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Mi historia (60: Diciembre 2005)

en Grandes Series

01. Semana del 5 al 11 de Diciembre

El primer lunes de Diciembre, día cinco, yo estaba de vacaciones en Cuenca. Era ya una tradición ese puente pasarlo allí pues el día seis y ocho eran fiesta en Madrid y, ese último día, el cumpleaños de mi cuñada Diana. Como ese año las fiestas caían en martes y jueves se trabajaba un día si y un día no. Lo que hicimos para premiar a nuestros equipos por la buena labor de las empresas fue dar el miércoles libre a todos, aunque los jefes tuvieran que mirar el email desde casa por si ocurría algo importante, y que la mitad se cogiera el lunes y la otra mitad el viernes. Los socios hicimos lo mismo. Raquel y yo nos cogimos el lunes junto con María. No hicimos nada especial el lunes. Los padres trabajaban y Rocío, Diana, Pablo y yo nos fuimos a dar una vuelta por Cuenca con mi hija y mi sobrino Jorge. Mis cuñados habían pedido a Diana y Rocío un poco de intimidad pues ese día era muy fértil para María Rosa. Lógicamente, las dos hermanas, encantadas con dejarles espacio para eso. Aunque debíamos no comentarles nada a los padres. Mientras estábamos en un bar tomando el aperitivo me llamó Mike, que estaba trabajando, para decirme que se estaban dando un banquete de jamón ibérico con la nueva empresa que distribuíamos. Yo me reí. Cuando llegamos a casa de los padres mis cuñados tenían ya la comida lista. El resto del día fue de lo más normal.

El martes era día de fiesta y con los padres de Rocío fuimos a comer al centro. Pero por lo demás nada especial.

Estaba el miércoles leyendo un libro en el salón de casa de los padres de Rocío cuando me llamó Rodrigo para comentarme que aceptaban reducir a siete millones para empezar a hablar el viernes. Querían cerrar la venta antes de finalizar el año y no iban a buscar otro comprador. Querían venderlo a nosotros. Yo me fui a la habitación que compartía con mi esposa y llamé a todos mis socios. Estuve casi dos horas al teléfono llamando a todos varias veces. Al final llamé yo a Rodrigo para decirles que nosotros subíamos nuestro suelo a cuatro millones. Ahora tocaba negociar entre cuatro y siete millones. Eso hacía que fuera mucho más fácil ya que la horquilla antes era muy grande. La tarde ya fue tranquilita. Esa noche me pegué a Rocío. Sentir su calor era lo que me daba tranquilidad tras un día de negociaciones.

El jueves era fiesta y el día del cumpleaños de Diana. También tocaba volver a Madrid. Así, a mediodía, fuimos a comer a uno de nuestros restaurantes favoritos en Cuenca. Tras la comida nos despedimos de los padres y nos fuimos a Diana los que trabajábamos al día siguiente. María Rosa y Jorge aun se quedarían pues no trabajaban hasta el lunes siguiente. Llegamos a Madrid hacia las ocho y media. Con apenas tiempo para bañar a la niña y meterla en la cama. No tardamos mucho en ir nosotros. Yo estaba cansado de conducir y Rocío tenía al día siguiente un duro día en el banco. La llegada de Laura al consejo no había mejorado las cosas. Mantenían su cuota de poder pero los otros no se daban por satisfechos y tenían un reunión de urgencia.

El viernes tuve una nueva reunión con Rodrigo y Marcos acerca de la compra de la empresa de importación de calzado que ellos tenían. La negociación fue intensa y se centró sobre todo en el precio. Tras casi dos horas quedamos en que sería un buen precio uno que rondara los cinco millones de euros. Eran cinco años de beneficios. Al llegar a la oficina de vuelta contamos a todos los socios como habían quedado el acuerdo en estos momentos. Ahora tocaban negociar otros asuntos. Nosotros no queríamos a los directivos de la antigua empresa pues ya teníamos los nuestros pero ellos en principio querían que nos hiciéramos con cuanta gente pudiéramos. Ese día comí con María. Lo pasé bien hablando con ellas de sus hijas y la mía. María era, y sigue siendo, una de las mujeres más dulces del mundo. Compartir con ella mi vida e incluso tener una hija con ella aunque solo lo supiéramos María, Raquel, Rocío y yo es algo que en el fondo me gustaba, aunque a ratos se me hiciera duro. Tras la comida ella se fue a por sus niñas al cole y yo a por la mía a la guardería. Estuve con Sandra toda la tarde a solas. La cambié, la di de merendar y, cuando se despertó de la siesta, jugué con ella. A las ocho la di su cena y justo cuando se acababa los cereales llegó su madre. Cogió a la niña en brazos y la beso. La niña se alegró de ver a su madre. Estuvimos un poco con la niña antes de acostarla. Una vez se durmió Rocío y yo fuimos al salón.

–    Se avecina la madre de todas las batallas – dijo Rocío

–    ¿Tan grave?

–    Ni te lo imaginas – dijo – Hoy hemos estado de tres a ocho menos cuarto peleando. Espero que no llegue la sangre al río pero ahora ya está claro que tiene que haber vencedores y vencidos.

Yo abracé a mi esposa y la bese. Vimos una película tranquilos y nos fuimos a la cama donde acabamos abrazados en la cama.

El sábado lo pasamos en casa durante un buen rato pero también comprando en El Corte Inglés para  adelantar algunos regalos de Reyes para nuestras familias. Por lo demás estuvimos los tres solos. Y, a pesar de que me encanta estar con familia y amigos, a veces me apetecía mucho estar con mi esposa e hija a solos. Ya con la niña acostada disfruté de mi esposa emocional y sexualmente.

El domingo me quedé un rato solo en casa ya que mi esposa se fue con su hermana a comprar regalos de Reyes para mi y se llevó con ella a mi hija. Yo aproveché para salir a comprar el periódico y me encontré a Cristina entrando en casa.

–    Hola guapa – dije

–    Hola cariño – dijo - ¿A casa con la niña?

–    La niña está con su madre comprando

Cristina sonrió

–    La mía esta con los abuelos en el pueblo y mi marido ha ido a por ella. Tardarán al menos unas horas en llegar

Yo sonreí en ese momento

–    ¿Me invitas a un café? - dije

–    ¡Claro! - dijo ella – Dame diez minutos

Me fui a casa, dejé los periódicos y bajé a casa de Cristina. Cuando llegué Cristina me abrió la puerta y nada mas cerrarla se tiró a mis brazos y enganchó sus piernas alrededor de mi cuerpo. Nos besamos con pasión mientra yo la mantenía en el aire sujetándola del culo. Tras un rato besándonos la baje al suelo.

–    Me tenías un poco abandonada – dijo mientras me cogía de la mano y me llevaba al salón – Podías dedicarme al menos un ratito todos los meses. No me gusta estar esperando a que tu quieras. Me gustaría poder decir algo en cuanto a cuando echamos un polvo.

No me molaba nada que me echaran esa bronca pero solo la sonreí. Al llegar a su salón me miraba a mitad de camino entre la coquetería y la reprobación. Yo acaricié su pelo y la besé. Ella lentamente abrió la boca y nuestras lenguas se unieron en una dura lucha mientras nos sentábamos en el sofá. Diana llevaba un vestido de lana y cuello alto y las botas que estreno para mi en Alemania. Para eso necesitaba los diez minutos. Para cambiar los conservadores zapatos de tacón que llevaba cuando la vi por las botas que se compró para mi. Tras unos minutos de beso en el sofá mi mano empezó a lentamente entrar por su pierna buscando el camino de su braguita. No tardaron mucho mis dedos en encontrar la delicada tela de su tanga. Solo al tacto se notaba que era bueno. Las manos de Cristina no abandonaron mi cuello en ningún momento. Poco a poco fui tumbándola en el sofá y ella separó las manos de mi cuello para remangarse un poco el vestido y que este estuviera a la altura de su cintura. Mi polla, erecta dentro del pantalón, se frotaba contra su coñito apenas protegido por el maravilloso tanga negro que antes toqué y ahora veía.

–    Por fin me vas a follar – dijo – Desde Alemania te has olvidad de mi y no voy a permitir que estoy siga así.

A mi empezaba a joderme tanto reproche. Para ella a lo mejor era fácil pero yo tenía una mujer que quería y otras amantes que para mi estaban muy por encima de ella.

–    Mira bonita – dije dejando todo roce amoroso y mirándola a los ojos – Yo te follaré cuando me salga de los huevos. Y tu si quieres te abre de piernas. Y si no te gusta te buscas a otro.

Según dije eso me asuste. No era yo. Yo no era así. Ni en el sexo ni en el trabajo. Siempre era respetuoso con las necesidades de los demás e intentaba amoldarme a ellas o, si no era posible, al menos explicar mi punto de vista. No era un tío que impusiera por el mero hecho de imponer. Me levanté seguro de haberla cagado. Perdía una amante. Esperaba no perder lo que pensaba era una profesional válida para mi empresa. Sin mirarla me fui hacia la puerta del salón. Estaba avergonzado pero no quería que se notara.

–    No te vayas – dijo Cristina con cara de angustia y una lágrima en su mejilla – Por favor

Yo me di la vuelta y la mire con cara de no entender nada. ¿Que hacía que no me mandaba a tomar por culo?

–    Quédate – dijo – Prometo no fallarte nunca más. De ahora en adelante haré siempre lo que me pidas. Estaré disponible para ti siete días a la semana, veinticuatro horas al día. Y nunca te pediré ni te discutiré nada. Pero por favor, no te vayas. Hazme el amor. Fóllame. Hazme tuya.

La miré desde mi posición, a unos tres metros de ella. La miraba intentando entender algo pero estoy seguro que ella pensaba que estaba evaluando si iba a darla una segunda oportunidad. Tras unos minutos me acerqué a ella y la retiré una lagrima de su mejilla antes de agacharme y darla un pico. No se porque razón en ese momento no la expliqué el malentendido pero creo que en el fondo me divertía un poco. Si ella quería ser sumisa la daría caña. La iba a dar lo que no pude darle a Ana. Cristina y no Ana sería mi sumisa sexual.

–    No te preocupes – dije – Simplemente no quiero oír ni una queja más. ¿Queda claro?

–    Si – dijo ella

–    Tengo un calendario muy complicado y no siempre tengo tiempo para echarte un polvo. Además, no siempre me apetece. Me alegra saber que tu estás dispuesta a darme placer en cualquier momento.

–    Cuando me lo pidas.

Tras decir eso ella la besé y nuestras lenguas jugaron con fuerza. Tras un rato me eché sobre ella y la follé. A lo bestia. No hubo amor. Saqué mi polla, aparté su tanga y mientras ella me juraba que era mía la follé. Posición del misionario. Un cuarto de hora a lo bestia. Un polvo del montón pero un polvo que marcaba un cambio en mi relación con Cristina. Una vez me corrí en ella me fui a la ducha con ella. Tras ducharnos hable claramente con ella.

–    No voy a negar que me gusta tu sumisión en la cama – dije – Pero en el trabajo necesito que seas dura y que me digas lo que piensas. Si muestras actitud sumisa en el trabajo te despido.

Ella me miró a los ojos y me sonrió.

–    No te voy a defraudar – dijo – Ni en la cama ni el trabajo.

Tras mirarla un rato a los ojos la besé durante un par de minutos y me fui a casa. Una hora después hable con Rocío de Crisitina.

–    Bueno – dijo – Raquel y yo quisimos a Ana como sumisa pero la verdad es que casi me hace más gracia que lo se la pija esta. Me mira raro cuando nos cruzamos.

–    Te mira con envidia – dije – Sabe que tu eres mi verdadero amor y sabe que tu eres más guapa e inteligente. Para una mujer que casi siempre se habrá sentido superior en ambas cosas no debe ser fácil.

Rocío me sonrió.

–    Gracias cariño – dijo – Juega con ella. Ya se nos ocurrirá algo.

Y con ese pensamiento de Rocío intentando usar a Cristina se fue a llamar a Raquel. Quizás me había metido en un lío contándoselo a Rocío. El resto del día fue de lo más normal. No volvió a salir el tema y pasamos el día con nuestra hija.

02. Semana del 12 al 18 de Diciembre

El lunes volvimos a las negociaciones por la empresa de importación de calzado. Fue una dura negociación, cordial pero dura. Conseguimos todo lo que buscábamos pero  no fue fácil. Comimos en la sala de reuniones de sus oficinas unos sándwiches y no acabamos hasta las seis. Al final el precio fue de cinco millones y conseguimos que no tuviéramos que quedarnos ni al director general, ni al subdirector ni a los directores de compras y ventas. Si asumiríamos a los otros trabajadores entre comerciales y administrativos. A los cuatro que estábamos allí nos parecía bien. Aunque solo Raquel y yo votábamos de los cuatro presentes. Aunque Raquel y yo teníamos mucho más de la mitad de los votos lo cierto es que siempre buscábamos que al menos tres personas estuvieran de acuerdo. Cuando llegamos a la oficina eran ya casi las siete y Mike y Marga se habían ido a casa pues era el cumpleaños de Miguel, el hijo de ellos. Una vez en casa, ya con mi hija y esposa, les llamé para contárselo todo y poder felicitar a Miguel que ya era consciente de lo que era un cumpleaños. El resto de la tarde y noche la pasé muy tranquila.

El martes tocaba reunión mensual. No la hicimos el viernes anterior por estar parte del equipo de puente. Noviembre era siempre un mes de buenas ventas para nosotros. Por un lado las tiendas a las que surtíamos de comida desde la importadora y desde la distribuidora hacían muchos pedidos para la navidad. Igualmente ocurría en la de zapatos. Y las tiendas también iban bien en plenas compras de invierno y la preparación de los regalos de Navidad y Reyes. Al final una subida tanto en facturación como gastos que nos llevaron a superar por poco el récord de beneficios del octubre anterior. Aunque hablábamos del tema en otras ocasiones el tema de la compra de la empresa de calzado salió. Ana insistió en lo beneficioso que sería para nosotros la compra antes de final de año desde el punto de vista financiero. Tras la reunión era casi la hora de comer y me fui con Ángel que era su cumpleaños. Se unieron su esposa, Esther, y Mike. Lógicamente el tema de conversación principal, en la comida, fue la empresa que queríamos comprar pero también hablamos de la educación de los hijos. Todos teníamos hijos con pocos años, el mayor era el de Ángel y Esther, y teníamos preocupaciones similares. Tras la comida el resto de la tarde fue bastante normal y la tarde con mi hija y Rocío también bastante normalitas.

El miércoles tuvimos la reunión en la que decidíamos acerca de si comprar, por cinco millones de euros y las condiciones negociadas, la empresa de importación de calzado de Rodrigo y Marcos. La reunión tuvo dos fases. Una primera fase en la que estuvieron presente Ángel, Oscar y Ana con los socios y otra segunda en la que ya, tras escuchar las opiniones de ellos, estábamos solo los seis socios. No fue una decisión difícil y decidimos comprar. Al salir Raquel llamó a Rodrigo para decírselo y ella y María junto con Rodrigo prepararían toda la documentación. El contrato final sería revisado por nuestros abogados. Lógicamente nuestros abogados eran del bufete que había heredado de mi padre. A comer nos fuimos los seis socios con Ana, Oscar y Ángel así como algún otro ejecutivo que pudo venir. Entre ellos Esther y Marisa. Era para celebrarlo. Sin duda pensábamos que era una excelente compra. Tras la comida estuve toda la tarde con mi secretaria viendo mi agenda para el resto del mes y revisando las invitaciones que había recibido para varios eventos. Tocaba decidir a que eventos asistiría para dar charlas en el primer trimestre del 2006. Tras la reunión con mi secretaria un poco más de curro en mi despacho, ya solo, y a casita. Pero tenía mucho curro. Así me dieron las ocho y seguía en el despacho. No me iba a dar tiempo a ver a mi hija antes de que se fuera a dormir. En esas estaba cuando entró María.

–    Hola amor – dijo mientras cerraba la puerta con cerrojo.

–    ¿Que haces aquí? - dije – Deberías estar en casa con tus hijas

–    Debería – dijo – Pero entre cerrar asuntos de las cenas de navidad y revisar los aumentos de sueldos de todos los empleados de todas nuestras empresas para dar el visto bueno... pues aquí sigo. Ya me iba para casa.

Yo la sonreí.

–    ¿Sabes que eres la mejor directora de recursos humanos del mundo?

Ella me sonrió y se sentó encima de mi regazo.

–    Eso solo lo dices porque me quieres – dijo ella tocándome la barbilla

–    Que te quiero es verdad – dije – Pero te lo digo porque lo eres.

–    No necesitas decir estas cosas para follarme – dijo sonriendo – Aunque hoy no voy a follarte. No tengo tiempo.

Y tras decir eso se bajó de mis rodillas tras darme un beso y movió mi silla giratoria para no quedar mirando hacia la mesa sino paralelo a esta. Tras ello se arrodilló junto a mi y me desabrochó el pantalón. Tras hacerlo sacó mi polla tras bajarme pantalón y calzoncillos. Me miró, me sonrió y se metió la polla en la boca. Estuvo haciéndome una mamada espectacular durante algo más de un cuarto de hora, con todas las variaciones posibles, hasta que la avisé que me iba a correr.

–    Me voy a correr amor – dije

Ella solo me sonrió y metió toda la polla en la boca y yo estallé en su interior. Ella se comió todo mi semen mirándome a los ojos. Me subió los calzoncillos y el pantalón y me dio un beso de tornillo en el que pude notar el sabor de mi semen. Tras el me dio las buenas noches y se fue. Desde luego no era la María de hacia unos años. Seguía siendo dulce pero ya no era una niña ñoña. Una vez se fue yo terminé de trabajar y luego fui a lavarme los dientes antes de volver a casa. Una vez allí cené con mi esposa y me fui a dormir relajado tras un duro día de trabajo y la eyaculación que María me provocó.

El quince de diciembre, jueves, era el cumpleaños de Mike. Así en un día normalito de trabajo nos fuimos los seis socios a comer invitados por Mike. Fue la mejor comida del año de los seis juntos. Algo que raramente hacíamos pues juntarnos todos era complicado. A que fuera el cumpleaños de Mike se unía la nueva compra de la empresa y el optimismo y buen rollo estaba en máximos históricos. Lo pasé genial. Tras comer, curro a tope para poder disfrutar por la tarde de mi hija y esposa.

El viernes empecé a pensar en la nueva empresa y decidí hacer una reunión con los socios. Media hora después estábamos los seis en una de las salas de reuniones.

–    Os he llamado – dije – Porque creo que tenemos que hacer algún pequeño cambio. Tenemos que integrar una empresa que factura mucho en otra que ya factura bastante. Para eso vamos a necesitar ayudar nosotros. Yo voy a tope con mil historias. Quiero estar en el día a día pero me requieren en mil eventos y no paro de rechazar muchos. Raquel está parecido, ella lleva mucho más nuestra imagen y está todos los días un rato fuera de la oficina. Mike está con la joya de la corona y Alberto con la nueva empresa. Queda solo Marga para llevar los nuevos negocios y ayudar en las integraciones.

–    ¿Y que quieres que hagamos? - dijo Mike

–    Yo había pensado en sacar ya a Alberto de la empresa de comida nacional. Lo que no se es a quien poner de director general. ¿Que opináis?

Todos parecieron pensarlo.

–    A mi me gustaría volver a tener a Alberto al lado. Mentiría si dijera que no se le ha echado de menos estos meses. Hemos currado a lo bestia y gracias a María, Raquel y a Carlos he sobrevivido pero me gustaría volver a contar con Alberto a mi lado.

–    Yo reconozco que he echado de menos la adrenalina de los nuevos negocios pero también me ha gustado centrarme uno y hacerlo crecer. Creo que puede ser momento para que lo deje pero  no puedo elegir entre Raúl y Sofía – dijo Alberto – Ambos me han ayudado a tope y no voy a elegir a uno sobre el otro.

–    Pues tu eres el que mejor lo puede saber – dijo María

Se creó un extraño silencio.

–    ¿Y si probamos con un monstruo de dos cabezas? – dije – Que ambos sigan como directores comerciales y de compras pero a la vez compartan la dirección de la empresa. Alberto seguiría como supervisor. Se reuniría con ellos una vez a la semana o cada dos semanas, según se necesite, y su voto será el desempate cuando no estén de acuerdo en algo.

–    Es un cambio con respecto a las empresas actuales – dijo Raquel

–    Lo se – dije – Pero si tanto Raúl como Sofía lo merecen es el momento de probar a hacerlo.

Tras un rato discutiéndolo decidimos hacerlo. Sin darnos cuenta eran ya la una y todos nos fuimos a terminar lo que teníamos que hacer ese día. Tras el trabajo comí con María y Rocío, que llegó un poco tarde, y nos fuimos a por la niña para pasar Rocío, Sandra y yo la tarde en familia. Fue genial. Y luego la noche con mi esposa, polvo incluido, igual de buena.

El sábado nos levantamos pronto para ir a casa de Marga y Mike ya que estos celebraban el cumpleaños de Mike y el del pequeño Miguel que habían sido esa semana. Fuimos los primeros en llegar aunque María y Raquel con sus familias llegaron con menos de quince minutos de diferencia. Además del grupo del trabajo estaban unos amigos de Marga, que ya eran amigos de Marga y Mike, y algunos familiares de Marga, entre ellos sus padres. La comida la preparó Mike con la ayuda intermitente de alguno de nosotros. Era un poco caos con tanto niño pero al final estábamos mejor organizados de lo que parecía. Fue una fiesta interesante ya que los amigos de Marga y Mike y la familia de Marga eran un añadido interesante a nuestro grupo al no ser parte habitual de nuestras celebraciones. A Mike le regalamos un sistema de home cinema para la casa nueva. Aun no se habían mudado pues les faltaban algunos muebles pero las pequeñas reformas que iban a hacer ya estaban terminadas.

–    ¿Cuando os mudáis? - dije

–    La semana de nochevieja la pedimos de vacaciones para, precisamente, hacer la mudanza – dijo Marga

–    Si alguno se apunta – dijo Mike sonriendo

–    Uff – dijo Alberto – Es la última semana del año y tenemos mucho trabajo cerrando cosas.

Todos reímos a lo bestia con el comentario de Alberto. Tras tomar una pequeña merienda nos fuimos a casa para no llegar muy tarde y que la niña descansara. Ya en casa y con la niña en la cama Rocío y yo descansamos abrazados en el sofá del salón antes de irnos a la cama a hacer el amor.

El domingo fue un día muy tranquilito. Sin visitas, en pareja, con nuestra hija y relajados.

03. Semana del 19 al 25 de Diciembre

El lunes fuimos al notario los seis socios para firmar la compra de la empresa de importación de calzado de Rodrigo y Marcos. Contablemente contaría como nuestra desde el uno de Diciembre. Una historia un poco rara. Tras la firma quedamos María y yo con Ana para ir a la oficina de Marcos y Rodrigo donde estuvimos charlando con los trabajadores que iban a venir con nosotros sobre la política de recursos humanos de la empresa y otros asuntos. Tras tratar los temas puramente laborales María se fue y Ana y yo nos quedamos para explicarles como funcionábamos desde el punto de vista de la facturación y explicarles un poco la estructura del holding. Ese sería el último día de ellos en esas oficinas ya que al día siguiente se incorporarían a las nuestras. Ana y yo nos fuimos hacia la hora de comer.

–    ¿Volvemos a mi casa? - dijo Ana ya en mi coche

–    Se está convirtiendo en una costumbre – dije

–    Me encanta esta costumbre – dijo mientras acariciaba muy por encima mi polla y besaba mi oreja – Soy una chica muy tradicional.

Yo la sonreí y cambié el rumbo para ir a su casa. Aparcamos en un parking de Azca y dando un pequeño paseo fuimos hasta su casa donde entramos sin dar señales de afecto por si algún vecino estuviera cotilleando.  Eso si, una vez pasamos en marco de la puerta de su casa nuestras bocas se unieron con una pasión enorme. Ese día Ana llevaba una falda marrón de ante, casi hasta las rodillas, y un jersey de manga corta, negro, sin camiseta o blusa debajo. En sus pies, botas marrones de tacón no muy fino. La verdad es que al principio la pedí que en invierno siempre llevara botas para mi aunque ya me daba igual. Al principio jugaba con ella. Ahora ya era parte importante de mi vida empresarial y emocional. No se si la quería pero estaba bastante cerca. Sin ser Raquel y María o cualquiera de mis otros amigas desde luego sentía algo por ella. Estuvimos un rato besándonos en el descansillo y ninguno parecía querer tomar las riendas para ir a la cama. Paso el tiempo suficiente en el que yo me calenté con el beso y quería más. Vi una silla en el descansillo, pegada a la pared, y la aparté de esta haciendo que Ana se sentara. Ella me sonrió y yo me puse tras ella. Empecé a acariciar primero sus hombros y luego sus pechos por encima del jersey. Ella acariciaba mis brazos y yo fui quitándola de arriba el suéter hasta que, tras quitarla las mangas y forcejear un poco, conseguí que quedara enteramente debajo de sus tetas. Pasé a tocar sus tetas sobre el sujetador antes de arrodillarme un momento y, mientras la besaba en su oreja, desabrocharlo. Volví a incorporarme para seguir de pie tras ella aunque esta vez no me puse del todo detrás sino atrás y a un lado. Ella llevó su mano a mi polla y la acarició sobre el pantalón mientras yo acariciaba sus senos ya desnudos.

–    Esto es lo que he venido buscando – dijo ella en pleno masaje

Yo solo la sonreí y ella me ayudó a bajarme la cremallera del pantalón para sacar mi polla. Una vez esta estuvo fuera pude ver como se mordía un poco el labio antes de llevar la mano a la polla y hacerme una pequeña paja. Mientras me pajeaba yo me quitaba la cazadora de cuero que llevaba ese día, el jersey y la camisa. Aproveché también para desabrochar mi cinturón y el pantalón.

–    Chúpamela un poco, amor mio – dije

Ella me miró a los ojos y sonrió.

–    Solo porque me llamas amor mio

Yo la sonreí y acaricié su cabello. Ana empezó a chuparme la polla pero durante los primeros segundos, o los dos o tres primeros minutos, solo jugaba con su lengua en mi capullo. Tras un rato pasó a ir metiéndose un poco más hasta que se metió toda o casi toda en la boca. Mientras me chupaba la polla ella alternaba sus manos entre acariciar mi culo y jugar con sus tetas. Yo con mis manos sujetaba su cabeza y apartaba su pelo para que no se metiera en medio. Ella se recostó un poco en la silla chupándomela mientras iba metiendo una de sus manos bajo la falda para tocarse en su coñito. Yo a ratos dejaba de sujetarla el pelo para jugar con sus tetas. Estaba siendo una de las mejores mamadas de mi vida pero no quería correrme en su boca. Para evitarlo saqué mi polla de su boca y me agaché para besarla a la vez que acariciaba su cuelo con una mano y sus tetas con la otra. En medio del beso la hice incorporar un poco para poder desabrochar la cremallera de su falda. Ya sin falda y yo arrodillado junto a ella, la di un beso sobre su precioso tanga y la ayudé a quitárselo. A ella solo le quedaban puestas sus preciosas botas. La hice un pequeño dedo mientras volvía a besarla con una mezcla de pasión y amor. Cada vez notaba más este cuando estaba con Ana. Ella se recostó con su cuerpo sobre la silla, en vez de su culo, y la cabeza colgando quedando así su coñito a mi disposición para un dedo primero y una mamada después. Me levanté y esa posición en la que estaba acerqué mi polla a su coño. La penetré lentamente primero y con más fuerza después. Ella empezó a gemir fuertemente con el polvo y yo acompasé mi follada y mis sonidos a sus gemidos haciendo que el polvo fuera maravilloso.

–    Espera – dijo Ana – Me duele un poco el cuello.

Saqué mi polla de ella y se levantó. Movió el cuello a los lados y se pegó a mi para besarme con pasión. Tras el beso me hizo sentar en la silla y, dándome la espalda, se sentó sobre mi. Empezó lentamente a cabalgarme y ahora yo gemía más que ella y ella hacia ese sonido que es un gemido mezclado con un grito de esfuerzo. Con la cabalgada sus tetas se movían arriba y abajo con virulencia. Tras un rato más de cabalgada Ana metió un grito espectacular, que debió oír algún vecino, y su coño empezó a jugar con mi polla de tal manera que mi semen salió disparado a su interior. Ella me sonrió girando la cabeza y nos unimos en un beso de unos diez minutos de extrema pasión. Tras este largo beso ella se levantó de mi y llevó su mano derecha a  su coño para no gotear semen por toda la casa y con la otra mano cogió toda su ropa.

–    Ven – dijo

Yo cogí mi ropa y la seguí. Fuimos hasta su habitación donde nos duchamos entre besos y caricias. Tras la ducha nos vestimos y comimos un par de sándwiches. Justo cuando ya nos íbamos, en el descansillo donde habíamos hecho el amor, Ana se giró y me sonrió. Me miró a los ojos. Me acarició la cara.

–    Te quiero – dijo

Yo la miré y esta vez supe claramente lo que decir

–    Y yo a ti

Cuando volvimos a la oficina me dediqué a contestar correos y llamadas antes de volver a casa a pasar un rato con mi hija y esposa.

El martes pasé todo el día con la incorporación de los nuevos trabajadores a la empresa que dirigían Oscar y Ángel. Con Ángel, Oscar y yo estuvo todo el rato Marga y, según que tema se tratara, María y Raquel. Ana se encargo de las personas de administración. La integración de los tres comerciales y tres personas de compras que vinieron iba a ser sencilla pues iban a seguir llevando sus cuentas. Solo tenían que aprender nuestra forma de trabajo y nuestro software de gestión a través de la intranet. La página web diseñada por nuestra empresa de diseño y que usaban compradores y comerciales era muy útil y nos ayudaba a reducir costes de gestión. Las otras tres personas que vinieron fueron una secretaria y dos administrativos. Ese día María había reservado mesa en un chino para todos los trabajadores de las dos empresas que fusionábamos y los socios de la empresa así como Ana que no era socia pero al ser directora de una parte muy importante de la empresa ya iba a muchas de estas reuniones. Tras la comida seguimos trabajando en equipos para que la integración fuera lo más sencilla posible y que, a mucho tardar, estuvieran a pleno rendimiento en un par de semanas. Se me hicieron las siete y media en la oficina pues, tras el trabajo con los nuevos, tuve que contestar unos cuantos correos que eran urgentes. Solo me apetecía en ese momento irme a casa a descansar. Al entrar en casa cerca de las ocho esperaba a encontrar a mi esposa dando de cenar a mi hija pero me encontré un panorama bastante diferente. Mientras mi hija jugaba en una manta ignorando lo que ocurría a su alrededor, mi esposa charlaba con Teresa, la esposa de Raúl, que lloraba desconsoladamente.

–    ¿Que pasa pregunté?

Ambas me miraron sin decir nada. Y así estuvieron casi un minuto.

–    Teresa ha dejado a Raúl – dijo por fin Rocío

Yo no supe que pensar y estuve unos segundos callado.

–    ¿Y no debería estar llorando el? - pregunté

Rocío me miró con cara de cabreo. Mientras Teresa lloraba aun más tras mi frase.

–    Eres tonto – dijo Rocío – Pues claro que el estará llorando. Pero eso no quiere decir que sea fácil para Teresa. Teresa se ha enamorado de un compañero, lleva teniendo una relación con el desde hace dos meses y ha descubierto el amor.

–    ¿Ha descubierto el amor?

–    Lleva con Raúl desde el instituto – dijo Rocío – A Raúl le quería y le quiere pero lo que tiene con este hombre es más.

–    ¿Tu desde cuando sabes esto? - dije

–    Desde hace dos horas – dijo

Me quedé un rato pensando. En ese momento sonó el telefonillo. Fui a abrir y era Mónica que llegaba para apoyar a Teresa.

–    ¿Te encargas tu de la niña? - dije cuando volví al salón

–    ¿Donde vas? - dijo Rocío

–    Con Raúl – dije – El es mi amigo. Tu quedate con tu amiga.

Al oírme decir eso Teresa lloró más. Nada más salir de casa llamé a Pedro. Como era de suponer Raúl estaba con el. Estuve con ellos dos. Estuvimos juntos hasta la una de la mañana en casa de Pedro cuando llegó Mónica.

–    Quedate a dormir aquí – dijo Mónica – No es bueno que te vayas a casa solo. Y tu Carlos vete a casa que te espera tu mujer. Teresa ya se ha ido con …

Dejó la frase colgando

–    Con su novio – dijo Raúl con una entereza enorme y parecía que algo cabreado

–    Si – dijo Mónica – Con su novio. A ninguno nos hace gracia esto. Vosotros tres sois amigos y sois pareja de las mejores amigas de Teresa.

Se hizo un silencio incomodo.

–    Cariño – dijo Mónica a Raúl – A Rocío y a mi no nos hace ni puta gracia esta situación. Pero Teresa es nuestra amiga y para ella no ha sido fácil. Tenemos que estar a su lado. Es una putada pero saldrás de esta. Eres guapo e inteligente. No te voy a decir que alguien mejor pues sería hablar mal de mi amiga pero si alguien que sea mejor para ti.

Raúl ya no lloraba. Solo la miraba con los ojos perdidos. Yo le abracé y me fui dejándolo con ellos. Al llegar a casa me esperaba mi mujer. En cuanto entré vino a mi y me abrazó y lloró. No iba a ser fácil para nadie.

El miércoles hablé con Raúl por teléfono. Estaba en el piso de abajo y podía verlo pero no quería llamar mucho la atención a su situación. Lo que si hicimos Raúl, Pedro y yo fue irnos a comer juntos. No era normal pero todo el mundo sabía nuestra relación personal y no tenía porque extrañar a nadie. Raúl, dentro de lo jodido que estaba, lo llevaba más o menos bien. Esa tarde a las seis y media en punto me fui a casa. Al llegar le di la tarde libre a Elizabeth y a eso de las siete y cuarto vinieron Pedro y Raúl. Ese día Mónica y Rocío iban a conocer al compañero de Teresa y yo tenía que estar con la niña pero, a la vez, quería apoyar a Raúl con quien siempre me llevé bien y empezaba a ser importante en mi empresa. A las doce y cuarto se fueron ambos ya que Raúl volvería a dormir en casa de Pedro y Mónica. A las doce y media llegó Rocío.

–    ¿Que tal? - dije

–    Impactada – dijo Rocío

–    ¿Tan bueno está? - pregunté

–    Todo lo contrario – dijo Rocío – Es un tío de cuarenta años, medio calvo. Cuando lo he visto con Teresa he pensado que todo era una coña. He de reconocer que luego me ha parecido inteligente y gracioso. Creo que eso es lo que ha visto Teresa.

–    ¿Cuarenta años? - dije - ¿Y es compañero de Teresa?

–    En eso nos ha mentido un poco – dijo Rocío – En realidad es su jefe. Era.

–    ¿Era? - dije

–    Si, Teresa va a dejar el trabajo pues en la consultora en la que trabaja no puede haber parejas sentimentales trabajando en el mismo equipo y a Teresa le gusta la consultoría de negocios.

–    Si va a tomar riesgos – dije – Espero que sepa lo que hace y no sea un calentón.

–    No lo parece cariño – dijo Rocío – El también tenía pareja y la ha dejado por ella. En su caso con mucho más drama pues tiene dos hijas. Una de diez y otra de tres.

–    Que marrón – dije – A tu amiguita se le ha ido la pinza

–    Si. Dicen que eso es el amor.

Rocío y yo nos miramos a los ojos y vimos eso. El amor. Yo supe lo que era cuando la conocí. Quise con locura a Lucía y aun así lo que sentía por Rocío era muy superior. Dejamos de hablar de ese tema y nos fuimos a la cama.

El jueves fue un día normal en la oficina pero un día en el cual todos los trabajadores se fueron para casa a las cinco y media de la tarde. Esa noche teníamos la cena de empresa. Raúl ya había informado a todos los que trabajaban con el de su situación. Mejor en la oficina que en la fiesta cuando tuviera que explicar porque no estaba Teresa con el. Pedro y yo estuvimos muy encima de el con la ayuda de Rocío y Mónica. Raúl era lo suficientemente listo como para saber que Mónica y Rocío tenían que estar al lado de su amiga aunque no les gustara mucho lo que había hecho. Mis socios, sobre todo Alberto que aun era su jefe directo, también estuvieron bastante encima de el. También Sofía estaba encima. Sofía era soltera y hacía unos meses que había roto con su novio de toda la vida. Que estuviera sola en la fiesta creo que fue un buen apoyo para Raúl pues todos los demás le apoyábamos pero estábamos allí con nuestras parejas y se podía sentir aun más solo. La fiesta que fue organizada por el equipo de María fue en un salón de un hotel con barra libre y una barbaridad de comida tipo cóctel. Rocío y yo estábamos muy tranquilos en la fiesta con Elizabeth en casa cuidando de Sandra. Esa noche queríamos apoyar a Raúl y tras la fiesta nos fuimos a la discoteca posterior. Algo que hacia ya un tiempo que no hacía. Mis otros amigos con hijos no fueron. Nosotros si no fuera por lo de Raúl no hubiéramos ido. Estaba en la discoteca pidiendo una copa para mi y otra para Raúl cuando se acercó Ana.

–    Por mi otros años no has venido a la discoteca y por tu amiguito si – me dijo gritando al oído para que pudiera oírla con el ruido

–    Justo – dije yo sonriendo

Ella me miró a los ojos

–    Creo que por eso me gustas – dijo – Siempre pones el bienestar de los demás por delante del tuyo

–    ¿Cual sería mi beneficio si hubiera venido otros años? - dije mirándola a los ojos

–    Un polvo en los servicios o un rincón oscuro – dijo ya pegada a mi oreja y metiendo luego un poco de su lengua en mi oreja.

Yo la sonreí, pague las copas que me llegaron en ese momento y aproveché para invitarla a las copas que ella estaba pidiendo. Cuando llegué al grupo Raúl estaba haciendo esfuerzos inhumanos por divertirse. A las seis nos fuimos todos tras despedirnos y desearnos feliz navidad. Al día siguiente nadie iría a la oficina aunque los jefes estaríamos pendientes del teléfono.

La noche del jueves Elizabeth durmió en nuestra casa y se hizo cargo de la pequeña hasta que nosotros nos despertamos a eso de la una del mediodía. Mientras Rocío se duchaba yo me fui al salón en pijama y con un café. Mi hija se estaba echando la siesta y Elizabeth leía un libro. Ese día no iba Teresa a casa pues nosotros se suponía que nos íbamos pronto a Cuenca. Aunque ya no iba a ser tan pronto.

–    Hola – dijo Elizabeth

–    Hola – dije - ¿Que tal la niña?

–    Todo perfecto

–    Genial – dije – Muchas gracias por quedarte con la niña

–    Es mi trabajo – dijo

–    Estas horas no son normales – dije

–    Tampoco es normal que me paguéis lo que me pagáis por las horas que echo un mes normal. Entendí desde el principio que a veces tendría que echar más horas. Y, la verdad, esperaba que fuera más a menudo.

Yo sonreí. No era buena idea desde el punto de vista de una negociación laboral empezar por admitir que te pagan más de lo que esperabas y que esperabas trabajar más. Por suerte para Elizabeth no iba a negociar su sueldo. Estábamos encantados con ella y por mi hija pagaría lo que fuera necesario. Una vez salió Rocío de la ducha y ya arreglada para el viaje fui yo el que entré en la ducha. Tras ducharme y vestirme despertamos a la niña y nos fuimos. Antes dimos a Elizabeth su aguinaldo. Quinientos euros que era lo mismo que dábamos a Teresa.

–    Esto es mucho dinero – dijo Elizabeth

–    No seas tonta – dijo Rocío – Eres importante para nosotros y estamos encantados contigo. Solo prometenos que seguirás con nosotros el año que viene y durante muchos años.

–    Claro señora – dijo Elizabeth

–    Rocío – dijo Rocío – Ya casi no me llamas señora. Para ti y para Teresa soy Rocío.

–    Perdón – dijo – Estoy algo nerviosa. No esperaba este dinero.

Yo oía la conversación mientras acercaba las maletas a la puerta. Teresa ya tenía menos problemas en considerarnos alguien cercano. Elizabeth nos ayudó a bajar las cosas al coche y a las dos y cuarto salimos hacia Cuenca. A las tres y media paramos en ruta para comer unos sándwiches y volvimos al coche. Antes de las siete llegamos a Cuenca y estaban ya allí Diana y Pablo y Jorge con su familia. El tema antes, durante y después de la cena fue la separación de Teresa y Raúl. En Cuenca llevaba dos días siendo la comidilla del reducido círculo en el que se movían los padres de Rocío. Era un círculo de unas quince o veinte familias de profesionales liberales de Cuenca en el cual tanto los padres de Teresa como los de Raúl eran familias destacadas. Los padres de Teresa eran ambos médicos mientras que el padre de Raúl era un importante directivo de banca. Competidor de mi suegro pero también amigo. Esa noche Rocío y Diana se fueron a tomar una copa con Teresa y Mónica. Era una terapia de choque. Teresa decidió que en Cuenca todo el mundo estaba hablando, sus padres se lo habían dicho, y ella no se iba a esconder. Raúl tampoco tenía entre sus planes esconderse pero no llegaba a Cuenca hasta el día después por la mañana. Estaba buscando casa en Madrid ese viernes.

El sábado a primera hora me desperté para atender a mi hija. Charlé con mi suegra, cuñados y Pablo hasta que se despertaron Rocío y Diana que nos contaron que la noche anterior tuvo que ser dura para Teresa pues tuvo que dar explicaciones a mucha gente y ver como mucha gente, que podía considerar amigos, ni la saludaban. Ese día yo tenía planes y con Raúl y Pedro me fui de tapas por Cuenca. Tocaba hacer los preparativos de la cena de nochebuena pero tanto mi esposa como mis suegros entendieron que quisiera estar con Raúl en su primera salida por Cuenca. Mucha gente se paraba a hablar con nosotros. Amigos comunes de Teresa y Raúl e incluso alguna buena amiga de ellas que iban a decirle que lo sentían. El no sintió a la gente que le retirara la palabra. Casi lo contrario. Gente que conocía pero que no eran íntimos se acercaban a saludarle. Lo que notamos es que mucha gente le miraba e incluso señalaba. Gente que no eran de nuestro entorno y apenas habían podido coincidir un año en el instituto. Estaba claro que el cotilleo de esas navidades había traspasado nuestro entorno más cercano. Tras comer de tapas fuimos a casa de sus padres a tomar un café. Me fui con el padre a la cocina a por hielos y me dio las gracias por estar tan encima de su hijo.

–    Es mi amigo – dije – Trabaja para mis empresas pero desde que le conocí por mi esposa el me ayudó mucho para integrarme en Cuenca. Lo que hago es lo menos que puedo hacer.

El padre me miró con cara de aprobación. No necesitaba ir haciendo puntos por Cuenca pero nunca venían mal. Tras tomar los cafés, a eso de las cinco, me volví para casa de mis suegros. Aun no habían llegado los familiares de la madre pero debían estar a punto de caer. Todos me preguntaron por Raúl y yo les dije que poco a poco iba mejor. Estaba jodido pero empezaba a entender que no había más narices y que debía aguantarse. En cuanto unos minutos después llegaron los familiares de Rocío dejamos el tema y pasamos a charlar acerca de las novedades en nuestras familias. Que no eran muchas pero siempre ocurrían pequeñas cosas. Tras los saludos y la pequeña charla pasamos a preparar la cena de nochebuena aunque la familia de Rocío ya había hecho algunas cosas durante la tarde. Nuestra hija aguantó hasta las once de la noche pero a esa hora ya se vio que no tenía chispa y se frotaba los ojos. Fui a acostarla y me acompañó Esther, la prima más joven de Rocío, a la que le hacía ilusión. Hablamos sobre ella mientras yo cambiaba a la pequeña y me contó uno de los problemas que se encontraban muchos jóvenes de su edad en Toledo y es que los puestos de trabajo para universitarios con aspiraciones escasean. Ella estudiaba económicas y estaba en el último año. Siempre me había parecido una chica muy inteligente pero creo que era la primera vez que hablábamos de esos temas a solas y demostró mucha madurez. Tras volver de acostar a la peque seguimos con la fiesta. El pequeño Jorge no se fue a la cama hasta que nos fuimos los mayores, a las dos de la mañana, pero lo cierto es que pasó las últimas dos horas dormido en un sofá.

El día de Navidad lo pasamos en familia hasta las siete de la tarde cuando se fueron los familiares de la madre de Rocío de vuelta a Toledo. Una vez se fueron quedamos todos charlando un rato acerca de la familia, de los amigos y, de nuevo, mucho de Raúl y Teresa. Jorge y María Rosa salieron hacia Madrid a las nueve de la noche pues trabajaban al día siguiente. Pablo y Diana volvían el lunes, como nosotros, y se fueron a tomar unas copas por Cuenca tras la vuelta a Madrid de su hermano. Nosotros en familia tranquilitos. No podíamos salir sin hacerlo separados con la situación actual.

04. Semana del 26 de Diciembre al 1 de Enero

El lunes tras despertarnos a la misma hora que los padres para irse a trabajar nos fuimos a Madrid. Llegamos prontito, a eso de la una y media de la tarde. Ese día Elizabeth y Teresa lo tenían libre. Yo tampoco debía ir a trabajar pero me acerqué un momento para reunirme con Alberto ya que debíamos anunciar al día siguiente a Raúl y Sofía que a partir del uno de enero ellos llevarían las riendas de la empresa de distribución de comida. Tras la pequeña charla con Alberto volví con mi esposa e hija a pasar una buena tarde.

El martes a Raúl y Sofía les dimos la noticia y se quedaron un poco raros pues no lo esperaban. Al final parecieron tomarlo con ganas pero al principio, según lo contábamos parecían un poco asustados. Que Alberto fuera a estar con ellos para todo lo que necesitaran parece que les calmó bastante. Ellos le apreciaban tanto a el como el a ellos. Ese día comí con Alberto, Sofía y Raúl antes de volver a casa prontito pues no tenía mucho trabajo. Era una semana en la que todo se ralentizaba. Al llegar eran las cinco y media y aun estaba Teresa en casa. Teresa se iba a las seis y no la veía casi ningún día. Ella y Elizabeth parecían contentas. Elizabeth llevaba con la niña en casa todo el día pues esa semana y la siguiente no había guardería. Me senté en el sofá con mi niña. Elizabeth se puso a recoger un poco los juguetes cuando Teresa se dirigió a mi.

–    Preguntale a Elizabeth por su cita del viernes – dijo sonriente

Yo miré a Elizabeth y luego a Teresa

–    ¿Tuviste una cita el viernes? - dije volviendo a mirar a Elizabeth

Se notó su sonrojo y su piel morena de mujer caribeña se torno algo roja. Miró a Teresa con ojos envenenados y tras unos segundos manteniéndose la mirada, segundos en los que pensé que quizás la había cagado, ambas se echaron a reír.

–    Si – dijo – Tuve una cita con un chico español. Guapo e informático. Me gustó.

–    Me alegro – dije

–    Cuéntale más o se lo digo yo – dijo Teresa riendo

Elizabeth volvió a sonrojarse

–    Es el hijo de Teresa

Yo puse lo ojos como platos y miré a Teresa. Esta se echó a reír.

–    Les preparé una cita a ciegas – dijo – Mi hijo acababa de dejarlo con la pedorra con la que llevaba dos años y ahora me tocaba a mi buscarle una niña guapa, inteligente y buena. A el también le gustó mucho Elizabeth y van a volver a salir.

Yo miré a Elizabeth que seguía sonrojada. Teresa se acercó a mi y me dijo al oído, aunque alto para que lo oyera Elizabeth:

–    Creo que lo hicieron pues mi hijo llegó a casa muy tarde y con cara de felicidad

–    ¡Teresa! - dijo Elizabeth algo enfadada

Yo quise reír pero no me atreví. Vi como se miraban y se echaban a reír.

–    Yo ni confirmo ni desmiento – dijo Elizabeth entre risas.

En ese momento llegó Rocío y Teresa se lo contó todo. Rocío no paró de hacer preguntas. Parecía que la relación iba a ir más allá de una noche. Esperaba que fuera bien. Tras irse ambas juntas Rocío y yo nos quedamos hablando y esperamos que pudiéramos ver germinar el amor en una época en la que nos rodeaba el desamor y la separación. Tras acostar a la niña Rocío y yo cenamos y nos fuimos a la cama tras un rato en el salón.

El miércoles fue un día norma y volvía a casa de trabajar hacia las seis y media. Rocío llegó algo más tarde de lo normal pues jueves y viernes no trabajaba ya que tenía un par de días de vacaciones y debía gastarlos antes de final de año. Ya con la niña acostada charlamos.

–    ¿Le has dado libre estos días a Elizabeth? - dije

–    No – dijo Rocío – A ratos estaré en casa pero tengo que comprar muchos regalos de reyes. Aprovecharé para comprar también los de tu padres y los hijos de nuestros amigos.

–    Vale – dije

Tras un rato más charlando fuimos a la cama e hicimos el amor.

El jueves trabajaba tranquilamente en mi despacho cuando entró Raquel y me dijo que nos fuéramos juntos a comer. Cogí mi americana, salí de mi despacho y le dije a mi secretaria que volvería después de comer. Nos montamos en su coche y ella me llevó hasta su casa. Al entrar fuimos directamente al salón. Hablamos un poco de nuestros hijos y nos dábamos algún piquito pero me tenía algo extrañado pues no parecía querer ir más allá. Cuando eran casi las dos y media y llevábamos casi media hora en su casa sonó el telefonillo. Fue a abrir y dejó la puerta de su casa entornada antes de volver junto a mi al sofá. Un par de minutos después oí como se cerraba la puerta de entrada a su casa. Instantes después entraba en el salón Rocío cargada con varias bolsas de tiendas de todo tipo.

–    Siento llegar tarde – dijo

Se dirigió a Raquel y la dio un pequeño pico. Tras este se acercó a mi, se subió sobre mi regazo con cada una de sus piernas a un lado de mi cuerpo y me besó con pasión. Raquel se acomodó en el sofá y miraba como Rocío y yo nos besábamos. Lo hicimos durante unos cinco minutos con pequeñas paradas para mirarnos a los ojos y volver a besarnos.

–    ¡Que envidia me dais! - dijo Raquel tras un rato

–    Perdona cariño – dijo Rocío – Ven aquí

–    No, si no es por eso – dijo – Ya se que ahora me acogeréis y pasaremos un buen rato. Lo que me da envidia es ver como os besáis tras casi cinco años de relación. No conozco ninguna pareja que se bese así viéndose todo los días.

Rocío y yo la sonreímos. Sin bajarse de mi Rocío se inclinó un poco y la dio un beso en la boca a Raquel con algo de lengua. Rocío ese día llevaba un bonito vestido, de color champán. Aunque no era muy propio para el invierno ese día no hacía mucho frío y con su cazadora de cuero marrón aguantaba la temperatura dela calle. El vestido tenía mucho escote, un par de finas tiras era todo lo que tenía en sus hombros, y llegaba a la altura de su rodilla. Tenía un poco de vuelo. En sus pies unas sandalias a juego con su vestido de unos cinco centímetros de fino tacón. Por su parte Raquel vestía una minifalda vaquera de color azul claro con una camisa color gris oscura de cuello barco. Para ser una camiseta bastante elegante. La camiseta tenía algún dibujo en negro pero siendo esta de un gris bastante oscuro no se veía claramente lo que era y no me fijé. Raquel calzaba unos botines negros, con un tacón finísimo de, mínimo, siete centímetros de altura. Rocío se bajó de mi y se sentó entre Raquel y yo. Me miró, me sonrió y se giró un poco hacia Raquel sentándose sobre uno de sus tobillos. Con esa pierna cruzada bajo su pierna. En esa posición estaba sentada de frente pero algo escorada hacia Raquel. Empezó Rocío a acariciar las piernas de Raquel para, rápidamente, llevar sus manos a su camiseta y empezar a bajar su camiseta.

–    Veamos lo que tenemos aquí – dijo Rocío

Siguió bajando esta hasta que nos dimos cuenta que Raquel no llevaba ese día sujetador.

–    O que no tenemos – dijo Rocío antes de echarse a reír y hacernos reír a Raquel y a mi.

Tras besar un de los pechos de Raquel, Rocío giró la cabeza para sonreírme y volver a sus pechos. Rocío abandonó la posición en la que estaba sentada y directamente me dio la espalda para llevar sus manos al cierre frontal de la minifalda de Raquel. Con cuidado pasó a desabrocharla lentamente.

–    Si que estás lanzada – dijo Raquel

Rocío solo la sonrió y la terminó de desabrochar la minifalda antes de hacerla ponerse de pie. Ya en pie Rocío, aun sentada en el sofá dándome la espalda, hizo que se bajara la minifalda y quedara a la vista la ropa interior, rosa palo, de Raquel.

–    Al menos braguitas si te has puesto – dijo Rocío pasando un de por la entrepierna de Raquel.

–    Claro – dijo – Imaginate que no las llevo y en una reunión me despisto y enseño el potorro.

Ambas amigas se echaron a reír mientras yo, ya recostado en el sofá tranquilamente, simplemente las observaba. Rocío pasó a bajar la braguita de Raquel dejándola así totalmente desnuda excepto por los botines. Raquel se sentó en el sofá y dio un piquito a Rocío antes de bajar los tirantes del vestido de esta y que cayera hasta su cintura. Rocío nos mostró un sujetador dorado, sin tirantes.

–    Ves – dijo Rocío – Yo soy más modosita

–    Si – dijo Raquel – Muy modosita eres tu

Las dos amigas rieron y se besaron en la boca antes de hacer Rocío que Raquel se recostara sobre el respaldo del sofá. Raquel estiró sus piernas y Rocío se metió entre ellas para empezar a comerla el coño. Resultado: yo estorbaba y me tuve que levantar y sentar en el otro respaldo mientras observaba como mi esposa le comía, con cariño, el coño a mi socia, amante y una de mis mejores amigas. Rocío dejó momentáneamente su coñito para acariciar los pezones de Raquel. La caricia de sus pezones duro unos pocos instantes y mi esposa volvió al coño de Rocío.

–    Cariño – dijo Raquel – Un día quedamos para que comas el coñito pero hoy hemos quedado para follarnos a tu marido

–    ¿No puedes aguantar y calentarlo más? - dijo Rocío

–    No – dijo Raquel – Sigue un minuto más y me olvido no solo de tu marido sino también del resto del mundo.

Rocío levantó la cabeza y se acercó a ella para besarla con pasión. Tras un beso de unos cinco minutos ambas se levantaron y me tumbaron en el sofá con mi tronco sobre el asiento de este y mis piernas subidas por el respaldo. Cada una se puso a un lado y, mientras Raquel me acariciaba y yo la correspondía, Rocío terminaba de quitarse el vestido mostrando un precioso tanga a juego con su sujetador. Rocío se dejó el vestido a medio muslo, aunque ya mostraba todos sus encantos, para ayudar a Raquel a desabrocharme el pantalón. Mientras ella me quitaban este yo acariciaba el culo de ambas. Me bajaron pantalón y calzoncillo, más concretamente subieron pues mis piernas iban hacia arriba por el respaldo, y ambas agarraron mi polla.

–    Me encanta la polla de tu marido – dijo Raquel – Anda, da tu el primer besito.

Rocío sonrió y dio un pico a Raquel antes de bajar a mi polla para darla algo más que un besito. Se metió la polla en mi boca y, mientras Raquel acariciaba mi cuerpo y yo el culo de ambas, me dio una mamada espectacular. Pronto acercó Rocío mi polla a la boca de Raquel y esta tardó nada y menos en metérsela en la boca. Entre las dos estuvieron mamándome la polla con avidez sin dejar yo, en ningún momento, de acariciar sus culos. Eso si, el control lo llevaba Rocío que estaba muy lejos dela mujer que tuvo hace pocos años un trío con Raquel y estaba cortada. Ahora no solo estaba suelta sino que, claramente, era la que llevaba la batuta de los tres. Tras un rato de mamada me hicieron poner en pie y ellas hicieron lo propio uniéndose en un tórrido beso con lengua. Rocío se terminó de quitar el vestido y me miró de frente pegando su espalda al cuerpo de Raquel. Esta aprovechó para desabrochar el sujetador de mi esposa mientras Rocío juguetonamente se frotaba con Raquel calentándome. Yo me acerqué a Rocío y la acaricié las tetas antes de besarlas. Yo pegado a ella y Raquel por detrás tuvo cuatro manos juguetonas en su cuerpo durante un buen rato. Raquel se arrodilló y quitó su tanga mientras mi polla, totalmente erecta, tocaba el cuerpo de mi esposa. Ya ambas desnudas se arrodillaron ante mi para comerme la polla. Rocío lo hizo arrodillada en el sofá y Raquel desde el suelo. La comida de polla fue maravillosa. La que no me comía la polla estaba siempre besando o acariciando las tetas de la otra haciendo que la calentura subiera en todos por igual. Tras un rato con ambas jugando con su boca sobre mi capullo ambas se separaron de mi. Rocío se tumbó en el sofá, boca arriba y Raquel se arrodilló junto a su cara para que Rocío la comiera el coño. Yo empecé, igualmente, comiendo el coño de mi esposa, durante unos minutos, pero pronto acerqué mi polla a su coño y la perforé con fuerza. Mientras yo follaba a mi esposa metiéndola toda mi polla, ella comía el coño de su amiga.

–    Sigue por Dios – dijo Raquel – Que comida de coño. Que maravilla.

Yo me eché hacia delante y besé a Raquel a mientras seguía follando a Rocío y su coño seguía en la boca de esta. Tras un rato así me hicieron levantar y me tumbaron en el sofá boca arriba. Rocío se arrodilló junto a mi cara para que me comiera su coño mientras Raquel se subió sobre mi y empezó una cabalgada de mi polla digna de una amazona olímpica. Raquel era muy bocal en el polvo mientras que Rocío, entre gemido y gemido, no paraba de dar órdenes. Tras un rato de follada estaba cerca de correrme y lo hice saber apartando un momento mi boca del coño de Rocío. Raquel inmediatamente saltó de mi y se sentó en el sofá.

–    Termínalo tu, amor – dijo Raquel a Rocío

–    ¿No lo quieres tu?  - dijo Rocío

–    Lo quiero con locura pero es tu hombre. Cuando estamos juntas me gusta que sea en ti en quien se corre.

Ella me hizo sentarme en el sofá y se subió sobre mi con una pierna a cada lado. En esa posición alternábamos cabalgadas suyas con folladas mías mientras Rocío, escorándose a la derecha, comía el coño de Raquel. La follada duró unos minutos más y me corrí en Rocío. Esta con el entusiasmo se corrió también y aceleró la comida de coño de Raquel haciendo que esta también se corriera. Rocío tras un rato dejó el coño de Raquel y me beso. Luego se miraron, se sonrieron y, corriendo, se fueron a la habitación de Raquel donde se metieron en la ducha. Yo fui tras ellas y me metí en la ducha con ellas. La ducha duró media hora con los tres dentro limpiándonos unos a otros. Tras la ducha nos vestimos y nos pusimos los tres a comer juntos. Tras tres horas desde que llegamos a casa de Raquel volvimos a la oficina y Rocío a seguir comprando. Cuando esa noche llegue a casa acosté a la pequeña y luego pasé un maravilloso momento de amor con mi esposa en el sofá. Mirándonos, besándonos, queriéndonos.

El viernes trabajamos bastante poco. Siendo viernes y día treinta la gente estaba con ambiente de fiesta. A las dos ya estaban todos los departamentos brindando con champán y yo yendo de uno a otro charlando con la gente. A las tres de la tarde bajé pues mi esposa me esperaba en el coche con mi hija y las maletas para ir a casa de mis padres a pasar la nochevieja. Esa noche la pasamos los cuatro con la pequeña tranquilamente.

El sábado por la mañana, poco después de desayunar, fueron llegando todos mis primos. Ya eran mis primos. Y mis tíos. A mi prima Marisa se la empezaba a notar el embarazo y nos hizo mucha ilusión. A Sandra le gustó estar rodeada de peques. La pequeña Ana, hija de mi primo Carmelo y su esposa Ana, y Pablo, hijo de mi prima Marina y su marido Mario, tenían ambos poco más de seis meses. Sandra, que cumplía los once meses ese domingo, debía sentirse enorme. Aunque la enorme era la pequeña Cecilia que con seis años se sentía pequeña con los adultos y grande para los bebés. Yo intenté jugar con ella mientras el resto hacían cosillas para la cena. Ese día mi madre prescindió del servicio para hacer la cena lo más normal posible y para que sus trabajadoras pudieran disfrutar del día en familia. Fue una fiesta muy agradable y el día que de verdad, por primera vez, me sentí totalmente en familia. Tras el bautizo de mi hija ya lo suponía pero ese día lo confirmé. A las dos nos fuimos todos a la cama.

El domingo todos nos levantamos tarde y comimos restos. Una vez se fueron todos, a eso de las siete, nos despedimos de mis padres y nos fuimos a casa Rocío y yo para poder descansar.

 

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