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Mi historia (78: Junio 2007)

en Grandes Series

Nota del Autor

Ocho años de silencio, ocho años buscando inspiración. Ocho años en los que no se si queda uno solo de los lectores de entonces. Nunca parado, escribiendo un poco de esta serie, pero sin ser capaz de coger el ritmo y empezando otras dos series. Leyendo autores que estos años han cautivado mi interés como Shadow, el desaparecido Cartuz o Valenciano. Todos ellos maestros en la creación de obras largas. De todos ellos he aprendido mucho. He aprendido que esta serie merece continuar y espero haber entendido el cómo. Iré aplicando parte de lo aprendido a lo largo de los episodios. Podéis esperar más drama, más personajes y más sexo, no siempre narrado con detalle, pero antes “el pobre Carlos” apenas follaba cuatro veces al mes. Aunque a veces lo que ocurra es que se pierda, aún más, la credibilidad. A lo largo de los próximos años habrá cambios que nadie espera. Espero que os guste, la espera no puede merecer la pena, pero espero que sea medio aceptable.

 

01. Semana del 4 al 10 de Junio

El lunes Marga hacía veinte semanas de embarazo y me fui a comer con ella. Siempre con un ojo en mi teléfono pasé un rato romántico con ella. Fuimos a un restaurante apartado, en Alcalá de Henares, donde pudimos hablar, agarrarnos de la mano y darnos algún beso sin preocuparnos de que pudieran vernos. Con Marga estaba empezando a tener la relación que ya tenía con Raquel y María, pero por alguna extraña razón me sentía atraído hacia Marga. Era muy guapa y la más joven de las tres, pero no era eso. El que a Mike le excitara podía poner un punto de interés a la relación, pero tampoco era eso. Era simplemente que el haberla dejado de lado durante unos años me hacía querer darla un poco más y disfrutar mis ratos con ella. Disfrutaba el juego de tenerla como novia. A la comida no la dedicamos más de dos horas y volvimos a la oficina hacia las cuatro para currar. Mi esposa me esperaba a las seis y pasamos un buen rato juntos.

 

El martes fue un día de lo más normalito.

 

Tras trabajar el miércoles todo el día quedé con mi esposa en el ginecólogo para la revisión de esa semana. Ese día cumplía Rocío treinta y nueve semanas de embarazo. Todas las semanas hasta el parto iríamos a revisión los miércoles. El doctor nos dijo que el niño estaba listo pero que aún parecía hacerse el remolón. Si el miércoles siguiente no había dado a luz se lo provocarían ese mismo viernes. El doctor le prohibió a Rocío viajar a Toledo a la boda, ese sábado, de Marta, prima de Rocío. Al salir del médico y en el taxi llamó a su prima y se lo contó. A ambas les sentó un poco mal, pero en el fondo suponían que iba a ser así.

 

El jueves quise volver pronto a casa y por ello me quedé a comer en mi despacho. A mitad de mi ensalada entró María. Llevaba una falda gris que no ocultaba su embarazo, ya de veintitrés semanas, y llegaba has unos pocos centímetros por encima de la rodilla. Completaba su atuendo una camisa a rayas grises y unos zapatos de poco tacón marrones. El tacón tendría unos tres o cuatro centímetros y no era muy fino. Cerró la puerta con cerrojo y desde ella me sonrió. Empezó lentamente a desabrocharse su camisa y cada botón que desabrochaba servía para que se acariciara cuerpo y pechos con su mano derecha. Estos ya estaban claramente hinchados por el embarazo. Mientras llevaba su mano izquierda a la parte superior de su falda y empezaba a meter este bajo la falda. Yo la sonreí y desabroché mi pantalón. Me lo abrí bien y saqué mi polla para empezar a hacerme una paja mientras ella ya acariciaba sus pechos sobre su sujetador y se tocaba el coño, supongo que sobre su braga. Tras un rato cambio de manos llevando la derecha al coño y la izquierda a su teta del mismo lado. No nos decíamos nada, pero tampoco apartábamos la vista del otro ni un segundo. Ella se sacó las tetas de su sujetador y se acercó a mi lentamente y sonriente. Yo no dejé de pajearme ni un segundo mientras venía hacia mí. Ella llegó hasta mí y se sentó en mi regazo mientras yo seguía acariciando mi polla.

–        ¿Como está mi hombre? - dijo

–        Ahora muy bien – dije – Estaba demasiado metido en unos números y necesitaba romper la monotonía. ¿Como está la mujer más dulce del mundo?

–        Echando de menos a su hombre y sacrificando la comida por comerle a el.

Yo la sonreí mientras no dejaba de tocarme la polla. Tras unos segundos así ella apartó mi mano y llevó su mano a mi polla para ser ella la que me la acariciara. Tras un rato acariciándome la polla acerqué mi boca a sus tetas y jugué con mi lengua sobre estas. Las chupaba y besaba alternativamente hasta que, tras unos minutos, ella levantó mi cabeza y unimos nuestras bocas en un beso repleto de pasión. Yo acariciaba su espalda con una mano y su pierna izquierda con mi mano derecha mientras ella acariciaba mi cuello. Nuestro beso era cada vez de mayor pasión y solo a ratos lo rompíamos un segundo para que yo besara una de sus tetas. Tras un rato ella empezó a moverse para que su entrepierna se rozara sobre mis piernas. Terminé de quitarla la camisa que no molestaba, pero si estaba un poco en medio y volví a besar sus tetas mientras ella se sentaba sobre una de mis piernas, para moverse sobre esta acariciando a lo bestia su coñito con mi muslo, y agarraba mi polla con la mano. Así estuvimos un rato que a ambos nos calentó bastante pues no parábamos de gemir. Tras un rato, y ya caliente a más no poder, subí a María a la mesa, tras remangar su falda alrededor de su cintura, y empecé a chupar su coñito apartando su braga. Tras comerla el coño durante un rato la quité la braga y, tras tirarla lejos de la mesa, me puse de pie y junté mi polla a su coño para perforarla. Ella gemía, pero ahogaba sus gemidos con el brazo a lo vez que lo hacía yo con su barriguita. El calentón de ella con los frotamientos y el mío con la paja era ya muy alto y no tardamos en corrernos, casi a la vez. Tras calmarnos un poco nos besamos con pasión y nos vestimos. Ella se sentó junto a mí y empezó a compartir la ensalada conmigo. Hablamos algo de trabajo y tras un rato se fue, no sin antes besarnos durante un rato. El resto del día fue bastante normal. Trabajo hasta las siete y luego un ratito con mi hija y mi embarazadísima esposa.

 

El viernes tuvimos una muy grata sorpresa en la oficina pues vino Ana a la reunión mensual. Era su segunda reunión mensual tras el parto, pero su primera reunión como accionista de la empresa. Dejó en manos del director financiero para España la presentación y durante la discusión de los números, ya sin el director financiero presente, se mantuvo callada. Como solía hacerlo cuando asistía como directora financiera del holding.

–        Di algo mujer – le dijo Raquel riendo – Que ya eres accionista.

Mi padre rio con ella.

–        Deja a la pobre chica – dijo Mike – Esta recién llegada del embarazo y en su primera reunión como accionista.

–        Vamos – dije – Será que no tiene confianza con nosotros.

Todos rieron. El ambiente era muy bueno y, con el verano a punto de entrar, se tomaron pocas decisiones. Marco nos informó de cómo iban las empresas italianas y nos presentó un informe sobre la situación del tipo de empresas que teníamos en Francia, Reino Unido y Alemania. Nuestra intención era seguir expandiéndonos y esos parecían los países más apropiados. Tras la reunión nos fuimos todos a ver la nueva zapatería que abríamos ese día acompañados de Esther y su marido Ángel. Era nuestra séptima tienda y con ella nos íbamos a posicionar como la cadena de tiendas de zapatos de lujo con más tiendas en Madrid, aunque en facturación había una cadena que aún nos sacaba algo de ventaja. Nuestras tiendas no eran muy grandes, pero si eran bastante rentables. Tras ver la tienda y charlar con los trabajadores nos fuimos a comer todos los socios, Esther y Ángel. A la comida se unió mi madre y fue muy agradable, pero en medio de los cafés me fui a casa para pasar la tarde con mi esposa e hija.

 

El sábado hablamos por teléfono con la prima de Rocío que se casaba. A parte de eso pasamos casi todo el día en el patio. Mi esposa descansando y mi hija corriendo y jugando. Descubrí que había sido una gran idea comprar la casa con jardín. Desde luego mi hija lo disfrutaba como una loca. Habíamos puesto una valla alrededor de la piscina para evitar accidentes y ella podía, así, correr con libertad por el patio jugando con sus juguetes mientras, su madre y yo, leíamos y la echábamos un ojo desde una tumbona. Esa noche mi esposa me dijo que notaba al niño más activo y me dijo que al miércoles no llegaba.

 

El domingo el día era parecido hasta que a las ocho de la tarde llegaron Diana y Pablo con Marta y su marido, de solo un día, Jorge. Rocío se puso muy contenta de verla.

–        ¡Que ilusión! - dijo Rocío abrazándola

–        Mañana salimos para el crucero al que vamos en nuestra luna de miel y vamos a dormir en casa de tu hermana – dijo Marta – Me hubiera gustado que estuvieras en la boda, pero ya veo que es imposible.

Y tras decirlo acarició la barriga de Rocío. Todos reímos y mientras ellos charlaban Pablo y yo nos fuimos a comprar algo para cenar. Al volver de comprar vi como Marta estaba dando la cena a mi hija.

–        ¿Ya estas practicando? - dije

Todos rieron. Tras dar de cenar a mi hija lo hicimos nosotros y a las once se fueron a casa y nosotros a descansar.

 

 

02. Semana del 11 al 17 de Junio

El lunes estaba en el trabajo, reunido con Alberto, cuando me llamó Elizabeth. No eran más de las diez de la mañana.

–        Hola – dijo – Voy con Rocío de camino al hospital. Esta mañana tras ducharse ha empezado a tener contracciones.

–        ¿Habéis llamado al ginecólogo? - dije

–        Lo está haciendo Teresa – dijo – Solo ven

Dejé a Alberto tirado y me fui al hospital. Al llegar Elizabeth me llevó a admisiones pues, aunque Rocío ya estaba en el paritorio tenía que hacer algo de papeleo. Tras terminar el proceso de admisión me metí en el paritorio, pero antes, le di mi móvil a Elizabeth para que llamara mis padres, a Diana y a los padres de Rocío. En el paritorio el ginecólogo estaba ya casi listo para tomar las riendas pues un ginecólogo de urgencias tuvo que empezar. Al verme me sonrió.

–        Tu mujer casi no nos espera – dijo – El otro parto fue rápido, pero este es una locura. Si llegamos media hora más tarde está Rocío con el niño en los brazos

Y efectivamente en nada, menos de media hora, Rocío había dado a luz y el ginecólogo la evaluaba. Al salir le dije a Elizabeth que todo fue genial. Esta esperó conmigo en la habitación hasta la llegada de Rocío a la habitación. Una vez llegó la dio un beso y se fue a por mi hija a la guardería. No tardaron en llegar mis padres y Diana que charlaron con nosotros mientras subían al niño. Media hora después llegaron dos enfermeras que nos entregaron al niño y el ginecólogo con un pediatra para contarnos que todo había ido relativamente bien. El niño estaba en peso y estatura normal, pero tenía algo bajos ciertos niveles del análisis de sangre. Con el paso del tiempo no recuerdo si eran los glóbulos blancos o los rojos, pero en ese momento, a pesar de que no era nada, me agobiaba mucho. A las dos llegaron Raquel, Marga y María para ver a su amiga y casi al mismo tiempo Elizabeth con mi hija a la que ya había dado de comer. Ver a mi hija abrazar a su madre y luego dar un beso a su hermanito fue, para mi, lo más increíble de ese día. Mis socias, amantes y amigas de Rocío, estuvieron durante una hora y se fueron. Poco después de irse llegaron los padres de Rocío. Era un no parar. Mis padres se fueron en ese momento para que no estuviéramos muy agobiados. Rocío estaba algo cansada pero menos que en el anterior parto que fue durante la noche. Al menos la noche anterior la había pasado durmiendo plácidamente. Hacia las seis de la tarde llegó María con sus hijas y con Patricia. Estuve viendo con todas a mi hijo y Patricia tuvo casi todo el rato a mi hija en brazos.

–        Mis padres vendrán mañana – dijo Patricia – Pero me dijo Elena que ella iba a venir hoy y me he apuntado. Espero que no os moleste, pero yo no puedo venir otro día pues mañana empiezo la selectividad.

–        ¿Molestarnos? - dije – Estamos encantados. ¿Pero no deberías estar estudiando?

–        Lo llevo muy bien – dijo – Y hoy tenía pensado no estudiar.

Rocío estaba escuchando.

–        ¿Mañana tienes la selectividad? No tenías que haber venido. Si te sale mal me voy a sentir mal.

Con mi hija en brazos se acercó a mi esposa y la dio un beso en la mejilla.

–        Si lo hago mal es que estos días atrás no he estudiado lo suficiente. Hoy es un día para relajarme y esto me viene bien.

Rocío sonrió y a mí me sorprendió algo su madurez. Aunque no mucho pues era una chica que siempre me había parecido bastante madura para su edad. Hacia las siete llegó Teresa y tras vernos se fue con Elizabeth. El flujo de gente no paró y cuando llegaron Antonio y Laura con su hija se fueron María y las niñas. Esa noche, tras salir a cenar con Pablo, mis padres y los padres de Rocío, me quedé con mi esposa mientras mi hija se quedaba esa noche con su tía Diana. La noche fue bien pues se llevaron al niño para tenerlo en observación. A Rocío le molestaba algo un punto, pero no le impidió dormir. Aun no lo he dicho, el niño se iba a llamar, y se llama, Mario.

 

El martes me desperté en el hospital y estuve con mi esposa, tranquilamente hasta que llegaron los padres de Rocío y mi madre poco antes de las diez. En ese momento me fui, primero a mi casa para ducharme y luego a casa de Cristina. Era raro ir a encontrarme con una de mis amantes tras dar a luz mi esposa, pero era su cumpleaños e íbamos a hacer el amor. Por suerte su asistenta solo iba lunes, miércoles y viernes y no teníamos que hacer nada raro. Al llegar ella me hizo entrar y me beso. Cuando conocí a Cristina era una mujer muy recatada a la hora de vestir. Dentro de la tendencia pija era de lo más conservadora. Por contra mi mujer siempre mostraba sus armas de mujer. Cristina a veces era tan conservadora que casi ocultaba parte de su belleza. Con el tiempo había conseguido que vistiera algo más provocativa dentro de la elegancia. Y ese día era un ejemplo perfecto. Llevaba un vestido negro, que llegaba hasta más de palmo por encima de su rodilla, y unas bailarinas negras. Un vestido que no marcaba sus curvas, pero enseñaba pierna. Un año antes este hubiera llegado casi hasta la rodilla. Al terminar el beso decidí jugar un poco con ella.

–        Estarías más guapa con unos buenos tacones.

Ella me sonrió y se fue hacia su habitación. Cuando entró en ella fui hacia allá. Al entrar en su habitación la vi calzándose unos zapatos de altísimo y fino tacón. Me acerqué y me arrodillé junto a ella. Ya tenía ambos zapatos puestos y fui subiendo por estos, desde la punta hasta el tobillo y desde estos hacia su vestido acariciando sus piernas. Ella se reía y mientras yo, lentamente, seguía subiendo mis manos hacia su tesoro. Cuando llegué al borde del vestido paré y la acaricié un poco. Ella me sonrió y yo la hice recostarse en la cama. Con ella ya tumbada abrí sus piernas y me metí entre ellas. Me encontré con un tanga mínimo que apenas cubría su coñito. La besé sobre este y llevé mis manos hasta el para retirarlo. Una vez conseguí sacarlo de sus tacones lo tiré lejos de la cama y me subí sobre ella para besarla. Estando sobre ella pude disfrutar el beso mientras acariciaba el segundo cuerpo más espectacular que había tenido nunca en mis manos. Era la única de mis chicas cuya belleza se acercaba a la de mi esposa. Aunque no tenía la personalidad de mi esposa, esa que me enamoró, Cristina era uno de los mejores polvos que uno pudiera echar. Tras un rato besándonos quedamos de costado sobre la cama y ella empezó a desabrochar mi pantalón. Rápidamente tuve mi pantalón desabrochado y este bajado hasta justo debajo del culo. En ese momento Cristina se tumbó y me echó sobre ella. Mientras la besaba agarré mi polla, en ese momento ya muy erecta, y la acerqué a su coño. Lentamente empecé a penetrarla y ella gimió con mis embestidas. Estuve follándola en su cama, sin descanso, durante más de quince minutos. Tras ese rato ella se corrió y el masaje de su coño en mi polla hizo que yo me corriera con ella.

–        Ha sido maravilloso – dijo tras un rato en el que cogimos algo de aire.

–        Feliz cumpleaños – dije

Ella se echó a reír.

–        Me ha encantado tu regalo – dijo – Felicidades por ser padre de nuevo. Si ha salido como el padre tendré que apartarlo de mi hija

Ambos nos echamos a reír. Estuvimos un rato besándonos y, tras ducharnos juntos, me acompañó a la puerta donde nos despedimos con un beso tremendamente apasionado. Tras salir de su casa me fui al hospital de vuelta donde llegué hacia la una. Tras un rato llegó mi padre y me fui con él y mi suegro a comer. Cuando volvimos mi madre y suegra se fueron a comer con Diana que había llegado mientras comíamos. Esa tarde llegaron mis socios Mike y Alberto solos, sin sus mujeres, para ver a mi esposa. Más tarde llegaron Marco y su esposa Natalia con Fran y Laura, sus dos hijos pequeños. Patricia se quedó en casa descansando tras el primer día de selectividad y Paola seguía en Italia. También vino Ana con marido e hija y Elizabeth con la mía por la tarde. Con todas las visitas a las nueve y media ya estábamos solos y mi hija de nuevo con su tía Diana.

 

El miércoles vino Diana a primera hora para relevarme y yo me fui a casa a ducharme. Tras ducharme me fui al registro civil donde me esperaba mi secretaria Pilar y con ella empecé todos los papeleos necesarios. Para mí era un horror y tenía la suerte de tener la ayuda de Pilar que tenía todo perfectamente organizado y preparado. A las dos habíamos terminado y la invité a comer. Tras comer juntos vino al hospital y así conoció a mi hijo y pudo ver a mi esposa. Pilar y mi esposa tenían una relación muy buena. Era importante que se llevaran bien. Esa tarde volvieron Marga, María y Raquel y estuvieron con Rocío charlando toda la tarde. También pasaron Javier, mi socio en la empresa de abogados, y su esposa. Cuando se fueron Rocío y yo nos dispusimos a pasar nuestra última noche en el hospital.

 

Tras despertarnos el jueves y pasar el niño y mi esposa varios exámenes médicos llegó mi madre para ayudarnos en el traslado a nuestra casa del niño. Ella acompañaba a mi esposa mientras yo me encargué del papeleo. Una vez todo estuvo listo montamos a mi hijo en mi coche y mi esposa y yo nos fuimos a casa seguidos por mi madre en su Mini. Una vez en casa nos esperaban Elizabeth y Teresa. Tras dejar al pequeño durmiendo en la cuna de nuestra habitación nos fuimos todos al salón donde Teresa sirvió la comida pues ya eran las dos y ella y Elizabeth se sentaron a la mesa con mi esposa, mi madre y yo.

–        No debías haber venido tan pronto – le dije a Elizabeth – Tu jornada empieza al recoger a mi hija de la guardería.

–        Mi jornada es flexible – dijo – Me pagáis demasiado como para trabajar de las cuatro a las nueve de la noche. En ciertos momentos tengo que trabajar más y no necesito que me digáis cuando. Lo se solita.

–        Vaya – dije – Tiene carácter

Mi madre me dio un golpe en el brazo.

–        No seas tonto – dijo – No sabes lo que es tener alguien como Elizabeth o Teresa. Para vosotros son casi familia. Porque las pagáis, pero ellas se preocupan por su trabajo como si fueran familia y no empleadas.

–        Ella sabe que la aprecio mucho – dije sonriendo a Elizabeth – Sin ella estaríamos perdidos.

Elizabeth se puso roja.

–        ¿Podemos hablar de otra persona? - dijo

Todos reímos y cambiamos la conversación. Tras la comida mi esposa fue a la habitación para dar el pecho a mi hijo y yo ayudé a Teresa a preparar el café que disfrutamos en el patio una vez Rocío estuvo de vuelta. Eli se fue a las cuatro menos cuarto a por mi hija y cuando llegó con ella lo primero que quiso hacer Sandra fue ver a su hermanito. Y a mí se cayó la baba. Esa tarde recibimos la visita sorpresa de Patricia que vino muy elegante a ver a mi hijo. Llevaba un pantalón vaquero ajustado, unos zapatos de tacón y una blusa blanca con una americana de pana marrón clara. Patricia, sin tener cuerpo de supermodelo, era bastante guapa. Estaba lejos de ser delgada, como sus hermanas mayor y pequeña que eran muy delgadas, pero tampoco era gorda. Su cara era casi angelical y su pelo dorado la daban un toque de belleza muy interesante. Mi madre le había abierto la puerta y mi esposa y yo la vimos al salir al jardín.

–        No hacía falta que te pusieras tan guapa para venir a vernos – dije sonriendo

Ella se puso roja como un tomate y yo reí mientras mi esposa me daba un golpecito.

–        Es verdad que estás muy guapa – dijo Rocío - ¿Y eso?

–        Tengo cena de final de selectividad con algunos compañeros – dijo – Pero antes quería ver a Mario. Y a Rocío.

Yo me levanté para ir a la cocina.

–        Pues hoy ligas seguro – dije dándola un beso en la mejilla - ¿Qué quieres beber?

–        Una Coca-Cola – dijo sonrojada.

Se quedó un rato con nosotros y cuando acostamos a mi hija ella se fue a cenar y mi madre a su casa pues había pasado todo el día con nosotros. Nosotros nos quedamos un rato en el jardín charlando antes de irnos a descansar a la cama. Ese primer verano en nuestra nueva casa descubrimos que tener un buen jardín en el centro de Madrid era un lujo al alcance de muy pocos.

 

El viernes Marco vino a casa un momento por la mañana pues mi esposa y yo teníamos un regalo para su hija mayor, Paola, cuyo cumpleaños era ese mismo día. Viajaba toda la familia a Milán para pasarlo con ella y nosotros le dimos un par de zapatos muy elegantes, pero a la vez juveniles como regalo. Un rato después de salir su padre de nuestra casa la llamamos a Italia y la felicitamos. Puesto que ese año estuvo en Italia era la hija con la que menos contacto habíamos tenido, pero aun así queríamos que se sintiera integrada cuando, a partir de ese verano, se viniera a vivir a Madrid. Pasamos el resto del día en casa recibiendo, por la tarde, la visita de Antonio y Laura con su hija. Laura estaba casi de siete meses y se la veía radiante. Charlamos de nuestros hijos mientras mi pequeño dormía y nuestras hijas jugaban en el patio. A las nueve y media se fueron y nosotros esperamos a acostarnos a las doce, hora en que Rocío tenía que dar una nueva toma de pecho. Esos días eran muy cansados despertándonos cada tres horas para que Rocío diera el pecho a nuestro hijo.

 

Todo el día el sábado lo pasamos con la familia de Rocío, con sus padres, sus hermanos y familia, y con la familia de Toledo que vino a casa para conocer a Mario. Mi hija estuvo encantada de tener tanta gente alrededor y poder estar con sus primos. Entre todos hicimos la comida, pasamos un rato con mi esposa e hicimos que ella no tuviera que hacer otra cosa que descansar y dar de comer a mi hijo. Los últimos en irse fueron Pablo y Diana que estaban ya a nada de su boda y mi esposa y su hermana estuvieron viendo unos detalles de esta. No se iban a gastar la pasta que nos gastamos nosotros, pero no iba a ser barata. Menos mal que Pablo tenía un buen sueldo en su trabajo y a Diana, por lo poco que soltaban ella y mi madre, le iba muy bien en su empresa. Cuando se fueron mi esposa y yo nos fuimos a la cama para pasar una nueva noche más a base de siestas.

 

A mediodía el domingo dejé a mi esposa en casa con mi hija e hijo para ir a Mallorca a por la comida que habíamos encargado, sobre todo a base de picoteo. Ese día vendrían todos mis socios a comer a casa con sus familias para celebrar el nacimiento de mi hijo. Cuando llegué estaban María y su familia en casa. Las hijas de María estaban bañándose en la piscina mientras mi hija chapoteaba, vigilada por Elena, en una zona que teníamos en la piscina para ella que apenas cubría unos diez o doce centímetros. No tardaron en llegar Marga y Mike con su hijo Miguel y Alberto y Celia. Los últimos en llegar fueron Ana y su familia, Raquel y la suya y mis padres que casi llegaron a la vez. Todos disfrutaban de la piscina y María, Raquel, Marga y yo fuimos a preparar un poco lo que había traído. Al llegar a la cocina Raquel se quedó en la puerta y Marga y María se pegaron a mí.

–        Hola papá – dijo María

Tenía a cada una a un lado con sus barriguitas de veinte y veinticinco semanas. Ambas empezaron a acariciarme la polla. Mientras lo hacían me sentaron en una silla y María se sentó encima mío mirando hacia mí. Se empezó a mover sobre mi erecta polla mientras me comía la oreja.

–        Te quiero amor – dijo a mi oído – La siguiente en estar como tu esposa seré yo y me gustaría que pudieras estar a mi lado cuidando de nuestro hijo. Pero estará la segunda mejor opción que es mi marido.

–        No deberías pensar así – dije – Este hijo es tuyo y de tu marido. Y tuyo – dijo – como Elisa.

Me miró con una cara tristona medio cómica.

–        Lo voy a querer igual que a Elisa – dije – E igual que a Marta y Elena.

María me sonrió y me besó dejando sitio a Marga que tomó su puesto y me beso con pasión. También se balanceo sobre mi polla y jugó con mi oreja.

–        Yo no tengo el problema de María – dijo Marga sonriendo – Eres mi novio y mi marido entiende que tengo que tener hijos contigo.

Oí como Raquel reía desde la puerta y la miré bajando ella la vista.

–        Tu marido y tu estáis como putas cabras – dije a Marga – No voy a negar que me encanta follar contigo y que te quiero con locura como a estas. Tampoco voy a negar que me gusta ser el padre de un hijo tuyo como lo soy de hijos de ellas. Pero espero que sepáis lo que hacéis. No quiero perder mi amistad con vosotros por unos polvos.

–        Tranquilo – dijo – No te hubiera follado la primera vez si no fuera porque Mike quería. Ahora te amo, pero cuando follé contigo por primera vez era un juego y estaba muy hablado. De nuestra relación hablo con Mike cada vez que follamos y desde lo nuestro es mucho más a menudo.

De repente Raquel tosió y se metió en la cocina. Como un resorte Marga se levantó de mi regazo y se puso con María a preparar varias cosas. Yo aun sentado cruce las piernas y en esos momentos entró Celia.

–        ¿Necesitáis ayuda? - dijo

–        No viene mal – dijo Raquel - ¿Sacas cervezas de la nevera y las llevas en una bandeja fuera?

En ese momento todo se calmó y la fiesta siguió con normalidad. Se fueron todos pronto y mi esposa y yo pudimos disfrutar de un ratito juntos tras acostar a la pequeña. Esa noche dormí en una de las habitaciones de invitados. Como lo haría durante unas semanas mientras mi esposa tuviera que levantarse a dar el pecho y yo ir a trabajar.

 

 

03. Semana del 18 al 24 de Junio

El lunes, una semana después del nacimiento volví a la oficina. Allí recibí felicitaciones de trabajadores cercanos y directivos y empecé a hacerme a la idea de pasar el día alejado de mi esposa e hijos. Tras una semana con ellos se hacía duro. Llamé a Rocío tres veces durante el día y pronto me fui para casa llegando a ella a las seis de la tarde. Sinceramente, mi hijo, como todos los de esa edad, no es que fuera el alma de la fiesta. Dormía, mamaba el pecho de mi esposa y poco más, pero me podía pasar todo el tiempo del mundo mirándole abrazado a mi esposa. Solo despegaba mis ojos de mi hijo para mirar a mi hija jugar. Ya con la niña duchada y en la cama Rocío y yo cenamos y vimos una película abrazados entre una toma de pecho y otra.

 

No pude volver el martes tan pronto a la oficina puesto que tenía la reunión de la empresa de transportes en la que era socio. Allí mis socios me felicitaron por el nacimiento de mi hijo. La reunión se alargó hasta las ocho y media de la noche. Estuvimos viendo como había ido la empresa el año anterior y las mejoras previstas para ese año. Yo era el único de los presentes que no formaba parte de la empresa y básicamente me contaban decisiones que iban a tomar de manera informativa. Yo cuando podía opinaba, pero normalmente, en esa empresa les dejaba hacer lo que ellos quisieran. Al final de la reunión se acordó un reparto del 10% de los beneficios en dividendos. Fueron unos ocho millones de euros en beneficios. Al llegar a casa mi hija ya dormía y mi hijo mamaba la teta de su madre. Yo la besé y preparé la cena mientras le comentaba lo acontecido. Esa noche me acosté con mi esposa, pero tras el primer sonido del despertador para que diera el pecho a mi hijo volví a la habitación de invitados a descansar.

 

Todo el miércoles estuve trabajando intensamente en el despacho pues quería volver pronto a casa a jugar con mi hija y estar con mi hijo. A la hora de comer me quedé en el despacho y poco después de decirme Pilar que se iba a comer entró Raquel.

–        ¿Qué haces aquí? - dije

–        Estaba en una reunión con Alberto y ahora que me iba he visto que Pilar se despedía de ti.

Raquel se puso frente a mi mesa y mirándome a los ojos se bajó primero la falda que llevaba ese día y luego la braguita para acabar mostrándome su raja. De pie, frente a mi mesa empezó a acariciar su coñito y a jugar con un dedo a lo largo de sus labios vaginales y su clítoris. Llevaba su mano a la boca y de ahí al coño de nuevo. Tras un rato se sentó en una silla y abrió las piernas para que yo viera bien como jugaba con sus labios vaginales. Tras un rato mirando desde mi silla del despacho me acerqué a ella y rodeé la mesa para ponerme de rodillas junto a ella y jugar con mis dedos en sus labios vaginales. Ella empezó a gemir cuando empecé a penetrarla con un par de dedos como si fuera mi polla. Se excitó rápidamente y se volvía loca con ello. De verdad estaba excitada pues apenas estaba masturbándola. Tras un rato así ella se incorporó un poco y me bajó pantalones y calzoncillos para chuparme la polla con dulzura. Estuvo un rato mamando, tanto metiéndosela todo en el interior de su boca como lamiéndola como si fuera una piruleta. Lo hacía con tanta maestría que yo no paraba de gemir. La cogí en brazos y la subí a mi mesa donde la puse de rodillas. Yo de pie junto a ella pasé a besarla mientras con mi mano penetraba su coñito y la ponía muy cachonda. Lo notaba en el beso que era cada vez más caliente.

–        Necesito que me folles – dijo

Yo la tumbé con suavidad sobre mi mesa dejando su coñito junto al borde de esta y, aun de pie, llevé mi polla a su coño para empezar a penetrarla. Cuando mi polla estuvo hasta el fondo por primera vez ella gimió con un grito enorme.

–        Te quiero – dijo sonriéndome – Espero que estés listo para seguir follándome pues, aunque tengas muchas chicas yo no voy a renunciar a mi trozo de la tarta.

Yo no podía hablar. Estaba concentrado en aumentar su placer con mi follada. Debía estar consiguiéndolo pues ella gemía mucho. Intentando no hacer mucho ruido, podía haber alguien en la oficina, me eché sobre ella y la besé durante unos segundos. Pero siempre sin dejar de penetrarla.

–        Te quiero amor – dijo Raquel

–        Y yo a ti – dije

Seguí un buen rato más penetrándola hasta que ella se corrió con locura. Por suerte pude ahogar sus gritos rápidamente. Su coño masajeó mi polla e hizo que yo me corriera en su interior. Sin sacarla de su interior la hice ponerse de pie y nos besamos. Tras el beso se puso la falda sin el tanga y se fue a asear. Al llegar a la puerta se dio la vuelta.

–        Me encanta follar contigo – dijo

–        Y a mi contigo – dije

Tras una tarde de mucho curro me fui a casa a pasar la tarde con mi familia a eso de las seis y cuarto.

 

El jueves el día fue normal solo que mi socio en la empresa de abogados que fundó mi padre, Javier, me invitó a comer.

–        Nos ha llegado una oferta por doce millones de euros. ¿Qué hacemos?

–        Dijimos que a ese precio no vendíamos – dije yo

–        Pero a ti te vendría bien para quitarte tus deudas con el banco y recapitalizarte – dijo

–        Cuando necesite vender te lo diré – dije – Por ahora puedo aguantar. Si puedes no digas que no, negocia.

–        Eso haré

Pasamos el resto de la comida charlando como amigos y la tarde la pasé en el despacho. Otra noche la pasé con mi esposa e hijos. Disfrutaba esos momentos enormemente.

 

El viernes empezó un largo fin de semana. Tras trabajar pasé un rato con mi esposa e hijos y luego me fui a comprar a El Corte Inglés carne para esos días. Tendríamos barbacoa en casa ambos días. Por la noche mi esposa y yo cenamos tranquilamente con los niños en la cama y tras dar el pecho mi esposa a mi hijo nos fuimos a la cama.

 

El sábado tuvimos en nuestra casa una barbacoa con nuestras familias. Vinieron mis padres y sus familiares más cercanos, así como padres, tíos y primos de Rocío. Los hermanos de Rocío y sus parejas no vinieron pues precisamente ese fin de semana era la despedida de Pablo y Diana. Como es evidente, nosotros no pudimos ir e hicimos esta comida. Era una fiesta familiar de bienvenida a mi hijo. Una fiesta que el domingo fue casi replicada con nuestros amigos. Todo el grupo de mi trabajo, Antonio y Laura y algunas amigas de Rocío. Entre ellas Teresa y Mónica y su pareja. Además, invité a Sofía y Raúl. La situación con Teresa no fue muy tensa. Ya se habían visto muchas veces y ambos ya tenían la vida rehecha. Y creo que Raúl salió ganando, pero cuando lo decía mi esposa se cabreaba. Total, un buen día. Al final el domingo acabamos muy cansados pero muy contentos por tener una gran familia y unos amigos geniales.

 

 

04. Semana del 25 de Junio al 1 de Julio

El lunes estaba reunido con mi padre, Marga, Marco y Alberto viendo cómo iba la expansión de la empresa en Italia y presentándonos nuevos mercados donde podía expandirnos. En todos los países vimos un par de opciones. Comprar una empresa de la que partir y empezar de cero. En medio de la reunión le sonó el teléfono a Marco y pidiéndonos un minuto salió de la sala de reuniones.

–        Perdón – dijo al volver – Era Patricia, que hoy le daban las notas de selectividad.

–        ¿Y qué tal? - dije

–        Un 8,8 en el examen y se queda su media en 9,3

–        Joder – dije – Que cerebrito.

Todos rieron

–        Mira quien fue a hablar – dijo mi padre.

–        Yo saqué un 8 en el examen y la media fue de apenas 8,5. Ella ha conseguido eso viniendo de otro país a mitad de curso y ha sido capaz de adaptarse de manera sobresaliente. Ni punto de comparación.

–        La diré lo que has dicho, pero no sé si a una chica de dieciocho años lo que más le gusta es que la llamen un cerebrito.

Yo reí.

–        Tranquilo que luego la llamamos mi esposa y yo.

El resto del día fue normal. Al llegar a casa estaba mi esposa en la piscina con Elizabeth, mi hija y Patricia.

–        ¡Vaya! - dije – El cerebrito está aquí.

Patricia se rio y yo me acerqué para darla un par de besos.

–        Ya me ha dicho mi padre que me llamas eso – dijo – Tu esposa me ha invitado a cenar.

–        No necesitas invitación – dije – Puedes venir cuando quieras

Ella me sonrió y me dio las gracias. Tras ello se dio la vuelta y con su bikini se fue a la parte de la piscina que no cubría y se puso a jugar con mi hija. Yo me senté junto a mi esposa y miré a Patricia jugar con mi hija.

–        Es un encanto – dijo mi esposa – Es mitad hija de amigos, mitad amiga mía.

Yo asentí y tras un rato charlando con mi esposa me puse a hacer largos en la piscina. Esa noche mi esposa y yo tuvimos sexo anal una vez se fueron todos nuestros invitados.

 

De martes a viernes el trabajo fue intensivo. Acababa junio y empezaban las vacaciones. Así me reuní uno a uno con mis socios para poder cubrirles cuando ellos estuvieran de vacaciones. El viernes acabé revisando los temas de Raquel tras comer. Ambos solos en la oficina pues por la tarde no abríamos los viernes. La reunión acabó en un 69 y nos fuimos cada uno a nuestra casa. Al llegar eran las seis y media y mi esposa y yo cogimos a mi hija e hijo y nos fuimos a El Corte Inglés de Castellana, que estaba a apenas diez minutos de nuestra casa andando. Allí compramos carne en cantidad pues el domingo era mi cumpleaños y ese fin de semana tendríamos dos barbacoas en casa.

 

El sábado mi familia y la de Rocío vinieron a casa y, alrededor de la piscina, jugamos, comimos, bebimos y charlamos.

 

El domingo la situación fue similar, ya el día de mi cumpleaños, pero con nuestros amigos. Eso sí, el domingo la piscina estaba llena de niños de todas las edades. Tras los regalos y una merienda se fueron yendo todos poco a poco y al final quedaron Marga y Mike. Sonriendo Mike se fue con su hijo y Marga se quedó. Mi esposa acostó a mi hija e hijo mientras Marga y yo poníamos unas bebidas. Una copa para mí y mi esposa y un cóctel sin alcohol para Marga. Tras un rato los tres besándonos a tres bandas mientras disfrutábamos de las copas nos fuimos a la cama. Ambas se fueron riendo, de la mano, al baño y me dejaron tirado en la habitación. Yo mientras esperaba me quité los pantalones y el polo que llevaba ese día quedándome en calzoncillos esperándolas. Ambas salieron en ropa interior y, tras sonreírme desde la puerta del baño, se morrearon durante un rato largo. Mi esposa, tras romper el beso, se acercó a mí y me besó.

 

 

Marga se acercó y entre ella y Rocío empezaron a acariciarme los pectorales y yo aproveché para girar un poco la cabeza, ver a mi esposa y besarla.

–        El día de tu cumpleaños es normal que tu mujer te de placer sexual – dijo Rocío mientras yo volvía a besar a Marga – Pero tu novia también debe hacerlo. Nos gusta y los disfrutamos, pero además es nuestra obligación como es la tuya hacerlo el día de nuestros cumpleaños.

Yo besé a mi esposa y llevé mis manos a su entrepierna, pero ella me dio un golpe en la mano.

–        Eso está prohibido que aún no tengo el alta médica tras el parto – dijo Rocío

Yo la miré y la sonreí antes de volver a besarla mientras mi mano buscaba la entrepierna de Marga. Rocío y yo dejamos el beso y ambas me hablaban al oído intentando calentarme. Como si fuera necesario. Miré las tetas de Marga y noté que sus perfectas tetas empezaban a engrandecerse por el embarazo que ya era de, casi, veinticuatro semanas. Marga empezó a besarme el pecho mientras Rocío me agarraba los brazos y me besaba por la espalda. Yo llevé mis manos atrás y acaricié el culo de Rocío que me encontré desnudo. Rocío seguía acariciando mi cuerpo mientras yo magreaba su culo y, cuando quise darme cuenta, Marga ya estaba con mi calzoncillo por el suelo, de rodillas y a punto de meterse mi polla en su boca. Empezó una maravillosa mamada mientras Rocío seguía jugando conmigo y besaba mi espalda y mi oreja. Tras un ratito Rocío se agachó junto a Marga y empezó a ayudarla con la mamada. A ratos una tenía mi polla en su boca y a veces era la otra. En esos momentos la que no saboreaba mi polla comía las tetas a la otra. Solo a ratos ambas ponían, cada una por un lado, su boca en mi polla. Y esos momentos con dos bocas en mi pene eran especiales. Tras un rato Rocío empezó a pajearme y Marga, con gran pasión, agarró a Rocío por la cara y la besó con pasión. Rocío se quitó la ropa interior mientras Marga me mamaba de nuevo la polla y pude comprobar que, tras tres semanas, ya empezaba a intuirse su cuerpo de nuevo. Se cuidaba mucho. Marga en un momento se subió a la cama y Rocío, que se acercó a ella de rodillas, empezó a comerla el coñito. Mientras Rocío comía el coño de Marga yo me acerqué a Marga y la di mi polla para que me la comiera un poco. Tras un rato hice levantar a Rocío y arrodillándome fui yo quien comí el coño de esta mientras ella y Marga se besaban.

–        Te quiero – dijo Marga – Gracias por dejarme a tu marido

–        Eres su novia – dijo Rocío

Ambas se echaron a reír. La risa de Rocío fue interrumpida por sus primeros gemidos. Marga se tumbó en la cama y puso su coño junto a la cabeza de Rocío y esta empezó a chupárselo. Yo me puse en pie y, aprovechando que Rocío ya gemía, la perforé. La follaba con pasión desde atrás, por su culo, mientras Rocío no dejaba ni un segundo de jugar con su lengua en el coño de Marga.

–        No has dicho nada de este agujero – dije

Rocío ponía cara de dolor y es que no fui nada suave, y en cierto modo me arrepiento, pero pensaba que si la intentaba convencer me iba a costar pues estaba Marga para que me la follara. Tras un rato pareció estar más tranquila y se incorporó un poco. Se besaron durante unos minutos. Durante el beso Rocío empezó a mover el culo en círculos y no sé cómo conseguí no correrme. Tras un rato Rocío escaló a la cama y se puso mirando hacia mí con el coño de Rocío en la cara de Marga. Yo acerqué de las piernas a Marga al borde de la cama y empecé a penetrarla con pasión. Mientras Rocío me besaba y Marga chupaba el coño de esta.

–        Córrete en Marga cabrón – dijo Rocío en mi oído – A mí me has dejado rota, te lo hubiera dado otro día, pero hoy con Marga aquí... eres un egoísta

Su voz era mitad pasión mitad reproche.

–        Maravilloso – dijo Marga

–        A mí el cabrón este me ha hecho un poco de daño – dijo Rocío echándome una miradita a medio camino entre la bronca y el deseo.

–        ¿Me perdonas? - dije

Rocío se levantó, cogió de la mano a Marga y se fueron hacia el baño de nuestra habitación. Al llegar se dieron la vuelta.

–        ¿Vienes? – dijo Rocío

No tardé nada en estar con ellas en la ducha. Allí cuidé a mi esposa y nuestros besos, dejando un poco de lado a Marga, fueron suficiente como para acordar la paz. Poco después de salir los tres de la ducha, nos fuimos a la cama donde dormimos los tres abrazados.

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