y apartarse de mi y cuando no estábamos besándonos sus miradas dejaban claro que su pasión en esos momentos estaba desbordada. Mientras, su mano no dejaba mi polla, sobre el calzoncillo, ni un segundo y, tras un rato, me bajó este para liberarla. Tras jugar con ella en sus manos unos segundos volvimos a besarnos y ella escupió un poco sobre mi polla para mojarla con su saliva antes de llevársela a su boca. Mientras ella me la chupaba yo fui subiendo su jersey rojo. Ella se apartó un momento y se dejó quitárselo volviendo rápidamente a chuparme la polla. Ella arrodillada sobre el asiendo del acompañante hacía todo lo posible por evitar hacerse daño con el freno de mano y el cambio de marchas. Mientras me la chupaba con bastante destreza yo jugué con su sujetador. Al final conseguí quitárselo y ella se incorporó dejándome ver, por primera vez, sus senos. Eran de tamaño medio, ni grandes ni pequeños, y relativamente firmes para una mujer de treinta y tres años que ya había dado a luz a una niña. Llevé mi boca a uno de sus pezones mientras con una mano acariciaba su culo, levantando su falda, y con la otra la teta que quedaba libre. Ella empezaba a dar los primeros gemidos y junto su boca a la mía, apartándome de su teta, y volviéndome a besarme con pasión. Todo ello sin soltar durante un segundo mi polla que siempre mantenía bien agarrada. Tras un rato besándonos ella volvió a besar el capullo de mi polla y, lentamente, se dejo caer sobre ella para volver a darme una sensacional mamada. Mi polla estaba totalmente excitada y con ganas de follarla bien. Pero ella estaba dedicada a la mamada. Yo acariciaba su culo sobre la falda y ella seguía mamando mi polla.

–    Si sigues así voy a correrme en tu boca – dije

Ella se separó un poco de mi y me miró a los ojos

–    No me importaría – dijo – Mi cuerpo es tuyo para darte placer. Si eso es lo que quieres hazlo.

Y juntó su boca a la mía dándonos un beso de enorme pasión.

–    Lo que quiero es follarte – dije

–    De acuerdo – dijo

Y poniéndose casi de pie sobre el asiento fue poco a poco pasando al mio poniéndose con las rodillas a los lados de mi cuerpo y dejándose caer sobre mi cuerpo. Una vez estuvo colocada sobre mi se subió la falda hasta la cintura dejando a la vista unas braguitas relativamente pequeñas, aunque no tanga, a juego con su sujetador. En esa posición yo fui chupando sus tetas mientras ella movía su entrepierna, protegida por la braguita, sobre la erección que en ese momento tenía mi polla. Mientras chupaba sus tetas ella gemía un poco y echaba su cara hacia atrás. Tras un rato chupándolas abrió la puerta del coche y salió de este. Con mucha sensualidad se quitó junto al capó la falda y posteriormente, muy lentamente, las bragas. Yo aproveché para quitarme el pantalón pues parecía un pingüino andando con el pantalón y calzoncillo a la altura de los tobillos. Ella con la braga ya retirada se subió al capó del coche y apoyó su espalda sobre el parabrisas abriendo bien las piernas para tener, por primera vez, una vista de su entrepierna. Depilada y muy apetitosa. Desnuda excepto por las sandalias negras de altísimo tacón. Llevé mi cara entre sus piernas y chupé un poco su coñito para sacar de ella unos primeros gemidos. Tras un rato chupando su coño ella cada vez gemía más y no paraba de pedirme que siguiera. Mi intención sin embargo era follármela y llevé su coño al borde del capó donde me pegué yo para penetrarla por su coñito lentamente. Cada centímetro que entraba mi polla en su coño iba acompañado por un gemido de ella. Tras meter casi toda mi polla en su coño decidí empezar a sacarla y meterla muy lentamente pero de manera regular. Esto hizo que muy poco a poco fuera incrementando el placer que ella recibía y sus gemidos iban aumentando paulatinamente. En esa posición y con esa lentitud yo pude aguantar mi orgasmo pero ella no y tras unos quince minutos de follada explotó en un orgasmo muy ruidoso.

–    ¡Que maravilla! - dijo – Me gustaba la idea de tener un jefe nuevo guapo e inteligente. Pero no esperaba que follara así. Tu esposa es una mujer con suerte. Tener esto en casa todos los días.

–    ¿Te ha gustado? - dije

–    Me ha encantado

–    ¿Y sueles dejar a tu jefe sin correrse?

Ella sonrió y tras darme un beso en la boca me miró y me sonrió

–    Nunca – dijo – El bienestar de mi hombre, mi jefe, está por encima de cualquier cosa

Y cogiéndome de la mano me llevó al asiento del conductor haciéndome sentar en esta con las piernas hacia fuera del coche. Ella se dejó caer sobre mi polla, lentamente, engullendo poco a poco la totalidad de mi polla. Una vez se la metió, empezó a cabalgarme y nuestros gemidos se sincronizaron en un maravilloso dúo de placer sexual. Yo no aguantaría mucho y se lo hice saber. Ella al oírlo llevó su mano a su coñito y se acarició algo mientras seguía cabalgando. Así tras unos minutos yo tuve un maravilloso orgasmo que, para mi alegría, fue acompañado de una segunda corrida suya. Una vez nos calmamos ella se salió de mi y se dio la vuelta para sentarse en mi regazo y besarnos.

–    Te quiero – dijo

–    ¿No es un poco pronto? - dije – Apenas me conoces.

–    Conozco lo suficiente – dijo – Me gustaría ser tu amante

–    ¿Tras este polvo crees que no lo eres?

Ella rió y los dos nos besamos un rato antes de adecentarnos un poco, vestirnos y volver a su despacho, conduciendo yo. Allí vimos algunos detalles de trabajo y, tras un rato, yo la dejé trabajando mientras me iba con mi esposa y mi hija a pasar la noche. Ya en la cama Rocío se reía cuando la contaba lo de Cristina. No entendía sus risas pero luego ya me dijo que Cristina quizás pudiera ser la sumisa que Raquel y ella buscaban. En ese momento no supe si alegrarme por Cristina o si debería darme pena. Lo cierto es que Rocío y Raquel la iban a preparar un buen número de situaciones excitantes sin que ella lo supiera.

El viernes estuve todo el día en el centro comercial donde abríamos nuestra tercera tienda de ropa interior. Solo me fui para ir a casa a comer y luego, tras un rato con mi mujer y mi hija a solas, irnos los tres un rato al centro comercial para la apertura donde aparecieron todos nuestros amigos con sus hijos. Con tres bebés, el nuestro, el de Raquel y el de Antonio y Laura,  estuvimos menos tiempo de lo normal y tras una merienda, en vez de la cena habitual, cada uno nos fuimos a nuestra casa.

El sábado María y los suyos vinieron a casa. María siempre decía que no debía ir con toda su tropa pues eran muchos pero a las niñas les apetecía mucho vernos y a nosotros verlas a ella. María parecía la única que se preocupaba por si fuera todo duro para nosotros. También se preocupaba por la pequeña pero ella ni se enteraba. Comía, dormía y poco más. Lo cierto es que con mes y medio ya a veces respondía a estímulos con sonrisas y era mucho más agradable estar con la peque. Yo estuve un buen rato con ella y Marta explicándola a estas muchas cosas de la bebé. Y ella atendía todo lo que la contaba. Mientras Elena ayudaba a mi esposa y su madre en la cocina. Arturo y Elisa estaban a medias jugando y a medias con Marta y conmigo. Un día en general bastante chulo y no tan cansado como decía María pues se iban pronto a casa y descansábamos bien.

El domingo tras dar la primera toma de pecho a la niña preparamos todo y,prontito, nos fuimos a casa de mi cuñado pues era el cumpleaños de su mujer María Rosa. Fue un cumpleaños bastante grande con familia y amigos de María Rosa así como Rocío, Diana, Pablo y yo. Y Sandra, por supuesto, que tan pequeñita fue la sensación del día una vez fue llegando la gente. Poco después de comer, tras darle el regalo a María Rosa, nos fuimos para que la pequeña no se cansara. Fuimos los primeros en llegar para ser los primeros en irnos. El resto de la tarde lo pasamos Rocío y yo tranquilamente en casa descansando, abrazados en el sofá y solo pendientes de nuestra hija.

03. Semana del 21 al 27 de Marzo

Estuve revisando ese lunes con Marga y las chicas de la empresa de moda los ingresos del primer fin de semana de nuestra nueva tienda de ropa interior. Fueron bastante buenos sin ser espectaculares. Comí con Alberto, Raúl y Sofía para ver los avances de nuestra empresa de distribución de comida nacional y por la tarde estuve en mi despacho revisando distintos asuntos hasta que a las seis me fui a pasar la tarde con Rocío y mi hija.

El martes a media mañana estaba reunido en mi despacho con Ana. Como siempre yo ponía mucho mis manos en sus muslos y ella en los míos. Cuando terminamos los temas que estábamos tratando pasamos a hablar de nuestras vidas. Ella me preguntó por mi hija y mi nueva vida. Yo la contesté largamente.

–    Me encanta ver como se te cae la baba cuando hablas de tu hija – dijo Ana – Hace que te aprecie mucho más. Te quiera mucho más.

Se quedó mirándome sonriendo y yo me acerqué a ella y agarré su cara antes de darla un beso con mucha pasión.

–    ¿Cuando podremos hacerlo? - dijo – Te echo de menos.

–    Me puedo quedar a trabajar hasta tarde hoy – dije con una sonrisita

–    No quiero que le quites tiempo a tu hija para estar conmigo

Sonreí y la di un piquito.

–    Si sigues diciendo ese tipo de cosas yo también voy a acabar queriéndote. Esta tarde me quedo a trabajar hasta tarde – dije

–    ¿Seguro?

–    Segurísimo – dije -  A partir de mañana estaré casi una semana con mi hija en Cuenca. Debería quedarme de todas formas.

El resto del día pasó bastante normal y yo esperaba con ansias el momento en que ella volviera a verme. Cuando entró se me hubiera caído el boli si hubiera tenido una en la mano. Se había cambiado y llevaba una falda con algo de vuelo a cuadros negros y blanca con un polo blanco muy apretadito. En las piernas llevaba unas medias negras muy elegantes con unas botas negras de altísimo tacón muy fino. Tras cerrar la puerta se acercó lenta y seductoramente a mi. Cuando llegó junto a mí se medio sentó en mi mesa y me sonrió.

–    ¿Te gusta como voy cariño?

–    Estas preciosa – dije

–    Esta falda la he comprado para ti. Las botas las tenía de antes de nuestros encuentros pero van bien, ¿verdad?

–    Genial – dije

Ella empezó a mirarme y se acarició poco a poco las piernas seductoramente. No tardó mucho en ponerse de pie y quitarse el polo primero y desabrocharse la falda después para pasar a besarme solo con su ropa interior que ese día era un body blanco con encaje en la zona donde irían sujetador y bragas. Me hizo levantar de mi silla y de la mano me llevó delante de mi mesa donde teníamos más despacio. Andando detrás de ella vi su culito moverse. La verdad es que de todas las mujeres con las que tenía relaciones Ana tenía mejor culo y, ahora que con Rocío estaba volviendo a probar las delicias del sexo anal, lo miraba de otra forma. Ella se frenó frente  a mi mesa y echó su mano hacía atrás para tocar mi paquete mientras yo bajaba los tirantes de su body liberando ambos pechos. Cada una de mis manos cogieron un pezón excitándola todo lo que pude y haciendo que cada vez gimiera un poco más. Me hizo apoyar sobre la mesa y pegó sus tetas a mi boca. Yo empecé a besarlas.

–    ¿Te gustan tus tetas? - dijo

–    Me gustan más las tuyas – dije sonriendo mientras acariciaba su culo y pasaba de besar una teta a otra

–    No seas tonto  - dijo – Sabes a que me refiero. Mis tetas son tuyas para que hagas lo que quieras.

–    Cuando te sale el toque sumiso no te pega nada – dije

–    No es sumiso – dijo Ana – Es generoso. Mi cuerpo es tuyo por avaricia, porque me das placer. Si fueras un inútil con tu boca serían mis tetas.

Yo tuve que dejar de besarlas para reírme un poco y tras la risa pasé a besarla en la boca mientras ella desabrochaba mi camisa primero y mis pantalones después. Ya sin calzoncillos ella se arrodilló y empezó a chuparme la polla mientras veía como se iba haciendo un dedo. Ella se quedó estática y yo más bien follaba su boca. Tras un rato dejó escapar mi polla y me sonrió antes de volver a llevársela a la boca. A partir de entonces ella ya no se tocaba y agarraba mi polla con una mano y mi culo con la otra. La mamada estuvo muy bien y tras unos minutos la subí yo a la mesa donde pasé a chupar su coñito tras terminar de retirar su body que estaba en esos momentos alrededor de su cintura. Ella empezó a gemir bastante con mis chupadas y, tras unos minutos, me levanté y la besé en la boca. Tras un beso apasionado de algo menos de un minuto hice que levantara una de sus piernas, que puse sobre mi hombro, para que mi polla tuviera un mejor acceso a su coñito. Estuve follándola sobre la mesa durante un rato, no menos de cinco minutos, pero luego la bajé para que estuviera de pie pero recostada sobre la mesa y yo, desde atrás suya, pudiera penetrarla teniendo a mi vista su culito. Me hubiera gustado penetrarla por el culo en ese momento, por ver que se sentía, pero no podía. Me habían educado en el respeto a los demás y dar a alguien por el culo sin que me lo pidieran y sin haberlo hablado no era una opción. Así me concentré en penetrarla más duro hasta que sus gemidos eran ya cercanos al orgasmo. En ese momento paré y la hice incorporarse un poco para que me besara. Tras el beso volví a darla con fuerza de tal manera que, solo un par de minutos después, ella se corriera. Su orgasmo fue el puntito que necesitaba yo para correrme en su interior. Ella me sonrió y se dio la vuelta para besarnos con pasión.

–    Te quiero – dijo – No se como lo haces pero follas mejor que nadie con quien he estado. No puedo vivir sin esto.

Yo la sonreí y la besé un poco más antes de que empezáramos a vestirnos y yo, tras trabajar un ratito más, me fuera a casa con mi esposa e hija.

El miércoles me iba a Cuenca pues jueves y viernes eran festivo en Madrid por la Semana Santa. Era el primer viaje largo de la peque y no queríamos pillar mucho atasco. Así en la oficina estuve casi tres horas de nueve a doce y a esa hora me fui a casa donde Rocío ya tenía nuestra ropa y la de la pequeña lista. Cargamos todo y nos fuimos unos minutos antes de la una hacia Cuenca. A las tres paramos para dar el pecho a la pequeña y que descansara y poco antes de las seis llegamos a la casa de los padres. Los padres se volvieron como locos, sobre todo la madre, con nuestra llegada. Rocío tuvo que darla el pecho a la pequeña pronto y mientras yo preparaba la cuna de viaje y organizaba nuestra ropa y la de la pequeña. Esa noche la pasamos en familia mientras iban llegando Diana y Pablo y, más tarde, Jorge y María Rosa con el hijo de ambos. No muy tarde, tras la toma de las doce, nos fuimos a la cama.

El jueves tras pasar la mañana en casa de los padres tranquilamente nos fuimos a la una a dar un paseito corto por Cuenca. Muchos amigos y conocidos nos iban parando para conocer a la pequeña y lo cierto es que no avanzamos mucho. A las tres volvimos a la casa de los padres y comimos mientras Rocío daba el pecho a la pequeña. Esa tarde la pasamos en casa y recibimos la vista de Teresa y Pedro y Mónica y Raúl que fueron a pasar la tarde con su amiga y la pequeña. Raúl, Pedro y yo hablábamos con los hombres de fútbol pues estaban tan encima de la pequeña las mujeres que no nos atrevíamos a acercanos. Cuando se fueron, algo antes de las nueve, dimos el pecho a la pequeña, Rocío se lo dio pero el resto esperamos a que se lo diera, cenamos y descansamos. A la peque se la notaba cansada.

El viernes el día fue similar aunque quienes vinieron a ver a la peque fueron otras amigas de Rocío de Cuenca. Rocío era la primera madre del grupo de amigas del colegio y era increíble lo volcadas que estaban todas con ella. Por lo demás Rocío y yo intentábamos disfrutar de nuestra hija y yo además necesitaba descansar y creo que lo conseguí.

El sábado los padres hicieron la fiesta típica en la cerrada alta sociedad de Cuenca de presentación de la pequeña. Por la mañana hicimos los preparativos para esa tarde. Empezó pronto, hacia las siete, y a las once acabó. En ese rato la niña se portó espectacularmente bien. Parecía haber heredado el saber estar de su madre. Tranquila y sonriente a pesar de tener que estar, a la fuerza, cansada y sentirse rodeada de desconocidos que no paraban de mirarla, decirla cosas y tocarla.

El domingo comimos con los padres de Rocío, su hermana y Pablo y su hermano y su familia. Durante la comida el hermano de Rocío nos informó que iban a bautizar al pequeño Jorge en Madrid el cuatro de Junio de ese año. Jorge ya tenía dos años y ellos quisieron esperar a que fuera algo mayor y bautizarlo en una edad en la que fuera consciente en vez de cuando era un bebé que era lo más normal. Le dijeron a Rocío que sería la madrina y esto la puso muy contenta. El padrino sería el hermano de María Rosa. Tras la comida ellos volvieron a Madrid pues tocaba trabajar el lunes. Nosotros sin embargo, estando aun Rocío de baja, decidimos esperar al lunes por la mañana para no sufrir los atascos típicos de Semana Santa. Esa tarde los abuelos pudieron disfrutar de su nieta. A mi me hacía ilusión ver a mis suegros disfrutando. Ellos apenas venían a Madrid pues ya se cansaban si solo venían un fin de semana y lo hacían solo de vez en cuando. Tras la tarde y noche en familia nos fuimos pronto a la cama para salir de vuelta hacia Madrid pronto.

04. Semana del 28 de Marzo al 3 de Abril

El lunes salimos a las nueve hacia Madrid y tras la parada de casi una hora para dar el pecho a la pequeña llegamos algo antes de las dos. Con la niña el viaje era mucho más lento y entonces, aun sin autopista, se podía hacer largo para lo cerca de Madrid que estaba. Comí con mi mujer y me fui a la oficina para trabajar. Ese día básicamente me dediqué a contestar emails y llamadas. Hice poco más. A las seis me iba a casa cuando Marga se acercó a mi en el pasillo y tras preguntarme por mi Semana Santa me dijo que tenía que ayudarla esa semana pues iban muy retrasadas con la apertura de nuestra nueva tienda de moda. Iba a ser la segunda en Barcelona. Allí estaban Marisa y Gloria y nosotros deberíamos dar apoyo desde aquí. La noté tensa.

–    No te preocupes – dije tras darla un beso en la mejilla – Lo sacamos fijo

–    Sin Alberto creo que mido mal los tiempos. No se como pudisteis conmigo de baja maternal.

–    Pues currando yo mucho con Alberto. No te voy a dejar tirada. A partir de mañana tu mandas.

–    Gracias – dijo

Y tras darme un beso en la mejilla se fue corriendo como una veinteañera a su despacho. Nos habíamos dado dos besos en la mejilla cariñosos y nadie decía nada en la oficina. Estaban acostumbrados. Nuestro grupo estaba tan unido que las chicas besaban a ellos y ellas en la mejilla sin ningún problema y constantemente. Y entre los chicos era normal volver tras un fin de semana largo y encontrarnos por el pasillo y darnos un abrazo. Uña y carne. Una familia. Al llegar a casa jugué con mi hija un rato. Ella cada vez estaba más espabilada aunque aun no fuera del todo consciente.

El martes empecé a ayudar a Marga. A mi secretaria ya la dije el día anterior que solo atendería llamadas urgentes y pusimos el centro de operaciones en mi despacho. Estuvimos hablando con proovedores, con la oficina de Barcelona y con nuestras empleadas que estaban allí. A las siete se fueron los trabajadores que acondicionaban el local y ya no podíamos hacer nada. Así Marga y yo nos fuimos a nuestras casas tras mucho curro. El día siguiente debía estar la reforma terminada para mediodía. Esa noche jugué poco con mi hija y me fui a la cama.

Todo se torcía el miércoles. Los operarios que montaban la tienda iban muy lentos. Debían entregar a las doce del mediodía y eran las tres y aun no habían terminado. Marga estaba atacada. La empresa que se encargaba del trabajo era una que nos obligaba a contratar el franquiciador y yo hablaba con ellos para darle caña y que ellos dieran caña a la empresa que hacía el local. Teníamos ya suficientes tiendas de su marca como para ser los segundos franquiciados más importantes y si nos quejábamos nos tenían en cuenta. El problema es que hasta que no terminaran no podrían ir preparando bien el stock pues antes deberían limpiar y luego colocar todo. No llegábamos pues el jueves era, en teoría, el día en que íbamos a formar al equipo y a hacer ventas y compras de prueba. A las cinco nos entregaron por fin la tienda y a toda prisa empezaron a catalogar todo y ordenar la tienda. La que iba a ser la encargada de la tienda se encargaba, mientras, del escaparate. Marga siguió con ellas dando algo de apoyo pero yo a las ocho ya casi no tenía nada que hacer.

–    Vete a tu despacho – dije – Yo me voy a casa y en cuanto termines me llamas.

–    Acabaremos tarde – dijo Marga

–    Cuando sea – dije

Jugué con mi hija un ratito y luego cené tranquilamente con mi esposa mientras hablábamos de nuestra vida. A las once me llamó Marga desde la oficina. Ya se iba a casa y, al día siguiente, cogería uno de los primeros vuelos a Barcelona para estar en la formación y luego el viernes en la inauguración.

Yo el jueves ya empecé a ponerme al día aunque seguía ayudando algo a las chicas cuando estas me llamaban. Ese día comí con María y Mike. Ambos iban al día siguiente a la inauguración junto con Alberto, Celia y Arturo. Tras la comida llamé a Rocío y luego me reuní de nuevo con Mike y María.

–    Me quedo con vuestros hijos – dije

–    ¿Estás loco? - dijo Mike

–    No digas tonterías – dijo María – Se quedan con los abuelos que para ti va a ser mucha paliza. Tienes una niña de dos meses no vas a tener un fin de semana cuatro niños más.

–    Todo el fin de semana no – dije – Solo una noche. Volvéis el sábado, ¿no? Rocío está de acuerdo

–    Si pero – dijo María

–    Si pero nada – dije interrumpiendo – Vamos a por ellos al cole y nos los llevamos a casa y veremos pelis o algo.

–    No te lo vamos a quitar de la cabeza, ¿verdad? - dijo Mike

Yo asentí

–    Que cabezota es – dijo María

Los tres reímos y luego me dieron algunas indicaciones. A las cinco me fui a casa y le conté a Rocío que nos los dejaban.

El viernes por la mañana me hice con las sillas de coche de todas las niñas de María y de Miguel, el hijo de Mike y Marga, y llevé esta a Rocío. Tras el trabajo me fui a casa mientras mis socios, excepto Raquel, corrían al aeropuerto para irse a Barcelona. Tras comer en casa con mi esposa ella se fue a por Miguel y yo a por las niñas pues en el coche de Rocío no entraban las tres sillas de las niñas. A las seis ya estábamos todos en casa pensando que íbamos a hacer esa noche y preparando las camas para todos. Querían comer hamburguesas y yo les propuse que las hiciéramos nosotros y a todos pareció divertirles. Me cogí a Elena y Marta y, mientras Miguel y Elisa jugaban en el salón, nos fuimos a comprar los ingredientes necesarios para las hamburguesas. Miguel tenía solo un añito y Elisa casi dos y medio pero podían jugar juntos en el salón sin problemas. A la hora de hacer la comida me llevé a las niñas de María a la cocina. Yo corté los tomates y la lechuga y mientras hacía las hamburguesas ellas iban montándolas. Mientras Rocío vigilaba a Miguel y estaba pendiente de nuestra hija. A Miguel le hice una papilla y todos comimos juntos, yo dándole a Miguel la papilla, viendo una peli de dibujos para las niñas puesto que Miguel aun era pequeño. Ya en la noche a Miguel lo acostamos en la habitación de la que iba a ser nuestra hija en una cuna de viaje y las tres hijas de María durmieron en la cama de matrimonio de la habitación de invitados. En la cama Rocío y yo nos besamos pues todo había ido bien con los peques.

El sábado me levanté a las nueve cuando oí a Miguel por el receptor del aparato que habíamos comprado ya para oír si lloraba Sandra cuando fuera a su habitación. Rocío estaba despierta dando el pecho a Sandra. Miguel tenía poco más de quince meses y ya decía algunas palabras y andaba aunque se caía muy a menudo. Le saqué de la cuna y me lo llevé al salón donde jugamos un poco esperando que se despertaran las niñas. Pronto apareció Elena con sus hermanas. Ya cerca de cumplir los once años Elena era suficientemente madura como para ayudar a sus hermanas de poco más de cuatro años, Marta, y casi tres, Elisa, a vestirse antes de salir de la habitación. Esperamos a que saliera Rocío de la habitación, ya que estaba dando el pecho, y cuando estuvimos todos juntos, hicimos los desayunos entre Marta, Elena y yo. Algo antes de las once llegaron Raquel con José Carlos, Susana y el pequeño Juan. Susana se fue a jugar con Elisa pues eran muy amiguitas y apenas se llevaban un par de meses en cuanto a edad. Marta jugaba conmigo ayudándome a tener entretenido a Miguel y mientras Elena charlaba con Raquel y Rocío. José Carlos a ratos charlaba conmigo y a ratos con nuestras esposas. Así estuvimos toda la mañana hasta que, a eso de la una del mediodía llegaron los padres de los peques y todo se revoluciono con ellos queriendo abrazarles y besarles. También vinieron a Alberto y Celia.

–    Menuda guardería te has montado – dijo Alberto tras el abrazo de rigor

El y yo nos estuvimos riendo y pronto nos fuimos a la cocina con José Carlos para, entre los tres, preparar una paella para comer. En eso el experto era José Carlos y nosotros hicimos de pinches además de preparar los aperitivos. Alberto me contó cosas de la tienda en Barcelona mientras en el salón se oía que todos lo pasaban bien. Fue un día entretenido y a eso de las ocho empezaron a marcharse todos. Tanto María y Arturo como Mike y Marga no paraban de darme las gracias por haber cuidado de los niños hasta que les dije que fue un placer. Que me encantaba estar con ellos y que se habían portado fenomenal. Ya más tranquilos Rocío y yo disfrutamos de un rato solos mientras la niña dormía.

El día anterior con todos nuestros amigos y sus hijos fue sensacional pero nada comparado con pasar un día, tranquilamente, y sin nada que hacer con mi esposa e hija. Salimos a dar una vuelta y tomamos algo en una terraza pues al sol había bastante bueno y se podía tomar algo con el abrigo puesto. Comimos en casa, vimos una peli abrazados sin despegar ojo a nuestra hija que interactuaba con los muñecos de su hamaca. Cenar ligero y tranquilos. Hablar de nuestras cosas y nuestro futuro. Ser pareja. Quería mucho a mis amigos y sus hijos pero con un día así no podían competir. A las diez nos fuimos ambos a la cama y una vez allí Rocío se pegó a mi.

–    Llevo cinco días sin dolores por los puntos.

–    ¡Que bien! - dije sin mucho entusiasmo

–    ¿No sabes lo que significa?

–    Que estas mucho mejor

–    Si. Pero también significa que, según mi ginecólogo, ya podemos follar

A mi se me iluminó la cara y en cuanto Rocío vio mi reacción se lanzó a besarme. Su lengua buscó mi boca y yo la abrí para darla una cálida acogida. Rápidamente metí mi mano entre su braguita sacando de ella un primer gemido seguido de una risa como de quinceañera. A mitad de la risa oímos que Sandra se despertaba y lloraba.

–    Has despertado a la peque – dije besándola en los labios

Me levanté y fui a ver a Sandra. Se había caído su chupete y tras arroparla un poco y ponérselo de nuevo en la boquita me quedé mirándola hasta que cayó rendida. No fueron mas de dos o tres minutos. Tras asegurarme que dormía volví a la cama junto a mi esposa que no había parado de acariciarse el coñito.

–    No seas tan escandalosa – dije sonriendo

Ella se rió y volvimos a besarnos. Yo la tumbé sobre la cama y bajé su braguita. Estaba muy mojada tras el rato acariciándose sin mi. Bajé mi boca a su rajita y la chupé durante un rato haciendo que pequeños gemidos se escaparan de su boca. No quería una nueva interrupción por parte de mi hija y decidí pasar al polvo. Junté mi polla a su conejo y lentamente empujé mi polla dentro de ella. Se notaba que aun estaba algo dilatada tras el parto. Aunque hubieran pasado  unos dos meses notaba que no estaba tan cerradita como normalmente y seguro que ella estaba notando menos placer. Aun así el volver a sentirnos unidos seguro que era un placer para ambos. Para mi lo era. Mientras la penetraba nuestras manos estaban unidas a la altura de su cabeza y nuestras bocas no dejaban de besarse. En parte por demostrarnos nuestro amor y en parte por no hacer ruido y despertar a la peque. Tras un rato más follándola acabé en su interior y ella ahogó un grito de placer en mi boca corriéndose conmigo. Pasamos tras el polvo un rato mirándonos y besándonos. A las doce Rocío le daba una última toma a la pequeña y estuvimos dándonos carantoñas hasta esa hora. Ella pasó a darla el pecho y yo me fui a dormir.

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