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Mi historia (47: Noviembre 2004)

en Grandes Series

01. Semana del 1 al 7 de Noviembre

El lunes uno de noviembre, día de todos los santos, los padres de Rocío llegaron pronto a casa para ayudarnos a preparar la comida que ellos quisieron organizar con nuestros amigos. Como nos pilló un poco de sorpresa y no teníamos nada en casa el padre de Rocío y yo nos fuimos a El Corte Inglés de Argüelles para comprar comida para llevar. Compramos comida que se pudiera picar mas que un plato por persona pues íbamos a ser muchos y era más difícil calcular. Al volver a casa ya habían llegado María y sus hijas así como José Carlos y Susana. Raquel pasaría el día en el hospital con su madre y luego vendría, hacia las seis, para saludar a los padres de Rocío. Tras mi llegada llegaron, en este orden, Antonio y Laura, Alberto y Celia y Mike, Marga y el pequeño Miguel. Jorge y María Rosa no vendrían, pues tenían un compromiso previo. Estuvimos todos charlando con los padres mientras los pequeños jugaban a nuestro alrededor. Los embarazos de Laura, Rocío y la ausente Raquel eran uno de los temas preferidos de conversación. Cuando ya íbamos a comer llegaron Diana y Pablo que habían quedado con amigas de ellas para tomar una coca-cola y contarlas que Pablo se venía a Madrid a vivir con ella. La comida y posterior sobremesa fue bastante agradable. Los padres de Rocío estaban encantados con tantos niños alrededor. Sobre todo con niños tan bien educados. Tenían libertad para jugar y la usaban pero sabían que su libertad acababa donde empezaran a molestar a los mayores. Si venían a nosotros siempre lo hacían con respeto y cariño. Los mismos sentimientos que los mayores les dábamos a ellos. A las seis y cuarto llegó Raquel. Los primeros en saludarla fueron los padres de Rocío que estuvieron preocupándose por su madre. Conocían a la madre de Raquel de nuestra boda a la que asistieron invitados. Hacía las siete y media se empezaron a ir todos aquellos con niños y una hora después los demás. A las nueve Rocío y yo ya estábamos solos. Recogimos un poco y luego nos sentamos a descansar. Había sido un día duro para Rocío. Dormimos muy bien esa noche.

El martes fue un duro día de trabajo aunque nada especialmente excepcional. Aun así no conseguí salir de la oficina hasta las ocho. Cuando llegué Rocío me esperaba en el salón.

– Ha llamado Raquel – dijo con una enigmática sonrisita – Vas a ser padre de un niño

– Raquel y José Carlos van a ser padres de un niño – dije – En todo caso yo les ayudé un poco.

– Me sorprende tu frialdad – dijo – Hasta a mi me ha hecho mas ilusión

– A mi me sorprende tu entusiasmo. ¿No te das cuenta que mi hijo biológico va a estar por ahí correteando y ha sido adrede?

– ¡Que melodramático eres! - dijo – Todos sabemos que el niño va a ser de José Carlos. Nadie te va a pedir nada. No te agobies.

Y tras esto se acercó a mi y me beso con pasión. Tras el beso me senté en el sofá y ella se recostó conmigo. Yo acaricié su cabello y su barriguita embarazada. Ella y su amiga estaban un poco locas pero las amaba. Tras un rato así cenamos y volvimos a abrazarnos en el sofá hasta que llegó la hora de irnos a la cama.

El miércoles me reuní en mi despacho con Ana para ver como iba la contabilidad del mes anterior. No se como salió que ese fin de semana iba a estar solo pues Rocío se iba a Cuenca a la despedida de soltera de Teresa. Cuando la dije eso me dijo que esperara y salió un momento del despacho.

– Tengo algo que proponerte – dijo al volver a entrar en mi despacho

– ¿Que?

Ella sonrió y se acercó a mi. Estaba radiante de nuevo con botas. Ya hasta marzo o abril no dejaría de usar botas para complacerme. O mejor dicho, para excitarme.

– Te propongo un fin de semana conmigo, en un spa, dos noches follando como locos y durante el día relax y... bueno más sexo – me dijo susurrando en mi oreja

Yo lo pensé un momento. Rocío me daría permiso. No tenía otros planes excepto por una comida en casa de María el domingo.

– Tengo que estar de vuelta el domingo a las doce en Madrid. ¿Nos dará tiempo? ¿Que le dirás a Rubén?

– Si. Buscaremos un spa que esté a unas dos horas en coche para que nos de tiempo. Por Rubén no te preocupes. Le diré que me voy con mi madre a un spa.

– ¿Vas a mentir a tu marido así? ¿Tu madre te cubrirá?

– Mi madre me cubrirá porque se viene con nosotros. Ella y su jefe. Dirá a mi padre que viene conmigo a un spa.

Yo sonreí y moví la cabeza a los lados.

– No vamos a mentir tanto – dijo ella con cara pícara

Yo eché una pequeña carcajada. Acordamos que saldríamos de Madrid a las cinco. Yo recogería al jefe de su madre y luego a ellas. Al llegar esa tarde a casa se lo conté a Rocío. Me pidió dos cosas. Que fuera muy discreto y que no llegara ni un minuto tarde a casa de María. Pensaba cumplir con ambas condiciones. Esa noche no hicimos el amor pero acabamos acostados en la cama abrazados. Yo a ella por detrás y agarrado a su barriga.

El jueves fue totalmente monótono y eso se agradeció. Nada especial ni en la oficina ni en casa.

Cuando entré a la sala de reuniones el viernes para ver los números de octubre no pude dejar de sonreír. Ana estaba espectacular. Con unos pantalones a medio camino entre los vaqueros y los pantalones de montar de color casi negro y un jersey de cuello alto y el mismo color. Por encima del jersey un ancho cinturón con una gran hebilla dorada y por encima del pantalón unas botas negras con una hebilla de adorno en el lado exterior y maravilloso tacón. Su muñeca derecha estaba adornada por varias pulseras doradas en forma de aro. Yo la sonreí cuando nadie me miraba y me senté en mi puesto presidiendo la mesa y de frente a la proyección de los números. Ana nos hizo la presentación de los números. Octubre para la empresa fue un mes maravilloso. Récord de beneficios y facturación. En beneficios superando el millón de euros ese mes. Un récord de facturación conseguido por la apertura de la primera tienda de ropa en Barcelona y la cuarta tienda de zapatos. El resto de las empresas tuvieron buenos datos de facturación pero no los mejores históricos. El récord de beneficios se consiguió en parte por la gran facturación pero también porque ese mes ya no tuvimos gastos extras. La previsión que Ana, Marga y Alberto habían preparado para los dos últimos meses del año contemplaban unos beneficios similares a Octubre. Noviembre sería muy parecido en general y Diciembre tendría mayores ingresos, con una facturación que podría superar por primera vez los cinco millones pero algo menos de beneficio. En parte por los gastos extras de navidad como cestas, pagas extras y demás. Ana nos contó también como iba la incorporación de María, Marga y Alberto al accionariado. En Diciembre recibirían una paga extra con la cual pagarían los impuestos que tuvieran que pagar por haber recibido la donación de los títulos. Una cosa que me gustaba de Ana es que se sentía importante pero no mostraba celos hacia ellos. Sabía desde el principio que ellos tres eran importantes para mi a varios niveles y no la importaba. Una vez se fue Ana estuvimos un poco planeando la estrategia para 2005 que debía incluir compra de empresas pues no podíamos seguir acumulando tanto dinero en la cuenta corriente. Tras la reunión nos fuimos a comer todos juntos y yo a las cuatro me fui a casa. La teoría es que ese fin de semana quería descansar hasta la comida con María. La realidad es que no creía que fuera a descansar mucho. Tras llegar a casa y coger la maleta que ya tenía lista me monté en mi coche y me fui a buscar al jefe de la madre de Ana que me esperaba cerca de su oficina. Con el fuimos hasta Ciudad Universitaria donde Ana y su madre aparcaron su coche y se montaron en el mio. Ya las dos parejitas listas nos fuimos hacía nuestro destino por la A6.

– Este fin de semana sois marido y mujer – dijo la madre de Ana que se había sentado atrás con su jefe – Y nosotros somos los padres de Ana. Vamos a divertirnos con este juego.

Ana echó su cuerpo hacía mi para girarse y sonreír a su madre. Aprovechó el movimiento para, sin que nadie se diera cuenta, tocar mi polla. Era tan ardiente. Algo menos de dos horas después de que saliéramos de Madrid estábamos llegando a nuestro alojamiento. Una casa rural con un espectacular spa. Pequeña de solo cinco suites. Parecía un hotel por los servicios. Aun no se si debería llamarla hotel o casa rural. Si fuera un hotel tendría seguro cuatro o cinco estrellas. La casa estaba a tres kilómetros del pueblo mas cercano. Paz y tranquilidad a raudales. Puesto que era pronto para cenar quedamos en instalarnos en las habitaciones y quedar en el restaurante de la casa rural, que también abría para comensales no alojados, a las nueve y media de la noche. Nada mas entrar en nuestra habitación me tiré a los brazos de Ana y la besé con pasión. Mis manos buscaron el borde de su falda y poco a poco la fui subiendo hasta dejar al descubierto su minúsculo tanguita. Ya con su raja bastante disponible saqué mi polla y la acerqué a esta. Ella gimió al notar el contacto de mi polla con su raja. Yo moví el capullo de mi polla a lo largo de su raja mientras ella gemía. Tras un rato así aparté el tanga y la penetré. Mientras la follaba ella gemía cada vez mas y yo me uní a sus gritos.

– Oh. ¡Dios mío! Es maravilloso

– ¿Te gusta? - dije

– Me fascina. No voy a parar de follarte en todo el fin de semana.

Seguí un rato mas follándomela. Cuando me corrí en ella caímos en la cama rendidos. Nos abrazamos y nos besamos durante un buen rato. Ella puso su pierna, cubiertas por sus preciosas botas, sobre mi.

– Detrás de esa pared está mi madre – dijo – Seguro que me ha oído follar.

– No me creo que tengas vergüenza – dije

– No la tengo, espero que haya oído lo feliz que me haces.

Seguimos un rato abrazados hasta que a las nueve nos metimos juntos en la ducha y nos cambiamos para bajar a cenar con la madre y su jefe. Cuando nos vieron sonrieron.

– Hija me alegra que no pierdas el tiempo

Ana y yo nos miramos con una sonrisa en los labios.

– Nosotros ya no tenemos edad para aguantar lo que aguantáis vosotros y lo dejamos todo para la noche – dijo Roberto, el jefe de la madre de Ana

Ana me tocó el muslo bajo la mesa y me sonrió.

– Yo voy a exprimir a mi hombre este fin de semana hasta que no pueda mas.

Tras una agradable cena tomamos unas copas en el hall de entrada de la casa rural donde servían unos gin tonics muy buenos. A las doce la madre de Ana dijo que ellos se retiraban. Ana y yo terminamos nuestras copas con tranquilidad, hablando y acariciándonos con discreción. Una vez terminamos nuestras copas nos fuimos abrazados a la habitación. Esa noche hicimos el amor desde las doce y media hasta las tres y media de la mañana.

El domingo a las diez de la mañana estábamos los cuatro desayunando en el comedor del pequeño hotel-casa rural. Tras desayunar quedamos en el hall media hora mas tarde y nos fuimos a Salamanca a dar una vuelta por la ciudad. Tras dejar el coche en un aparcamiento céntrico nos fuimos a dar una vuelta por la zona mas turística de Salamanca. Era curioso cuando menos. Yo de la mano de Ana y su madre de la mano de su jefe. Ambas vestidas para gustar a sus parejas. Ana mas juvenil con una minifalda vaquera casi microfalda y un polo amarillo limón. Puesto que era otoño y nos acercábamos al invierno unas botas marrón camel cubrían su pierna hasta la rodilla y su polo era tapado por una cazadora de cuero del mismo color que las botas. La madre de Ana iba mucho mas formal. Como corresponde a una persona de su edad pero aun así con un toque sexy. Llevaba un vestido con zapatos de tacón y un abrigo de paño. Lo mas raro para mi ver a Ana llamando mamá y papá a ambos. Todo muy raro. De la mano de Ana no iba del todo cómodo. Iría cómodo con Raquel y María, a parte de Rocío por supuesto, pero era un juego y estaba dispuesto a seguir con este durante todo el fin de semana. En mi papel de falso marido acompañé a mi esposa y suegra mientras estas miraban tiendas y entraban a comprarse ropa. Mi suegro por un día charlaba conmigo sobre negocios y otros asuntos mientras nuestras chicas se probaban ropa. Cada cierto tiempo nos interrumpían para enseñarnos lo que se probaban. Ese día no buscaban ropa para trabajar. En realidad no es que buscaran nada pero solo se probaban ropa sexy para calentarnos. Ana se probó muchísima ropa y yo como buen falso marido compré lo que mas me gustaba. Una minifalda de cuero, dos pantalones vaqueros que se ajustaban al cuerpo como si estuvieran hechos a medida, tres tops, un jersey y un par de botas. Puede parecer mucho pero se probó mucho mas. Y todo era de tiendas más o menos normales. El gasto total no fue de mas de ochocientos euros. A veces me gastaba eso en unos vaqueros para mi esposa. Volvimos al coche y dejamos las bolsas en el maletero tras lo cual nos fuimos a comer a un buen restaurante que nos recomendaron en el hotel. Pagamos entre el jefe de la madre de Ana y yo y volvimos al hotel para hacer uso del spa. Llegamos a las cuatro y media a la casa rural y solo media hora después estábamos disfrutando del spa que estaba muy vacío. Solo una pareja aparte de nosotros. El pequeño spa tenía varias saunas, baños de vapor, una maravillosa piscina climatizada, un jacuzzi, un gimnasio y salas de masaje. Tras disfrutar de la sauna y los baños de vapor los cuatro juntos ambas mujeres se dieron un masaje mientras el jefe de la madre de Ana y yo nadábamos un poco en la piscina. Tras el baño las chicas seguían en el masaje y yo fui un rato al gimnasio para hacer un poco de bici. Cuando salieron relajadas del masaje hicimos otro circuito de sauna y baño de vapor y nos metimos a charlar un rato en el jacuzzi. Casi sin darnos cuenta se nos habían hecho las ocho de la tarde. Decidimos subir a las habitaciones a cambiarnos antes de quedar a las nueve para cenar. Ana quería echar un polvo nada mas llegar pero yo estaba un poco raro tras el spa y la pedí darme una ducha antes. Ana entró en el baño conmigo antes de que me metiera en la ducha. Os sorprenderá que os cuente que me dio algo de vergüenza desnudarme en el baño delante de ella pero me la había tirado muchas veces y esa noche era mi pareja. Así que lo hice. Aun así me puse una toalla alrededor de mi cintura una vez desnudo, lo cierto es que en casa tampoco me gustaba mucho andar en bolas. Ana debió notar mi incomodidad y se acercó a mi. Estaba vestida de nuevo con la ropa de esa mañana. Me dio un beso en la boca.

– Estas nervioso – dijo – Eres mi marido por un día. Puedo verte desnudo al entrar en la ducha. Es normal.

Sería normal pero con ella ahí con esa minifalda tan corta y ese top mirándome en bolas me calentó y la devolví el beso mientras tocaba su culo por encima de la falda.

– Te espero en la cama – dijo – No tardes que quiero hacerlo antes de cenar.

– Ahora voy cariño – dije algo mas calmado.

Me metí en la ducha y enjaboné mi cuerpo aunque, tras un rato, no pude dejar de tocar un rato mi polla. Quería darla un masajito para que fuera con algo mas de ganas a la batalla que se avecinaba en unos momentos. Desde luego mi intención no era hacerme una paja con una mujer como Ana esperándome en la cama a menos de diez metros. Una mujer a la que creo que había llamado cariño por primera vez. Estaba dando a mi polla con la mano izquierda mientras con la derecha enjabonaba un poco mi cuerpo cuando noté como Ana entraba en la ducha, totalmente vestida, y se lanzaba a besarme. Empezó a morrearme mientras llevaba su mano al botón y la cremallera de su falda. Yo a su vez llevé mi mano al borde de su polo amarillo. Se desnudaba a trompicones. Se desabrochaba el botón y nos besábamos. Subía un poco su polo, hasta sus senos, y nos besábamos. Se bajaba la cremallera, otro beso. Lo primero en salir fue su polo y este dejó a la vista sus hermosos y aun firmes pechos. Yo quise besarlos y chupar un poco sus pezones pero ella pronto llevó su boca a la mía y nos unimos en un nuevo beso de increíble pasión. Yo metí mi mano por delante de su falda mientras ella besaba mi oreja y me decía que me quería y que quería que la follara. Últimamente se aficionaba demasiado a decirme que me quería y yo a ella no la quería. La deseaba y la apreciaba mucho. Pero no era amor. La masturbé durante un rato y ella acabó girándose de tal manera que su espalda quedaba pegada a mi cuerpo y mi polla entre sus piernas. Ella echaba la cabeza hacia atrás en un costado de mi cabeza para poder besar mi cuello y mi oreja y darme así placer. Yo empujé hacia abajo su falda y su tanga de una vez. Ella con pequeños movimientos de su cuerpo hizo que su ropa cayera aun un poco mas y acabará en el suelo de la bañera. Yo seguí con mi mano en su coño pero ella giró un poco para poder besarnos con mayor pasión. Nuestras lenguas se buscaban y no tardó en volverse a dar la vuelta para darnos un buen beso frontal. Tras un largo beso en el que mi polla se pegaba a la zona de su coñito ella fue agachándose poco a poco mientras besaba mi cuerpo desde los pectorales hasta mi polla. Una vez en mi polla empezó a mamármela un poco para luego volver a subir y besarme. Ahora mientras me besaba usaba su mano para dirigir un poco mi polla a la zona de su coño y hacerme una pequeña paja. Ella cortó el agua que caía de la ducha y seguimos besándonos un buen rato.

– Te deseo – dijo a mi odio

Yo no dije nada y la besé.

– Se que te pongo cachondo y mientras consiga eso podré tenerte para mi de vez en cuando. No busco mas.

– Me pones muy cachondo – dije

– Marido ya tengo – dijo – No necesito amor sino sexo con un hombre que me haga sentir placer. Podría aprender a quererte. Bueno, es posible que ya te quiera. Pero prefiero dominar el como excitarte.

– Créeme – dije – Estas apunto de sacar sobresaliente en esa materia.

Salimos de la ducha ya bastante secos pues el agua había dejado de caer hacía varios minutos y fuimos hacia la cama de la mano. Tumbé a Ana en la cama y me eché sobre ella besándola con fuera. Estábamos en la posición del misionero pero solo besándonos. Tras un largo beso bajé un poco empecé a chupar su coñito. Estuve un rato así pero ella se incorporó para que nos besáramos una vez mas. Mientras lo hacíamos yo no abandoné su coñito y lo masajeé con una de mis manos. Volví tras el beso a chuparla el coño y conseguí sacar de ella un buen número de pequeños grititos que seguro que oirían su madre y su jefe. Ella se levantó y se puso de rodillas. Estando ambos de rodillas ella me besó un rato antes de pasar a darme una pequeña mamada y chuparme la polla. Esta no debió durar mas de unos tres o cuatro minutos pero lo que le falto en tiempo le sobró en dedicación. Fue una maravilla. Cuando abandonó mi polla me beso y me hizo tumbar poniéndose rápidamente sobre mi y metiendo mi polla en su coño. Un coño que ese fin de semana había visitado ya muchas veces y esperaba volver a visitarlo esa noche. Mientras la penetraba ella daba saltitos y casi no dejábamos de besarnos. Solo interrumpíamos el beso para emitir gemidos uno de los dos. Yo empecé a follarla también y además de sus saltitos mi cuerpo se movía penetrándola sin perdón.

– Mi marido de este fin de semana folla mejor que el que tengo en casa – dijo sonriéndome

– Debe ser la variedad – dije yo

– No seas falsamente modesto y destrózame.

Yo ante esa petición la besé sin sacar mi polla de su interior la giré y la tumbé en la cama. Quedé sobre ella pero moví mi cuerpo para acabar tras ella con ambos de costado sobre la cama. Una de mis posiciones preferidas. Entre los gemidos de ambos nos dábamos besos con ella echando la cabeza hacia atrás. Cuando ya estaba mas o menos listo para correrme y vi que ella andaba cerca la puse a cuatro patas y la penetré desde atrás con bastante fuerza y persistencia. A los pocos minutos ambos nos corríamos al unísono. Ya mas relajados nos tumbamos totalmente desnudos en la cama y nos besamos. La cama, me di cuenta en ese momento, estaba algo mojada pues Ana aun tenía el pelo húmedo. Esperaba que se secara bien para cuando esa noche volviéramos. Tras muchos minutos besándonos decidimos que era hora de ducharnos y vestirnos para ir a cenar. Llegamos a la cena con la madre y el jefe un cuarto de hora tarde siendo recibidos con una sonrisa por parte de ambos. Tras la comida y unas copas nos fuimos a la habitación las dos parejas para disfrutar nuestra última noche de sexo en la casa rural. Una noche que para nosotros acabó a las dos de la mañana.

Cansados amanecimos Ana y yo a las ocho de la mañana. Habíamos quedado a las nueve con su madre y su amante para desayunar, hacer el checkout y salir de vuelta para Madrid. Como aun teníamos un rato Ana se subió sobre mi y, sin mas rollos, metió mi polla dentro de su caliente interior y empezó a cabalgarme suavemente. Hacia las nueve menos cuarto nos corríamos juntos y nos duchamos rápido para no llegar tarde. Al final llegué a mi casa hacia las doce. Dejé la maleta y cogí un taxi para, hacia las doce y media, llegar a casa de María. Esta organizó una comida para mi, con su familia, para que no pasara el fin de semana solo. Solo, lo que se dice solo, no es que hubiera pasado el fin de semana pero ella tampoco podía saberlo. La verdad es que con Ana pasé un fin de semana de morbo y sexo sensacional pero disfruté casi mas la comida con María, Arturo y las niñas. Con ellos tenía algo que no tenía con Ana con la cual todo era puramente sexual. Marta estuvo mucho rato conmigo y me preguntaba si ya había nacido el bebé. Supongo que no ver a Rocío conmigo ese día la confundía un poco. Hacía las siete me fui a casa aunque Rocío no llegó de Cuenca hasta las nueve. De la despedida no me contó mucho, estaba cansada, pero si dijo que fue un poco dura estando ella de tantas semanas. Al parecer seguir el ritmo de sus amigas no fue fácil. Apenas unos minutos después de llegar se fue a casa.

02. Semana del 8 al 14 de Noviembre

La semana empezó monótonas como pocas y sin mucho que hacer. Se acababa el año y estábamos un poco en piloto automático. No teníamos nuevas aperturas planeadas. Parecía que esperábamos a la reunión de Enero para hacer un planning de 2005. Me puso algo nervioso y convoqué una reunión para el jueves. Por la tarde Rocío estaba matada tras la despedida y, a pesar de que al día siguiente era fiesta, decidió irse a dormir muy pronto. Yo me quedé en el salón viendo una película y pensando un poco antes de irme a la cama a dormir. Necesitaba pensar un poco en el año que se avecinaba. Para empezar iba a ser padre y eso ya era un buen cambio.

Nos levantamos Rocío y yo hacia las diez de la mañana y tras desayunar nos duchamos y cambiamos para ir a comer con Antonio y Laura. Mi mejor amigo y la mejor amiga de Rocío salí de cuentas el siete de Diciembre y, por tanto, debían estar ya a menos de un mes de dar a luz. Comer con ellos con ambas en estado era raro. Ellos eran culpables de que yo estuviera con Rocío y eso no se puede pagar. Antonio era mi mejor amigo desde la universidad y Laura de Rocío. Y dentro de poco, cuando hiciéramos estas comidas, que para mi siempre tuvieron algo de especial por lo íntimas que eran, tendríamos bebes que atender y mas adelante niños corriendo. Se me hacía raro pensar en ello. Tras la comida estuvimos mucho rato charlando y a las siete nos volvimos para casa donde Rocío descansó antes de irnos a la cama y hacer el amor.

El miércoles dediqué todo mi día a trabajar sobre la reunión del día siguiente que había convocado. No quería esperar a la reunión de enero y quería empezar a mover cosas ya. Por la tarde y noche nada especial.

Toda la mañana estuvimos discutiendo que hacer con nuestra empresa en los primeros meses del año. No podíamos estar parados y tomar decisiones en Enero ya que entonces no abriríamos nada hasta marzo o abril como poco. Al final decidimos que debíamos comprar empresas. Pero además, seguir abriendo negocios. De entrada decidimos abrir una nueva tienda de zapatos y un nuevo restaurante hacia mediados de año y una segunda tienda de moda en Barcelona, la séptima en total, al final del tercer trimestre. En esta nos deberíamos poner a trabajar lo antes posible. Tras la reunión, que a ratos fue tensa pero es como debían ser porque así nos apretábamos más entre todos, nos fuimos a comer juntos. Por la tarde revisé lo acordado y envié un email a todos los socios con lo que habíamos acordado. Llegué a casa con esa mezcla de cansancio y entusiasmo que te hace seguir adelante. Rocío estaba menos cansada que otros días y decidimos irnos a cenar fuera tras lo que hicimos el amor y nos fuimos a dormir.

El viernes era el cumpleaños de mi ahijada Marta. Tras currar toda la mañana a mediodía quedé a comer con María y Rocío para luego ir a buscar a Marta al cole y ayudar a María con el cumple que ese día celebraban en su casa con las cinco mejores amigas de Marta. Llevamos a las niñas entre los tres adultos. Al llegar Mariely ya tenía la merienda lista. Arturo llegó a mitad del cumpleaños. Fue una tarde agradable con mi ahijada aunque ese día presté mas atención a Elisa porque Marta estaba con sus amigas y Elisa se sentía un poco dejada de lado. Cuando se fueron las amigas de Marta cenamos los adultos y quedamos en vernos al día siguiente cuando celebraríamos el cumple de Marta con nuestro grupo y la familia.

La celebración del cumpleaños de Marta fue masiva con todo nuestro grupo, dos parejas amigas de Arturo y María y la familia mas cercana de ambos. Pero aun así fue muy bueno pues María era una cocinera excepcional. Rocío la ayudó un poco antes. Raquel llegó a la hora de comer pues quería estar con su madre por la mañana. Tras los cafés Raquel se fue aunque José Carlos y Susana se quedaron. Todos entendíamos a Raquel pero nos preocupaba lo volcada e inquieta que estaba con el tema de su madre. Sobre todo puesto que estaba embarazada de algo menos de siete meses. Esa noche nos fuimos pronto a descansar puesto que teníamos un nuevo cumpleaños.

Tras desayunar y ducharnos el domingo fuimos a casa de Alberto para celebrar el cumpleaños de Celia. Estábamos invitados amigos de ellos y el nuestro grupo de trabajo. De nuevo Raquel solo estuvo para la comida y los cafés. En cuanto entregamos los regalos ella se fue corriendo al hospital. José Carlos nos contó que casi era mejor esto que cuando lo ocultaba. Este fin de semana para ella hubiera sido una tortura sin poder haber ido a ver a su madre. Esa noche Rocío y yo hicimos el amor en casa tras ver una peli.

03. Semana del 15 al 21 de Noviembre

Me tocaba otra vez esa semana dar clase en el masters que estudió Rocío pero a la vez tenía bastantes reuniones. Atendí a estas y en los ratos libres preparaba el curso pero no me pude librar de tener que currar por la tarde. A las ocho ya estaba casi acabando cuando entró María en mi despacho. Iba vestida muy informal con unos vaqueros azules, una camisa de cuadros grandes rojos, azules y blancos y unas botas marrones de unos cinco centímetros de un tacón bastante ancho por debajo de los vaqueros. Esa mañana fue con falda a la oficina y se había cambiado.

– Hola amor – dije - ¿Que haces aquí tan tarde?

– He estado con las niñas hasta las siete que ha vuelto Arturo y he venido a la peluquería que tenía un pelos horrorosos y tengo toda la semana de reuniones.

– Nunca he entendido porque todas venís a la peluquería aquí junto a la oficina.

– Porque cortan el pelo muy bien

Puse cara de entenderlo todo pero aun así me parecía raro. María estaba de pie junto a mi mesa y no parecía querer moverse. Yo decidí que era el momento para acercarme a ella y lo hice. Llegue donde estaba ella y la besé con verdadera pasión.

– Tu estas guapa con el peinado que sea – dijo

– ¡Que tonto eres! - dijo

Y volvimos a besarnos con pasión. Mientras lo hacíamos yo fui desabrochando poco a poco su camisa para liberar su sujetador y poder acariciar sus pechos. Ya con la camisa desabrochada excepto por los dos últimos botones dejé de besarla y pasé a acariciar sus pechos sobre el sujetador liberando poco a poco cada uno de sus senos. Acabó con el sujetador debajo de sus pechos y ella agarró mi cabeza de la nuca y acariciándome el cabello bajó esta a mis pechos para que los besara. Ella me decía que me amaba mientras yo jugaba con sus pechos con mi boca y su culo con mis manos. Tras un rato la llevé junto a mi silla del despacho y me senté en ella. La puse de espaldas a mi y desabroché abrazándola desde atrás los dos botones de abajo que aun unían su camisa. Tras liberar estos ella se quitó la camisa seductoramente y yo llevé mis manos al cierre de su sujetador para liberarlo. Ella se lo quitó y dejó que este cayera al suelo. María se sentó sobre mí y echó su cabeza hacia atrás para engancharnos en un maravilloso beso con lengua. Yo empecé a acariciar sus senos haciendo que sus pezones se endurecieran. Ella mientras levantó sus piernas para quitarse sus botas. Ya sin botas se puso en pie y yo la rodeé por la cintura para, poco a poco, desabrochar su pantalón. Una vez lo tuvo desabrochado me arrodillé en el suelo junto a su culo y lo bajé poco a poco hasta que se quedó sin el quedando solo con unas braguitas rosas y negras.

– Braguitas rosas y negras – dije con retintín

– Se que son las que mas te gustan – dijo ella girando la cabeza para que viera su sonrisa – Esperaba que tras la pelu siguieras aquí.

Yo sonreí de vuelta y la dí un beso en cada una de sus nalgas para luego acercar mi boca al agujero de su culito.

– Deja mi culo en paz – dijo María riendo – Que una cosa es que te deje follarme con tu esposa y otra es que pase a ser una degenerada

Yo me eché a reír pues era la respuesta que esperaba de ella. Solo lo había hecho para provocar. El sexo anal no era una de mis prioridades. Y menos teniendo disponible su coñito. María se levantó como enfadada por mi risa pero pronto cambió su semblante por uno mas de amor y me sonrió. Me besó y me empujó sobre la silla cayendo yo sentado en esta. Ella desnuda excepto por sus braguitas se arrodilló frente a mi y empezó a jugar con mi pantalón hasta que me quitó este y los calzoncillos del todo. Yo jugaba con sus tetas con una mano mientras con otra acariciaba su cabello. Se pasó un momento las tetas por mi polla pero rápido se echó sobre mi y me besó con mucha pasión. Tras el beso me quitó el polo y fue besando todo mi cuerpo, centímetro a centímetro, hasta llegar a mi polla. Una vez junto a esta empezó a besarla lentamente en el capullo y luego por toda su extensión y me dio dos o tres mamadas. De repente no se porque miré el reloj y me di cuenta que eran las ocho y media.

– Es tarde cariño – dije cogiéndola en volandas y depositándola boca arriba en mi mesa.

Ella solo reía mientras la colocaba. Ya con ella en la mesa la quité su braguita. Ella llevó su mano a su chochito y lo acariciaba y abría para mi un poco. Yo me senté en la silla y la comí este solo durante un par de minutos para conseguir empezar a excitarla. Cuando sus gemidos ya eran bastante grandes me levanté y me subí a la mesa tras ella poniéndonos ambos de costado en esta. Yo llevé mi mano por su cintura y empecé a acariciar su coño a toda prisa y a meter algunos dedos. Esto incrementó sus gemidos y aproveché para meterla en ese momento mi polla desde atrás y perforarla con aun mas fuerza. Ella gemía mientras oíamos como mis bolas chocaban con su coñito. Todo este rato una de mis manos parecía pegada a su pecho izquierdo. Tras un rato así ella tomó la iniciativa y me hizo tumbarme en la mesa boca arriba poniéndose ella de rodillas sobre la mesa, de espaldas a mi, y con su coño dejándose caer poco a poco sobre mi polla. Ella empezó a saltar cada vez con mayor frecuencia y yo empecé a gemir con fuerza. Tras un rato mas saltando yo no pude mas y eyaculé en su interior. El placer que sus gemidos denotaban unidos a mi semen en su interior parecieron suficiente y María se corrió solo unos segundos después. Poco a poco se salió de mi y se puso la braguita rápido pero aun así manchó un poco la mesa con mi semen que caía de su coño. Ella se echó a reír y tras vestirse lo limpió con un pañuelo que sacó de su bolso. Nos besamos un rato y ella poco después de las nueve se fue a casa. Esperando al menos poder acostar a Elena. Yo seguí trabajando un rato más y hacia las diez me fui a casa. Rocío ya había cenado y yo me hice una tortilla para cenar mientras veía un poco la tele antes de irme a la cama.

Tras un día de trabajo no excesivamente duro por la tarde ese martes tenía que dar una clase en el masters que estudió Rocío. El masters lo cursaban solo unas veinte personas y seis de ellas eran del banco de Rocío. Eso hacía que siempre acabara hablando con alguien del banco. Tras la clase y tras resolver unas dudas a unos estudiantes se me acercaron un chico y una chica.

– Nos ha dicho tu esposa que te digamos que compres leche – dijo el chico

Yo me eché a reír. Al verme reír los otros cuatro del banco se acercaron.

– Trabajáis con ella entonces

– Si – dijo la chica – Yo soy analista de su equipo y el es gestor junior. Pero bueno, en cuanto venga el nuevo jefe ella ya será jefa de todos. Aunque indirectamente.

Yo sonreí y pasamos a hablar sobre la clase. No me importaba charlar un rato sobre mi esposa pero prefería hablar sobre lo que había tratado en clase. Mis dos charlas no tenían en examen pero aun así intentaba que fuera interesante y que prestaran atención. Pasarse ocho horas de clase en dos días para que se echen una siesta no estaba entre mis planes. Tras unos quince minutos de charla con los seis me fui a casa.

– Muy majos tus chicos – dije a Rocío tras darla un beso en la boca

Rocío sonrió. Yo me fui a cambiar y ya sin americana y con un pantalón de chándal me tumbé con Rocío en el sofá mientras acariciaba su barriguita. Tras un rato nos fuimos a la cama y estando ambos cansados no hicimos el amor.

Estaba nervioso el miércoles. Tocaba ginecólogo y es casi seguro que nos dirían el sexo del bebé. No habíamos comprado casi nada para el bebé esperando saberlo y ni siquiera habíamos hablado de nombres. A las seis en punto salí corriendo hacia la oficina de Rocío y la media hora de espera en el ginecólogo se me hicieron como dos horas. Una vez dentro primero trato varios temas del embarazo y luego pasamos a que Rocío se hiciera la ecografía. Tras un rato mirando y moviendo un poco la barriga de Rocío el médico apago la maquina y volvimos a su despacho.

– Vais a tener una niña – dijo – Tener en cuenta que esto es siempre al 99%. A veces no se ve del todo bien pero en vuestro caso puedo casi asegurar que es una niña.

Vi una sonrisa en la cara de Rocío. Sabía que ella quería tener al menos uno de cada pero también sabía que, aunque no lo dijera, prefería que el primero fuera una niña. Yo la di la mano y disfruté ese momento. Mi único momento de intimidad en las siguientes dos horas. Ya en el taxi llamó a su madre para decírselo. Al legar a casa me besó, me dijo que me quería, cogió el teléfono y se sentó en el sofá. Llamó a mi madre, ni a ella me dejó a mi llamar, luego a Diana, Raquel, María y Laura. Tras cenar tocaron Teresa y Mónica. Mientras a mi me dejó llamar a Mike y Alberto. Aproveché también para llamar a Pablo y Antonio. Pablo al estar en Barcelona aun no lo sabía pero Antonio ya lo sabía por Laura. Aunque he de reconocer que me gustaba mirar la ilusión de Rocío contándoselo a familia y amigos. Tras descansar un poco fuimos a la cama y, esa noche si, hicimos el amor.

El jueves fue muy normal el día. Normal para tener el curso en el que no ocurrió nada especial. Tras llegar a casa a eso de las once cené algo ligero y me fui a descansar pues ese fin de semana tenía despedida de soltero en Cuenca.

El viernes tras trabajar hasta mediodía me fui a la despedida de Raúl que sería de un solo día en Cuenca el sábado. Me fui sabiendo que quizás me tenía que volver. Y es que esa misma mañana Raquel nos llamó desde el hospital. Su madre estaba peor y la iban a mandar a casa a morir. La daban como mucho una semana de vida. Llegué a casa de mis suegros antes de las siete de la tarde y tras charla con mi suegro un rato fuimos a buscar a mi suegra a la farmacia, a la hora de cerrar, y luego a cenar. Les invité por acogerme esos días en su casa. Me preguntaron por su hija pero casi mas por Raquel. Sabían la gran amistad que la unía a su hija que no lo estaba pasando bien con su madre. Les conté como iba a peor y la llamada de esa mañana. Fue un poco bajón pero aun así intentamos disfrutar la cena.

El sábado nos levantamos pronto y llevamos a Raúl a jugar al paintball a una finca cercana a la ciudad de Cuenca. Tras la partida tocaba una primera comida en un asador. Lo estaba pasando muy bien. Conocía a casi todo el mundo y me reía bastante. Estábamos en los postres, serían las cinco, cuando me llamó Rocío.

– Cariño – dijo – La madre de Raquel está todavía peor. Muere hoy o mañana seguro.

– Voy para allá – dije

– Yo me voy a casa de sus padres ahora con María. Tu ven a casa y si no va a peor descansa hoy y mañana ya vas a verla.

– Vale – dije – Dala un beso de mi parte

Entré de nuevo en la sala y Raúl y Pedro que sabían lo de Raquel vieron en mi cara lo que pasaba inmediatamente. Yo me despedí de todo el mundo y me fui a casa de mis suegros para coger el coche y volver a Madrid. Llegué a casa sobre las nueve y media y Rocío aun no había vuelto. Tras cenar algo e intentar relajarme viendo la tele me fui a la cama a dormir a eso de las doce. Aun sin Rocío. A la una y pico me despertó el ruido de Rocío entrando en la cama.

– ¿Que tal está Raquel? - dije

– Jodida – dijo Rocío – Hemos estado María y yo hasta ahora con ella y su familia pero está mal. Y no creo que sea bueno para el embarazo. Espero que no dure unos cuantos días.

– Ya – dije – Pero ya conoces a Raquel. Ya no se puede hacer nada. Lo mejor sería que la madre muriera lo antes posible y que ella no sufriera mas. ¿Que tal está el padre?

– El padre y la hermana mal. Pero ellos no están embarazados

– Ya. Vamos a dormir que mañana quiero ir a verla.

Y Rocío entró en la cama y se abrazó a mi. La oí llorar pero preferí no hacer nada. Un poco de llanto a veces es bueno.

No madrugamos el domingo pues tampoco queríamos estar en casa de los padres de Raquel muy pronto. A las doce y media llegamos y saludé al padre y a la hermana que desde luego parecían destrozados. En el salón estaba José Carlos y el cuñado de Raquel así como la pequeña Susana. Intentaban no estar todos alrededor de la madre. Tras saludarles fui a la habitación de los padres donde yacía la madre de Raquel bastante esquelética y dándola la mano estaba Raquel. Cuando me vio soltó la mano de su madre y su hermana la agarró. Raquel vino a mi y me abrazó. Yo la acariciaba mientras ella sollozaba en mi hombro. Tras un rato abrazándonos salió de la habitación y me estuvo echando la bronca, con la boca pequeña, por dejar la despedida cuando aun no se sabía cuanto iba a durar su madre. Tras un rato hablando volvió a entrar con su hermana y ambas se quedaron junto a su madre. El padre en el salón estaba mal pero intentaba jugar con Susana para relajarse. Era increíble ver a la niña un poco ajena a todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. A las tres nos llevamos al padre y a Raquel a comer, junto con José Carlos y Susana pero Raquel no estaba cómoda y hacia las cuatro estábamos de vuelta. Cuando llegamos estaba María que había dejado a las niñas después de comer para pasar un rato con su amiga. Ambas se abrazaron al verse y María la decía cosas al oído. A las ocho de la tarde nos fuimos para dejar a la familia intimidad. Sabíamos que agradecían que hubiéramos ido pero no era plan de estar allí hasta las tantas.

04. Semana del 22 al 28 de Noviembre

Me desperté con el ruido del teléfono sonando. Miré mi reloj y eran las siete y media de la mañana. Rocío estaba en la ducha preparándose para ir a trabajar.

– Si – dije

– Carlos soy José Carlos. Acaba de morir Isabel

Yo me quedé parado.

– ¿A que tanatorio la llevan?

– Al de la M-30 dijo José Carlos. Vete a la oficina y te llamo cuando vayan a abrir. No creo que sea antes de las once

– ¿Puedo hablar con Raquel?

– No. No para de llorar

– Vale. Nos vemos en el tanatorio.

Al salir Rocío de la ducha la di la noticia. Vi como una lágrima caía de sus ojos.

– En cuanto salga de la oficina voy al tanatorio. Da un beso a todos de mi parte y a Raquel... A Raquel ya la llamo yo.

Vi que se fue algo jodida por no poder estar con su amiga en el tanatorio pero no la daban días por la muerte de la madre de una amiga. Tras ducharme yo llamé a todo el equipo. Quedamos a desayunar juntos en el VIPS antes de ir todos al tanatorio hacia las once. Llamamos a nuestras secretarias para que nos libraran los dos siguientes días de compromisos y nos fuimos a ver a la familia. Fuimos los primeros en llegar y estuvimos animando a Raquel y a la hermana que estaban machacadas. El padre estaba solo un poco mas entero aunque también se le veía mal. Raquel llevaba tres días muy duros y me preocupaba su embarazo. Poco a poco fue llegando gente y todos decidimos dejar a la familia un poco de espacio y nos fuimos a comer y un rato a la oficina para ver si había ocurrido algo. A las cinco, volvimos al tanatorio y poco a poco se fueron uniendo Arturo, Celia y Rocío. Cuando nos íbamos era tarde, casi las diez, y la familia aun seguiría un rato pues no paraba de llegar gente. José Carlos quería quedarse con Raquel pues esta estaba destrozada pero Susana no aguantaba mas. Rocío se acercó a Raquel.

– Cariño – dijo Rocío – Te dejamos con José Carlos pero nos llevamos a la peque que no aguanta mas. Mira como esta.

Raquel miró a su hija y la vio tumbada en el sofá de la sala cansada y sin poder descansar con el barullo de gente.

– ¿No os importa?

– ¿Como nos va a importar? - dije

Cogimos a la pequeña y en un taxi nos fuimos a casa. La pequeña estaba destrozada. La acosté en nuestra habitación de invitados y me fui a la cama. Al llegar a mi habitación Rocío ya dormía y sin hacer mucho ruido me metí en la cama.

Me levanté a la misma hora que Rocío y mientras ella se duchaba yo fui a ver a la pequeña Susana. Había ido un par de veces durante la noche a verla y siempre dormía profundamente. La desperté y la llevé al baño de nuestra habitación donde Rocío ya duchada la ayudaría a bañarse. Mientras yo preparé el desayuno para los tres. Una vez desayunados nos despedimos Susana y yo de Rocío que se fue a trabajar. El entierro de la madre de Raquel era a las cinco y Rocío iba a hacer todo lo posible por asistir. Un rato después de irse Rocío me fui en taxi con Susana al tanatorio. Hicimos algo de tiempo en casa para que les diera tiempo a llegar pues me dijeron que abrirían la sala hacia las diez de la mañana. Cuando Susana vio a su madre se fue corriendo hacia ella para abrazarla. La ternura que me inspiró ese momento, en el marco de dolor en el que nos encontrábamos, es complicado de describir. José Carlos y yo mirábamos la escena con aparente frialdad de hombre maduro pero sé que ambos teníamos ganas de llorar. Viendo a Susana abrazando a su madre sin saber que, solo con ese gesto, había ayudado a su madre más que todos nosotros con nuestras visitas y palabras de aliento. El resto del equipo fue llegando a lo largo de la mañana al tanatorio y a todos les conté la imagen de Susana y su madre. A mi me impactó. Dejamos que María fuera la que pasara mas tiempo con Raquel. Eran mejores amigas pero, a la vez, siendo tan dulce, era la que mejor podía calmar a esta. A las tres cerraron la sala para preparar el traslado e intentamos que Raquel, su padre y su hermana comieran algo. Apenas pudieron con medio sándwich cada uno pero algo es algo. A las cinco era el entierro en el cementerio de la Almudena. Rocío consiguió escaparse de una reunión interna que tenía ese día con el director de la central actual, que iba a ser sustituido por Antonio, y el director general de banca privada. Básicamente su jefe directo y el jefe de todos los trabajadores de banca privada del banco. Me gustó ver que también fueron Antonio y Laura al entierro. No eran amigos directos de Raquel pero tantas comidas y cumpleaños con todos juntos habían conseguido que se sintieran muy cercanos. Por supuesto también fueron los que para todos eran mis padres, Mariano y Manuela, los padres de María, mucha gente de nuestro entorno. Los padres de Rocío querían venir pero el padre no pudo escaparse para venir desde Cuenca. Mandaron unas flores. Tras el entierro el grupo mas cercano, ya sin Antonio y Laura ni padres, nos llevamos a cenar a Raquel, su padre, hermana y familiares cercanos. Algo como lo que hicieron por mi cuando murieron mis padres. Tras la cena ya nos fuimos cada uno a nuestra casa a descansar. En el taxi Rocío y yo íbamos agarrados de la mano.

– No se como te has librado de la reunión – dije

– La reunión se tiene a final de año con todos los team leaders y yo he cambiado la mía con una compañera y listo. La debo una comida.

– Me alegro de que fuera fácil.

– Y yo – dijo – Pero al entierro iba. Aunque hubiera tenido que amenazar con tu dinero y lo que tiene Mariano en nuestro banco.

Yo me eché a reír. Sabía perfectamente que no hubiera sido necesario pero su determinación me hizo gracia. Al llegar nos fuimos directos a dormir.

El miércoles llegué pronto a la oficina tras dos días en los que apenas miré el correo en la blackberry. Tomaba un café mientras leía un informe cuando se abrió la puerta y entró Raquel.

– ¿Que haces aquí? - dije

– ¿Así me vas a saludar?

– Cariño deberías haberte quedado un día en casa descansando. ¿Que tal estas?

– Mejor – dijo haciendo una pequeña pausa – Gracias por llevaros el lunes a Susana a casa. Me dijo que se lo pasó bien con vosotros.

– No podíamos hacer menos por la pobre. Estará muy cansada.

– Si. En ella y en este – dijo acariciándose la barriga – me voy a apoyar para salir adelante.

Yo sonreí.

– Haces bien – dije -¿Quieres un café?

– No. Voy a mi oficina. ¿Comemos juntos?

– Claro – dije

Raquel se fue y yo seguí trabajando. A la hora de comer fui con Raquel y María a un restaurante donde nos esperaba Rocío. Raquel estaba mal y sus amigas la intentaban animar. Yo solo miraba como se comportaban y me alegraba ver que la apoyaran. Tras comer volvimos a la oficina a trabajar pero a Raquel la mandamos a casa. Esa noche Rocío y yo descansamos tranquilos tras varios días de tensión.

El jueves trabajé normalmente aunque siempre con un ojo en Raquel que ya estuvo mañana y tarde en la oficina. Por la tarde, justo al salir de la oficina, me fui a recoger a Rocío para ir a casa de mis padres. Ese día era el cumpleaños de mi madre. Estuvimos cenando con ellos y tras la maravillosa comida pasamos al salón donde la dimos su regalo. Un libro antiguo, muy antiguo de 1865 sobre moda. Ella era, como ya he contado alguna vez, una exmodelo muy vinculada al mundo de la moda que escribía, muy de vez en cuando, en revistas de moda.

– ¡Me encanta! - dijo

Y se quedó un rato parada.

– Pero no podéis igualar el regalo que me vais a hacer dentro de poquito – dijo sonriendo y mirando a la barriga de Rocío

Todos sonreímos.

– Queremos regalaros algo para la niña – dijo mi padre – Pero no sabemos que necesitáis. El cochecito, una cuna, algo.

– No es necesario papá – dije – En serio no somos la pareja normal para la cual un niño es un problema económico.

– No es por eso – dijo Manuela – Es que nos hace ilusión

Me quedé pensando sin saber que decir. Miré a Rocío y está pareció tener una idea.

– Al principio la niña dormirá con nosotros – dijo – Pero a los pocos meses tiene que acostumbrarse a dormir solita. Cuando sus papis vengan a casa de los abuelos necesitará una habitación.

Manuela estaba sonriendo.

– Una cuna y decorar una habitación cercana a la nuestra podría ser una buena opción – dijo Rocío

– ¡Perfecto! - dijo Manuela – Es un regalo y a su vez no lo es.

Todos sonreímos. Ya estaban contentos. Algo antes de los que acostumbrábamos a irnos les dejamos pues Rocío estaba muy cansada tras el duro fin de semana y comienzo de esta que tuvo ayudando a Raquel. Al llegar a casa directamente a la cama.

El viernes trabajé bastante intensivamente y no pude estar muy encima de Raquel. Me sorprendió bastante cuando esta vino a mi oficina a eso de las tres y me dijo que nos íbamos a comer. Al llegar al restaurante me sorprendió aun mas que estuviera también Rocío. Al parecer habían hablado mucho estos días y Raquel quería invitarnos a comer pero como íbamos a casa de mis padres para celebrar el cumpleaños de Manuela no podíamos quedar. Y decidieron esa comida. Lo mejor ver como Raquel empezaba a estar algo mas animada. Tras despedirnos de Raquel cogimos el coche y nos fuimos a casa de mis padres para pasar la tarde con ellos. Yo estuve un rato charlando con Mariano de negocios mientras mi madre y esposa hablaban sobre la niña y la habitación que iban a decorar para ella. Ya estando en el salón salió un tema que aun no había salido con ningún padre o amigo pero ya habíamos hablado mucho Rocío y yo.

– ¿Sabéis ya como vais a llamar a la niña? - dijo Mariano

– Nos gustan Sandra, Beatriz y Candela. Pero creemos que lo mas probable es que se llame Sandra – dijo Rocío

– Me gusta mucho – dijo Manuela

Rocío y yo nos sonreímos pues nos daba un poco de miedo que a alguno de nuestros padres no les gustara. Esa noche cenamos tranquilamente y pronto nos fuimos a la cama a descansar.

Estando Rocío ya embarazadísima, al día siguiente hacía siete meses de embarazo, fuimos Mariano y yo al club a jugar al golf pero Manuela y Rocío se quedaron tomando algo en la casa club.

– Se nos habrán acercado unas veinte persona a preguntar a Manuela por mi embarazo – dijo Rocío cuando ya estábamos comiendo en casa de mis padres

– ¿Te ha molestado?

– No. Me ha parecido raro. Estando yo me podían preguntar a mi.

Los tres echamos a reír.

– Supongo que se sienten más cómodos cotilleando con la persona que conocen – dije

Manuela sonrió.

– Tu mujer dentro de poco conocerá a más gente que yo – dijo Manuela - Dos o tres de esos veinte que dicen la han reconocido del banco. Vamos a tener que poner un anuncio en prensa diciendo que soy su suegra pues a todo el mundo parece sorprenderle.

– Bueno, es cuestión de tiempo. No somos una familia al uso.

Seguimos con una agradable charla durante la comida. Rocío fue a echarse la siesta mientras nosotros charlábamos con un café. A eso de las seis llegó la empresa de catering y todo se revolucionó. La fiesta empezaba a las ocho, tenían casi cien invitado y se estaban acostumbrando a los cumpleaños enormes. A las siete Rocío y yo nos preparamos. Rocío llevaba un vestido negro de cóctel para premamás. Precioso con un lazo negro por encima de la barriga. Yo me puse un traje negro con camisa gris clara sin corbata. Todas las amigas de Manuela estuvieron preguntando a Rocío por su embarazo ya en el cumpleaños. Cuando no estaba asediada compartíamos el tiempo con Marisa con la que teníamos una muy buena relación a pesar de que ella fuera una de las primas preferidas de mi exnovia y verdadera hija de Mariano y Manuela. A las dos de la mañana Rocío ya no aguantaba más. Estaba muy cansada. Se despidió de los más cercanos y por último de Manuela con un abrazo que llamó la atención de muchos. Parecía ella la hija en vez de yo el hijo. Aunque yo también fuera un hijo postizo. Acompañé a Rocío a la cama y me despedí de ella una vez estuvo acostada. Yo bajé a la fiesta para acompañar a mis padres hasta el final. A las tres se fueron los trabajadores del catering y una hora después los últimos invitados. Momento en el que Mariano, Manuela y yo dimos el día por finalizado. Con tranquilidad me fui a la cama y me abracé a Rocío.

El domingo nos levantamos algo tarde, hacia las doce, aunque también es cierto que nos habíamos acostado tarde. Desayunamos, aunque poco, con mis padres y a eso de la una nos despedimos de ellos para ir a comer a casa de Raquel. Queríamos estar con ella tras la muerte de su madre ese lunes. El día anterior había estado con su padre y ese día queríamos nosotros darla algo de consuelo. Llegamos a su casa antes de la una y media y estuvimos charlando con ella y José Carlos a la vez que jugábamos algo con Susana. Comimos una paella que hizo José Carlos y tras los cafés dejamos a Raquel pues teníamos otra visita ese día. Laura, la mejor amiga de Rocío y esposa de mi mejor amigo, salía de cuentas el día 7 de Diciembre y nosotros estábamos en Cuenca del tres al ocho por una boda y era muy probable que no estuviéramos en Madrid cuando diera a luz. Cenamos con ellos y hablamos de como llevaban esos días. Laura ya no trabajaba desde hacía una semana y estaba siempre pendiente de irse corriendo al hospital. A las once nos despedimos de ellos y nos fuimos a casa donde, tras pasar un rato hablando en la cama, quedamos dormidos abrazados.

05. Semana del 29 de Noviembre al 5 de Diciembre

Lunes y martes de esta semana fueron días muy monótonos. Estuve apenas en dos reuniones, una con María sobre la cena de navidad y otra con Marga y Alberto sobre nuevos negocios. Por las noches descansaba con Rocío y poco más.

Eras las once de la mañana del miércoles cuando Rocío me llamó al móvil.

– ¡Laura esta de parto! - dijo antes de saludar

– ¿Si? - dije yo - Que guay, así podremos estar con ellos antes de ir a Cuenca.

– Timing perfecto – dijo Rocío

– ¿Me pasas a recoger a las seis y vamos a verles?

– Claro cariño – dije

Colgué y se me debió quedar una sonrisa en la cara pues tres horas después, cuando fui a comer con Mike y Marga, ambos me preguntaron que me pasaba. Me pidieron que les felicitara. A las seis y media pasadas, casi las siete, estábamos en el hospital viendo a nuestros amigos y saludando a la familia de ambos. Rocío estuvo casi todo el rato en la habitación con la madre mientras yo pasaba el rato con mi amigo. La mayor parte del tiempo en el pasillo. Rocío, ya de más de siete meses, tuvo que hablar con mucha gente sobre su embarazo pues el número de amigas comunes era grande y, además, conocía a toda la familia de Laura. A las once nos fuimos para que Rocío descansara quedando en verles al día siguiente.

El jueves fue parecido al miércoles. Curro hasta las seis, comí con Ángel el director de mi empresa de importación de zapatos por ser su cumpleaños. y de siete a once en el hospital con nuestros amigos. Queríamos aprovechar pues era el último día que íbamos a verlos en una semana, hasta el jueves siguiente.

Trabajé el viernes hasta las tres reunido casi todo el día con Mike viendo un poco el estado de la empresa que el dirigía. A las tres me fui a buscar a Rocío y directamente salimos hacia Cuenca. Paramos a comer tranquilamente en el camino y llegamos a casa de los padres hacia las ocho de la tarde. Estos se interesaron por Rocío y el parto de Laura y pronto nos fuimos todos a dormir pues al día siguiente era la boda de Teresa y Raúl.

El sábado nos levantamos relativamente pronto y Rocío y su madre se fueron a la peluquería para hacerse un recogido. Mientras el padre de Rocío y yo nos quedamos hablando de negocios. A las doce y cuarto de la mañana llegaron Diana y Pablo que también iban a la boda. Diana venía peinada para la boda desde Madrid. Tras una comida ligera en casa de los padres y un poco de charla nos vestimos y duchamos, las chicas con cuidado de no estropearse el peinado, para ir hacia la boda. Rocío llevaba un precioso vestido fucsia que no ocultaba su embarazo, es más lo resaltaba con un lazo enorme entre los senos y la barriga. Yo por mi parte llevaba un traje gris marengo de Hugo Boss con camisa blanca y corbata del mismo color que el vestido de Rocío. Ella se estaba acostumbrando a que siempre hiciéramos eso y a mi no me importaba. Era una manera graciosa de ir conjuntados. A las cinco salimos de casa de los padres en dos coches y nos dirigimos a la iglesia en la que se iban a casar. Era la iglesia vinculada al colegio en el que Teresa estudió con Mónica y Rocío. Colegio en el que también estudio Diana. Llegamos a las cinco y media y aun quedaba media hora para la boda pero estaba ya todo lleno de gente. Era mi primera boda en Cuenca. La primera tras la mía en la que yo era el protagonista. He de reconocer que tenía un poco de tensión pues no me representaba a mi sino a toda la familia de Rocío pero se me pasó rápidamente. En cuanto vi que conocía a media boda. Dediqué la mitad del tiempo de espera a responder con mi esposa las preguntas sobre el embarazo y la otra mitad a intentar que Pablo estuviera mas relajado pues el no conocía a tanta gente en Cuenca. Cuando llegó la novia empezó la boda en si. Una misa como tantas otras. Rocío era testigo de la boda así que yo me fui con Diana y Pablo fuera mientras firmaba. Estuve un rato hablando con unos amigos de los padres de Rocío que me preguntaban por el embarazo de Rocío y el resto del tiempo con Diana y Pablo. Cuando salió Rocío esperamos solo un poco y tocó tirar el arroz a los novios. Tras eso a los coches y camino al parador de Cuenca donde celebraban el convite. La comida muy buena, el servicio impecable y la fiesta corta. Para nosotros. Entre unas cosas y otras la cena acabó casi a las doce de la noche y Rocío a las dos ya no podía mas. La niña estaba rebelde ese día y la estaba torturando. Fuimos a despedirnos de los novios y tras besos y abrazos nos fuimos Rocío y yo a casa. Los padres y Diana y Pablo se quedarían al menos un rato más.

El domingo nos levantamos Rocío y yo hacia la una y todos dormían. A mi pareció oír llegar a alguien casi a las cinco de la mañana. Lunes y Miércoles eran fiesta en España y el miércoles era el cumpleaños de Diana así que nos quedaríamos hasta entonces en Cuenca. Tras comer toda la familia junta Rocío estuvimos hablando en el salón hasta que Pablo y Diana se fueron a ver a una amiga de ella y los padres a ver un concierto que patrocinaba el banco que dirigía en la provincia de Cuenca el padre de Rocío. Cuando todos se fueron Rocío me sonrió y me agarró de la mano. Liderando ella llegamos a nuestra habitación. Llevaba Rocío ese día un vestido negro con adornos florales que iban desde los tirantes hasta la parte superior de la barriguita. Ya en la habitación yo me pegué tras ella y bajé los tirantes de su vestido para acariciar un poco sus pechos antes de levantar la falda del vestido y acariciar su coñito sobre la ropa interior roja que llevaba ese día. La ropa interior de una mujer embarazada de siete meses es cualquier cosa menos excitante. Pero Rocío compensaba con su sensualidad y su belleza lo que la ropa interior la quitaba. Acaricié sobre la braga su coñito y besé su oreja.

– Te quiero – dije sin acariciar su coñito – Eres lo más impresionante que me ha ocurrido en la vida. Y en dos meses como mucho vamos a ser papás. Gracias amor. Todo en mi vida te lo debo a ti.

Rocío solo gimió puesto que mis movimientos sobre su braga eran cada vez mayores. Siguió gimiendo un rato hasta que se separó un poco de mi y se dio la vuelta. Puso sus brazos alrededor de mi cuello y me miró a los ojos.

– Cariño – dijo – Eres lo que más amo del mundo. Contigo he descubierto un nuevo mundo. Un mundo de pasión, amor y amistad que no sabía que pudiera existir. Por ti he conocido a dos mujeres a las que adoro con unas hijas que son como mis sobrinas y unos amigos con los que siempre lo paso bien. Nuestra vida a cambiar en dos meses. Mucho. Pero lo que no va a cambiar es cuanto te quiero.

Y tras decirlo nos besamos con pasión. Estábamos junto a la cama y ella empezó a jugar con mi pantalón hasta desabrochármelo y dejar que este cayera hasta los tobillos. Se subió a la cama de rodillas y agarrando mi polla por la base empezó a chupármela. Yo me quité la camisa que llevaba ese día y ayudé con mis manos en la cabeza a que ella siguiera chupándome la polla. Mientras con movimientos de mis piernas me quité los zapatos y terminé por desnudarme. Rocío se sentó en el centro de la cama tras un rato mas de mamada y se quitó poco a poco el vestido sin dejar de mirarme a los ojos ni un solo segundo. Tras el vestido se quitó la braga y el sujetador y se acercó a donde yo estaba. Puso su coño junto al borde de la cama y se abrió de piernas. Yo acerqué mi polla y empecé a follarla con fuerza. Ambos empezamos a gemir mucho y notaba como estábamos muy calientes. Creo que nuestros intercambios amorosos nos habían calentado sobremanera. Hice que se pusiera de costado sobre la cama y me tumbé tras ella abrazándola, con una mano en sus pechos y la otra en la barriguita mientras mi polla la perforaba el coño de manera salvaje. Tras unos minutos más de follada cuando yo creía que ya iba a explotar ella se corrió inmediatamente y me hizo tal masaje en la polla que no pude hacer otra cosa que no fuera correrme en su interior. Tras la follada nos duchamos y bajamos al salón. Unas horas después llegaron los padres de Rocío. Cenamos con ellos y nos fuimos a la cama mientras Diana y Pablo seguían de fiesta. Hace un año hubiéramos estado con ellos. Pero nuestra vida había cambiado. Ahora íbamos a ser padres de familia.

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