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Mi historia (44: Agosto 2004)

en Grandes Series

01. Semana del 2 al 8 de Agosto

Nos hubiéramos ido a Cuenca de vacaciones el lunes anterior si no fuera porque Rocío tenía ese lunes que ir a hacerse unos análisis. Gracias a que no pudimos irnos el viernes anterior ahora teníamos compañía durante nuestra semana de vacaciones en Menorca y me apetecía mucho. A las ocho Rocío entro para que la extrajeran un poco de sangre y entregar los botes de orina que la habían pedido. Una vez cumplido con el trámite fuimos a desayunar, tenía que hacerse los análisis en ayunas, y luego directamente a Cuenca. Llegamos un poco antes de comer y, mientras los padres de Rocío la preguntaban por el embarazo yo deshacía la maleta en la habitación. A la hora de comer vinieron el hermano de Rocío con su mujer e hijo que estaban dando una vuelta por Cuenca y comimos todos juntos. Esa tarde tranquilitos en casa esperando que llegaran Pablo y Diana a pasar la semana. Ellos aprovecharon para estar una semana en Cuenca a que estuviéramos nosotros. Era lógico, sobre todo para Pablo que así tenía una cara conocida alrededor. Pablo y Diana llegaron pasadas las ocho y a las diez cenamos toda la familia en el patio. Me gustó oír que a Diana la iba muy bien y en Septiembre iba a abrir una pequeña oficina con una secretaria para quitarse el trabajo mas administrativo. Se lo tenía muy callado y pienso que era para dar la sorpresa a su padre que, al principio, era el mas escéptico. Yo confiaba en ella. Inteligente, trabajadora y haciendo algo que le gusta. Suelen ser los ingredientes perfectos para tener éxito. Luego solo falta un poco de suerte y ella parecía tenerla. Rocío se fue pronto a la cama, hacia las once, mientras el resto seguíamos charlando. A las doce y pico nos fuimos todos los demás a descansar.

Tras levantarnos y desayunar descansamos todo el día ya que esa noche cenábamos con Teresa, la amiga de Rocío. Era su cumpleaños y celebraba una cena con sus mejores amigas de Cuenca ya que el sábado sería la cena en casa de sus padres. La mega fiesta que todos parecían hacer en esa sociedad tan cerrada como era la clase media-alta profesional de Cuenca. Teresa se sentó a un lado de Rocío y Mónica al otro mandándome a mi a sentarme junto a Pedro y Raúl. Menos mal que me caían bien. Además de trabajar conmigo. Para mi. Rocío aguantó mucho tras descansar mucho ese día y no llegamos a casa hasta casi las dos, cuando nos echaron del restaurante.

El miércoles volvimos a la tranquilidad. Rocío no estaba pasando un mal embarazo pero probablemente era porque cuando no estaba trabajando estábamos intentando que no forzara la maquina. Ese día solo salimos un rato a dar una vuelta por Cuenca al atardecer, cuando ya no hacía mucho calor, y el resto del tiempo estuvimos descansando en casa de los padres. A mi no me importaba. Charlar con ella y mis cuñados siempre era agradable y además tenía algo de tiempo para leer algún libro.

El jueves fue similar al miércoles solo que llamé a Alberto ya que era su cumpleaños para felicitarle. Nos invitó a comer en su casa el domingo y le dije que allí estaríamos. Por lo demás muy parecido al miércoles.

Rocío durmió hasta tarde el viernes. Yo me levanté antes que casi todo el mundo y me tomé un café mientras leía un libro junto a la piscina. Una vez estuvimos todos en pie nos preparamos para pasar el día fuera. Fuimos toda la familia a ver la ciudad encantada para que la conociera Pablo. Fue un día agradable, algo caluroso, pero a la vez no muy duro. Comimos en un buen restaurante y no volvimos a casa hasta por la noche cuando las amigas de Rocío se pasaron por casa para cenar. No salíamos ya de noche con ellas de copas por el humo de los bares y ellas se pasaron antes de irse de copas.

El sábado tras una mañana tranquila asistimos a la barbacoa que los padres de Teresa organizaban por su cumpleaños. Llegamos pronto para estar mas tiempo con ella pues a las once y media debíamos irnos. A las ocho salíamos al día siguiente de Cuenca para volver a Madrid y no podíamos trasnochar. Fue una de mas. Al final todas eran iguales. Cambiaba la excusa pero era todo muy parecido.

A las ocho y media estábamos ya en la carretera el domingo tras despedirnos de los padres que se levantaron para decirnos adiós. Sin apenas tráfico llegamos a las doce a casa. Y eso que no corrí puesto que Rocío se mareaba algo en el coche si le pisaba con el embarazo. Una vez allí dejamos las maletas, nos cambiamos y fuimos a casa de Alberto y Celia para el cumpleaños de este. Al llegar ya estaban allí todos nuestros amigos y los amigos de estos. Tras la comida en los cafés le dimos los regalos. El nuestro lo tenía Rocío comprado desde hace meses, una cámara de fotos para que la usara de entrada en su luna de miel que iba a ser ya en un mes. Quizás se nos fue un poco la mano en cuanto al gasto, era cara, pero Rocío sabía que para mi mimar a Marga y Alberto era importante. María, Mike y Raquel eran ya parte de la familia y ellos quería que se sintieran igual. Aunque con Marga casada con Mike era mas fácil. En medio del cumpleaños salió el tema de la boda de ellos y preguntaron quienes iban a ir pues apenas quedaban cuatro fines de semana.

– No lo hemos decidido – dijo María – Pero quizás dejemos a Elisa con mis padres

– Nosotros habíamos pensado en dejar a Miguel con mis suegros – dijo Mike

– Vaya – dijo Celia mirando a Alberto – Los pocos peques que iban a ir a la boda se caen. Quizás no fue tan buena idea hacerla en Sevilla.

Yo miré a mis amigos y a Rocío. Celia parecía sincera en su expresión de tristeza y Alberto se encogió de hombros.

– Tonterías – dije – Van todos los peques. Es la boda de uno de nosotros y vamos todos igual que todos vinieron a la mía.

– Pues yo te endoso a alguna – dijo María – Que yo tengo tres y tu aun ninguno.

– Pues claro – dijo Rocío – durante ese fin de semana tenemos cinco niños para cuatro parejas. Alberto y Celia no cuentan que estarán liados.

Todos parecieron pensarlo. Y al final fueron aceptando uno a uno. Viajaríamos con toda la tropa en AVE y compartiríamos las responsabilidades. Eramos una familia. Raquel se encargaría de comprar los billetes de AVE y hacer las reservas de hotel. Una vez terminó el cumpleaños nos fuimos a casa y preparamos la maleta antes de irnos a la cama. Rocío ese día llevaba un pequeño pantalón blanco, de tela, con una camiseta color verde oliva de manga corta y unas cuñas de esparto blancas en los pies. Bastante informal y veraniega. Sobre todo cómoda por el embarazo. Rocío se quitó los zapatos y se sentó en la cama. Yo me tumbé junto a ella y acaricié sus piernas mientras hablábamos de los planes para esa semana en Cuenca. Ella empezó a acariciar mi polla sobre el pantalón.

– A ver que tenemos aquí – dijo – Me parece que no voy a poder jugar con ella durante una semana

– ¿Y eso? - dije

– Me da palo con las niñas. Imaginate que escuchan algo. O lo escuchan Arturo y María. Menudo palo para ellos. No sabrán si echarnos la bronca o dejarlo pasar.

Yo sonreí pues era muy de ella preocuparse en exceso por sus amigas y considerar todas las posibilidades. Mientras me contaba eso no dejaba de jugar con mi polla.

– Vamos a verla – dijo

Y tras desabrochar mi pantalón me lo bajó junto a los calzoncillos. Me hizo ponerme de pie junto a la cama y empezó a acariciarme la polla antes de empezar una pequeña paja y pasársela por su boca. La dio unos pequeños besitos y se apartó. Me miró a los ojos y sonrió.

– Esto – dijo tocándose la barriguita – Es gracias a esto – dijo tocando mi polla.

Yo me reí y ella lo que hizo es llevar su boca a mi polla. Empezó a chupármela y a metérsela lentamente en la boca. Siempre haciendo ruiditos y con una mano masajeando la base de esta. Su lengua muchas veces iba desde mis huevos hasta el capullo de mi boca donde se metía un poco de mi polla en esta. Aunque nunca todo lo que podía, siempre solo un poco. Yo me calentaba y decidí quitarme el polo a la vez que acariciaba su cabello. Terminé de bajarme los pantalones y calzoncillos y la hice quitarse la camiseta. Rápidamente la despojé de su sujetador y echándome sobre la cama desabroché su pantaloncito y se lo quité. Debajo aparecieron unas preciosas braguitas rosas con dibujitos. Un poco juveniles para ella que era mas de lencería cara pero en la variedad está el gusto. Aparté estas un poco y empecé a chupar su conejo. Ella se acariciaba los pezones y echaba la cabeza hacia atrás gimiendo con intensidad mientras yo chupaba su clítoris. Era genial notar como iban incrementando sus gemidos y empecé a perforar su coñito con mis dedos, casi como si la follara. A ratos, junto a mis dedos, mi lengua jugaba con sus labios. Ella me tumbó en la cama y se puso de rodillas sobre mi con su coño en mi boca y su boca en mi polla para hacer un 69 espectacular. No entiendo porque no lo hacíamos mas a menudo pero es la típica cosa que luego se olvida cuando estás caliente y en plena batalla sexual. Tras un rato mas de mutuo placer oral yo ya estaba desatado y no iba a poder aguantar mas. Ella se movió y empezó a cabalgarme con las plantas de los pies sobre la cama, cada una a un lado de mi cuerpo, y mi polla ocultándose en su interior. Era una maravilla sentir mi polla en su interior y cada gemido que ella daba era respondido por uno mio. Ella pronto dejé de cabalgar y era yo el que movía mi cintura para ir penetrándola mientras ella se mantenía fija sobre mi. Para llevar el ritmo agarraba a veces sus tetas y creí apreciar que eran ya un poco mas grandes. Quizás no fuera así, no estaba embarazada de mucho tiempo, pero a mi me lo pareció. Tras un rato mas follándola en esa posición ella se cansó y se puso a cuatro patas en la cama. Yo me acerqué a ella desde atrás y la penetré. Empecé una follada muy rápida y dura y tras un par de minutos ella se corrió. Fue una corrida bastante larga que, casi al final, sintió el acompañamiento de mi semen tras correrme en ella.

– Genial – dije

– Desde luego – dijo ella – Ahora vamos a descansar.

Nos cambiamos, nos acostamos y descansamos de cara a una nueva semana de vacaciones. Esta vez en la playa y con amigos.

02. Semana del 9 al 15 de Agosto

El despertador sonó a las ocho de la mañana, solo un poco después de la hora en que sonaba los días de trabajo, pero era para algo mucho mejor: ir al aeropuerto y volar hasta Menorca para pasar una semana de playita con María y su familia. Ella no consiguió plazas para nuestro vuelo y llegarían por la tarde. Para volver si que lo harían con nosotros a primera hora pues nosotros debíamos estar el domingo a comer en Madrid para el cumpleaños de mi amigo Antonio. Rocío y yo dedicamos la mañana a hacer la compra, aunque solo compramos cosas frescas para media semana, y organizar la casa. Tras comer junto a la piscina limpie los platos, mientras Rocío descansaba, y nos fuimos al aeropuerto para recibir a María y los suyos que llegaban a las seis de la tarde. Una vez con ellos recogimos el segundo coche de alquiler y nos fuimos para mi casa. En cada coche pusimos una sillita para niños, Elena solo llevaba ya un alzador, y nos repartimos a las peques. Al final acabamos Arturo y yo en un coche con Marta y las otras cuatro chicas en el otro. Esa tarde les enseñamos mi casa, eran los únicos de mis amigos que no la conocían y, tras instalarse, cenamos junto a la piscina. Según fue llegando la hora fuimos acostando a las niñas y, a eso de la media noche, nos acostamos los mayores.

El martes tocó playa. Cogimos a toda la tropa y a primera hora, tras desayunar tranquilamente, bajamos con las niñas para que disfrutaran de la cala que se encontraba junto a mi casa. Comimos en un restaurante cercano a la cala, el único que básicamente estaba cercano a esta, y la tarde volvimos a disfrutar de la playa. Hablamos con muchos amigos míos que nos preguntaban y felicitaban por el embarazo de Rocío. Muchos conocían a Elena ya que había venido varias veces con nosotros y les gustó conocer a sus padres. Casi a última hora de la tarde salía Rocío de refrescarse un poco en el mar cuando María se la quedó mirando.

– Ya se te intuye la barriguita – dijo - ¡Que ilu!

Todos miramos inmediatamente a Rocío y tenía razón, era casi imperceptible pero ya se intuía en el plano abdomen de Rocío. A mi me hizo casi mas ilusión que a María. Para cenar volvimos a casa y lo hicimos de nuevo junto al fresco de la piscina.

El miércoles tenía una pequeña sorpresa para todos. Alquilé el barco en el que el año pasado estuvimos unos días de crucero para ese día y todos dimos una vuelta a Menorca y nos bañamos, todos menos las dos mas pequeñas, en las mejores calas. Las pequeñas alucinaban con el barco y era divertido quedarse con ellas de guardia mientras el resto se bañaban. Aunque nos turnábamos en esa tarea. Mientras el barco navegaba me gustaba ver a mi esposa con María, mi amante y una de mis mejores amigas, comportándose como grandes amigas. Además sabía que era una amistad sincera. Se adoraban. Y yo a ellas. Yo mientras hablaba con Arturo de todo un poco. De deporte, de paternidad, de trabajo. A veces me jodía ponerle los cuernos a un tío tan cojonudo pero para mi María era especial. Comimos y cenamos en el barco y cuando desembarcamos fuimos directos a casa para acostar a las tres pequeñas pues ya era tarde.

El jueves llegábamos al ecuador de nuestra estancia en Menorca y Arturo iba a dedicar la mañana a ir a Maó para negociar unos asuntos que tenían pendientes con la empresa de transportes con la que su empresa subcontrataba el transporte en la isla. La empresa en la que ahora trabajaba, de la que María y yo eramos accionistas, no tenía operación propia en ninguna isla y todo estaba subcontratado con pequeñas empresas locales. Se fue a las diez y quedó en volver para comer con nosotros junto a la playa a eso de las tres de la tarde. Tras irse Arturo ya estábamos casi listos para bajar a la playa pero aun quedaban las camas por hacer y alguna cosita más. Estaba yo fregando los cacharros del desayuno cuando se acercó Rocío.

– Te voy a dejar solo con María un rato, aprovecha el tiempo.

Yo me giré a mirarla pues si bien consentía mi relación con María era raro que fuera un paso mas allá y me lo pusiera en bandeja. Ella debió notar mi cara de extrañeza.

– Venga – dijo – No seas tonto. Lo deseas. Espero que a ella no le de palo. Ella se merece un poquito de ti.

Tras decir esto llamó a María de un grito.

– Terminar vosotros aquí – dijo cuando esta llegó – Y yo me llevo a las niñas a la playa. Que ya están algo inquietas y listas.

– ¿Pero como te vas a ir tu sola? - dijo María – Llévate a Carlos.

– Tranquila, no creo que tardéis mas de una hora. Que se quede ayudándote.

Y sin darla opción a contestar se fue llamando a las niñas. Se me quedó grabado a fuego el tiempo estimado. En un cuarto de hora habíamos acabado seguro. Lo había dejado todo atado y bien atado. Cuando oí como se cerraba la puerta de la valla del jardín de casa me acerqué a María por atrás. Llevaba un bikini amarillo para la playa y nada mas. La agarré y la besé en la boca girando su cabeza hacia atrás.

– ¡Déjame! - dijo – Podría venir alguien

– No va a venir nadie

Y mientras intentaba convencerla jugaba con mi lengua por su oreja. Mis manos acariciaban su barriguita y ella ronroneaba a la vez que se resistía. Su cuerpo decía una cosa y su boca otra. La giré y la apoyé contra la encimera de la cocina y besé su cuello. Mientras lo hacía noté como ella cerraba los ojos. Si hacía eso es que estaba consiguiendo, aunque fuera poco a poco, excitarla y que perdiera un poco el miedo a hacerlo. La sujetaba del mentón, no con fuerza, con cariño pero la sujetaba, para poder besarla y ella hacía unos intentos muy débiles por apartarme. Cuando su ronroneo era más fuerte empecé a bajar mi mano por su cuerpo y jugué con su teta por encima del bañador. Ella ya no luchaba aunque tampoco cooperaba mucho. Cuando saqué una de sus tetas del sujetador y lleve mi boca a su pezón ella hizo un último intento por apartarme. Yo dejé su teta y llevé mi boca a la suya y nos unimos en un beso con muchísima pasión.

– Esto no puede ser – dijo – Nos pueden pillar

– No nos van a pillar – dije mientras llevaba mi mano a su coñito por dentro del bañador.

En cuanto mi mano tocó los pliegues de su coño ella gimió y llevó sus manos a mi cuello.

– No puede ser – volvió a decir

– ¿No me quieres? - dije jugando injustamente con sus sentimientos

– Claro que te quiero – dijo dándome un beso para demostrármelo – Lo que no quiero es que nos pillen.

– Nadie nos va a pillar – dije – Confía en mi

Y pegué mi boca a la suya mientras mi mano seguía jugando con su coñito bajo el bikini. La fui llevando de espaldas hacia el salón donde la tumbé en el sofá y acaricié todo su cuerpo. Por suerte las cortinas estaban cerradas. Jugué con sus tetas y su coñito y me eché sobre ella para besarla. Tras el beso me arrodillé en el suelo del salón e hice que abriera sus piernas. Una vez las tuve bien abiertas aparté la tela de la parte inferior de su bikini, que no era un tanga sino bastante conservador, y metí tres dedos dentro de ella, con los tres dedos dentro me tumbé encima y la besé. Mientras la besaba y una de mis manos exploraba el interior de su conejo la otra jugaba con el cordón de mis bermudas. Me aflojé el bañador y me saqué la polla. Sin dejar de besarla sustituí, no sin cierta torpeza, los dedos por mi polla y empecé a penetrarla. En el sofá y con el bañador aun puesto. Ella gemía cada vez mas.

– Te amo – dijo – Pero nos van a pillar.

Estaba verdaderamente obsesionada.

– Nadie nos va a pillar cariño. Tu marido está trabajando y mi esposa con tus hijas en la playa. Disfruta del momento.

Me tumbé en su costado y seguí penetrándola. Noté que se iba a quejar una vez mas. Ya me parecía monótono y la besé mientras la seguía follando. Tras un rato en que pensaba que ya estaba entregada ella se levantó y se puso muy nerviosa.

– No quiero – dijo – Estoy muy nerviosa. Nos van a pillar. Pero... te quiero dentro. No se que hacer.

Yo me levanté con la polla al aire y me acerqué a ella. La besé para intentar calmarla mientras metía mi mano bajo la braga de su bikini y jugaba con su culo. Ella echó su brazo sobre mi cuello y me devolvió el beso.

– ¿Estarías mas cómoda si fuéramos arriba a hacer el amor? - pregunté

– Si – dijo

Y besándonos fuimos acercándonos poco a poco a la escalera. Una vez junto a esta la subimos a toda prisa cogidos de la mano. Ella guiaba. Quería ver a que habitación me llevaba. No lo dudó ni un segundo, se metió en su habitación y se juntó a mi junto a la cama que compartía con su esposo. Ya junto a la cama no me pude controlar y lo primer que hice fue quitarla el bikini y dejarla totalmente desnuda. Ella gimió con el contacto de mi mano con sus zonas erógenas ya desnudas y seguimos besándonos. Se echó sobre la cama con las piernas abiertas y yo la llevé hasta el borde de la cama dejando su coñito casi fuera de esta.

– ¡Fóllame! - dijo – Que sea lo que Dios quiera

Yo agarré mi polla y la llevé a su cuevita empezando a empujar lentamente. Tras un rato penetrándola ella se bajó de la cama y me empujó sobre esta pasando a darme una pequeña mamada antes de subirse sobre mi para cabalgarme. Ella no paraba de saltar sobre mi y sus tetas, que no son muy grandes, eran una visión maravillosa.

– Sigue, sigue – dijo

– Sigue tu – dije – Yo no estoy haciendo nada.

Esto hizo que ella cabalgara aun un poco mas rápido.

– ¡Me corro! - gritó de repente

Y noté como los músculos de su coño comprimían mi polla y me daban un masaje espectacular. No pude aguantar mas y yo también me corrí llenándola de semen. Nos estuvimos besándonos durante un rato hasta que yo me levanté de la cama.

– Vamos a terminar de hacer la casa y nos vamos – dije

Ella solo me sonrió desde la cama.

– Te quiero – dijo

– Y yo a ti – dije antes de salir de la habitación y bajar a terminar lo que estaba haciendo en la cocina,

María y yo llegamos a la playa tras terminar en la casa y estaban las tres peques y Rocío juntas bajo una sombrilla. Disfruté de la mañana con todas ellas y a las tres, como había prometido, volvió Arturo. Fuimos a comer y hablamos el y yo de como había ido todo. Al parecer relativamente bien. No excesivamente bien pero desde luego no mal. Tras la comida de vuelta a la playa y luego a casa a cenar y pasar la noche juntos en el jardín. Desde luego el salón apenas lo pisamos. Tras acostar a las niñas nosotros hablamos un poco pero pronto nos fuimos a la cama.

El viernes decidimos tomarnos todo con mas calma y quedarnos en casa a disfrutar de mi nueva piscina. Me la acababan de regalar mis padres y apenas la habíamos inaugurado. Solo un par de chapuzones. Tras desayunar todos dejamos a las chicas en la piscina y Arturo y yo nos fuimos al pueblo para comprar carne para hacer una barbacoa. Antes de las doce del mediodía estábamos de vuelta y nos metimos ambos a la piscina con una cerveza a charlar de nuestras cosas mientras las chicas con las niñas hablaban en unas tumbonas bajo unas sombrillas. Mucha gente considera que eso es vida y que podrían pasar así todo el año pero la gracia es trabajar todo el año y cuando puedes disfrutarlo lo agradeces el doble. Tras comer fuimos todos al salón un rato pues pegaba fuerte el sol y jugamos con las niñas. No era fácil jugar con niñas de dos a diez años y que ninguna se aburriera pero creo que mas o menos lo conseguimos. Rocío nos dejó un rato para echarse la siesta. Una vez bajó volvimos a la piscina y, ya al anochecer, nos fuimos a dar una vuelta y cenar por el pueblo. Tras dar una vuelta tras la cena volvimos a mi casa para acostar a las niñas y tomarnos una copita en el jardín.

El sábado era el último día que pasábamos en mi casa de Menorca. Ese día fue todo playa pues en Madrid es complicado tenerla y en el fondo es lo que mas apetece cuando uno va a Menorca. Cuando empezó a anochecer volvimos a casa e hicimos una última barbacoa con las niñas que estaban algo tristonas por irnos. Sobre todo Marta y Elena pues Elisa aun era algo peque para ponerse muy triste por esas cosas. Una vez las acostamos los mayores hicimos las maletas para el día siguiente tener todo listo y nos bajamos a tomar una copa a la luz de la luna mientras charlábamos un rato. A eso de la una de la mañana nos fuimos a la cama.

Por primera vez en toda la semana nos pusimos el despertador el viernes. Tampoco muy pronto, a las nueve de la mañana. Una vez despiertos desayunamos, cargamos los coches y cerramos la casa de camino al aeropuerto. Allí Arturo y yo devolvimos los coches de alquiler mientras las chicas hacían el checkin en el avión. Yo me senté en este con Marta y fui hablando todo el viaje con ella. Era un encanto de niña y muy lista para estar a unos cuatro meses de cumplir cuatro años. Al llegar a Madrid nos despedimos de ellos y nos fuimos corriendo a casa para cambiarnos, dejar las maletas y salir rápido hacia casa de Antonio y Laura ya que era el cumpleaños de este. Llegamos con el tiempo justo para comer. Bueno, llegamos tarde, hacia las tres menos cuarto, pero fueron tan amables de esperarnos. Tras saludar a todos los amigos comunes, incluyendo a Pablo que desde que estaba con Diana, la hermana de Rocío, no faltaba nunca a los cumpleaños, pasamos a comer. Laura estaba de cinco meses y medio y monopolizó buena parte de la charla junto con Rocío. Es lo que tienen las embarazadas, son siempre motivo de charla y mas cuando, en ese grupo, eran las primeras en embarazarse. Tras la comida y los cafés llegó el momento de los regalos. Nosotros le regalamos un pulsómetro pues últimamente se estaba habituando a correr todas las mañanas y era muy útil para graduar el entrenamiento. Un poco de coña también le regalamos una copia del libro que usamos Rocío y yo para anunciar en mi cumpleaños que estábamos embarazados. La gente se fue a lo largo de la tarde a pesar de que al día siguiente era fiesta en Madrid. Nosotros nos quedamos con ellos, Pablo, Diana, una hermana de Laura y su marido, hasta las doce de la noche cuando nos fuimos a casa a descansar. Rocío llegó matada y a pesar de llevar una semana sin hacer el amor, en Menorca a Rocío le daba palo, no lo hicimos.

03. Semana del 16 al 22 de Agosto

Era fiesta el lunes de esa semana y, además, era el cumpleaños de José Carlos, el marido de Raquel. Nos levantamos tarde, como a las diez y media de la mañana. Llegamos a casa de Raquel los primeros, a eso de las doce del mediodía, y estuvimos charlando con ambos un rato. Raquel era muy especial para mi y ahora que estaba embarazada de mi lo era aun mas. Aunque quisiera que el niño fuera, en todos los aspectos, de José Carlos. Mas allá del sexo ella y María eran mis mejores amigas y solo Mike y Antonio estaban a su altura. Según avanzaba la mañana fueron llegando el resto de los invitados al cumpleaños. Fue un cumpleaños mas. Con Rocío y Raquel embarazadas estas parecían estar bastante unidas y hablaron de como lo llevaban y eran el centro de atención. Tras la comida y los cafés llegaron los regalos y luego todos a casa a descansar que volvía el trabajo el día siguiente.

El martes volvía a la oficina tras las dos semanas de vacaciones. Excepto algunos días en navidad y quizás algún puente ya se habían terminado las vacaciones para mi. Me reuní con Marga y Alberto para ver como iban los asuntos abiertos. Dedicamos una cantidad especial de tiempo a la apertura a finales de ese mes de nuestra segunda tienda de ropa interior. Ellos dos y María me impresionaban. Estaban volcados en la empresa como si fuera suyo y quería encontrar la forma de agradecérselo. Casi a final de la jornada, hacia las dos y media, me reuní un rato con Ana. No paraba de tontear conmigo. Y yo con ella.

– ¿Comemos juntos? - dijo cuando ya eran las tres y media de la tarde y estábamos casi solos en la oficina

– Claro – dije

– En mi casa que mi marido está de viaje hasta mañana

Yo solo pude sonreír. Ambos fuimos a nuestros coches y quedamos en su casa. Yo tardé un poco pues fui antes a comprar una botella de champán. Tras unos minutos llamé al telefonillo de su casa. Subí y al abrir la puerta me vio con el champán.

– ¿Que se celebra? - dijo

– Lo guapa que estas hoy – dije – O que tu marido está fuera. En realidad da igual. Celebremos que tenemos un par de horas para echar un polvo.

– Algún día conseguiré que me hagas el amor – dijo acercándose para besarme

– Ya veremos – dije – Por ahora conformate con disfrutar del sexo

Llevaba Ana un vestido de punto bastante fino y color beige que la llegaba hasta unos cuantos centímetros por encima de la rodilla. Adornaba este con un cinturón de color marrón suelto y en sus pies llevaba unos zapatos de tacón imposible del mismo color que el cinturón. De la mano me llevó hasta el sofá y se sentó medio tumbada en este con las piernas abiertas y mostrándome su tanguita rosa y negro. Desde luego no se andaba con tonterías e iba al grano. Dejé la botella de champán en la mesa del comedor y me fui a sentar junto a ella acariciando sus piernas. Ella sonriente me miraba a los ojos y me provocaba sin palabras. Estando yo ya sentado en el sofá con ella se incorporó un poco y se quedó sentada mientras nuestras bocas se unían en un beso espectacular. Mis manos acariciaban sus tetas y ella me miraba a los ojos.

– Estoy supercaliente – dijo – Entre que Rubén lleva unos días de viaje y el tonteo que hemos tenido en tu despacho no voy a aguantar mucho. Creo que si me miras un rato a los ojos me corro.

Yo reí un poco y la besé en la boca. Una vez separé mi boca de la suya empecé a tocar sus piernas mientras ella me miraba a los ojos y pasaba uno de sus dedos por su escote. Estaba muy seductora. Ella se echó sobre mi casi tumbándose en el sofá y dándome besitos en la cara y en el cuello pero no en la boca. Jugaba con su pelo y juntaba su cabeza con la mía, nariz con nariz. Parecíamos dos enamorados adolescentes que no se atreven a echar un polvo. Poco duró el momento de candidez ya que ella se echó sobre mi y poniendo una pierna a cada lado de las mías se quedó como cabalgándome. Si no fuera por la ropa la haría botar sobre mi. En esa posición mi boca se hizo con sus tetas y mis manos con su culo.

– Te quiero – me dijo ella al oído mientras yo seguía comiendo sus tetas – Se que el sentimiento no es mutuo pero aspiro a que al menos me consideres una parte importante de tu vida. No voy a dejar de follarte y te voy a dejar que me folles donde quieras. Amo a mi marido y el será el padre de mis hijos. Menos dejarme embarazada podrás hacer lo que quieras. Para todo lo demás mi cuerpo es tuyo. Cómeme las tetas y date prisa, necesito que me folles.

Cada palabra que decía me calentaba un poco mas. Estaba cachondísimo y aun teníamos toda la ropa puesta. Ella se bajó de mi y yo la besé durante un rato. Tras el beso me arrodillé en el suelo frente a ella. Con sensualidad y lentitud empezó Ana a bajarse su tanguita. Era una pasada verla mover su cuerpo a la vez que su coñito se iba presentando ante mi. No creía que pudiera quererla como quería a Raquel o María pero estaba seguro que si iba a poder desearla. Ya la deseaba. Lo mio con ella era totalmente primario. Sexo por el sexo. Sin mas. Ella buscaba algo mas pero ni siquiera llegar al punto en que estaba con María y Raquel. Una vez sin el tanguita abrió sus piernas una burrada y llevé mi lengua a su coñito. Fue tocar sus labios vaginales y noté como ella se corrió de inmediato. Era algo que no esperaba. Pero me vino bien pues es cierto que estaba muy excitada. Bebí un poco del néctar con el que me obsequió y seguí mamando su coño como si no se hubiera corrido. Poco a poco ella fue recuperando el aliento y empezó a gemir conmigo. Tras un rato chupando su coñito ella se bajó del sofá y me hizo poner de pie. Me quitó pantalones y calzoncillos y, ahora ella de rodillas, pasó a chuparme la polla. Me mamaba la polla con maestría. Ella era la que mas placer me daba con la boca. Una de las cosas que mas me ponía en ese momento era como tonteaba con mi polla. A veces solo se quedaba a unos centímetros y podía notar el aliento de su boca en mi polla. Me estaba molando mucho pero lo cierto es que ya no aguantaba mas y la hice levantar, la puse de espaldas a mi y llevando mis manos a sus tetas agarré ambas y mordí y besé su cuello y orejas. Lentamente me senté sobre el sofá y apunté mi polla a su coñito haciéndola sentar sobre mi. Una vez estuvo totalmente empalada por mi la hice botar mientras nuestras bocas no paraban de besarse. Nuestras lenguas jugaban con pasión. La hice quitarse el vestido y me sorprendió que no llevara sujetador. Cosas de Ana. Ya totalmente desnuda, excepto por los tacones, volvió a saltar sobre mi polla haciendo que me calentara mucho. Yo estaba que explotaba y la ponerse a cuatro patas sobre el sofá. Me quité el polo que llevaba y me eché sobre ella. Poco a poco la fui penetrando y agarraba sus tetas desde atrás. Incrementé el ritmo de la follada con cada penetración hasta que en una de esas me corrí dentro de ella. Casi al final de mi corrida ella volvió a correrse y los espasmos de su coñito sacaron las últimas gotas de semen que quedaban por salir. Ella se bajó del sofá y de la mano me llevó a la ducha donde, además de asearnos, echamos un último polvo. Ya limpitos comimos juntos y charlamos sobre un poco de todo. Tras salir de casa de Ana me fui a mi casa y descansé con Rocío. Esa noche nos fuimos pronto a la cama pues Rocío estaba cansada. Hicimos el amor y ella quedó dormida. Yo estuve un rato pensando en que podía hacer por Marga, Alberto y María.

Si el día anterior tenía claro que debía hacer algo con Marga, Alberto y María el miércoles lo confirmé. Durante la jornada de trabajo, de ocho a tres, estuve reunido con los tres en varias ocasiones. María vino a presentarme ideas para fidelizar a los trabajadores de las distintas empresas y sobre cursos para estos. Luego Alberto y Marga me presentaron ideas sobre futuras tiendas a abrir a finales de año y principios del siguiente. Antes de comer fueron los tres los que vinieron a comentarme ideas sobre otros asuntos. Tenía que hacer algo y creía saber el que pero antes tenía que hablarlo con Rocío y luego madurar la idea y contársela a mis socios. Quedé con Rocío a comer en un buen restaurante cerca de su oficina. Tras pedir la comida fui directamente a lo que me estaba comiendo la cabeza.

– Cariño – dije – Necesito tu ayuda

– Lo que quieras – dijo – Ya lo sabes

– Cada día Marga, Alberto y María se vuelcan mas en la empresa. Llevo un tiempo queriendo agradecerles su compromiso y he tenido una idea al respecto pero me gustaría que tu me dieras tu opinión.

– Creo que son importantes para tu empresa y para ti – dijo – Que pienses en darles más, es algo que te honra.

– A ver - dije – He pensado en regalarles un porcentaje testimonial de empresa para que pasen a ser socios. Ya actúan como si lo fueran y no tienen participación en la empresa. Estaba pensando en dar como máximo un 5% de mis acciones, aun así me quedaría con un 70% pero mi problema es tu embarazo.

– ¿Que problema es nuestro futuro bebé? - dijo Rocío

– El problema es que pienso en el bebé. Y en ti. Y en su futuro. Y algo que hubiera hecho hace tres años sin pestañear ahora no lo veo tan claro.

– Cariño – dijo - ¿Que es un 5%? Eres tan generoso que no sabes ser egoísta.

Yo la miré con cara de no saber que decía.

– Partimos de la base de que yo quiero a María con locura y me encantan Marga y Alberto. Entiendo lo que dices pero piensa en esto. Si les das un poco de la empresa los mantienes contigo, aunque yo creo que se quedarían de todas formas. Si están siempre contigo la empresa irá mejor. Imaginate la empresa sin uno de ellos tres. Es mejor un 70% de una empresa con todos ellos que un 75% de una empresa sin ellos.

– Tienes razón – dije – Voy a pensarlo unos días, unas semanas, y cuando pase el verano lo hablaré con Raquel y Mike.

El resto de la comida hablamos sobre el embarazo, nuestros amigos, sobre todo un poco. Tras comer paseamos hasta casa, a pesar del calor, y al llegar a casa descansamos bajo el auspicio del aire acondicionado. Esa noche vinieron a cenar mis padres a casa y cuando se fueron Rocío y yo fuimos a la cama a hacer el amor.

El jueves fue un día mucho mas normal y no ocurrió nada especialmente destacable. Ni en el trabajo ni fuera de el.

Tras mis dos semanas de vacaciones ese viernes iba a ser un día muy estresante. A primera hora hicimos la reunión mensual. Julio fue un mes muy bueno, el mejor del año en lo que a beneficios se refiere aunque, también es cierto, que no habíamos tenido ningún gasto extra ese mes. Todas las empresas en beneficios, aunque la que compramos al padre y la de móviles no es que estuvieran siendo especialmente increíbles en cuanto a números. Entre que era agosto y que habíamos tenido muchos beneficios preferimos no tomar muchas decisiones. Cuanto mas dinero ganamos menos nos gusta tomar grandes decisiones. Por controlar la euforia que no es buena consejera. A las dos y medía terminó la reunión y un cuarto de hora después me fui con Alberto al aeropuerto pues ese fin de semana celebraba mi barbacoa anual en Menorca. Una barbacoa descafeinada. No iban ni Mike, ni María, ni Raquel, ni Laura y Antonio, ni por su puesto sus familias. Por no ir no iba ni Elena pues María y los suyos se iban ese viernes al pueblo de la familia de María. Al final de Madrid solo íbamos Alberto y Celia, Pablo y Diana y Rocío y yo. Con Rocío embarazada quedaba claro que iba a ser la última barbacoa grande que iba a organizar y quería pasarlo bien. Al llegar a Menorca nos esperaba Pablo que había llegado de Barcelona un rato antes y ya tenía las llaves de los dos coches. Las chicas fueron a casa a organizar todo y los chicos fuimos directos a Ciutadella a comprar la comida. Ya con la compra en la nevera y la ropa en nuestras habitaciones nos cambiamos y bajamos a la playa. Lo pasamos genial. Y esa noche invité a todos a cenar en el pueblo antes de irnos pronto a la cama para que descansara Rocío.

El sábado como casi siempre que organizábamos la barbacoa fuimos por la mañana a la playita. Estuvimos allí casi hasta las tres cuando volvimos a mi casa para comer. Picamos algo y tomamos unas ensaladas. Nos fuimos luego a tomar café junto a la piscina mientras Rocío se echaba una siesta. El único cambio en ella importante con el embarazo fue que necesitaba dormir mucho mas que antes. A las siete bajó Rocío y todos nos fuimos a preparar para la barbacoa pues hacia las ocho y media empezarían a llegar mis amigos de Menorca. La fiesta como siempre fue genial. Un poco parecida a todas las demás que habíamos tenido exceptuando que Rocío no bebió pero, por lo que me contó después, lo pasó bien igualmente. Rocío se fue a dormir hacia las tres y media y el resto la acompañamos a eso de las cuatro y media.

Nos levantamos sin prisa el domingo puesto que teníamos el vuelo para esa tarde. Tras desayunar y comer tranquilos nos dimos un último chapuzón y nos fuimos al aeropuerto para volver a Madrid. Una vez en casa cenamos y descansamos tranquilamente antes de irnos a la cama.

04. Semana del 23 al 29 de Agosto

Con Mike, Marga y María de vacaciones nos tocó a Alberto y a mi liderar la inauguración, ese viernes, de la nueva tienda de ropa interior. A Marga la hubiera encantado estar pero aprovecharon a ir a EEUU en esa fecha que coincidía con el cumpleaños de la madre de Mike. Una buena parte de la familia de Mike aun no conocían al pequeño Miguel. Lunes y Martes trabajamos intensivamente, mañana y tarde a pesar de ser agosto, para que todo saliera como tenía que salir.

El miércoles solo trabajamos hasta mediodía. Todo iba bastante bien y, además, yo tenía esa tarde ginecólogo con Rocío. El ginecólogo nos comentó que iba todo muy bien y eso nos alegró, lógicamente. Se sorprendió mucho el doctor al ver a Manuela con nosotros. Esta les contó un poco nuestra historia y nos abroncó un poco por no haberle contando que yo era, en esencia, el hijo de Manuela. Al fin y al cabo fue quien, siendo un joven y prometedor ginecólogo asistió a Manuela en el parto de Lucía, su hija y ex mía. Tras salir del ginecólogo fuimos a cenar con Manuela y Mariano que se nos unió ya en un restaurante cercano. Estuvimos hablando del embarazo, las vacaciones, los negocios,... de todo un poco. Tras la cena Rocío y yo paseamos a casa y al llegar nos fuimos a casa donde hicimos el amor. Las buenas noticias del embarazo nos hicieron estar en perfecta compenetración.

El jueves volví a trabajar mañana y tarde en la inauguración de la nueva tienda de ropa interior. Alberto, Marisa y Gloria fueron al centro comercial por la tarde mientras yo coordinaba desde la oficina. A las seis y media me llamaron para decirme que ya se iban a casa pues estaba todo listo para abrir al día siguiente a las diez. Yo iba a hacer lo propio cuando entró Raquel. Estuvimos un rato charlando, con ella en una de las sillas que ocupaban mis visitas, y mientras lo hacíamos nos sonreíamos. Tras el rato de charla se levantó y se sacó la blusa morada que llevaba ese día, de aspecto sedoso, de debajo de su corta falda gris.

– Estoy usando últimamente mi ropa mas sexy – dijo Raquel – Dentro de un par de semanas ya será imposible que vista así.

Y tras decir eso se levantó la camisa y pude ver claramente como su barriguita empezaba a ser evidente. Desde aque la dejé embarazada, por la insistencia de ella y mi esposa, no me había excitado pensando en su embarazo. Pero lo cierto es que ver como este ya era evidente hizo que mi polla se pusiera dura. Ella lentamente se bajó la camisa y se acercó al otro lado de la mesa de mi despacho. Se apoyó en ella y puso uno de sus maravillosos tacones negros sobre el posabrazos de mi sillón del despacho. Entre la posición y la falda tan corta pude ver su diminuto tanga negro. Yo me levanté y me acerqué a ella. Me puse entre sus piernas y, mientras ella me empezaba a desabrochar la camisa, yo acerqué mi cara a la de ella y nos besamos con pasión. El beso fue cada vez creciendo mas en intensidad y una vez ella terminó de quitarme la camisa llevó sus manos a mi cuello. Me agarraba y me acariciaba mientras seguíamos besándonos. Estábamos llenos de pasión pero también de amor. Tras un rato besándonos me arrodillé en el suelo y llevé mi boca a su entrepierna. Allí su tanguita apenas protegía la intimidad de su coñito y mi lengua podía operar con total impunidad. Aun así, para estar un poco mas cómodo, la quité el tanguita y dejé su cuerpo totalmente al descubierto. Tras dedicar un poco mas de tiempo a su coñito con mi boca me eché hacia atrás y la observé. Estaba espectacular. Era una mujer sexy, tremendamente sexy y, a la vez, se notaba su embarazo. Poco mas que se intuía pero estando de cuatro meses pronto ya sería totalmente evidente. Me acerqué a ella y la besé. Mientras lo hacía desabroché su falda y luego su blusa. Tras unos minutos de beso ya estaba desnuda excepto por el sujetador. Acaricié su culo durante un ratito y la di la vuelta. Apoyé sus manos sobre mi mesa y la pegué a esta. Me acerqué a ella por detrás y besé su cuello. Mientras lo hacía desabroché mi pantalón y me lo bajé junto a los calzoncillos. Ya desnudo acerqué mi polla a su coño y empecé a metérsela. Para mayor comodidad subí su pierna izquierda a la mesa y seguí perforándola. La penetré con fuerza desde atrás mientras ella cada vez gemía mas. Giraba la cabeza y me sonreía mientras yo no dejaba de percutir en su coño.

– ¡Fóllame cariño! - dijo Raquel – Haz el amor a la madre de tu próximo hijo. Para cuando nazca el tuyo de verdad ya tendrás dos en este mundo y estoy orgullosa de ser una de las madres.

– No pienso en eso – dije – Ahora solo pienso en tu placer

Y bajando la velocidad de mi follada empecé a penetrarla mucho mas lentamente pero a la vez más profundamente. Seguí unos minutos hasta que decidí separarla de la mesa. Nos giramos ciento ochenta grados, sin sacar mi polla de su coñito, y yo me apoyé sobre la mesa. Ambos estábamos de pie y el polvo era muy cómodo. Gracias a sus altos tacones éramos de casi la misma altura. Ella subió su pierna derecha a la mesa y así pudo girar un poco su cuerpo para que juntáramos nuestras bocas. Nos besábamos con pasión mientras seguíamos follando de pie.

– Me canso – dijo

Pensé un momento que hacer y la senté en mi butaca. Una vez allí me arrodillé y volví a besar su coñito un par de veces para después levantarme y acercar mi polla a su coño. Ella estaba sentada pero con ambas piernas totalmente abiertas y entregándome su coñito para mi deleite. Gemía cada vez que la penetraba y sus expresiones de placer se unían a las mías. Tras un rato gimiendo ambos empezamos a intercambiar palabras cariñosas. Faltaba poco para que ambos nos corriéramos y nuestro intercambio de halagos era cada vez mas grande. Yo estaba ya a punto de correrme pero ella puso sus tacones sobre mi pecho y me empujó. Me descolocó un poco pero Raquel a veces tenía esa capacidad. Se levantó de mi sillón y me tumbó en el suelo. Allí se arrodilló sobre mi y me cabalgó. Tras un rato cabalgando noté como su coño masajeo mi polla al orgasmar. Solo unos segundos después me corrí en ella. Tras calmarnos ambos nos levantamos. Yo me senté en mi butaca y ella sobre mis rodillas. Nos miramos a los ojos y nos besamos. Con dulzura. Tras un rato se levantó y se vistió un poco antes de salir de mi despacho. Tras asearme volví a casa para pasar un rato con mi esposa. Cenamos, vimos la tele y, a eso de las once, nos fuimos a la cama.

Llegó el día de la inauguración de nuestra segunda tienda de ropa interior. Yo me quedé en la oficina coordinando de nuevo por si hubiera algún problema pero no lo hubo. A la hora de comer volvió Alberto a la oficina y nos fuimos juntos con Raquel a comer. Mas adelante quedamos los tres con nuestras parejas, y Raquel con su hija Susana, para ver nuestra nueva tienda. Daba un poco de pena que no estuvieran Marga, Mike y María con su familia. Pero estaban de vacaciones. Cenamos juntos en el centro comercial y nos fuimos pronto a casa a descansar.

Ese fin de semana no podía quedar nadie. Solo estaban en Madrid Raquel y Alberto con sus parejas pero Raquel tenía todo el fin de semana cogido con sus suegros y unos amigos de José Carlos y Alberto y Celia estaban demasiado estresados con su boda que era solo una semana después. Así pasamos un fin de semana bastante tranquilo donde cenamos y comimos casi siempre fuera y dedicamos mucho tiempo a dormir, descansar, leer y, sobre todo, estar juntos.

05. Semana del 30 de Agosto al 5 de Septiembre

Llegó la semana de la boda de Alberto y se le veía algo nervioso. Aun así se le vio bastante centrado en el trabajo. Probablemente mas de lo que se podía esperar. Ese lunes y martes trabajé mucho con el puesto que desde el jueves no vendría a la oficina y el miércoles no quería agobiarle. Ambos días comí con Raquel y María. Por las tardes no hice nada significativo. Pasarlas con Rocío e irnos pronto a la cama tras hacer el amor.

El miércoles tras un día normalito en la oficina comimos María, Raquel y yo con Alberto ya que era su último día en la oficina antes de irse a Sevilla para terminar su boda de ese sábado. Cuando llegué a casa, poco antes de las cinco, Rocío estaba esperándome y me dijo que había quedado con Raquel pues esta quería hablar con nosotros. Me pareció extraño que Raquel no me comentara nada pero bueno, podría ser normal. Poco después de las seis llegó Raquel. Tras los besos de rigor se sentó en un sofá enfrente del sofá en el que estábamos Rocío y yo. Raquel nos miraba y durante un tiempo no dijo nada.

– ¿Me queréis? - dijo al fin

– ¿Tu que crees? - dijo Rocío

– Yo ya no se que creer.

– Pero bueno – dije yo - ¿A que viene esto? ¿Se puede saber que hemos hecho para que salgas con estas?

– No se. Mi sensación es que os estáis alejando de mi y no se si estáis enfadados por el embarazo, si he hecho algo mal o si simplemente habéis dejado de quererme.

– Ninguna de las tres cosas. No estamos enfados, no has hecho nada mal y te queremos – dije

– No es la impresión que da – dijo Raquel

– ¡Pero bueno! - dijo Rocío – No se a que viene esta chorrada. Te queremos con locura. Yo he dejado que mi marido te deje embarazada por unos celos tontos con Ana en vez de decirte que dejaras de ser una chiquilla y ahora... ahora no se que te pasa.

Se creó un silencio muy incomodo que debió durar un par de minutos pero parecieron un par de horas.

– ¿Queréis a María mas que a mi? - dijo Raquel

– ¿A que viene eso? - dijo Rocío – Contigo comparto a mi marido en tríos y a ti te he puesto en bandeja a mi marido para que te embarace. No se como puedes pensar que la quiero más a ella. Pero que algo quede claro. La quiero tanto como a ti. Os quiero mucho a las dos y Carlos creo que siente lo mismo.

Yo solo asentí con la cabeza.

– Entonces porque os la lleváis a ella a Menorca

– ¡Venga no me jodas! Ahora vas a tener celos de María. Tu estas demente – dije ya bastante cabreado – María es una de nuestras mejores amigas y ni conocía mi casa de Menorca. Tu has estado allí muchas veces. Ella tenía las mismas fechas de vacaciones que nosotros y nos cuadró.

– Si pero las fechas de vacaciones las cuadrasteis María y tu. Para que fuerais juntos a Menorca.

– ¡Pero que dices tía! - dijo Rocío

– Mira. No voy a aguantar tus celos con María igual que no los iba a aguantar con Ana. María y yo no conspiramos para irnos juntos a Menorca. Además, que leñes, yo no tengo que darte explicaciones de nada. Y no iban a valer de nada. Seguro que no nos ibas a creer de todas formas. Si te quieres montar películas móntatelas. A mi ya me da igual. Cuando dejes de ser una loca histérica hablamos. Mientras vete a tu casa y móntate tus películas porque yo no te voy a aguantar. Te quiero con locura pero si no eres capaz de verlo no lo voy a intentar. Una tontería te la paso pero ya mas no puedo. Primero Ana, ahora María, ¿que es lo próximo?

Tras dejar yo de hablar Raquel se echó a llorar. Por la cara de Rocío también corría una lágrima aunque no lloraba tanto. Rocío se acercó a ella para consolarla pero Raquel rechazó su abrazo. Eso a Rocío la sentó muy mal. Se levantó y se fue hacia la habitación llorando. Antes de llegar a la puerta del salón se dio la vuelta.

– Vete de esta casa – dijo

Raquel lloró durante un rato antes de levantarse y recoger su bolso. No dejó de llorar mientras se iba hacia la puerta de mi casa. Una vez llegó a esta se calmó un poco y abrió la puerta. Justo antes de salir echó la vista atrás y me miró con cara triste. Cerró la puerta y se fue. Cuando Raquel estuvo fuera de nuestra casa fui a ver a Rocío. Estaba en la cama, tumbada y llorando desesperada. Me senté junto a ella y sin decir nada acaricié su cabello. Cualquier cosa que dijera iba a ser un problema. Cuando se calmó un poco la bese en la frente y la dejé sola para que tuviera algo de tranquilidad. Media hora después volvió al salón.

– ¿Que he hecho mal? - dijo

– No has hecho nada mal – dije – Está loca. No se que la pasa. Ella no es así. Es una tía dura pero lleva unos meses insegura. Y yo quiero ayudarla pero lo que no voy a aceptar es que lo pague con nosotros.

Rocío se pegó a mi y lloró un poco sobre mi hombro. Una vez se calmó me la llevé a cenar para que pensara en otra cosa. Debió funcionar pues se la notó mejor el resto de la noche. Al llegar a casa no estábamos con ganas de hacer el amor.

El jueves en la oficina me encerré en mi despacho. No quería ver a nadie y menos aun a Raquel. Esperaba que su chiquillada no afectara a mi empresa pero ese día no podía pensar bien. A la hora de comer me fui con Rocío y tras la comida nos fuimos a casa a preparar las maletas para el fin de semana en Sevilla donde se celebraría la boda de Alberto. Esa noche Rocío y yo hicimos el amor pero creo que una parte de nosotros estaba pensando en Raquel. Desde luego no fue el polvo mas excitante de mi vida.

El viernes no vi a Raquel en la oficina. Nuestro grupo había quedado a las cuatro en Atocha y todos nos fuimos un poco antes de las tres para ir a nuestras casas a por las maletas y los niños. Cuando llegamos Rocío y yo ya estaban allí Mike y Marga con el pequeño Miguel. Un rato después llegó María con los suyos y casi a la hora acordada, sin mucho tiempo que perder, llegaron José Carlos, Raquel y la pequeña Susana. El saludo nuestro con Raquel fue muy frío pero nos saludamos. Creo que no queríamos montar una escena aunque María y Marga me miraron de manera extraña. Algo debían olerse. A mitad de camino fui al tren cafetería del AVE y María fue detrás mía.

– ¿Que les pasa a Rocío y Raquel? - dijo

– Nada – dije yo

– Debe ser grave si no me lo quieres contar. No pasa nada, todos tenemos malos días. Pero no me digas que nada.

Pedimos nuestras consumiciones y volvimos a nuestros asientos. Allí Rocío me esperaba. Eso ya era indicativo de algo. En condiciones normales se hubiera sentado con Raquel o María. Hoy me esperaba y hablaba poco con los demás. No me estaba molando nada el tema. Era la boda de un buen amigo, de un hombre al que quería hacer socio. Y mi mujer y mi socia, mejor amiga y amante estaban cabreadas. No me iban a joder el fin de semana. Cuando llegamos al hotel le dije a Raquel que viniera a mi habitación. Tras un rato llamaron a la puerta y la abrí. Raquel y Rocío ni se miraron.

– Mira Raquel – dije – Me la suda que es lo que te pase pero no me vas a joder la boda de Alberto. O mejor dicho, no me la suda pero si no quieres que te ayudemos no voy a aceptar tu tontería. Vas a tratar a Rocío de manera normal durante este fin de semana. Y tu Rocío a Raquel igual. En este caso estoy del lado de Rocío pero necesito compromiso de ambas.

Dejé pasar un rato en silencio.

– No se que leches te pasa – dije mirando a Raquel – y creo que esto es culpa tuya. Pero os voy a pedir a las dos que seáis falsas. Que no me jodáis la boda. María ya está preguntando que os pasa. No digo que vayáis siempre al baño juntas y estéis de la manita. Pero al menos quitar esa cara de cabreo. Por mi, pero también por nuestros amigos y sobre todo por Alberto y Celia. Ya podéis volver a cabrearos el lunes en Madrid. ¿Estamos?

– Me parece bien – dijo Rocío – Alberto y Celia no son culpables de nada y es el día mas importante de su vida

– A mi también me parece bien – dijo Raquel

– Me alegra oír un poco de cordura.

Raquel se levantó y sin decir nada se fue. Teníamos poco tiempo para ducharnos y salir a cenar por Sevilla de tapas con Alberto, Celia y unos amigos de ellos. Esa noche todo fue relativamente bien. No estuvimos mucho tiempo ya que llevábamos cinco niños pequeños pero todo pareció mucho mas normal. Rocío y Raquel, sin estar como siempre, participaban en conversaciones juntas y al menos aparentaban algo de normalidad. Al llegar a la habitación Rocío se fue a la cama y me dio la espalda. Posiblemente pensaba que la bronca no se la tenía que haber echado a ella. Pero bueno, no se puede ser perfecto.

Por la mañana el sábado al bajar a desayunar estaban solo Raquel, José Carlos y Susana. Habían cogido una mesa grande para que nos sentáramos todos. Rocío dio los buenos días e inmediatamente se fue a por algo para desayunar del bufé. Se lo tomó con calma. Exactamente el tiempo que tardaron en bajar María y Arturo con las niñas. Elena se acercó a Rocío y aprovechó a la pequeña de escudo. A los demás no les parecería raro, Elena y Rocío tenían ese tipo de relación pero a mi me preocupaba que la niña estuviera en medio de fuego cruzado. Por suerte no explotó ninguna guerra y Rocío y Raquel, simplemente, se ignoraron. Tras el desayuno volvimos casa uno a nuestra habitación y un rato después quedamos todos en la puerta del hotel para pasear. De nuevo Rocío y Raquel no cruzaron palabra pero al menos no se miraban con cara de odio. Tras tomar unas tapas por la zona centro nos fuimos a descansar un poco antes de cambiarnos. A las cinco y media ya estábamos todos arreglados para ir a la boda. Nos montamos en un autobús que pusieron los novios y a las seis y cuarto estábamos esperando el comienzo de la boda, saludando a Alberto y su familia, pendientes de la llegada de Celia. La boda estaba prevista para las seis y media en una pequeña iglesia, casi una ermita, del centro de Sevilla. Cuando llego Celia ya estábamos todos sentados y pendientes de la ceremonia. Fue bastante corta y amenizada por un coro rociero. Bastante bueno, la verdad. Tras la boda felicitamos a los novios y Marga, Mike, Raquel, María y yo fuimos a firmar pues éramos testigos. En los tres últimos años habíamos forjado una muy buena amistad. Tras el momento arroz y pétalos de rosa nos fuimos en el autobús al cortijo en el que se celebraría la boda. Era una finca, como en la que nosotros celebramos la nuestra pero al estar en Sevilla lo llamaban cortijo. Pusieron mientras llegaban los novios unos aperitivos que todo el mundo dijo que estaban muy bien. Yo lo obvie y centré mi interés en dos cosas, el jamón ibérico y el tandem Raquel y Rocío. Puedo decir que me sentí orgulloso de ambas. Estaba enfadado con Raquel pero al menos hicieron un pequeño teatrillo todo la noche de tal manera que solo parecía raro si te fijabas mucho en ellas. Y ellas no eran las protagonistas. La comida fue genial, con toques autóctonos y bastante creativa. La música empezó pasadas las doce de la noche y yo dediqué un buen rato a Rocío. Sabía que lo estaba pasando mal. Para ella Raquel era, tras Laura, su mejor amiga y no podía entender que pasaba. Y lo peor es que yo no podía ayudarla. A las cuatro de la mañana, en uno de los primeros autobuses, nos volvimos todos pues entre los embarazos y los niños no estábamos para muchos trotes.

El domingo no hicimos nada en grupo. A las tres estábamos haciendo checkout, conseguimos que nos dejaran hacerlo algo mas tarde, y a las cuatro en el AVE de vuelta. Ya eran las ocho de la tarde cuando llegamos a casa. Rocío se sentó en el sofá y se echó a llorar. Y a mi me destrozó. Verla así me hacía desgraciado. No paraba de preguntar que había hecho mal. Y nada que yo dijera podía consolarla. Tras hora y media llorando. Ya casi a las diez de la noche, pareció calmarse. Cenamos y vimos una película en el salón abrazados. Cuando esta acabó se levantó y se fue hacia la habitación. Al llegar a la puerta del salón se dio la vuelta.

– Ven a hacerme el amor – dijo – Necesito sentirme querida

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