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Mi historia (73: Enero 2007)

en Grandes Series

01. Semana del 1 al 7 de Enero

El lunes amanecimos tarde, hacia las once, y Sandra nos lo permitió no despertándose antes. Ese día comimos con la familia de mis padres y hacia las siete nos fuimos para casa. Allí bañamos a la niña, la dimos de cenar y la acostamos. Nosotros, una vez en la cama, disfrutamos en pareja. Empezaba un nuevo año y, por primera vez en muchos años, no iba sobrado de pasta.

 

El martes llamé a Cristina al concesionario y me enteré que estaba ese día de vacaciones. Cuando la llamé al móvil estaba en El Corte Inglés.

–    Estoy comprando los regalos de mi hija – dijo

–    ¿Cuanto te queda – dije

–    Una hora o así – dijo

–    Perfecto. Cuando termines te vas a la planta de mujer y te compras un vestido. Luego a lencería y te compras un bonito conjunto. Por último vas a zapatería y te compras unas botas. Dentro de dos horas y media estaré en tu casa y te quiero vestida con lo que compres.

–    ¿Algo más? - dijo

–    Espero que me guste – dije

–    Te gustará.

Yo seguí trabajando durante un buen rato antes de salir dos horas después hacia mi casa, donde también vivía Cristina. Llamé a la puerta de su casa y me abrió con un  vestido negro, muy elegante con cuello barco y un pequeño corte a la altura de sus pechos que no mostraba nada pero insinuaba algo y le quitaba seriedad. En sus pies unas maravillosas botas negras, hasta la rodilla, de alto y fino tacón que la daban un toque muy sensual. Me hizo pasar y una vez estuve dentro acaricié su cuerpo antes de besarla.

–    Muy bien cumplidas mis órdenes – dije – Te mereces que te folle en tu cama.

–    Eso es lo que esperaba – dijo ella

Yo sonreí y la llevé de la mano hasta su dormitorio. Parecía yo ser el dueño de la casa pues yo era el que dirigía una vez allí ella se acercó de nuevo a mi y me besó.

–    Me encanta obedecerte – dijo – A mi marido no le dejo darme ni una orden. Por ti hago lo que sea.

Y tras decir eso se bajó la parte superior del vestido dejando sus tetas al aire, sin ropa interior.

–    Pensé que te había dicho que debías llevar un conjunto bonito – dije

–    Lo dijiste – dijo – Pero ningún sujetador me sentaba mejor que dejarlas al aire. Estoy muy orgullosa de mi pecho.

Yo me acerqué a ella, puse mi mano derecha en su pecho izquierdo y la miré a los ojos.

–    Deberías. Son muy bonitos.

Ella se apartó de mi y se abrió un poco el vestido por un enganche lateral totalmente oculto para el observador normal. Me sonrió y se quitó el vestido desvelando un tanguita negro precioso y seguro que muy caro.

–    ¿Te gusta? - dijo

–    Me encanta – dije

Volví a llevar mi mano derecha a su pecho izquierdo y esta vez la besé con pasión mientras acariciaba su perfecto cuerpo. Como una mujer exitosa y con ese cuerpazo podía estar tan prendada de mi era algo que no comprendía pero que estaba dispuesto a explotar. La di la vuelta y acaricié desde atrás sus pechos mientras besaba su cuello. Tras un rato me arrodillé junto a ella y, estirándome un poco, besé sus tetas. Mientras lo hacía llevé una de mis manos a su tanga y la hice un pequeño dedo sobre la tela de este. Ella empezaba a gemir y, tras un ratito, la subí en brazos, aun estando yo de rodillas y la llevé hasta la cama donde la dejé caer sobre esta. Una vez ella en la cama y yo arrodillado junto a ella la hice quitarse el tanga y pegué su coño al borde de la cama. Acerqué mi boca y empecé una mamada en su coñito. Ella cada vez gemía más. Yo me puse en pie y desabroché mi pantalón y me lo quité. Me acerqué a ella, ya de pie, y metí lentamente mi polla en su coñito. Ella empezó a gemir con fuerza.

–    Dame amor – dijo – Soy toda tuya. Hazme el amor, fóllame, haz lo que quieras conmigo.

Su sumisión me calentaba y yo aumentaba el ritmo de las embestidas mientras ella aumentaba el volumen de sus gemidos. Tras un rato la subí a la cama, la puse a cuatro patas y desde atrás la penetré. Mientras la follaba acariciaba el cuero de sus botas y ella gemía como loca. Tras unos minutos ella se corrió estrepitosamente y su coño hizo tal presión sobre mi polla que no pude contener mi corrida.

–    Dios – dije cayendo rendido junto a ella – Ha sido maravilloso. Te estás convirtiendo en una experta en exprimirme.

–    Ahora mismo en mi vida busco ser feliz, que mi hija sea feliz y que tu seas feliz – dijo – Y eso implica que te tengo que dar el mejor sexo que sea capaz

–    No seas exagerada – dije

–    No lo soy – dijo – Desde hace ya meses cuando me compro algo de ropa lo primero que pienso es si te va a gustar.

–    ¿Y no que le guste a tu marido?

–    Quiero mucho a mi marido – dijo – Pero por ti siento devoción. Es duro decirlo pero en lo sexual está en un segundo plano. Y casi en lo emocional.

Yo la sonreí y la besé. Tras un rato más besándonos fuimos a su baño y nos duchamos juntos acariciando nuestros cuerpos. Una vez salido de la ducha me cambié y me fui a la oficina para pasar un rato antes de volver algo antes de lo normal a casa. Esa tarde jugué con mi hija y por la noche hice el amor con mi esposa.

 

Desde la sala de espera del ginecólogo, el miércoles, llamé con mi esposa a Belén para felicitarla por su cumpleaños. La última vez que hablé con ella fue para reírnos juntos por el pollo que me montó su hija. Desde la lejanía teníamos menos contacto pero si hablaba con ella cuatro o cinco veces al año. Una vez en la consulta el doctor nos comentó que todo iba bien. La tripa de Rocío ya era considerable. Al ser delgada se la notaba mucho antes. Solo un día antes Rocío había notado al bebé moverse.

–    Es normal que lo notaras antes que con Sandra – dijo el doctor – Se suele notar alrededor de la semana 18 pero no siendo primeriza es posible notarlo, como tu, una semana antes. Es perfectamente normal.

Se quedó un rato parado mirando la ecografía.

–    ¿Queréis saber el sexo del bebé? - dijo

–    Si – dijo Rocío

–    Casi seguro que será niño – dijo – Mirar aquí. De todas formas en la próxima ecografía os lo intentaré confirmar.

Salimos del ginecólogo impactados. No es que no quisiéramos un niño. Nos daba igual. Simplemente no esperábamos saberlo ya. Con Sandra costó bastante. Como casi siempre que íbamos al ginecólogo nos gustaba volver con nuestra hija a casa y pasar tiempo con ella. Pero llegamos tarde y apenas pudimos estar un ratito antes de que tuviéramos que meterla en la cama. Ya con Sandra acostada cenamos Rocío y yo y, tras ver una peli, nos fuimos a la cama a hacer el amor.

 

Tras trabajar el jueves nos fuimos Rocío y yo a ver la casa pues nos habían llamado para comentarnos que habían terminado la piscina. Llamé a mis padres que vinieron a verla. Ellos me regalaron la piscina por mi cumpleaños y era lógico que vinieran a verla. No era muy grande pero lo suficiente como para tener una zona donde nadar, alargada de unos once metros y una parte menos profunda donde simplemente bañarse y charlar haciendo pie. Junto a ella, como en una segunda altura, había otra pequeña piscina redonda para los niños. Debía cubrir poco más de veinte centímetros. La vimos y nos contaron como funcionaba toda la maquinaria de la depuradora y la iluminación nocturna. También tenía, como la de mis padres, sonido por debajo del agua. Sonaba la música o la radio que tuviéramos puesto en el jardín. Con la finalización de la piscina solo quedaba por terminar algunos detalles del jardín y terminar de amueblar pues no habían llegado todos los muebles. Mis padres vinieron a casa a cenar y pudieron jugar un ratito con mi hija. Tras cenar y charlar se fueron a su casa. Ese día vi a mi madre un poco rara pero no le di mayor importancia. Como muy emocional.

 

El viernes nos tocó resumen mensual. Decidimos que Marco no viniera a esta reunión aunque, en unos meses lo haría. Quien si estuvo, por supuesto, fue Ana. Como era habitual Diciembre fue un buen mes. Nuestras empresas de distribución de productos de lujo solían tener un comienzo del mes fuerte con los pedidos de tiendas para navidad mientras que nuestras tiendas cuando funcionaban era más adelante con la llegada de las compras navideñas. Si no hubiera sido por la venta de la inmobiliaria en Noviembre hubiera sido un mes récord. Con todas las empresas facturando más que en Noviembre. En total facturamos trece millones de euros ese mes. También como era habitual no fue récord en beneficios pues diciembre era un mes de muchos gastos con pagas extras, cestas de navidad para empleados, clientes y proovedores y la cena navideña. Al salir de trabajar a las tres me fui a comprar el regalo de Reyes para mi esposa. A las cinco estuve en casa y tras guardarlo me fui a casa de María donde ya estaba Natalia con su hija pequeña y su hijo, Rocío con Sandra, Raquel con Susana y María con sus hijas. Juntos nos fuimos todos a ver la cabalgata. Yo hablé mucho con Fran, el hijo de Natalia y Marco, pues era el mayor y con tanta niña se sentía un poco de lado. Era un chaval bastante listo para su edad. Tras la cabalgata volvimos a casa de María donde Arturo, Marco y las dos hijas mayores de este ya habían preparado una pequeña merienda cena. Llegaron también Mike y Marga con su hijo y José Carlos con Juan. Cenamos todos y no muy tarde nos fuimos para que los niños pudieran dormir.

 

A mi los Reyes me trajeron menos que cualquier otro año pero a Rocío también. Por primera vez nos pusimos un límite monetario de cuatrocientos euros. Yo a Rocío la compré una gargantilla, unos vaqueros de embarazada y una chaqueta de cuero para cuando recuperara su figura. No tenía mucho sentido regalársela ahora pero me encantó y al año siguiente ya no estaría disponible. A mi me regaló Rocío unos vaqueros y una camisa así como una corbata muy bonita. A nuestra hija la regalamos varios juegos. Tras desayunar y pasar un rato juntos nos fuimos a casa de mis padres para intercambiarnos regalos. Ellos nos regalaron los muebles del jardín y nosotros a ellos un fin de semana en un SPA. Comimos con ellos una muy buena paella. Mientras la niña se echaba la siesta nosotros charlábamos. Una vez se levantó la peque nos fuimos con Sandra a casa de Antonio y Laura donde intercambiamos regalos para nuestras hijas. En ambos casos ropita. Cantaba mucho que lo habían comprado Laura y Rocío juntas pero yo no dije nada. Mientras nosotros charlábamos las niñas jugaban delante nuestro con los juguetes que le habían regalado ese año a Magdalena. Para dos niñas de esa edad la verdad es que se llevaban excepcionalmente bien. Casi sin roces. Que se conocieran desde recién nacidas ayudaba. A las nueve de la noche nos fuimos a casa y nos acostamos.

 

El domingo hicimos una reunión que esperábamos en el futuro fuera una tradición. El caso es que ya no me daba tiempo a ir a casa de todos mis amigos a llevarles regalos a los hijos. Así decidí invitar a todos mis amigos a comer y darles regalos a sus hijos. Invité, además de a mis socios, a Ana y a Marco y su familia. Yo quería regalar a sus hijos, como hice siempre, pero ellos también decidieron que regalarían a todos. En ese momento eran once niños más los dos que venían en camino de Ana y Rocío. Hablando con mis amigos decidimos que ellos no gastarían más de veinte euros por niño ese primer año. Eran un máximo de 220 euros, dependiendo de cuantos hijos fueran de cada pareja. Aunque yo gastaría algo más otros años ese año decidí, por mi situación financiera, mantenerme en los veinte euros de gasto. Y cuando digo mantenerme quiero decir Rocío y yo pues ella compró muchos regalos. Casi todo lo que se regalo fueron juegos y ropa. Durante la comida miré a Alberto.

–    Tío esto para ti no es rentable – dije

Todos se echaron a reír. Alberto era el único sin hijos, o sin estar embarazado.

–    Ya nos hemos puesto – dijo Alberto – Pero no será fácil

Celia tenía problemas de regularidad y hacía más difícil, aunque no imposible, su embarazo. Miró a Alberto un poco rara. Todos sabíamos lo de su problema pero no estaba cómoda hablando de ello en grupo. Uno a uno no tenía problema alguno. Tras la comida y la charla mientras la casa estaba llena de niños jugando. Marta y Laura empezaban a llevarse bien y eso me gustaba por Marta, que siempre estaba un poco sola, y por Laura que iba a notar el cambio más que los demás. Cuando se fueron Rocío y yo jugamos con mi hija antes de darla de cenar y acostarla. Esa noche, cuando nos fuimos a la cama, nosotros también hicimos el amor.

 

 

02. Semana del 8 al 14 de Enero

El lunes nos reunimos todos los socios con Ana para ver los números anuales. En 2006, con la compra de la empresa italiana de Carlo y sus hermanos por treinta y un millones y medio de euros, perdimos dinero pero solo unos doscientos ochenta mil euros. Era un resultado mejor de lo esperado pero en realidad maquillado por la venta, en Noviembre, de nuestra inmobiliaria. Si no la hubiéramos vendido el resultado negativo del ejercicio hubiera rondado los seis millones que ingresamos por ella. Lo mejor fue acabar el año con dieciséis millones de euros en el banco lo cual nos permitiría, en mayo de ese año, pagar cuatro millones de euros y cancelar así el crédito que pedimos para comprarla empresa italiana. Todas las empresas, menos la italiana a la que repercutimos los treinta y un millones de euros, estaban en beneficios. Algunas más que otras pero todas ganaban. Aumentamos la facturación un 80% pero era fácil pues solo en medio año la empresa italiana ya había facturado veintitrés millones de euros. Casi lo mismo que nuestra empresa matriz en el año entero. Uno de los resultados que más nos gustó fue el de la distribuidora de comida nacional que teníamos como objetivo ocho millones y llego a nueve. Raúl y Sofía lo estaban haciendo muy bien. La reunión fue larga, incluso comimos en la sala de reuniones y no acabamos hasta las cinco. Tras la reunión estuve mirando con mi secretaria las llamadas del día y la planificación de los dos siguientes meses de mi agenda. Tocaba volver al curro a lo bestia. Se habían acabado ya las vacaciones. A las seis y media acabé con mi secretaria y, tras contestar un par de emails, me fui a casa. Llegué casi a las ocho pero pude pasar un rato con mi hija. Esa noche mi esposa y yo hicimos el amor.

 

El martes volvimos todos los socios a la sala de reuniones. De nuevo con Ana pero esta vez también con Marco que era el protagonista. La reunión iba a tratar la expansión internacional. A Marco le tocaba presentarnos como veía el que debíamos seguir avanzando.

–    Creo que lo lógico – dijo Marco – Es empezar con una empresa en Italia de importación de comida. Un clon de vuestra empresa original. Justo lo contrario de lo que tenemos en Italia.

Todos asentimos.

–    Obviamente las sinergias con la empresa que yo dirijo serían grandes – dijo Mike

–    Y podríamos convertir la empresa que dirigen Sofía y Raúl en también exportadora dije yo

Fuimos luego discutiendo varios aspectos de esta futura empresa. Tras varias discusiones decidimos que Lorena, la hija mayor de Carlo, fuera la directora general y que su hermana pasara a ocupar su actual puesto. Operarían desde la misma oficina en la que estaba la empresa que dirigía Carlo y así podría ayudar a su hija en sus primeros pasos como directora general de una empresa. Estaría en manos de Lorena, con la ayuda de Marco, la contratación de un comercial, una persona para compras, una secretaria para los tres y una persona para la facturación que reportaría al director financiero que íbamos a contratar para Italia.

–    Que por cierto – dijo Marco – Ya casi lo tenemos. Mañana estamos Ana y yo en Milán para hacer las entrevistas con Carlo a las tres personas finalistas.

–    Bien – dije – Ni palabra de esta nueva empresa. Que sea una sorpresa para cuando vayamos dentro de dos semanas.

Seguimos viendo números de Italia y el posible crecimiento de la nueva empresa. Iba a ser necesario, probablemente, cambiar de oficinas en Milán en uno o dos años. Al menos si todo iba como estaba previsto. Al llegar la hora de comer dimos la reunión por finalizada y Raquel y yo fuimos a comer con Marco y Ana. Mientras comíamos revisamos los curriculums de los candidatos a directores financieros en Italia. Por curiosidad más que otra cosa. Al volver a la oficina Ana y Marco recogieron sus cosas y se fueron directamente al aeropuerto.  Yo trabajé el resto de la tarde tranquilamente y a las siete y media me fui a casa para jugar un poco con mi esposa y luego hacer el amor.

 

El miércoles fue uno de esos días normales y corrientes. Tras dos días de reuniones hice trabajo más monótono y luego en casa todo muy normalito.

 

Eran las siete y media del jueves y, sin tener en realidad mucho trabajo, seguía en la oficina. Generalmente en enero cogía el trabajo con muchas más ganas. En ese momento entró María y cerró la puerta con el pestillo. Llevaba ese día un vestido color rosa palo con unos zapatos de alto tacón marrones y un cinturón marrón muy finito. María se puso frente a mi y sonriendo se bajó los tirantes del vestido para dejar a la vista un precioso sujetador de color rosa, un poco más vivo que el del vestido. Estaba preciosa y se tocó las tetas sobre el sujetador. Se acercó un poco a mi y me sonrió.

–    ¿Quieres tocarlas? - dijo – Yo si quiero que me las toques.

Yo sonreí por su ocurrencia y ella se quitó el sujetador. A continuación agarró una de mis manos y la llevó a su teta derecha para que la acariciara. Mientras hacía esto yo sonreía desde la mesa. Tras un rato tocando sus tetas ella me hizo levantar de la silla y fue ella la que se sentó. Así ella me agarró la bragueta y me desabrochó el pantalón para sacarme la polla tras bajarme pantalón y calzoncillo. Ella me agarró la polla y se arrodilló en el suelo. Yo aproveché para ir desabrochándome la camisa mientras ella me chupaba la polla con maestría. Tras un rato apartó la silla y me la chupó. Tras un rato yo la hice ponerse en pie y la di la vuelta apoyándola sobre la mesa, la quité el cinturón, mientras la abrazaba y ella se bajó el vestido quedando su cuerpo totalmente desnudo a disposición de mi cuerpo. Bueno, excepto por un tanga, que apenas cubría nada y sus zapatos de tacón. Me arrodillé tras ella y bajé su tanga lentamente dejando su coñito al aire. Ella miró hacia atrás y me sonrió. Yo la cogí en volandas y la hice sentarse en mi silla, abrí sus piernas e hice que cada una de ellas reposara sobre uno de los resposabrazos. Ella sonrió y me lanzó un beso. Yo besé su coñito. Di un par de besos a sus tetas y luego volví al coño para empezar a mamárselo con ganas. Ella gemía con cada uno de mis lengüetazos y acariciaba mi cabello. Estaría así unos minutos hasta que ella, ya tremendamente caliente, me pidió que la follara. Yo la sonreí y la cogí en volandas llevándola hasta la mesa donde puse su coño en el borde de esta y acerqué mi polla a su coñito. Lentamente la fui penetrando pero ella no podía más.

–    ¡Fóllame de una vez! - dijo – No puedo más amor. No me hagas sufrir.

Yo la sonreí y lentamente fui incrementando el ritmo hasta que la follada llegó a tener una velocidad bastante interesante. Mi polvo con ella iba creciendo en intensidad y yo estaba a punto de correrme cuando ella se echó hacia atrás y me besó. Me sonrió y pegó su boca a mi oído.

–    Llevo desde Octubre sin tomar al píldora. Quiero que me preñes. Y tu mujer también. No falles amor. Ya lo hiciste el mes pasado que también te busqué en mis días fértiles. Te toca preñarme y darme una segunda hija. O un primer hijo.

Ante semejante comentario no pude hacer otra cosa que correrme en su interior casi instantáneamente. No esperaba que me dijera eso y me corrí con una cantidad de semen enorme en su interior. Ella me sonrió y me beso. Tras un rato besándonos se vistió y se fue. Antes de llegar a la puerta se dio la vuelta.

–    Espero que me dejes embarazada – dijo – Pero, la verdad, tampoco estaría tan mal seguir intentándolo.

Yo me eché a reír y ella salió por la puerta. Tras recuperar un poco el resuello seguí trabajando. Cuando llegué a casa mi hija ya estaba en la cama y solo pude cenar con mi esposa e irme a la cama. Estaba cansado.

 

El viernes íbamos a ir directos a casa de mis padres desde el trabajo pero me llamaron para contarme que la obra ya había terminado. Así cambié el chip y quedé con mi esposa para ir a por mi hija a la guardería y con ella ir a ver nuestra casa ya totalmente terminada. Mis padres se apuntaron. Estuvimos viendo todo y excepto por un par de detalles, que retocarían el sábado o lunes, todo estaba en orden. Ya teníamos casa nueva, totalmente amueblada. Ahora tocaba preparar la mudanza. En todo caso nos fuimos tras ver la casa a la de mis padres ya que pasaríamos allí la noche. Tras jugar con la niña mis padres la dimos de cenar y la acostamos. Una vez la niña estuvo en la cama cenamos un poco de marisco con un impresionante vino blanco que le habían regalado a mis padres la navidad anterior. Mi mujer no pudo catarlo por el embarazo y se perdió, por tanto, un gran vino. Tras la cena pasamos al salón donde estuvimos charlando durante unas horas. A eso de la una de la mañana nos fuimos todos a la cama.

 

El sábado mi esposa y yo fuimos con mi hija a pasear un poco por el club ya que estaba muy cerca de casa de mis padres. Mientras ellos coordinaban a la empresa de catering que se iba a encargar de la fiesta que, ese día, celebrábamos por el cumpleaños de mi padre. Volvimos para comer con ellos. Tras la comida no solo Sandra se echó la siesta sino que también lo hizo mi esposa. Rocío despertó a las seis, cuando oyó a la pequeña ya despierta y en ese momento subí a prepararme para la fiesta. Mi esposa e hija vistieron con unos bonitos vestidos rojos mientras yo me puse un traje con camisa sin corbata. A la fiesta mis padres no solo invitaron a mis socios sino que, a petición mía, hicieron extensiva esta a Marco y su familia y Ana y su marido. Cuando llegó Ana, los primeros de mis amigos, fuimos Rocío y yo los encargados de enseñarles la casa de mis padres.

–    Sabía que tus padres tenían dinero – dijo Rubén – Pero esta casa es espectacular. Me encanta

–    Es una pasada – dije – Pero aquí en La Moraleja no es de las más grandes. Tampoco de las pequeñas. Es normalita.

–    Pues vaya con la normalidad – dijo Ana riendo.

Rocío y ella se fueron juntas hacia la cocina con mi madre hablando de sus respectivos embarazos. Parecían muy amigas y recordé como Rocío y Raquel no la querían, cuando empecé a tirármela, dentro de nuestro grupo. Cuando llegó Marco y su familia ya estaban todos mis socios en casa de mis padres, excepto Alberto y Celia, y fueron Rocío y María las encargadas de enseñarles la casa junto a mi madre. Aunque mi madre a ratos las dejaba para atender la fiesta. Ellos también quedaron impresionados con la casa pero eso era más o menos normal. La fiesta fue, como las fiestas que organizaban mis padres, muy multitudinaria. Natalia, mi cuñada Diana y mi madre, estuvieron un buen rato hablando de moda con la directora de una de las principales revistas de moda España.

–    ¿Sabías que Natalia se dedicaba a traducir sobre todo artículos de moda y folletos de marcas? - me dijo Diana

–    Si – dije

–    Pues tiene unos contactos en Italia muy interesantes – dijo Diana

–    Siempre pensando en negocios mi pequeña empresaria – dije dándola un beso en la frente

–    No te rías de mi hermana – dijo Rocío

–    No me río de ella – dije – Estoy muy orgulloso de todo lo que está consiguiendo

Diana me sonrió, me sacó la lengua y se fue hacia su novio que charlaba con Antonio y Arturo cerca de la barra. Miré a mi alrededor y vi a Raquel hablando con un antiguo cliente nuestro. A Mike y Marga charlando con unos amigos de mis padres y a José Carlos hablando con Marco, mi padre, Alberto, Celia y unos amigos de mis padres. Ana y su marido estaban charlando con uno de los asesores fiscales de mi padre. Rocío y Laura estaban con los niños y María estaba presentándole a Natalia a otros clientes de mi padre. Me sentí orgulloso de mis socios y amigos. Les soltabas en una fiesta así y se movían como pez en el agua. Eso no se paga. Mis compañeros con hijos fueron los primeros. En las fiestas de mis padres no había niños hasta que no llegamos nosotros. Como casi siempre los últimos en irse fueron Diana y Pablo. Diana hablaba con mi madre del negocio que tenían entre ambas antes de irse. A las tres y media de la mañana nos fuimos mi esposa y yo a la cama.

 

El domingo nos levantamos Rocío y yo a eso de las nueve pues nuestra hija nos requería. Mis padres lo hicieron hacia las once y desayunamos todos juntos. Tras el desayuno nos fuimos Rocío y yo con mi hija pues teníamos comida en casa de Mónica y Pedro pues celebrábamos el cumpleaños de ella. Fueron al cumpleaños unas compañeras de Mónica del trabajo y Teresa con su nuevo novio. Aquél por el que dejó a Raúl. Al no estar Raúl la situación no era tan tensa como podía parecer. Estuvo mejor de lo que pudo estar. A las ocho ya estábamos en casa dando de cenar a la peque antes de meterla en la cama. Tras hacerla cenamos nosotros, vimos una peli y nos fuimos a la cama a hacer el amor.

 

 

03. Semana del 15 al 21 de Enero

El lunes pasé todo el día en la oficina. A la hora de comer fui con Rocío y la mujer que nos había coordinado la obra para darla las gracias. La verdad es que la obra apenas nos dio dolores de cabeza. Era su trabajo pero había gente que no lo hacía tan bien como ella. Tras la comida pasamos un instante por la casa para ver que todo había sido arreglado y me volví a trabajar. A las seis me fui al que aun era mi hogar para recoger a mi hija e irme a casa de mis padres con ella. Como era relativamente pronto Elizabeth y Teresa se fueron juntas para hacer algunos asuntos de la boda de mi babysitter con el hijo de mi asistenta. Poco después de llegar yo a casa de mis padres llegó Rocío. Era el día del cumpleaños de mi padre e íbamos a cenar con mis padres. No empezamos a cenar hasta que no acostamos a mi hija. Una vez Sandra dormía, cenamos. Fue bastante agradable cenar solo con ellos tras la fiesta del sábado. Al acabar el día le dimos a mi padre su regalo, un traje de corte clásico. Es complicado hacer regalos a gente que lo tiene todo. Y cuando tengo que regalar algo a mis padres siempre me doy cuenta como deben pasarlo mis amigos. Por suerte para mi Rocío se solía encargar de los regalos. Esa noche dormimos en casa de mis padres y nos fuimos a la cama hacia las doce de la noche tras una buena charla con ellos.

 

Tras llevar a la niña a la guardería me fui a currar el martes y pasé en la oficina todo el día. Tenía mucho trabajo y muchas ganas de empezar el año. A la hora de comer mi secretaria me subió una ensalada y yo me quedé trabajando mientras la oficina se vaciaba casi al completo. Ana entró casi a las siete de la tarde en mi oficina y cerró la puerta con cerrojo.

–    ¿Como está mi hombre?

–    Bien preciosa – dije – ¿Como está una de mis niñas preferidas?

–    Gorda – dijo acariciándose la barriga

Yo me reí.

–    Y aun así muy atractiva.

–    Tu que me miras con buenos ojos – dijo acercándose a mi

Al llegar hasta mi, me hizo levantar de la silla. Me agarró del cuello de la camisa y me besó. Yo me puse a besarla con pasión y la agarré del culo.

–    Tengo el culo gordo – dijo dejando de besarme

–    Perfecto – dije

–    No me mientas – dijo – No estoy ni la mitad de buena de lo que estaba antes del embarazo y temo no gustarte y que me dejes.

–    ¿En serio? – dije – Cariño no te dejaría por nada del mundo. Eres muy importante para mi y aunque no pienso pasar mi vida contigo, pues para eso está Rocío, si quiero disfrutar ratos contigo. Toda la vida. Eres muy importante para mi. Te quiero y verte embarazada no me corta el rollo. Casi lo contrario.

Ella me sonrió y me besó.

–    Si no fuera porque hoy estoy un poco rara te follaría – dijo – Pero me duelen un poco mis partes íntimas.

Tras darme otro beso se sentó en mi butaca y me acercó a ella. Lentamente desabrocho mi pantalón y sacó mi polla llevando su boca a mi capullo. Allí lo dio unos cuantos besitos antes de metérsela entera. Estuvo mamándomela durante unos quince minutos hasta que me corrí en su boca. Una vez lo hice me sonrió, se tragó todo y, antes de irse, me dio un cachetito en el culo. Tras irse Ana seguí trabajando y pasadas las ocho me fui a casa. Cuando llegué mi hija ya dormía y Rocío y yo cenamos juntos antes de irnos a la cama a hacer el amor.

 

El diecisiete era el cumpleaños de Juan, mi hijo con Raquel. Ella se fue de la oficina hacia las seis de la tarde y yo, al salir, me pase por su casa para felicitar al niño. Allí estaba María con sus hijas. Felicité al pequeño y Raquel me llevó a la cocina. Mientras vi como María daba palique a José Carlos.

–    Gracias por venir a ver tu hijo – dijo agarrándome por la cintura – Sabemos que amas a Rocío más que a ninguna pero para nosotras es importante que vengas a estas cosas. Estamos orgullosas de ser madres de tus hijos.

Me miró a los ojos y me besó mientras yo tocaba su esplendido culo enfundado en sus vaqueros.

–    Os quiero mucho y quiero a mis hijos con vosotras pero también quiero al resto de vuestros hijos y sabes que me gusta que vuestros maridos los consideren suyos – dije

–    Lo sabemos – dijo – Pero nos hace ilusión recordar al menos alguna vez al año como nos dejaste embarazadas. Te quiero.

–    Y yo a ti preciosa – dije – Y lo sabes

Volvimos a besarnos y yo la cogí en volandas ella puso sus piernas alrededor de mi cuerpo. Note el  cuero de sus botas apretando contra mi culo a través de mis pantalones de vestir. Tras un rato más besándonos ella se bajó de mi y me sonrió.

–    No te va a gustar esto pero te quiero más que a mi marido – dijo Raquel

–    Efectivamente no me gusta – dije

–    ¿Puedes vivir con que os quiera igual?

–    Podría – dije

–    Pues os quiero igual – dijo antes de darme un besito – Me has dejado muy cachonda. Mañana por la tarde en la oficina.

Yo la sonreí y volvimos al salón. Poco después llegaron Marga con su hijo y Rocío con la mía. Estuvieron un rato jugando los niños y a eso de las ocho nos fuimos para casa. Dimos de cenar a Sandra y tras hacer lo propio nosotros vimos un poco la tele y nos fuimos a la cama.

 

El jueves todo en la oficina fue normal. A las siete y media seguía trabajando esperando la llegada de Raquel. Ella no tardó y nos besamos en cuanto cerró la puerta con cerrojo. Llevaba una falda negra, hasta las rodillas, con algo de vuelo pero no mucho, y una camisa roja. Los zapatos de alto y fino tacón eran negros como la falda. Llevaba también un cinturón de cuero negro sobre la camisa más como adorno que otra cosa. Era relativamente grueso y la hebilla metálica tenía un tono cobrizo. Al llegar ella hasta mi me levanté de mi silla y me acerqué mucho a ella. Coquetamente llevó sus manos a los botones de su camisa y empezó a desabrochárselos. Mientras yo llevé mi mano a mi entrepierna y, bajándome la cremallera de los pantalones de vestir que llevaba ese día, me saqué la polla. Ella dejó de desabrocharse los botones, aunque ya se empezaba a ver sus tetas con los dos que había desabrochado, y se agachó delante mía. Cogió mi polla y se la llevó a la boca. Ella empezó a mamármela con fuerza, casi diría que con ansia. Se la metía y sacaba de la boca con verdadera violencia. Yo la agarré de su pelo y la ayudé a mantener el ritmo a la vez que apartaba el cabello de su cara. Tras un rato se separó un poco y me sonrió antes de volver a ella. Esta vez con más suavidad a chuparme la polla y pajearme lentamente. Tras un rato así, con un placer por mi parte enorme, la hice levantar y fui desabrochando su blusa mientras ella se quitaba el cinturón decorativo. Cuando ya solo quedaba un botón por desabrochar sus tetas eran accesibles y, apartando un precioso sujetador negro de encaje que llevaba, chupé sus tetas. Ella empezó a gemir con mi mamada de su teta derecha mientras con la mano buscaba masajear la izquierda. Tras un rato alternando entre una teta y otra ella se sentó en mi silla, se quitó la camisa y volvió a meterse la polla en su boca para mamármela durante un ratito más. Mientras me la mamaba ella me desabrochó el pantalón y poco a poco lo dejamos caer con los calzoncillos. En ese momento ella se puso en pie y rápidamente se desabrochó y dejó caer su falda para luego quitarse las braguitas. La di la vuelta y la apoyé contra la mesa. Ella dejó uno de los pies en el suelo mientras la otra pierna la subía a la mesa. Acaricié un rato su conejito para hacer que se lubricara del todo, aunque ya estaba bastante húmeda, y procedí a empezar a meter lentamente la polla en su coño. Mi polla entraba centímetro a centímetro en su interior y ella gemía con cada embestida de mi polla en su cuerpo.

–    Amor – dijo – Eres maravilloso. No quiero otro hijo. Al menos no por ahora pero si alguna vez tengo otro será tuyo.  Nadie me folla como tu. Eres genial.

Yo no comentaba sus palabras pero si acrecentaba la follada pues sus comentarios me calentaban mucho. No paraba de pedirme que la follara y yo desde atrás no dejaba de hacerlo ni un segundo. Sin sacar mi polla de su coño la agarré en volandas y me senté en mi silla. Una vez sentado ella empezó a cabalgarme lenta y sensualmente. Sus gemidos iban creciendo de volumen según aumentaba el ritmo de la follada. Junto a sus gemidos también aumentaban sus palabras de amor hacia mi. Tras un rato en esa posición la volví a levantar y la puse sobre la mesa de mi despacho, con el coño en el borde de esta y la empecé a penetrar de manera un poco dura. Ella gemía a lo loco y yo gruñía en una mezcla de esfuerzo y gemido. Tras unos minutos así ella se corrió estrepitosamente y las paredes de su coño dieron a mi polla un maravilloso masaje. Tras un rato descansando y besándonos ella se vistió. Charlamos un rato mientras apagaba mi ordenador y nos fuimos. Cada uno a nuestra casa. Al llegar mi hija ya dormía pero pude disfrutar de un rato con mi esposa.

 

El viernes era el cumpleaños de mi secretaria Pilar. Al salir de trabajar la invité a comer y mi esposa  se apuntó pues Pilar y ella hablaban mucho a lo largo del año y siempre ayudaba a Rocío a encontrarme. Pilar sabía que Rocío y mis socios eran las únicas personas a las que debía ayudar a encontrarme siempre. Cuando terminó la comida nos fuimos Rocío y yo a por la niña a la guardería.

 

Tras desayunar con mi hija nos fuimos a casa de Raquel para la celebración del cumpleaños de Juan. Además de mis socios y el padre y la hermana de Raquel con su familia estaban presentes una pareja amiga de Raquel y José Carlos, la familia de Marco y Ana con su marido. Lo pasamos relativamente bien. Yo estuve mucho tiempo charlando con Rubén y Marco sobre inversiones. Rubén era analista en una consultora, en la misma en la que Ana empezó su carrera antes de fichar por nosotros, y sabía mucho de macroeconomía. Tras la comida estuve jugando un rato con mi hija y Juan y tras una merienda cena nos fuimos a casa. Acostamos a la peque y, tras hacerlo, nos fuimos a dormir Rocío y yo. No sin antes hacer el amor.

 

El domingo estuvimos en casa todo el día y vinieron Antonio y Laura con su hija Magdalena a comer. Tras la comida y la siesta de las pequeñas nos fuimos con ellos a que vieran nuestra casa que ya estaba lista para ser habitada. El lunes veintinueve empezaríamos la mudanza. Desde allí se fueron ya de vuelta a su casa y nosotros a la nuestra donde, tras acostar a la peque, nos fuimos a la cama a hacer el amor.

 

 

04. Semana del 22 al 28 de Enero

El lunes era el cumpleaños de mi primo Juan Carlos y le llamé para felicitarle. El resto del tiempo lo pasé reunido con Marco, Alberto y Marga para preparar mi viaje con Marco a Milán esa semana. Alberto y Marga ahora eran los socios comodines. Sabían algo de cada empresa y rama del negocio para ayudar cuando fueran necesarios. Aunque su principal trabajo seguía siendo ayudar en las nuevas aperturas de negocio. Estuvimos currando a lo bestia hasta las siete y a esa hora dimos la reunión por finalizada. Yo miré mi correo y me fui a ver a mi hija un momentito antes de que se fuera a la cama. Esa noche cené con mi esposa románticamente e hicimos el amor. Pasaría las dos siguientes noches lejos de mi familia.

 

Llevé a mi hija a la guardería y luego fui a la oficina el martes. A las dos nos fuimos al aeropuerto Marco y yo. Llegamos a este hacia las dos y media y tras pasar los controles de seguridad nos fuimos a la sala VIP para comer algo en ella. Nuestro vuelo salía a las cuatro y llegaba a las seis y pico a Milán. Una vez allí fuimos a nuestro hotel y dejamos las maletas y nos duchamos. A las ocho fuimos a casa de Carlo a cenar. A el y su esposa le contamos los planes para la empresa antes de volver al hotel a pasar la noche.

 

A las nueve y media de la mañana estábamos empezando la reunión en la oficina de mi empresa italiana. Allí fui directo al grano.

–    Isabella – dije – Pasas a ser la directora comercial de la empresa. Y tu , Claudio, serás el director de compras. Queremos replicar la estructura más tradicional de la empresas que tenemos nosotros en España. Por supuesto Carlo seguirá siendo el director general.

Tome un poco de mi café para seguir pero antes habló Lorena.

–    ¿Y a mi me despides? - dijo medio cabreada

Marco y yo nos miramos y nos reímos junto con su padre

–    No – dijo Marco – A ti llegamos en un momento.

Seguimos hablando de pequeños cambios en la empresa italiana y luego entramos en materia con la nueva empresa.

–    Tu Lorena – dije – Vas a ser la directora general de una empresa nueva que vamos a montar para importar comida en Italia. ¿Te parece bien?

–    Si si – dijo

Los cinco nos echamos a reír mientras ella se ponía roja. Estuvimos todo el día reunidos, sobre todo tratando la nueva empresa y es que queríamos que a Lorena la ayudaran sus hermanos. Debería contratar dos comerciales y dos personas de compras. Uno de cada pensando ya en que fueran director comercial y de compras. Además necesitaría un par de personas más. Comimos juntos y, por la tarde, me fui con Marco a cenar con su hija Paola que estaba estudiando en Milán. Les invité a un buen restaurante y es que tampoco pintaba mucho en esa cena de padre e hija y quería agradecerles que me acogieran. A las doce ya estábamos durmiendo en el hotel.

 

El jueves dedicamos toda la mañana a trabajar con Carlo y el nuevo director financiero de Italia, al que conocí en este viaje, en temas más rutinarios. Comimos pronto y tras hacerlo nos fuimos al aeropuerto para volver a Madrid. A las siete estaba llegando a casa y pasé un ratito con mi esposa e hija antes de acostar a esta.

 

El fin de semana fue un monotema. La mudanza. Rocío y yo preparamos todo para mudarnos con la ayuda de Teresa que, el sábado, echó horas extras para ayudar. El lunes empezaba la mudanza y, con ella, una nueva etapa de nuestra vida.

 

 

05. Semana del 29 de Enero al 4 de Febrero

El lunes veintinueve empezó nuestra mudanza. Iba a tardar en total unos tres días y eso que solo llevábamos ropa y decoración pues los muebles se quedaban en mi casa al haberlos comprados todo nuevos para la nueva. Ese día no pasé por la oficina. A primera hora me aseguré que daba las instrucciones adecuadas a los operarios antes de irme a la casa nueva donde estaba ya Teresa, mi asistenta, limpiando la casa.

–    Esta casa es una barbaridad – dijo al llegar yo en tono de reproche – Cuando termine de limpiar va a estar sucia de nuevo.

Yo sonreí.

–    Por eso no te preocupes – dije – Tendrás ayuda.

Ella me miró medio convencida y siguió a lo suyo. A las doce llegó el primer camión que traía ropa de mi hija y ropa de cama de la casa. Lo dejaron todo en el garaje y se fueron. Yo fui poniendo cada cosa en su lugar hasta que llegó Marga.

–    Tengo un tema muy importante – dijo Marga – Tenemos que ir a comer juntos.

Yo me excusé con Teresa y me fui con Marga en su coche. En menos de veinte minutos estábamos en su casa. Al aparcar el coche en su plaza de garaje la pregunté.

–    ¿Que es tan importante?

–    Estoy ovulando – dijo – Hoy te necesito dentro. He dado el resto del día libre a la asistenta.

En el ascensor no dejábamos de besarnos. Ella llevaba una falda vaquera, bastante corta y cercana a la minifalda con una cazadora de cuero muy elegante de color marrón. En sus pies unos zapatos oscuros de fino tacón que no desentonaban con sus medias negras. Al llegar el ascensor a su piso nos bajamos de el manteniendo la compostura. Esta se hizo añicos en el mismo instante en que ella cerró la puerta. Se quitó la cazadora y la colgó de un perchero. Me sonrió y se tiró a mis brazos rodeándome con sus piernas mientras nos besábamos. Ya sin la cazadora pude ver que llevaba una camisa a rayas moradas y blancas y un jersey de pico morado. Una vez llegamos a su habitación con ella acuestas me sonrió y se bajó de mi. Se quitó, el jersey, se desabrochó la camisa y se sacó las tetas antes de tumbarse en la cama. Una vez en esta se abrió de piernas y se empezó a tocar, con la falda remangada moviendo a un lado su braguita de encaje. Mientras se tocaba me miraba a los ojos y me sonreía. Tras un rato tocándose se levantó de la cama y se acercó a mi.

–    No hemos venido a que me veas hacerme un dedo – dijo – Aunque si quieres otro día lo hago para ti. Hemos venido para que me dejes preñada.

Se arrodilló ante mi y me tocó la polla.

–    Sácatela – dijo

Tras hacerlo por la bragueta de mi pantalón ella empezó a acariciarme la polla y tras un rato la llevó a su boca. No estuvo mucho tiempo mamándomela y me tiró sobre la cama subiendo ella a esta.

–    Hoy es el día que me igualo con las demás – dijo – Yo también quiero un hijo tuyo. ¿Y sabes lo mejor?

–    ¿Que? - dije

–    Mike también lo quiere. Ayer mientras le contaba como ibas a follarme y a embarazarme no paraba de hacerse una paja.

Mientras me contaba eso me fui desabrochando el pantalón y una vez estuve sin el volvió a hacerme una mamada durante solo unos segundos. No creo que llegara al minuto de duración. Conmigo tumbado en la cama ella se termino de quitar la camisa y el sujetador, que ya no cubrían nada y las bragas. Tras ellas se quitó seductoramente la falda y se acercó hasta mi donde apoyó ambos pies, aun con tacones, a cada lado mio y empezó a cabalgarme. No se como era capaz de hacerlo con los tacones sobre el colchón. Por suerte este era medio duro y no se hacía tan difícil. Tras un rato no era ella la que cabalgaba sino que yo con el movimiento de cadera era el que la follaba. Marga gemía con cada una de mis embestidas y yo no paraba, ardiendo de deseo de embarazarla. Hace no mucho no me hubiera gustado pero ahora me calentaba y mucho. Tras un rato follándola así me salí de ella, me levanté de la cama y agarrándola de las piernas tiré de ella hasta el borde de la cama donde volví a penetrarla y a follarla con verdadera fuerza. Ella gemía como loca con mis embestidas y cada vez más fuerte. No paraba de pedirme que la embarazara. Tras apenas unos minutos noté como me corría y ella, al notar mi semen, se corrió conmigo y su coño masajeó mi polla.

–    Que bien me siento – dijo una vez cogimos aire – Pero necesito más. Quiero quedar embarazada lo antes posible. Y hoy no te libras de algún polvo más. ¿Comemos algo y seguimos?

Yo reí y desnudos nos fuimos a su cocina donde, entre besos, caricias y tocamientos fuimos capaces de comer algo. Tras comer volvimos a su cama y estuvimos follando hasta las cinco menos cuarto, hora en la que nos metimos en la ducha y yo, tras morrearme un rato con ella, me fui a casa para ver como iba la mudanza. Poco después de llegar, llegó mi esposa. Ya habían traído casi todo y las cajas se amontonaban en el garaje para dos coches, aunque haciendo esfuerzos podían entrar tres pero dos entraban sobrados. El encargado de la mudanza me dijo que para mediodía del día siguiente tendrían ya todo en mi casa y que esa tarde empezarían a colocar cosas. Rocío había dado órdenes claras y Teresa al día siguiente, tras dejar la casa impoluta, se encargaría de la ropa. Ella sabía como le gustaba todo a Rocío y ninguna otra persona podría colocar esta. Tras revisar un poco la casa Rocío y yo nos fuimos a casa de mis padres para cenar y pasar allí la noche. Acostamos a la niña a las ocho y a las nueve cenamos.

–    Le he dicho a Teresa que vamos a contratar a alguien para que la ayude – dije durante la cena

Rocío me miró seria.

–    Cariño no es el mejor momento – dijo – Está claro que necesitará ayuda pero no deberíamos hasta quitarnos algo de la hipoteca.

–    No quiero que se queme y se vaya – dije – ¿Te imaginas ahora tu vida sin Teresa? ¿Quien te va a colocar las camisas como a ti te gusta?

–    ¡Ni que fuera una niñata caprichosa que necesita la ropa ordenada de una manera muy especial! – dijo Rocío

–    No he dicho eso – dije – Pero tu misma has dicho que en esta mudanza te coloque la ropa Teresa. Ella sabe donde van tus botas y donde tus zapatos. Como te gusta guardar las camisas y como los polos. Ella nos conoce y yo soy feliz con ella trabajando para nosotros.

–    Y yo también amor – dijo Rocío – Pero cada mes le damos al banco 22.500 euros. Y nuestros sueldos, contando con mi aumento de este año, suman 17.000 euros. Cada mes, solo con la hipoteca, perdemos cinco mil quinientos euros. Súmale Teresa y Elizabeth, ropa, comida, gastos de la casa,... Sabes tan bien como yo que nuestros gastos mensuales son de casi nueve mil euros. Y eso ahora que nos hemos cortado un poco. Y la casa nueva tendrá más gastos. No me extrañaría que en breve estuviéramos en once mil.

Mariano se echó a reír

–    Si os oyera el español medio – dijo Mariano – ¡Pobrecitos que no pueden contratar a su segunda asistenta con su sueldo combinado de 17.000 euros! Y lo peor de todo es que en el fondo estarían muy equivocados. Mucha gente con una cuarta parte de vuestro patrimonio gasta cinco veces más que vosotros. Tenéis un pequeño problema de flujo de caja. Para final de este año estoy seguro que está arreglado o es una hipoteca normal.

–    Contratar otra chica. Y si necesitáis un adelanto os lo dejamos nosotros – dijo Manuela

–    No es necesario gracias – dijo Rocío sonriendo – Quizás exageremos pero nunca hemos vivido una situación así. Con Carlos la vida hasta ahora había sido demasiado fácil.

Mi madre se levantó y beso a mi esposa.

–    Lo que necesitéis – dijo

Tras decir eso se fue a la cocina y volvió con el postre. El resto de la noche no tratamos nuestra situación hasta que, al irnos a la cama, mi padre se dirigió a mi.

–    Recuerda que mañana tenemos la reunión de nuestra empresa – dijo – Empieza vuestra recuperación económica.

Yo le sonreí y subí a dormir con mi esposa.

 

El martes me levanté antes de lo normal y monté a mi hija en el coche para llevarla a la guardería. Estando en casa de mis padres esta quedaba algo lejos. Tras pasar todo el lunes alejado de la oficina me fui por la mañana a currar en el despacho. Principalmente contestando correos y devolviendo llamadas. A la hora de comer me pasé por mi nueva casa para asegurarme que todo estaba correcto y, tras ver que Teresa tenía a los operarios firmes, me fui a la oficina de mi padre para tener la reunión anual. La tuvimos algo antes de lo normal, precisamente, para que yo pudiera cobrar el reparto de dividendos lo antes posible y quitarme hipoteca. La empresa fue bastante bien en 2006 con un incremento de la facturación de casi un 10%, hasta los sesenta millones de facturación, y un aumento de los beneficios de algo más del 25% hasta los catorce millones.

–    ¿Que te parece si nos repartimos el 20% de los beneficios?  - dijo mi padre – Os ayudará con vuestra hipoteca.

–    Gracias – dije – Pero deberíamos seguir con nuestra tradición de repartir solo un 10%. Podemos usar el dinero para hacer crecer la empresa. Prefiero pasar unos meses fastidiado en mis finanzas personales y ser dueño de una gran empresa que llegar sobrado a fin de mes y tener una empresa menos competitiva.

Mi padre me miró y me sonrió.

–    Eres un empresario de raza – dijo – No vas a tener ningún problema. Tienes las ideas claras.

–    Y buenos socios. Con Javier también he podido adelantar la reunión mensual y así podré reducir la hipoteca sin perjudicar mis empresas.

–    Bueno – dijo Mariano – Entonces un 10%.

Cogió la calculadora y me miró.

–    Se quedará en unos 430.000 euros libres de impuestos – dijo mi padre – Ayudará un poco.

–    Si – dije – Gracias por pensar en Rocío y en mi.

–    Para tu madre y para mi sois todo lo que tenemos. Gracias a vosotros, bueno y a vuestra hija, seguimos adelante.

No supe que decir. Hablamos un rato más sobre la empresa y nos fuimos juntos, en mi coche, a su casa donde estábamos durmiendo mientras duraba la mudanza. Al llegar a casa de mis padres ya estaban mi esposa y mi hija. Esta jugaba con su abuela mientras Rocío ojeaba unos papeles de trabajo. Pronto acostamos a la pequeña y los mayores cenamos y charlamos antes de irnos a la cama.

 

El miércoles fue otro día normal de trabajo. Era la última noche en casa de mis padres pero no llegamos a esta hasta tarde pues fuimos antes al ginecólogo a ver como iba el embarazo de mi esposa. La ecografía estaba bien y el peso de Rocío también. Rocío se encontraba mejor en este embarazo que con Sandra y todo se hacía más fácil.

–    Confirmado – dijo el doctor – Vais a ser padres de un niño.

Rocío y yo nos miramos y nos sonreímos. De camino a casa de mis padres Rocío llamó a sus padres, Diana, Laura, Raquel y María para contárselo. Tras llegar a casa de mis padres cenamos con ellos y se lo contamos. A ratos Rocío dejaba la mesa para contárselo a Teresa, Mónica, Celia y alguna más. Si no hizo unas doce llamadas no hizo ninguna. Al final nos fuimos a la cama contentos.

 

El uno de febrero estrenábamos casa y mi hija cumplía dos años. Mi hija ese día no fue a la guardería y estuvo todo el día en la casa nueva con Elizabeth, Teresa y mi madre que se empeñó en estar con ella ese día. Si no hubiera sido por mi madre la hubiéramos llevado a la guardería. En el trabajo estuve hablando con Marco que estaba en Milán ayudando a Lorena en el primer día oficina de la empresa de importación de comida. Allí estaba con Marco Raúl pues los primeros productos que iban a mover eran productos españoles de nuestra distribuidora nacional que pasaba a ser nacional y exportadora. En parte copiábamos así la estructura de nuestra empresa italiana. Marco y Raúl volverían esa noche tras pasar desde el lunes en Milán. A las cinco y media me fui a mi nueva casa y allí pase un rato con mi hija y madre. Esa tarde también se pasaron Diana y Pablo, Raquel y María con sus hijos pero sin maridos y Laura y Antonio con Magdalena. No hubo un cumpleaños como tal pero si saqué unos sándwiches y bebidas. El cumpleaños y el estreno de nuestra casa sería el domingo. Una vez se fueron todos acostamos a la niña por primera vez en su nueva habitación y, no mucho después,nos fuimos nosotros a la cama.

 

El viernes era el cumpleaños de Teresa y como los viernes la dábamos la tarde libre la llamé antes para felicitarla. Rocío consiguió escaparse un poco para ir a darla su regalo, que al parecer fue un jersey. Tras trabajar fui con mi esposa a por mi hija a la guardería y con ella nos fuimos a comprar a El Corte Inglés algunas cosas que necesitábamos para la fiesta del domingo que sería a la vez cumpleaños de Sandra e inauguración de la casa. Por lo demás el viernes muy tranquilo.

 

El sábado mis padres vinieron a comer a casa. A pesar de que íbamos a vernos al día siguiente dijeron que era muy importante que comiéramos juntos. Algo intrigado compré algo de carne en la carnicería de El Corte Inglés de Castellana y la preparé mientras tomaba una caña con mi padre. Tras acostar a la pequeña y comer tomamos un café y, de repente, noté como mis padres se pusieron serios. Y tensos. No me moló, de entrada, y miré a mi esposa.

–    Cariño – dijo Manuela – No podemos dejar pasar esto más sin contároslo. Tengo cáncer.

–    ¿Como? - dije

–    Tu madre tiene cáncer de mama. Se lo detectaron hace unos meses y lleva un tiempo con un tratamiento de quimioterapia no muy agresivo. No hemos querido compartir con vosotros esta parte lenta del proceso pero ahora toca operar y esto ya no podemos mantenerlo en secreto. Tu madre pasará unos días en el hospital y yo necesitaré ayuda con la empresa.

Miré a Rocío sin saber que decir.

–    ¿Pero porque no nos dijisteis nada? - dijo Rocío – Nos hubiera encantado ayudar.

–    Sois mis padres, joder – dije yo – Si pudierais esconderme la operación me estás diciendo que lo harías.

–    Cariño has perdido ya a unos padres – dijo Manuela – Y no queríamos que tan pronto pasaras por el largo y doloroso proceso de un cáncer. Me lo detectaron pronto y solo tengo un 0,5% de probabilidad de complicaciones.

–    Pues con más razón – dije – Si no es muy grave nos hubiera gustado saberlo.

–    No es muy grave – dijo Mariano – Pero es muy coñazo y lento. Todo lo que hacemos en la vida lo hacemos pensando en ti y en nuestra nieta.

–    Ya – dije

–    Bueno y en Rocío – dijo Manuela sonriendo – Que la dejas de lado

Rocío rió

–    Se que con vosotros no puedo competir ni con Carlos ni con Sandra ni con este pequeñito – dijo Rocío tocándose la tripa.

Yo me levanté y me senté junto a mi madre. Acaricié su mano con ternura.

–    Ya que me habéis dejado de lado hasta ahora quiero estar el resto del proceso contigo. ¿Cuando es la operación? - dije

Manuela me sonrió

–    La semana del diecinueve – dijo mi padre – El día exacto aun no se sabe. Os pedimos que mañana no contéis nada aun. No nos importa que se sepa pero preferimos que sea más cercano a la fecha de la operación.

–    Tranquilos – dijo Rocío

El resto de la tarde, y se fueron tras cenar con la niña ya acostada, lo pasamos charlando sobre la operación pero intentando ser optimistas. Parecía poco un 0,5% pero significaba que en una de cada doscientas operaciones habría complicaciones. Pensándolo fríamente no era tan imposible. Mi madre estuvo volcada en mi hija y en ese momento entendí porque quiso pasar el cumpleaños de mi hija con ella. Ya solos mi esposa y yo apenas hablamos y mientras veíamos una película, a la que no presté atención alguna, abracé a mi esposa y pensé en todo lo ocurrido desde la muerte de mis padres hasta ese momento. Momento en que tenía unos padres nuevos y mi madre estaba enferma. Me fui a la cama donde apenas pude dormir.

 

El domingo estuve preparando la fiesta de inauguración de la casa y cumpleaños de mi hija. A las diez llego el catering que había contratado para ayudarnos. Iba a ser una fiesta, al ser por dos razones, algo más grande de lo normal. Mis padres fueron los primeros en llegar. Al ver a mi madre me abracé a ella y ella a mi. Mi padre y mi mujer nos miraban. Pronto llegó Sandra y me robó a mi madre. Solo tuvo que decir: Abuela y con eso me la robó. Mi padre y yo hablamos un rato mientras mi esposa coordinaba a los siete trabajadores que había enviado la empresa de catering. Montamos toda la fiesta en el garaje, en el que entraban casi tres coches, y que habíamos vaciado para la ocasión. La barbacoa la harían en el patio, ya que por suerte no llovía, pero poca gente estaría en el pues no era un día muy caluroso. Al fin y al cabo era cuatro de febrero. Poco a poco fueron llegando los invitados y a la una y media ya estaban todos. Además de mis socios, amigos y familia y la familia de Rocío y amigos de ella estaban invitados Marco y su familia, Ana y su marido, Elizabeth y su futuro marido, Teresa y su marido, mi secretaria y su novio y mis socios en las distintas empresas. También invitamos a un par de compañeros de Rocío, el que fue su jefe, un par de colaboradores suyos y al presidente del banco. Sin la ayuda de este último no hubiéramos conseguido la hipoteca. Al final bastante más de cincuenta personas. La gente lo estaba pasando muy bien. Yo menos. Pasé una buena parte de la fiesta con mi madre. Ella a veces me mandaba a freír monas pues casi la agobiaba pero me apetecía, en ese momento, estar con ella. El rato que no estuve con ella intenté repartirlo con todos los invitados. No estaba acostumbrado a montar fiestas tan grandes. Las que yo montaba no eran pequeñas pero eran manejables. Esta se nos había ido de las manos. A las siete se empezaron a ir todos y a las ocho ya estábamos solos pues los de la empresa de catering fueron bastante rápidos acabando con la limpieza. Tras acostar a la peque Rocío y yo nos fuimos un rato a nuestro nuevo salón. En el sofá nos acariciamos durante un rato, las caricias en brazos y cara pasaron pronto a ser caricias en zonas más erógenas del cuerpo. Tetas y aparatos reproductivos. Si bien las tetas de mi esposa aun no habían crecido del todo ya estaban ganando algo de tamaño con el embarazo. Nuestros besos fueron creciendo de intensidad y tras solo un cuarto de hora en el salón subimos a la habitación. Íbamos muy calientes pero Rocío quiso asegurarse que Sandra dormía. Una vez estuvo satisfecha llegamos a nuestra habitación donde la tiré en la cama y empezamos a rodar por ella. Rocío y yo estábamos pasándolo bien pero intentábamos no reírnos mucho para no despertar a la peque pues estaba en el primer sueño. Tras un rato jugando conseguí meter mis manos dentro del precioso vestido negro de cóctel que Rocío había vestido ese día, y que marcaba su flamante barriguita, para poder bajar su braga. Una vez conseguí quitársela metí uno de mis dedos en su coño. Estaba calentándome pero por alguna razón no me ponía cachondo del todo y mi polla no estaba reaccionando. Mi cabeza intentaba estar al polvo pero mi no dejaba de pensar en el cáncer de mi madre. Tras un rato Rocío me desabroché el pantalón y se arrodilló ante mi para empezar a chuparme la polla. Su boca hizo que mi mente se centrara en el acto sexual y conseguí algo parecido a una erección. En ese momento la tumbé en la cama e intenté penetrarla pero en vez de hacerlo mi polla erecta lo hacía mi polla en media erección y no era lo mismo. Ambos nos besábamos y nos acariciábamos pero sabíamos que no estaba siendo satisfactorio y muchas veces habíamos dicho que no lo haríamos por hacerlo. Así Rocío me besó y me miró a los ojos.

–    Cariño – dijo – Déjalo. No pasa nada. Es normal que no estés aquí. Vamos a dormir abrazados.

Yo la sonreí y me abracé a ella. Pensé que no sería fácil dormirme pero en menos de un cuarto de hora caí rendido.

 

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Mi historia (02: Febrero 2001)

Mi historia (01: El comienzo)