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Mi historia (79: Julio 2007)

en Grandes Series

01. Semana del 2 al 8 de Julio

Me desperté el lunes con Rocío a un lado y Marga al otro. Rocío apagó el despertador y me sonrió. Yo la sonreí a ella y la besé. Tras besarla hice lo propio con Marga que me abrazaba por detrás. Tras besar a ambas fueron ellas quienes se besaron.

–        A trabajar amor – dijo Marga

Yo me reí y bajé a desayunar con ambas. Tras este Marga y yo nos fuimos por separado a la oficina. Cada uno en su coche. Empezamos ese primer lunes de Julio a buscar nuevas oficinas. Ahora teníamos dos, la nuestra y la de mi padre y estaban separadas por casi 25 minutos en taxi. Tocaba buscar unas nuevas donde entráramos todos. Dimos instrucciones a la inmobiliaria que habíamos vendido hacía unos meses. Íbamos a acabar el año con 160 trabajadores en la central y necesitábamos espacio para al menos el doble pues el objetivo de los siguientes años era crecer. Como nosotros montábamos muchas salas de reuniones y era más de una empresa teníamos bastantes directivos con despacho. Eso hizo que calculáramos que necesitaríamos unos 4000 metros cuadrados de oficina. María para fidelizar a sus trabajadores quería otros 1000 metros cuadrados donde montaríamos una cafetería con precios muy buenos, unas salas de formación modulares y un gimnasio gratuito para los trabajadores con vestuarios. A muchos comerciales les gustaba salir al gimnasio a la hora de comer para estar en forma y así lo hacíamos más fácil. En total un mínimo 5000 metros cuadrados a los que deberíamos añadir plazas de garaje y que no estuviera lejos del aeropuerto. No queríamos pagar más de 100.000 euros al mes También queríamos que todo el edificio fuera nuestro. Ese lunes fuimos a ver dos en la zona norte de Madrid. El equipo que fuimos fue mi padre, María, Alberto y yo. El primero era muy grande, de 7500 metros cuadrados pero el precio era bueno. Nos gustó bastante y tenía casi 150 plazas de garaje. Estaba en una zona no muy glamourosa y eso bajaba el precio. El otro que vimos era algo más pequeño 5200 metros cuadrados, pero más caro ya que costaba casi noventa mil euros. Estaba junto a la Moraleja y eso se paga. Solo tenía cien plazas de garaje. Tras ver las oficinas comimos juntos para hablar de ellas y nos fuimos cada uno a nuestra casa. Yo a disfrutar de Mario y Sandra en el patio mientras leía unos informes. Con el nuevo niño estábamos muy atareados en casa, pero era una delicia tenerle, excepto cuando lloraba para comer. Tenía buenos pulmones.

El martes tocó ver otras dos oficinas en la zona de Barajas. El que más nos gustó fue uno, cercano al Ifema, y la actual oficina de mi padre, en el cual había casi 400 plazas de garaje para casi 7000 metros cuadrados. Y a un precio muy aceptable de casi noventa mil euros al mes. Por ahora era nuestro preferido, pero aun nos quedaban por ver dos oficinas más. La tarde igual que el día anterior con mis hijos.

El miércoles vimos las dos últimas oficinas. En este caso en el centro de Madrid. Era nuestra zona preferida pero también era lo más caro por metro cuadrado. Uno de los edificios lo descartamos inmediatamente pues carecía de lo que otros tenían fuera y su única virtud era ser céntrico. Sin embargo, hubo otro que nos enamoró. Eran un poco menos de 5000 metros cuadrados, pero con los 4700 metros que tenía nos bastaba y estaba cerca del metro de Avenida de América (a una parada de metro) con lo cual era muy útil para los trabajadores. Lo peor es que solo contaba con 60 plazas de aparcamiento. Cada directivo tendría una y sobraban veinte. Diez para alquilar a trabajadores y diez para visitas. Una cosa que nos gustó es que contaba con una terraza de casi doscientos metros cuadrados, en el último piso, donde podríamos hacer reuniones sociales. En esa planta había un salón de 200 metros cuadrados que podíamos convertir en un comedor de ciento cincuenta y una cocina de cincuenta. Y en verano, cuando no tuviéramos eventos, los trabajadores podrían comer en la terraza con unas soberbias vistas de Madrid. Y lo mejor para mi es que estaba a escasos cinco minutos de mi casa andando. Aprovechamos la cercanía para ir a mi casa los cuatro. Desde allí llamamos al resto de socios, incluyendo a Marco, y les citamos para comer en mi casa. Con todos los niños disfrutando en la piscina, vimos las distintas oficinas y decidimos quedarnos con la de Madrid capital. Al final la comida se convirtió en cena y cuando se fueron todos acostamos a Sandra y nos fuimos a la cama. Mario hacía un rato que dormía.

El jueves, a pesar de tener la oficina ya elegida, nos reunimos los cuatro para asegurarnos que todo fuera a ir bien con esa oficina. Para eso quedamos a las ocho en una de nuestras salas de reuniones y estuvimos en ella hasta las tres de la tarde con un arquitecto, amigo de mi padre, que iba a encargarse de toda la obra que tuviéramos que hacer en las oficinas. Vimos que todo encajaba bastante y con órdenes concretas y consensuadas el arquitecto quedó en pasarnos planos en unos días para empezar la obra lo antes posible pues, al día siguiente, ya firmaríamos el alquiler del edificio que mi padre y Alberto, por teléfono, habían conseguido dejarlo en 75.000 euros de los cien mil que pedían. Esa tarde fue mucho más tranquila que la anterior.

El viernes tras firmar mi padre y yo el alquiler, con nuestras firmas bastaba, fuimos al resumen mensual. Junio es un mes de pagas extras y, como tal, no suele ser un mes de grandes beneficios. Aun así, conseguimos estar cerca de los dos millones de beneficios ese mes sobre casi veinte millones de facturación. Mientras Ana, que se incorporaba el siguiente lunes a el trabajo desde la oficina, nos contaba los números yo me puse a pensar. Era una reunión muy rutinaria y al estar yo en el día a día del holding más o menos me imaginaba los números. Estas reuniones eran más importantes para los otros socios que llevaban solo una parte del holding. En esos momentos aluciné con el crecimiento de la empresa. Hacía unos ochos años, al crearla empresa, facturamos menos de 400.000 euros en los seis primeros meses. Ahora facturábamos 20 millones al mes. Entonces era una única empresa en una oficina no muy grande. Ahora teníamos 14 empresas, con oficinas en Italia y Barcelona e íbamos a firmar casi 5.000 metros cuadrados de oficina. Mi empresa se había fusionado con la del que entonces era el padre de mi novia y ahora era, sin medias tintas, mi padre. Y tenía dos hijos. Reconocidos. Además de otros con varias amantes. Mi vida era sencillamente maravillosa. No tuvimos que tomar decisiones muy duras y al acabar la reunión mensual me fui a casa. Por la tarde vinieron a casa Laura y Antonio. Laura estaba muy embarazada de su segunda hija. Tenía aun, más o menos, un mes de embarazo por delante. Fue una tarde agradable y tras la cena en nuestro patio estos se fueron y nosotros a descansar.

Quedé el sábado con María en la oficina para trabajar un poco en la parte del gimnasio del nuevo edificio pues es a la que menos dimos importancia. Estuvimos viendo planos, varias ideas que teníamos y, tras un rato, empezamos a besarnos con pasión. Estábamos en mi despacho. Ese día María llevaba un polo azul con un pantalón blanco. En sus pies unas cuñas altas, plateadas en las tiras y de esparto en su base. Solo adornaba su conjunto un cinturón muy informal, blanco como el pantalón. Su bolso, plateado, descansaba en una silla. Mientras lo hacíamos yo subía y bajaba su polo para intentar liberar su sujetador y poder acariciar sus pechos. Tras un par de intentos terminé quitándole el polo y pasé a acariciar sus pechos sobre el sujetador liberando poco a poco cada uno de sus senos. Acabó con el sujetador debajo de sus pechos y ella agarró mi cabeza de la nuca y acariciándome el cabello bajó está a sus tetas para que los besara. Mis manos buscaron su culo. Tras un rato la llevé junto a mi silla del despacho y me senté en ella. La puse de espaldas a mí y llevé mis manos al cierre de su sujetador para liberarlo. Ella se lo quitó y dejó que este cayera al suelo. Este era de color azul claro y cuando María se sentó sobre mí vi que sus braguitas eran del mismo color. Acariciaba sus senos y sus pezones se endurecieron. Ella mientras levantó sus piernas y yo las acaricié, con sus vaqueros puestos hasta llegar a sus sandalias. Las quité lentamente y cayeron al suelo junto a su sujetador. Rodeando su cintura empecé a desabrochar su pantalón, empezando por el cinturón. Una vez lo tuvo desabrochado me levanté del asiento y me arrodillé en el suelo bajando poco a poco sus braguitas azules. Una vez estuvieron estas en el suelo me hizo levantar. Me besó y me empujó sobre la silla cayendo yo sentado en esta. Ella desnuda se arrodilló frente a mí y empezó a jugar con mi pantalón hasta que me quitó este y los calzoncillos del todo. Yo jugaba con sus tetas con una mano mientras con otra acariciaba su cabello. Se pasó un momento las tetas por mi polla, pero rápido se echó sobre mí y me besó con mucha pasión.

Tras el beso me quitó el polo y fue besando todo mi cuerpo, centímetro a centímetro, hasta llegar a mi polla. Una vez junto a esta empezó a besarla lentamente en el capullo y luego por toda su extensión y me dio dos o tres mamadas.

-          ¿Cómo será follar en el gimnasio? – la pregunté.

-          Ni se te ocurra – dijo mirándome desde el suelo – Va a ser un lugar público. Bastante es que te deje follarme en la oficina

Yo reía y me levante cogiéndola en volandas. Ella solo reía mientras la colocaba sobre el escritorio. Ya con ella en la mesa me agaché y besé su coñito. Ella llevó su mano a su chochito y lo acariciaba y lo abría para mí un poco. Yo me senté en la silla y la acerqué a la mesa donde comí su coño durante un par de minutos para conseguir empezar a excitarla. Cuando sus gemidos ya eran bastante altos me levanté y la subí a la mesa y empecé a follarla con ella tumbada en ella. Ella gemía mientras oíamos como mis bolas chocaban con su coñito. Todo este rato una de mis manos acariciaba sus senos. Tras un rato así ella tomó la iniciativa y me hizo a mi tumbarme en la mesa boca arriba poniéndose ella de rodillas sobre la mesa, de espaldas a mí, y se dejó caer poco a poco sobre mi polla, su coño masajeando mi polla. Ella empezó a moverse arriba y abajo cada vez con mayor frecuencia y yo empecé a gemir con fuerza. Tras un rato no pude más y eyaculé en su interior. María se corrió solo unos segundos después, cuando aún chorros de mi semen salían de mi polla. Poco a poco se salió de mí y se puso la braguita.

-          Ha sido maravilloso. Creo que ya sabemos cuál es el gimnasio que me gusta a mi – dijo riendo.

Yo reí con ella y me empecé a vestir mientras ella hacía lo mismo. Miramos un poco más las opciones del gimnasio y, tras dejarlo todo muy clarito, nos fuimos a mi casa donde el marido de María y sus hijas ya disfrutaban de la piscina. Comimos todos juntos y pasamos una tarde muy agradable.

El domingo celebramos en casa de Raquel el cumpleaños de Susana, su hija mayor. Fue un cumpleaños bastante agradable, Susana nos dejó usar la cuna de su hijo para que durmiera el nuestro. Aun no dejaba de dormir. Bueno a ratos comía de los pechos de mi esposa. Poco más. A las nueve estábamos ya en casa y, tras acostar a nuestros hijos, nos pusimos a ver mi esposa y yo una peli. A solas y tranquilitos.

 

02. Semana del 9 al 15 de Julio

El lunes volvió a trabajar a media jornada Ana pues hasta finales de mes no debía volver. Pero siendo socia decidió volver antes. Estuve toda la mañana viendo con ella números de futuro. El nuevo alquiler era igual al anterior de ambas oficinas, pero durante unos meses íbamos a tener el alquiler del nuevo edificio y el alquiler de las dos oficinas en las que estábamos en esos momentos. Con María y el arquitecto estuvimos viendo los costes de la reforma para acondicionar la nueva oficina. Todos los despachos y salas serían modulares, pero el gimnasio, por ejemplo, si necesitaba mucha obra. En cuanto al mobiliario usaríamos algo del que teníamos, pero tendríamos que comprar muchos muebles nuevos para que toda la oficina tuviera un mismo look. Al final la factura sería de algo más de un millón de euros con los muebles incluidos. A la una, ya con la reunión terminada, recibí una llamada de Cristina y quedé con ella en su casa. Cristina aun vestía con su ropa de trabajo cuando me abrió la puerta. Era un poco más informal de lo que solía llevar, pero no se si era solo por ser Julio, cuando todo se relajaba un poco, o por que empezaba a intentar ser un poco más moderna como tantas veces le había pedido. Su vestido era corto, sin ser exageradamente corto, de color blanco en la parte de arriba. De cintura para abajo los dos tercios de arriba eran rosa oscuro y la parte de abajo gris. En sus pies unas sandalias de tacón fino y color negro. Como de unos 12 centímetros de altura. Estuvimos besándonos en la entrada de su casa durante un rato. Su hija estaba durante el mes de julio en un campamento y su marido trabajando, teníamos tiempo. De la mano fuimos al salón y nos besamos en el sofá durante un buen rato. Se fue un momento y trajo una limonada casera.

-          ¿Y esto? – pregunté

-          Esto es porque vamos a necesitar estar hidratados – dijo sonriendo

Tomé un vaso y estaba muy rico y de verdad refrescaba en el calor de Madrid

-          Pensaba que me invitarías a comer

Ella negó con la cabeza y miró el reloj.

-          Son las dos menos cuarto. Tenemos una hora

Yo la miré a los ojos

-          ¿Una hora?

-          Para hacer el amor. Luego nos arreglamos y nos vamos. A las tres y cuarto tenemos mesa en el Hotel Intercontinental con gente de BMW.

Yo reí.

-          Que conveniente que hayas elegido un restaurante a solo unas manzanas de tu casa – dije

Ella me besó. Yo llevé mis manos a su cuerpo y la atraje hacia mí. Se sentó encima de mi y nuestros cuerpos se pegaban como si fueran atraídos por una fuerza extrema. Tras un rato de beso me levanté y tiré de su mano. Ya en la habitación ella se quedó de pie junto a la cama y mirándome a los ojos se sentó en la cama. Yo me pegué a ella aun de pie. Cogiéndola de la mano la hice levantar y, tras besarla la di la vuelta y mientras la besaba y mordía su oreja movía mi paquete sobre su culo. Ella me giró y me empujo sobre la cama tumbándome sobre esta. Se subió sobre mi con cada una de sus piernas al lado de las mías. Me agarró del cuello de la camisa y tirando de el me atrajo hacia ella. Llevó las manos a su espalda y se bajó la cremallera del vestido. Jugué con sus tetas aun aprisionadas en su sujetador, aunque no duró mucho puesto ya que rápidamente se lo quitó y lo tiró al suelo. Yo tiré de ella para llevar sus pechos a mi boca. Tras dar un par de chupadas a sus tetas ella bajó su cara y nos besamos con tremenda pasión. Mientras nos besábamos aproveché para ayudarla a bajar el vestido y pronto ella se movió para quedarse solo en braguitas. Ella llevó su mano derecha entre nuestros cuerpos para masajear mi polla sobre el pantalón mientras la izquierda ayudaba a mis manos a masajear sus tetas. La hice apoyarse sobre la cama y me arrodillé para bajar sus bragas hasta los tobillos y besar un poco su coñito. La miré a los ojos y la cogí en volandas depositándola sobre la cama. Tras arrodillarme llevé mi boca y mi lengua a su perfecto coñito para jugar con él. Ella a ratos bajaba su mano para acariciar mi cabeza, pero la mayor parte del tiempo las usaba para tocarse los pechos y jugar con ellos. Mi lengua en su coño sacaba de ella gemidos y es que tras tiempo follando ya sabía dónde tenía que tocar para que ella estuviera más cachonda.

–        Te amo – dijo – Déjame darte placer

Tras decir esto puso sus pies en mi pecho y me empujó alejándome de ella para poder levantarse. Me levanté con ella y lo más rápido que pude me quité los pantalones y calzoncillos. Ella se arrodilló ante mi polla y la metió en su boca. Estuvo un buen rato dándome una buena mamada sin manos y sin soltar la polla ni un segundo. Momento que yo aproveché para quitarme la camisa. Tras un rato así Cristina puso un poco de variedad en la mamada y la chupó como una piruleta. También de lateral hacía como que me mordía la polla. Luego volvió a metérsela en la boca, ya ayudándose de su mano para pajearme al mismo tiempo. Yo acariciaba sus cabellos mientras me la chupaba. Estaba loco por follarla, y el tiempo pasaba. Sin tardar ni un segundo la levanté y la puse de costado sobre la cama con su coño en el borde de esta. Acerqué mi pene a su coño y la empecé a penetrar sin tardar ni un segundo. Tampoco tardamos nada nosotros en ponernos a gemir con la follada pues creo que ya íbamos bastante calientes ese día.

–        Sube a la cama amor – dijo - Tómame

Jugueteamos un poco sobre esta hasta que acabamos conmigo en la cama boca arriba y ella sobre mi cuerpo. Bajó su coñito hasta donde estaba mi polla y besándome la fue guiando a su interior. Yo movía mi pelvis y ella su cuerpo para poder penetrarla mientras nos besábamos. Tras un rato así me corrí en su interior y ella, tras notar mi corrida, se unió a mi placer con su propio orgasmo. Tras calmarnos un poco con mi polla, ya flácida, en su interior ella se echó a mi costado y nos acariciamos los cabellos mirándonos a los ojos. Me acarició el pelo, me beso en los labios, se apoyó en el pecho y se levantó.

-          Ahora a lavarnos, vestirnos y a currar – dijo ella

Yo me reí e hicimos justo eso. Nos besamos durante el tiempo en que nos arreglamos y mantuvimos la compostura en la reunión con BMW. Tras la reunión a casa con mis hijos.

El martes era el cumpleaños de Susana, la hija de Raquel. Como mi esposa no estuvo trabajando y la niña no tenía cole se quedó con ella y Juan para que jugaran en la piscina con mi hija. Por suerte para mi esposa Elizabeth la ayudaba. Raquel y su marido vinieron a comer a casa y tras la comida se fueron para celebrar el cumpleaños de la niña con las familias de ellos. Nosotros pasamos la tarde tranquilamente. Mi hijo era una delicia, pero algo aburrido. Comía y dormía.

El miércoles mi hijo cumplía un mes y a la hora de comer, tras un día de trabajo bastante intenso, lo celebré comiendo con Teresa, Elizabeth y mi hija. Mi esposa ese día había ido al trabajo pues era la reunión mensual del consejo asesor y la comida de verano de este. Mi esposa volvió a las cuatro.

–        Estaba el presidente del banco – dijo Rocío – No suele venir, pero al ser la comida de verano se ha pasado

–        ¿Y? - dije yo sin darle mucha importancia

–        Que ha flipado con que estuviera allí. Me ha dicho que debía estar con mi hijo. Yo le he dicho que mi hijo era más importante que el trabajo, que podía ser una ama de casa mimada si quería y que si estaba allí era porque podía sin perjudicar a Mario.

–        Directa – dije

–        Si – dijo – Todos han reído. Pero yo me he puesto un poco roja.

–        ¿Pero no se lo ha tomado mal?

–        Que va – dijo Rocío – Ha dicho que le hacía sentirse seguro por apoyar a nuestro grupo cuando tuvimos la batalla interna

–        Me alegro – dije - ¿La comida bien?

–        Genial. Lo hemos pasado muy bien. Me ha dicho el Presidente del banco que tenemos que comer un día en el club.

–        Claro – dije

Pasamos la tarde con mi hija en la piscina y mi hijo comiendo y durmiendo. A última hora de la tarde vinieron mis padres para cenar con nosotros y mi hija se puso muy contenta pues por su abuela sentía verdadera devoción. No se fueron muy tarde pues al día siguiente teníamos trabajo.

El jueves estuve reunido toda la jornada laboral con Marga que, ahora, era mi mano derecha. Ella y yo llevábamos un poco la coordinación de la empresa. Alberto y ella estaban liberados de trabajar en empresas concretas y sus funciones eran de dirección general pero mientras Alberto estaba centrado en el crecimiento Marga llevaba conmigo el día a día. Podría casi ser una directora de operaciones, aunque no tenía un título oficial. En su tarjeta ponía Socia. Durante casi toda la mañana, de ocho a doce, estuvimos tranquilitos, pero tras traernos mi secretaria Pilar un café nos pegamos un poco y acabamos con ella sentada sobre mí y besándonos. Ella frotaba su entrepierna sobre mi polla mientras nos besábamos. Su tripita ya ponía cierta distancia entre nosotros.

–        Te quiero – dijo Marga tras besarnos un rato

–        Y yo a ti amor – dije acariciando su barrita

–        Me encanta estar embarazada de ti – dijo – Quiero a mi marido, pero por encima de él quiero ser tuya.

–        No deberías decir eso

–        Lo sé – dijo – Pero en estos momentos no puedo pensar en otra cosa que no sea ser tuya.

–        Mientras solo lo pienses en estos momentos

–        El resto del tiempo para mi sois iguales – dijo sin dejar de frotarse contra mí – Pero en estos mi cuerpo se excita mucho y no puedo dejar de pensar en ti como el hombre de vida. Desatas en mí pasiones brutales.

–        ¿Entonces solo es pasión? - dije

Ella me miró con cara de cabreo

–        Eres tonto – dijo sonriendo al rato – Yo te abro mi corazón y tú te quedas con lo que quieres. Te quiero con locura. En todos los aspectos. Pero en ciertos aspectos estás empatado con mi marido. En la pasión no.

Y empezó a frotarse contra mí. Mientras nos frotábamos yo empecé a lentamente desabrochar el pantalón de embarazada que llevaba. Ella con una de sus manos agarraba mi cuello y con la otra frotaba mi polla. Una vez tuve su pantalón desabrochado ella se levantó de encima mío y se quitó su pantalón. Mientras lo hacía yo me quité mi pantalón y mi calzoncillo. Rápidamente Marga se subió sobre mí y empezó a cabalgarme. Besándonos no tardamos mucho en corrernos mutuamente. Tras el orgasmo nos besamos un rato y ella se bajó de mí. Se vistió y volvimos a besarnos antes de seguir trabajando. Esa tarde vinieron Mike y Marga a casa y pasamos una tarde juntos en mi casa con nuestras familias.

El viernes tras trabajar fuimos a Cuenca. Mientras Mike, Marga y Alberto pasaron todo el día en Barcelona pues abríamos nuestra undécima tienda de ropa y quinta en Barcelona. Al llegar a Cuenca yo me fui a cenar con Raúl y varios amigos de este pues ese día era su cumpleaños. Cansado me fui a la cama a la cama a las dos junto a mi esposa.

El sábado mi hija me despertó a las nueve y no me importó. Estuve jugando con ella antes de desayunar y luego toda la mañana. A lo largo de esta llegaron Diana y Pablo y con ellos y los padres nos fuimos a comer. El resto de la tarde la pasamos en familia antes de que los amigos de mis suegros vinieran a una fiesta de presentación de mi hijo. Este fue el protagonista durante la primera hora, antes de llevarlo a dormir, y noté que mi hija se puso algo celosilla. Era normal, pero al irse a dormir mi hijo pareció calmarse. Ayudó que en ese momento ella pasara a ser la protagonista. A mi hija la acostamos a las once y nosotros nos fuimos tras irse el mejor amigo de mi suegro y su esposa, hacia las dos.

Al día siguiente nos levantamos tarde, comimos y Pablo y yo volvimos a Madrid en mi coche. Mi esposa, aun de baja maternal, se quedaría en Cuenca para relajarse con mis hijos y la ayuda de su madre. Diana se iba a quedar una semana para preparar detalles de su boda. Esa noche en Madrid cené una ensalada y me fui a la cama. Mi nueva casa se hacía enorme estando solo, con mis hijos y esposa a varias horas en coche.

 

03. Semana del 16 al 22 de Julio

El lunes María y Raquel estaban de vacaciones y tras trabajar me fui a casa de Marga y Mike a comer con ellos. La comida se convirtió pronto en una charla larga sobre nosotros y la empresa y acabó en una cena tras acostar al pequeño Miguel. Durante la cena Marga y yo nos sentamos juntitos y nos dimos de cenar y besos constantemente. Mike nos miraba tranquilamente y hablaba con nosotros como si fuera un amigo hablando con una pareja. Tras la cena nos fuimos al salón y seguimos charlando con Marga apoyada sobre mi pecho recostada en el sofá. Yo acariciaba su barriga y cada cinco o seis minutos nos dábamos un piquito. A las once Marga dijo que estaba cansada y se levantó. Pensé que era hora de irme, pero ella miró a su marido y, sin dejar de mirarlo, dirigió su mano a mí. Tras un rato me miró a los ojos y me sonrió.

–        ¿Vamos a la cama?

–        Claro – dije dándola la mano

Ella me besó una vez estuve de pie.

–        Te quiero – dijo delante de su marido

–        Y yo a ti – dije

De la mano nos fuimos y al llegar a la puerta ella paró. Se dio la vuelta y miró a su marido. Le sonrió y se acercó a Mike. Noté una su cara esa mezcla de celos y excitación de la que me hablaba a veces. Marga le besó y le sonrió.

–        A ti también te quiero tonto – dijo

Y tras darle otro beso nos fuimos ella y yo de la mano a su cama. Llevaba Marga una falda un poco larga, unos centímetros por debajo de la rodilla, y unas sandalias marrones de tacón alto, pero no muy fino. Su top sin mangas blanco llevaba por encima un cinturón, del color de los zapatos, meramente estético. Al cerrar la puerta se acercó a mí y, poniendo sus manos alrededor de mi cuello, me besó. Yo al principio acaricié su culo, pero luego pasé a su barriguita.

-          Estás guapísima – dije sin dejar de acariciar su barriga

Ella me besó tiernamente como para callarme

-          No vas a callarme con tus besos – dije riendo – Estás mas guapa que nunca, por difícil que parezca.

Ella sonrió y me miró un rato a los ojos.

-          Es por estar embarazada de ti, no podía estar mejor

Yo sonreí y volví a besarla. Con nuestras bocas unidas llegamos al borde de la cama. Ya junto a esta me senté yo y ella quedó de pie. Poco a poco fui quitándola su top, desabrochando antes el cinturón, hasta que quedó con un sujetador rosa, con toques de negro y un lacito entre ambas copas.

-          Precioso – dije

-          Sabía que te iba a gustar. Todo el día con el para que al final puedas verlo.

Besé su barriguita

-          Negro y rosa. Sabes que encanta

-          Y Mike. El me ayudó a elegirlo.

Moví la cabeza de lado a lado. Mientras mis manos jugaron con sus pechos y besé su tripita. Cerré mis piernas para que ella se pudiera sentar encima mío mirando hacia mí. Ella llevó sus manos de nuevo a mi cuello y nos besamos mientras mis manos acariciaban su culo. Tras hacerlo sobre la falda pasé a hacerlo dentro de ella y para maniobrar un poco mejor bajé un poco la cremallera de la falda que estaba en la parte posterior. Ella se levantó tras un rato jugando y se dio la vuelta. Besé su cachete derecho mientras bajaba su falda. Una vez en el suelo se salió de ella. La braguita, ni grande ni pequeña, iba a juego con el sujetador.

-          De verdad voy a tener que darle las gracias a Mike – dije viendo la braguita y tocándola.

Ella se rio y se agachó para besarme. Me guio para que me incorporara y una vez en pie

me ayudó a quitarme la camisa mientras yo desabrochaba mi cinturón y pantalón. Me bajó los pantalones y me los quitó junto con los calzoncillos. Volvimos a sentarnos en la cama, pero ahora era ella la que estaba sobre esta mientras yo me puse de rodillas en la cama, con mi culo en su músculo. La besaba mientras ella, con soltura, me hacía una maravillosa paja y me decía cosas al oído. Me decía que me quería, que todos los niños que tuviera serían míos, y yo la correspondía. De verdad la quería y me gustaba que tuviera mis hijos. Me hizo levantar una vez mas y ella hizo lo mismo, pero se arrodillo para darme una mamada. Empezó a besar mis huevos y pasar su lengua por toda la longitud de mi pene. En unos instantes empezó a hacer una mamada cada vez más fuerte e intensa. Siguió con la mamada alternándola con movimientos de su mano en una paja más tradicional. Cuando no tenía su boca en mi pene me decía que me quería y que solo me relajara. Como no me quería correr aún la levanté y la tumbé en la cama donde, hábilmente, la despojé de su braguita y empecé a hacerla una buena comida de coño. Sus gemidos dejaron muy claro que le gustaba. No se cuánto tiempo estuve comiéndola, pero fue un buen rato. Cuando ya no podía más me tumbé junto a ella, la besé y apunté mi pene a su coño. Estuve un rato follándomela con lentitud, sin fuerza y con nuestras caras a pocos centímetros. Nos besábamos y volvió a decirme que me quería. Yo la correspondí y la dije que este no sería su último hijo. Tras un rato así ella se giró y me dejó boca arriba empezando a cabalgarme en pocos segundos. Ver su barriga de veintiséis semanas botando sobre mi era maravilloso. Sobre todo, sabiendo que era mi hijo lo que crecía en esa barriguita. Yo disfruté como un loco. Según me cabalgaba ella empezó a correrse. Yo aguanté como pude y tras su corrida la moví para que volviera a chupármela. Cuando noté que estaba ya demasiado cerca para correrme la di la vuelta y, desde atrás, empecé a follarla sin consuelo. En dos minutos exploté en un orgasmo que esta vez se sincronizó con el segundo suyo. Descansamos unos minutos y nos quedamos dormidos juntos. Abrazados.

El martes desayuné con Mike, Marga y Miguel. Para el pequeño había pasado la noche en la habitación de invitados. No había pasado la noche tirándome a su madre embarazada, por mí, durante toda la noche.  El martes tuve un día muy parecido. Pasando una buena parte de la noche follando con ella.

Tras levantarnos el miércoles y desayunar juntos con el hijo de Mike nos fuimos a trabajar. Marga y yo nos despedimos con un polvete rápido en su cama pues a partir de esa noche volvía a ser la esposa de su marido. Ahora Mike tenía fantasía para largo. A comer ese día me invitaron Marco y Natalia para que pasara la tarde con ellos. Estando mi esposa en Cuenca y María y Raquel de vacaciones se turnaban todos para hacerme pasar un buen rato por las tardes fuera del trabajo. Comí con toda la familia, pero las dos hijas mayores se fueron juntas de compras tras comer y el hijo al cine con unos compañeros de curso. Así nos quedamos toda la tarde charlando mientras la hija pequeña de Natalia y Marco jugaba en el ordenador. Tras una cena no muy tarde me fui a casa a dormir. No pasaba por allí desde el domingo noche.

El jueves tras trabajar fui yo el que invitó. A Alberto y Celia a comer y pasar la tarde en la piscina. Con Teresa y Elizabeth de vacaciones teníamos que hacer todo. Mientras que llegaba Celia del hospital donde era doctora fuimos Alberto y yo a El Corte Inglés para comprar algo de carne y hacer una barbacoa. Saqué un vino que me habían regalado las navidades anteriores y estaba espectacular. Las cestas de navidad de nuestros clientes y proveedores me daban suficiente vino, alcohol del bueno y conservas de calidad para casi todo el año. Se quedaron a cenar tras disfrutar de la piscina. Al final se fueron a las once y tras recoger un poco me fui a la cama.

Tras trabajar el viernes me fui a Cuenca con Pablo para ver a mi esposa e hijos. Rocío y yo apenas nos separábamos y desde el nacimiento de mi hija nunca había estado una semana entera fuera de casa. Al llegar a casa de mis suegros y salir del coche ver a mi hija corriendo hacia mi y gritando papá fue algo maravilloso. Con mi hija en brazos besé a mi esposa, saludé a mis suegros y cuñada y me fui a ver a mi hijo que dormía en nuestra habitación. No hacía nada, dormía y comía. Y de comer le daba su madre. Pero le echaba de menos. Tras verle pasé todo el tiempo con mi hija hasta que se fue a la cama. Entonces los mayores nos pusimos a cenar y tras un rato charlando, tomando una copa, nos fuimos a la cama.

La boda de Diana y Pablo era en agosto y ellos se fueron a hacer sus cosas mientras Rocío y yo nos íbamos a pasear con nuestros hijos por Cuenca. A la hora de comer fuimos a la farmacia de la madre de Rocío y, con los padres de Rocío, Pablo y Diana, nos fuimos a comer en un restaurante cercano. Esa tarde fuimos a casa de unos amigos de los padres de Rocío donde celebraban una de las convencionales barbacoas que todos los fines de semana había en Cuenca. Nosotros nos fuimos a casa con los niños hacia las once para que descansaran. Una pena que mi mujer no pudiera aun hacer el amor pues rara vez estábamos tan solos en la casa de los padres.

El domingo tras un día en familia y aprovechando al máximo a estar con mi esposa e hijos, tuve que volverme a Madrid a trabajar. Mi mujer e hijos se quedarían en Cuenca. Es cierto que, con el calo, mi esposa e hijos estaban mejor en casa de los abuelos que en Madrid pasando calor. Nuestra nueva casa en Madrid con la piscina estaba muy bien pero no era lo mismo Cuenca que el asfalto de Nueva York. Cuando llegué a Madrid Pablo y yo nos fuimos a cenar antes de irnos a nuestras casas a dormir.

 

04. Semana del 23 al 29 de Julio

El lunes veintitrés empezaba Belén, la hija mayor de mi antigua socia y corto rollito, a trabajar con nosotros. Serían unas prácticas muy bien remuneradas, a 1.600 euros netos, que se convertiría en un trabajo fijo donde viéramos que mejor encajara. Era un proyecto piloto pues era la primera de las hijas de nuestros amigos que pasaba por esta situación. Luego llegarían las hijas y el hijo de Marco, los de María, y luego todos los demás. Para que le tocara a mi hija aún quedaban más de veinte años, pero teníamos que crear un protocolo pues íbamos a tener muchos sucesores y el cambio generacional es mejor programarlo desde pronto a que te pille el toro. Habíamos decidido que los hijos de los accionistas principales, María, Marga, Raquel, Mike, Alberto y yo, iban a ser el recambio generacional de nuestra cúpula, si ellos querían. Los hijos de los accionistas minoritarios, como Marco, Ana y Carlo, así como los de amigos como Belén, serían importantes y ocuparían puestos de alta importancia, pero el núcleo serían nuestros hijos. Obviamente si alguno de estos segundos destacaba cogería importancia. Ahora lo que tocaba era aprender con Belén. A mi ella me encantaba. Me recordaba mucho a su madre, guapa e inteligente. Estuvo todo el día conmigo y yo la estuve presentando el plan que con María habíamos preparado para ella. María estaba de vacaciones, pero volvería a la semana siguiente. Esa primera semana, estaría conmigo y Alberto, a nuestro lado casi como una sombra. La enseñaría la empresa, visitaríamos el nuevo edificio y vería desde dentro como gestionaba yo la alta dirección. A finales de Julio el trabajo no era muy agobiante y no molestaba para nada tenerla pegada. Insistí mucho en que preguntara todo. Y lo hizo. Fue una maravilla estar con ella. Estando solo esos días la invité a ella y a su novio, se casarían en breve, a comer. Fuimos a un restaurante cercano a la oficina y estuvimos charlando sobre el futuro de ellos. Tras una buena sobremesa me fui a casa, me di un baño y luego leí un poco, vi una peli y tras cenar ligero me fui a la cama.

El martes le tocó a Alberto estar con Belén. Yo curré tranquilamente hasta que a las doce de la mañana, con la oficina llena, entro Ana en mi despacho. Venía con números, pero al cerrar con pestillo me di cuenta de que no solo quería tratar temas financieros. Sonriendo llegó hasta mi lado y se sentó sobre mi besándome con pasión. Tras los besos llegó de todo, yo en mi silla y ella de rodillas comiéndome la polla. Ella en mi silla y yo de rodillas comiéndola el coño. Y por último ella cabalgándome en la silla hasta que nos corrimos juntos. Tras el polvo nos besamos un rato y se bajó de mí. Me cogió de la mano y fuimos a la mesa que tenía en mi despacho. Tuvimos una productiva reunión sobre los números, bastante buenos, de la primera mitad del año y sobre los gastos previstos del nuevo edificio. Viéndonos cualquiera diría que acabábamos de echar un polvo. Tras el trabajo me fui a comer con Raquel y su marido. Estuvimos charlando sobre la empresa y sobre nuestras vidas. Fue muy agradable. Y pasando las tardes con gente no notaba la soledad de mi casa y disimulaba un poco lo que echaba de menos a mi esposa e hijos. Sobre todo, a mi hija que en esos momentos era una pasada. Esos momentos entre los dos y tres años son los más divertidos.

El miércoles y jueves fueron días más normales. Alberto y yo nos turnábamos para estar con Belén enseñándola un poco lo que íbamos haciendo a partir de agosto otros socios se irían haciendo cargo de ella y luego pasaría varias semanas en cada una de las empresas viendo como trabajaban todas ellas. Todo muy normal.

El viernes tras el día de trabajo me fui a Cuenca, con Pablo, para pasar el fin de semana con mis hijos. Al llegar volvía coger a mi hija con ganas. En Madrid, solo toda la semana, les echaba mucho de menos. Tras acostar a mis hijos cené con mi esposa, suegros, Diana y Pablo. La cena fue muy divertida y con unas copas, excepto mi esposa que aún seguía dando el pecho, acabamos a las mil y pico.

Todo el fin de semana fue parecido, muy tranquilo. Ese domingo no tuve que volver a casa pues me quedaba una semana de vacaciones en Cuenca con mis hijos y esposa.

 

05. Semana del 30 de Julio al 5 de Agosto

El lunes me levanté pronto y puesto que aun nadie había amanecido me puse yo a trabajar un poco con mi portátil. Estuve un buen rato hablando con Ana que, ese día, volvía a jornada completa. En la oficina estaban todos mis socios menos Raquel, que estaba en mi casa de Menorca de vacaciones, y mi padre que estaba en un yate por el Mediterráneo con unos amigos. A Raquel la dejamos la casa pues ese año con el recién nacido no podíamos ir y lo mejor era que alguien la ocupara un rato para que no estuviera tanto tiempo vacía. Cuando se despertó mi hija y bajó de su habitación de la mano de mi esposa cerré el portátil y me puse a jugar con ella. Mis suegros se habían ido a trabajar antes incluso de despertarme yo.  Tras volver los padres de trabajar comimos todos juntos y pasamos la tarde juntos hasta la hora de la cena. La vida de vacaciones en casa de los padres de Rocío solía ser bastante monótona, pero con un niño de mes y medio era aún más monótono.

Lo único que rompió la monotonía entre el martes y el sábado fue que no paraban de pasar por la casa muchos amigos de Rocío y los padres para ver al pequeño Mario. Pero nada especial.

El domingo tras comer cogimos el coche y nos volvimos a Madrid pues yo ya volvía a trabajar a la semana siguiente. Tras pasar un rato en la piscina con mis hijos ya en casa y darles de cenar les acostamos y vimos una película.  La cabeza de Rocío reposaba en mi pecho y yo acaricia su pelo, besando este cada cierto tiempo. Empecé a acariciar cuerpo lentamente y ella me miraba y sonreía. En cuanto acabó la película se puso en pie y luego sobre mi besándome con pasión. Tras unos diez minutos de beso y magreo se puso en pie, me cogió de la mano y me llevó a la habitación. Rocío llevaba un pequeño babydoll blanco. Tan pequeño que no podía ir sin nada más y lo acompañaba de un short de color blanco, de una tonalidad casi igual. No era normal que se pusiera ya la ropa de cama para ver la tele, pero ese día había estado tan cansada tras el viaje que lo había hecho. Al llegar mientras nos besábamos Rocío me quitaba la camiseta mientras yo saqué su babydoll y su short en un momento. Ella llevaba una braguita muy pequeña y estaba sin sostén. Se sentó en la cama y me dio un beso en la polla sobre el pantalón. Se echó hacia atrás y me enseño su coño aun protegido por las bragas. Yo acaricié su costado y empecé a bajar su braguita hasta que se las saqué del todo. Ella me sonrió y se echó hacia atrás abriendo las piernas de par en par. Yo me arrodillé en el suelo de la habitación y llevé mi boca a su conejo. Mientras apartaba un poco los labios vaginales con las manos besaba su coño y pasaba la lengua por toda su extensión dedicando especial atención a su clítoris.

-          Sabes que desde que diste a luz, no hemos hecho el amor, ¿verdad? – La dije desde el suelo mientras la sonreía

-          He contado los días - dijo riendo.

Su temperatura fue aumentando y se sacó sus tetas por encima de la copa de su sujetador para acariciarse los pezones. Yo mientras no abandonaba mi trabajo. En un momento dado ella jugaba con su pezón derecho con la mano derecha mientras la izquierda acariciaba mi cabello indicándome que iba por buen camino. Dejé un rato de besarla y la rocé con mis dedos antes de empezar a penetrarla con tres dedos sacando de su boca los primeros gemidos. Aun pequeños. Alterné mis dedos y mi boca durante un buen rato hasta que ella decidió unirse a la fiesta y mientras jugaba con mi lengua y mis dedos ella separó la mano que estaba en mi cabeza y se unió a la fiesta frotando la parte superior de sus labios inferiores. Cuando vi lo que hacía aparté su mano. Quería la exclusividad y seguí con mi boca en ello solo ayudándome con la mano en contadas ocasiones. Tras un rato mas así ella se corrió. O quizás solo se estremeció pues fue algo menos escandaloso que su corrida normal. Aun así, se separó de mí y se puso a cuatro patas en el centro de la cama sonriéndome. Yo empecé a desabrocharme el pantalón y ella gateo felinamente hacia mí. Me ayudó a bajarme un poco el pantalón y el calzoncillo y, cuando ya estuvo liberada, me empezó a comer la polla. La miraba con cara golosa y jugaba con el capullo y su boca antes de meterse una buena parte de ella en la boca para sacarla, lamerme y pajearme. Alternaba distintas maneras de darme placer a la polla, aunque es cierto que lo que más hacía era meterse todo lo que podía en la boca de manera bastante brusca. Luego pasó a comerse mi polla por el lateral. Como mordiéndola. Me eché sobre Rocío para poder acariciar su culo mientras me mamaba la polla. Puse a Rocío en el borde de la cama y enchufé mi polla en su coño. Al principio con amor, pero rápidamente lleno de pasión pasé a follarla a lo loco. Sus tetas se movían sin orden aparente mientras mi polla la perforaba con fuerza. Ella empezó a gemir a la vez que yo gruñía a medio camino entre el gemido y el esfuerzo. En una de las penetraciones me salí de ella por completo y me tumbé en la cama tras ella. Levanté una de sus piernas y, de costado y por atrás, apunté a su coño. Con una cadencia rápida empecé a penetrarla y noté que iba a llegar. Iba a decírselo cuando ella me dijo:

–        ¡Córrete ya! Estoy a punto

–        Voy, mi vida – dije – Siempre juntos. Te amo

–        Y yo a ti, amo, pero córrete. Por favor, lléname de tu semen

No necesité mayores invitaciones y, tras un gruñido de placer, escupí varios chorros de semen en su coño. Ambos nos recostamos en la cama y ella giró su cabeza hacia atrás para besarnos. En esa posición quedamos dormidos. Abrazado a la mujer que movía los hilos de mi mundo.

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