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Mi historia (45: Septiembre 2004)

en Grandes Series

01. Semana del 6 al 12 de Septiembre

El lunes estuve encerrado en mi oficina todo el día. Incluso comí en ella. Ya era septiembre y ya tocaba jornada partida. Para la mayoría de los trabajadores eso significaba que trabajaban de nueve a seis con una hora para comer. Eran casi las seis cuando mi secretaria, Pilar, me informó que Raquel quería hablar conmigo. Supongo que hasta ella se extrañó pues Raquel no debía anunciarse normalmente. La dije que pasara y un instante después se abrió la puerta y entró Raquel. Se sentó en una de las sillas de visita y me miró. Estuvo un rato mirándome y lloró.

– ¿Crees que lo normal es venir aquí y llorar? - dije algo cortante

– Quiero arreglarlo – dijo Raquel

– Lo tienes que arreglar conmigo pero también con Rocío – dije con tono mas comprensivo tras su frase - Esto mejor lo hacemos en mi casa. Mañana tengo reunión con Belén y hoy Rocío no puede. Ven a casa el miércoles.

– Vale – dijo – Quiero que sepas que estoy trabajando duro. Que puedo tener problemas personales contigo y tu mujer pero ello no va influir en mi rendimiento en la empresa. Son cosas distintas.

– Lo se. Siempre he confiado en ti y lo sigo haciendo.

Ella volvió a llorar un poco. Me acerqué a ella y la abracé. La di un beso en la frente y la dije que se fuera a casa. Se calmó un poco, se secó las lagrimas y se fue. No sabía que mosca la había picado en los últimos meses pero estaba muy rara. Siempre dije que Raquel era una hembra alfa, una mujer dura y casi dominante. Y ahora era insegura, celosa y con cambios de humor. Intuía que algo debía pasarla pero ella no contaba nada. Esa tarde me fui a casa y en cuanto llegó Rocío a casa hablamos de lo que había pasado con Raquel. Se mostró ilusionada por poder intentar arreglarlo pero a la vez se mostró cauta. Tras cenar en casa y ver una peli nos fuimos a la cama a descansar. Sin hacer el amor.

Mi nivel de stress esos días era bastante grande esos días y el martes intenté no complicarme mucho. Por la mañana reunión con María y comida con Mike. Tras la comida me fui a casa de Belén donde había quedado con ella para una reunión pues quería comentarme algo. No era muy normal que fuera en su casa pero supongo que quería algo mas que una simple reunión de negocios. Fue entrar a las cuatro por la puerta de su casa y darme cuenta que esa no iba a ser una reunión normal. A los cinco minutos ya tenía sus brazos alrededor de mi cuello y nos besábamos con pasión.

– Buenas tardes – dije una vez dejé el beso

– Hola – dijo – Te he echado de menos. Echamos un polvo y luego hablamos de negocios.

– ¿Y porque no al revés?

– Porque cuanto antes terminemos menos probabilidades tenemos de que aparezcan mis hijas. Aunque no deberían llegar antes de las seis.

Diciendo eso me cogió de la mano y me llevó hasta su habitación. Ese día Belén llevaba un vestido bastante escotado. Y sorprendentemente con botas. Ya se acercaba el otoño pero aun hacía calor en Madrid. Seguro que se las había puesto para mi. Era una mujer muy sexy. Para un veinteañero a su edad sería una madura interesante, al fin y al cabo tenía hijas de su edad, pero yo no sabía si era de mi grupo de edad o madura. Desde luego su apariencia no era el de una madura al uso. Tenía cuarenta años pero si fuera por ahí diciendo que tenía treinta y cuatro nadie iba a decir que no era cierto. Cosas de las cremas y, sobre todo, las horas de gimnasio. Estábamos en su habitación, junto a su cama y ella empezó a enseñarme su cuerpo. Se tocó un poco las tetas y, apoyándose sobre la cama me mostró su maravilloso trasero. A mi me hizo gracia su exhibicionismo. Quise acercarme a ella para tocar su cuerpo pero ella me llevó la delantera y rápidamente echó sus manos a mi bragueta y me desabrochó el pantalón. Volví a intentar tocarla pero ella rechazó mi movimiento, me dio un piquito en la boca y sonriéndome a la cara con una preciosa sonrisa se arrodillo frente a mi. Me sacó la polla y sin mirar a esta, sin dejar de mirarme con una sonrisa en la cara, empezó a menármela. Su pelo rubio, teñido, caía sobre sus hombros mientras sus perfectos dientes blancos asomaban por entre sus labios gracias a la sonrisa que tenía puesta en mi. Tras un rato así bajó su cara hasta mi polla y la dio un pequeño chupetón y se la metió en la boca. Me volvió a mirar.

– No deberías hacerme esperar tanto para esto – dijo Belén – Tienes este cuerpo disponible para ti cuando quieras y si no te llamo pasas de mi. Cada mes llevo a mas de quince clientes a ver casas y todos los hombres me miran de tal manera que se que quisieran llevarme a una de las camas de la casa y follarme.

– Tienen buen gusto

– Pero ninguna oportunidad – dijo – Tu la tienes y pasas.

– No seas caprichosa – dije – Sabes el tipo de relación que tenemos

Ella no dejó de pajearme la polla. Me sonrió una vez mas y la llevó a su boca. Tras un rato chupándomela me volvió a mirar a la cara y sonreír.

– Tendré que conformarme – dije

Besaba y chupaba mis huevos una vez volvió a llevar su boca a mi entrepierna y, mientras, pajeaba mi polla con su mano izquierda. Desde luego sabía como hacer para ponerme muy caliente. Ella se levantó y me hizo sentar en la cama. Yo me quité mi polo y terminé de quitarme pantalones y calzoncillos. Mientras ella, delante de mi y con movimientos provocativos, se quitó el vestido y se bajó la tanguita negra que llevaba. Ya desnuda se sentó junto a mi y volvió a llevar la boca a mi polla para hacerme una mamada.

– Necesito que me folles – dijo

Tras tumbarme sobre el sofá, con mis piernas colgando fuera, ella se subió sobre mi polla. Sus pies estaban en el suelo y con la ayuda de los tacones de sus botas tenía la altura casi perfecta para dejar caer su cuerpo para que mi polla la penetrara. Ella empezó a cabalgarme apoyando sus manos sobre mis muslos. Tras un rato así, bastante erguida, se tocó un poco las tetas y se echó hacia atrás apoyando sus manos sobre la cama y poniendo la suela de sus botas sobre la cama. En esa posición ella ya no cabalgaba y era yo el que movía mi cuerpo para penetrarla. Ella empezó a gemir como loca. Yo disfrutaba el polvo casi mas que ella pues últimamente no hacía el amor mucho con Rocío. Tras un rato así ambos fuimos al centro de la cama y nos tumbamos de costado conmigo detrás. Metí mi polla en su coño y la perforé. Ya con mi polla hasta el fondo de su cuerpo ella empezó a gemir más y yo no tarde en unirme a su sinfonía. Parecíamos inquietos. Nos besamos un rato en la boca mientras no dejábamos de movernos y, tras un rato, explotamos en orgasmos simultáneos. Ella con un grito que intentó ahogar con una almohada y yo llenándola de mi semen. Una vez nos calmamos quedamos en la cama tumbados y nos besamos. Eran ya las cinco y cuarto y decidimos asearnos un poco antes de vestirnos e ir al salón. Ya limpitos. Ella sirvió unos cafés y unas pastas y se sentó junto a mi.

– Queríamos hablar contigo para que le comentaras una cosa a tus socios.

– Dime – dije algo intrigado

– Queremos vender parte de nuestra empresa. Vamos a montar una empresa inmobiliaria y de construcción en Brasil y necesitamos pasta. Juan ahora mismo está allí y vamos a comprar una casa para poder tener allí una base operativa.

– Vaya – dije – No lo esperaba. ¿Cuanto pensáis vender?

– No lo hemos pensado pero suponemos que si compráis será para tener el control y un 11% será lo mínimo que queráis comprar.

– Supones bien – dije – Si compramos, ¿seguís trabajando para la empresa u os vais a volcar en la brasileña?

– Habíamos pensado que Juan se dedicara a la brasileña y yo siguiera en Madrid.

– Bueno – dije – Me parece lógico. Os cuento algo en tres semanas.

Estuvimos un rato mas hablando con el café. Poco después de las seis llegó su hija Belén y estuve un rato hablando con ella también. Sus dos hijas eran bastante agradables y por suerte habían heredado la belleza y la inteligencia de la madre y pocas cosas del padre. Aunque Isabel, la pequeña era algo pijita como el padre pero sin ser repelente y odiosa. A las siete me fui para pasar la tarde con mi esposa y la conté la reunión con Belén. Sin el polvo, por supuesto. Esa noche Rocío quería cenar fuera para calmarse con respecto al día siguiente cuando quedaríamos con Raquel para, idealmente, solucionar nuestras rencillas.

El miércoles me hubiera gustado evitar a Raquel pero no pude. Tuve que quedar con ella y Mike a comer para hablar de la oferta de Belén. Que mas que una oferta era una oferta para que hiciéramos una oferta. A todos nos pareció bien hacerla pero no teníamos claro cuanto ofrecer ni cuanto porcentaje comprar. Quedamos en pensarlo individualmente y reunirnos la semana siguiente para hablarlo. Tras la comida me fui a mi despacho y me encerré a ver unos documentos que me había mandado Mariano. Eran estudios de mercado y quería mi opinión. A las seis me fui a buscar a Rocío y fuimos juntos a casa. Una vez allí descansamos hasta que a las siete y media llegó Raquel. La tensión era total. No me gustaba la situación. Raquel era mi mejor amiga, mi amante original y mi socia. La amaba con locura. Pero justamente eso, locura, es lo que sufría. Esperaba que fuera temporal e imperara la cordura. Mientras Rocío se sentía aun peor. Hace tres años tenía a Laura como mejor amiga y a Mónica y Teresa como grandísimas amigas. Desde entonces María y Raquel entraron en sus vidas y ocuparon el lugar de estas dos. Había sustituido a sus amigas de toda la vida por una mujer que ahora no sabía si iba a salir rana. Por suerte no había roto relaciones con Mónica y Teresa. Solo que ya no se veían tanto como antes. Todos nos sentamos en el salón y nadie dijo nada durante varios minutos. Nada agradable.

– Quiero arreglarlo – dijo Raquel

– Es muy fácil – dijo Rocío – Solo tienes que pedir perdón por tu escenita del otro día y con el paso de unos días seguro que volvemos a estar como antes. Tu no me creerás pero te quiero y me dolió echarte de mi casa. Pero no tuve otra opción.

– Puedo pedir perdón por las formas pero no por el fondo. Siento que ya no soy querida.

– ¿Sientes que ya no eres querida? - dije – No me jodas Raquel, así no vamos a arreglar nada. Si crees que no te queremos estas demente. No sabes las noches que ha llorado Rocío por como estamos. Yo soy menos de lágrima fácil pero estoy igual de mal. Te queremos y no se como podemos demostrarlo.

– Cuando el otro día nos reuniste en Sevilla para que nos comportáramos en la boda de Alberto... ¿hubieras hecho eso si hubiera sido mi boda?

Yo me eché a reír pero Rocío y Raquel me miraron raras. Yo miré a ambas.

– ¿Pero no era una broma? - dije – Ahora también vas a tener celos de Alberto. No me jodas. Si quieres te presento a mis odiados socios en la empresa de mi padre por si quieres tener celos de alguien más.

– No me has contestado a la pregunta – dijo

– Ni hace falta. Esto no se va a arreglar hoy – dije - Lo mejor es que lo dejemos. Se que algo te atormenta. Yo ni siquiera quiero que pidas perdón. Con que me digas cual es tu problema y me dejes ayudarte, nos dejes ayudarte, valdría.

Raquel nos miró un rato y se echó a llorar silenciosamente. Las lagrimas caían por su mejilla. Cogió su bolso, se levantó y se fue.

– No podéis – dijo casi inaudiblemente antes de irse

Rocío en cuanto oyó la puerta de casa se echó a llorar y yo la abracé.

– La hemos perdido – dijo Rocío

– No hemos perdido a nadie – dije – Es más, estoy contento pues se que algo le pasa. Por ahora solo sabemos que ella cree que no podemos ayudarla.

– ¿Pero porque no confía en nosotros?

– Porque es una cabezota. Ella puede con todo. O eso cree y se vuelve loca por ayudar pero nunca se deja ayudar. Estoy igual de enfadado con ella que esta mañana pero menos triste.

– Pues yo estoy igual de triste – dijo con una pequeña sonrisa forzada

El resto de la tarde-noche la pasamos abrazados. Creo que ambos pensamos en Raquel y en querer ayudarla pero a mi me parecía imposible que ella fuera a dejarse ayudar. Cuando fui a la cama tras lavarme los dientes me encontré a Rocío llorando a lágrima viva. Me puse mi pijama, me acosté junto a ella y la abracé hasta que se durmió. En esa posición me dormí yo junto a ella.

El jueves era el cumpleaños de María y fuimos todos a comer con ella. Raquel aparentó normalidad total. Me extrañaba lo celosa que estaba con María pero con ella no parecía tener ningún problema. Solo parecía pagarlo con Rocío y conmigo y eso me fastidiaba un poco sobre manera. Tras la comida yo me pasé por el despacho de María para darla un beso, con lengua, y desearla un feliz cumpleaños. Decidimos no ir Rocío y yo con ella a su casa ese día para no enfadar mas a Raquel aunque nos había invitado a pasar un rato por la tarde y ver a las niñas si queríamos. Pudimos escudarnos en que Rocío tenia una reunión de dirección, lo cual era falso. Aun así se enfadó un poco conmigo por no ir yo. Total que por Raquel ya se mosqueaba María. No me molaba el asunto. Cenamos en casa Rocío y yo y pronto nos fuimos a la cama donde, de nuevo, Rocío estuvo un rato llorando. No podía ser bueno para el niño que estuviera ante tanto stress. Pero poco podía hacer yo. O eso pensaba.

El viernes aguanté en mi oficina hasta la hora de la reunión mensual. No me apetecían los quince minutos de cháchara que teníamos antes de cada reunión. Los números de agosto, para ser agosto, no fueron del todo malos pero como tuvimos gastos tanto por la apertura de nuestro nuevo restaurante como de nuestra sexta tienda de moda al final acabamos en números rojos. Pero nada grave. Sin gastos extraordinarios hubiera sido el mejor agosto de nuestra historia. No entré mucho en la discusión de nuevos negocios y estrategia pues mi mente estaba en otras cosas. El tema con Raquel me estaba afectando demasiado y no podía seguir así. Debía arreglarse pero quizás no fuera pronto y tenía que, al menos en el trabajo, normalizar un poco todo. A la hora de comer me fui a casa de mis padres con Rocío para evitar comer con Raquel. Tras pasar la tarde con mis padres y cenar con ellos nos fuimos Rocío y yo a casa a descansar.

Eran las ocho de la mañana del sábado y ya estaba despierto. Me costaba dormir. Lo estaba pasando mal. No lloraba como Rocío pero casi lo hubiera preferido y que la procesión no fuera por dentro. Tras levantarnos y ducharnos nos fuimos a casa de María. Llegamos antes que los demás pero con menor antelación de lo normal. Todo por no enfadar a Raquel y amparándonos en que Rocío se cansaba mucho y queríamos aguantar con todos. Rocío y Raquel se comportaron como en la boda. Distantes pero amables. Una maravillosa representación teatral. En fin. Nadie pareció darse cuenta y eso era lo mas importante. Tras darle los regalos a María, nosotros ropa, y pasar un rato mas con ellos nos fuimos a casa a la vez que se fue Raquel. No podíamos quedarnos ni un minuto mas. En casa otra noche de lloros.

El domingo lo pasamos en casa tranquilamente intentando pasar el rato sin pensar en lo que nos ocurría. El día paso normal hasta que entré en la cama. Rocío no lloraba. Cuando estaba ya en la cama ella se giró hacia mi.

– Si Raquel se ha vuelto loca es su problema – dijo Rocío – La quiero mucho como quiero a María y creo que a la que estoy dejando de lado es a María.

– ¿Te has vuelto loca tu también?

– No – dijo – Lo he estado pensando. Quiero hacer un trío con María

Yo me reí un poco.

– Y yo quiero la paz mundial. La única diferencia entre lo que tu quieres y lo que yo quiero es que yo puede que lo consiga.

– Ya veremos – dijo – Tu esta semana métela en tu despacho y ponte a tirártela. Yo os sorprenderé y la contaré todo. Luego intentaré convencerla.

– ¿Tu crees que esa es la mejor manera de contarla que sabes que me acuesto con ella?

– Si

– Tu sabrás – dije – Creo que es una locura. Que conste.

– Constara.

Y echándose sobre mi empezó a besarme. Beso que rápidamente acabó convertido en un maratón de sexo. Desde luego pensar en el trío con María, por fantasioso que pareciera, nos había dado morbo a ambos.

02. Semana 13 al 19 de Septiembre

Llegó el lunes y fue un día de lo mas normal. Dentro de la locura que fue la semana anterior. Me acordaba del problema con Raquel pero no mucho y Rocío no parecía llorar tanto en casa. Un buen día diría yo.

El martes me reuní con Raquel y Mike para ver la oferta a Belén. Tras un rato de discusión decidimos ofrecerles comprar un 20% de la empresa. Así invertiríamos los porcentajes actuales y pasaríamos del 40 al 60 y ellos al revés. Por ese veinte por ciento pagaríamos setecientos cincuenta mil euros. Antes de hacer la oferta para ver si aceptaban encargué a Raquel que se lo contara a Marga, Alberto y María para ver si estaban de acuerdo. Para mi era muy importante que ellos quisieran pues, si bien por el tema de Raquel tenía parada su incorporación como socios, creía en ellos. Por la noche cenamos Rocío y yo con Laura y Antonio y fue muy agradable poder evadirnos un rato.

Parecía que me iba a tener que quedar el miércoles por la tarde a trabajar y se lo hice saber a María que me dijo que se pasaría a verme. Ya con la información se lo hice saber a Rocío.

– ¿Estas segura que esto es buena idea? - dije

– No lo se – dijo – Quizás la broma la moleste un poco pero luego cuando sepa que puede hacerlo contigo sin problemas se le pasará un poco el cabreo. Seguro.

– Bueno, creo que si. Pero dependerá de cuanto le molesté la broma.

Hacía un tiempo que Rocío tenía una tarjeta de seguridad de nuestra empresa y tenía acceso a mi planta a cualquier hora. No sería problema que apareciera en cualquier momento. A las seis y media hoy que llegaba María y la hice una llamada perdida. Y a mi me tocaba intentar amarla sabiendo que el polvo iba a ser interrumpido. María se presentó en mi despacho bastante normalmente vestida con un pantalón corto de color blanco y una blusa del mismo color. En sus pies unas manoletinas negras. Nada especialmente sexy pero bastante cómodo como podía corresponder a una joven madre de tres hijas. Nada mas entrar vi que echaba el pestillo y se acercaba a mi. Se sentó en mis muslos y empezó a besarme. Nuestras lenguas jugaban por entrar en la boca del otro y estábamos desesperados por amarnos. Yo la quería con locura y no sabía que iba a pasar en un rato. Tocaba aprovechar el rato en el que estaba con ella. Mis manos fueron rápidamente al cierre de su pantalón y lo abrí un poquito buscando el borde de sus braguitas. Jugué con mis dedos alrededor del borde de su braga y noté como ella se iba calentando mientras lo hacía ella suspiraba en mi oído y a veces besaba y mordía un poco el lóbulo de mi oreja. Bajé su pantaloncito y la hice sentarse en mi mesa. Yo puse mi butaca entre sus piernas y acaricié su entrepierna sobre la braguita. Ella empezó a gemir como loca cada vez con mayor frecuencia. Tras un rato acariciándola abrí mucho sus piernas y, mientras apartaba la braguita con una mano, llevaba mi lengua a su conejito. Mientras mi lengua escarbaba en su coñito llevé mis manos a sus pechos y empecé a acariciarlos sobre la blusa. Fui desabrochando su blusa botón a botón mientras ella me ayudaba a quitarme el polo. Lo cual me obligo a dejar de chupar un momento su coñito para que saliera por mi cabeza. Mi boca no abandonaba en ningún momento su coño y ella estaba excitada. Yo no tanto, sabiendo que en cualquier momento podía llegar Rocío. Aun estuve chupando un rato más su coño y creo que estaba cerca del primer orgasmo cuando oímos como llamaban a la puerta. María se levantó asustada de mi y se empezó a vestir a toda prisa. Yo hice lo mismo y ella se fue a abrir la puerta. Una vez abrió la puerta vio a Rocío.

– ¿Que hacíais con la puerta cerrada? - dijo

María se puso roja como no la había visto nunca. Desde luego a la pobre mentir no se la daba bien.

– ¿No estaríais? - dijo Rocío dejando colgada la frase - ¿Te estabas tirando a mi marido?

Me parecía que Rocío estaba siendo un poco dura con la "broma" pero no iba a intervenir. Mientras María empezaba a llorar y se sentaba en una silla junto a mi pequeña mesa de reuniones. Tras un rato llorando María miró a Rocío.

– Lo siento – dijo María mirando a los ojos a Rocío y sin dejar de llorar

– No te preocupes – dijo Rocío – Ya lo sabía. Me dijo Carlos que hoy casi seguro que lo haríais y quería pillaros. Para que supieras que lo sé y que no me importa.

– ¿Tu la has dicho que lo íbamos a hacer? - me preguntó María.

Yo solo la miré a los ojos con cara de tristeza

– ¿Y tu lo consientes? - dijo María

– Si cariño, Carlos se acuesta contigo con permiso mio desde el principio. Nunca me pondría los cuernos. O no sin mi conocimiento, como quieras decirlo.

María empezó a llorar aun mas desconsoladamente. Esperaba que no la gustara la broma y se enfadara por eso pero en ningún momento que se hundiera tras saberlo. No sabía que pasaba.

– Los dos sois gilipollas – dijo

– ¿Y esto? - dije yo

– No sabéis lo duro que ha sido para mi hacer el amor con el marido de mi mejor amiga – dijo – Al principio eras mi amigo y jefe y me costaba menos pero pronto empecé a querer a Rocío y cada vez que hacía el amor contigo acababa llorando por la noche, a solas en el baño, pensando en que la traicionaba. Casi me dolía mas que por mi marido. A Arturo le quiero con locura pero a vosotros también y en parte el sexo contigo me da lo que el no me da, pasión.

Rocío y yo intentábamos meter baza pero María estaba lanzada y no paraba de hablar.

– Si no pasaba nada – continuó – Que os hubiera costado decirme esto, a ser posible sin el susto, hace dos años. Creo que pensáis que soy vuestro juguete. María la tonta con la que podemos divertirnos. Pues no soy el juguete de nadie. No me lo esperaba de ninguno de los dos. Pensaba que además de mi jefe eras mi amigo. Todas las veces que me has dicho que me querías... ¿era mentira?

Yo iba a decirla que no, que la quería, pero no paró de hablar.

– Y tu – dijo mirando a Rocío – Las veces que hemos quedado para tomar café, he confiado en ti a mis hijas, has pasado de nadie a una de mis dos mejores amigas, junto a Raquel, en apenas tres años. Hemos quedado a comer solas o con Raquel decenas de veces, aun mas a tomar café, vienes a ver a mis hijas que te tratan casi como a una segunda madre y nunca has encontrado un momento para contarme esto antes de que pasaran tres años. Total os da igual. No soy una amiga, soy una mascota.

– María por favor – conseguí decir

– María nada – dijo ella – Estoy muy decepcionada. Me jode mucho todo esto.

Debía fastidiarla pues nunca la había oído usar una palabrota como joder en su conversación.

– Yo os quiero y vosotros jugáis conmigo. He sufrido mucho durante al menos dos años. Eres el padre de mi hija y eso me torturaba por tu mujer, mi mejor amiga, y resulta que ella lo sabía. Este juguetito se ha acabado. No quiero que os acerquéis a mi. Diría nunca pero os quiero demasiado y se que volveré a caer en vuestras redes.

– Cariño – dijo Rocío

– Ni cariño ni nada – dijo María – Este fin de semana es el cumpleaños de Arturo y tenéis que venir, no quiero escenas, pero luego se acabaron los cafés y las comiditas de amigas. Y contigo me reuniré por trabajo. Y si me quieres despedir hazlo. Ahora mismo sería feliz en no volver a veros.

– No puedes hacernos esto – dije – Nosotros te queremos.

– Vosotros solo os queréis a vosotros mismos.

– Eso es injusto – dijo Rocío

– Es verdad – dijo - vosotros siempre sois generosos. Excepto con vuestro juguetito con quien os lo pasáis bien sin pensar en su bienestar. Os diría que no quiero veros nunca mas pero se que caeré en vosotros de nuevo. Aunque ahora os odie se que en el fondo os quiero. Tengo que pensar si lo nuestro es una relación sana para mi. Y espero que vosotros también lo penséis. No me esperaba esto de vosotros.

Y cogiendo su bolso se dio la vuelta y se fue de mi despacho. Justo antes de que llegara a la puerta de este miró hacia atrás.

– Yo jamás te despediría – dije justo cuando miró atrás

– Lo se – dijo mientras una lagrima caía por su mejilla

María se fue y Rocío y yo nos miramos. Tras un rato en que no dijimos nada se fue a la puerta y cerró con pestillo. Se acercó a mi, se sentó en mi regazo y apoyando su cabeza en mi hombro se echó a llorar. Estuvo llorando desconsolada durante un rato.

– Ahora si que... - dijo Rocío

Yo la miré a los ojos y acaricié su pelo.

– Ya solo me queda Laura. Hace dos semanas tenía tres amigas con las que hacía de todo. Ahora me queda una.

– No seas melodramática – dije – Tienes a Mónica y Teresa

– Si pero a ellas no las quiero igual. Son amigas, no parte fundamental de mi vida.

Volvió a llorar y a mi se me escaparon unas lágrimas.

– Al menos esta vez es culpa mía. La cagué con ella.

– La cagamos con ella – dije – No me quites parte de la culpa

– Da igual – dijo – Al menos se la razón por la cual María ya no me quiere. Me preocupa mas Raquel.

– María te quiere tanto como tu a ella. Solo tenéis, tenemos, que hacer pequeños ajustes en la relación. No te preocupes.

– ¿No debería preocuparme?

– Deberías recapacitar como debería hacerlo yo. Y ser paciente. Yo ni me había dado cuenta, como tu. No habíamos pensado en sus sentimientos y tiene razón en estar enfadada. Ahora solo toca que aguantemos su enfado lo mejor posible.

– Si. Y tiene derecho a estar enfada.

Me abrazó durante un rato y yo acaricié su barriguita. Esperaba que tanto sobresalto no influyera en el desarrollo de nuestro bebé. Tras un rato en mi mesa nos fuimos a casa donde casi sin hablar cenamos y, muy pronto, hacia las diez, nos fuimos a la cama.

El jueves fue un mal día para mi. En la oficina me sentía extraño. Desde que fundé la empresa en 1999 una de las cosas que mas me gustaban en la vida, fuera de pareja, familia y amigos, era ir a la oficina y seguir construyendo una gran empresa de la nada. Pero ese día, ese día no quería trabajar. Me daba miedo encontrarme por los pasillos a María o Raquel y no saber como comportarme. Eran dos de las personas mas importantes de mi vida y nuestras relaciones estaban, al menos temporalmente, rotas. Con un poco de suerte podría arreglarlas. Me encerré a trabajar en la oficina. Raquel y María tampoco debían tener ganas de bronca y no se pasaron por el despacho. Es mas, solo se pasó un momento Marga a comentarme una cosa acerca del restaurante que abríamos al día siguiente. Me sentía algo mal pues no había casi ayudado en esta apertura a Marga. Y con Alberto de luna de miel. Por otro lado la única alegría del día fue ver como ella podía con todo sin problemas. Por lo demás no vi a nadie. Incluso comí en el despacho porque "tenía mucho trabajo". Esa tarde y noche Rocío y yo la pasamos hablando de María y sus sentimientos. Intentando entenderla, ver lo que habíamos hecho mal y recapacitando. Éramos lo suficientemente listos como para saber que cuando uno la caga tiene que arreglarlo si tiene una mínima oportunidad. E íbamos a intentarlo. Estábamos dispuestos a recuperar a María lo antes posible.

Inauguramos el nuevo restaurante el viernes y tras el día de trabajo, como siempre quedamos todo el grupo para ir a verlo. Como siempre solo que con Raquel y María enfadadas con nosotras. Vinieron Laura y Antonio y eso permitió a Rocío colgarse un poco de ellos y Marga y no sufrir tanto la indiferencia de María. Marta estuvo un buen rato conmigo y yo la llevaba de la mano. Elena hablaba con Rocío. Para mi fue buena señal que María no impidiera, aunque fuera discretamente, nuestro contacto con sus hijas pero a ella se la notaba muy enfadada. Al llegar a casa comentamos todo Rocío y yo e hicimos el amor.

El sábado pasamos todo el día en casa preparándonos para la comida del día siguiente en casa de María. Íbamos a celebrar el cumpleaños de Arturo y no creíamos que fuera a ser un gran día. Por tanto, y por el embarazo de Rocío, decidimos relajarnos el sábado y apenas salir a dar un pequeño paseo por la tarde.

Llegó el domingo y nosotros fuimos a casa de María tarde, cuando ya estaban allí Raquel y José Carlos. Eso debía extrañar a cualquiera pues siempre éramos los primeros en llegar. Si exceptuamos la muerte de mis padres y Lucía puedo decir, sin lugar a dudas, que hasta ese momento no había pasado peores quince minutos que los que tuvimos que pasar en casa de María hasta que llegaron Mike y Marga. Y no tanto por mi como por Rocío. Al fin y al cabo yo hablaba con José Carlos y Arturo sin problemas. Pero veía a Rocío como era, claramente, ignorada por Raquel y María y lo pasaba mal. Vale que con María nos habíamos portado mal y que Raquel estaba atormentada por algo pero ambas me parecieron algo crueles. Hablaban directamente como si no estuviera allí. Con la llegada de Marga y Mike todo se tranquilizo un poco y ya cuando llegaron Alberto y Celia, recién aterrizados de su luna de miel, y otras dos parejas amigas de María y Arturo podemos decir que todo era normal. O aparentaba normalidad. Tras los regalos a Arturo nos fuimos a casa. Rocío estaba triste, posiblemente por la primera parte del cumpleaños de María pero al menos no lloraba mucho. Nos fuimos pronto a la cama sin hacer el amor.

03. Semana 20 al 26 de Septiembre

Para todo el lío que tenía en mi vida en esos momentos el lunes podemos decir que fue un día de lo mas normalito. Incluso estuve reunido relativamente bien con Mike y Raquel pues está ya había hablado con Marga, Alberto y María. Al parecer a todos les parecía bien que hiciéramos esa oferta. Raquel estaba cumpliendo con su promesa de aparcar los problemas en el trabajo pero aun así no quería yo forzar la maquina con reuniones no estrictamente necesarias. Rocío en casa, ya por la tarde-noche también estaba mas calmada.

El martes Rocío tenía reunión en la oficina hasta tarde y yo no quería estar solo en casa. Así me encerré a currar en la oficina yo solo. Solo hasta que a las siete y media entró Ana en mi despacho y cerró con pestillo la puerta .

– Que elegante estás hoy – dije

– Gracias – dijo – Hemos tenido María y yo una reunión y me suelo poner algo mas formalita.

Llevaba un pantalón a medio camino entre el rosa y el blanco y una camiseta negra, de tirantes, de un tejido como sedoso con puntilla en el escote. Este era sugerente a la vez que recatado. Desde luego no las iba enseñando por ahí. En sus pies unos maravillosos zapatos de tacón negros. Ana se acercó a mi lentamente, como una felina en celo, y echó hacia atrás mi silla situándose entre mi silla y la mesa. Quedé pegado a la pared que tenía tras mía y apoyó su mano izquierda sobre esta echando su cuerpo sobre el mio. Mas concretamente haciendo que sus pechos quedaran a la altura de mi cara. Movió estos arriba y abajo haciendo que a ratos mi nariz se colara en su canalillo. Mientras hacía esto yo empecé a acariciar su culo sobre el pantalón que marcaba su figura perfectamente. Ella se separó de nuevo de mi y se dio la vuelta moviendo su culito de manera provocativa mientras yo lo acariciaba sobre el pantalón y fijaba mis ojos en los suyos. Tras un rato se sentó sobre mi ya evidente erección y empezó a mover su culo arriba y abajo. Yo la agarraba primero por la cintura pero luego pronto pasé a su pechos que liberé tras bajar los tirantes de su camiseta. Mientras, mi polla estaba ya a puntito de explotar con el movimiento de su cuerpo sobre el mio. Ella estuvo un rato mas y cuando ya debió estar convencida de tener mi polla en plena extensión se levantó y se giró mirando hacia mi. Volvió a inclinarse un poco y empezó a desabrochar los pantalones Dockers que llevaba ese día. Liberó mi polla sin necesidad de bajarme los pantalones y empezó a jugar con su lengua en el capullo de esta. Mientras lo hacía me miraba a los ojos y me sonreía coquetamente. Su lengua recorría la totalidad de mi polla como si esta fuera una piruleta y ella no apartaba sus ojos de los míos. Me estaba calentando mucho. Ella sin embargo no parecía querer dejar de jugar. No me estaba haciendo una mamada. Creo que en su boca no entró en ningún momento mas que el capullo. Estaba calentándome, jugando conmigo. Me levanté de la silla mientras ella seguía jugando con mi polla y en ese momento ya si se la metió un poco mas en la boca. Mientras lo hacía yo desabrochaba mi camisa y me la quitaba a la vez que hacía que los pantalones y calzoncillos cayeran al suelo. Excitado como loco levanté a Ana y desabroché su pantalón mientras mi boca se unía a la suya. Lentamente bajé su pantalón hasta que se quedó con su braguita blanca que cubría mucho mas por delante que por detrás. Poco a poco se la fui bajando.

– Hoy no traes tanguita.

– Quiero llevar una braga para que tu corrida no se salga tan fácilmente de dentro. Voy a besar a mi marido con tu semen en mi interior y luego me iré a la ducha.

Yo la besé con fuerza y la subí en la mesa donde empecé a besar sus tetas mientras mi mano izquierda la hacía un dedo. Ella empezó a gemir y a excitarse a una velocidad que no esperaba. Debía estar con ganas de guerra. Abrí sus piernas y metí mi boca para chupar su coñito. Acerqué mi silla y me senté en ella para estar cómodo mientras chupaba su coño y jugaba con su clítoris. Ella mientras no paraba de gemir, de pedirme mas y de acariciar mis cabellos. Tras un rato me cansé me puse en pie. Llevé a Ana al lateral de la mesa y apoyando sus manos sobre esta empecé a penetrarla desde atrás. Con la primera penetración ya empezamos a gemir ambos como locos pues estábamos desesperados por sentirnos el uno al otro dentro. Ella subió una de sus rodillas a la mesa para abrirse un poco mas y yo aproveché a agarrarla de uno de sus tacones mientras ella echaba la cabeza hacia atrás y nos besábamos. Estábamos besándonos cuando ella explotó en un orgasmo bestial que hizo que se volviera un poco salvaje y me mordiera el labio inferior. Me hizo algo de daño y salió un pelín de sangre pero, a la vez, provocó que yo me corriera en ella llenándola de semen. Tras un rato en ella sin movernos saqué mi polla y tras mirarnos y acariciarnos un poco nos besamos con pasión.

– Gracias – dijo lo necesitaba

– Seguro que esta vez lo necesitaba mas yo que tu – dije – Gracias a ti

Y es que con tanta guerra había perdido a dos de mis amantes y mi mujer estaba con menos ganas. No se si por las broncas o por el embarazo pero no lo hacíamos como antes. Cuando ella se fue yo apagué mi ordenador, me aseé y me fui a casa a pasar el resto del día con mi esposa.

Tras un día de trabajo rutinario, cosa que desde luego agradecía, por la tarde Rocío y yo fuimos a visitar al ginecólogo para ver como iba el embarazo. Estaba yo algo preocupado por los disgustos que llevaba acumulando en las últimas semanas pero aparentemente no habían afectado al feto. Al menos no aun. El bebé estaba en un tamaño dentro de la media aceptable y un análisis que se hizo unos días antes Rocío dio muy buen resultado. Con la buena noticia nos fuimos a casa de muy buen humor e hicimos el amor. Algo que tras la pelea con Raquel y María era cada vez menos habitual.

El jueves tras pasar la mañana en mi despacho sin mucha interacción social me fui a comer con Raquel y Mike. Fuimos juntos para comer con Juan y Belén y hacerles nuestra oferta. La comida fue bastante agradable y no tocamos la oferta alguno hasta que no llegamos a los cafés. La oferta era muy sencilla 750.000 euros por un 20%. Hacía solo tres años habíamos pagado 500.000 euros por un 40%. Nos parecía que la oferta era muy generosa. Ellos quedaron en contestarnos al día siguiente. Salimos del restaurante tarde, casi a las cinco, y yo decidí irme ya para casa. Trabajaría desde allí. Para estar solo prefería estarlo en casa. Cuando llegó Rocío nos fuimos a dar un paseito, cenamos fuera y, poco después de llegar a casa, fuimos a dormir.

El viernes llegó y tenía unas ganas locas de que llegara. A las doce entró Raquel en mi despacho.

– Han aceptado la oferta – dijo

– Me alegro – dije – Ir preparando todo para firmar lo antes posible.

Y con una preocupación menos trabajé hasta la tres cuando me fui a buscar a Rocío para irnos a Cuenca Rocío estaba casi de cinco meses y no podía correr pues se mareaba en el coche. Así tardamos cuatro horas en llegar pero no me importó. Tras llegar y cenar con toda la familia de Rocío, nos fuimos a la cama.

Cuando desperté el sábado eran ya las diez de la mañana. Tras felicitar al padre de Rocío pues era su cumpleaños desayunamos un poco tardíamente cuando aparecieron Diana y Pablo. Pablo había cogido un vuelo a Madrid y luego un tren a Cuenca y Diana fue a por el a la estación. Tras los saludos de rigor nos fuimos a comprar la comida para la barbacoa. A finales de septiembre en Cuenca se necesitaba un jersey a última hora de la noche pero se podía perfectamente hacer la barbacoa. Los invitados llegaron entre seis y media y ocho, hora en la que la barbacoa ya estaba a pleno rendimiento. Rocío y yo nos fuimos a la cama a las dos de la mañana. El resto se quedaron un rato pero a mi me apetecía estar al lado de mi esposa.

Como siempre ese domingo, tras la barbacoa o cumpleaños grande, tuvimos uno mas familiar en el que dimos los regalos al padre de Rocío. El nuestro fueron unos zapatos italianos para que fuera a trabajar con su traje. Tras comer y a eso de las cuatro nos fuimos a Madrid llegando poco después de las ocho de la tarde. Rocío y yo pasamos la noche tranquilamente antes de irnos pronto a la cama. Haciendo el amor.

04. Semana 27 de Septiembre al 3 de Octubre

Una semana más con mis mejores amigas enfadas conmigo y mi esposa. Cuatro semanas de enfado con Raquel y dos con María. No podía aguantarlo. Aun así tampoco tenía las agallas suficientes como para intentar que se arreglara. Mas que nada por no fastidiarlo aun mas. De esta manera lunes y martes pasaron conmigo encerrado o reunido con Alberto y Marga y con poco contacto con María y Raquel. Por las tardes con Rocío hablábamos de ellas, con esperanza pero también poniéndonos a veces en lo peor y pensando en nuestra vida sin ellas. En esos momentos a mi se me escapaba una lágrima mientras Rocío lloraba sin consuelo.

Era mediodía del miércoles cuando Rocío me llamó para quedar a comer. Cuando llegué al restaurante estaban ellas y María. No hablaban. Había cogido Rocío un reservado para nosotros tres.

– No quería decir nada hasta que llegaras – dijo Rocío

– No se porque he aceptado venir – dijo María

– Por la misma razón por la que no he podido aguantar y te he llamado. Nos quieres como nosotros te queremos.

– Eso crees – dijo María

– Lo se – dijo Rocío mirándola a los ojos y haciendo que María bajara la cabeza

– Solo te voy a decir una cosa – dijo Rocío – Lo siento. Es culpa mía. Cuando primero di permiso a mi marido para que te acostaras con el no te conocía. No eras nadie en mi vida. Poco a poco tu y tus hijas habéis ido ocupando un pedazo de mi corazón. Una vez eso ocurrió debí decírtelo pero es mas fácil decirlo que hacerlo. ¿Como le dices a una de tus mejores amigas que sabes que se acuesta con tu marido y que lo consientes?

El silencio se apoderó de la sala. María iba a hablar pero apareció la camarera con los entrantes prolongando el incómodo silencio.

– No se como – dijo María – Es mas, lo hiciste el otro día, tu sabes como. Desde luego antes. Hace uno, incluso dos años. No ahora.

– Tienes razón – dije – Y Raquel y yo lo sentimos mucho. Nos duele que pienses que jugamos contigo. Que te lo ocultamos por jugar contigo. Lo hicimos por vergüenza. Hasta hace unos días ni se nos ocurrió contártelo pero por vergüenza no por humillarte.

– Solo queremos que queden dos cosas claras – dijo Rocío – Lo primero que lo sentimos. Y lo segundo que te queremos y nunca jamás haríamos nada por perjudicarte.

María nos miró y empezó a llorar un poco. Rocío que estaba sentada junto a ella la acarició.

– Lo se – dijo María – Estos días no he parado de pensar en vosotros y en cuanto os quiero pero sigo sintiéndome mal por no habérmelo contado. Pero se que me queréis. No puedo olvidar lo que Carlos hizo por mi padre sin que nadie pidiera nada, que ambos estáis siempre dispuestos a ayudarme por cualquier cosa. Se que me queréis y yo os quiero. Pero estoy dolida. Aun no puedo volver a la normalidad absoluta.

– Lo entendemos.

– Lo que tenéis que entender es que no puedo teneros estos días en casa porque no estoy 100% volcada en vosotros. Aun veo a Carlos por la oficina y siento rabia. Y luego lo pienso y se que le quiero y que el a mi pero no quiero volver a estar a vuestro alrededor hasta que no este volcada en vosotros.

A Rocío le caía una lágrima por la mejilla

– No llores – dijo María – No lo hagas mas duro. Te estoy diciendo que te quiero.

– Lloro de alegría – dijo – Tómate el tiempo que necesites.

El resto de la comida fue bastante normalita para lo que uno podía esperar. Cordial, de buenos amigos pero lejos de la sintonía que teníamos solo un mes antes. Sin embargo, aunque María no nos quisiera aun en su casa y en su vida me dio muy buen rollo. Todo parecía que en un periodo de tiempo moderado se arreglaría. Tras la comida yo me fui con María a la oficina y en el taxi hablamos de trabajo. Me encantó estar con ella en otro tono. Tras una buena tarde de trabajo me fui a casa y Rocío estaba superanimada. La perspectiva de solución con María era algo que la sentía bien y probablemente fuera bueno para el bebé. Aun quedaba el problema de Raquel.

El jueves hubiera sido un día normal y monótono si no fuera por que ese día Mike, Raquel y yo firmamos en el notario la compra del 20% de la empresa de Belén y Juan. Tras la compra desayunamos juntos y luego cada uno a su oficina a currar. En casa nada especial.

El viernes tras trabajar me fui a casa a pasar el día con Rocío. Fue un día muy especial. No por lo que hicimos, que no hicimos nada, sino porque estando tumbados juntos en el sofá viendo la tele, con mi mano en su barriguita, noté por primera vez una patada del bebé. No me pidáis que os explique como fue. Soy incapaz de describir lo que sentí en ese momento. Solo se que me olvidé de la película y durante casi dos horas solo miré, casi seguro que con cara de tonto, los ojos de Rocío. Y cuando fuimos a la cama hicimos el amor.

Sin nada que hacer el sábado fuimos a casa de mis padres. Llegamos hacia mediodía y estuvimos con ellos hasta medianoche. Disfrutando con Mariano y Manuela de nuestro embarazo, de su embarazo. La cara de felicidad de Manuela cuando estaba con Rocío en su estado era para mi un regalo.

Descansábamos el domingo para poder empezar un nuevo mes con fuerzas. Serían ya las diez de la noche cuando sonó el teléfono y lo cogió Rocío.

– Hola – dijo algo cortante

Su tono al contestar me dejó claro que era Raquel.

– Esta aquí – dijo Rocío – Pongo el manos libres.

Pulso los botones correspondientes y pude oír a Raquel.

– Dejarme hablar – dijo – Lo que tengo que decir es muy importante y prefiero que no me interrumpáis. Lo primero es que lo siento. Siento mucho como me he comportado. No aguanto ni un día mas sin poder quedar con Rocío a tomar un café o sin que os paséis una tarde a ver a Susana. Es todo culpa mía. Carlos... - y dejó colgada la frase

Durante un rato hubo silencio pero ni Rocío ni yo queríamos intervenir para no interrumpirla. Tras unos segundos volvió a hablar.

– Carlos tiene razón. Me pasa algo. Y mañana si tenéis el mediodía libre me gustaría quedar a comer con vosotros.

– Claro – dije yo sin ni siquiera consultarlo, aunque fuera con la mirada, con Rocío

– Me alegro – dijo Raquel – Mañana concertamos hora y restaurante

Raquel iba a colgar y se iba a quedar ahí todo.

– Un momento – dijo Rocío con la voz tomada – También necesito hablar contigo y tomar un café y ver a tu hija y abrazarte. Ha sido el peor mes de mi vida. Te quiero.

– Y yo a ti – dijo Raquel antes de colgar

Una vez colgamos el teléfono Rocío se pegó a mi y empezó a llorar. Era un llanto de alegría. Me miró a los ojos tras un rato y me besó. Se levantó y, de la mano, me llevó a la habitación. Rocío se quitó la bata que llevaba y se tumbó en la cama en ropa interior de color violeta. Yo me tiré a esta junto a ella, en pantalón de chándal y camiseta, y rápidamente llevé mi boca a sus tetas. Mi lengua jugaba con sus pezones como si fueran un caramelo. De verdad que notaba como si estos fueran algo mas grandes aunque ella aseguraba que usaba aun los mismos sujetadores y que hasta un poco mas adelante no le crecerían los senos bastante. Rocío disfrutaba la chupaba de tetas y mientras yo me dedicaba a comérselas ella acariciaba mi cuello con una de las manos mientras tocaba su coñito por encima de la braguita. Estuve un rato besando sus tetas hasta que me di cuenta de su juego sobre la ropa interior. Me calenté viendo como se tocaba y viendo su barriguita ya bastante evidente. Aun no enorme pero bastante evidente. Retiré su braguita poco a poco y mientras lo hacía besaba su coñito y sus piernas. Volví a besar sus tetas y ahora mientras lo hacía tocaba su coñito y la hacía un pequeño dedo. Notaba como su barriga se interponía un poco entre su coño y mis dedos y eso me calentaba un poco. Tras un rato abandoné sus tetas y centré todos mis esfuerzos en su coño. Tocaba este y metía varios dedos para, posteriormente, chupar sus labios vaginales e intentar jugar con su clítoris.

– Sigue, sigue – decía Rocío tremendamente excitada. Te necesito dentro amor.

Yo seguí un rato mientras ella empezaba a humedecerse. Mis dedos quedaron impregnados de su sabor y su aroma y tras chuparlos un poco se los di a probar a ella. Ella probo la mezcla de sus flujos con mi saliva. Una vez saqué mi dedo de su boca me aparté un poco de ella y pasé a desnudarme. Ella hizo lo mismo y se quitó el sujetador primero y su braguita después. Me hizo tumbarme en la cama y empezó a chuparme un poco la polla. Jugaba con su mano en el tronco de esta y luego empezó a meterla dentro de su boca. Mi erección era enorme. Ya plena. Mientras me iba haciendo la mamada yo gemía. Cada vez un poco mas y ella la pajeaba y mamaba sin control. Me estaba encantando pero ella debía querer mas pues, con mucho cuidado, se subió sobre mi y empezó a cabalgarme con su espalada hacia mi. Con el embarazo se sentía pesada y yo, con mis brazos, la ayudaba a subir y bajar sobre mi polla con delicadeza. La ayudaba a moverse pero para hacerlo mas fácil, a la vez, movía mi cintura para penetrarla mas. A pesar de mi ayuda pronto se canso y se tumbó junto a mi, desnuda y dándome la espalda. Yo levanté una de sus piernas y me acerqué penetrándola poco a poco. Saqué de ella unos maravillosos gemidos mientras me concentraba en incrementar un poco mas la frecuencia de mi follada. Ella gritaba y me pedía mas pero pronto explotó en un maravilloso orgasmo que masajeaba mi polla. Yo aun no llegaba y seguí dándola hasta un poco después de estar ella ya calmada tras su orgasmo. En ese momento yo me corrí y acabé pegado a ella, abrazado y acariciando su barriga. En esa posición caímos dormidos. Desnudos y abrazados. Contentos.

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