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Mi historia (29: Mayo 2003)

en Grandes Series

01. Semana del 5 al 11 de Mayo

Ese lunes era el cumpleaños de Elena y Rocío había quedado con María en pasar la tarde con ella y la niña. Pero antes tocaba currar. A unos días de la apertura de la tercera tienda de zapatos, Esther, Marga y yo fuimos a ver la tienda y como iba todo. La obra estaba ya totalmente terminada lo cual era una grata sorpresa pues generalmente habíamos apurado mucho mas. Parecía estar todo bajo control. Tras comer con Raquel y Mike curré un poco mas y, a las siete, me fui a casa de María para pasar el resto de la tarde con ella, su familia y Rocío por el cumpleaños de Elena. Cenamos muy pronto, a las ocho con las niñas, y tras acostarlas y charlar un poco con María y Arturo nos fuimos a casa a descansar. Tras vaguear un poco en el sofá nos fuimos a la cama donde hicimos el amor antes de dormir.

El martes me llegaron unos papeles de Mariano para que les echará un vistazo. Al principio cuando me los mandaba me sentía un poco raro volviendo a trabajar para la empresa en la que empecé mi carrera profesional. Pero poco a poco, por el porcentaje que tenía en la empresa pero también por el amor que sentía hacia Mariano y Manuela, me sentía mas cómodo. Mariano me pedía que evaluara unas cifras de una de las empresas que querían incorporar a su linea de ropa juvenil. Tenía dos informes contradictorios sobre su mesa y quería que yo le diera mi opinión. No salí ni a comer pues lo necesitaba para el día siguiente por la mañana. Un par de cosas se me atragantaban de los informes. Llamé a Rocío y la dije que se pasara por mi oficina por la tarde. A las siete llegó y yo estaba apunto de terminar el informe Cuando lo terminé, hacia las siete y media, se lo mandé y me fui a dar una vuelta con Rocío en busca de un regalo para Marga cuyo cumpleaños celebraba ese domingo. Tras encontrar un bolso y unos zapatos nos fuimos a casa a descansar no sin antes comprar algo de comida para llevar. Esa noche nos fuimos a la cama al filo de las doce de la noche y no hicimos el amor pero, a cambio, dormimos abrazados.

El día anterior había dedicado todo el día, intensivamente, a la empresa que compartía con Mariano. Eso significó que tenía muchas cosas pendientes para ese día. Quedé con Rocío en cenar con Antonio y Laura en un restaurante céntrico pero yo iría directamente allí a las nueve. María se enteró, se lo contó Rocío, y a las siete y media se plantó en mi oficina.

– Se acabó el trabajar por hoy – dijo - Me echas un polvo y te piras a casa

Yo la miré perplejo y ella se echó a reír. María vestía con una camisa a cuadros azul claros y rojos donde el cuello y los puños eran azules con una falda blanca estilo lapicero blanca. Su cinturón era muy informal y calzaba una botas de cuero marrón y planas. Yo me levanté y me apoyé en mi mesa y tras hablar un rato sobre como llevábamos la boda Rocío y yo me acerqué algo mas a ella, la agarré del cuello, la acaricié y besé su cuello. Ella sonreía con mis besos. Me moví hasta llegar a una de las paredes de mi oficina y, apoyándola sobre ella, nos besamos. Yo a veces la separaba un poco de mi. La besaba y la hablaba a la boca. Ella cada cierto tiempo intentaba besarme y yo me apartaba manejando el tiempo de los besos. La di la vuelta y mientras la agarraba desde atrás acariciando sus pechos la besaba en el cuello. Ella no tardó en girar la cabeza para que la besara en la boca. Una de mis manos abandonó rápidamente sus senos para empezar a levantar, lentamente, la falda. Debido a que el tejido era a medio camino entre el tejido de unos chinos y unos vaqueros y el corte era de lapicero no era fácil pero lo iba consiguiendo. Tras llegar a su coñito y acariciarlo un poco dejé caer su falda y volví a girarla para tenerla de frente y besarla. Mientras la besaba iba desabrochando su camisa. Una vez estuvieron todos desabrochados ella se separó de mi y, sin apartar su mirada un segundo, se la fue quitando lenta y sensualmente. Yo acariciaba sus senos por encima del sujetador y volví a besarla. Ella gimió un poco en algunas de mis caricias e intensificó su dedicación al beso usando su lengua de manera salvaje. La volví a dar la vuelta, levanté su falda y, una vez estuvo alrededor de su cintura, mi mano se puso sobre su braguita para acariciar su coñito. Ella llevo su mano izquierda a mi polla y jugó un buen rato con ella.

– Una de mis herramientas preferidas – dijo ella

Yo sonreí un poco pero volví rápido a comer su oreja y besarla. Mi mano derecha se lanzó a su teta mientras la izquierda seguía en su coño. Tras un rato mi mano derecha subió y ayudó a la izquierda a sacar ambos pechos de la prisión en la que estaban. Una vez con sus tetas fuera la besé en la boca y durante el beso la giré. Nuestras lenguas luchaban por entrar en la boca del otro. Ella me quitó el polo que llevaba y yo aproveché para quitarla el sujetador y pasar a besar sus tetas. No obstante ella estaba muy cariñosa ese día y buscaba siempre el beso. Generalmente mis polvos con María eran mas rápidos pero ese día el beso estaba siendo muy largo. Mientras nos besábamos ella desabrochó mi pantalón y cinturón dejando caer mi cinturón y el pantalón. Agarró mi polla mientras me besaba y me apoyé en la pared. Ella empezó a bajar por mi pecho con besitos en mis pezones, y casi todo mi pecho. Beso mi abdomen, donde casi se apreciaban mis abdominales, y llegó a mi polla. Con la mano izquierda la sacudía mientras se metía esta en la boca. Una vez creció mucho ella se la empezó a meter mas y soltó mi polla para agarrarme el culo y casi follarse mi polla. Tras un rato chupándomela la levanté y nos besamos con pasión. Nuestras lenguas estaban en constante lucha y sus manos fueron a mi cuello para que me acercara aun mas, si acaso eso es posible, a ella. Mientras nos besábamos ella bajó sus manos y se quitó la falda. Ya sin ella cargué con ella hasta la mesa de mi despacho donde la tumbé. La quité la braga y la empecé a chupar el coño. Ella estaba muy cachonda y gritaba. Me pidió que por favor se la metiera. Me incorporé y, tal y como estaba con las piernas abiertas y tumbada en la mesa, la empecé a penetrar. Sus piernas rodearon mi cuerpo mientras la perforaba a lo loco. Ella cada vez gemía mas y su boca buscaba la mía.

– Te quiero, te quiero, te quiero – dijo María

– Yo a ti también cariño

– Hazme el amor y llename de semen.

Ella estaba demasiado excitada como para variar mucho en posiciones y seguí dándola de esa manera notando como el cuero de sus botas acariciaba mi espalda. Yo aceleré la follada todo lo que pude y ella cada vez estaba mas caliente y gritaba mas. Nos mirábamos a los ojos mientras la penetraba y, tras unos pocos minutos, ella se corrió. Su explosividad y sus gritos causaron que yo me corriera con ella y llenara su cuerpo, de mujer casada y cada vez menos modosita, con mi semen. Nos relajamos un poco y la bese.

– No se que te pasaba hoy – dije tras el beso

– Arturo lleva unas semanas no muy buenas en el trabajo y casi no hacemos el amor. Gracias por ayudarme.

– Ha sido un placer.

Tras un beso mas ambos fuimos a asearnos y María se fue. Yo aun trabajé hasta las nueve menos cuarto cuando cogí un taxi para ir al restaurante donde había quedado para cenar con Laura y Antonio. La cena fue muy buena aunque se alargó un poco y no llegamos a casa hasta las doce y media de la noche. A esa hora nos fuimos a la cama.

El jueves era el cumpleaños de Marga. La idea era ir a comer el grupito del curro pero iba a depender de como lleváramos con Esther la apertura de la tienda de zapatos del día siguiente. Marga y yo fuimos con Esther y quedamos en llamarles, hacia la una, si nos diera tiempo a estar listos para la comida. Los empleados de la nueva tienda de zapatos estaban terminando de organizar todo y Esther repasó con todos ellos los procedimientos. La encargada ayudaba a Esther y nosotros notamos que sobrábamos. A las doce y media salimos de la nueva tienda y a la una estábamos de vuelta en la oficina. Así no hizo falta llamar a nadie. A las dos nos fuimos a comer Mike, Marga, Alberto, María, Raquel y yo. Me hacía ilusión comer con Marga ese día en especial sabiendo que estaba embarazada de casi dos meses. Rocío y yo éramos los únicos que lo sabíamos, tras intuirlo en la despedida, y nos habían pedido Mike y ella ser los que dieran la noticia. Así lo hicimos pero aun así disfrute comiendo con ella y su marido. Aunque no pudiera comentar nada. Tras la comida, que por ser de cumpleaños se alargó algo mas de lo normal, volvimos a la oficina a trabajar. Yo trabajé hasta las siete y me fui a casa a pasar un rato con Rocío que salía ese día a las seis y media. Estuvimos un rato juntos y cenamos fuera. Esa noche no me interesaba mucho lo que echaban en la tele y me fui a la cama a leer unos informes que me había llevado a casa.

El viernes por fin inaugurábamos nuestra tercera tienda de zapatos. La primera que se abría bajo nuestro control de esta empresa. Puesto que todo estaba muy avanzado solo Marga estuvo allí todo el día viendo la evolución de las cosas. El resto trabajamos normal. Por la tarde, eso si, quedamos todos allí como solíamos hacer con las otras inauguraciones. Amigos incluidos. Cuando yo llegué a las siete, había estado comiendo con mi socio Javier, ya estaban todos allí. Los chicos estaban fuera, hablando y cuidando a las peques, mientras nuestras novias y esposas miraban, se probaban y compraban zapatos. Era una tienda de zapatos de lujo y el mas barato costaba 150 euros. Por suerte todos andábamos bien de pasta y no era problema el gasto. El descuento del 10% por ser empleados no es que fuera vital. Tras saludar a mis amigos entré a saludar a las trabajadoras, a mis amigas y a besar a Rocío. Marta me pidió que la cogiera, se aburría con su padre, y en brazos entré en la tienda. Las empleadas se pusieron algo nerviosas con mi presencia pero con dos chistes rápidos creo que las tranquilicé. Saludé a todas mis amigas y a Rocío rápidamente y opte por irme. Rocío ya tenía dos bolsas, su hermana una y Elena estaba ayudándola a elegir unas sandalias y unas manoletinas para ese verano. El resto de las mujeres no estaban menos ocupadas. Desde luego la caja de ese día iba a ser interesante. Artificialmente inflada pero interesante. Una vez salieron, media hora mas tarde, llevamos las bolsas cada uno a nuestro coche y volvimos a quedar en la tienda para ir a tomar algo. Fuimos a comer algo de tapitas por la zona. La tienda estaba en el barrio de Salamanca. Tras la cena nos fuimos a casa donde Rocío me enseño sus compras. Unos zapatos para trabajar, unos botines, unas sandalias de tacón y unas manoletinas. Todo por el módico precio de 1200 euros. Descuento incluido. No dije nada porque Rocío, la verdad, controlaba mucho el gasto de ambos y ahorrábamos bastante mes a mes de nuestros sueldos. Pero tampoco creía que necesitara esos zapatos. Tras enseñarme los zapatos vimos una peli y nos fuimos a la cama.

El sábado nuestro plan era ir con Mariano y Manuela a su club. Cuando llegamos volví a jugar con Mariano al golf mientras Rocío y Manuela iban al spa. Estuve comentando con Mariano nuestra nueva tienda y cosas de nuestros nuevos negocios. Estábamos jugando solo nosotros dos y eso unido a la charla tranquila hizo que jugara mejor que la vez anterior. Aun así no es que fuera un gran resultado. Tras nuestra partida comimos los cuatro juntos. Por la tarde volvimos a casa de ellos y estuvimos charlando hasta casi las doce de la noche. Como podéis suponer tratamos todo tipo de temas. Al llegar a casa, a pesar de estar cansados, hicimos el amor.

El domingo nos levantamos pronto por la mañana y, tras desayunar algo ligero, nos duchamos y fuimos a casa de Mike y Marga para celebrar el cumpleaños de ella. Al cumpleaños asistiríamos los amigos del trabajo y un par de amigas de Marga con sus parejas. Nadie sabía que estaba embarazada excepto nosotros. Y si no hubiera sido mi despedida, donde estaba pendiente de todo el mundo, tampoco lo sabríamos nosotros. Pero lo sabíamos y aprovechamos que fuimos los primeros en llegar para hablar con ellos sobre como llevaban los primeros casi dos meses de embarazo. Cuando a la media hora empezaron a llegar los demás cambiamos de tema. Durante toda la comida estuvimos hablando y vi a Marga algo mas volcada en las hijas de María y Raquel. Ambas estaban ya cerca de cumplir el año. Elisa la semana siguiente y Susana en Julio. Estábamos ya en el salón, con el café, cuando habló Marga.

– Me alegra mucho que estéis aquí conmigo – dijo Marga cogiendo la mano de Mike – Si toda va bien en mi próximo cumpleaños tendré que dividir mi atención entre vosotros y el bebé que espero. Estoy embarazada de casi dos meses.

Todos se levantaron a felicitar a Marga menos Rocío y yo.

– ¿Se puede saber que te pasa? - me preguntó Raquel - ¿No vas a felicitarles?

– Yo ya lo hice – dije sonriendo – Lo se desde mi despedida. Si estuvierais mas atentos a las señales no os tendría que decir nada.

Todos menos Raquel rieron. Esta se acercó a mi y me dio un beso en la mejilla.

– Ya me parecía a mi que era raro que no les felicitaras. ¡Que listo es mi niño!

Y consiguió cambiar la bola de tejado sacando las risas de todos y sonrojándome a mi. Tras un rato hablando sobre su embarazo, de cuanto tiempo estaba y todas esas cosas pasamos a darla sus regalos. El nuestro, un bolso y unos zapatos, la gustó mucho. Seguimos la fiesta toda la tarde e incluso hicimos una merienda cena antes de irnos todos hacia las nueve de la noche. Cuando llegamos a casa descansamos un poco e hicimos el amor antes de dormir.

02. Semana del 12 al 18 de Mayo

El lunes no ocurrió nada especialmente interesante en mi oficina. Fue curro bastante monótono. Entraron los primeros números de la tienda de zapatos, que fueron acorde a las predicciones. Lo que si ocurrió es que en mi cuenta se vieron reflejados los 150.000 euros de beneficios que habíamos repartido de la empresa de abogados que heredé de mi padre. Con ese dinero casi pagaba la boda entera que nos costaría solo un poco menos de 200.000 euros. Por la noche cené con Rocío y Diana en un restaurante del centro y, tras llevar a Diana a su casa, fuimos nosotros a la nuestra a descansar y hacer el amor.

El martes salí pronto del trabajo pues no había mucho lío. Tuve una comida de negocios pero nada mas especial ocurrió. Llegué a casa a las seis y con Rocío nos pusimos a hacer algo que debíamos haber empezado hace un tiempo pero habíamos ido dejando de lado, las mesas del banquete. Colocar 400 personas no es fácil y nos llevo casi cinco horas. Llamamos para que nos trajeran unas pizzas y acabamos a las once de la noche. Derrotados por el cansancio. De ahí fuimos a la cama. A descansar.

El miércoles celebramos nuestra reunión mensual pues el viernes anterior no pudimos ya que inaugurábamos la tienda de zapatos y ese viernes yo no estaría en la oficina. Antes de celebrar la reunión felicitamos a Raquel pues era su cumpleaños. El mes de abril tuvimos unos beneficios de apenas medio millón de euros. Era unos trescientos mil euros menos de beneficios que el mes anterior con una facturación similar. Se dio debido a que tuvimos el gasto extra de la empresa de zapatos y la empresa de importación de bolsos y zapatos tuvo un comportamiento mas normal. Bueno aun pero no excepcional como en marzo. Lo consideramos como un mes en general decente. Con perdidas aun importantes en lo que a la empresa de móviles se refiere pero esperábamos entrar en beneficios en la segunda mitad de año. Vimos el calendario de nuevos negocios y nos felicitamos por el nuevo contrato que iba a firmar nuestra empresa de diseño ese mismo mes con una importadora de tecnología que pagaría un poco mas de medio millón de euros al año por nuestro programa de gestión. Que lo usáramos en nuestras empresas y en la de Mariano nos ayudaba a venderlo bastante mejor. A la hora de la comida fuimos los del grupo a comer con Raquel. A las siete me fui para casa y cuando llegué estaba Rocío en casa con Raquel. Ambas aun vestían con la ropa del trabajo de ese día. Raquel una falda lápiz de cuero negro hasta justo un par de dedos sobre la rodilla con un top sin mangas pero cuello alto de color negro. Calzaba unos zapatos negros de alto tacón, no muy fino, y varias pulseras en su muñeca izquierda. Rocío por su parte llevaba una blusa de color verde botella con manga tres cuartos. Su falda tenía vuelo y llegaba hasta un par de dedos por debajo de su rodilla. Aproximadamente donde acababa el vuelo de la falta acababan también sus botas altas de color marrón y un tacón de unos cinco centímetros bastante fino. Cuando me vieron entrar en el salón me sonrieron, se acercaron, aunque ya estaban bastante pegadas, y se dieron un morreo. Yo ese día llevaba el portátil y lo dejé a un lado. Me apoyé en el quicio de la puerta y miré. Se estuvieron besando durante un rato largo. Las manos de ambas solían estar en el cuello de la otra jugando con este y el cabello de su amiga. Al principio los besos eran pequeños piquitos pero con el tiempo estos fueron escalando y cada vez eran besos mas largos y pasionales. Mi ángulo de visión era perfecto, creo que ellas se colocaban aposta para que así lo fuera, y podía ver como sus lenguas entraban y salían de sus bocas y, a veces, jugaban en el poco espacio que a ratos las separaba. El beso pudo durar unos cinco minutos y a mi me ignoraban totalmente. Tras un rato ambas me miraron y me sonrieron. Rocío se acercó a Raquel y, quitándola su top, dejó sus pechos, sin sujetador, al aire. Rocío dedicó un rato a besar las tetas de Raquel. Esta soltó unos pocos gemidos y levantó la cara de Rocío para poder besarla en la boca con pasión. Tras el beso Raquel levantó a Rocío y desabrochó la camisa de esta para mostrar un precioso sujetador tipo corsé en negro casi transparente con rosa en las copas y una telita que acentuaba la forma de corsé en su parte delantera.

– ¡Que monada de sujetador! - dijo Raquel

– Lo he comprado para ti. Que hoy es tu cumpleaños.

Cuando Rocío dijo esto Raquel agarró a mi futura esposa por los laterales de su cara y la besó con ternura. Ambas se miraron y dieron piquitos durante un rato. Se volvieron a dejar caer sobre el sofá y siguieron besándose aunque durante el beso Raquel intentó, y con algo de esfuerzo consiguió, sacar las tetas de Rocío del sujetador. Una vez con ellas fueras llevo su boca a los perfectos senos de mi chica y los beso, en un principio con ternura, para luego pasar a demostrar mayor pasión. La mano derecha de Raquel buscó por debajo de la falda de Rocío acceso a las bragas de esta y la acarició su vulva para excitarla. Raquel siguió con el masaje en el coñito pero abandonó las tetas para pasar rápidamente a besar a Rocío. Me miraron ambas un segundo y sonrieron no sin antes Rocío se levantó y Raquel permaneciendo sentada la bajó la falda primero y la braguita después. Mientras Raquel hacía esto Rocío terminó de quitarse el sujetador. Se arrodilló junto a Raquel y bajándola la cremallera de la falda que estaba en un lateral la quitó la falda. Tras esta cayó su braguita y ya estaban ambas desnudas excepto por el calzado. Rocío seguís chupando su coñito y sacando gemidos increíbles de la boca de Raquel. Estando yo ya muy caliente me acerqué a ella y me puse junto al resposabrazos del salón.

– ¿Quieres participar? - dijo Raquel mirándome con cara inocentona

– ¿Estas de coña?

– Bueno, no parecías decidirte – dijo Rocío.

Yo llevaba pantalones de traje y una camisa ese día. Inmediatamente me bajé los pantalones un poco y saque mi polla. La puse en la boca de Raquel mientra Rocío seguía comiendo su coño. Una vez Raquel empezó a mamarla ya terminé de quitarme el pantalón y me liberé de mi camisa.

– Disfruta tu pastel de cumpleaños – dijo Rocío con una risita antes de lanzarse de nuevo a chupar el coño de Raquel

Rocío tras un par de chupadas a su coño se aceró mas a Raquel y empezaron ambas a compartir mi polla. A veces ambas tenían la boca en distintas partes de mi polla mientras que otras veces una me la chupaba mientras la otra besaba las tetas de su amiga. La mas activa era Rocío que, teniendo mas libertad de movimiento usaba su mano izquierda para masturbar sobre todo a Raquel aunque a veces también se tocaba ella. Ambas se levantaron y me hicieron sentarme en el sofá. Ya en pie se besaron durante un minuto.

– Fóllate a tu marido – dijo Raquel

– No cariño. Normalmente yo seré siempre primera pero hoy es tu cumpleaños. Empieza tu.

Y con la ayuda de Rocío, Raquel se sentó sobre mi, mirando hacia fuera, y apuntó su conejo a mi ardiente polla que necesitaba guerra. Ella se dejó caer y Rocío reía nerviosamente. Se puso de pie en el sofá con sus botas de tacón y puso su coño justo a la altura de la boca de Raquel para que esta la follara. Lo hacía a la desesperada y mientras me cabalgaba y gemía con mi polvo aprovechaba para chupar el coño de su amiga que, en consecuencia, también gemía. Estuvieron un buen rato de esa manera hasta que paré un rato por cansancio y Rocío bajó a darme un par de mamadas antes de que Raquel volviera a ser empalada y follada por mi. Esta operación la repitieron varias veces. Me salía de ella, Rocío la mamaba y besaba y volvía a introducirla en Raquel. Cuando Raquel estaba empalada en esos momentos Raquel era besada en sus tetas por Rocío. Tras un rato Raquel se bajó de mi.

– Todo tuyo – dijo – En poco mas de una semana será tu marido. Demuéstrale lo que se lleva.

Y Rocío, tras un piquito a Raquel, se montó sobre mi aunque esta vez mirando hacia mi. Raquel se sentó en el respaldo del sofá y abrió sus piernas de tal manera que, mientras me follaba a Rocío, ella la chupaba el coño a Raquel. Raquel estaba muy excitada y en esas se corrió a lo loco.

– Agh, ¡que gusto! - dijo Raquel

– Se esta corriendo – me dijo Rocío antes de besarme en la boca y dejarme probar el sabor a coño de Raquel

Cuando Raquel se calmó un poco yo seguí follándome a Rocío mientras Raquel y ella se besaban. La situación era brutal y Rocío se corrió rápidamente provocando, con el movimiento de sus paredes vaginales, que mi polla fuera exprimida soltando varios chorros de semen en su interior. Se dejó caer sobre mi y nos besamos un rato. Raquel se acercó y nos besaba las mejillas hasta que giramos un poco y juntamos, en un espacio neutral, la lengua de los tres. Tras un rato en el sofá tocándonos los tres Raquel dijo que debía irse pero antes bajó su cara al coñito de Rocío y con la lengua se llevó un poco del líquido que lo inundaba. Una mezcla de mi semen y el flujo vaginal de Rocío. Eran ya casi las ocho y media e iba a ir a cenar con su marido y su hija. Había quedado a las nueve. Se duchó rápido en nuestro baño y se fue tras darnos un beso. Nosotros, en cuanto se fue, entramos juntos en la ducha y nos besamos. Estábamos cansados y decidimos salir a cenar fuera para no tener que hacer nada. Al volver a casa vimos un poco la tele y nos fuimos a la cama donde, sin hacer el amor, caímos rendidos en los brazos del otro.

El jueves quince de mayo celebrábamos cumpleaños de Raquel y además era fiesta en Madrid. Puesto que teníamos mucho que rematar de cara a la boda la semana siguiente nos iríamos esa tarde a Cuenca para ir a cerrando temas el viernes y sábado. No obstante, antes queríamos ir a casa de nuestra amiga a comer. Y más después de haber vuelto a compartir nuestra intimidad con ella. Puesto que teníamos que salir antes que los demás de la comida fuimos a su casa pronto, hacia las once, para estar con ella en ese día y, ya que estábamos, ayudarla un poco a preparar la comida. Los primeros invitados no llegaron hasta la una y media lo cual nos dio dos horas y media de intimidad con Raquel y José Carlos. En ese tiempo hicimos de todo. Desde hablar en grupo a jugar con la niña, ayudar en la cocina y mucho mas. La comida empezó a las dos y media una vez estuvimos todos. Terminamos de comer a las cuatro y pasamos al salón a tomar café. En ese momento dimos los regalos, Rocío y yo la regalamos un bono de 10 sesiones en un Spa urbano y un bolso, y yo empecé a jugar con Marta, hija de María y ahijada mía con la que cada vez disfrutaba mas ya que a esa edad era muy fácil jugar con ella. A las cinco, y con algo de pena pues lo estábamos pasando muy bien, nos despedimos de nuestros amigos para coger el camino a Cuenca. Allí llegamos a tiempo para cenar con los padres de Rocío e irnos a tomar una copa con las amigas de Rocío.

El viernes nos levantamos pronto para ir viendo cosas. Ese día no tenían ningún evento en la finca en la que celebraríamos la boda y decidimos ir allí para hacernos una idea de como quedarían las mesas en el lugar donde se colocaría la carpa. Colocar más de cuatrocientas personas de muy distintos ambientes es complicado pues siempre es deseable que la gente que comparta mesa, al menos, se conozca. Vimos que el número de mesas era un poco elevado y decidimos quitar una mesa de ocho personas y hacer que cuatro mesas de ocho pasaran a ser de diez para alojar a esas ocho personas. Tocaba ver que mesa quitábamos y donde recolocábamos a esa gente pero eso ya lo haríamos en casa. Revisamos otras cosas de la finca y todo parecía estar perfectamente en orden. A la hora de comer fuimos con unas amigas de ella a tomar unas tapitas y, tras tomar un café en un lugar de moda, volvimos a casa de los padres para, con ayuda de la madre de Rocío, reordenar todo. Puesto que teníamos mas invitados del lado de Rocío fue de ahí de donde redujimos una mesa y los colocamos en otras cuatro. Fue mas fácil de lo que pensaba y en algo menos de una hora habíamos terminado. Así pudimos cenar con los padres de Rocío tranquilamente, charlar un poco e irnos pronto a la cama.

El sábado fue un día mucho mas tranquilo pues solo fuimos a recoger los puros, los regalos a los invitados y a revisar las flores que ya tenían. De regalo íbamos a dar una pequeña bandejita bañada en plata con la inscripción del día y la fecha de nuestra boda. La bandeja, envuelta en papel transparente, alojaba una botellita de aceite virgen extra y una de resolí, un licor típico de Cuenca, con la forma de las casas colgadas. Terminamos pronto y comimos con los padres de Rocío en casa. Por la tarde, tras descansar un rato, fuimos con los padres a dar una vuelta por Cuenca y así cenar algo de tapas en el centro. Nos paraba bastante gente a felicitarnos por la boda, los no invitados, y a preguntarnos si estábamos nerviosos y por los preparativos, los que si lo estaban. Llamamos a María para felicitar a la mas pequeña de sus hijas que, con solo un año, no se enteraba de nada pero nos hacía ilusión. Volvimos pronto a casa para descansar ya que al día siguiente volvíamos a Madrid pronto para ir al cumpleaños de la peque.

A las diez de la mañana del domingo ya estábamos cargando el coche para volver. A Madrid llegamos con el tiempo justo para ir a casa de María y comer con ella, parte de su familia y la de Arturo y nuestros amigos. La comida fue genial y pude volver a disfrutar de Marta, Elena y el resto de las peques así como de la conversación con mis amigos. A las ocho volvimos a casa y tras cenar algo ligero nos fuimos al sofá a ver una peli. No muy tarde, hacia las once, nos fuimos a la cama e hicimos el amor antes de dormir.

03. Semana del 19 al 25 de Mayo

Comenzaba la semana en la que me casaba coincidiendo con el comienzo de la comercialización de productos escandinavos por parte de nuestra empresa de distribución alimenticia. Ese día hable mucho con Mike y su equipo. Por la tarde, antes de ir a casa, fui a casa de Arturo y María para pedirles a ambos que me dejaran llevarme a Elena el jueves después de que ella saliera del colegio. Aceptaron y planeamos como hacerlo en secreto.

El martes salí pronto del trabajo para pasar la tarde noche con Rocío pues el miércoles se iría a Cuenca. Fue una última noche de novios. Cenamos fuera, dimos una pequeña vuelta e hicimos el amor.

El miércoles fue un día de nervios. Por la tarde ya sin Rocío no sabía que hacer y me fui a cenar con Mike y Marga que me invitaron. Estando con ellos me llamó Rocío para decirme que ya había llegado a Cuenca. Yo estuve encantado con ellos pero al llegar a casa me encontré un poco nervioso. Por suerte me dormí rápido y no me desperté durante la noche.

El jueves me levanté y fui a la oficina intentando aparentar normalidad. Pero estaba nervioso y no rendía. María y Raquel se vinieron a desayunar conmigo y se rieron porque, según ellas, no era yo sino una mala copia de mi mismo. Le conté a Raquel la sorpresa que tenía preparada para Rocío y me dijo que le iba a encantar. Por la tarde, justo después de comer, me llamaron Manuela y Mariano para comentarme que ellos ya iban para Cuenca. Irían al hotel a hacer el checkin y cogerían también mi habitación. Habíamos elegido como centro de operaciones el Parador de Cuenca que estaba en las afueras con unas preciosas vistas a las casas colgadas. Yo quedé con ellos en que llegaría hacia las nueve de la noche y nos veríamos directamente en casa de los padres de Rocío ya que nos habían invitado a cenar. A las cuatro me despedí de mis amigos y quedamos en vernos ya en la boda. Estaban invitados casi todos los directivos y algunos de los empleados mas antiguos de la empresa. María y yo fuimos a su casa para coger la bolsa de Elena y directamente desde ahí a recoger a Elena para irnos a Cuenca. El viaje a Cuenca no estuvo mal. Me preocupaba estar cuatro horas con la niña y no saber de que hablar pero ella preguntó mucho y lo hizo todo muy fácil. Al llegar a casa de los padres de Rocío me abrieron la valla y metí el coche. Rocío salió a la puerta a recibirme. Puesto que Elena estaba detrás mía no la veía desde su posición en el porche. Salí del coche y rápidamente fui a abrir la puerta de atrás del coche para que saliera Elena. Cuando la vio a Rocío se la iluminó la cara. Salió del porche y se acercó a mi corriendo. Me dio un beso de unos pocos segundos y se lanzó a por Elena. La dio un abrazo y la levantó en brazos dando un par de vueltas con ella. Tras el abrazo nos dirigimos a la casa. Elena delante nuestro y Rocío y yo abrazados con la cabeza de ella en mi pecho. La sorpresa de Elena había funcionado. Pero era tiro seguro. Cuando entramos en la casa todos los familiares estaban en el salón excepto Jorge, el hermano de Rocío, y su mujer que irían, con el bebé al día siguiente por la mañana. Cuando vieron a Elena todos me miraron con una sonrisita en la boca. Sabían que había sido un golpe de efecto. Rocío quería a Elena como si fuera su tía, casi como si fuera su madre, pero el resto también la adoraban. Elena a sus doce años era una niña mona, inteligente y perfectamente educada. Era difícil no adorarla. Tras saludarnos todos pasamos a la mesa en la que, por la sorpresa, tuvimos que poner un cubierto mas. Pero a nadie le importó. La cena cocinada por la madre de Rocío consistió en una ensalada de entrada y merluza en salsa verde de segundo. Elena estaba sentada entre Rocío y yo y la cuidábamos como a una hija. A las diez y media terminamos de cenar y pasamos al salón a tomar una copa antes de irnos Mariano, Manuela y yo a nuestro hotel. Elena se quedaría en casa de los padres de Rocío. Como para decirle a esta que me llevaba a Elena al hotel. Cuando llegué al parador estaba cansado tras un día duro. Caí dormido casi ipso facto.

El viernes tocaba terminar varios asuntos entre Rocío y yo por las mañana. Casi todo era en la finca en la que se celebraría el convite pero algo era mas importante, teníamos que terminar el mapa de mesas y donde se sentaría cada cual. Esa semana se habían excusado cuatro personas que ya habían confirmado y eso afectaba a dos mesas. Por suerte no nos llevó mucho tiempo. Tras eso fuimos a la finca Rocío, Diana, Elena y yo. Habíamos pagado un extra para que no se celebrara ningún evento el viernes y así poder ir dejando todo listo. Ya estaban colocando las mesas en su sitio y preparando la carpa donde se haría el cóctel. Estuvimos repasando ciertos detalles con el encargado y cambiamos un par de mesas de sitio. Las mesas eran de 8, 9 y 10 personas. Tras eso repasamos una vez mas cual sería el orden de los canapés del cóctel y nos despedimos de ellos con la sensación del trabajo bien hecho. A las dos de la tarde llegamos al parador para comer. Los padres de Rocío ya estaban allí con mis padres tomando un aperitivo. Manuela me contó como había pasado una hora en la sauna del parador. Mariano sonrió. El había estado dando una vuelta por Cuenca. Tras la comida fuimos a casa de los padres de Rocío a tomar café. Mientras todos hablaban de la boda yo me puse a jugar un rato con Elena a las cartas. Me empezaba a poner algo nervioso y no quería seguir hablando de lo mismo. A las siete nos fuimos Rocío, Elena, Diana y yo al parador donde se alojarían casi todos mis amigos. Estuvimos saludándolos según iban llegando. Una vez estuvieron todos, a eso de las diez de la noche, nos fuimos a tomar unas tapas en un bar que habíamos cerrado para esa noche con mis amigos del trabajo y algunas amigas de Rocío de Cuenca así como algunos otros amigos míos como Antonio y Laura, Pablo o Ramón. En total éramos cincuenta personas cenando de manera distendida con unas tapitas y buen vino. Mis padres y los de Rocío se habían prestado a hacer de babysittters de los niñas pequeñas de María, la hija de Raquel y el hijo de Jorge para que ellos pudieran venir algo a la cena. Aun así todos se fueron a las once para no abusar demasiado. Los demás, incluyendo Elena que dormiría esa noche en casa de Rocío, nos fuimos al filo de la medianoche. Tras pasar por casa de Rocío para dejarla y recoger a Mariano y Manuela llegué al parador algo antes de la una de la mañana y me fui a dormir. Perdón, a intentar dormir.

El sábado cuando me levanté bajé a desayunar y allí estaban María con Arturo y sus dos niñas pequeñas ya que Elena estaba en casa de Rocío. Me uní a ellos en su mesa.

– ¿Estas nervioso? - me preguntó María

– Aun no pero ya veremos a las cinco – dije

Seguimos disfrutando del desayuno y poco a poco se fueron uniendo amigos a nuestra mesa. María muy inteligentemente había elegido una mesa redonda para unas doce personas. Mariano y Manuela cuando llegaron se encontraron con la mesa llena y se sentaron en una mesa de cuatro. Terminé mi café y me excusé para pasar un rato con ellos.

– ¡Quedate con tus amigos! - dijo Manuela

– Prefiero estar con mi familia – dije sonriendo - ¿Que tal habéis dormido?

– Yo algo inquieta – dijo Manuela – Un hijo no se casa todos los días

Y me devolvió la sonrisa. Tras el desayuno salí con ellos y varios de mis amigos a dar una vuelta por Cuenca y tomar algo ligero para comer en algún bar del centro. Un par de veces se pararon para saludarme algún amigo de los padres de Rocío. Ya iba yo solo por Cuenca y me conocían algunas personas. A las dos ya habíamos comido y volvimos al parador. Manuela tenía que peinarse a las tres pues venía su peluquero desde Madrid para peinarla. Es una de esas excentricidades que hace la gente con mucho dinero que Rocío y yo no hacíamos aunque, teóricamente, estuviéramos a ese nivel. Mariano y Manuela estaba seguro que tenían mas dinero que yo y, sobre todo, lo tenían desde hace mas tiempo. Mis padres tenían mucho dinero. No tanto como ellos pero tenían dinero. No obstante tanto mis padres como Mariano y Manuela siempre nos educaron, a Lucía y a mi, en la filosofía de currar por el dinero. Cuando era joven mis amigos, cuyos padres en su mayoría no eran tan ricos, tenían pagas mayores que la mía. Mi paga la complementaba mi padre a base de trabajo mío en la escuela, la universidad o en casa. Las pequeñas excentricidades de Manuela se las permitían porque Mariano se ganaba el sueldo con el sudor de su frente. Manuela ahora era ama de casa pero cada cierto tiempo escribía artículos de moda en varias revistas. En su juventud había sido una modelo relativamente conocida sin ser parte del mundo del corazón. Tras su carrera como modelo lanzó la empresa con Mariano de importación de moda y, tras el nacimiento de Lucía, se dedicó a la niña. Mientras Manuela se peinaba yo me echaba una pequeña siesta con el despertador puesto a las cuatro. A esa hora me levanté y me duché. Me afeité y el peluquero de Manuela vino a arreglarme un poco el pelo. En ese momento eran las cinco menos cuarto y quedaba una hora y cuarto para mi boda. Y si, en ese momento ya estaba nervioso. Algo se movía en mi estómago. Era amor pero parecía una gastroenteritis. Manuela que ya estaba vestida lo notó en mi cara.

– Cariño se que estas nervioso pero no te preocupes. Todo va a salir perfectamente. Ya verás. Cuando veas a Rocío eso que tienes en el estomago desaparecerá.

– Eso espero – dije

Una vez retocado mi pelo me fui a vestir. Mi traje de novio era negro, con camisa blanca y corbata y chaleco de color dorado. La corbata mas oscura que el chaleco. A las cinco y media bajé para irme y al llegar al hall del parador ya estaban todos mis amigos elegantemente vestidos para mi boda. La primera en venir a saludarme fue María con mi ahijada Marta que llevaría las arras. Al resto les dije que hablábamos en la puerta de la iglesia pues ya iba mal de tiempo. Me monté en el coche de Mariano y Manuela para ir a la iglesia donde llegamos aproximadamente a las seis menos cuarto. Allí ya estaban algunos otros amigos, los que no se alojaban en el parador, y buena parte de los invitados de Cuenca. En ese momento pasó por encima mía un alud de gente a desearme suerte y felicitarme. A los mas cercanos les decía que dejaran las felicitaciones para después de que Rocío dijera que si. Era mi manera de liberar un poco la tensión que en ese momento tenía. A mi lado, o cerca, siempre estaban Mariano y Manuela, Antonio y Laura, así como María, Mike y Raquel con sus familias. También por ahí estaban Pablo, Ramón y Alberto y Celia. El resto de los invitados tras saludarme se juntaban con algún grupo de conocidos. Estaba la gente de mi trabajo con Juan y Belén entre ellos, mi familia, tanto real como de Mariano y Manuela, la familia de Rocío, las amigas de Rocío y compañeros de Rocío así como algún pequeño grupo que no entraba en estas definiciones. A las seis en punto llegaron la madre de Rocío, Diana y Jorge y María Rosa con el pequeño Jorge. Tras saludarles entramos todos en la iglesia para ir tomando asiento. Esta no era muy grande y con nuestro número de invitados casi la llenábamos. Cinco minutos después de estar allí esperando, minutos en los que debí mirar a la puerta veinte veces, empezó a sonar el órgano de la iglesia y solo instantes después entró Rocío por la puerta, con su padre del brazo y Elena detrás por si tenía algún problema con la cola del vestido que era de capilla, es decir, de longitud media. El vestido tenía cuello de barco y era precioso. Nunca se me ha dado bien describir un vestido de novia pero por lo que me dijeron tenía cuello de barco, el corte era de princesa, con manga caída y falda larga. Como ya dije antes la cola de capilla. En todo caso lo importante es que estaba radiante y cuando se situó junto a mí vi la sonrisa en su rostro. Del resto de la ceremonia me acuerdo de poco. No estuve nada pendiente. Mi mente estaba dándole vueltas a los dos últimos años de mi vida. Me acordaba de Lucía y mis padres y cada cierto tiempo miraba a Manuela a mi lado. Lo que si recuerdo es que ambos nos dimos el si y que, tras acabar la boda, tuvimos que esperar mucho a que acabáramos de firmar. Teníamos muchos testigos y eso ralentizo todo mucho. Al final salieron todos y Rocío y yo, con ella de mi brazo, salimos de la iglesia casi a las siete y media. En ese momento una avalancha de arroz, pétalos de rosa y mas de cuatrocientas personas a felicitarnos. Elena estaba siempre alrededor nuestro y en cuanto me felicitaron María y Arturo acabé con Marta en brazos. A los quince minutos, cuando todo se tranquilizó un poco le devolví la niña a su madre y Rocío y yo, con su hermano de chófer y Elena de acompañante nos fuimos a hacer las fotos. Las hicimos en el parador y en el exterior de este con las casas colgadas de fondo. A las ocho y media llegamos a la finca y ya todo el mundo estaba ahí. Como habíamos planeado el cóctel ya había empezado pero estaba poco avanzado para que nos diera tiempo a nosotros también de disfrutar de este. Durante el cóctel empezamos juntos Rocío y yo, brindando con cava pero a los pocos minutos ya estábamos separados. Que nos separáramos no implicaba que yo estuviera con los míos y ella con los suyos. Conocía a casi toda la boda y hablé tanto con mis amigos como con los familiares de Rocío, amigos de sus padres y amigos de ella. Marta andaba siempre alrededor mio. Mientras hablaba con varios adultos ella me daba la mano o se agarraba a mi pierna. A ratos la cogía en brazos. María vino un par de veces a llevársela pero insistí en que no me importaba y la dije que ella ya tenía una niña de la que preocuparse. El cocktail acabo poco después de la nueve y todos nos dirigimos a la carpa que alojaba las mesas para la cena. Esta empezó hacia las nueve y cuarto. Los platos fueron servidos eficientemente y la comida era estupenda. Entre plato y platos los típicos "Que se besen los novios" y los niños y niñas invitadas corriendo entre mesas. Marta y la hija de Marisa, Cecilia, por ser de edad similar, acabaron jugando juntas y viniendo mucho junto a Rocío y a mi. Alrededor de las doce cortamos la tarta. Y media hora después empezó el baile. Rocío y yo abrimos con el Vals típico. De toda la boda es, con mucha diferencia, donde menos disfrute. Tengo dos pies izquierdos a la hora de bailar y si eres el protagonista con más de cuatrocientas personas mirándote esta lejos de ser agradable. Por suerte tras solo unos minutos Manuela se lanzó a bailar conmigo y el padre de Rocío con ella. Eso hizo que mas gente bailara y pasara rápido ese duro trago. Una vez acabó el Vals el DJ empezó a poner otras canciones. Yo empecé a hablar con los primos de Toledo de Rocío y vi que la barra libre, que en ese momento acababa de abrir, estaba llena. Se habían unido otros primos de Rocío a la charla cuando vino Antonio con una copa para mi. El sabía lo que bebía, Johnie Walker con Sprite. Al dármelo me dio un beso en la mejilla y les dijo a los primos de Rocío

– ¡Ya hemos colocado a mi niño!

Todos rieron pero en especial aquellos que sabían la intrahistoria de Rocío y mía en la que el había sido con Laura el celestino. Y sabían que era mi mejor amigo. Antonio se quedó conmigo y seguimos la charla en la cual iba llegando mucha gente que hacían las mismas preguntas. Esto hacía que los que llevaban un rato se fueran yendo. Durante un rato charlé con mucha gente sin moverme del sitio. Muchas veces buscaba a mi esposa, entonces ya era mi esposa, que daba vueltas por la zona de baile hablando con mucha gente siempre con Elena cerca. Marta jugaba con la hija de Marisa. El DJ puso música lenta y cogí a Rocío para bailar. Como he dicho no me gusta bailar pero quería estar un pequeño rato a solas con mi mujer. Aunque fuera rodeado de cuatrocientas personas mirándome. No nos dijimos mucho, apenas comentamos lo bien que estaba saliendo todo, pero nos miramos a los ojos y con eso nos decíamos todo. Enlazamos una canción entera con la mitad de una segunda canción. En ese momento al lado nuestro estaban bailando Diana y Pablo y, un poquito mas allá, Ana y su novio.

– A divertirnos – me dijo Rocío al oído

Me acercó un poco mas a Ana y su novio y hablo un poco con ella.

– Cambio de parejas – dijo pillándome de improviso.

En menos de lo que esperaba me encontré con mis manos alrededor de la cintura de Ana y las suyas en mi cuello. Ana me comentaba lo bien que había estado la boda y yo la miraba a los ojos intentando encontrar esas supuestas pistas de su enamoramiento hacia mi. Cada cierto tiempo miraba a mi mujer con el novio de Ana. Hablaba con el sobre algo, supongo que como lo estaba pasando, y cuando nuestros ojos se encontraban me sonreía picaramente. Cuando acabó la canción nos separamos de nuestras parejas de baile y nos dimos dos besos. Rocío volvió a mi y se abrazo fuertemente

– Luego no te quejes – dijo – Lo hago todo pensando en ti

– ¡Que pesadita! - dije – Ni en el día de nuestra boda

– Hoy solo te voy a follar yo – dijo a mi oído muy bajito – Pero me divierte que ella sueñe esta noche contigo.

Y tras eso me dio un beso en la boca con mucha lengua. Rocío había destapado el tarro de las esencias con su juguetito y significó que tuve que bailar con Raquel, Ana, Manuela, Belén, Diana, Marga, Laura, Celía, mi suegra y varias personas mas. Un segundo de risas para Rocío se convirtió en media hora bailando. Empezó el DJ a poner música algo mas marchosa y me libré de seguir bailando. Me acerqué a la barra y cogí una copa. Con ella fui a una mesa donde estaban mis amigos mas cercanos. Antonio, José Carlos, Mike, Alberto, Arturo, Pablo y Ramón. No tenían un tema de conversación definido. Esta iba de un tema a otro casi a cada frase. Se notaban el cansancio y el alcohol. Mientras me tomaba la copa a veces eramos interrumpidos por las las niñas corriendo alrededor nuestro. Elena vino y se sentó en mi regazo.

– Oye que tu padre soy yo – dijo Arturo a la niña

Ella sonrió y le sacó la lengua. Me dio un beso en la mejilla y se fue junto a su padre. Se sentó sobre el y, agotada, reposó su cabeza en el pecho de su padre. Miré el reloj y eran ya las tres de la mañana. Mis padres y los de Rocío estaban en una mesa juntos hablando con amigos de ambos. Me acerqué a ellos. Di un beso a Manuela y me senté a preguntarles si estaba todo bien y si necesitaban algo. Me dijeron que estaba todo muy bien. Empecé a hablar con ellos pero pronto me llamó Rocío para que me despidiera de las primeras personas que se iban. Habíamos contratado barra libre y baile hasta las seis de la mañana pero para los que no pudieran aguantar mas teníamos autobuses yendo y viniendo continuamente desde las tres de la mañana. Estuve un buen rato despidiéndome de gente y a eso de las cuatro menos cuarto me encontré libre de nuevo. Miré un poco el panorama y decidí ir a sentarme un rato con las chicas. En la mesa estaban Raquel, María, Marga, Laura y Celia. Me senté con ellas y nos reímos durante un rato. Estaban alejadas de la pista de baile. Las hijas pequeñas de María y Raquel dormían plácidamente en la sillita a pesar del ruido. Al poco tiempo llegó Rocío con Marta de la mano. La niña no tenía aun tres años pero tenía un aguante especial. La hija de Marisa ya se había ido con su madre de vuelta al hotel pero Marta no solo aguantaba sino que había ganado en aguante a su hermana Elena. Claro que Elena había estado varios días muy activa. Marta se sentó con su madre. Seguimos hablando y miré a la pista de baile. Casi todas las personas mayores o con niños, excepto los mas cercanos, ya se habían ido a dormir y en la zona de baile y bar solo quedaban jóvenes. Oí como estaban de nuevo con música lenta. Y Pablo y Diana volvían a estar juntos. Me empezaba a parecer que quizás lo de la despedida no fuera un tonteo superficial.

– De una boda sale otra boda, ¿no? - dije

Todas dejaron de hablar del embarazo de Marga para mirar a la pista de baile donde Pablo y Diana bailaban muy juntitos. Todas rieron.

– No se si me da un poco de miedo – dijo

– No te preocupes por tu hermana, que ya es mayor y Pablo es un buen tío. Dejales que disfruten – dijo Laura

Rocío sonrió pero no sé si se dio por satisfecha. En menos que nada estaban de nuevo hablando del embarazo de Marga. Me mantuve un rato con ellas pero pronto me fui de nuevo a la mesa de los chicos.

– Pablo no pierde el tiempo con tu cuñadita – me dijo Arturo por si no me había dado cuenta

En sus brazos Elena ya estaba dormida. Hablaban de Pablo y Diana con un enfoque totalmente distinto. Estos ya habían dejado de bailar y estaban sentados solos en una mesa muy juntos. Se tomaban una copa mientras hablaban. Diana reía y Pablo acariciaba la mano de esta.

– ¡Vaya tela! - dije

No tardamos mucho en olvidarnos de ellos. Marta vino corriendo a nuestra mesa y, puesto que su padre estaba con Elena en brazos, se subió a mi regazo. Seguí un rato hablando con ellos hasta que decidí no quedarme restringido a mi círculo mas cercano. A ellos los tenía siempre que quería. Volví a la pista de baile con Marta de la mano. Eran las cuatro y media y la niña aguantaba. Desde la mesa de las chicas Rocío vio que iba a dedicar tiempo a los demás y le debió parecer bien pues rápidamente se unió a mi en la pista para bailar todo tipo de pachangueo. Estaban casi todos mis trabajadores y directores de empresa menos cercanos. También andaban bailando una parte de las amigas de Rocío y sus parejas, el resto descansaban en una de las mesas, así como familiares mas o menos cercanos de ambos, casi todos de Rocío. Lo pasamos muy bien bailando un poco haciendo el chorra. A las cinco Marta ya estaba cansada y la llevé junto a su madre. De vuelta a la pista de baile hice dos paradas. Una en la mesa de los padres y otra en la de los tortolitos.

– Sois la sensación de la noche – dije

– ¡Que vergüenza! - dijo Diana mirando a los lados y dándose cuenta que muchos les miraban

– No os preocupéis. Yo os cubro las espaldas si hace falta.

Ambos se rieron y yo seguí hasta la pista donde besé a Rocío. Ya quedaba menos de una hora hasta que acabara la fiesta y yo iba a dar todo lo que tenía para que la gente se divirtiera. En esa hora saqué fuerzas de flaqueza e intenté estar con todo el mundo. Ya nadie se iba, la gente aguantaría la última hora aunque fuera cansados en una mesa. Rocío estaba a mi lado y ambos nos dábamos fuerzas para bailar, charlar y brindar con nuestros amigos. Los que charlaban en las mesas, excepto los que estaban atados a un niño que dormía, también se unieron a nosotros la última media hora y el fin de fiesta fue apoteósico. A las seis se encendieron las luces de la zona de baile pero el DJ nos regaló dos canciones mas que disfrutamos todos. Cuando acabó la música aun tardamos casi una hora en irnos ya que la gente se iba despidiendo de nosotros y tardamos casi una hora en despedirnos de todo. Mariano nos llevó a Rocío, Manuela y a mi al parador. Mis amigos o fueron en autobús o en coche particular los que tenían niños. Cuando llegamos al parador, poco después de las siete, nos despedimos de Mariano y Manuela y llevé a Rocío a la habitación que había contratado para esos días. Una suite, aunque ellos lo llamaban habitación con salón. Solo tenían dos y la otra estaba ocupada por Mariano y Manuela. Al llegar abrí la puerta y antes de entrar cargué con Rocío a cuestas. Ella rió un poco. Con ella en brazos fui hasta la cama donde me senté con ella quedando sobre mis rodillas.

– Al fin puedo decirlo. Eres mi esposa.

– Y tu mi marido. Por fin lo hicimos. Llevo casi dos años soñando con este momento.

Y nos besamos dulcemente. Mi mano derecha jugaba con su espalda mientras que la izquierda acariciaba su muslo derecho. Su mano izquierda estaba a mitad de camino entre mi cara y mi cuello y la derecha en la espalda. Era nuestro primer beso de casados sin cuatrocientas personas alrededor pendientes de nosotros y tenía entre mis planes disfrutarlo. Mas que un beso largo fue una sucesión de pequeños besitos en su boca que solo en contadas ocasiones se convertían en besos de unos segundos con boca abierta y lengua. Tras un rato acaricié su brazo y la toqué un poco en los pechos girándola para que me diera la espalda.

– Quieres verle las tetitas a tu esposa – dijo Rocío juguetona.

– Claro.

Y con tranquilidad la empecé a desabrochar el vestido mientras seguíamos besándonos. No es fácil desabrochar un vestido de novia y besar a la vez. El vestido tenía mil y un corchetes que mantenían este pegado a su excelente cuerpo. Una vez llegué a la parte inferior de su espalda ya fui capaz de liberar sus senos que apenas estaban cubiertos por un sujetador de tamaño mínimo. Este fue mas fácil de quitar y rápidamente tenía mi mano derecha sobre una de sus tetas mientras nos besábamos en la boca. Acariciaba su teta pero pronto dejé su boca para besar y chupar su teta derecha. Mientras hacía esto llevé mis manos a la falda del vestido y lo levanté todo lo necesario como para que tuviera acceso a su entrepierna. Llevé mi mano a esta mientras ella subía su zapato derecho a la cama Este era blanco, por su puesto, de salón con unos cinco o seis centímetros de tacón. Mi mano ya estaba en contacto con su braguita. Una braguita que no había visto aun pero era de un blanco transparente con algún que otro adorno en blanco. Mientras acariciaba su entrepierna volvimos a besarnos y ella dio sus primeros gemidos. Yo empecé a quitarme la chaqueta y una vez esta estuvo fuera volví a dedicar tiempo a sus tetas. Primero con la boca y luego, cuando volvía besarla, con la mano. A mitad del maravilloso beso volví a llevar mi mano a su entrepierna para jugar con su coño sobre la braguita. Ella cada vez gemía mas aunque la mayor parte del tiempo sus gemidos eran ahogados por los besos que nos dábamos. Rápido ella se levantó y yo con ella. Me empezó a desabrochar el chaleco mientras seguíamos besándonos. Una vez sin chaleco me quitó la corbata y yo me quité la camisa. Ella pasó a mis pantalones y una vez tanto este como el cinturón estuvieron desabrochados lo bajó, junto con el calzoncillo, a la altura de mis tobillos. Ella se fue agachando acariciando todo mi cuerpo según bajaba. Yo sin mirar libre el pantalón de mis pies aunque me costó un poco. Una vez estuvo a la altura de mi polla ella empezó a masturbarme pero pronto dejó las manos para dar una chupada a toda la extensión de mi falo y, posteriormente metérselo lentamente en su boca. Una vez lo tuvo dentro empezó a mamármela con mayor decisión. Chupaba la polla mientras con una mano marcaba hasta donde me la chupaba y me pajeaba. Todo ello siempre mirando hacia arriba. Sin dejar ni un segundo de mirarme a los ojos. Sonreía picaramente y la chupaba con la lengua fuera para luego meterse a toda velocidad mi polla y hacerme una mamada enorme. En su cuello llevaba el colgante que la había regalado por su cumpleaños y eso casi me excitaba mas. A ratos con su polla se daba golpecitos en la cara.

– Como me gusta esta polla – dijo

– Y a mi lo que haces con ella amor.

En un momento dado me miró a los ojos y, poco a poco, se metió toda la polla en la boca. Tras sacarla se levantó un poco y se subió el vestido para cubrirse las tetas.

– Siéntate allí – dijo señalando una silla de la habitación.

Lo hice y ella aprovechó para, muy seductoramente ir quitándose el vestido. Se arrodilló en la cama y se sacó las tetas. Quitó algún corchete mas y quedó todo su torso superior a la vista. Mirándome se tocó las tetas pellizcándose un poco los pezones. El resto del vestido ya estaba mas suelto y lo arremango en su cintura. Me miró un momento y, con cuidado pero sin pausa, se lo sacó por los hombros. Miró a un lado y sobre otra silla lo dejó caer. Volvió a arrodillarse y ahora pude ver su preciosa braguita con que se unía a las medias y ligueros. Todo blanco. Todo espectacular. Ella se tocaba una teta con una mano y el coñito con la otra. Se dio la vuelta y pude ver que la parte posterior se ocultaba entres sus nalgas. Giró la cabeza sobre su hombre y me sonrió. Empezó a bajarse la braguita y, tumbándose, terminó de hacerlo. Acarició su cuerpo, su culito, y me dejó ver la raja de su coño ardiente de deseo.

– Ven – dijo

Y no podía negarme. Se sentó seductoramente y yo me pegué a ella. La besé, me agarró la polla y, tumbándola sobre la cama de costado me acerqué a ella. Nuestros costados izquierdos estaban sobre el colchón. Hice que levantara la pierna derecha y, con la ayuda de mi mano, acerqué mi polla a su coñito. Mientras empezaba a metérsela ella y yo nos besábamos. Cada cierto tiempo separábamos nuestras bocas para gemir un poco pero siempre estábamos intentando unir nuestras bocas con mucho deseo. Mi polla la penetraba un poco pero yo quería mas. Me puse en una posición mejor para la follada pero que nos impedía el beso. Aun así me permitía tocar sus tetas. Hice un esfuerzo y, manteniendo la posición la moví un poco para poder besarla. Era un beso de amor total con mi polla en su cueva y diciéndonos, constantemente, cuanto nos queríamos. Tras un rato así me moví y, poniéndola de espaldas sobre la cama yo me arrodillé y pasé a follarla. Ella se tocaba las tetas y gemía cada vez mas. Mi movimiento, que en un principio era suave, pasó a ser cada vez mas fuerte y la cama empezó a hacer algo de ruido con los muelles chirriando un poco. Sus gemidos aumentaban y yo me eché sobre ella para poder besarla mientras la follaba. Cada cierto tiempo aceleraba el ritmo para que gimiera mas y en una de esas mantuve el ritmo durante un tiempo mas largo del normal y ella se corrió por primera vez. Sus grititos unidos al masaje que su vulva dio a mi polla me indicaron que había conseguido que se corriera pero yo no me quería quedar así. Quería correrme aunque hubiera preferido que fuera con ella. Mientras ella orgasmaba yo mantuve un ritmo mas calmado y una vez que ya estuvo mas tranquila volví a incrementar el ritmo de la follada.

– Vamos cariño – dijo ella – Correte tu también.

Y yo seguí durante casi cinco minutos, volviendo a sacar los primeros gemidos de su boca hasta que deposité en su interior una buena cantidad de semen. Me derrumbé sobre ella cansado por el esfuerzo y por el hecho de que eran casi las ocho de la mañana. Seguimos besándonos un rato y ella llevo su mano a mi polla. Ocurrió algo que no esperaba y es que mi polla reaccionó volviendo a crecer y estando lista para una nueva ronda de acción. Ella me giró de tal manera que yo estaba tumbado de espaldas y, mirando hacia mi, se arrodilló sobre mi polla. La cogió con una mano y, lentamente, se dejó caer sobre ella. Una vez estuvo totalmente dentro ella bajó su cuerpo para besarme.

– Te quiero – dijo al acabar el beso.

Y empezó a cabalgar. La cabalgada era espectacular y mi cansancio se vió reducido a lo bestia en un segundo. Mientra cabalgaba nos besábamos y nos decíamos cuanto nos queríamos. En ese momento era el hombre mas feliz del mundo. Ella empezó a dar signos de cansancio. Lo que hice fue hacer que se bajara de mi y, poniéndola a cuatro patas, la empecé a penetrar en su coñito desde atrás. Ella reía y gemía mientras yo la daba cada vez mas fuerte. Pasaron unos minutos así y ella llegó al orgasmo por segunda vez. Fue llegar ella, que se contrajera su vagina, y mi polla empezó a llenar su coño de semen. Caí a su lado y nos besamos. Nos movimos para poner nuestras cabezas en las almohadas y, solo unos minutos después, ambos caímos dormidos.

El domingo volvían mis compañeros a Madrid. Todos acabamos muy tarde pero por suerte habíamos negociado con el parador que, para la gente de nuestro grupo, la hora de check out fueran las dos y media de la tarde. Al fin y al cabo, teníamos ocupado mas de la mitad del hotel y el domingo no era un día en el que entraran muchos nuevos huéspedes. A las dos estábamos Rocío y yo en el hall del hotel ya que comeríamos con algunos amigos antes de que ellos se fueran a casa. Tanto Mariano y Manuela como nosotros teníamos una noche mas reservada y volveríamos el lunes. Poco a poco todos fueron bajando con apenas cinco horas de sueño. Todos nos besaban y abrazaban al vernos antes de hacer el checkout. Cuando todos estábamos listos los llevamos a comer a uno de nuestros restaurantes preferidos donde habíamos cogido mesa para veintidós personas. Eramos Raquel, Mike, Alberto, Antonio y María con sus parejas y familias así como Mariano y Manuela, Pablo y Ramón y la familia de Rocío. De una manera relativamente sutil, aunque seguro que mas de uno se dio cuenta, conseguí que Diana y Pablo estuvieran sentados juntos. Al sentarme yo ellos me miraron y me sonrieron. La comida fue ligera y a base de tapas. Habíamos comido demasiado el día anterior como para hacer una comida completa. El caso es que quería pasar el día después con la gente importante para mi que me habían ayudado tanto en los dos últimos años. Cuando terminamos de comer, hacia las cuatro, se volvían todos. Todos los coches estaban aparcados en un parking de la zona de alta de Cuenca. Al ser tantos íbamos muchos en grupitos y Diana y Pablo iban solos, atrás del grupo agarrados de la mano. Rocío y yo les vimos. Yo sonreí pero noté que a ella le gustaba menos. No es que no apreciara a Pablo pero este vivía en Barcelona y creo que a Rocío le preocupaba que su hermana se metiera en una relación a distancia. Una vez en el parking fue todo un poco caótico y vi, creo que pocos lo vieron pues casi todos les daban la espalda, el primer beso en la boca, mas un pico que un beso en si mismo. Seguro que se habían dado ya mas pero era el primero que se daban sin preocuparse quien mas lo veía. Poco a poco fueron saliendo los coches. Los últimos fueron Pablo y Ramón que irían juntos al aeropuerto para coger vuelos esa a noche a Barcelona y Bruselas respectivamente. En ese momento, y ya solo ante su familia, Mariano y Manuela y yo, se dieron un último pico y salieron de allí. Diana vino hacia nosotros y pudo notar como todos la mirábamos. Ella subió sus hombros sin saber que hacer, pasando algo de vergüenza. Nadie decía nada por miedo a cagarla. Uno no sabe que decir en esos momentos. Para romper la tensión yo eché mi brazo sobre su hombro y, acercándola a mi, la di un cariñoso beso de apoyo en la frente. Esto pareció romper el hielo y todos fueron a darla un beso. La última fue su hermana y, mientras íbamos a nuestros coches, fueron un rato hablando a nuestra espalda. Mariano, Manuela, Rocío, su familia y yo, fuimos a casa de los padres de Rocío para pasar un rato la tarde antes de volver al hotel a descansar. Hacia las siete se fue el hermano de Rocío con su familia y Diana de vuelta para Madrid. A las nueve, tras cenar un poco y muy ligero, volvimos al hotel a descansar. Rocío y yo nos tumbamos en la cama y empezamos a abrir los sobres con el dinero que nos regalaban los invitados. La mayor parte de la gente regalaba entre 150 y 300 euros por persona que fue. Raquel, Mike y sus parejas fueron muy generosos y nos dieron 600 euros por persona. Sabía que para ellos no era mucha pasta pero me impresionó el regalo, aunque cantó mucho que lo habían hablado. Me emocionó que María y Arturo dieran 1000 euros pues ellos, si bien tenían un buen status social, no ganaban tanto como nosotros y, además, tenían tres hijas que atender. Pero por encima de todos uno me llamó la atención. Cuando lo abrí me entró la risa. La verdad es que me hizo mucha gracia y empecé a reírme pasándoselo a Rocío. Ella lo miró.

– Sois iguales – dijo Rocío

Dentro del sobre seis billetes de quinientos euros, tres mil euros, y una moneda de un céntimo. La tarjeta adjunta tenía un mensaje de Antonio: "Yo te quiero mas". Junto a su mensaje otro de Laura: "Cosas de Antonio. Yo también os quiero. Enhorabuena" y una carita sonriente. Decidí llamar a Antonio

– Hola – dijo Antonio – Esperaba tu llamada

– Eres un cachondo – dije – Yo no te voy a montar un drama. Eso es mas tu estilo. Me he reído mucho. Gracias. Pero está aun por ver quien quiere mas al otro. Acepto el reto.

Rocío movía la cabeza de lado a lado y cogió el teléfono.

– Pásame a tu mujer – dijo

Rocío puso el manos libres y dijo a Antonio que hiciera lo mismo. Tras un rato esperando llegó Laura

– ¿Tu te acuerdas porque nos hemos casado con estos dos bebés? - dijo Rocío

– Bueno, físicamente no están mal. Como donantes genéticos pueden valer. - dijo Laura riendo

– Y de dinero bien – dijo Rocío – Podrán cubrir los gastos de nuestros hijos sin problemas

– Si, eso también.

Las dos reían mucho.

– Adiós, cariño – dijo Rocío – Mañana cuando llegue a casa te llamo.

– Adiós, disfruta con tu marido esta noche

Y Rocío colgó. Terminamos todos los sobres y ordenamos todo un poco. Lógicamente perdimos pasta pero no era lo importante. Para nosotros habían sido unos días muy especiales con familiares y amigos en los que habíamos terminado por formalizar nuestra relación y, si bien no era la mas tradicional desde el punto de vista sexual, unirnos de por vida. Hicimos la maleta para volver al día siguiente a Madrid y nos fuimos a la cama donde hicimos el amor antes de caer dormidos.

04. Semana del 26 de Mayo al 1 de Junio

Nos levantamos a las nueve el lunes, ya bastante descansados, para bajar al desayuno donde habíamos quedado con Mariano y Manuela. Cuando llegamos aun no estaban allí pero aparecieron cuando aun no habíamos empezado a disfrutar del buffet. Cogimos algo para desayunar, yo fruta para empezar, y nos sentamos a comer.

– Os daríais cuenta que ayer nosotros no os dimos regalo – dijo Manuela

– Bueno – dije yo – Sabes que no es lo que mas nos preocupa.

– Mañana os vais de luna de miel – dijo Mariano – Seguimos empeñados, sobre todo tu madre, en pagárosla

– ¿En serio tenemos que hablar de esto hoy? - dije

– ¿Cuando quieres hablar de ello? ¿Cuando volváis? Es el momento. No puedes ir dejando pasar las cosas de las que no quieres hablar.

– Vale – dije – Hablemos. No quiero que os gastéis 20.000 euros en mi regalo de bodas. Bajo ningún concepto lo voy a aceptar. Os quiero mucho y se que vosotros a mi también. Pero nuestro viaje es demasiado viaje. Os quiero pero no necesitamos un regalo así de grande.

– Carlos cariño – dijo Manuela – Me parece que tus padres y nosotros nos pasamos un poco cuando os enseñamos que no tiene que avergonzar a nadie tener mucho dinero siempre y cuando este se logre por el fruto del trabajo. Os teníamos que haber enseñado que el que es fruto del amor también es valido.

– Acepté la herencia de mi padre.

– No tenías mas remedio – dijo Mariano - ¿Tanto os cuesta aceptar este regalo?

– Cariño – dijo Rocío – Esto es un tema entre tus padres y tu pero solo voy a decir una cosa. Antonio. Piensa si estás siendo consecuente.

Lo pensé un rato. Entendí perfectamente a Rocío. Hacía siete meses Antonio se puso conmigo como yo me estaba poniendo con los que ya eran mis padres. No era consecuente conmigo mismo.

– ¿A ti te parece bien que nos hagan un regalo de 20.000 euros? - pregunté

– Mira cariño – dijo Rocío – A mi me parece una pasada pero si ellos quieren, y por su insistencia quieren, no creo que debamos negarnos. 20.000 euros para ellos no es una burrada. Tus padres no son los padres del español medio. Y debemos aceptarlo. Además, muchas familias sin el poder adquisitivo de tus padres se gastan mucho mas de eso en las bodas de sus hijos. Tus padres y los míos tienen la suerte de que tu estés forrado y pudieras pagar la boda pero en muchas familias pagan los padres. No te voy a decir que lo aceptes pero a mi no me parece para tanto

Pensé un momento.

– Venga. Aceptamos.

Manuela se levantó y me besó. Me dijo que siguiéramos con el desayuno y eso es lo que hicimos. Cuando terminamos el desayunos nos fuimos a nuestras habitaciones para terminar de recoger todas las cosas e hicimos el checkout tras cargar el coche. Entre mi bolsa, cosas que habían sobrado de la boda, el vestido de novia de Rocío y mi traje llenamos una buena parte del maletero. Alrededor de la una estábamos, junto con Mariano y Manuela, en casa de los padres de Rocío para despedirnos de ellos e irnos hacia Madrid. Salimos de casa de sus padres antes de las dos y a las cuatro paramos, a mitad de camino, para comer algo antes de seguir de camino hacia Madrid. A las siete y media ya estábamos en casa y nos sentamos en el sofá a descansar. Rocío cogió el teléfono y, tras llamar a su madre para decirla que habíamos llegado bien, hizo una ronda llamando a Laura, Raquel y María. Me sorprendía como Raquel y María ya eran mas importantes en su vida que Mónica o Teresa aunque estas también fueran muy amigas de ella. Un rato después cuando colgó con ellas llamó a su hermana. Por lo que pude oír no parecía que hablaran de Pablo en ningún momento. Nos fuimos pronto a la cama pues el día siguiente salíamos de luna de miel y teníamos que hacer la maleta.

El martes nos levantamos relativamente pronto, a las nueve, e hicimos la maleta para irnos de luna de miel. Cuando estábamos haciéndola vino la mujer que hacía la limpieza en mi casa. Llevaba casi cinco años en mis distintas casas pero apenas la veía un par de veces al año ya que ella iba siempre durante la mañana, tres días a la semana. Cuando nos vio nos dijo que pensaba que estaríamos ya de luna de miel y nos felicitó por la boda. Nos ayudó a hacer las maletas y la verdad es que nos vino bastante bien. Llevamos dos maletas de tamaño medio. Ropa de verano para el resort en las Seychelles y ropa de entretiempo y primavera para los días que íbamos a estar en París. A las once ya lo teníamos todo listo y fuimos al aeropuerto. Nuestro vuelo a París no salía hasta la una y media y llegamos a las once y media. Una vez en el aeropuerto y facturados fuimos a la sala VIP para hablar un rato y tomar algo mientras llegaba la hora de embarcar. Mientras Rocío cogía algo de beber llamé a Raquel a la oficina.

– Hola – dijo Raquel – Estas de luna de miel. Olvídate de la empresa. Si ocurre algo grave te llamamos. Ahora disfruta de tu mujer y dala un beso de mi parte.

Y me colgó. Yo sonreí y cuando llegó Rocío se lo conté. Ella rió. Cuando llegamos a París eran casi las cuatro y para el momento en el que llegamos al hotel ya casi las cinco. Nuestro hotel era el Hôtel de Crillon. Uno de los hoteles mas lujosos de todo París. El hotel era lujoso al estilo parisino, bastante decadente, y según Manuela uno de los dos mejores junto con el Ritz. Nos acomodamos en nuestra habitación, una pequeña suite con salón y dormitorio, descansamos un poco, nos duchamos y salimos a cenar a un restaurante al que había ido yo alguna vez en la zona de la Ópera. El hotel estaba en la misma plaza de la concordia. A nada de las mejores tiendas en los campos eliseos, del Louvre y de la Torre Eiffel. Casi todo lo más turístico estaba a una distancia suficientemente cercana como para ir andando. Excepto quizás la basílica del Sagrado Corazón. El restaurante era muy bueno, el Maxims-de-Paris. Nos encantó y tras la cena dimos un pequeño paseo hasta la Ópera. La vimos de noche y volvimos al hotel a descansar. Esa noche hicimos el amor en nuestro hotel durante una buena hora.

Decidimos que miércoles y jueves serían los días de turismo. Mas de batalla. Nos vestimos algo mas informales, vaqueros y polo, yo con zapatos y ella con botas sin tacón y andamos mucho. El miércoles vimos museos. Empezamos por el Louvre hasta la hora de comer y, tras una romántica comida en una terraza, fuimos un poco hacia atrás para ver el Museo de Orsay donde el impresionismo reina. Tras verlo un poco a toda prisa, ya que no teníamos mucho tiempo, fuimos al Centro Georges Pompidou a ver algo de arte contemporáneo. A Rocío el arte la encantaba y me ayudó mucho ir con ella pues me explicaba cosas que yo no hubiera podido ver. El jueves fue un día mas exterior. Empezamos yendo a los Inválidos y de ahí a la torre Eiffel desde la cual fuimos a Notre Dame y luego cogimos un taxi para ir a la basílica del Sagrado Corazón. Ambos días cenamos a horario francés, pronto para España, y nos fuimos a dormir pronto tras hacer el amor. El turismo cansa.

El viernes, con todo visto un poco a toda prisa, lo dedicamos a las compras y al ocio. Por la mañana fuimos a hacer compras en las boutiques de lujo que están en los Campos Elíseos y alrededores. Sobre todo compramos zapatos, bolsos y ropa para Rocío pero yo también me compré algo de ropa y una cartera nueva. Fuimos a dejar todo lo comprado en el hotel y volvimos a los Campos Elíseos para comer en Le Cinc, un restaurante espectacular que esta en el hotel George V y había sido inaugurado solo dos años antes. La comida fue totalmente increíble. Nos costó 200 euros por persona pero merecía la pena. Era nuestro día de compras y ocio y no mirábamos los precios. Tras la comida volvimos al hotel a descansar un poco. A las seis y media volvimos a salir y fuimos a la zona de la Ópera para visitar las famosas Galerías Lafayette donde compramos algún regalo y un par de polos para mi. Esa noche cenamos en un restaurante de la zona de Ópera y tras la cena bajamos al hotel donde tomamos una copa en el bar de este. Al volver a la habitación agarré a Rocío por detrás y la besé. Ella y yo íbamos con vaqueros y polo. En su caso era un vaquero azul oscuro, algo desgastado de fábrica, con un polo negro de Ralph Lauren. Calzaba unas nada prácticas sandalias negras de alto tacón para todo lo que andamos esa tarde. Pero Rocío antes muerta que sencilla. Además ella estaba muy acostumbrada a llevar tacones todos los días a trabajar y era casi ya normal para ella. Ella se dio la vuelta y me acarició el pecho. Me besó.

– Hemos gastado mucho dinero hoy – dijo

– La verdad es que si pero es la única luna de miel que vamos a tener.

Y volvió a besarme. Cada vez acariciaba mas mi pecho y subía mi polo. Tras un rato así llevó su mano a mi paquete y me miraba con cara de niña mala.

– París es la ciudad del amor. Deberíamos hacerlo.

– Lo hemos hecho todas las noches

– Umm. También deberíamos hacerlo hoy

– Pues claro.

Y la besé en la boca mientras ella no dejaba de sobar mi polla. Se separó un poco de mi y siguió agarrando mi polla. Con su mano libre, tras sonreírme como una niña mala, se subió el polo hasta justo por encima de las tetas. El polo quedó reposado sobre sus senos mostrando un bonito sujetador negro con rosa en las copas. Se pegó a mi e hizo mas fuerza en mi polla. Yo llevé mi mano izquierda a su seno derecho y lo toqué.

– Tócame - dijo

– ¿En serio piensas que no voy a hacerlo?

Saqué su pezón del sujetador y jugué con el mientras ella acariciaba mi polla con una mano y mi cuello con la otra. Con la mano que acariciaba mi cabeza hizo algo de fuerza y bajó mi cabeza hasta que estuvo junto a su pezón. En ese momento ella empezó a chupar mi oreja mientras yo chupaba su teta. Mi mano que antes acariciaba su teta ahora estaba libre y la lleve a su entrepierna. La toqué por encima del pantalón pero rápido la metí por dentro de este sin desabrocharlo. Seguía jugando con su teta. Tras un rato mas mamándola la agarré un poco del pelo y con un tirón nada duro hice que su cabeza fuera hacia atrás. Sus ojos miraban al techo y yo me puse sobre ella para besarla en la boca con pasión loca. Mi otra mano seguía dentro de sus pantalones pero tras un rato a saqué y volví a llevarla a su teta. La acaricié un segundo y rápidamente pasé a su otra teta haciendo que el pezón de esta también saliera de su sujetador y llevando mi boca hasta el para besarlo con pasión. Mordía un poco el pezón y tiraba ligeramente de el estirando la piel de sus senos pero siempre con delicadeza, intentando nunca hacerla daño. Mientras me dedicaba a sus tetas ella desabrochó su sujetador y se sacó el polo quedando desnuda de cintura para arriba. Yo seguí besando sus tetas mientras ella seguía tocando mi polla por encima del pantalón con una de sus manos. Apartó mi boca de sus tetas y me mantuvo ocupado con un beso de tornillo espectacular. Eso si, siempre con su mano en mi ya casi dolorosa erección. Yo pellizcaba con dulzura su teta mientras seguíamos besándonos y giré y la guié hasta que su espalda estuvo contra la pared. Ella se arrodilló y yo empecé a bajarme los pantalones mientras ella besaba mi polla por encima del pantalón. Una vez me saqué la polla ella empezó una mamada espectacular. Mientras me chupaba usaba sus manos para bajarse como podía un poco los pantalones y dejar a la vista unas pequeñas bragas de color negro. La levanté ya excitado por completo y la llevé a la cama. En el camino ella terminó de quitarse los pantalones y yo los pantalones, calzoncillos y polo. La tumbé en la cama, y de rodillas en el suelo, tiré de sus piernas hasta que su coñito estuviera en el borde de la cama. Aparté su braga y con mi lengua empecé a jugar con sus labios vaginales. Era un poco coñazo estar así y la quité la braga para seguir chupando inmediatamente su coño. Tras un rato trabajándomelo me levanté un poco y, pegando mi polla a su coño, la perforé. Ella tenía sus piernas abiertas una barbaridad y el acceso a su coño era especialmente fácil. Mientras la follaba ella a veces se tocaba el coñito y podía ver su anillo de casada. De oro, discreto e igual al mio. El anillo de pedida lo podría usar en ocasiones especiales. Tras un rato follándola así la tumbé de lado en la cama y me acerqué a ella por detrás. La empecé a follar duro y sus tetas se movían algo al ritmo de mis penetraciones. Tras un rato así, la besé con ella girando hacia atrás la cabeza, y me corrí en ella. Ella al notar como mi semen la invadía se corrió también. No saque mi polla durante un rato y cuando lo hice decidimos que era hora de dormir.

El sábado ya tocaba irnos de Paris y coger el vuelo a Mahe en las Seychelles. Como el vuelo era por la tarde, hacia las siete, pasamos la mañana comprando regalos para nuestros amigos y familiares. A las tres hicimos el checkout, ya que al estar de luna de miel nos permitían salir hasta las cuatro, y nos fuimos al aeropuerto. Facturamos nuestras maletas y nos fuimos a la sala VIP a picar algo y relajarnos antes de embarcar. Tras embarcar nos pusieron la cena y Rocío y yo vimos una peli. Tras ella intentamos dormir algo. El vuelo duraba algo mas de nueve horas, casi diez, y pudimos dormir unas cinco.

En Mahe aterrizamos el domingo pronto por la mañana y nos fuimos al hotel. El Banyan Tree. Estaba en la parte sur de la isla y cuando llegamos al hotel, hacia las diez, tuvimos la suerte de que ya tuvieran nuestra villa preparada. Fuimos hasta ella que estaba en un alto y flipamos con las vistas y todo lo que tenía. En Phuket estuvimos en una villa espectacular pero esta era mucho mejor. Estábamos algo cansados así que el día lo pasamos en la villa relajados. Pedimos comida para consumir en la villa, junto a la piscina, y pasamos casi todo el día entre tomar el sol y bañarnos en nuestra piscina. Por la noche nos arreglamos algo y fuimos a cenar a uno de los restaurantes del resort. Tras la cena una copa, un polvo y a la cama.

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