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Mi historia (34: Octubre 2003)

en Grandes Series

01. Semana del 6 al 12 de Octubre

Llegué a la oficina el lunes sin poder dejar de pensar en el reto que me habían propuesto mi mujer y mi amante la noche anterior. Que mi amante sea una de las mejores amigas de mi mujer y que cada cierto tiempo me lo monte con ambas ya es suficientemente raro. Que ambas me propongan que me ligue a una de mis directivas roza lo ridículo. Que para que lo haga me den de premio un fin de semana de sexo ya es una locura total. Pero iba a hacerlo y no quería cagarla. Mi empresa era mas importante, mucho mas, que un fin de semana de sexo con mi Diosa Rocío y su amiga y mi amante Raquel. No iba a forzar reuniones o salidas a comer. Simplemente aprovecharía los ratos que estuviéramos solos, que generalmente eran varios a la semana, para empezar a flirtear y ver como avanzaba la situación. En esas estaba cuando entró Raquel

– ¿No estarás pensando en hacer alguna tontería? - dijo ella

– ¿Como ligarme a una directiva? - dije con sorna

– Eres un gracioso. Me refería a que cantara. Queremos que lo hagas pero que seas discreto. Yo te voy a ayudar a que tengamos alguna reunión los tres de la que yo tenga que salir de repente pero por favor tu no tenses la cuerda. Que no se te note.

– No pensaba poner en peligro mi empresa. No se que os pensáis pero el bienestar de mi empresa y los empleados está muy por encima que un fin de semana de sexo con vosotras.

Raquel se echó a reír

– Me alegro de oírlo – dijo Raquel – Pero no se lo digas a tu mujercita.

Yo moví la cabeza a los lados con incredulidad y lo dejé pasar. El resto del día lo pasé intentando trabajar y no tuve ningún momento a solas con Ana. Al llegar a casa Rocío no sacó el tema y lo agradecí. Pasamos una buena tarde como una pareja normal, algo que cada vez tenía mas claro que no éramos, y esa noche hicimos el amor.

El martes tenía una reunión a solas con Ana a las doce del mediodía. Era una reunión rutinaria que mantenía con ella, siempre que podíamos el martes y jueves antes de nuestra reunión mensual. Me pasé de nueve a doce intentando trabajar sin darle vueltas a la cabeza. A las doce en punto Ana llamó a mi puerta y la hice pasar. Nos sentamos en mi mesa de reuniones y vimos por encima los números que ya tenían cerrados. Iba bastante guapa con unos vaqueros y una blusa blanca. Llevaba botas marrones por fuera de los vaqueros y un cinturón del mismo color. No era tan guapa como Raquel y ni mucho menos se acercaba a Rocío pero poca gente negaría que era bastante atractiva y se mantenía perfectamente en forma. Su cuerpo no era espectacular pero era delgada y tenía alguna curva aunque no fuera una mujer explosiva. Mi intención para ese día era dejar caer algún pequeño piropo pero siempre haciendo que se sintiera cómoda conmigo y que todo pareciera normal. Terminamos de tratar nuestros temas hacia la una y media y cuando se levantó la miré un segundo el cuerpo y luego a los ojos.

– Te sientan muy bien esas botas con lo vaqueros – dije como dejándolo caer sin importancia

– Gracias – dijo ella sonriendo.

Tras sonreírme bajó la cabeza y se fue de mi despacho. Creo que era la primera vez que piropeaba algo que tuviera que ver con su aspecto, por trabajo lo hacía a menudo con ella y todos, y vi como se ruborizaba un poco, bajaba la cabeza y se escapaba. Por primera vez pensé que quizás Rocío y Raquel tenían razón. Y yo había estado negándolo todo este tiempo. Una hora después me fui con Raquel a comer y la conté un poco lo que había pasado y ella me dijo que ya me habían avisado. Con Rocío, por la tarde, no tocamos el tema de Ana y lo agradecí. Estaba mas cómodo tratándolo con Raquel. Con ella me limité a cenar y hacer el amor.

El miércoles fue un día que pasó sin pena ni gloria. Tanto en el trabajo como después con Rocío.

El jueves trabajé tranquilamente hasta las doce, hora en que tenía de nuevo reunión con Ana. Cuando entró intenté que mi cara no denotara mi estado de semi excitación. No hacía falta ser un genio para saber que se había vestido para mi. No era un secreto que a mi me gustaban las botas, muchas veces lo había comentado, y eso, unido a mi comentario del martes anterior, me hacía ver que se había vestido para mi. Llevaba un pantalón de color khaki, como de montar a caballo, con una camisa blanca muy apretada. Pero lo que llamó mi atención fueron sus botas planas pero mosqueteras de color marrón oscuro como su cinturón. Dejó sus papeles y se sentó en mi mesa de reuniones. Yo me acerqué a esta y la mire sentándome a su lado para ver los números.

– Hoy estas aun mas espectacular que el martes – dije – Esas botas son una maravilla.

Sus mejillas se colorearon de un rojo suave y bajó un poco la cabeza mirando los papeles sobre la mesa. Tras unos pocos segundos así se echó un poco su pelo hacia atrás y levantó la cara mirándome a los ojos con una sonrisa que, a mi me parecía, unía a la vez modestia y flirteo. Tras el momento tonteo pasamos a ver los números y algo debió hacer click en nosotros pues fuimos hiperprofesionales. Ya estaba todo listo para la reunión del día siguiente. Cuando se levantó para irse me aseguré de, casi sin que se notara y muy casualmente, tocar un poco su brazo en una medio caricia. Ella ante esto volvió a bajar la cara, avergonzarse e irse. Volví a comer con Raquel para contarla todo y, de nuevo, por la noche no se tocó el tema con Rocío. Estaba seguro que Raquel la tenía al tanto pues no podía estar tan pasota con el tema tras la pasión demostrada el domingo anterior. Tampoco me sentiría muy cómodo con ese tema y, por tanto, no lo saqué. Pero si la hice el amor y es que me calentaba bastante todo lo que estaba pasando con Ana.

Y el viernes llegó mi primera reunión con Ana y los demás en la reunión mensual donde tratamos los números de Septiembre. Fui unos minutos antes a la sala de reuniones donde ya estaba Ana, que siempre iba un poco antes para prepararlo todo, jugando con el proyector y su portátil. Llevaba vaqueros con botas por fuera y un jersey azul marino. Al entrar pasé junto a ella.

– Hoy también estas muy guapa – dije

– Gracias – dijo sonriéndome algo avergonzada

Yo no paré y fui a sentarme en la mesa donde ya teníamos el informe que iba a presentarnos. Alternaba el tiempo entre ojear el informe y subir un poco la cabeza para mirarla a los ojos y sonreír. Poco después llego Marga y se sentó cerca de Ana. Yo dejé el tonteo y ambas hablaron un poco sobre la boda de Ana, que aun estaba a unos cuantos meses y el embarazo de Marga. Cuando llegaron todos vimos los números de septiembre que fueron muy buenos. No batimos récords de beneficios pero por muy poco. Nuestra empresa de importación batió su récord de facturación y el resto tuvieron en general buenos meses. Al final al mas de tres millones de facturación para algo menos de novecientos mil euros de beneficios. A Ana la noté algo nerviosa y eso me dio confianza. Cuando se fue yo les conté a todos, sin detalles, que había hablado con Belén para que se pusieran las botas y consiguieran mas beneficios y facturación pues estaban acomodados y no crecían. Mike se metió conmigo diciendo que era un tiburón y yo le dije que se preocupara de su empresa. Todos reímos porque sabíamos que no era en serio pero lo parecía. Cuando terminamos a la una y media me fui de la oficina para recoger a María de su curso y pasar un rato con ella. Me apetecía porque la echaba de menos. A las dos y media estábamos en su casa y decidimos esperar a que llegara Rocío, hacia las cuatro menos cuarto, para comer los tres juntos. Sentados en el sofá, solos, no tardamos en besarnos. El beso duró un pequeño rato pero pronto ella lo rompió y se levanto.

– Espera un momento – dijo

Y se fue hacia su habitación. Cinco minutos después me llamó desde allí. Al llegar la vi vestida con un conjunto precioso de ropa interior de color amarillo claro. El sujetador, si bien cubría casi todo el pecho, era bastante sugerente y las puntillas lo hacían mas sexual. La braguita, que era mas bien un tanga, era también amarilla pero era muy transparente y podía ver su precioso coñito. Con pelo pero bien cuidado. Estaba tumbada en la cama.

– Sabes que no quiero hacerlo en la cama que compartes con Arturo – dije

Ella pareció dudar un segundo.

– Vale

Y se levantó de la cama cogiendo mi mano y llevándome hasta el sofá de nuevo. Allí se sentó y me hizo sentarme junto a ella. No tardamos ni unos segundos en empezar a a besarnos y mis manos en agarrar su culo. Tras un rato de beso la hice recostarse sobre el sofá y llevé mi mano derecha a su coñito, apenas tapado por la tela de su tanga, acariciándolo. Cada vez hacía mas fuerza con la caricia mientras al oído la decía que la quería y que me la iba a follar en su sofá.

– Te estás desmadrando – dije – Tu no eras así.

– Pues claro que no – dijo ella – Y es todo culpa tuya

Aparté un poco la tela de la braga para que su coñito quedara al aire y empecé a tocar sus labios vaginales ya sin la protección de la tela. Mientras me eché un poco sobre ella y la besé en la boca con pasión. Nuestro beso iba cada vez a mas y nuestras lenguas se buscaban con pasión mientras mis dedos jugaban con sus labios vaginales. Llevé mi mano a la boca y tras chuparme los dedos metí un poco estos en su coñito haciendo que ella gimiera un poco por primera vez. Tras el gemido me eché sobre su coñito y empecé a besar sus labios vaginales. Tras unos pocos besos sustituí mi boca por mi mano y llevé mis labios a su cuello donde tras besarlo pasé a besarla en la boca. Tras un rato mas besándonos la hice levantarse y apoyar sus manos en el sofá para que me diera la espalda. Me arrodillé y lentamente empecé a bajar sus braguitas. Ya sin ellas abrí un poco sus piernas y con mi lengua toqué la entrada de su culo.

– Ese agujero esta prohibido – dijo – No seas guarro

Yo me sonreí pues no pensaba follarla por el culo ya que no era mi lugar preferido y me sorprendió lo alerta que estaba. La hice recostarse sobre el sofá y abrir un poco mas piernas y entonces llevé mi boca a sus labios vaginales. Con la lengua fuera empecé a mover mi cabeza sobre su coñito de tal manera que parecía que la estaba follando con la lengua. Mientras yo seguía metiendo mi lengua un poco en su coño ella llevó su mano a este y empezó a aumentar aun mas sus gemidos.

– Date prisa que luego tenemos que hacer la comida – dijo

Agarrándola de los pies la fui girando sobre el sofá de tal forma que quedó con la espalda sobre este y abrí sus piernas. Me acerqué hasta el borde del sofá y la bese. Mientras la besaba empecé a desabrochar el sujetador. Estando ella ya totalmente desnuda me puse de pie y empecé a quitarme los pantalones. Momento que ella aprovechó para arrodillarse delante mía y ayudarme. Cuando ya estaba con los pantalones y calzoncillos en los tobillos ella se lanzó a mamarme la polla y yo aproveché ese momento para quitarme la camisa que llevaba ese día. Yo acompañaba su mamada con un pequeño, casi imperceptible, balanceo de mi cuerpo. Tras un buen rato de mamada la hice levantar y nos besamos de pie. Yo saqué el pantalón y calzoncillo de mis tobillos y la hice arrodillarse sobre el sofá. Ella se puso como una gatita sobre este y yo, con delicadeza, la empecé a penetrar desde atrás. Sujetaba su media melena rubia con una mano mientras iba aumentando el ritmo de mi follada. A veces me recostaba sobre ella y la decía al oído cosas como que era maravillosa y que me encantaba hacerla el amor. Cuando hablaba con ella y la decía cosas bonitas sus gemidos aumentaban. Miré el reloj y ya era tarde así que aumenté el ritmo de la follada de tal manera que María se corrió tras un par de minutos de violento folleteo. Tras su corrida yo seguí con mi polla dentro hasta que se calmo y cuando estuvo calmada volví a darla fuerte. Tras unos minutos fui yo el que me corrí. Por desgracia no pude sacar un segundo orgasmo de María pero no teníamos tiempo. Solo pudimos besarnos un poco. Siempre que terminaba de follarme a María no podía dejar de pensar en esos últimos años en los que había pasado de ser mi secretaria a una de mis directivas y casi seguro había tenido una hija que era mía. Me inspiraba mucha ternura pues, de las mujeres que mas quería a mi alrededor, era y es la mas frágil, la que mas necesita ayuda. Rocío y Raquel son mas lanzadas. Tras asearnos fuimos a hacer la comida y cuando llegó Rocío ya estaba lista. Comimos los tres y nos fuimos a recoger a las niñas. A eso de las siete nos despedimos de ellos para ir a casa, ducharnos e irnos a cenar con Antonio y Laura. Con ellos cenamos de tapas por el centro y, tras unas copas, nos fuimos a casa. Al llegar a casa Rocío y yo hicimos el amor.

El sábado Rocío y yo dimos una vuelta por el barrio y compramos algo de comida para hacer en casa. Tras comer nos duchamos y nos arreglamos para ir a casa de Raquel y José Carlos a pasar la tarde y cenar. Al llegar Raquel y Rocío se dieron un beso en la boca con mucha lengua. Muy probablemente para calentarme pues no dejaban de mirarme.

– Estáis locas – dije

Y me fui a saludar a José Carlos y a besar a Susana, la hija de Raquel, que apenas tenía un año y tres meses. La tarde con ambos fue genial y la cena informal. José Carlos y yo fuimos a comprar unas pizzas cerca de casa de ellos y eso fue lo que cenamos con unas cervezas. A eso de las once les dejamos para que pudieran irse a dormir y descansar pues al día siguiente tenían planes.

El domingo nosotros también teníamos planes y nos levantamos pronto para ir a pasar la tarde del domingo a casa de María. El plan era dar un paseo primero con Elena, María y Rocío a su rollo viendo los escaparates del barrio de Argüelles y Arturo y yo cuidando a las dos peques siempre a unos metros de ellas por delante o por detrás. Tras el paseo nos fuimos a casa de María a comer. Tenía preparado un guiso de carne muy rico e hicimos para acompañar unas patatas fritas. El resto de la tarde la pasamos charlando en el salón y jugando con las niñas. Yo dedicando especial atención a mi ahijada Marta que estaba a un mes de cumplir tres años y era una pasada estar con ella. Esa noche al llegar Rocío y yo a casa vimos un poco la tele, leímos un poco y nos fuimos a la cama donde hicimos el amor.

02. Semana del 13 al 19 de Octubre

Volví a la oficina el lunes tras haberme olvidado casi por completo de Ana durante el fin de semana y nada mas llegar supe que tenía que subir poco a poco el nivel de tonteo porque a ese paso iba a necesitar un año para follármela en vez de un mes. La suerte me vino a ver pues a eso de las diez y media mi secretaria me dijo que Ana estaba fuera para verme. La hice pasar y según se abría la puerta me puse a leer un papel que tenía en la mesa y sin mirarla hice un gesto para que pasara. Tras unos segundos levanté la vista y la vi de pie a un metro y medio de mi mesa. Llevaba un vestido color crema y unas botas bastante altas, justo hasta la rodilla, con mucho tacón, unos ocho centímetros de color marrón muy claro, casi beige, y un adorno de cordones en la parte posterior arriba. No se las había visto nunca.

– Siéntate - dije – No te lo tengo que ofrecer

– Prefiero verlo en la mesa de reuniones – dijo

– Ok – dije levantándome – Por cierto, esas botas son preciosas

Ella se ruborizó un poco y bajó la cabeza un segundo.

– Las compré el sábado con Rubén – dijo mientras se sentaba – En nuestra tienda

– Pues tiene muy buen gusto

– Las elegí yo – dijo rápidamente

– Pues entonces tu tienes muy buen gusto

Dejé mi mirada clavada en la suya. Notaba que se ponía nerviosa. Yo no lo estaba pero intentaba aparentar serenidad. Estábamos sentados uno al lado del otro y me empezó a enseñar unos primeros números de previsiones para Diciembre. Aun faltaban dos meses pero siempre pedíamos esas estimaciones aunque no eramos muy duros si no se cumplían. Todo parecía que fuera a ir muy bien. Cuando mirábamos los números estimados de la empresa de importaciones yo pasé mi brazo, como quien no quiere la cosa, a su espalda y lo hice reposar sobre el respaldo de la silla. Ella me miró a lo ojos y me dio una pequeña sonrisa volviendo rápidamente a los números. Seguimos mirando los números hasta que muy relajadamente toqué con mis dedos su espalda. Era el primer paso de la escalada. Pasaba del piropo al contacto casi anecdótico pero yo sabía, y ella también, que no era así. Seguimos veinte minutos mas de reunión y mi mano pasó de rozar esporádicamente su espalda a estar en contacto constante aunque quieta. Cuando acabó de contármelo todo nos miramos a los ojos y nos sonreímos. Yo acaricié un poco su espalda y me levanté. Ella recogió sus papeles e hizo lo mismo. Nos mantuvimos de pie a unos metros.

– Mañana me voy a Barcelona con Alberto – dije – Es una pena porque últimamente vienes muy guapa a la oficina.

– Gracias – dijo sonrojada

– Voy a echar de menos verte

– Puedes llamarme y te digo como voy vestida

– Eso haré – dije

Nos mantuvimos de pie y me acerqué a ella. La besé en la mejilla, por primera vez en la oficina, y la dije

– Espera mi llamada

– Con impaciencia – dijo por primera vez coqueteando y con un punto de seguridad

Tras eso cogió sus papeles y se fue. Yo volví a mi mesa y me dejé caer sobre mi asiento respirando fuerte por el subidón de adrenalina. Tras un rato llamé a Raquel y ese día comí con ella.

– Esta claro que vamos a perder la apuesta – dijo Raquel sonriendo – O ganarla. Porque ambas queremos irnos contigo ese fin de semana

Yo me reí y la comenté, algo que hacía mucho esos días, que estaba loca. Esa tarde en el trabajo no pasó nada especial y me fui a casa a disfrutar con mi esposa. Rocío seguía sin sacar el tema de Ana y yo lo agradecía. Esa noche hicimos el amor muy salvajemente. Me pareció evidente que Raquel se lo había contado todo.

A las nueve y media del martes estaba entrando en la sala VIP del aeropuerto donde había quedado con Alberto para ir a Barcelona. Íbamos a visitar distintos centros comerciales existentes y en construcción y ver algunas posibles oficinas ya que era posible que estableciéramos una delegación en Barcelona para el año siguiente. La oficina no sería muy grande ya que mucho estaría centralizado en Madrid. Llegamos pronto a Barcelona y nos recogió el comercial de la agencia inmobiliaria, amigo de Juan y Belén, que nos ayudaría a encontrar, comisión mediante, la oficina que mejor se ajustara a nuestras necesidades y un par de buenas opciones para montar tiendas. Por la mañana vimos un par de oficinas. Ambas nos gustaron pero no eran perfectas. La queríamos céntrica y una estaba demasiado lejos del centro y la otra era demasiado grande para lo que buscábamos en esos momentos. Tras ver ambas oficinas nos llevó a ver un centro comercial donde vimos un par de locales libres y luego fuimos los tres a comer. Tras la comida nos dejó en nuestro hotel y es que ese día por la tarde no teníamos mas visitas. Tras hacer el checkin hacia las cinco quedé con Alberto a las siete en el hall para dar una vuelta e ir a cenar con Pablo. Deshice mi pequeña maleta, con mudas, pijama y camisas y llamé al móvil de Ana desde la cama.

– Hola – dijo ella muy jovial

– Hola guapa – dije –¿ Puedes hablar?

– Si. Estoy en mi despacho. Pensé que te habías olvidado de mi.

– No. He estado trabajando. Acabamos de llegar al hotel. ¿Que tal todo por allí?

– Sin novedad – dijo

– Perfecto. Bueno – dije yendo al grano – ¿Como vas hoy vestida? ¿Igual de guapa que últimamente?

– Que tonto eres – dijo con tono de quinceañera juguetona – Voy con un pantalón vaquero blanco que me queda muy apretadito y un jersey blanco de punto y cuello de pico. Debajo llevo una camiseta blanca pero no se ve y parece que solo llevo el jersey.

– ¿Y en los pies? - dije

– Unas sandalias negras de ocho centímetros de tacón finito. Van a juego con el cinturón.

– Parecen sexys – dije – Pero me gustas mas con botas

– Sabía que me ibas a decir eso – dijo – Pero ha sido un poco de rebeldía por mi parte. Por dejarme solita.

– Vaya – dije - Me quieres castigar

– Pero poquito – dijo riendo – Cuando vuelvas me veras en botas. ¿Te veré el jueves?

– Llego tarde – dije – Me esperaras en la oficina

– Lo que haga falta – dijo - ¿Llamaras mañana?

– No se – dije – Has sido mala jugando conmigo.

– Por fi

– Bueno. Llamaré aunque no lleves botas

– Gracias. Hablamos mañana

– Adiós – dije

Colgué y supe que estaba hecho. Bueno, ya lo estaba desde hace mucho. Al final mis dos niñas tenían razón. Estaba colgada por mi y ni lo había intuido. Pero me estaba gustando el juego. Tras la llamada curré un poco y luego me duché para cambiarme e ir con Alberto y Pablo a cenar por Barcelona. Fue una cena de tres amigos. Una pasada. Alberto y Pablo no eran íntimos, ni mucho menos, pero ya se habían visto las suficientes veces como para no sentirse raros en una cena así. A las doce ya estábamos en la cama pues al día siguiente a las nueve empezaba nuestro tour por distintas oficinas y locales.

A las ocho y media estábamos Alberto y yo desayunando fuerte pues iba a ser un día intenso. El asesor nos recogió a las nueve y hasta las seis nos tuvo corriendo de arriba a abajo viendo locales y oficinas. A esa hora nos dejó en el hotel ya que esa noche teníamos una cena presentación de un centro comercial nuevo. Al llegar a mi habitación llamé a mi mujer y hablé con ella casi media hora. Mi juego con Ana era muy divertido pero a quien amaba por encima de todas las cosas era a mi esposa y oír su voz contándome sus novedades del día estaban por encima de cualquier entretenimiento. Cuando colgué con Rocío llamé a Ana y volvimos a la carga.

– Has tardado mucho en llamar – dijo – Ya me iba a casa

– Hola guapa – dije

– Eso – dijo – Hola

Los dos nos reímos porque ni había saludado.

– ¿Como está mi niña?

– ¿Soy tu niña? - dijo coqueta

– ¿Te gustaría serlo?

– Déjame pensarlo – dijo – No se si es bueno ser la niña del jefe

– Bueno – dije - ¿Y hoy como has ido a la oficina?

– Pantalones negros y un jersey rosa de Gant. Muy pijita.

– Seguro que muy guapa. ¿Y en los pies?

– ¿Tu que crees?

– Pues no se si has vuelto a ser rebelde o te has puesto botas

Dejó pasar un rato

– Me he puesto botas. Por debajo de los pantalones de 5 centímetros de tacón y cuero negro.

– Veo que no has sido rebelde.

– Lo iba a ser pero según salía por la puerta volví a cambiarme.

– Muy bien. ¿Mañana me esperaras?

– ¿A que hora llegas?

– Estaré en la oficina sobre las siete y media u ocho.

– Aquí estaré – dijo

– Pues te veo. Sorpréndeme.

– Eso espero

Y ambos colgamos sin un adiós. Tras un rato mirando mi correo electrónico me duché y bajé para dar una vuelta por Barcelona con Alberto y cenar algo. Esa noche a las once ambos estábamos de vuelta en mi habitación repasando el día y a las doce ambos durmiendo para afrontar el último día.

A las nueve del jueves ya estábamos desayunados y con el checkout realizado para irnos a ver mas oficinas. Era un verdadero atracón pero si al año siguiente queríamos abrir una sucursal en Barcelona teníamos que ir cerrando el tema de la oficina. Al menos tener opciones para discutirlo entre todos. A las cinco estábamos ya en el aeropuerto y a las seis embarcábamos en nuestro vuelo. Poco después de las siete aterrizábamos en Madrid. Me despedí de Alberto y cogimos taxis separados pues yo quería pasar un momento por la oficina. Poco después de las siete y media llegué a las oficinas y estaban aparentemente vacías. Hacía hora y media que todo el mundo habría empezado a desfilar pues la hora oficial de salida eran las seis. A veces alguno de los directivos nos quedábamos mas. Mire todas las oficinas y solo vi luz en la de Ana. No pude dejar de sonreír. Es lo que esperaba. Deje mi maleta en mi despacho y me dirigí al de Ana. Llamé a la puerta y entré sin esperar respuesta. Tras su mesa, trabajando, estaba Ana. Ella levantó la cabeza y sonrió. Yo cerré la puerta tras de mi pero no entré mucho mas en su despacho. Ella se levantó y salió de detrás de la mesa. Llevaba un vestido negro con unas botas color café hasta la rodilla y unos siete centímetros de tacón. El cinturón del vestido era del color de las botas.

– ¿Te gusta? - dijo

– Me encanta

– Me alegro. Ayer tras tu llamada me fui a El Corte Inglés a comprarlo todo. Hoy voy de estreno para ti.

Yo me fui acercando a ella lentamente y la besé en la mejilla.

– ¿Entonces te has vestido para mi?

– Llevo meses vistiéndome para ti – dijo – Solo que ahora es cuando pareces notarlo.

– ¿Entonces quieres ser una de mis niñas?

– Si. Y no. Me da miedo.

– Puedo ser paciente – dije volviendo a besar su mejilla.

– Gracias – dijo abrazándome

Tras un rato rompimos el abrazo y la di un nuevo beso en la mejilla. La dije que me iba a casa y que ella debía hacer lo mismo. A las ocho y media ya estaba en casa y Rocío me recibió con un beso increíble. No salimos de casa, cenamos algo ligero y nos abrazamos en el sofá antes de ir a la cama y hacer el amor con muchísima pasión.

El viernes estuvimos viendo entre Mike, Raquel, Alberto, Marga y yo las oficinas y locales de Barcelona. Me hubiera gustado que estuviera María pero no podía dejar el curso. Por lo demás en la oficina no pasó nada especial. Me crucé un par de veces con Ana por los pasillos y siempre que no nos veía nadie me sonreía con picardía. Llevaba ese día vaqueros y botas por fuera. Nada especial un viernes de otoño en nuestra oficina. Esa noche Rocío y yo salimos a cenar en pareja y hablar de nuestra relación y de futuro. Noté que Rocío estaba cada vez con mas ganas de niños. Esa noche hicimos el amor con la dulzura de una pareja que acababa de hablar de su futuro.

El sábado estuvimos en casa de mis padres y dormimos allí. Pasamos un rato por el club pero la mayor parte del tiempo fue en su casa charlando.

El domingo tras comer y cenar con mis padres nos volvimos a casa a eso de las diez de la noche. Dejamos nuestros abrigos en el perchero del recibidor y agarrándola por detrás la di un beso. Ella ese día llevaba un vestido largo de color beige con cinturón y sandalias marrones de altísimo tacón. El bolso del mismo color ya descansaba en el suelo. Ella se dio la vuelta y nos unimos en un maravilloso beso con lengua. Tras un rato besándonos ella se arrodilló delante mía y empezó a desabrochar mis pantalones y calzoncillos. Una vez con mi polla fuera empezó a acariciarla y la llevó cerca de su boca torturándome con la cercanía de sus labios a mi esta. Tras un rato con sus ojos pegados a los míos ella escupió un poco sobre mi polla y, acto seguido, pasó a chuparla. Sus ojos pasaban de estar a ratos sobre mi polla con posarse sobre mi y yo con mis manos al costado adopté una actitud pasiva. Me sorprendió que soltara mi polla un segundo para quitarse el vestido y quedar en ropa interior sobre el suelo del recibidor y de nuevo con mi pene en su boca. Empezó una mamada mas fuerte mientras se tocaba un poco en su conejo. Era todo tan erótico que no pude si no abandonar mi actitud pasiva y pasar a agarrarla de la cabeza metiendo mi polla en su boca como si la follara. Tras un rato así ella retomó el control y pasó a chupármela a su estilo, alternando mamadas con besitos por mi polla y huevos. Un par de minutos después se levantó y nos besamos. Ella aun con mi polla en la mano. Cuando ella llevó ambas manos a mi cara yo aproveché para meter mi mano dentro de su braguita y masajear su coñito. Besándonos fuimos hacia la habitación yo como pude con los pantalones a medio poner. Cuando pasábamos por el salón paramos para besarnos con un poco mas de pasión. Yo llevé mi mano a su culo y la levanté a horcajadas. Con sus piernas alrededor de mi cuerpo y ella besando mi cuello y oreja la llevé hasta nuestra cama. La puse sobre esta y ella se arrodilló en la cama dejando a mi disposición su coñito solo protegido por una tanguita rosa que no tardé en apartar para poder chuparlo bien. Tras un rato así la tumbé sobre la cama y volví a ponerme a chupar su coño. Lo dejé un momento para bajarme los pantalones.

– Tengo unas ganas de pasar ese fin de semana contigo y Raquel. Me ha dicho mi amiga que ya casi la tienes lista – dijo sonriendo - ¿Porque no me lo has contado?

– Llamame loco pero no me gusta contarle a mi esposa, a la que amo, como me ligo a otra mujer.

– Loco no pero tonto si. Si yo me ligara a un tío te lo contaría.

– ¿Si? ¿A que tío te ligarías?

– A ninguno porque soy toda tuya. Pero si tu me obligaras y no tuviera mas remedio te lo iría contando.

– Ya veremos – dije dándola un beso intentando dar por finalizada la conversación.

Ya estaba sin pantalón y ella volvió a chuparme la polla para terminar de ponérmela a tono. Aunque ya no necesitaba mucha ayuda. La volví a subir en la cama y puse mi ya erecta polla en la entrada de su coño. No la follaba pero mi polla la acariciaba sobre su clítoris dándola bastante placer. O al menos eso indicaban sus gemidos.

– ¡Dios que bueno! – dijo ella

– Te gusta – dije

– Me encanta pero dime – dijo Rocío entre gemidos – Porque a ellas las obligas a llevar botas. Lo haces con Ana y Belén.

Yo seguí acariciando mi polla alrededor de la entrada de su coño y la miré a los ojos mientras lo hacía durante un rato sin contestar.

– Me gustan las botas – dije

– Eso ya lo se. Y los tacones. Y la ropa interior rosa y negra. Pero ni a María ni a Raquel ni a mi nos obligas a ello.

Seguí mirándola y ella gimiendo. Pasaron unos segundos y sin aviso, se la metí.

– Porque a ellas no las quiero – dije a la vez que las penetraba

– Con mas razón – dijo Rocío tras gemir como loca – Tu nos quieres y nosotras a ti. Haríamos lo que nos pidieras

– Pero como os quiero no os puedo pedir nada. Ellas son un juego y la forma en que visten para mi es parte del juego. Vosotras sois partes de mi vida – dije desacertadamente por el esfuerzo de mi penetración.

Creo que iba a decir algo mas ella pero la tenía agarrada de las piernas y la follaba con tal velocidad que apenas pudo empezar a gemir. Yo gruñía por el esfuerzo, aun estaba de pie con ella al borde de la cama, como si estuviera subiendo un pico de primera en el Tour de Francia. No lo he subido nunca pero este tipo de cansancio es el que imagino. Estaba cansándome y no me llegaba el oxigeno pero mi cuerpo mecánicamente no dejaba de hacerlo. Tras un rato mas de fuerte polvo me cansé y me dejé caer sobre ella y la besé. Ya sin follarla pero aun con la polla dentro.

– Sube a la cama cariño – dijo – Te quiero entero.

Debió intuir lo cansado que estaba. Ella se sacó las tetas del sujetador y las puso a mi vista para que las besara. Lo hice durante un rato hasta que volví a notar que el oxigeno llegaba a mi cerebro. Me puse tras ella y, poniéndola de costado, acerqué mi polla a su coño desde atrás. La empecé a meter poco a poco y fui subiendo el ritmo según aumentaban sus gemidos. Tras un rato noté las primeras contracciones de su coño e hicieron que mi polla fuera exprimida totalmente. Ese preorgasmo de ella fue el precursor de mi corrida. Y el segundo de mis chorros fue el que dio el pistoletazo de salida a una corrida suya sensacional. Estuvimos un rato abrazados y pronto nos miramos, sonreímos y volvimos al ataque. Aunque esta vez sin hablar de nadie mas y mucho mas pausado.

03. Semana del 20 al 26 de Octubre

Esa semana me iba a follar a Ana si o si. No podía seguir jugueteando tanto. Al llegar a la oficina me quité el tema de la cabeza y me puse a trabajar a lo bestia. La situación en la que pudiera dar la puntilla a Ana se daría sola. A las dos me fui a comer con Raquel y está me preguntó si había estado ya con Ana.

– No – dije – Voy a dejar que se de naturalmente. Ya está cerca, no quiero forzar nada

– Pues ella quiere que la busques – dijo – Se ha vestido para que tu la veas y como no te vea en todo el día se va a volver a casa frustrada.

Ella se echó a reír mientras yo la miraba a los ojos con una cucharada de las lentejas que comía ese día a medio camino entre el plato y la boca. Ahora ya quería verla. Nada mas llegar a mi despacho le dije a mi secretaria que por favor llamara a Ana y la hiciera pasar en cuanto llegara. Cinco minutos después llamaron a mi puerta y mi secretaria hizo pasar a Ana. Cuando cerró la puertas tras de si pude finalmente ver a la Ana de la que me había hablado Raquel. Desde luego estaba muy guapa. Pero lo cierto es que no se que película erótica me había montado en la cabeza que esperaba verla aun mas espectacular. Llevaba un vestido gris de punto que la llegaba hasta poco debajo de su culo con unos leggins negros y unas botas marrones de gamuza con un tacón ancho de unos siete centímetros.

– ¿No ibas a venir a verme? - dije

– ¿No ibas a llamarme? - dijo ella sonriente

– Vaya, estas rebelde. Yo te he llamado

– Tienes razón – dijo bajando un poco la cabeza pero aun así mirándome a los ojos haciéndose la avergonzada.

– Acercate

Ella se acercó a mi mesa puesto que estaba aun lejos y se sentó en frente mía como si de verdad estuviéramos tratando temas de negocios.

– ¿Has decidido si vas a ser mi niña?

Bajó la mirada a sus rodillas y la vi dudar. Me preguntaba si había sido demasiado directo. Parecía nerviosa.

– El otro día, el jueves, la cagaste – dijo al fin – Tu subconsciente te traiciono. Dijiste mis niñas.

– Es una forma de hablar

– Venga Carlos, que no soy tonta – dijo – Se que te tiras a Raquel. Y por la forma en que te miraba Belén en la boda intuyo que también te la has tirado. No se si te tiras a mas gente pero si quisieras te podrías tirar a María. Veo como os miráis pero me da que ella es demasiado modosita y vosotros demasiado buenos amigos.

– ¿Eso crees?

– Eso lo se – dijo – Lo que no se es que rollo se traen tu mujer y Raquel. Intuyo, creo, que ella sabe lo tuyo con Raquel. Es todo muy raro y no se si quiero entrar ahí.

Yo no dije nada y solo la miraba.

– Mira – dijo – Que me gustas lo sabes. Mucho. Desde el primer día que te vi. Cuando me contratasteis lo primero que pensé es que podría verte todos los días. Y el roce hizo que te deseara durante un tiempo. Ahora te deseo pero a la vez te temo. No se si quiero algo contigo pero aun así todas las mañanas solo pienso en vestirme para ti. Tu poder sobre mi es demasiado fuerte y no se si quiero darte un poco mas.

– Nunca te haría daño – dije

– Quiero creerte

– Créeme. Que seas mi niña no quiere decir que sea tu amo. Quiere decir que te follaré. Y que a veces quizás te pida que me ayudes con alguna fantasía. Todo muy light. Y yo puedo ayudarte con alguna tuya. Siempre entre tu y yo. Sin que se entere nadie mas. Ni mi mujer ni tu marido ni nadie.

Debí ser muy convincente pues aunque yo si se lo contaría a Raquel y Rocío ella pareció creerme.

– Mi futuro marido – dijo sonriendo.

– Eso – dije yo.

Ella pareció pensarlo.

– Acepto – dijo mirándome a los ojos - ¿Y ahora?

– Ahora vienes aquí, nos besamos y buscaré algún día para que lo pasemos bien.

Ella sonrió, se levantó y se acercó a mi. Yo también me levanté y la acaricié las mejillas con mis manos. Me agaché un poco y la besé en la boca con pasión. El beso no duró mas de unos segundos pero nuestras lenguas jugaron como si fueran los últimos segundos de la historia de la humanidad. Tras el beso se fue de mi despacho aunque antes de llegar a la puerta se giró y me sonrió. Esa tarde cuando ya casi todo el mundo se había ido yo seguía trabajando. Estaba ya pensando en irme cuando llegó Raquel y la conté que ya estaba lista. Que la había besado y que solo tenía que elegir el día para follarme a Ana.

– Pues ve comprando el billete para Rocío.

Yo me reí ante su comentario. Esa noche, tras cenar fuera con Laura y Antonio, le hice el amor a Rocío con especial pasión.

El martes fue un día sin Ana de por medio. Ese viernes abríamos nuestra cuarta tienda de ropa y estuve todo el tiempo ayudando a Alberto y Marga. Esta ya estaba de mas de siete meses y yo quería quitarla peso de encima aunque a ella no le hacía mucha gracia.

El miércoles me encontré con mucho trabajo y a las siete y media ya no quedaba nadie en la oficina. Se me ocurrió que era un buen día para iniciar a Ana. La llamé y me dijo que podía estar en la oficina a las ocho. Inmediatamente llamé a Raquel y quedé con ella en mi casa a las nueve y media. Puntualmente, a las ocho, Ana llamó a mi puerta. Ana llevaba ese día una falda blanca justo hasta el borde de sus rodillas con un jersey de cuello alto y manga contra del mismo color. En sus pies calzaba unas botas de fino tacón de siete centímetros y un tejido que no era cuero pero era bastante parecido y muy bonito. Eran de color crudo. La hice llegar hasta mi y me levanté de mi silla. La bese rápidamente y ella se puso junto a mi a moverse casi como una stripper. A mi me parecía divertido y me reía con sus movimientos.

– ¿Estas lista para esto? - dije

– Llevo meses pensando en este momento. Solo espero ser capaz de aguantar las ganas de violarte y poder ir lentamente.

Yo volví a reír mientras ella se subía a mi mesa de rodillas. Yo estaba junto a esta y sus pechos quedaron a la altura de mi cara. Estaba en el lateral de la mesa y rodeé esta junto a ella. Mientras lo hacía fui pasando mi dedo primero por su pierna y luego por su bota.

– A partir de hoy eres mía – dije

– Si – dijo ella

– Eres una de mis niñas

– Si

– ¿Sabes lo que significa?

– Que una de mis labores es darte placer.

Mientras teníamos esta conversación yo estaba tras ella acariciando su bota. Ella bajó un poco su culo y yo lo acaricié. La verdad es que estaba bastante duro.

– Tienes un culo muy en forma. Me gusta

– Una hora de gimnasio, cuatro días a la semana – dijo

Yo sonreí y seguí alternando caricias entre su culo y sus botas. Volví al frente y toque sus pechos sobre el jersey mientras la miraba a sus ojos y veía su cara amorosa. Bajé mi mano por su cuerpo hasta su entrepierna y me alejé. A un par de metros de ella me dediqué a mirarla como si inspeccionara una mercancía. Ella mientras me sonreía y subía un poco sus senos. Parecía que le gustaba mi mirada y ella se exhibía sensualmente. Me acerqué de nuevo y toque su barbilla. Tras un rato acariciándola junté mi boca a la suya y, mientras mis manos tocaban sus senos y mejilla, la besé. Tras un rato besándonos mi mano se deslizó por su pierna y empezó a subir por esta dentro de la falda pero no llegué hasta su conejo. La idea era calentarla un poco. Tras un rato mirándonos volvimos a besarnos y, ahora si, mi mano volvió a su pierna que escaló hasta su rajita. Mientras la tocaba el beso fue cada vez mas intenso. La hice quitarse el jersey y besé sus tetas moviendo un poco al lado su sujetador. Mis manos tocaban su pecho y se olvidaron de su coñito. Tras un rato besando su conejo con el sujetador cerca aparté este del todo bajándolo y me dedique a comerla sus tetas. Volví a llevar mi mano a su conejo y la moví arriba y abajo con cierta fuerza sacando de ella un movimiento reflejo y es que llevó su mano a mi polla aun encerrada en mis Dockers. Mientras yo tocaba su entrepierna y ella masajeaba mi polla nos estuvimos besando durante un buen rato. Ella rompió el beso durante un momento mientras sacaba mi polla de los pantalones. Una vez la tuvo fuera se quedó mirándola mientras la acariciaba.

– ¿Es lo que esperabas? - dije

– La verdad – dijo – Te había idealizado con un pollón de veinticinco centímetros pero no esta mal. Parece de larga como la de Rubén pero si parece algo mas gorda.

A mi me entró la risa y ella me miraba con cara de niña buena y rebelde. Empujé su cabeza hacia abajo de tal manera que quedó tumbada en mi mesa con la cabeza fuera de esta y las piernas dobladas hacia arriba. Yo acerqué mi polla a ella y Ana empezó a mamarme. Con verdadero ansia iba chupando mi polla. Parecía que su vida dependía de ello y empezó a sacar los primeros gemidos de mi boca. En ese momento no sabía si era la situación o si es que era muy buena mamando pero me estaba acercando demasiado a mi climax y no quería acabar en su boca. Tras una mamada mas corta de lo normal la dí la vuelta y la tumbe ahora boca arriba sobre mi mesa con su conejito al borde de la mesa. En esa posición la bajé su tanguita y se la clavé. La fui penetrando con violencia y sus tetas se movían algo hacia los lados con cada embestida. Ella empezó a gemir y a pedirme mas. Yo estaba hipercaliente y tenía que conseguir que se corriera. No podía dejarla a medias. No tras el trabajo que fue conquistarla. No fue difícil pero fueron tres semanas. Notaba que su excitación crecía y creo que era porque estaba cerca de correrse. Para terminar decidí bajarla de la mesa. La giré y apoyé sus tetas sobre la mesa. Me acerqué a ella desde atrás y apoyé mi polla sobre su conejo. La penetré poco a poco. Una vez la había perforado tres o cuatro veces volvía darla con mas fuerza y ella a gemir mas. Tras un rato mas cuando pensaba que ella aun no estaba cerca explotó en un orgasmo brutal que me pilló de improviso. No pude correrme junto a ella.

– Pedazo polvo – dijo – Es el pollón de mis sueños aunque no tenga veinticinco centímetros

Yo solo sonreí.

– Siéntate que quedas tu – dijo Ana.

Ella me sentó en mi butaca y se quitó la falda. Desnuda como estaba excepto por el sujetador en su cintura se sentó sobre mi y apuntó mi polla a su coño. Yo estaba como loco y no tardó mucho en sacar mi jugo. Lo que me sorprendió fue que mi orgasmo sacó un segundo orgasmo de ella.

– Maravilloso – dijo Ana

Yo la besé durante un rato hasta que ella se salió de mi. Tras bajarse me dio otro beso y me dio las gracias.

– Me encanta ser una de tus niñas – dijo desde la puerta

Yo sonreí y descanse un rato tras el cual me fui a asear. A las nueve y media, llegué a casa y oí charlar a Raquel y Rocío. Me acerqué y di un beso a ambas. Tras los besos le di un papel a Rocío. Era la reserva para el vuelo con nosotros a Barcelona. Ella sonrió y se lo dio a Raquel.

– Menos de tres semanas, impresionante – dijo Rocío

– Gracias

– Ahora solo necesitas controlarla. Queremos que juegues un poco con ella pero que no se enamore demasiado de ti. - dijo Raquel

– Lo que ahora pase es problema vuestro que me habéis metido en este lío. Yo he cumplido mi parte del trato.

Las dos rieron y Raquel se levantó y nos besó despidiéndose de nosotros. Rocío tras irse su amiga se montó sobre mi y me beso. No me dejó cenar hasta que no me echó un polvo.

– Por fi – dijo – Intenta que no se cuele por ti

– Lo intentaré pero teníais que haberlo pensado antes – dije sonriendo

– Te crees irresistible

– ¿Y me culpas? - dije – Dos pivones me obligan a ligarme a una tía. Y uno de esos pivones es mi mujer. ¿Me culpas si me creo irresistible?

– Para mi lo eres – dijo sonriendo

Volvimos a besarnos y cenamos algo muy ligero pues seguidamente nos fuimos al dormitorio. Donde tuve que cumplir una vez mas.

Que el jueves ayudara a Marga y Alberto todo el día fue bastante bueno pues así no tuve que pasar mucho tiempo con Ana. Esa noche pedí a Rocío que no hiciéramos el amor pues estaba matado. Ella me dio permiso y solo dormimos abrazados.

El viernes inaugurábamos nuestra cuarta tienda de moda femenina. Esa tarde todo el grupo iríamos al centro comercial, como ya era costumbre, y cenaríamos por allí. Pero antes tocaba currar y sabía que volvería a ver a Ana. Tenía que centrarla en nuestra nueva relación. Todo se dio bastante normalmente pues ella tuvo que venir a mi despacho para que firmara unos papeles.

– Siéntate – dije

Ella lo hizo y me miró con cara de no saber que le iba a caer encima.

– ¿Como te sientes tras lo del miércoles?

– Bien – dijo – No tengo remordimientos. Tuve alguno el miércoles cuando vi a Rubén pero ya se me ha pasado.

– Me alegro. Solo quería que habláramos un poco sobre el futuro. Quiero que tu sigas con tu vida y yo con la mía. Tu trabajo aquí es excepcional y eso lo tendrás mientras sigas rindiendo así. Te lo digo para que si alguna vez te sientes mal y quieres que dejemos nuestro juego lo digas. Estamos en esto para pasarlo bien, el trabajo no tiene nada que ver con ello.

– Gracias – dijo – Que me digas esto me hace confiar aun mas en ti.

– Te lo digo para que no te líes. Lo mas normal es que tu y yo acabemos casi siempre follando en la oficina.

– Tranquilo – dijo – Por cierto, hoy no me has dicho nada de mi atuendo.

Yo la miré y sonreí. Llevaba un vestido marrón claro con botas marrón oscuras y cinturón del mismo color.

– Muy guapa

– Gracias – dijo – Ahora fírmame esto y me voy a trabajar.

Yo lo firmé todo y ella se levantó. Cuando estaba a punto de llegar a su puerta se giró

– Gracias por firmarlo – dijo – No me gustaría que bajara mi rendimiento.

Tras su comentario los dos nos echamos a reír. Yo seguí un rato mas leyendo unos informes que me habían pasado de alguna de nuestras empresas y, a la hora de comer, me fui al centro comercial donde había quedado con Marga y Alberto. Me acompañó Mike y pasamos allí toda la tarde. Un poco después llegó Rocío. A las siete y media llegó el resto de mi grupo: Raquel y José Carlos con Susana, María con Arturo y las tres niñas, Alberto y Celia y Laura y Antonio. Mientras las chicas cumplían la tradición de arrasar con las tarjetas de crédito los hombres nos fuimos con las niñas, excepto Elena, a una cafetería a tomar algo y charlar. Arturo estaba con Elisa y eso me permitió a mi estar pendiente de mi ahijada Marta. Cuando las chicas terminaron las compras Alberto, Marga, Raquel y yo nos acercamos a la tienda y nos despedimos de nuestras trabajadoras. Seguro que se alegraban de no estar bajo la atenta mirada de directivas y esposos de los directivos de la empresa. Invité todos a cenar y a eso de las diez y media los que eran padres, además de Mike y Marga pues ella estaba cansada, se fueron a sus casas mientras Rocío y yo nos fuimos con los demás a tomar unas copas. A la una y media estábamos en casa y fuimos directamente a la cama donde hicimos el amor.

Tras una intensa semana quería disfrutar del fin de semana con mi esposa. El sábado habíamos quedado a comer con Raquel y José Carlos. No era exactamente estar con Rocío a solas pero era bastante parecido por la gran relación que me unía a ambos. Especialmente a Raquel. Volvimos pronto a casa y pasamos la noche tranquilos.

El domingo no hicimos básicamente nada. Salir a dar una vuelta por el barrio, leer los periódicos dominicales, ese tipo de cosas. Por la noche una peli en la cama y pronto a dormir tras un polvo rutinario.

04. Semana del 27 de Octubre al 2 de Noviembre

Tras tres semanas pendiente de liarme a Ana y encima con bastante curro por la inauguración de nuestra cuarta tienda de moda la última semana del mes se presentaba bastante tranquila. El lunes no tuve nada verdaderamente interesante. Comí con Raquel y Ana, que seguía sonriéndome pícaramente y calzando botas. Esa tarde había quedado con Mariano y repasamos bastantes aspectos de nuestra empresa común. Cuando terminamos fuimos a cenar con nuestras mujeres que habían salido juntas de compras. Que mi madre y mi mujer se llevaran tan bien era para mi una satisfacción enorme. Tras cenar nos despedimos y al llegar a casa fuimos directamente a la cama.

De martes a jueves nada especial. Curro normal, leve tonteo con Ana que aun era la novedad, noches con Rocío y algún amigo y poco mas.

El viernes en el trabajo todo fue perfectamente normal. Al salir a mediodía me fui a buscar a Rocío a su oficina y nos fuimos desde allí a Cuenca. Cuando llegamos Diana ya había llegado. Hacía cuatro meses que había acabado la carrera y aun no sabíamos su futuro profesional pero esa noche nos lo iba a contar. Su hermano, esposa e hijo llegaron un poco después y nos sentamos todos a cenar.

– Voy a montar mi propio negocio – dijo Diana

– Vaya. Una empresaria como yo – dije

– Como tu no – dijo – Lo mio va a ser mas tipo autónoma. Al menos al principio

– Bueno – dijo su padre – Ve al grano

– Voy a establecerme como personal shopper

– ¿Has estado cinco años de carrera en una de las universidades mas caras de Madrid para ir de compras? - dijo su padre algo cabreado

– Bueno – dije intentándola echarla un capote – Tu formación al menos te ayudará a mantener conversaciones interesantes con tus clientes que entiendo tendrán que ser de alto nivel.

– Exactamente. A partir de ahí me gustaría crecer y montar una empresa de estilismo pero no quiero empezar con deudas y diez empleados. Quiero hacerla crecer con mi trabajo.

A el padre esta confesión de Diana, en la que mostraba entusiasmo y ganas de crecer, pareció tranquilizarle.

– Si necesitas un business angel cuando te lances a la piscina piensa en mi – dije

– No te voy a pedir dinero – dijo Diana

– Yo no quiero darte dinero si no voy a sacar mas dinero a cambio.

Todos rieron y terminamos de cenar mientras Diana nos contaba mas en detalle los planes. Esa noche estábamos cansados y no salimos.

El sábado fue un día de relax en Cuenca. Algo que necesitaba. Fuimos fuera a comer con los padres y luego paseamos por la ciudad. Por la noche, tras cenar con los padres, Rocío, Diana y yo nos fuimos de copas hasta las tres o cuatro de la mañana.

El domingo Rocío y yo nos fuimos a Madrid tras comer con sus padres. Llegamos a Madrid a las ocho de la noche y salimos a cenar algo. Tras ver una peli en DVD nos fuimos a la cama. Al entrar en la habitación abracé por la espalda a mi esposa. Rocío llevaba un vestido de color marrón oscuro y unas botas marrones, casi de la mista tonalidad que el vestido, arrugadas. Unas pulseras eran su único adorno. Estas la llegaban a la mitad del gemelo. La hice girar la cabeza para besarla y rápidamente fue ella la que se giró para besarme. Mientras nos besábamos Rocío iba desabrochando mi pantalón. Estaba tremendamente patosa y yo puse de mi parte y la ayudé a conseguir su objetivo. Rocío se arrodilló y saco la polla de mis calzoncillos y se la llevó a la boca. Sin parar un segundo se la metió en la boca y empezó a mamármela y pajearme a la vez con absoluta devoción. Yo tarde una fracción de un microsegundo en empezar a gemir. Metía la punta de mi polla en su boca, no metía mas del capullo, y con la mano me pajeaba el resto de la extensión de esta. Cuando se la sacó del todo me pajeó un poco la polla y volvió a metérsela en esta. Yo la agarré de la cabeza para que se metiera un poco mas de mi polla en la boca y aguantó un poco pero luego se la sacó y se dedicó a chuparla con la lengua, darla besitos y mamarme los huevos. Estaba volviéndome loco con la mamada y no sabía si iba a poder aguantar. Algún cable se cruzó en mi cabeza y yo agarré su cabello y empecé a follarme su boca. Lo hacía con bastante violencia y me gustaba la sensación pero pensé que a ella probablemente no tanto. Siempre que volvía de Cuenca estaba muy excitado. Eran días en que estaba con Rocío veinticuatro horas pero no podía follarla. Dejé de follarme su boca y dejé que ella llevara el ritmo. A los pocos minutos, sin dejar de mamármela exploté en su boca. Ella tragó todo como si fuera un verdadero majar y me sonrió. Se levantó y me beso notando en su boca el sabor de mi propio semen. Sabía que no me gustaba mucho pero lo hacía para hacerme rabiar. Besé su cuello, apartando su cabello, mientras ella masajeaba mi polla para conseguir un segundo round. Yo la quité el vestido con fuerza. Creo que lo rompí. Ella sonrió y quedó ante mi en botas y una tanguita y sujetador de color negro. Se puso a cuatro patas, en el borde de la cama y yo la bajé el tanga dejándola con las botas y el sujetador. En ese momento ella esperaría que me la iba a follar pero me tumbé en el suelo apoyando la cabeza en el colchón y llevé su coño a mi boca. Lo mamé, con locura. Mi lengua luchaba por entrar en su vagina cuando mis labios no besaban sus labios inferiores. Dedique unos buenos quince minutos a la mamada intentando que esta fuera lo mas variada posible y ella, por fin se corrió. Ya con el marcador empaté a uno, y sin dejarla moverse de esa posición, froté mi pene, que ya volvía a tener algo de fuerza, sobre su coño. Este movimiento hizo que mi polla se terminara de levantar y encontrara lo necesario para follarla. Con mi mano derecha apunté a su coño y la perforé. Ella empezó a gemir a medida que mi penetración escalaba en intensidad. Se notaba que la estaba gustando. Giraba su cabeza hacia atrás y podía ver su rostro desencajado. El mio no creo que fuera mucho mejor pues yo era el que estaba haciendo todo el esfuerzo en esos momentos. Sin dejarla cambiar de posición y tras unos diez minutos de continuo martilleo me corrí, sin avisar en su interior. Por suerte ella también estaba a puntito, algo que sus gemidos me indicaban, y con uno de mis chorros llegó al clímax. Me tumbé al lado de ella en la cama y se pegó a mi. Nos miramos, nos besamos y nos sonreímos. Tras un rato de relax yo caí dormido. Supongo que ella también.

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