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Mi historia (58: Octubre 2005)

en Grandes Series

01. Semana del 3 al 9 de Octubre

Empezamos el mes sin mucha presión. Mi secretaria y yo estuvimos mirando mi calendario para ese mes. Tenía un mes liado con un viaje de un día a Bilbao y bastantes actos familiares pero ese primer día no fue muy duro. Esa tarde Rocío tenía la reunión del consejo y me comentó que probablemente fuera a durar mucho pues tenían muchos puntos en la agenda del día. Tras llegar a casa ayudé a Elizabeth. A las nueve aun no había llegado Rocío y ya habíamos metido a Sandra en la cuna asique di a Elizabeth permiso para irse. Rocío llegó muerta a las once de la noche. Al parecer las cosas en el banco estaban que saltaban chispas. El actual director de la división de banca privada estaba siendo atacado por varios flancos por otra gente del banco que querían su puesto. Y básicamente era una guerra entre dos. Antonio y Rocío eran parte de la munición que usaban contra este pues decían que estaba usando el banco como su campamento de verano. Con esas palabras textuales. Antonio, que era un tío cojonudo pero en negocios no se dejaba pisar por nadie, al parecer se había puesto bastante duro y Rocío de su lado.

–    La gente se me quedó mirando un poco rara. Éramos el director, Antonio, dos personas más y yo de un bando y tres del otro. El resto eran más o menos neutrales.

–    ¿Pero te has puesto muy dura?

–    Solo te voy a decir que no esperaban que la mujer pija y siempre formal que trata a los clientes con guante blanco y que siempre media de manera cortés y casi ñoña fuera la bruja de blancanieves.

Yo me eché a reír con su analogía.

–    ¿Y como ha acabado?

–    Por ahora nuestro jefe mantiene el control pero va a ser una guerra sucia. El que quiere derrocarle es el cuñado del vicepresidente del banco. Si gana...

Y dejó colgada la frase

–    ¿Si gana que?

–    Pues no se, pero para Antonio y para mi no será agradable

–    Seguro que todo sale bien – dije – No te preocupes

–    Espero que sea así.

Y yo pensaba que era un día tranquilito. Ella terminó de cenar, yo ya lo había echo antes y tras un rato más de charla nos fuimos a la cama. La notaba inquieta y no hicimos el amor, pasé toda la noche abrazándola. Haciendo lo posible por reconfortarla.

El martes teníamos una reunión con el equipo de Alberto. Iban a presentarnos la nueva empresa que comercializábamos y era de embutidos. En la sala de reuniones platos de embutidos para que los probáramos. Alberto nos presentó la línea comercial que iban a llevar con ella.

–    Bueno – dije – Si no vendéis nada podemos meterlo en las cestas de navidad

Todos se echaron a reír. La verdad es que eran embutidos de buenísima calidad. Tras la reunión trabajamos todos un poco en nuestros despachos. Ese día comí con Alberto, Raúl y Sofía. Tras toda la tarde de nuevo en mi despacho, sin visitas y currando a lo bestia me fui a casa a jugar con mi hija y seguir apoyando a mi esposa.

El miércoles trabajé a lo bestia, tenía mucho trabajo y esa tarde no creía que fuera a poder ver a mi hija. Por suerte la llevaba por las mañanas a la guardería y la veía un rato. Se me hicieron las siete de la tarde cuando se abrió la puerta de mi despacho. Era Ana que entraba sonriente.

–    Pensaba que era ya la última en la oficina – dijo ella

–    Ya ves que no – dije

–    Casi tengo terminado el resumen mensual – dijo

–    Bien – dije – ¿Me puedes adelantar algo?

–    Que otro mes más ganamos mucha pasta y Hacienda a final de año nos va a meter un buen palo.

–    Mejor que Hacienda nos de un palo a perder pasta

Ella se echó a reír

–    Si lo miras así – dijo antes de agacharse y darme un piquito

Tras darnos un piquito me levanté junto a ella y la sonreí. Vestía una falda verde con un blusa negra y unas sandalias del mismo color y altísimo tacón. Nos besamos con fuerza y ella me fue llevando poco a poco hasta ponerme junto a la pared y, mientras me besaba, acariciarme la polla. Lo hacía sobre mi pantalón. Dejamos el beso un momento y ella llevó sus manos a mi cuello rodeándome con ellas y pasando a acariciar este y mi pelo. No estaba muy pegada a mi y pude tocar sus tetas sobre la camisa mientras las miraba entre el canalillo. Tras un rato tocándola y mirándolas bajé mi cabeza y empecé a comer sus tetas tras abrir un par de botones de la blusa. Estuve unos minutos con mi boca en sus tetas y volví a levantar la cabeza para mirarla a los ojos y besarla. Tras el beso nos miramos a los ojos y yo fui desabrochando lentamente su blusa hasta dejar libres sus tetas con el sujetador negro y rosa.

–    Me encantaría irme a otro viajecito contigo – dijo

Yo la sonreí y la besé

–    Lo pasamos bien en Salamanca, ¿verdad? - dije yo antes de besarla

El beso que la dí estuvo cargado de pasión y mis manos ya no pudieron parar quietas. Las bajé hasta el borde de la falda y las fui subiendo lentamente haciendo que su falda se fuera lentamente subiendo hacia su cintura. Con la falda ya bastante arriba volvía sus tetas y bajé su sujetador bajo estas para que estuvieran más accesibles para mi boca. Las besaba y chupaba alternativamente haciendo que sus pezones estuvieran cada vez mas enhiestos. Tras un rato chupando sus tetas ella se apartó un rato, me dio un besito y poco a poco fue agachándose frente a mi y empezó a desabrochar mis pantalones. Con ellos ya desabrochados sacó mi polla y empezó a chupármela. Primero la dio un par de besitos y jugo con su lengua en mi capullo. Me miró a los ojos y se la metió en la boca. Ana era muy coqueta. Parte de su fuerza sexual emanaba de su coquetería, a la hora de vestir y en sus gestos siempre llenos de flirteo. Era tal que flirteaba hasta cuando te hacía una mamada. Mientras me chupaba la polla y la metía toda entera en su boca, me la sujetaba con la mano derecha. Con la mano izquierda apartaba su pelo de la cara como lo aparta un adolescente en una discoteca cuando mira de reojo al chico que le gusta. No era necesario flirtear. Ya tenía mi polla en la boca, yo ya había comidos sus tetas y no iba a tardar en meterle la polla. Pero ella no sabía estar en un momento erótico sin tontear. Mientras me la chupaba yo terminaba de quitarme los pantalones y una vez sin ellos me quité el polo. Ella siguió chupándomela.

–    Adoro tu polla – me dijo Ana pajeándome durante unos segundos antes de volver a meterse la polla en la boca

–    Y yo como la chupas – dije – Pero no puedo más

La hice levantar y la besé en la boca con pasión. Me acerqué a mi mesa y me tumbé en ella con mis piernas colgando de las rodillas para abajo por fuera de la mesa. Ella se agachó y volvió a chuparme la polla. Lo hacía con pasión de nuevo. Tras un rato más chupándomela me bajé de la mesa y la besé.

–    Súbete – dije

Ella me sonrió y lo hizo. La puse de rodillas sobre la mesa de tal manera que su coñito estuviera en el borde de la mesa y la besé. Tras darla un beso fui a su coño y se lo mamé con tremenda pasión. Ella gimió como loca y me pidió que la follara. No dejé pasar la oportunidad y, tras jugar un poco con mi polla en el exterior de su raja, se la metí hasta el fondo. Ella gimió con cada una de sus embestidas y yo poco a poco me uní a sus sonidos. Estaba muy caliente y ni pude innovar en el polvo. Tras unos minutos me corrí en su interior sacando también, por suerte, una fuerte corrida. Tras el polvo estuvimos un buen rato hablando de los números del mes mientras nos besábamos y acariciábamos. Una media hora después del polvo, ya más cerca de las nueve que de las ocho, ella se fue con su marido y yo recogí para irme a casa y estar con mi esposa. Cuando llegué, lógicamente, mi hija ya estaba en la cama desde hacía un rato. Cené con Rocío y charlamos un poco de su trabajo. Aun estaba algo tensa pero se iba relajando. Para mi su bienestar era fundamental.

El jueves fue otro día complicado. Tenía mucho trabajo pero como no era urgente decidí salir hacia casa a las seis de la tarde para poder estar con mi hija. Mi mujer ya estaba más animada. Tras la reunión del consejo el día a día era normal. A lo que si tenía pavor era a otra reunión del consejo en la que escalara el enfrentamiento. Tras acostar a la peque y cenar juntos nos fuimos a la cama a hacer el amor lentamente.

Tras dejar a la niña por la mañana en casa con Elizabeth el viernes me fui a la oficina pronto para poder sacar todo el curro posible antes de la reunión mensual. Saqué bastante. La reunión fue quizás algo más corta de lo habitual. Simplemente vimos números y no tomamos muchas decisiones. El mes fue espectacular. Récord histórico en facturación y beneficios. Casi seis millones y medio de facturación y casi 1,4 millones de beneficios. Lógico pues la entrada del otoño lleva más gente a centros comerciales, la gente cocina más en casa y se compra más ropa y calzado. Que la gente cocine más en casa es importante para nosotros pues nuestra empresa de importación de comida, y ahora también la de distribución nacional, se beneficiaban de ello. Y eso que septiembre ese año fue bastante caluroso. Tras la reunión curramos un poco más y los seis socios nos fuimos a comer juntos. Rocío se nos unió un poco tarde pero comió con nosotros. Tras la comida nos separamos y cada uno nos fuimos a nuestras casas o a por nuestros hijos al colegio o guardería. Esa tarde Diana se pasó por casa y estuvo jugando con su sobrina. Ya con ella en la cama se unió Pablo que cenó con nosotros. No muy tarde se fueron pues teníamos al día siguiente bautizo.

El sábado Raquel celebraba el bautizo de su segundo hijo, Juan. Hijo que era mio biológicamente. En el bautizo de Susana la madrina fue la hermana de Raquel y el padrino un hermano de José Carlos. En el de Juan iban a serlo Mike y María. Dudaron un poco si Rocío o María pero al final lo fue María. Si lo hubiera sido Rocío en cierto modo lo hubiéramos sido los dos pero prefirieron esperar a ser yo el padrino de un tercer hijo si alguna vez lo tenían. Aunque es cierto que Raquel siempre decía que en dos lo dejaba. Yo me alegré. Me gustaba ser padrino de los hijos de mis amigos pero serlo de uno que era biológicamente mio no me gustaba tanto. Curiosamente a Rocío no le hubiera importado serlo. No se que cosas hablaban Raquel y Rocío cuando estaban solas y prefería seguir sin saberlo. El bautizo fue divertido. Bueno, el bautizo fue normal, el restaurante y la fiesta en casa de Raquel después fueron divertidos. Con mi hija casi de la misma edad que Juan y ya muy despiertos el protagonista era feliz. Yo lo tuve en mi regazo un rato jugando con el durante el restaurante aunque luego en casa de Raquel casi todo el tiempo estuve con Elisa y Susana. Eran superamigas, listas y simpáticas. Me gustaba mucho jugar con ellas. Mientras lo hacía Marta estaba a mi lado, hablando de sus cosas. Todos reían pues decían que yo era el mejor babysitter.

El domingo nos levantamos cuando decidió la niña. Algo que era normal. En cuanto pedía comer tocaba ponerse en pie. Tras desayunar ella y hacerlo nosotros nos arreglamos toda la familia y nos fuimos a casa de Antonio y Laura a comer. Allí pude hablar un poco sobre los problemas que tenían en el trabajo. El también estaba preocupado pero no todo lo veía negro. Rocío se empeñaba en pensar que ocurriría si perdían la batalla. Antonio también se lo preguntaba. Pero también pensaba que si ganaban se harían fuerte.

–    ¿Y que posibilidad tenéis de ganar? - dije

–    50% - dijo – Nosotros controlamos el poder en la división de banca privada. Somos cinco contra tres en el consejo y los neutrales se inclinan más hacia nosotros. Pero ellos tienen mejores contactos en central. Tendremos que ir viendo. Al final si todo se encrudece será una guerra de contactos.

–    Mi dinero lo podéis usar como amenaza – dije

–    Espero no tener que hacerlo – dijo – Pero siendo como es también de Rocío lo más normal es que no tenga mucho valor. Se presupone que esa fortuna está de nuestro lado. De todas formas espero no tener que estar viendo quien controla más dinero. Seguro que nosotros ganaríamos en apoyos de clientes pero para ellos sería muy desagradable. Si ellos empiezan a recabar apoyos nosotros haremos lo mismo pero para mi los clientes no deben entrar en esa guerra.

Esa ética de Antonio me encantaba. Su carrera estaba en esos momentos pasando por un mal momento y seguía pensando en los clientes. Cuando volvieron Rocío y Laura con nuestras hijas de ver la ropa nueva de la hija de Laura dejamos la conversación. No queríamos pasar un día de amigos agobiados. Ellas daban de comer a las niñas en el salón mientras nosotros dos hacíamos la comida. Nada muy elaborado. Pasta a la genovesa. Tras comer y charlar con unos cafés nos fuimos a casa a eso de las seis. Ya en casa bañamos a la niña y jugamos un poco con ella antes de darla de cenar y acostarla. Con ella ya en la cama disfrutamos un par de horas en pareja.

02. Semana del 10 al 16 de Octubre

El lunes fue un día de trabajo de lo más normal. Llegue a casa a buena hora y pude jugar con mi hija hasta que esta cenó. Ese día se la notaba muy alegre. Quise aprovechar pues al día siguiente no iba a poder verla. Ya con mi mujer cenamos, charlamos e hicimos el amor.

A las siete de la mañana salí de casa el martes para ir al aeropuerto. Tenía una charla en la cámara de comercio de Bilbao. Cuando llegué me llevaron a hacer un par de entrevistas por radios y periódicos de la ciudad. No promocionaba tanto mi empresa como los eventos de esa tarde que incluían mi charla y otras dos más. La mía era la primera a las cuatro. Un poco lleno tras una increíble comida. Las charlas acabaron a las seis y media y nos dieron un buen cóctel de tapas y vino de la zona de la rioja alavesa. Bastante bueno todo pero yo aun no había terminado de digerir la espectacular comida. A las nueve me despedí de todo el mundo y a las diez estaba llegando al aeropuerto para coger a toda prisa el avión de vuelta a Madrid. Una vez en Madrid me fui a casa llegando casi a medianoche con Rocío ya preparada para ir a la cama. Yo no tenía nada que hacer en casa y me uní a ella en la cama. No hicimos el amor.

El miércoles era fiesta en toda España y habíamos quedado con María y su familia para ir a casa de ellos y comer. Llegamos hacia las doce con la niña. Como era ya habitual Elena, Rocío y María estuvieron juntas. Arturo y yo charlábamos sobre curro mientras echábamos un ojo a Celia. Marta llegó al salón, donde estábamos, aparentemente enfadada. Yo la miré y la hice un gesto para que viniera conmigo.

–    A ver cielo – dije - ¿que te pasa?

Marta me miró a mi y luego a su padre.

–    Elena me ha dicho que no puedo estar allí porque están hablando de cosas de mayores

Yo me eché a reír puesto que Elena solo tenía once años y medio. A Marta no parecía hacerle gracia que me riera. La di un beso en la mejilla y la abracé.

–    Nosotros también estamos hablando de cosas de mayores – dije – Pero te puedes quedar.

Marta me sonrió y luego a su padre. Me dio un beso, luego uno a su padre y se sentó junto a nosotros con las piernas cruzadas como si fuera una chica mayor. A Arturo y a mi nos hizo gracia pero no nos reímos para no enfadarla. La comida ya con todos juntos fue muy buena pero pronto nos volvimos a casa para descansar de cara al resto de la semana. Ya en casa simplemente descansamos hasta que llegó la hora de ir a dormir e hicimos el amor.

El jueves estuve todo el día con Raquel de reuniones. En nuestro extraño acuerdo de empresa yo estaba en la empresa normalmente coordinando y ella llevaba las negociaciones en las que se necesitara alguien a nuestro nivel y nos representaba en muchos actos empresariales. Ese jueves me necesitaba para una reunión y luego me pidió que la acompañara a la presentación de una nueva linea de ropa de una conocida marca. En este evento estaría mi padre. Aun nos invitaban a cosas de moda aunque lleváramos años sin más contacto que las franquicias. Entre la reunión y el evento tocaba comer y fuimos a su casa. Yo sabía que no era necesario. Ella también. No pillaba de camino. Pero comer en su casa tenía otras ventajas. Nada más entrar olvidamos la comida y fuimos a su salón donde empezamos a besarnos con pasión. Ese día Raquel iba muy guapa. Siempre iba guapa pero con un evento para ese día apretaba aun más su toque de belleza. No era muy formal. Casi lo contrario pero muy pijito e incluso elegante dentro de la informalidad. Se trataba de un vestido blanco, con unos tirantes que no se sabía si eran tales o una manga muy corta, y que quedaba unos quince centímetros por encima de la rodilla. El vestido iba adornado por un informal cinturón, de tela, de color blanco y rosa. En sus pies unos zapatos blancos de salón con unos siete centímetros de un tacón finísimo. Tras romper el beso ella me dijo que me quedara quieto. Yo esperé donde estaba mientras ella se dirigía al sofá, se sentaba con su vestido ya remangado y empezaba a masturbarse. Mientras lo hacía me miraba a los ojos y me sonreía. Tras un rato ya tenía su tronco sobre el asiento más que sobre el respaldo y yo decidía acercarme a ella. No dejó Raquel en ningún momento, mientras me iba acercando a ella, de tocarse sobre el coñito. Cuando llegué hasta ella puse una de mis manos en su pierna y la otra en su pelo. La acaricié y ella se incorporó un poco para besarnos. Mientras la besaba empecé a acariciar sus pechos sobre el vestido. Ella se reía divertida.

–    No tenemos mucho tiempo – dijo – Tenemos que comer e irnos al evento de esta tarde.

Yo la sonreí y la besé una vez más. Tras un rato besándola ella se separó de mi y volvió a sonreírme.

–    Si cuando empezamos nuestra relación hace más de seis años me dicen que no me importaría compartirte no lo creería – dijo Raquel – Con Rocío bueno pero con las demás. La verdad es que no me importa mientras me trates bien.

Yo besé su oreja y ella la mía. Se echó sobre mi y yo llevé mi mano por detrás de ella y acaricié su culo. Ella con su mano derecha acarició mi cara. Me dio besitos y fue bajando por mi cuerpo hasta estar de rodillas junto a mi. Tras besar un poco mi polla sobre el pantalón se puso en pie y, subiéndose el vestido, me cabalgó con las bragas puestas. Yo besaba sus tetas mientras ella se movía sobre mi polla erecta. Jugamos en una especie de lucha y acabamos con ella en el sofá, con su espalda sobre el asiento, y me apartó con el tacón. A unos metros de ella la miraba mientras ella bajaba lentamente su tanguita. Ya con el fuera me acerqué a ella de rodillas y la di una maravillosa comida de coño. Ella tras un rato me apartó y se fue rápido al suelo haciendo que yo me levantara. Me bajó el pantalón y me chupó la polla. Tras un rato de mamada me hizo sentar en el sofá y empezó a cabalgarme. Mientras lo hacía ella saltaba sobre mi y se quitó el vestido. Ya sin el la quité el sujetador y estuvo totalmente desnuda excepto por sus tacones. Teníamos prisa y la puse a cuatro patas sobre el sofá. Me puse tras ella y la follé durante un buen rato hasta que ella explotó en un gran orgasmo. Cuando ella empezaba a calmarse fui yo el que me corrí con un alarido que debieron oír la mitad de sus vecinos. Tras el polvo besos y ya más tranquilos nos hicimos la comida. Tras salir de su casa fuimos al evento en el que estuve todo el rato junto a mi padre. Hacía mucho tiempo que no estaba en un evento de moda y mucha gente se acercaba a hablar conmigo. Este acabó a las siete y yo me fui para casa directamente. Cuando llegué a casa mi esposa y Elizabeth estaban bañando a la niña. Cuando acabó el baño Elizabeth se fue y yo di de cenar a la peque antes de acostarla. Mientras la acostaba mi esposa preparaba nuestra cena. Rocío y yo, tras cenar, tardamos nada en irnos a la cama.

El viernes trabajo hasta mediodía y tarde en casa con mi esposa e hija.

El fin de semana fue el más tranquilo desde no se cuando. No salimos casi de casa excepto para salir a dar algún paseo con Sandra por el barrio. Y solo recibimos la vista de Pablo y Diana el sábado por la tarde para tomar un café antes de que se fueran con sus amigos a cenar y de copas.

El domingo recibí una visita de Cristina en casa muy rápida. Me comentó una viaje a Munich la semana siguiente. O iba yo o debía ir Raquel. Cuando se fue Rocío me sonrió y me dijo que fuera. Llamé a Cristina y la dije que mi secretaria se encargaba de reservarlo todo. Oí como salía de la habitación donde estaba.

–    Me alegra aque seas tu el que vengas – dijo bajito y con voz sugerente

Yo reí y me despedí de ella. Fue colgar con ella y Rocío me llevó a la cama aprovechando que la niña estaba en su siesta. Me folló a lo bestia. Estuvo muy sensual.

–    Para que no se te olvide quien es tu Reina - dijo

–    Jamás se me olvida – dije –  Me paso toda la vida pensando en ti.

Nos besamos y el beso fue interrumpido por el llanto de nuestra hija. El resto del día, de lo más normal. Pero me pareció haber visto ese día una primera señal de celos de Rocío. O de inseguridad. No sabía si por ser Cristina la más guapa de mis amantes ella podía tener algún problema pero en mi mente Cristina era poca cosa.

03. Semana del 17 al 23 de Octubre

El lunes tras un día duro de trabajo aproveché para volver pronto a casa y pasar un rato con mi hija. Ese día era el cumpleaños de Elizabeth, la babysitter de nuestra hija y con la que estábamos encantados desde que, hacia unos cuatro o cinco meses, se hiciera cargo de ella. Era dulce y Sandra se notaba que disfrutaba con ella. Cuando le gustaba alguien se notaba pues al verla su cara mostraba una gran sonrisa y movía sus brazos agitadamente. Rocío y yo dimos la tarde libre a Elizabeth antes de tiempo para que disfrutara con su familia y amigos y la regalamos una camisa que compró Rocío. Dijo que no era necesario pero nos gustaba cuidarla.  De Elizabeth y de Teresa dependía en buena parte el buen engranaje de nuestra familia. Solitos paseamos a Sandra por el barrio y luego la bañamos y dimos la cena. Aproveché que no la iba a ver durante un par de días para disfrutar de ella ese día. Ya acostada cenamos nosotros y fuimos a la cama a hacer el amor.

El martes llevé a la pequeña a la guardería y de ahí me fui a la oficina, ya con la maleta para ir esa tarde a Munich con Cristina. Trabajé toda la mañana en mi oficina. A mediodía comí con Mike y tras currar un poco más llegó Cristina a por mi. La enseñe mi despacho y una vez salió mi secretaria la di un piquito.

–    ¿Preparada para el viaje? - dije

–    Estoy como una quinceañera por pasar unos días contigo – dijo ella

Yo me eché a reír, cogí mi maleta y nos fuimos al aeropuerto. Cristina no tenía tarjeta oro pero con la mía ambos entramos en la sala VIP tras facturar. Buscamos un lugar apartado y charlamos un rato sobre nuestras vidas. Yo estaba sentado frente a ella. Ella estiró su pierna y jugó con mi pierna subiendo y bajando su pie. Yo miré a los lados y vi que la sala VIP estaba muy tranquila. Me levanté y me senté junto a ella. La besé y llevé mi mano a su entrepierna a toda prisa para jugar con ella. Saqué la mano inmediatamente de su entrepierna y la besé.

–    Vamos a pasarlo bien – dije

–    También tenemos que trabajar – dijo sonriente

–    Por supuesto – dije yo con una sonrisa.

Miré el reloj y la llevé de la mano a la puerta de embarque. Entramos los primeros por ir en Business y allí ella se pegó a mi con su cabeza en mi hombro. No parecíamos dos ejecutivos viajando sino una pareja lista para pasar unos días de amor en Baviera.

–    Antes siempre íbamos en turista – dijo – La empresa solo pagaba business para vuelos de más de cinco horas.

–    Ahora siempre irás en business – dije – Eres una ejecutiva.

Ella sonrió y se pegó a mi. La azafata nos trajo un poco de champán y brindamos. Pasamos todo el viaje hablando de cosas personales y cuando llegamos cogimos las maletas y fuimos al hotel, el Le Meridien, que había reservado mi secretaria. Teníamos dos habitaciones Deluxe que estaban juntas aunque no había una puerta que las uniera. Eran las nueve y quedé con ella media hora después en su habitación para bajar al restaurante a cenar algo. Cuando llamé a la puerta me la encontré radiante. Recién duchada, con muy poco maquillaje y vestida para mi. Me había abierto la puerta y hablaba con su marido e hija. Les estaba contando que acabábamos de llegar e íbamos a bajar ahora a cenar algo. Ella se concentraba en la conversación mientras yo me concentraba en ella. Y en como se había vestido. Llevaba una discreta falda, larga, a cuadros marrones que llegaba hasta justo debajo de sus gemelos. En la parte superior de su cuerpo un jersey marrón oscuro, casi negro, de cuello alto con un cinturón  negro sobre este. Muy elegante. Pero lo que más me gustó. Verla con botas de tacón fino, muy bonitas. Cuando colgó con su marido yo estaba casi al otro lado de la habitación. Ella me sonrió y vino corriendo hasta mi, con los taconazos de las botas. Se tiró a mis brazos y me rodeó con las botas el cuerpo a la vez que me besaba. Nuestras lenguas exploraron durante un rato la boca del otro. Yo a ella la sujetaba por el culo. Ella con las manos acariciaba su cabeza. Tras un rato besándonos pegó su cabeza a mi cuello y se recostó sobre mi aunque aún estaba yo sujetándola en el aire. Poco a poco fui llevándola a la cama.

–    Me he comprado estas botas para estrenarlas hoy contigo – dijo – Espero que te guste la sorpresa

–    ¡Me encanta! - dije

Volvimos a besarnos y en medio del beso llegué a la cama depositándola sobre esta lentamente. Una vez tumbada ahí empecé a jugar con su cuerpo y a darla besos en la boca.

–    ¡Fóllame! - dijo – Me hacía ilusión salir a cenar contigo como si fuéramos pareja pero estando en la cama solo quiero sentir tu barra de carne perforándome.

–    Luego – dije levantándome – Ahora vamos a cenar

Pegado a la cama ella me miraba a los ojos con las piernas abiertas. Yo la sonreí y la ofrecí mi mano. Ella la tomó y se levantó dándome un beso.

–    Tu sabrás lo que haces – dijo – Me estas poniendo tan cachonda que esta noche no me hago responsable de lo que pueda hacer.

–    A ver si es verdad – dije desafiante

La cogí de la mano y salimos de la habitación tras coger su llave. Bajamos de la mano al restaurante del hotel y cogimos una mesa discreta en una esquina. Nos besamos durante la cena repetidas veces y actuábamos como una pareja de enamorados. Tras la cena fuimos al bar del hotel y tomamos una copa antes de, acarameladamente y de la mano a eso de las once y media, subir a su habitación. Una vez allí nos besamos junto a la cama y tras un rato la tumbé en la cama, subí su falda y chupé su coño. Ella empezó a gemir con fuerza. Mi mano izquierda apartaba su braguita mientras mi lengua exploraba en su interior. Ella gemía con fuerza.

–    Me gusta tu lengua – dijo tras un rato gimiendo – Pero necesito tu polla.

Yo me levanté y me subí sobre ella para besarla en la boca mientras iba subiendo su jersey. Una vez llegué a su cabeza rompí el beso y saque este de su cuerpo tirando el jersey lejos. Ella me sonrió y tras un pico bajé a sus tetas, aparté su precioso sujetador, y las besé. Mientras lo hacía Cristina movía su pelvis arriba y abajo buscando el contacto de su coñito, aun cubierto por la falda y la braguita, con mi polla. Tras un rato besando sus tetas la miré y la hice dar la vuelta. Con ella boca abajo desabroché la cremallera de su falda y empecé a bajarla mientras con otra mano desabrochaba mi pantalón. En menos de un minuto ella estaba sin falda y yo sin pantalón. Ella intentó incorporarse pero yo volví a tumbarla sobre la cama y me tumbé sobre ella. Yo boca abajo sobre ella y ella boca abajo sobre la cama. Mi polla apoyada en su entrepierna y mi boca besando su cuello y jugando con su oreja.

–    ¿Entonces quieres que te folle?

–    Si, por favor – dijo – Haz conmigo lo que quieras. Nunca he estado más caliente de lo que estoy ahora.

Según decía eso yo con mi mano bajé mi calzoncillo hasta la rodilla y luego su braga un poco. Necesitaba bajarla más para que abriera bien las piernas y fui besando su espalda mientras me deslizaba hacia sus piernas para quitarla su braga. Una vez la tuve fuera aproveché para quitarme del todo el calzoncillo y la camisa y así estar desnudo como ella. Volví a tumbarme sobre ella y ahora mi polla desnuda y empalmada, estaba en contacto con sus labios vaginales. Desde atrás se la metí un poquito, tras hacerla abrir un poco las piernas, y me dejé caer sobre ella para besarla.

–    Fóllame – dijo casi suplicando – Por favor

Ella movía sus caderas hacia atrás para intentar que la penetrara un poco más y yo me echaba hacia atrás para que no lo consiguiera. Creía que en ese momento la tenía a punto de caramelo. Haría cualquier cosa que quisiera. No iba a putearla, no era mi estilo, pero si iba a divertirme.

–    ¿No decías que ibas a matarme? - dije – Debes saber quien tiene la sartén por el mango.

–    La tienes tu – dijo – Y justo el mango es lo que quiero.

Me derrumbó. Que estando excitada a lo loco y medio dominada pudiera hacer ese chiste del mango me dejó perplejo y decidí darla caña sin jugar más con ella. Tras decir eso la penetré hasta el fondo y empecé a darla como si no hubiera un mañana. Ella gemía y yo gruñía. Ella pedía más y yo no podía satisfacerla pues ya iba a tope. Tras diez minutos de polvo salvaje noté como ella se corrió. Elevó el volumen de sus gemidos y su coño masajeó mi polla. Cuando ella empezaba a calmarse fui yo el que me corrí y, tras llenar su cuerpo de semen, caí derrumbado a su lado. Ella me miró a los ojos y yo la sonreí. Nos besamos, con piquitos durante un rato. Antes de volver a follar, un par de veces más, acabando a las tres de la mañana.

A las ocho de la mañana del miércoles nos levantamos rendidos. Pero tocaba trabajar. Nos duchamos juntos, entre besos y caricias, y a las nueve me fui a cambiar a mi habitación. Media hora después desayunamos en el hotel, tranquilamente, hablando de trabajo. Ella iba muy guapa, con un traje de chaqueta y falda negras con un top blanco de tirantes por debajo de la chaqueta. En sus pies unos elegantes zapatos negros de tacón aumentaban la sensualidad de su traje de ejecutiva elegante. Yo iba con traje y camisa azul pero sin corbata. A las once llegamos a la central de BMW donde tuvimos un par de interesantes reuniones. Les comenté que nuestro objetivo era ser el concesionario con mayor volumen de ventas en Madrid en tres años, en ese momento era el tercero, y el primero en España en seis años, en ese momento era el octavo. Tras la reunión fuimos a comer con un delegado de BMW para España y, tras la comida, fuimos a ver la presentación de los nuevos modelos para 2006. La presentación fue muy interesante pero yo estaba tan centrado siempre en el negocio que me pareció mejor la reunión de la mañana. Tras la presentación llegó un cocktail en el que Cristina me presentó a varios dueños de concesionarios en Madrid y el resto de España. Fue networking entre competidores. Algo que siempre es interesante. Es bueno conocerles para ver que hacen. A mi la mayoría me parecieron muy parados. Gente que tiene un negocio que funciona a todo trapo y no se preocupan en que vaya más allá. Todo lo contrario que mis socios y yo. Siempre parecíamos querer más, aunque sin agobios y cuidando a nuestros empleados. Tras el cocktail fuimos a cenar con una buena parte de esos competidores. Muchos me cayeron bastante bien en lo personal. Al hotel llegamos Cristina y yo a eso de las once y tras pasar un rato en nuestras habitaciones hablando con nuestras parejas me fui a la suya para pasar una noche más haciendo el amor. Cuando entré me esperaba con las botas del día anterior y en ropa interior. Podéis suponer que fue una buena noche. Acabó a las cuatro.

El jueves solo teníamos que volver a Madrid y el vuelo era a la una. Tras levantarnos a las diez desayunamos en la habitación juntos y tras este yo me fui a ducharme a mi habitación. Tras hacer las maletas nos encontramos a las once en el hall del hotel para proceder al hotel. De ahí al aeropuerto. Ya en este tomamos una Coca Cola en la sala VIP mientras esperábamos pacientemente la salida de nuestro vuelo. Tras salir del hotel estábamos totalmente en modo trabajo. Atrás quedó la pasión. Ya en el avión y mientras comíamos hablamos de negocios.

–    Un poco agresivo lo de ser primeros de Madrid en tres años y primeros de España en seis, ¿no? - dijo ella – No he dicho nada porque tu eras el jefe pero me cuesta ver como lo vamos a conseguir.

–    Ambicioso, no agresivo – dije – En nuestras empresas siempre aspiramos a ser primeros del sector. Si luego somos segundos no pasa nada pero la ambición es de ser siempre los primeros. Y tanto mis socios como yo confiamos que tu eres la persona adecuada para guiarnos en este camino.

–    Pues tenemos que ponernos las pilas porque desde que habéis entrado la subida no es como para ponerse primeros – dijo – El primero de Madrid debe estar facturando en torno al doble que nosotros y el primero de España unas cuatro veces lo que facturamos.

–    A partir de 2006 – dije – En este año estamos aprendiendo del negocio A partir del siguiente iremos a tope. Es posible que entonces yo deje de ser tu contacto y Marga o Alberto, si este deja la empresa en la que está ahora, sean los que te ayuden. Ellos pueden dedicarle mucho más tiempo a la empresa del que puedo yo.

–    Te echaré de menos – dijo llevando su mano a mi pierna cerca de mi pene

Yo la sonreí.

–    No quiere decir que deje de verte – dije mirándola a los ojos

Ella me sonrió y seguimos charlando de trabajo. Al llegar a Madrid nos separamos y ella se fue al concesionario mientras yo me iba a nuestra central. Al llegar al despacho charlé un rato con mi secretaria con la que vi las llamadas de esos días y luego con Raquel que me puso un poco al día de un par de problemillas ya solucionados. A las seis cogí mis cosas y me fui a casa. Dejé la maleta y, cuando salía de una reparadora ducha, llegó Elizabeth de recoger a mi niña. La echaba de menos una barbaridad y me pase más de dos horas jugando con ella tras darla la merienda. Cuando llegó su madre se fue Elizabeth y tras darla de cenar y bañarla la acostamos. Mientras cenábamos Rocío y yo charlamos de esos días separados y preparábamos ese fin de semana que nos íbamos a Cuenca para la boda de su prima María. Esa noche hice con Rocío el amor. Tras dos noches de absoluta pasión echaba de menos hacer el amor.

El viernes el día de trabajo fue normal. Aunque a media mañana me llamó mi padre para ofrecerme un regalo para el domingo que podrían disfrutar todos mis amigos. Lo malo es que volvíamos de Toledo ese día y la niña estaría cansada. Lo hablé con mis padres y Rocío y mis padres accedieron a quedarse con la niña. A mis amigos les dije que reservaran el domingo por la tarde para mi y a Marga y Raquel que dejaran a Miguel y Juan con algún familiar o una babysitter pues ellos eran pequeños. Me aseguré que María pudiera pues su hija mayor, Elena, y su marido eran quien yo pensaba que podían disfrutarlo más. Tras hacer esas gestiones y trabajar un poco nos dieron las tres y me fui a por Rocío para comer con ella y  luego ir a por la peque a la guardería e irnos directamente a Toledo. Ya en Toledo fuimos a nuestro hotel, el Parador, y nos hicimos con nuestra habitación. A lo largo de la tarde llegaron el hermano de Rocío con su familia, la hermana de Rocío y Pablo y los padres de Rocío. Esa noche cenamos todos juntos en el parador con parte de la familia de la madre de Rocío. No muy tarde nos fuimos a la cama.

El sábado nos levantamos a las nueve para bajar a desayunar e inmediatamente tras hacerlo ponernos a prepararnos pues la boda era a las doce en la Parroquia de Santo Tomé. Conocida por albergar en su interior el cuadro de El Greco “El entierro del Conde Orgaz”. Como mandan los cánones Rocío llevaba, para la boda que era de mañana, un vestido tipo cóctel, precioso, de color rojo que dejaba la espalda al aire pues apenas iba sujeto a su cuello por un cuello de color dorado. Mi hija iba a juego con su madre. Yo llevaba mi traje Hugo Boss, mi preferido, con una corbata a juego con mi esposa e hija. Cogimos mi coche y nos fuimos a la boda donde saludamos a la familia de Rocío más cercana y a otros familiares algo más lejanos. Con todos ellos la pequeña Sandra era el centro de atención. Tras la boda lo típico, besos a los novios, arroz, pétalos de rosa, y el camino al coche para ir a la finca donde celebraban la comida. Al llegar a este mi esposa se fue con la niña y su prima Esther, la pequeña, que había ido en nuestro coche. Tanto Esther como Marta, su hermana, tenían novio pero el de Esther, Adrián, al que no conocíamos, estaba ese año haciendo un MBA en Columbia. Mientras cerraba el coche vi lo elegante que era mi esposa y lo guapa que iba y me enamoré una vez más de ella. Todos los días me ocurría un par de veces. A la hora de comer estuvimos en una mesa Marta y su novio Jorge, Diana y Pablo, Esther, Rocío y yo. Éramos siete en una mesa de ocho y así pudimos poner a Sandra en su carrito junto a la mesa sin molestar mucho. Tras la comida, como siempre, baile y fiesta. Nosotros aguantamos hasta las ocho cuando la niña, con un par de lloros, nos hizo saber que para ella era suficiente. La cogimos y, tras despedirnos de los familiares de Rocío y desear lo mejor a los novios, nos fuimos al Parador a descansar. Allí llegamos hacia las nueve menos cuarto. La niña cayó rendida y Rocío y yo nos metimos en la cama para ver un poco la tele. Durante las casi tres horas que vimos la tele abrazados en la cama yo ataqué el minibar despiadadamente pues estaba muerto de sed. Antes de medianoche ya teníamos la tele apagada y dormíamos tranquilamente.

El domingo nos levantamos a desayunar a las nueve. Hora en la que habíamos quedado con los padres y hermanos de Rocío. Tras charlar durante este nos fuimos a Madrid pues ese día tenía una sorpresa para mi equipo del trabajo. Poco después de llegar a casa llegaron mis padres para quedarse con la pequeña. Mi padre me dio las entradas necesarias para mi sorpresa y esperamos a que fueran llegando los demás. Cuando ya estábamos todos nos fuimos. A ellos solo les dije que me siguieran. La sorpresa fue revelada cuando metí el coche, seguido de los de mis amigos, en el parking del Madrid Arena. Íbamos a la final de tenis del Masters de Madrid. Al bajar del coche Elena vino corriendo a mi y me dio un abrazo.

–    ¡Gracias! - dijo

Yo solo sonreí y la dejé en suelo para que fuera con Rocío de la mano hacia donde esperaban sus padres con Marta.

–    ¿Has comprado catorce entradas para la final? - me preguntó Mike

–    No – dije – Mi padre me ha regalado el uso de un box VIP de veinte personas. Luego vienen Antonio y Laura y Pablo y Diana. Las otras dos entradas son para el director comercial de la empresa de mi padre y el hijo de este.

–    ¡Que pasada! - dijo Arturo – Pero no vais a tener problemas con vuestros socios por no usarse para la empresa

–    No, no – dije – El box es de mi padre. No de la empresa. Aunque durante la semana si lo usa como si fuera de la empresa.

Poco después estuvimos ya sentados viendo el espectacular Nadal – Ljubicic que ganó Nadal con una remontada espectacular. Como suponía quienes más disfrutaron fueron Elena, que jugaba bastante bien al Tenis, y su padre que fue un gran jugador en su momento y ahora aun jugaba a veces con algún amigo. Tras el partido nos fuimos cada uno a nuestra casa a descansar. Ya cenados con el increíble servicio de los palcos VIP. Y pensando que quizás podíamos coger uno de esos para nuestra empresa otro año. Al legar a casa le contamos un poco como fue todo a mis padres y estos se fueron a casa a descansar. Nosotros directos a la cama. El día siguiente empezaba otra semana de trabajo.

04. Semana del 24 al 30 de Octubre

Cuando el lunes me reuní con María para charlar sobre la cena de navidad y los regalos a los trabajadores me dijo que me había ganado a su hija y eso me hizo mucha gracia. Por lo demás fue un día normal. Tanto en el trabajo como en casa.

El martes Sofía, Alberto y Raúl nos presentaron una nueva empresa que íbamos a distribuir. Era de legumbres ecológicas y tenía ya un cierto nombre en su zona pero no se vendía fuera de Zamora, provincia en la que estaba sita la empresa, y León. Nosotros conseguimos convencerlos que podíamos ayudarles a dar el siguiente paso entrando en muchas tiendas gourmet. Ellos se comprometieron a poder duplicar la producción en dos años y nosotros a comprársela a un precio que les interesaba. Alberto pensaba que ese producto se podía vender de manera fácil y con grandes beneficios para nuestra empresa. No nos dieron a probar un plato de garbanzos pero si nos dieron un paquete de garbanzos y otro de lentejas para que los hiciéramos en casa. Al llegar esa tarde a casa se los dí a Teresa y quedamos en que haría un cocido para comer el viernes puesto que salíamos a mediodía del trabajo. Elizabeth no trabajaba por la tarde pero la dije que si quería podía venir y se apuntó. El resto de la tarde con mi hija fue muy agradable. Esa noche Rocío llegó tarde y cansada. En el trabajo no estaba todo perfectamente y había tenido una reunión con Antonio y el jefazo de banca privada para ver como actuar ante la guerra interna que se estaba avecinando. No me contó muchos detalles pues no parecía de muy buen humor.

El miércoles fue un día normal sin pena ni gloria. Normal en la oficina y normal en casa.

El jueves tras comer me puse con María a terminar de decidir la cena de navidad, los regalos de los empleados y empezamos a preparar la política de recursos humanos para el año siguiente. Empezamos hacia las tres y media y, a las siete, seguíamos encerrados en mi despacho. Cuando volví a este tras ir al baño cerré la puerta con pestillo y miré a María.

–    La oficina está vacía – dije sonriendo

Ella se echó a reír y yo me acerqué a ella para besarla. María vestía con una camisa rosa con cuello Mao y adornos algo recargados junto a los botones. En sus piernas un pantalón de vestir azul de corte femenino. Su cinturón era de tela rosa y calzaba unos zapatos con poco tacón negros. Me acerqué a ella, la agarré del cuello, la acaricié, hice que se levantara de la silla y besé su cuello. Ella sonreía con mis besos. Me moví hasta llegar a una de las paredes de mi oficina y, apoyándola sobre ella, nos besamos. Yo a veces la separaba un poco de mi. La besaba y la hablaba a la boca. Ella cada cierto tiempo intentaba besarme y yo me apartaba manejando el tiempo de los besos. La di la vuelta y mientras la agarraba desde atrás acariciando sus pechos la besaba en el cuello. Ella no tardó en girar la cabeza para que la besara en la boca. Una de mis manos abandonó rápidamente sus senos para empezar a desabrochar su pantalón. Primero el cinturón y luego los botones. El tejido era a medio camino entre el tejido de unos chinos y unos vaqueros pero de corte como de traje. Tras liberar su coñito y acariciarlo un poco dejé caer su pantalón. Ella se lo quitó sin usar las manos sin muchos problemas al no ser muy estrecho. Volví a girarla para tenerla de frente y besarla. Mientras la besaba iba desabrochando su camisa. Una vez estuvieron todos los botones desabrochados ella se separó de mi y, sin apartar su mirada un segundo, se la fue quitando lenta y sensualmente. Yo acariciaba sus senos por encima del sujetador y volví a besarla. Ella gimió un poco en algunas de mis caricias e intensificó su dedicación al beso usando su lengua de manera salvaje. La volví a dar la vuelta, levanté su falda y, una vez estuvo alrededor de su cintura, mi mano se puso sobre su braguita para acariciar su coñito. Ella llevo su mano izquierda a mi polla y jugó un buen rato con ella. Yo sonreí un poco pero volví rápido a comer su oreja y besarla. Mi mano derecha se lanzó a su teta mientras la izquierda seguía en su coño. Tras un rato mi mano derecha subió y ayudó a la izquierda a sacar ambos pechos de la prisión en la que estaban. Una vez con sus tetas fuera la besé en la boca y durante el beso la giré. Nuestras lenguas luchaban por entrar en la boca del otro. Ella me quitó el polo que llevaba y yo aproveché para quitarla el sujetador y pasar a besar sus tetas. No obstante ella estaba muy cariñosa ese día y buscaba siempre el beso. Mientras nos besábamos ella desabrochó mi pantalón y cinturón dejando caer mi cinturón y el pantalón. Agarró mi polla mientras me besaba y me apoyé en la pared. Ella empezó a bajar por mi pecho con besitos en mis pezones, y casi todo mi pecho. Beso mi abdomen, donde casi se apreciaban mis abdominales, y llegó a mi polla. La llevó a su boca. Tras un rato chupándomela la levanté y nos besamos con pasión. Cargué con ella hasta la mesa de mi despacho donde la tumbé. La quité la braga y la empecé a chupar el coño. Ella estaba muy cachonda y gritaba. Me pidió que por favor se la metiera. Me incorporé y, tal y como estaba con las piernas abiertas y tumbada en la mesa, la empecé a penetrar. Seguí dándola en esa posición. Yo aceleré la follada todo lo que pude y ella cada vez estaba mas caliente y gritaba mas. Nos mirábamos a los ojos mientras la penetraba y, tras unos pocos minutos, ella se corrió. Su explosividad y sus gritos causaron que yo me corriera con ella y llenara su cuerpo, de mujer casada y cada vez menos modosita, con mi semen. Me encantaba la nueva María. Era ya una mujer de 36 años. Aun joven, discreta pero elegante y cada vez, por la influencia de Raquel y mi esposa, mas pijita en el vestir. Nos relajamos un poco y la bese. Tras un rato besándonos ambos fuimos a asearnos y María se fue. Yo aun trabajé hasta las nueve menos cuarto cuando me fui a casa a cenar con mi esposa.

Eran las once de la mañana del viernes y estaba en mi despacho mirando unos informes que me había pasado Mike para que los revisara. Pasaba mucho rato revisando informes como segunda opinión si algo no cuadraba a alguno de los directores de nuestras empresas. En ese momento llamaron a mi puerta y entraron tras hacerles pasar. Era Ana. Y nada más entrar, sonrió, cerró la puerta y giró coqueta enseñándome sus botas. Yo sonreí.

–    Parece que ya va a llegar el invierno – dijo sonriendo – A menos que algún día haga mucho calor ya me tendrás por aquí todos los días con botas.

Yo la miré de arriba a abajo.

–    Estás preciosa – dije – Para comerte

–    Es una pena que no sean horas de comerme y la oficina este llena – dijo acercándose a mi – Me encantaría que me comieras.

Y tras decir eso me dio un beso en la boca con mucha lengua mientras una de mis manos acariciaban sus botas y la otra las medias que cubrían sus muslos bajo la falda. El beso no fue muy largo. Tras este se levantó y se fue. Antes de llegar a la puerta giró.

–    Te dejo esos informes para que los mires cuando puedas – dijo sonriendo.

Yo reí y les eché un vistazo por encima una vez se fue. No eran muy intensos. Tras un rato más currando me fui algo antes de las tres a buscar a Rocío y de ahí a por la peque a la guardería. Ya con las dos me fui a casa donde llegamos algo antes de las cuatro con Teresa, Elizabeth y el cocido esperando. La mesa estaba puesta y olía de muerte. Abrí una buena botella de vino y con ellas dos y mi esposa disfruté de un cocido espectacular. Teresa lo hacía muy bien, casi todo lo de cuchara, pero además se notaba la calidad de las legumbres. Tras el cocido y un café Teresa recogió un poco ayudada por Elizabeth y ambas se fueron a sus casas a pasar el fin de semana. Yo me quedé con mi esposa e hijas disfrutando de una tranquila tarde y noche de viernes que acabó con Rocío y conmigo haciendo el amor espectacularmente.

El sábado fuimos a casa de mis padres. Tras comer y una vez se echó la niña la siesta pusimos a esta en una manta en el salón para que jugara con algunos juguetes que teníamos de ella en casa de mis padres. La niña jugaba y nosotros estábamos enfrascados en nuestra conversación. Cada cierto tiempo sonaba un conejo con ruido que tenía tras apretarlo pero creo que nuestro cerebro lo filtraba. Estaba siendo una conversación muy tranquila y agradable hasta que mi madre, seguida de mi esposa, se pusieron a gritar y a saltar como locas. Ellas estaban de frente a la niña y pensé que la pasaba algo. Lo que me encontré fue a mi hija mirando a su madre y abuela como si estuvieran locas.

–    ¿Se puede saber que os pasa? - dije

–    ¡Estaba gateando! - dijo mi esposa

–    Pues parecía que iba a ganar la maratón de Nueva York – dijo mi padre

Yo me reí mientras mi madre lo miraba con cara de falso cabreo. Mi mujer se levantó y se puso a unos metros de ella llamándola. La niña tardó un rato en ponerse pero consiguió moverse hacia su madre. Yo no salté poseído pero reconozco que me gustó verla gatear. Al final se nos hizo tarde y como al día siguiente no teníamos planes nos quedamos a dormir en casa de mis padres.

El domingo nos vestimos para ir al club a pasar el día con mis padres aprovechando que estábamos con ellos. Ese día no jugamos al golf pues no hacía muy bueno y no nos apetecía mucho. Mi padre y yo cuidamos de la niña en el club social mientras mi madre y Rocío jugaban de pareja de tenis contra una amiga de mi madre y una amiga de esta. Tras su partido de tenis comimos en el restaurante del club y ya, al finalizar la comida, nos volvimos a casa para poder descansar. Esa noche tras acostar a la niña cenamos tranquilamente e hicimos el amor.

05. Semana del 31 de Octubre al 6 de Noviembre

El lunes trabajé duramente y llegué a casa algo tarde, hacia las nueve. Aun así cuando llegué aun estaba mi hija despierta. En casa también estaban Diana y Pablo. Que al día siguiente fuera fiesta hizo que pudiéramos mantener un ratito más a la niña despierta. A las diez la acostamos mientras seguimos en el salón con Diana y Pablo tomando unas copas y charlando. Casi a las dos nos fuimos a dormir Rocío y yo.

El día de todos los santos Rocío se levantó a las nueve con el primer lloro de la niña. Yo me hice un poco el remolón pero media hora después ya estaba en pie ayudando a mi esposa. Ese día habíamos quedado a comer con Raquel y su familia. Por suerte venían a nuestra casa pues no me apetecía salir. Llegaron hacia la una y mientras Rocío y Raquel cuidaban de nuestros hijos José Carlos y yo hacíamos una paella en la cocina mientras tomábamos un buen vino. Del salón llegaban continuas risas de nuestras esposas. Fue un día bastante agradable con nuestros amigos. A las ocho, cuando ya se habían ido, bañamos a Sandra y la acostamos. Esa noche Rocío y yo hicimos el amor con verdadera pasión.

El resto de la semana fue de lo más normal. Curro muy monótono y tardes con mi esposa e hija. El viernes toda la tarde y el miércoles y jueves solo un ratito pero ningún día me quedé hasta muy tarde.

Todo el fin de semana estuvimos liados. El sábado vino a comer toda la familia de Rocío. Los padres estaban en Madrid por una cena de trabajo que tuvo el padre el día anterior. Cocinamos una comida maravillosa con los padres. El padre y yo nos encargamos de la cocina con la presencia en la cocina, que no ayuda, del hermano y Pablo. En el salón nuestras mujeres se encargaban de los niños. Fue un día bastante bueno. A las ocho ya se habían ido todos y, tras bañar a la peque, Rocío y yo pudimos descansar.

El domingo fuimos a casa de María a pasar uno de los típicos días con ellos. Tras una comida de mi familia con la de María, por la tarde, se unió Raquel con los suyos e hicimos una merienda cena con unos sándwiches que trajo Raquel del Viena Capellanes que está cerca de Argüelles camino del Parque del Oeste. Esa noche llegamos algo más tarde a casa y la niña fue directa a la cama. Nosotros vimos una peli pero no tardamos mucho en irnos también a la cama.

Ese día se había puesto una falda color beige con una rebeca roja y un top rojo bajo esta. En su muñeca derecha llevó varios aros dorados y completó su atuendo con unas sandalias negras con algo de tacón. Aunque los aros y las sandalias se las quitó al llegar a casa. Empezamos a besarnos con ternura. Llevábamos un fin de semana muy ajetreado y estar por fin solos con nuestra hija nos gustaba. Adorábamos a nuestra familia y amigos pero a veces estar solos en pareja apetece. Tras un rato donde el beso era protagonista exclusivo de nuestra atención posé una mano sobre su cuerpo, entre pierna y pierna, y empecé a acariciarla subiendo muy lentamente mi mano y acercándome, discretamente, a su preciado coño. Ella no parecía querer evitar mi acercamiento mientras, con sus manos en mi cuello, me acariciaba. El beso ya había dejado de ser tierno y pasaba a ser pasional. Mi mano derecha, al tiempo, seguía con su exploración y tras un buen rato, por lo pausado de mi movimiento, toque la tela de su tanguita sacando un suspiro de su boca. Mantuve mi mano en las cercanías de su conejo pero jugaba a solo tocarlo esporádicamente. La frecuencia en mis tocamientos de tanga era cada vez mayor. Ella empezó a calentarse mas y mas y se movió un poco para poder poner su mano sobre mi, ya en ese momento, considerablemente grande erección. Empezó a acariciar mi polla arriba y abajo y, poco a poco, iba calentándome mucho. Llevé mis manos al cinturón para quitarme el pantalón. Una vez desabrochados el cinturón y el pantalón la tumbé sobre la cama con un movimiento cuidadoso pero brusco. Mi polla se colocó a la entrada de su coño y, de un pequeño pero certero empujón, entro totalmente en ella. Esta penetración sacó de ella un gemido enorme y de mi un sonido gutural. Ella puso sus piernas alrededor de mi espalda y seguimos besándonos mientras no paraba de follarla con cierta intensidad. Ella se movía como una gata en celo mientras yo combinaba momentos de penetraciones cortas y rápidas con penetraciones profundas y lentas en las que, quedándose con todo mi pene dentro la besaba. Estas penetraciones eran las que mas disfrutaba pues el beso le daba ese toque de amor a un polvo que, por todo lo demás, estaba siendo bastante salvaje. Tras un beso bastante largo con mi polla en su coño ella empezó a hacer movimientos circulares que yo empecé a acompañar con pequeñas penetraciones hasta que ella empezó a gemir con mayor frecuencia e intensidad. Sabiendo que estaba cerca del orgasmo empecé a acelerar un poco mis penetraciones y, relativamente pronto, me corrí en ella. Mi tercer chorro de semen fue acompañado por su orgasmo. Tras un rato de orgasmo conjunto acabé, con mi polla ya casi nada erecta, dentro de ella y besándola. Cuando me salí de ella la cogí de la mano y fuimos a la ducha donde ambos nos limpiamos mutuamente mientras nos besábamos con pasión. Ya limpios fuimos al salón donde descansamos antes de irnos a la cama a dormir en los brazos del otro.

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