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Mi historia (63: Marzo 2006)

en Grandes Series

01. Semana del 6 al 12 de Marzo

El lunes en la oficina coordine con Carlo y mi secretaria el viaje a Milán. Al final haríamos la reunión el jueves. Mike y yo viajaríamos tras salir del trabajo el miércoles y así estar allí a primera hora. Por si acaso cogimos la vuelta el viernes por la mañana. Mike y yo comimos juntos para charlar un poco sobre el viaje pero decidimos no comernos mucho la cabeza hasta estar en Italia y saber que querían. Tras trabajar toda la tarde normalmente me fui a casa y pasé el día con mi mujer y mi hija. Sobre todo el rato con mi hija fue muy relajante y hacía que no pensara en todo el tema de Italia. Esa noche hice el amor con mi esposa.

 

El martes tras trabajar en la oficina me fui a comer con Cristina cerca del concesionario. Tras la comida estuvimos viendo unos números y, en su coche, nos fuimos a ver una reforma que se había realizado en el segundo concesionario, el pequeño. Tras ver como había quedado la nueva exposición nos fuimos con la intención de irnos a casa. Que nuestras casas estuvieran en el mismo edificio hacía que fuera muy práctico. Una vez estuvimos en el pequeño garaje individual donde Cristina aparcaba su coche esta se puso muy cariñosa. Llevaba ese día Cristina un vestido marrón, de un tejido bastante invernal, con unos zapatos negros, muy conservadores, de no mucho tacón pero, eso si, bastante fino. Se alejó de mi, se acercó a su coche, el serie 3 descapotable, y se apoyó sobre la puerta del acompañante. Se empezó a mover como si estuviera seduciéndome.

–    Conduces tu, cariño – dijo tirándome las llaves

Yo sonreí y me acerqué al asiento del conductor mientras ella se sentaba en el del copiloto. Acarició el cuero del coche y jugó con el freno de mano casi como si fuera una polla antes de llevar su mano a mi cabeza. Tras acariciarme un poco llevó su mano derecha a su coñito y, bajo el vestido, empezó a acariciarse el coño. Su mano izquierda seguía en mi cuello y poco a poco se fue dejando caer sobre mi para unirse en un beso cariñoso en el lugar que dejan libre los dos asientos. Tras unos momentos yo me incorporé en el asiento del coche y empecé a acariciar los pechos de ella mientras me echaba, literalmente, encima suya e incrementaba la pasión del beso. No tardé casi nada en liberar sus pechos del vestido y en quitarla el sujetador que, por suerte, tenía el corchete en la parte central. Su mano en el coño fue sustituida por la mía. Tras unos segundos jugando con este ella se movió un poco y se quitó el tanga negro que llevaba. Se lo llevó a la nariz, lo olió, y me lo dio a oler a mi. Nos besábamos con pasión mientras mi mano izquierda seguía jugando a fondo con su coño y sacando de ella los primeros gemidos. Ella descapotó el coche y se fue al asiento de atrás subiéndose sobre el maletero que albergaba la capota. Mientras hacía esto yo me desnude completamente. Puso uno de sus pies sobre esta y el otro en los pequeños asientos traseros. Yo fui tras ella y me centré en quitarla el vestido. Algo que conseguí en poco tiempo. Me arrodillé sobre los asientos traseros y llevé mi boca a su coño para empezar a mamárselo. Ella lo disfrutaba enormemente y no paraba de pedirme más. Yo estaba muy caliente y quería pasar a follármela de una vez por todas. Ella se levantó sobre el sofá y nos besamos antes de ponerse de rodillas en los asientos traseros, mirando a un lado del coche, y colocarme a mi para poder hacerme una mamada maravillosa. Jugó a lentamente meterse la polla en la boca y chuparla como si fuera un chupachups. A hacer que mi polla llegara hasta el fondo de su garganta y, a ratos, a pajearme. Yo casi todo el tiempo acariciaba su cabello. A veces aprovechando para apartarlo de su boca y que no le molestara a la hora de hacerme la mamada. Tras un rato así la hice ponerse en pie sobre los asientos y la incliné sobre el maletero. Ella subió su pierna izquierda a este y yo, desde atrás, y ya sin pantalones, la penetré. Agarraba su cuerpo de los brazos mientras la follaba con fuerza. Ella gemía como una loca.

–    Sigue amor mío – decía Cristina – Eres mi hombre. Te necesito dentro. No dejes de follarme. Haré lo que me pidas pero fóllame. Es maravilloso.

A mi tanta sumisión me cansaba un poco pero no por ello dejé de follarla con fuerza. Ella intentaba echar las manos hacia atrás para acariciarme pero la fuerza de las embestidas hacían que, la mayor parte del tiempo, las usara para agarrarse al maletero del coche. Tras un momento la di la vuelta e hice que se recostara sobre el maletero del coche. Ahí la penetré con fuerza y sus gemidos fueron aumentando de volumen. Estaba ella llegando al orgasmo pues, a la par que aumentaban sus gemidos, cada vez eran menos sus comentarios de sumisión. Tras un rato la bajé del coche y la llevé junto al capó de este para follara sobre el con ella, de nuevo, apoyada en el. Tras unos minutos noté como ella se corrió y una de las últimas contracciones de su coño produjo que yo me corriera en ella. Fue un polvo maravilloso del que tardamos en recuperarnos, entre besos, un rato. Tras volvernos a vestir conduje su coche hasta nuestra casa aparcando el coche en su plaza. En el ascensor nos dimos un último beso. Cuando entré en casa la peque aun no se había ido a la cama y estuve jugando un poco con ella. Tras esto cene con mi esposa y la hice al amor pues al día siguiente ya no la vería. Dos polvos en un día. No podría hacerlo siempre.

 

El miércoles al dejar a la niña en la guardería me despedí de ella con muchos besos pues no la volvería a ver hasta el viernes por la tarde. Toda la mañana estuve trabajando normalmente a la oficina. Comí con Marga y Mike y, tras la comida, tuvimos una pequeña reunión de socios para tratar una vez más nuestro viaje a Milán esa tarde. Obviamente sin saber que tema íbamos a tratar no podíamos tomar decisiones pero al menos no sirvió de apoyo moral. A las seis nos despedimos de nuestros socios y nos fuimos al aeropuerto para coger el vuelo de las ocho y cuarto a Milán. Tras  hacer el checkin, rápido pues no facturábamos, nos fuimos a charlar un poco a la sala VIP. Cenamos en el avión y, antes de las diez y media ya estábamos en el taxi de camino al hotel. En Milán siempre nos alojábamos en el Meliá Milano. No era hipercéntrico pero tampoco íbamos de turismo sino de negocios. Una vez estuvimos en nuestras habitaciones, nos duchamos, nos cambiamos a ropa cómoda y mantuvimos una última charla antes de irnos a la cama.

 

A las ocho me desperté, me duché y bajé a desayunar algo antes de y media. A las ocho y media bajó Mike, desayunamos juntos y a las nueve salimos para reunirnos. Tras llegar a sus oficinas nos hicieron pasar al despacho de Carlo. Tras los saludos de rigor fue al grano.

–    Me alegra que estéis aquí. Seguro que os habéis estado comiendo la cabeza. Quería deciros esto en persona – dijo

–    La verdad es que estamos intrigados.

–    ¿Sabéis de quien es esta empresa?

–    Tuya – dije yo

–    No – dijo el – Es mía en un 15%. El resto es de mis tres hermanos mayores. El caso es que quieren vender. Tengo que encontrar alguien que compre y por el acuerdo tras la muerte de mi padre yo tengo que vender. No me puedo quedar con el 15%.

–    Vaya – dije – No sabía eso

–    No me importa vender – dijo – Pero quiero seguir trabajando. La empresa la llevo yo con Marco y mis hijos.

Marco era su hombre de confianza. Estaba casado con una española, tenía cuatro hijos y nos ayudó mucho cuando empezamos a trabajar con ellos.

–    Se que os va muy bien – dijo – Quiero que vosotros compréis la empresa

Yo miré a Mike con cara de sorpresa evidente. Mike me devolvió la misma mirada.

–    Tu empresa es grande – dije – No se si podemos pagarla.

–    No creo que sea barata pero confío en vosotros para intentarlo y que me mantengáis al mando. Podría trabajar para vosotros. Si otros compraran la empresa dejaría el puesto.

–    ¿Por que nosotros? - dijo Mike

–    Por como trabajáis – dijo – Trabajamos con vosotros desde que erais una pequeña empresa de menos de diez trabajadores y sigo encantado ahora que sois una holding de más de cuatrocientos trabajadores. Y todo en menos de diez años. Es impresionante. Y es por el equipo. Vosotros dos, Alberto y los otros tres socios a los que conozco menos pero imagino serán iguales.

–    ¿Podemos hablar un rato a solas? – dije aun impactado

–    Claro – dijo el

Llamó a su secretaria y esta nos llevó a una sala donde hablar solos. Ambos mostramos nuestra estupefacción y llamé inmediatamente a Raquel para que convocara una reunión en su despacho. Ya con todos en el manos libres en Madrid y Mike y yo igual en Milán tratamos el tema. Todos pensamos lo mismo. Sin locuras pero al menos intentarlo. Desde luego el nerviosismo por perder un cliente se nos pasó. Aun así no quisimos lanzar las campanas al vuelo. Charlamos durante una hora que se nos hizo muy corta. Salimos de la sala de reuniones y volvimos con Carlo.

–    Estamos interesados – dije – Pero de vosotros sabemos que productos movéis pero del negocio, fuera de vuestra relación con nosotros, no sabemos mucho.

–    Perfecto – dijo – Voy a llamar a mis hijos y a Marco y os presentamos un poco la empresa antes de ir a comer.

Salió un momento y al rato volvió con sus dos hijas, su hijo pequeño y Marco. Marco, de cuarenta y nueve años,  era el director de operaciones de la empresa y mano derecha de Carlo. La hija mayor de Carlo, Lorena, era de mi edad y llevaba la dirección comercial ayudada por su hermana mediana, Isabella, que tenía veintiocho años, era de la quitan de Rocío. El pequeño tenía veinticuatro años y se llamaba Claudio. Se encargaba de la relación con las empresas que distribuían. La captación de nuevas empresas la hacían entre el y Marco. Nos comentaron que la empresa tenía cuatro sedes. La central en Milán, con cuarenta trabajadores y desde donde se llevaba todo el negocio, y tres delegaciones desde las que se gestionaba la relación con los productores. Estaban en Florencia, Roma y Nápoles. Tras ver la organización de la compañía jerárquicamente se hizo la hora de comer y nos fuimos juntos a comer los siete. Tras la comida volvieron a seguir dándonos datos de la empresa. No entramos en muchos detalles de facturación pero vimos que, a grandes rasgos, eran al contrario que nuestra empresa original. Se dedicaban a exportar productos alimentarios. Sus principales mercados eran EE.UU., Francia, Reino Unido y España por este orden. Y todo el negocio español lo llevábamos nosotros. A las cinco terminamos la reunión. Haríamos una reunión en Madrid para mandarles una carta de interés oficial y que así pudieran mandarnos números de facturación. Ya con la carta empezaría la negociación en si. Volvimos al hotel y estuvimos en el un par de horas. Yo llamé a Raquel, María y mi esposa y Mike a Marga y Alberto. A las ocho nos duchamos y, una hora más tarde, estábamos llegando a un restaurante céntrico para cenar con Carlo, Marco, las dos hijas y el hijo de Carlo y sus respectivas parejas. Era una cena con la que nos querían agradecer que intentáramos comprar la empresa. Charlamos de nosotros, pudiendo conocer mejor a las familias de todos ellos, y algo de las empresas.

–    Si os compramos quiero que quede claro que contaré con todos pero nos gusta al entrar hacer pequeños cambios y llevarlo todo a nuestro terreno – dije

–    Si nos compráis seréis los dueños – dijo Carlo – Confío en vosotros. Habéis creado una empresa mucho más grande que la nuestra en menos de diez años. Sería estúpido no dejaros darle vuestro toque.

La cena fue muy interesante. Tras esta fuimos a tomar una copa y pude charlar un rato con Natalia, la esposa española de Marco. Era una mujer de cuarenta y cinco años, muy rubia para ser española, y bastante bien conservada para tener su edad y cuatro hijos, tres niñas y un niño. Tras un par de copas nos fuimos a dormir al hotel y nos despedimos. Mike sería el encargado de mantener el contacto con ellos hasta la siguiente visita.

 

A las siete estábamos en pie el viernes y a las ocho en el aeropuerto. Con tiempo suficiente para coger el vuelo a Madrid de las nueve. Desayunamos en el avión bastante bien. Ventajas de la clase business. Llegamos a Madrid a las once y media y una hora después ya estábamos en la oficina. Tras charlar una hora con nuestros socios entró Ana en la sala de reuniones para la reunión mensual. Febrero fue un mes de transición. Ninguna empresa batió récords y en global tampoco. Al final facturamos algo algo menos de ocho millones de euros y tuvimos unos beneficios de algo menos de millón y medio. Ese día, tras la reunión, comimos todos los socios juntos con mi esposa que se apuntó para ver como había ido todo. Mi mujer y yo, tras la comida, fuimos a por mi hija a la guardería. Notar como mi hija se puso contenta al verme fue una sensación espectacular. Me encantó besar a mi hija y llevarla un rato en brazos. Al llegar a casa pasear con ella por el pasillo. Cada vez más cerca de soltarse y andar sin ayuda.

 

El sábado fuimos al club. Mi esposa se quedó con mi hija mirando como mi madre, la abuela, jugaba una partida de tenis con sus amigas. Mientras mi padre y yo echábamos una partidita de golf. Estuve charlando de lo acontecido en Milán con el. Su opinión era importante para mi.

–    Hijo – dijo – No se que decirte. Tu empresa es enorme. Yo creo que más grande que la mía. Debería pedirte yo consejo.

–    Papá tu tienes una de las empresas más importantes de distribución de moda de España. Yo facturaré más pero lo hago con muchas lineas de negocio. Tengo muchas empresas. Tu una enorme. Y es tu tercera gran empresa. Ya te ha dado tiempo a vender dos empresas por mucha pasta. Y aun así sigues trabajando y haciendo a tu empresa crecer. Eres un ejemplo para mi.

Mariano me miró con cara de aprobación. De verdad nos admirábamos mutuamente. Tras jugar comimos todos juntos y luego nos fuimos a casa de mis padres para que la niña pudiera dormir la siesta. Mientras nosotros tomábamos café y charlábamos. Una vez con la niña despierta esta jugó con sus abuelos y tras cenar la peque cenamos nosotros. Se nos hizo al final tarde y decidimos dormir en casa de mis padres.

 

El domingo era el cumpleaños de Pedro, el novio de Mónica. Debido a la reciente separación de Teresa y Raúl ese año no harían nada con nosotros pero tras volver a casa y dejar a mi esposa e hija yo me fui con el y Raúl a tomar una Coca Cola en una terraza cercana a su casa. Mónica no vino y así eramos solo los chicos. A las ocho estaba de vuelta en casa con mi hija. A tiempo para bañarla tras la cena. Cenamos juntos Rocío y yo antes de irnos a la cama.

 

 

02. Semana del 13 al 19 de Marzo

El lunes todos los socios nos reunimos para tratar con un poco más de calma, y tras un fin de semana de descanso, la compra de la empresa italiana. Fue una reunión corta. Todos queríamos intentarlos. Teníamos muchas dudas de si íbamos a poder comprarlo. Teníamos casi veinte millones de euros en el banco pero lo más seguro es que la empresa fuera mucho más cara que eso. Y si no lo era es que había gato encerrado pues si sabíamos que, en 2005, facturaron algo más de cuarenta millones de euros con unos siete millones de beneficios. Son los únicos números que nos dieron antes de mostrar nuestro interés oficialmente. De todas formas veríamos hasta que punto podríamos negociar y luego ya nos buscaríamos las habichuelas para poder pagar la compra de la empresa. Raquel redactaría la carta de interés y se enviaría esta por mensajero a Milán esa misma tarde. Decidimos igualmente no seguir adelante con la mitad de las aperturas para ese año aunque tampoco parar en seco el crecimiento de nuestras otras empresas. Tras la reunión trabajé un poco y luego nos fuimos María, Marga, Raquel y yo a comer con Ana. A esta le pareció bien que buscáramos nuevas maneras de reducir beneficios mediante adquisiciones. Tras la comida seguí trabajando normalmente y a las seis y media me fui a casa para pasar un rato por la tarde con mi hija. Jugué con ella, pasee de la mano, la bañé y la di de cenar. Rocío llegó a mitad de la cena. Otro duro día en el trabajo para ella. Tras acostar a la peque cenamos y nos fuimos a la cama a descansar.

 

El martes el día fue bastante liado y a las siete seguía en la oficina. A esa hora llegó María a mi despacho.  Llevaba una falda blanca, casi de estilo vaquero, que llegaba hasta unos doce centímetros por encima de la rodilla. Completaba su atuendo una camisa a rayas grises y unos zapatos de tacón marrones muy altos pero de tacón algo grueso. El tacón tendría unos once centímetros. Altísimo para lo que era ella. Cerró la puerta con cerrojo y desde ella me sonrió. Empezó lentamente a desabrocharse su camisa y cada botón que desabrochaba servía para que se acariciara cuerpo y pechos con su mano derecha. Mientras llevaba su mano izquierda a la parte superior de su falda y empezaba a meter este bajo la falda. Yo la sonreí y desabroché mi pantalón. Me lo abrí bien y saqué mi polla para empezar a hacerme una paja mientras ella ya acariciaba sus pechos sobre su sujetador y se tocaba el coño, supongo que sobre su braga. Tras un rato cambio de manos llevando la derecha al coño y la izquierda a su teta del mismo lado. No nos decíamos nada pero tampoco apartábamos la vista del otro ni un segundo. Ella se sacó las tetas de su sujetador y se acercó a mi lentamente y sonriente. Yo no dejé de pajearme ni un segundo mientras venía hacia mi. Ella llegó hasta mi y se sentó en mi regazo mientras yo seguía acariciando mi polla.

–    ¿Como está mi hombre? - dijo

–    Ahora muy bien – dije – Estaba demasiado metido en unos números y necesitaba romper la monotonía. ¿Como está la mujer más dulce del mundo?

–    Echando de menos a su hombre y ya que iba llegar tarde a su casa con sus niñas ha decidido visitarlo.

Yo la sonreí mientras no dejaba de tocarme la polla. Tras unos segundos así ella apartó mi mano y llevó su mano a mi polla para ser ella la que me la acariciara. Tras un rato acariciándome la polla acerqué mi boca a sus tetas y jugué con mi lengua sobre estas. Las chupaba y besaba alternativamente hasta que, tras unos minutos, ella levantó mi cabeza y unimos nuestras bocas en un beso repleto de pasión. Yo acariciaba su espalda con una mano y su pierna izquierda con mi mano derecha mientras ella acariciaba mi cuello. Nuestro beso era cada vez de mayor pasión y solo a ratos lo rompíamos un segundo para que yo besara una de sus tetas. Tras un rato ella empezó a moverse para que su entrepierna se rozara sobre mis piernas. Terminé de quitarla la camisa que no molestaba pero si estaba un poco en medio y volví a besar sus tetas mientras ella se sentaba sobre una de mis piernas, para moverse sobre esta acariciando a lo bestia su coñito con mi muslo, y agarraba mi polla con la mano. Así estuvimos un rato que a ambos nos calentó bastante pues no parábamos de gemir. Tras un rato, y ya caliente a más no poder, subí a María a la mesa, tras remangar su falda alrededor de su cintura, y empecé a chupar su coñito apartando su braga. Tras comerla el coño durante un rato la quité la braga y, tras tirarla lejos de la mesa, me puse de pie y junté mi polla a su coño para perforarla. Ella gemía a lo bestia a lo vez que lo hacía yo. El calentón de ella con los frotamientos y el mío con la paja era ya muy alto y no tardamos en corrernos, casi a la vez. Tras calmarnos un poco nos besamos con pasión y nos vestimos. Eran ya las ocho y decidí irme a casa. Ella me esperó pues no había llevado coche. Yo la acerqué a casa y me fui luego a la mía donde llegué apenas con tiempo de besar a mi hija pues su madre ya la estaba metiendo en la cama. Esa noche con Rocío todo bastante normalito.

 

El miércoles el día fue tranquilo. Ese día Rocío y yo teníamos cena y, tras llegar a casa y pasar un rato con nuestra hija, nos duchamos, nos cambiamos y nos fuimos al restaurante donde habíamos quedado. A Sandra la dejamos, ya dormida, al cuidado de Elizabeth. En el restaurante cuando llegamos nos esperaban Marga y Jorge, pareja y compañeros en Londres de Rocío y Laura. No tardaron mucho en llegar Laura y Antonio y pedimos la cena. Yo a Marta y Jorge no les veía mucho. Eran buenos amigos de la carrera de Laura y Rocío pero no estaban en el grupo más cerrado de amigos. Ellos cuatro, aunque Jorge a veces no va, comen de vez en cuando. Unas diez veces al año. La cena fue bastante divertida. A mitad de esta nos invitaron a su boda que sería el siete de octubre de ese año. A las once nos fuimos todos para casa pues teníamos a las niñas con las niñeras. Tras llegar a casa a las once y media dimos las gracias a Elizabeth y, directamente, nos fuimos a la cama.

 

El jueves tenía el día un poco liado pero aun así solo pude dedicar a mi empresa la mañana. Fui a comer con María, su hermano y su marido pues esa tarde era la reunión de la empresa de transporte en la que éramos socios. Tras la comida se fue María pues, aunque ella era la socia, siempre iba en representación suya Arturo. El año anterior fue un año espectacular para la empresa de transporte. Con nuestras empresas creciendo y un par de nuevos grandes clientes todo fue muy bien. Además el gran trabajo de Arturo hizo que no fuera un problema para la empresa crecer en tamaño. Se facturaron treinta y cuatro millones, por veinticuatro del 2005, y los beneficios fueron de seis millones, un millón y medio más que el año anterior. Decidimos repartir un quince por ciento de los beneficios, unos 900.000 euros lo cual dejó, para María, su hermano y para mi unos 27000 euros cada uno. Para el hermano de María era un buen complemento. Igual que para María. Para mi eran migajas pero me alegraba por ellos. La reunión acabó hacia las nueve y me fui a mi casa para cenar con mi esposa pues ya era tarde para ir a casa de María.

 

El viernes tras un día de trabajo normalito. Cerré un viaje a Milán con Alberto para la semana siguiente y me fui a comer con mi esposa y juntos fuimos luego a buscar a la pequeña a la guardería y para casa. Ese día salimos a pasear un rato pero tampoco mucho pues no hacía muy buen tiempo. Por lo demás un buen día en casa con mi esposa e hija.

 

El sábado mi esposa se puso unos vaqueros de pitillo con la camisa que la regalé en San Valentín y a mi hija la puso unos vaqueros y la camiseta, igual que la suya, que la regalé el mismo día. Con mi pareja de reina y princesa nos fuimos a la nueva casa de mi cuñada para la fiesta de inauguración. Decidieron hacerla antes de amueblarla. Apenas estaba terminada la cocina, un par de baños y tenían unas de mesas para poner vasos y platos de comida y alguna silla para descansar. Iba a ser una fiesta muy relajada en plan cóctel. Además de nosotros estaban varios amigos de Diana y Pablo y los padres y hermanos de ambos. Así andaban por allí Arturo y Laura con quien pasamos casi todo el tiempo además de con los padres de ambos. Lo pasamos bastante bien. Nosotros ya habíamos visto la casa pero el día sirvió para que los demás la vieran. A las nueve nos fuimos a casa y acostamos a la peque. Nosotros vimos un poco la tele y nos fuimos a la cama donde, antes de dormir, hicimos el amor.

 

No teníamos planes el domingo y mi esposa y yo cogimos a la peque y nos fuimos al club del que éramos socios para pasear un rato, ver a gente, que nos vieran y comer allí. Mis padres estaban ese fin de semana de escapada en el Parador de León pues el lunes era fiesta en Madrid y no andaban por allí pero si estaban mi socio Javier y su esposa y fue con ellos con quien comimos. Tras la comida y los cafés nos fuimos a mi casa para que la peque descansara. La tarde tranquilita ayudando a la niña a cada vez estar más cerca de caminar ella solita. Tras acostar a la peque cené con mi esposa y me fui a la cama.

 

 

03. Semana del 20 al 26 de Marzo

El lunes era fiesta en Madrid y era el cumpleaños de María Rosa, cuñada de Rocío, que nos invitó a su casa a comer. Estaba embarazada de algo menos de cuatro meses y a Rocío le apetecía mucho pasar un tiempo con su cuñada y su hermano. Los padres de Rocío no estaban pues ese día no era fiesta en Cuenca y comieron el día anterior con Jorge y María Rosa. En el cumpleaños si estaban Diana y Pablo, toda la familia de María Rosa y amigos de la pareja. Yo estuve jugando con mi hija y sobrino durante un buen tiempo. Había muchos adultos y las conversaciones eran un poco liosas. Tras la comida y los regalos, donde predominó la ropa de premamá, dejamos a la madre para que descansara. Yo jugué con mi hija pues, al día siguiente, volvía a Milán y no la vería hasta el siguiente. La niña cada vez estaba más equilibrada y apenas teníamos que sujetarla. Se puede decir que ya andaba sola. Tras acostar a la niña Rocío y yo cenamos una ensalada y nos fuimos a la cama para hacer el amor.

 

Tras dejar a la peque en la guardería me fui al aeropuerto donde había quedado con Alberto. Hicimos el checkin y nos fuimos a la sala VIP a desayunar. Mientras lo hacíamos charlamos sobre como podía ir el día. Poco después de las doce estábamos en Milán. Fuimos al hotel, dejamos la maleta y tras comer, con el portátil, nos fuimos a la oficina de la empresa que estábamos viendo si comprar para empezar la primera negociación formal. Era un primera toma de contacto en la que nos dieron números de la empresa muy por encima y Carlo nos contó lo que buscaban sus hermanos para vender. Básicamente tenían unos siete millones de beneficios y buscaban un multiplicador de seis veces esa cifra. Es decir, venderían por cuarenta y dos millones de euros. Para nosotros era una burrada pero no dijimos nada. Sabemos que todo es negociable. Ya en Madrid con el resto de los socios miraríamos que hacer. Nos dieron unos cuantos documentos más que tendríamos que estudiar con cifras de evolución en ventas. En un primer vistazo la empresa parecía algo parada. En los últimos años no había aumentado mucho la facturación global y en algún país hasta había caído. Probablemente por eso los hermanos quisieran vender. Quizás pensaban que se acercaba al pico de su rentabilidad. Tras los números cenamos en casa de Marco, el número dos de la empresa, con su esposa española y sus cuatro hijos. Tras la cena nos fuimos al hotel y tomamos una copa charlando sobre la empresa antes de irnos a nuestras habitaciones a dormir.

 

El miércoles, tras el check out y el desayuno, estuvimos viendo un poco todos los departamentos. Para ver la organización. Tras verlos comimos con Carlo, Marco y los hijos de Carlo. Tras la comida nos fuimos al aeropuerto y volvimos a Madrid donde llegamos a las siete. Tres cuartos de hora después estaba entrando en casa. Vi a mi esposa con mi hija en el pasillo. Mi hija me vio y su cara de felicidad al verme hizo que el corazón me diera un vuelco. Ya cuando Rocío sonrió y soltó a la niña para que esta, sola, se acercara a mi andando, el vuelco fue total. Apenas fueron diez pasitos para ella, tres de un adulto, pero para mi fue genial. Mi hija ya andaba. Al llegar a mi la abrace y besé. Y dándola la mano fuimos hasta el salón donde jugué a tirarnos una pelota. Rocío se sentó en el sofá y nos miraba jugar mientras hablábamos de mi viaje. Tras acostar a la niña cené con Rocío e hicimos el amor durante mucho tiempo.

 

El jueves Mike estaba fuera de Madrid y decidimos dejar la charla sobre la empresa italiana para el viernes. Tras trabajar poniéndome al día contestando algún correo que estaba pendiente vino Raquel para invitarme a comer a su casa. Ya sabíamos lo que eso significaba. llegar a su casa yo me senté en el sofá pero, tras un rato, ella se levantó y me llevó a su habitación. Una vez entré la vi y me eché a reír.

–    Espera ahí – dijo empujándome sobre la cama – Tenemos un rato hasta que venga la niñera con mi hija e hijo

Raquel se desnudó lentamente como si bailara al ritmo de una música que solo ella oía. Al final quedó con un conjunto de lencería negra, medias negras y unos taconazos negros de, mínimo, diez centímetros. Yo seguí mirando desde la y ella comenzó a moverse hacia la cama como una gata en celo. Con su mano derecha se hacía un dedo por dentro de la braguita y con la izquierda sacaba su pecho izquierdo para llevar el pezón al contacto con su boca. Mientras, cada vez estaba más cerca de mi. Empezó a acariciar su cuerpo y tras un rato de movimientos muy sensuales acabó quitándose las bragas y el sujetador. Todo esto ya al borde de la cama. Se quedó con las medias y los taconazos subiendo a la cama, totalmente abierta de piernas y jugando con sus manos en su cochito. Yo aun estaba en el otro extremo de la cama y, aunque estirara el brazo, no podía tocarla. Estuvo todo el rato mirándome a los ojos de manera provocativa. Decidí acercarme a ella lentamente. Ella se puso de rodillas y mirándome a los ojos con una mezcla de pasión y amor se acercó gateando por la cama. La cama que compartía con su marido era de 1,80 y así estábamos juntos en apenas unos segundos. Ella abrió con amor mi camisa y me la quitó para pasar a unirnos en un beso increíble que empezó conmigo sentado y ella de rodillas y acabó conmigo tumbado encima de ella. Ya tumbados yo dediqué un rato a chupar sus tetas y besar su cuerpo. Todo el. Su abdomen, sus piernas, sus pechos y, sobre todo, su coñito al que dediqué un buen rato una mamada primero algo superficial y en la que luego hice todo lo posible por meter mi lengua hasta el fondo. Tras un rato de dedicación a su conejo subí de nuevo por su cuerpo, besándolo, hasta alcanzar de nuevo la boca de Raquel.

–    Te quiero – dijo – Dame esa polla que me dio a mi hijo. Dame la única polla que podrá darme hijos de ahora en adelante.

A mi su comentario me extraño.

–    Tu ya no buscas más hijos – dije

–    Es verdad – dijo entre besitos – Pero tras Susana tampoco quería un segundo y luego me entraron ganas de tener a Juan. No se si en un año se dispararan las hormonas. Y si se disparan el padre serás tu.

Yo la sonreí y moví un poco la cabeza a los lados. Estaba flipando aunque empezaba a acostumbrarme. Yo me separé un poco de ella para desabrochar el pantalón negro de vestir que llevaba ese día y, sin bajarme del todo mi calzoncillo y mi pantalón, apunté mi polla a su coñito penetrándola en la posición del misionero. No teníamos mucho tiempo ya que debíamos volver a la oficina. Mientras la penetraba aumentando el ritmo gradualmente, yo estaba sobre ella y no parábamos de besarnos. Ese día me la estaba follando pero en realidad lo que ambos queríamos era hacer el amor. Pero no tenía tiempo. Tras un rato en esa posición la hice poner de costado y acercándome por atrás volví a penetrarla. En esa posición podía abrazarla, tocando sus pechos, follarla con facilidad y seguir disfrutando de sus besos. Nuestra excitación iba en aumento aunque los gemidos apenas llenaban el ambiente puesto que estábamos la mayor parte del tiempo unidos en un beso que ocupó todo el polvo. Cuando ella llegó al orgasmo su coño empezó a masajear mi polla y yo terminé por correrme en su interior. Tras el polvo nos duchamos rápido y comimos en su cocina hablando de Juan, el hijo que tuve con ella pero que, para todos, era de José Carlos. Tras la comida volvimos a la oficina. A las siete me fui para casa para poder pasar un rato con mi esposa e hija.

 

La mañana del viernes, a las doce, nos reunimos todos los socios para charlar sobre la empresa italiana. Puesto que se iba a hablar de dinero quisimos llamar a Ana. Con voz pero sin voto. Repasamos con ellos los números que nos dieron. Que buscaran cuarenta y dos millones se nos iba mucho. Ana salió un momento tras estudiar los poco papeles que nos dieron ya que quería ver unos números. Cuando volvió nos dijo que nosotros teníamos caja para tres veces los beneficios. Es decir, la mitad, unos 21 millones de euros. Y justitos. Decidimos volver a Milán con una oferta solo de cuatro veces beneficios pero pidiendo, a la vez, que si querían más nos tenían que dejar hacer una extensa due dilligence y meternos hasta el fondo en la contabilidad antes de hacer una oferta más alta. Si aceptaban cuatro veces los beneficios pediríamos due dilligence de los últimos tres años. Si querían más pediríamos la contabilidad de los últimos cinco años. Tras la reunión coordine una nueva visita la semana siguiente. Cerré unos temas que tenía abiertos con mi secretaria y me fui a comer. Había quedado con Rocío e invité a mi secretaria, Pilar, puesto que con tanto viaje su trabajo era mucho más difícil y quería agradecerle, con una comida en un buen restaurante, su buen trabajo. Ser secretaria de un alto ejecutivo no es fácil. Solo el decir que no a miles de peticiones de reuniones requiere una persona firme. Pero además ha de ser tremendamente educada. Si ese ejecutivo es, además, el dueño de la empresa es aun peor. Rocío como siempre fue muy agradable con ella. Se llevaban bien. Rocío cuando necesitaba algo de mi siempre podía contar en Pilar para que me encontrara lo antes posible. No obstante era la persona que, en la empresa, sabía en todo momento donde estaba. Tras la comida nos fuimos a por mi hija. Estuvimos casi toda la tarde mi esposa y yo con mi hija en el pasillo. Mi hija iba del uno al otro, andando. Y nosotros mientras llenando este de babas. Una vez acostamos a la niña Rocío y yo cenamos y pronto nos fuimos a la cama a hacer el amor.

 

El sábado fuimos al club donde habíamos quedado con mis padres. Mientras mi esposa y madre echaban un partidito de tenis con un par de amigas de mi madre mi padre y yo cuidábamos de la niña mientras tomábamos una caña y hablábamos de negocios. Principalmente del suyo y de mi posible aventura italiana. Mi padre solo me dijo que pasar de una empresa española a una multinacional era un paso muy importante y que pocas empresas daban.

–    Admiro vuestra ambición – dijo – Yo ahora no podría. Ya me faltan fuerzas.

Poco después llegaron mi esposa y madre. Tras besar a la niña, a la que yo ya había dado de comer, se sentaron y pidieron unas coca colas.

–    ¿De que hablabais? - dijo Rocío

–    De las cosas que hace tu marido – dijo Mariano – Meterse en lo de Italia es la leche. Se nota que le va la juerga en el trabajo.

–    Eh – dijo Rocío – Que no es el único que tiene juerga en el trabajo.

Yo noté que Rocío había metido la pata. A mis padres no les habíamos dicho nada de sus problemas en el banco. Miré a Rocío y ella a mi. No teníamos que hablar para decirnos lo todo. Estábamos muy compenetrados.

–    ¿A que te refieres? - dijo mi padre

Rocío pasó a explicar sus problemas en el banco durante unos minutos

–    ¿Porque no habéis dicho nada? - dijo mi madre – Queremos ayudar

–    Precisamente por eso – dijo Rocío – Por ahora no queremos inmiscuir a nadie en este asunto. Ya es casi un problema que lo sepa Carlos pues quiere ayudar.

–    Cariño – dijo Mariano – Para nosotros eres muy importante. Yo soy cliente del banco y la mitad de mis amigos lo son. Mi empresa es cliente del banco en su parte de banca para empresas. Conozco a todos los directivos. Incluyendo al vicepresidente del que hablas. El presidente del banco es amigo. Y lo era del padre de Carlos.

–    ¿Era amigo de mi padre? - dije

–    Si – dijo – No amigo de quedar todos los días pero estuvo en la boda de tus padres y siempre que se veían en eventos estaban en el mismo grupo. Amigos empresariales si quieres.

–    No tenía ni idea – dije

–    Por eso tenéis que contar conmigo. José Luis – dijo mirando a Rocío refiriéndose al jefe de esta – Es un buen hombre pero lo suyo nunca fue la política. Moverse por detrás. Es un buen gestor y líder de equipos pero no sabe lo que se mueve por detrás. Antonio, Laura y tu sois aun muy jóvenes. Sois seguro el mayor activo del banco.

–    Gracias – dijo Rocío

–    Sabes que lo digo de verdad – dijo Mariano – Cualquier banco debería pagar una pasta por ficharos a los tres pero aun os falta saber quien es quien en todo el entramado financiero. Eso se gana con el tiempo. Y me tenéis a mi. Y a Javier que estaría encantado de ayudaros. Pero tenéis que pedirnos ayuda. Eso no lo tiene nadie de vuestra edad.

–    Jo que bronca – dije

Mi madre se echó a reír.

–    No es una bronca – dijo Mariano – El lunes comemos los tres con José Luis, Antonio y Laura.

–    Vale – dijo Rocío – A ver como explico que se me fue la boca

Todos nos echamos a reír. Terminamos nuestras cervezas y refrescos y pasamos al restaurante donde comimos tranquilamente antes de irnos a casa de mis padres para que la niña durmiera. Al final acabamos cenando con ellos y quedándonos a dormir.

 

El domingo comimos con mi padre en casa y Rocío junto con Mariano se dedico a llamar al director de banca privada, José Luis, y Antonio para quedar a comer. Que Antonio y Laura estuvieran casados hacía que hubiera una llamada menos que hacer. Fue menos duro de lo que Rocío pensó. Tras pasar la tarde con ellos nos fuimos a casa y tras acostar a la peque pasamos un rato juntos. Rocío abrazada a mi mientras veíamos la tele. Estaba algo nerviosa. La entrada de Mariano en todo este asunto era un paso al frente.

 

 

04. Semana del 27 de Marzo al 2 de Abril

El lunes, tras una mañana en la que preparé mi nuevo viaje a Milán de esa semana con Alberto y Mike, me fui a comer con Maríano, Rocío, Laura, Antonio y el jefe de estos. Comimos en un reservado de un restaurante alejado de la oficina de Rocío. Fue parecida a la reunión que mantuve yo con ellos. Seguían empeñados en no necesitar ayuda y no querer amenazar con el dinero gestionado.

–    Nadie dice eso – dijo Mariano – Vosotros no debéis presionar.

–    ¿Entonces? - dijo Antonio

–    Entonces tenéis que seguir con vuestra guerra y mientras, Carlos y yo, presionaremos con elegancia en nuestro entorno. Primero sutilmente y poco a poco subiendo el grado de presión. Por ejemplo, yo a vuestro presidente lo veo a menudo. La próxima vez que le vea puedo decirle que me sorprende como el cuñado del vicepresidente está montando una guerra por poder cuando tiene todas las de perder. Y voy a decirlo así. El vicepresidente lo sabe pero el presidente seguro que no sabe nada. Cuando me pregunte más le diré que pregunte a su vicepresidente. El objetivo es que el presidente pierda confianza en una de las personas que es su mano derecha.

–    Si todo funciona así vale – dijo Rocío – Pero, ¿y si te dice que ya lo sabe?

–    Si me dice que ya lo sabe le preguntaré si sabe que están luchando contra mi nuera. Seguro que eso no lo sabe. Mi hijo es un poco tonto y no usa la influencia que yo tengo.

–    Gracias – dije – Yo también te quiero

Rocío me dio un besito y la conversación siguió. Todos sabían que a Mariano no iban a poder pararle. Sabían que el decía que pedía permiso pero en realidad estaba avisando de lo que iba a hacer. La comida acabó a las cuatro y media. Fue bastante larga y al final quedó en que ellos harían un listado de quien estaba con ellos y quien pensaban que estaba con los otros y cuanto significaba, en dinero, para el banco. Tras la reunión me fui con mi padre a su oficina y estuvimos hablando de su negocio y como iba nuestra compra de la empresa italiana.

 

El martes estuve trabajando en mi despacho casi sin salir. Una buena parte del tiempo estuve con María, viendo temas de formación interna, y otra parte con Ana, viendo números. Con Ana fue especial. No podíamos hacer el amor pero eso no significaba que no pudiéramos meternos manos, darnos besitos y acariciar nuestro cuerpo.

–    Sabes – dijo entre beso y beso – Me gustaría poder hacer el amor contigo pero estos momentos en que estamos solos y puedo besarte y tu me acaricias y nos sonreímos. Casi me hacen no echarlo tanto de menos.

–    A mi también me encanta besarte – dije – Tanto tiempo sin follarte. Ya verás cuanto te pille.

Ana me sonrió y se acercó a mi oído.

–    Espero que eso lo dijeras como una promesa y no como una amenaza.

Yo me eché a reír y no pude evitar besarla. Tras la reunión con ella comí con Raquel y luego terminé unos asuntos por la tarde antes de irme a casa a descansar y jugar con mi hija puesto que al día siguiente no la vería por la tarde ya que viajaría a Milán por tercera vez ese mes. Una vez la niña estuvo acostada Rocío y yo cenamos y nos fuimos a la cama a hacer, lentamente, el amor.

 

Tras una pequeña reunión el miércoles nos fuimos Mike, Alberto y yo al aeropuerto para coger el vuelo de las doce del mediodía a Milán. Este llegaba poco después de las dos y aprovechamos para comer en el avión. La comida de business era más que decente y en cantidad apropiada para no pasar hambre aunque no eran cantidades desorbitadas. A las cinco comenzó la negociación y, por primera vez, estaban presentes los hermanos de Carlo. Señal inequívoca de que avanzaba la negociación. Durante esta, siempre cordial, nosotros ofrecimos cuatro veces beneficios pero a ellos les parecía poco. A las nueve, tras cuatro horas de charla, aceptamos la posibilidad de ofrecer más dinero pero pedimos acceso a los libros de los últimos cinco años para poder hacer una oferta con más información. Todos estuvieron de acuerdo en este punto y la reunión se dio por finalizada. Nos fuimos a cenar los tres con Carlo. Esta fue bastante agradable y nos dijo que no andábamos muy lejos de lo que debíamos ofrecer para que sus hermanos aceptaran la transacción pero que cuatro veces era poco. Tras la cena tomamos los tres una copa en el bar del hotel y nos fuimos a dormir.

 

El jueves a primera hora desayunamos y cogimos un vuelo a Florencia con Marco donde veríamos una de las delegaciones. Todas eran parecidas y era la que mejor nos venía visitar. Esperaban que conociéndolas pudiéramos tomar una decisión en cuanto a subir el precio. La visita fue corta a Florencia. Entre las dos horas de tren de ida y las dos de vuelta apenas estuvimos en Florencia cuatro horas. Lo justo para ver las oficinas, el método de trabajo y comer. Tras llegar a Milán nos fuimos al aeropuerto para coger un vuelo a Madrid de vuelta. Cuando llegamos ya era tarde y mi hija ya estaba acostada. Así esa noche la pasé con mi esposa charlando sobre lo acontecido en Milán.

 

El viernes a primera hora tuvimos una pequeña reunión de socios para tratar el viaje a Milán pero acabamos pronto pues yo, a las doce, tenía la junta anual de la empresa de abogacía que había heredado de mis padres. La reunión con Javier, como siempre, fue casi de trámite. Era un negocio del que apenas sabía nada y el tenía plenos poderes. Apenas quedábamos para que me contara un poco la situación de la empresa. El año 2005 habíamos tenido una facturación de once millones de euros, la misma que en 2004, y unos beneficios de dos millones y medio de euros, medio millón más que el año anterior. Ambos estábamos bastante contentos con los resultados de la empresa pero queríamos crecer en una de las ramas con nuevas contrataciones y decidimos repartir solo un 8% de los beneficios. Eso significaron unos ochenta mil euros , tras impuestos, para cada uno. Me fui a comer con el y tras la comida llamó a su esposa y vinieron ambos a casa para pasar un rato viendo a la niña y charlando con Rocío.

–    Mariano me dijo lo del banco – dijo Javier – Contar con nosotros

–    Gracias – dijo Rocío

–    Nada hija – dijo Antonia, la esposa de Javier – Estamos todos para ayudarnos. Javier quiere mucho a Carlos y para nosotros es importante que os vaya bien

Yo sonreí. Acabaron cenando en casa tras acostar a la peque y se fueron a eso de las once y media.

 

El sábado lo pasamos enteramente Rocío y yo, con nuestra hija, con Laura, Antonio y la pequeña Magdalena. Ver a las niñas jugar juntas, aunque aun no fueran muy conscientes, era una pasada. Irían a cursos distintos pero apenas se llevaban un par de meses. Esa noche, tras volver a casa y acostar a la peque, Rocío y yo hicimos el amor durante mucho tiempo.

 

El domingo pasamos el día en casa con María, Arturo y sus hijas que vinieron a casa a comer. No había ninguna razón especial pero las niñas querían ver a la niña. Marta, mi ahijada, era la más volcada con la peque. Al nacer se puso celosa y yo la calmé diciendo que nos tenía que ayudar. Ahora se volcaba con la pequeña como si fuera su hermana pequeña. Con algo más de cinco años Marta era un verdadero encanto. Mientras Marta jugaba con Sandra, Arturo y yo charlábamos y jugábamos con Elisa mientras María, Elena y Rocío hacían la comida y charlaban de sus cosas. Elena estaba a un mes y pocos días de cumplir los doce años y me asustaba lo mayor que estaba. Ese año acababa la primaria y ya entraría en la ESO. Tras la comida acostamos a mi hija y, mientras las niñas de María veían una peli en la televisión, salimos los mayores a la terraza donde, al sol, se estaba bastante bien. Tras tomar el café y acabar la peli despertamos a la peque y nos fuimos a dar una vuelta. A las siete María y las niñas se fueron. Nosotros bañamos a mi hija, la dimos de cenar y la acostamos. A las diez ya estábamos cenados y  viendo la tele en el salón. Ese día Rocío llevaba una falda azul oscura, cortita hasta unos doce centímetros por encima de la rodilla, y una camiseta de tirantes, ni muy finos ni muy gruesos, de inspiración marinera azul y blanca. En sus pies aun estaban las manoletinas blancas con algún detalle negro que había llevado ese día. Yo estaba sentado y Rocío recostada sobre mi. La tele estaba siendo un rollo y en Digital + no echaban ninguna película que nos apareciera ver. Mirábamos un documental sin demasiado interés. Yo empecé a acariciar sus pechos sobre la camiseta mientras ella alternaba el mirar el documental con girar la cabeza hacia arriba y sonreírme.  No tardé mucho en bajar sus tirantes y dejar sus pechos al aire a la vez que los masajeaba. Ella se incorporó un poco para que fuera para mi más fácil masajear las tetas. Su camiseta ya estaba enrollada alrededor de su cintura y tardé solo unos segundos en liberarla de el sujetador. La hice recostar sobre el sofá y me arrodillé frente a ella. Aparté sus piernas y, tras subir un poco su falda, bajé su tanguita hasta quitárselo del todo. Mientras chupaba su coño y la metía unos cuantos dedos ella gemía y, a ratos, se acariciaba las tetas. No se porque razón estaba hiperexcitado y tras un rato chupando lo que hice fue levantarme, desabrocharme a toda prisa el pantalón y bajarme este y el calzoncillo hasta quitármelo del todo. La tumbé en el sofá y, con fiereza, la penetré en una especie de misionero poco ortodoxo, el misionero posible con las estrecheces del sofá. Ella, no se como pues no había mucho espacio, consiguió que yo acabara tumbado boca arriba y se subió sobre mi. Me cabalgó durante unos minutos hasta que estalló en un orgasmo espectacular que, tras unos instantes, hizo que explotara yo en un orgasmo. Eran las once y decidimos recoger un poco el salón, apagar la tele e irnos a la cama a dormir, abrazados.

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