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Mi historia (20: Agosto 2002)

en Grandes Series

01. Semana del 5 al 11 de Agosto

El lunes al despertarme me di cuenta que esa primera semana de agosto volvía a estar solo pues Mike estaba de vacaciones y Raquel aun de baja maternal. Por si fuera poco la relación de Mike y Marga hacía que en la empresa de importaciones fuera Alberto el que estuviera solo de los tres directivos importantes. Por suerte, los segundos de Alberto y Marga estaban demostrando ser personas muy validas. Ese día era el cumpleaños de Alberto. Lo iba a celebrar el fin de semana pero Rocío y yo nos íbamos a Menorca con Mariano y Manuela. Así quedamos con ellos en ir a cenar tras trabajar y le daríamos nuestro regalo. Esta vez me tocó a mi y le regalé un home cinema para su casa pues sabía que no lo tenía. La cena con el y su novia, Celia fue genial. Cada vez estaba mas contento de poder contar con Alberto y Marga en nuestro equipo. Esa noche Rocío me notó mas emocionado de lo normal y yo la comenté que era porque me encantaba el equipo que estábamos montando. Me costó dormir. Sopesé la posibilidad de llevarnos a Marga y Alberto al holding ya mismo pero no quería afectar a la empresa de importaciones. Aunque tarde o temprano tendrían que dar el salto. Estaba algo confuso.

El martes hubiera preferido estar yo de vacaciones y Mike en la oficina porque tuvimos un problema con un proovedor de esos que ya no estaba acostumbrado a solucionar. Resulta que habían calculado mal unos tiempos y tardarían casi un mes mas de lo estimado en mandarnos unos productos. Eso era un problema importante pues teníamos esas fechas comprometidas con nuestros clientes. Alberto y yo tiramos de teléfono y yo pedí un par de días a los clientes mientras Alberto apretaba a los proovedores. Eran ya las nueve de la noche cuando Alberto consiguió que nos dieran el pedido con solo una semana de retraso y con un 15% de descuento. Ese 15% lo usaríamos para hacer un descuento de un 5% a los clientes y pagar un 10% mas a la empresa de logística que gestionaba todos nuestros envíos para que lo enviaran con tres días menos de tránsito y así poder cumplir con el par de días que había pedido a los clientes. En agosto salíamos a las tres y ese día no lo hicimos hasta pasadas las nueve. Para compensar llamamos a nuestras novias y, por segunda vez, salimos a cenar aunque esta vez pagué yo y las lleve a un gran restaurante.

Por suerte el día siguiente fue un día muy normalito donde apenas tuvimos problemas y lo pude usar para ir viendo como iban nuestros negocios nuevos y para que Ana me fuera dando una idea de como había ido el mes de Julio. Por ahora tenía cerrado las empresas mas pequeñas y, debido a gastos especiales, algunas perdieron dinero pero todo bastante lógico. Para compensar por el día anterior a las tres en punto me fui ese día y salí con Rocío a ver si encontrábamos algún regalo para Antonio o José Carlos que se acercaban mucho. Esa noche cenamos fuera e hicimos el amor antes de irnos a dormir.

El jueves intenté cerrar todo lo que pude pues el viernes me iba a Menorca con Mariano y Manuela y no podía, bajo ningún concepto, llegar tarde al aeropuerto. Nuestro vuelo salía a las cuatro y debía salir de la oficina a las tres y media como muy tarde. Así estuve trabajando hasta las cinco y media ese día cuando todo el mundo se fue a las tres y, tras llegar a casa como a las seis, seguí haciendo alguna llamada mientras paseaba con Rocío. Esa noche Rocío y yo cenamos unas raciones en una terraza cercana a casa y, tras dar una vuelta agarraditos, volvimos a casa para irnos a la cama a dormir. Yo ya estaba listo para dormir leyendo unos informes que me había pasado Ana mientras Rocío volvía del baño. Su ritual antes de dormir era bastante mas largo que el mio. Cuando la oí salir del baño sentí que se quedó quieta frente a la cama. Aparté la vista de los informes y una sonrisa se dibujó en mi cara inmediatamente. Rocío estaba enfrente mía, jugando con su pelo, poniendo cara de inocente y con el baby doll rojo que estrenamos el día antes de mi cumpleaños.

– Bonito pijama – dije

– ¿Esto te parece un pijama? - dijo sin quitar su carita inocente

– Bueno, no exactamente – dije sonriendo.

Pausadamente se acercó a su borde de la cama y muy tranquilamente entró en su lado de la cama. Estaba claro que lo hacía despacio para crear ansiedad en mi. Yo decidí no caer en ese juego y esperar sin inquietarme a que ella diera el primer paso. Entro en la cama y se fue acercando a mi hasta que de costado sobre la cama y mirándome me sonrió. Dejé los informes en la mesilla y me puse de costado mirándola a ella. Ella empezó a acariciarse un poco le pelo y a seguir con la cara de niña inocente a la vez que acercó un poco mas su cuerpo hasta tocarme. Una vez nuestros cuerpos hicieron contacto ella sonrió y se echó repentinamente sobre mi besándome en la boca y mirándome a los ojos con una mezcla extraña de ternura y pasión. Inmediatamente llevó su mano a mi polla, oculta aun en el pijama, y empezó a acariciarla. Me tomó totalmente de imprevisto. Jugaba conmigo como otras veces yo jugaba con ella y su cambio de modosita a lanzada en menos de dos segundos no me lo esperaba. Yo decidí intentar no ser menos que ella y lleve mi mano derecha al borde de su baby doll y empecé a acariciarla por su muslo y cerca de su culo. Con el paso del tiempo sus frotamientos en mi polla hicieron que esta llegara a su tamaño máximo al tiempo que mi mano ya estaba sobando su culo e intentando acceder a su coño desde atrás. Por desgracia no me daba la mano en la posición en la que estaba. Ella no llevaba ni tanga ni sujetador bajo el baby doll y sus turgentes carnes estaban todas a mi alcance... si me diera la mano. Giré mi cuerpo unos noventa grados y, con la fuerza del movimiento, acabe tumbado sobre ella. Esto hizo que ella sintiera mi polla encima de su entrepierna con solo el pijama entre ambos. Sin dejar mi posición de privilegio tumbado sobre ella empecé a besarla a la vez que, con rapidez, me bajaba el pantalón corto del pijama y el calzoncillo. Mis manos, una vez estaba libre de ropa de cintura para abajo, fueron a su culo la izquierda y a su pecho la derecha. La toqué con pasión y noté que ella se iba excitando por los gemidos que conseguía soltar cuando momentáneamente rompíamos el beso. Yo aprovechaba esos momentos para también gemir pues no se como ella se había echo con mi polla desnuda y estaba haciéndome, pausadamente, una paja espectacular. Tras un rato con caricias mutuas y un beso salvaje aparté su mano de mi polla y, levantando solo un poco su baby doll, apunté mi polla a su conejo y, lentamente, empujé mi pene dentro de ella. Dejamos de besarnos y mientras ella gemía yo mezclaba gemidos con sonidos de esfuerzo cada vez que aceleraba mis penetraciones. Cuando las calmaba pasaba a besarla y ambos gemíamos, sordamente, en la boca del otro. El aire de los gemidos sustituía a la lengua del otro en nuestras bocas. Aceleré el ritmo todo lo que pude y noté en sus ojos que ella quería que siguiera. No podía decir nada porque en ese momento si me lancé a un beso salvaje y sin cuartel. Tras unos cinco minutos de esfuerzo y con ambos sudando por el calor de Julio, no habíamos puesto el aire y no íbamos a parar en ese momento para ponerlo, ella empezó a correrse salvajemente separando su boca de la mía y gritando por el placer. Su coño masajeaba mi polla y yo no necesité mucho mas para correrme en su interior. Me vacié totalmente y nos sonreímos mientras nos dábamos pequeños besos. Acabamos dormidos ella con su babydoll y yo con solo la camiseta del pijama.

El viernes por suerte no tuvimos ningún problema importante y a las tres menos cuarto pude escaparme para llegar sin problemas a facturar para el vuelo a Menorca con Rocío, Mariano y Manuela. Esa tarde, nada mas instalarnos, bajamos a la playa. La playa, por su situación, era solo de fácil acceso para unos cincuenta chalets y nos conocíamos casi todos y Manuela y Mariano conocían a muchos de las veces que habían ido con mis padres. Tras estar en la playa hablando con la gente sobre nuestro matrimonio, se notaba que era Agosto pues estaba mucha gente que no vimos Rocío y yo en nuestra anterior estancia. Esa noche nos fuimos los cuatro a cenar a un restaurante de Ciudadella. Tras la cena volvimos a casa y nos tomamos una copa o un refresco, según gustos, mientras conversábamos junto a la piscina. Empezamos a ver esa noche con mi portátil, que lo llevaba casi siempre en mis viajes conmigo, la gente que debía invitar a la boda de mi lado. Y cuando digo que veíamos me refiero a que Manuela comentaba la gente de la familia de mis padres que tenía que invitar y Rocío me decía compañeros de trabajo y amigos. Rocío fue la que dijo, sin que nadie los sugiriera, que debíamos invitar a la familia mas cercana de Mariano y Manuela también pues ahora eran como mis padres. Ellos dijeron que no era necesario pero yo insistí y pasaron a enumerarlos. Al final quedaron cinco columnas: gente del trabajo, amigos, familia de mis padres, familia de mariano y manuela y otros. Y en total 180 personas. Y eso solo de mi lado. Desde luego la boda iba a ser grande. Aunque siendo la boda fuera de Madrid era posible que no todos pudieran ir. A eso de la una y media nos fuimos todos a la cama a descansar.

El sábado pasamos la mañana alrededor de la piscina. Hacia la una Rocío abrió mi portátil para, con Manuela, revisar la lista de invitados de mi familia. Mientras Mariano y yo, tomábamos una cerveza en una mesa apartada pues quería hablar conmigo de negocios. Me comentó que un conocido de su club de golf tenía una empresa de importación de calzado y bolsos, aunque tenía casi mas bolsos que calzado, y que el otro día le oyó decir que no le importaría vender su empresa por un par de millones y jubilarse. Al parecer era una microempresa pues solo trabajaban él y la mujer. Me comentó que ya había hablado con el sobre nosotros y que le llamáramos. El lunes me pasaría el teléfono. Le agradecí ese gesto y seguimos charlando de nuestra empresa en común. Cuando Rocío y Manuela acabaron de ver la lista habían incluido cinco personas mas. La tarde fue de relax en la playa y la noche cenamos y hablamos un poco de todo, de la boda también, pero esta vez casi de pasada. Cenamos fuera otra vez, no apetecía mucho cocinar para dos días que estábamos en Menorca, y hacia las doce nos fuimos a dormir.

El domingo aprovechamos la mañana en la piscina y, a eso de las dos, nos fuimos para el aeropuerto y así volver a Madrid. Esa tarde al llegar a Madrid ayudé a Rocío a revisar la lista de invitados de mi parte, no se cuantas veces la había mirado ya Rocío, y tras cenar nos fuimos a la cama.

02. Semana del 12 al 18 de Agosto

El lunes empezaba una semana que se prometía larga. Lo primero que hice cuando llegué a la oficina fue reunirme con Mike y llamamos a Raquel para contarle a ambos lo que el sábado me había comentado Mariano. Ambos se mostraron partidarios de llamarle ese mismo día y quedar con el lo antes posible para ver que posibilidades reales teníamos de hacernos con la empresa. Cuando colgamos con Raquel llamamos a Ángel y David y les comentamos lo de esa empresa Nos comentaron que el hombre había conseguido una empresa tan grande como la de ellos dos con solo el y su mujer como trabajadores ya que el resto del trabajo lo subcontrataba. Al parecer, por lo que se rumoreaba, los beneficios no eran muy grandes pues había comprado casas a nombre de la empresa. Llamé al hombre y me presenté y quedé con el a comer al día siguiente. Me dijo que esperaba nuestra llamada pues, si bien no le había dicho nada Mariano de una llamada tan pronta si estimaba que se haría la llamada en algún momento tras su conversa con Mariano. Por lo demás fue un día normal de curro en el que Mike y yo llevamos a Luis, director de Marketing de nuestra empresa de restauración y Nuria, la directora general de la misma, a comer pues era el cumpleaños del primero. Por la tarde fui con Rocío a El Corte Inglés pues esa semana teníamos, el jueves, el cumpleaños de Antonio y, el viernes, el cumpleaños de José Carlos. Tras comprar los regalos nos fuimos a cenar algo a un VIPS y a la cama.

Toda la mañana del martes la pasamos Mike, Ángel, David y yo preparando la reunión y comida de ese día. A la una vino Raquel, era su primer día en la oficina, pues no quería perderse esa reunión. Nosotros insistimos en que no era necesario que se quedara pero ella no hizo caso y se empeño en ir. Media hora después llegó el hombre con su mujer y pasamos a nuestra sala de reuniones. Sacamos toda la artillería y nos presentamos Mike, Raquel y yo a la vez que les mostrábamos nuestra infraestructura con Ángel y David al frente. Que les conociera aunque fuera muy por encima nos ayudó y nos dio credibilidad. Estuvimos hablando de nuestros negocios y nos trajo mucha documentación financiera. Hice llamar a Ana, ya sabía que la haría entrar ya que era otro fuego de artificio para demostrar que eramos una gran empresa, para que me ayudara a echarle un vistazo mas rápido a los números e hicimos varias preguntas. La empresa, tenía una rentabilidad real de unos 100.000 euros al mes pero se quedaban contablemente en poco menos de 50.000 ya que reinvertía el resto en la compra de pisos en Madrid y la costa. La empresa tenía mas de cinco millones de euros en propiedades que había ido comprando a lo largo de los últimos años y casi 150.000 euros en caja. Nos dijo que eso tendría que tenerse en cuenta a la hora de valorar la empresa. Raquel, que sabía lo que pensábamos los demás, fue la primera en hablar.

– Nosotros estamos interesados en el negocio. No en los bienes de la empresa. ¿Estaría interesado en vender solo la parte operativa del negocio y mantener la empresa con su dinero en cuenta y sus bienes inmobiliarios?

– Claro – dijo el

– Mejor lo hablamos comiendo – dije yo

Nos levantamos todos y fuimos camino de Zalacaín que estaba solo a unas manzanas de nuestra oficina. La mujer del dueño de la empresa iba delante con Raquel y Ana. Por su lenguaje corporal entendí que hablaban del reciente parto de Raquel. Una vez en el restaurante hablamos de todos nosotros, de nuestras vidas y de las empresas. Ellos nos dijeron que habían aceptado la reunión porque habían odio cosas buenas de mi y porque habían conocido a mi padre. Aproveché para decir que yo solo era la cabeza visible de una estructura perfecta y que sin Mike y Raquel no hubiera conseguido nada. Quedamos en enviarles el lunes siguiente una oferta por la parte empresarial de su negocio. El resto del día fue mucho mas tranquilo y esa noche Rocío notó inmediatamente mi buen humor. Tras cenar y conversar en el salón hicimos el amor con pasión.

El miércoles fue un día bastante normal en la oficina donde lo único medio destacable fue que Ana me presentó los resultado antes de la reunión del viernes. Por la tarde fuimos Rocío y yo a casa de María a verla a ella y a las niñas. Cuando llegamos a casa por la noche, ya cenados, nos acurrucamos en el sofá y empezamos a ver una película. Ella se apoyó en mi pecho para verla y yo acariciaba su pelo con mi mano derecha. Rocío vestía aun con la ropa de trabajo. Llevaba una falda rosa por debajo de las rodillas con una camiseta negra de tirantes anchos. La falda tenía un cinturón bastante ancho y en sus pies calzaba unos zapatos abiertos de color blanco y negro y alto tacón de unos seis o siete centímetros. Yo calzaba pantalones chinos de color beige y un polo azul con mis zapatos de cordones. Pronto empezamos a besarnos con pasión olvidando la película por completo. Los besos fueron creciendo de intensidad y ella rápidamente se apartó un poco de mi y me bajó los pantalones tras desabrocharme el cinturón. Con mis pantalones y calzoncillos a la altura de mis tobillos y sentado en el sofá ella acarició mi polla y se la llevó a la boca. La metía todo lo que podía en su boca y la sacaba fuera haciendo un movimiento bastante largo con su cabeza. A veces la sacaba totalmente de su boca y la echaba un poquito de su saliva para volver a metérsela dentro y empezar de nuevo con el movimiento de meter y sacar la polla de su boca. Yo no dejé mis manos quietas y, con algo de dificultad ya que su cabeza estaba enganchada a mi polla, la quité la camiseta negra dejando a la vista un precioso sujetador rosa, con dos lazitos que iba a juego con su falda. Con su camiseta ya fuera ella se quitó de mi polla y se levantó quitándose el cinturón y la falda, dejando así a la vista un tanguita a juego con el sujetador. Mirándome picaramente se quitó el sujetador y la tanguita. Yo me quité rápido el polo mientras ella se arrodillaba en el sofá apoyando su cuerpo sobre el respaldo y dejando su coño cerca del borde de este.

– Ven aquí – dijo

No pensaba, bajo ningún concepto, llevarla la contraria y me acerque con mi polla al límite de su erección. Me pegué a ella dejando que mi polla se hiciera un sitio entre sus piernas y pase a besarla con pasión girando su cabeza hacia atrás. Yo sentía sus labios vaginales rozar el tallo de mi polla mientras la besaba con dulzura y sabía que no podía aguantar mucho. Y no lo hice. Tras unos segundos de beso, y sin romper este, agarré mi polla con la mano izquierda y la acerqué a su cueva. Apreté un poco hasta que vi que iba por el buen camino y, agarrándola por su cintura empecé a penetrarla con mucha fuerza. La follada era tan intensa que no eramos capaces de mantener el beso y apenas se puede decir que lo que hacíamos era chocar nuestras caras con cada embestida. Seguimos unos minutos así hasta que me salí de ella. Iba a sentarme para que me cabalgara un poco pero antes de hacerlo y, aun arrodillada en el sofá y yo de pie, ella se llevó mi pene a la boca y le dio tres o cuatro mamadas. Tras estas si me tiró sobre el sofá y se puso sobre mi, guiando mi polla a su conejo, mirando hacia afuera. Estuvimos así follando un rato, con ella marcando el ritmo y yo apunto de correrme.

– Estoy llegando - dije

– Yo también cariño. Pero sigue un poquito. Lleva tu el ritmo si quieres

Podía haber agarrado sus caderas y haber marcado el ritmo con mis manos pero decidí que era mas fácil para mi tumbarnos ambos. Así me dejé caer hacia mi costado izquierdo con ella aun ensartada y ambos quedamos tumbados, como si estuviéramos en un diván de una orgía romana, de costado y follando. Así era muchísimo mas fácil para mi mantener el ritmo y esto me permitió aguantar unos minutos mas. No muchos pues acabé escupiendo mi semen en el interior de su vagina llenándola de mi néctar de amor. Ella gritó con mi tercer escupitajo y su vagina, con las contracciones musculares, fue la encargada de terminar de exprimir mi polla. Tras el orgasmo nos besamos y nos fuimos juntos, de la mano, a la ducha donde no hubo penetración pero si caricias por todos lados. Al salir de la ducha dimos la película como acabada y nos fuimos a la cama a descansar.

El jueves era fiesta en Madrid y normalmente nos hubiéramos ido a Cuenca ese mismo día o la tarde anterior pues Rocío tenía vacaciones el viernes pero ese día era el cumpleaños de Antonio y el viernes el de José Carlos. Así decidimos quedarnos e irnos el sábado a primera hora. A las dos estábamos llegando a casa de Antonio y Laura para su cumpleaños. La comida fue muy buena y la compañía mejor. Casi todos los amigos de Antonio eran amigos míos y los pocos que eran amigos de Laura eran también amigos de Rocío. Así todo fue perfecto. Tras la comida unos cafés, tras los cafés una merienda y, los mas cercanos acabamos con unas copas. A las diez dimos todo por terminado pues al día siguiente Rocío tenía vacaciones pero yo tenía curro y reunión mensual. Por cierto, por si os interesa, a Antonio le regalamos ropa.

Por fin el viernes no tuvimos mucho trabajo, la semana del quince de agosto es la de menos trabajo del año con diferencia pero encima el día que se hace puente es paradísimo. Así solo vimos los números en la reunión mensual. Fue un mes normalito. No malo pero tampoco espectacular. Nuestra empresa de importaciones de calzado y la de restaurantes tuvieron perdidas. La segunda por la nueva apertura y la primera porque ese mes compramos un extra de stock de una marca cuyos ingresos no veríamos hasta mas adelante. Nada preocupante. A esta reunión también vino Raquel. Nada mas terminar se fue quedando en verla esa tarde para la cena en su casa a celebrar el cumpleaños de su marido. Para el cumpleaños de José Carlos llegamos a eso de las ocho. Fue antes que los demás pero queríamos estar tiempo con ellos y hacia la una nos iríamos en pleno auge de la fiesta. Yo pasé mucho rato con las niñas de María jugando hasta que María y Arturo se fueron a las doce. A esa hora repartimos los regalos, para José Carlos, también dimos ropa esta vez, y poco después nos fuimos.

Cuando sonó el despertador el sábado a las nueve de la mañana estábamos destrozados ambos pero teníamos que ir a Cuenca. Rocío se quedaría y yo volvería el domingo para regresar a Cuenca el jueves, con suerte por la mañana. A las diez ya estábamos en la carretera y llegamos sin problemas a comer a casa de Rocío con sus padres, su hermana y su hermano y cuñada. Los temas en la comida fueron dos: nuestra boda y el embarazo del María Rosa. En los cafés todo el mundo nos echó la bronca por lo poco que llevábamos de la boda. Quedaban nueves meses y ya teníamos la iglesia y la finca en la que la íbamos a hacer pero ellos insistían que debíamos ir cerrando aproximadamente el número de invitados, cosa que de mi parte ya se encargaron de hacer Rocío y Manuela en Menorca, ir mirando la luna de miel y al menos alguna otra cosilla como fotógrafos, música, video y todas esas cosas. Rocío vio mi cara de agobio y tras levantarse del sofá se sentó un momento en mis rodillas.

– Tranquilo cariño – dijo – Tu vete a currar esta semana y yo miro estos días con mi madre y mi hermana fotógrafos, floristas y esas cosas y preparamos nuestra parte de los invitados

– Tampoco me quiero escaquear – dije

– No lo entiendes – dijo Diana – Ella lo que quiere es hacerlo todo para que fastidies lo menos posible su boda de ensueño

Rocío se levantó de mis rodillas y fue a darle una torta cariñosa y volvió a sentarse en el sofá mirando a su hermana con cara de diversión. Tras otro buen rato de charla sobre la boda vimos una peli y, toda la familia, nos preparamos para ir a una barbacoa en casa de unos amigos de los padres. A mi aun muchos no me habían visto y recibí muchas felicitaciones por la boda. En esos momentos Rocío no se apartaba de mi lado y no dejábamos de mirarnos sonrientes. Hacia las dos llegamos a casa de los padres y cogimos la cama con muchas ganas.

El domingo Rocío y yo apuramos en la cama, una vez despiertos, pues era nuestro momento de intimidad antes de que yo me fuera y la dejara tres días en casa de sus padres. Ese día comimos en familia y yo, hacia las siete, salí de vuelta a Madrid para ir a trabajar los siguientes tres días. Llegué a casa, cené algo y me fui a la cama donde aproveché para leer un poco antes de caer dormido.

03. Semana del 19 al 25 de Agosto

Me levanté el lunes sin Rocío y me pareció extraño. Serían, no obstante, solo tres días sin ella. Mike y yo nos sentamos con Ángel y David para ver que podíamos ofrecer por la empresa que queríamos comprar de calzado y complementos. Decidimos que no queríamos perder tiempo con una negociación y haríamos, de entrada, una buena oferta. Ofreceríamos por la empresa excepto los pisos y el dinero en caja 1,8 millones de euros que eran tres años de beneficios de entonces, contables, o año y medio real. La empresa facturaba unos 300.000 euros con 200.000 en gastos pero nosotros deberíamos ser capaces de reducirlos mucho pues no necesitaríamos apenas contratar personal. Casi que lo que comprábamos eran solo los contratos con clientes y proovedores. Cuando sabíamos que ofrecer preguntamos a Ana si era posible y se lo comentamos a Raquel que nos dio su ok. Para una operación así todos los socios deberíamos opinar. Al rato entró Ana y nos comentó que nos faltaban unos 500.000 euros para poder hacer la operación. Hable a solas con Mike y decidí aportarlos de mi dinero como la otra vez. Sería devuelto antes de finales de año en pagos regulares de 125.000 euros. Seguíamos en jornada intensiva y todo el mundo se fue a las tres. Yo aproveché para currar hasta las cinco cuando me fui a casa de Raquel a ver a las niña. Cené con ellos y lo pasé verdaderamente bien. A las diez me fui a casa y llamé a Rocío. Hablamos durante casi una hora y me fui a la cama para leer un poco y descansar.

El martes en la oficina no hubo mucha emoción siendo esa una de las semanas mas paradas del año. Estuve trabajando en distintos asuntos con Mike y Ana hasta que, a las tres menos cuarto me fui pues había quedado con Javier, el socio de mi padre, para comer y, después, tener la junta de accionista anual de la empresa que compartíamos. Durante la comida, cerca de su oficina, no tratamos el trabajo y hablamos sobre mi boda, nuestras familias y temas generales como política y deporte. Cuando terminamos de comer hablamos sobre la empresa que compartíamos al 50%. Lo cierto es que el era el socio de toda la vida de mi padre y había sido mi abogado siempre, nunca quisimos que mi padre cuando estaba vivo llevara mis asuntos, así que nuestro nivel de sintonía era muy alto. Volvimos a hablar de mi futuro en la compañía y comentó que si yo no quería vender no le importaba que fuera su socio. Lo cual era lógico. Le dejaba mano libre para hacer lo que quisiera. Una vez al año nos reuníamos para aprobar su gestión y poco mas. No es que yo pasara del tema es que el hacía lo mejor por la empresa. Ese año la empresa había facturado casi diez millones de euros y tuvo unos beneficios de dos millones de euros. Ninguno de los dos necesitábamos el dinero pero por razones fiscales nos repartimos unos 100.000 euros en beneficios cada uno. Me comentó que la novedad del año era que estaban abriendo oficina en México DF para tratar temas con latino américa y a mi me pareció bien. Como digo no iba a entrar en detalles de un negocio que no controlaba. A eso de las nueve estuve en casa y volví a hablar con Rocío. La noté excitada con la preparación de la boda. Tras tres cuartos de hora con ella al teléfono se fue ya que la llamaban para cenar. Yo hice lo mismo y, tras ver un poco la tele, me fui a la cama.

El miércoles pasé un día totalmente normal en la oficina. Casi diría que monótono. Mike y yo miramos unos temas de estrategia de la empresa. Básicamente decidimos que con la nueva adquisición para la empresa de importación de calzado ya dejaríamos de comprar y pasaríamos a un crecimiento orgánico. Eso solo significaba una cosa, teníamos que volver a nuestro plan de crear tres nuevas empresas al año que, durante el 2002 habíamos dejado aparcado. Esa tarde me puse a contestar emails pues al día siguiente saldría pronto hacia Cuenca. Serían las cinco cuando llegó María a la oficina.

– Hola preciosa – dije

– Hola – dijo María acercándose a mi

– He supuesto que estarías solito currando. Cuando no está Rocío en Madrid te refugias demasiado en esta cueva

– La echo de menos – dije

– Para que no la eches de menos estamos nosotras – dijo María sentándose en mi regazo y dándome un beso pasional en la boca

Ese día María llevaba un vestido de tejido vaquero bastante amplio que ocultaba que hacía tres meses había dado a luz pues aun se la notaba un poquito si usaba ropa muy ceñida. En los pies unas sandalias marrones sin tacón y como único adorno su reloj en la muñeca izquierda. Yo de polo y vaqueros con zapatos. Estuvimos un rato besándonos hasta que ella se separó y me levantó de mi butaca. Me apoyó en la mesa y, tras besarme, se fue agachando delante mía hasta estar totalmente arrodillada. Con rapidez me desabrochó el pantalón y sacó mi polla llevándosela a la boca. Estuvo un rato así hasta que volvió a levantarse para darme un beso mientras acariciaba mi pene. No era lo mas increíblemente placentero del mundo pero saber que me besaba tras chuparme la polla si me excitaba un poco. Hizo eso un par de veces mas hasta que bajo y ya se quedó un buen rato dándole placer a mi polla. La hice levantar un poco y la quité rápidamente el vestido dejándola en sujetador y bragas. Sujetador y bragas que duraron dos segundos pues mientras yo me encargaba de sus bragas ella se quitó el sujetador. Ya totalmente desnuda me miro, me besó y volvió a agacharse delante de mi para darme una buena mamada. Esta chica hacia poco mas de un año no se la había mamado a nadie y ahora, solo practicando conmigo, daba unas mamadas impresionantes. El verla ahí agachada con su pelo rubio de media melena y recordar lo modosita que era y como era madre de tres hijas no hacía sino incrementar el placer de la mamada en si. Tras un rato mamando ella se levantó y se apoyo en otra parte de la mesa, me agarró por el polo y me acercó a ella. Nos besamos y yo la hice recostarse en la mesa. Estaba recostada con su coño justo en el borde de la mesa y dude durante un instante si chuparle este o follarla. No tardé en decidirme por darla placer con mi boca y a ello fui. Me agaché y, llevando mi lengua a su coño, empecé a trabajar duro sobre su conejo.

– Nunca me han hecho esto – dijo María

– Pues ya era hora – dije sacando un momento la cabeza de su coño

Volví a darla placer con mi lengua durante un rato y sus gemidos iban creciendo en intensidad cada instante que pasaba. Alternaba movimientos de mi lengua con besos y pronto pasé a usar un dedo buscando la estimulación de sus labios vaginales.

– Me encanta – dijo – Pero fóllame por favor.

No me hice de rogar y me puse en pie. Agarré una de sus piernas y la puse sobre mi hombro derecho dejando la otra pierna al lado de mi cuerpo. Apunté mi polla a su coño y la penetré. Fui muy suave con ella y la penetraba sin violencia. Constantemente pero con cariño. Notaba como su cara se iba desencajando con cada una de mis embestidas y pronto se corrió masajeando su vulva mi polla. Sus contracciones vaginales no eran espectaculares pero aun así era capaz de sentirlas o, al menos, intuirlas. Igualmente María, quizás por su educación, no era de gritar mucho en cada polvo. Su corrida acabó y yo seguí follándola pero decidí dar algo de intereses al asunto y la tumbé boca abajo en la mesa atacando ahora a su coño desde atrás con mucha mas violencia en las penetraciones. No la hacía daño pero el número de penetraciones por minuto era elevado. Estuvimos en esa posición un buen rato y yo la advertí que me iba a correr. Ella se salió de mi y se agachó para chuparme la polla. Tenía mi polla en su boca cuando exploté en un maravilloso orgasmo.

– No te voy a dejar correrte en mi durante un tiempo – dijo María – Arturo aun no me folla y no puedo quedarme embarazada. Ahora no podemos tener otro hijo y el no esta muy por el uso de anticonceptivos en la pareja pero ya le tengo medio convencido. Cuando esté con la píldora podrás volver a correrte dentro de mi.

Y diciendo eso se fue de mi oficina dejándome algo loco y con aun trabajo por delante. Eran alrededor de las seis y yo no me fui hasta las nueve de la oficina. Cuando salí pase a coger algo de cena por un chino y llamé a Rocío. Tras hablar con ella me fui a la cama a descansar pues al día siguiente tenía que conducir hasta Cuenca.

Tras la media semana de trabajo salí el jueves a primera hora hacia Cuenca para pasar cuatro días en casa de los padres de Rocío. Lo cierto es que la echaba ya mucho de menos. Llegué bastante antes de la comida y Rocío me preguntó cuando queríamos ver lo que habían preparado. Miré a Diana y esta dijo:

– Lo quieres ver después de comer

– ¿Y eso? - dije yo

– Tienes que ir preparándote. Nos hemos dado un buen curro

– Vale – dije sonriendo

Rocío nos miró a los dos con cara de cabreada, aunque yo sabía que era falsa. Pero si era cierto que no le gustaba mucho que bromeáramos con la boda. Y menos que las bromas fueran a su costa. Yo me acerqué a ella y la besé.

– Seguro que todo lo que has elegido es perfecto – dije

– Ahora intenta arreglarlo – dijo ella

Después de las comida y los cafés, Rocío sacó un mogollón de papeles y propaganda. Se sentó a mi lado y me enseño fotógrafos y empresas de video para bodas. Me comentó las dos que mas le gustaban y luego paso a las flores. Me enseñó unas flores que ella consideraba preciosas. No podíamos verlas en vivo porque eran muy delicadas y las traían desde Holanda bajo petición.

– ¿Tan caras son? - pregunté

– Pues para decorar la iglesia hemos calculado que unos 2500 euros mínimo, casi seguro que 3000 euros..

– Cógelas – dije sin dudar

– ¿Ni lo piensas? - dijo Rocío

– Pues no. Si te gustan cógelas. ¿Cuanto costaría con una flor normal?

– Con una flor normal pero buena no pasaría de 800 euros

– Vaya

– ¿Pero tu cuanto te crees que va a costar la boda? - dijo Diana

– 400.000 euros o así

– Éste está tonto – dijo Rocío con tono de estar enfadada - ¿Pero tu te oyes?

– Bueno lista – dije yo - ¿Cuanto va a costar?

– ¡Nos será muy difícil llegar a 200.000 euros aunque tu te pongas a decir que si a todos los caprichos de niña mimada que tenga! – dijo mirándome a los ojos desafiante y con cara de pocos amigos

– Tranquila cariño, no te enfades – dije cogiéndola la mano y dándola un beso en la mejilla.

– Me enfado. Me enfado porque da igual cuanta pasta tengas y que yo tenga un buen trabajo. Da igual que tus padres estén forrados y que a los míos les vaya muy bien. Tenemos que usar un poco la cabeza. No quiero ser la niña pija insoportable y mimada que se sale siempre con la suya. Necesito que tu seas mi contrapunto y si dices que si a todo vamos mal.

Me miró un rato y pareció calmarse. En ese momento pasamos a hablar de otras cosas de la boda y Diana ayudó a calmar un poco las aguas. Quedaban nueve meses para la boda y notaba a Rocío inquieta. Esa noche la pasamos en familia, el hermano y su mujer estaban en Madrid trabajando, y sin hablar mucho de la boda.

El viernes a primera hora estábamos en pie pues íbamos a ir a dar la señal de la finca por la que nos habíamos decidido. Tras dar la señal estuvimos por el centro de Cuenca tomando unas cañas y comiendo de tapas. Rocío y su hermana iban parando en las tiendas con la madre mientras que yo hablaba con el padre de distintos temas. Ese día teníamos barbacoa, como era habitual en verano, en casa de los padres de Rocío. No obstante esta sería especial pues Jorge y María Rosa anunciarían que estaban embarazados. Me hacía algo de gracia como en Cuenca, en el circulo de los padres, se hacía una medio fiesta para casi cualquier cosa. Para anunciar nuestro enlace, el embarazo de María Rosa,... cualquier excusa era buena para hacer una fiesta. Y si no tenían excusa se hacía porque era verano. El caso es que por la mañana hicimos las compras y esperamos a que llegaran los futuros padres alrededor de la piscina. La barbacoa estuvo muy bien y lo mejor fue no ser el protagonista pues ahora alguien tenía una noticia mucho mas fresca que la nuestra. Esa noche acabamos a las cuatro de la mañana y yo estaba fundido. Creo que Rocío no andaba mucho mejor.

El sábado todos en casa de los padres nos levantamos bastante tarde y ese día nadie desayuno y todos pasamos directamente a la comida. Que fue carne sobrante de la barbacoa del día anterior. En los cafés las cuatro chicas cogieron mi ordenador y empezaron a ver la lista de invitados de la parte de Rocío. Cada cierto tiempo Rocío me preguntaba algo y yo intentaba contestarla lo mejor posible pero a veces era sobre gente que yo apenas conocía. Mientras los Jorges, padre e hijo, y yo hablábamos de distintas cosas para que pasara el tiempo. Cuando terminaron nos dijeron que les salían doscientas cincuenta personas pero que tendrían que reducir.

– Por mi lado salen ciento ochenta. En total son cuatrocientas treinta. ¿Cuantas vais a reducir? ¿Treinta? - dije yo

– No se, las que reduzcamos bien está – dijo Rocío

– En serio, no creo que sea mucha diferencia cuatrocientas que cuatrocientas treinta. ¿Quieres una boda mas normal? Bajamos cien de mi lado y cien del tuyo para dejarlo entre doscientas y doscientas cincuenta. O asumimos que podemos pagar una boda con cuatrocientas treinta personas y dejamos de preocuparnos por treinta.

Según decía todo esto notaba como la estaba cagando. Sonaba mucho mas duro de lo que en realidad sentía y al terminar la frase vi como todos alternaban las miradas entre Rocío y yo. Nadie dijo nada durante algo así como medio minuto. Aunque parecieron cinco minutos.

– No creo que sea para ponerse así – dijo Rocío

Tras decirlo se levantó y se fue al patio. Diana se levantó para seguirla pero yo se lo impedí. Deje que pasaran unos segundos y salí al patio. Ahí estaba Rocío. Sentada en el patio junto a una mesa cerca de la piscina. Estaba llorando. Me acerqué a ella y cogí una silla. Me senté y empecé a acariciar su brazo.

– Lo siento – dije tras un rato – Se que estas haciendo lo que crees que es mejor para los dos y debo apoyarte. Mi respuesta ha podido sonar muy mal pero si quieres reducir treinta personas lo reducimos. Si crees que solo es necesario reducir dos personas, entonces que sean dos.

– ¿De verdad te quieres casar? - preguntó entre sollozos

– ¿A que viene eso?

– No se. Yo parezco estar mas decidida y tu o pasas o pones pegas.

– Ni paso ni pongo pegas. Las flores me dan igual si a ti unas te gustan yo soy feliz poniendo esas flores en nuestra boda. Es un gesto de amor, no de pasotismo. Y si me pides que me involucre y doy una opinión no te lo tomes como que no me quiero casar. Yo lo que quiero es casarme. Si somos tu y yo y nuestros padres y tus hermanos esta bien. Y si somos nosotros y mil personas más entonces también está bien.

– Ves, parece que te da igual. Yo tuve que encargarme de hacer tu lista de invitados con Manuela. Y no conozco ni a la mitad de la gente que pusimos en esa lista.

– No me da igual. Simplemente creo que en la boda lo importante somos tu y yo. Y debí ayudarte ese día. Puede ser. Os vi a las dos tan involucradas que me dedique a apuntar. Pensaba que estabas disfrutando ese momento con mi madre. Lo siento.

Estuvimos un rato en silencio. Mientras yo seguía acariciando su brazo ella iba bajando la intensidad de su lloro.

– Lo siento. - dije de nuevo - Dime que quieres que haga y lo haré. Solo quiero una cosa en la vida y es pasar el resto de ella junto a ti y no puedo permitir que el día que vamos a oficializarlo sea lo que nos separe.

– Aguantame

– ¿Como?

– Que me aguantes. Eso es todo lo que necesito de ti. Me doy cuenta que me he comportado como una niña. Yo también lo siento.

– Bueno. Creo que yo soy mas culpable que tu. Debo involucrarme mas en una boda que es de los dos. ¿Nos perdonamos y partimos de cero?

La agarré de las manos y la miré a los ojos aun vidriosos por el llanto.

– Si – dijo ella

Y nos dimos un pequeño beso en la boca. Casi un pico. Me levanté y de la mano la llevé hasta el salón donde, cuando entramos, todos callaron. Nos sentamos juntos en el sofá, aun agarrados. El silencio era tenso y fue roto por Rocío.

– Podemos reducirlo treinta personas o cien. No es lo importante – dijo ella – Lo importante es que nos queremos y nos vamos a casar. Mama no pasa nada si la boda es de cuatrocientas cincuenta personas. Podemos permitírnoslo. Igualmente a Carlos no le importa que lo reduzcamos aunque sea poco.

En ese punto Diana entró al trapo y llevo la conversación a zonas menos conflictivas donde la condujo durante horas. Cuando llegó la hora de irnos a la cama nadie parecía acordarse del roce. Yo aun sentía algo raro en la tripa. Supongo que Rocío igual. Cuando entramos a la cama yo no sabía como actuar. Ella si parecía saber. Se acercó a mi, puso su cara en mi pecho y dijo:

– Te quiero

– Yo también te quiero – dije

Y ambos caímos dormidos.

Nos levantamos aun abrazados y nos sonreímos. Tras un rato juntos sin decir nada bajamos a desayunar y era un día nuevo. La pelea del día anterior era agua pasada. Yo debía ayudarla mas y tener algo mas de tacto a la hora de tocar ciertos temas. Ese día la familia paso muy por encima del tema de la boda. Ya nos tocaría a nosotros en Madrid comernos el marrón. Era lógico y justo. Hacia las seis salimos hacía Madrid. Cuando llegamos a casa cenamos y vimos la tele abrazados. Esa noche hicimos el amor. Un amor de reconciliación.

04. Semana del 26 de Agosto al 1 de Septiembre

Empezaba la última semana de verano en la que Rocío no tenía Masters. A partir el siguiente martes volveríamos a vernos mucho menos. Ese día todo en la oficina iba muy lento hasta que me llamó Ángel y me dijo que habían aceptado nuestra oferta por la empresa de distribución de calzado. Llamé a Raquel y a Mike para contarles la noticia. Queríamos hacerlo rápido y nos pusimos Ángel, David y yo a prepararlo todo. Esa misma tarde les enviamos por mensajero los papeles y reservamos el lunes hora en el notario para firmar. Ese día Rocío vino a la oficina a recogerme y fuimos a comer juntos. Tras la comida fuimos a ver a Raquel y a su hija. Raquel y Rocío estuvieron hablando mucho y nos contaban como dormían muy poco porque la niña tenía algunos cólicos. Algo relativamente común en bebes y su caso no era muy grave. Solo que algunas noches no paraba de llorar. José Carlos, los días de diario, tenía que irse a dormir a otra habitación ahora que Raquel seguía de baja. Cenamos con ellos e inmediatamente después de cenar nos fuimos a casa. Tras ver un poco la tele Rocío y yo nos fuimos a la cama e hicimos el amor.

El martes tenía una reunión para comer con Mariano pues quería hablarme sobre temas de nuestra empresa de importaciones. Esas reuniones de trabajo, sin Rocío y Manuela, eran normalmente de apoyo moral mio. No estaba en el día a día de esa empresa y generalmente podía ir poco más allá de confirmarle mi apoyo en las decisiones que tomara. Aun así era agradable comer con el. Por lo demás fue un día bastante poco interesante en la oficina. Esa tarde, cuando salí de comer con Mariano, me fui para casa de María y Arturo donde Rocío estaba con Elena, María y las niñas. Estuvimos allí hasta la noche. Cenamos con Arturo, María y Elena tras acostar a las peques y nos fuimos para casa. Llegamos muy tarde a casa y sin ganas de hacer el amor. Ambos estábamos cansados.

Miércoles y jueves fueron días de oficina de una monotonía extrema. No me entendáis mal. No estaba de brazos cruzados. Es mas, creo que trabaje mucho, simplemente era trabajo monótono. Mucho revisar contratos, mucha hoja excel que estudiar y poca acción. Pero seguía siendo agosto. La tarde del miércoles hable con Ramón y confirmamos que la despedida de Antonio sería al fin de semana siguiente en mi chalet de Menorca. En esos momentos compramos los vuelos para los diez que éramos y preparamos la cena y la juerga por Menorca. No haríamos streapers ni nada así. No era nuestro estilo. Pero Antonio iba a ir disfrazado de Gladiador por los bares de copas de Ciutadella y en la cena que sería en un restaurante que tenía un comedor privado y llamé a reservarlo. Cuando llegué a casa se lo conté a Rocío.

– No te pases mucho que el siguiente eres tu – dijo con una sonrisa cuando oyó lo del Gladiador

– Si, eso está claro. Yo seré su mejor aliado – dije riendo

– Es una suerte que tengas la casa en Menorca. Nosotras con Laura tendremos que buscarnos la vida – dijo

– Cariño, nos casamos en unos meses, la casa es tuya. Coge las llaves y ni preguntes – dije

– Ya lo se tonto – dijo sonriendo – Era broma. Nosotras nos vamos a una casa rural en Salamanca. Tus amigos pueden pagarse vuelos y esas cosas. Nuestras amigas aun están algunas en la universidad. Pero gracias – dijo antes de besarnos.

Ese tema no fue a mas pero noté que estaba mas cariñosa tras la conversación. Creo que el que yo pensara que mi casa era de ambos, y lo pensaba de verdad, era algo que la gustó. Esa noche hicimos el amor con ternura.

El viernes llegaba la segunda edición de mi fiesta menorquina. Una manera de unir a mis amigos de Madrid y de Menorca en una fiesta con playa y barbacoa. Este año venía con novedades. Raquel y José Carlos se quedaban en Madrid con su hija recién nacida. Su habitación no se quedaba vacía puesto que la iban a ocupar Alberto y su novia Celia. Igualmente Mike había cambiado a Susan por Marga, lo cual era un buen cambio desde mi punto de vista, y Elena, la hija de María, vendría con nosotros. Por segundo año María y su marido no vendrían pero Rocío convenció a María para que la dejara llevarnos a Elena. No eran fiestas salvajes. Era un poco de playa, una barbacoa y poco mas. En todo caso algo de ligoteo entre los solteros pero desde luego era una fiesta apta para una niña de ocho años. En el vuelo de la mañana me fui con Rocío, que se había pedido el día, Elena y Diana. El resto irían en el de las cuatro de la tarde. A eso de las seis llegaron los demás, Mike y Marga, Alberto y Celia y Antonio y Laura. Les enseñé la casa a Alberto y Celia mientras Rocío, Diana y Elena disfrutaban de la piscina. Durante la mañana nos dio tiempo a comprar todo y decidimos bajar a la playa. Una vez en la playa hice las presentaciones de Elena y Alberto y Celia que no los conocían mis amigos de Menorca. Pasamos una buena tarde donde Elena fue la sensación del día pues todas las chicas y muchos chicos jugaban con ella. En nuestro grupo menorquino no teníamos aun hijos pero muchos eran de mi edad o incluso mayores. Es decir, ya teníamos edad de tenerlos. Tras cenar nos fuimos todos a dormir. Elena durmió en una cama que pusimos en nuestro dormitorio pues no quedaban habitaciones libres para ella. Eso significaba, básicamente, que ese fin de semana no cataría a Rocío.

El sábado fue todo genial. Por la mañana en la playa, por la tarde en la piscina y por la noche con la barbacoa. Rocío y yo estábamos muy encima de Elena pero lo cierto es que no se metía en ningún lío. Hablaba con todos y se bañaba y jugaba con quien estuviera dispuesto pero sus padres habían confiado en nosotros y queríamos que no la pasara nada por poco que fuera. A Elena la acostamos a la una de la mañana, que ya era tarde para ella, y seguimos la fiesta hasta las tres o cuatro. Cuando nos fuimos a dormir caímos rendidos.

El domingo el vuelo salía a las cinco y pudimos descansar tranquilamente. Recogimos un poco la casa y, tras un baño y comer, nos fuimos al aeropuerto. A las siete y media estábamos en casa de María dejando a la niña. Nos quedamos allí y, mientras Elena le contaba con Rocío al lado todo lo que habíamos hecho, yo jugaba con mi ahijada y hablaba con Arturo. Cenamos con ellos y nos fuimos para casa. Llegamos a las once y, ya en el ascensor, íbamos besándonos con pasión. Metimos las maletas en casa y las llevamos a la habitación donde las dejamos a un lado para enzarzarnos en un beso lleno de pasión. Yo estaba en bermudas y zapatillas de deportes con un polo rojo. Ella llevaba una especie de vestido blusón blanco con unas mangas muy amplias de tres cuartos. El vestido en si no era muy corto quedando a un par de centímetros por encima de la rodilla. En sus pies calzaba unas sandalias blancas de unos cuatro centímetros de tacón. A parte del reloj no llevaba ningún adorno. Mientras nos besábamos mis manos jugaban con su precioso pelo en la zona cercana a su nuca. Una de mis manos se quedó en su pelo mientras la otra exploró su espalda hacia el sur. Estábamos a menos de dos metros de la cama pero ni nos movíamos en esa dirección. El beso siguió aumentando la temperatura de ambos y ella llevó sus manos a mi cintura y empezó a retirar mi polo dejándome, rápidamente, desnudo de cintura para arriba. Seguimos besándonos mientras yo acariciaba su cuerpo por encima del vestido haciendo hincapié en aquellas zonas mas erógenas de su cuerpo. Debía estar causando una cierta calentura en ella pues no tardo mucho en llevar sus manos a mi cinturón y empezar a desabrocharlo. Tras el cinturón me dejó sin bermudas y quedé en calzoncillos y zapatillas. Me quité las zapatillas sin dejar de besarla, pisándome en los talones, y la alcé con ambas manos en sus glúteos llevándola junto al borde de la cama. Besándonos la dejé caer sobre la cama y me puse encima de ella. Eché su vestido un poco para arriba de tal manera que su tanga fuera ya totalmente visible. Y junté mi entrepierna, liderada por mi totalmente erecto pene, a la suya. Su calzoncillo y su pequeño tanga nos separaban en esos momentos de la penetración pero el rozamiento de mi pene sobre ella, aun con ropa interior de por medio, ya estaba consiguiendo unos primeros suspiros de su boca. Tras un rato así, y cuando ambos ya mostrábamos signos evidentes de excitación, me deshice de mi calzoncillo y apunté mi polla a su conejo apartando el tanga con una mano. Una vez en la puerta de entrada de su tesoro apreté con fuerza hasta que mi polla estaba ya a mitad de camino y paré. Paré y rompí el beso. Aparté un poco mi cara y la miré. Y sonreí.

– Sigue – dijo

– ¿Quieres que siga?

– Si. Este fin de semana con Elena en la habitación no hemos podido hacer nada y estoy ardiendo. Metela.

No podía hacerme el duro. La volví a besar y volví a empujar hasta penetrarla del todo. Una vez sentía como estaba mi polla bien envuelta por su coño empecé con penetraciones cortas y rápidas que me hicieron gemir casi nada mas empezar. No tardó ella en juntarse al concierto de gemido y ambos dábamos pequeños gritos en cada penetración. Tras un rato más así la volví a besar y pasé, en parte por el cansancio y en parte por variar, a unas penetraciones mas pausadas y largas donde casi sacaba la polla completamente. Nuestro gemidos eran mas largos pero menos altos en estos momentos y seguimos follándola durante unos minutos hasta que ella explotó en un increíble orgasmo que, con su masaje en mi polla, fue causante directo del mio. Tras volcar en ella varios chorros de semen caí a un lado en la cama. Nos besamos durante un rato. Ella se levantó para quitarse el vestido y los tacones que aun llevaba puestos y yo aproveché para ponerme el pijama. Una vez arreglada volvió a la cama y, abrazados, nos dormimos.

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