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Mi historia (52: Abril 2005)

en Grandes Series

01. Semana del 4 al 10 de Abril

El lunes fue de esos días de oficina en los que apenas nada interesante sucede. Aunque si tuviera trabajo era todo bastante robótico. Por suerte ese día era el cumpleaños de David, el número dos de nuestra empresa de importación de calzado, y me fui a comer con el y Ángel. Eran comidas en las que se hablaba un poco de negocios pero sobre todo se hablaba de nuestras vidas personales y me acercaban un poco más a los directivos en los que confiaba el buen hacer de mis empresas. No podía llevarlas todas y necesitaba su ayuda. Por la tarde más monotonía y a las seis y media o así me fui a casa para pasar la tarde con mi esposa e hija. No me fui muy tarde a la cama. Era común esos días que yo me fuera entre once y doce y Rocío ya esperara para darla la última toma a la pequeña a las doce yéndose a la cama algo antes de la una.

El martes tras otra mañana no muy excitante para mi me fui a comer con Raquel a su casa pues ella ya estaba en media jornada. Tras comer estábamos ambos en el sofá abrazados.

–    ¿Has visto que bien duerme tu hijo? - dijo Raquel – Susana dormía bastante peor. Juan puede estar todo el día durmiendo.

–    Sabes que no me gusta que le llames mi hijo – dije medio enfadado

–    Sabes que lo hago para hacerte rabiar – dijo sonriéndome antes de echarse hacia mi y darme un besito

Estuvimos un rato besándonos.

–    Me dijo el otro día Rocío que estrenaste su culito

–    Joder – dije – No me voy a terminar de acostumbrar a que os contéis esas cosas.

Raquel se rió y pegó su boca a mi oído mientras acariciaba mi cabello

–    El mio sigue sin estrenar – dijo susurrándome

Yo casi di un salto del sofá.

–    ¿Para que crees que has venido?

–    Para comer con una de las mujeres a las que más quiero y con la que, me guste o no, he tenido un hijo

–    ¿No te gusta haber tenido un hijo conmigo? - dijo poniendo falsa cara de tristeza

–    No se si me gusta, la verdad

–    Bueno – dijo ella – No me cambies de tema. ¿Quieres estrenar mi culito?

–    ¿Tu quieres que lo estrene?

Raquel se levantó y frente a mi, dándome la espalda, empezó a levantar lentamente la falda que llevaba puesta hasta que quedó visible su tanga que apenas cubría una mínima parte de su culo. Cuando llegó a ese punto giró la cabeza y me miró a los ojos sonriendo. Movió un poco más su culo de manera seductora y se dio la vuelta acercándose a mi para subirse en mi regazo como cabalgándome.

–    No – dijo – Hoy no. Otro día quizás. Hoy quiero que reestrenes mi coñito tras el parto. Este fin de semana se lo daré a José Carlos. Hoy es tu oportunidad de ir primero.

Yo giré la cabeza de lado a lado mostrando incredulidad y la besé. El niño estaba en la hamaca dormido y yo no quería despertarlo. Así hacía todo lo posible por besar a Raquel sin montar mucho escándalo. Raquel lo notó.

–    No seas tonto – dijo – No se va a despertar porque hagamos algo de ruido

–    ¿Seguro?

–    ¿Quieres que lo lleve a la cuna?

Lo pensé un rato mientras la daba piquitos

–    No – dije – Tampoco tengo muchos ratos para tenerle a mi alrededor solo

Raquel sonrió.

–    Sabía que en el fondo lo veías como a un hijo. Y creo que es la primera vez que le tratas como tal – dijo

–    Acostumbrate a que no lo haga mucho – dije – A Juan y a Elisa los quiero con locura pero no lo voy a demostrar en público para no dar pistas. Les trataré como a los otros hijos de nuestros amigos.

–    A mi me gustaría que le trataras como a Marta.

Yo sonreí.

–    Le quiero como a Marta pero no puedo tratarle como a ella. Lo entiendes, ¿verdad?

La miré esperando su respuesta

–    Claro que lo entiendo cariño. Y en el fondo se que haces lo correcto. María con Elisa también lo comprende.

Volvimos a besarnos y en ese momento me olvidé de mi hijo, del hijo de Raquel. Nuestras lenguas eran cada vez más juguetonas y sus manos se agarraron a mi cuello con una mezcla de fuerza y dulzura. Sus dedos, con manicura perfecta, acariciaban mi cuello. Mientras mi mano tocaba su cuerpo. Ella poco a poco se fue pegando mas a mi y tras unos minutos estaba subida sobre mi regazo dándome la cara en el sofá. Ese día Rocío llevaba un precioso vestido que ocultaba la pequeña barriga que aun le quedaba como recordatorio de su reciente parto. Ya estaba casi recuperando su figura y, aunque no fuera quizás posible estar igual que antes del primer parto, lo cierto es que volvía a tener una gran figura. Mis manos tocaban su cuerpo con dulzura y tras un rato  fui haciendo que su vestido cayera por su cuerpo. Tras un rato ella estaba, sobre mi, en ropa interior. En ese momento Raquel empezó a lentamente desabrochar mi camisa y, una vez que lo hizo, acarició mi pecho. Todo ello sin dejar de besarnos. Tras un rato la separé un poco y la miré a los ojos sonriéndola durante un ratito. Tras mirarnos fijamente volvimos a besarnos con pasión. Esta vez ella centró sus manos en mis vaqueros y me fue bajando los pantalones como pudo pero no fue fácil pues ella estaba sobre mi, besándome. Tras un rato ella se bajó y se arrodilló en el suelo para quitarme mejor el pantalón. Tras quitármelo me bajó lentamente el calzoncillo unos centímetros y llevó su boca a mi polla. Empezó a chuparme el capullo mientras acariciaba con su mano la base de mi pene. Su lengua me hacía cosquillas. Yo no aguantaba más y quería follarla. Tras varios meses sin poder hacerlo la echaba de menos. La hice levantar y bajé sus bragas, nada sexys, para luego hacerla sentar sobre mi. Una vez sentada ella empezó a cabalgarme. Mientras me cabalgaba nos besábamos con pasión. Ella aun estaba bastante dilatada y follábamos pero no se hasta que punto ella estaba disfrutando. Mi polla parecía floja dentro de su cuerpo pero ella parecía estar disfrutando.

–    Córrete amor mio – dijo – Vas a ser el primero tras el embarazo. Hazme tuya. Te quiero amor

–    Va – dije justo antes de correrme

Con el chorro de semen que entró en su interior ella empezó a gemir. Lo hizo algo sonoramente y nuestro hijo despertó. Ambos nos reímos y mientras ella lo atendía yo fui a ducharme. Tras salir de la ducha lo dejó en mis brazos y fue ella a asearse. Al volver pasamos un rato a solas con mi hijo y a eso de las cinco me tuve que ir para volver a la oficina a resolver algún asunto pendiente. Antes de irme Raquel me besó.

–    Gracias – dijo – Ha sido un momento perfecto. Me gustaría pasar más momentos así contigo pero me conformo con pasar alguno.

Yo la sonreí y la besé antes de volver a la oficina. Estuve hasta las siete allí y luego me fui a casa con mi esposa e hija. En ese momento, al llegar a casa, comprendí una cosa: quería a Juan con locura, como quería a Elisa y Marta. Pero Sandra era especial. Era mucho más. Era hija mía e hija de Rocío, la mujer de mi vida. Elisa y Juan eran hijos míos y de mujeres que amaba con locura pero no eran Rocío. Marta era simplemente especial.

El miércoles nos levantamos algo antes de lo normal puesto que la niña lloraba mucho. Tras intentar darla de comer y que no quería y ver que podía pasarla nos dimos cuenta que tenía mucha fiebre, algo más de treinta y ocho y medio. Algo acojonados con la primera fiebre de la pequeña salimos corriendo hacia el hospital. Allí la doctora examinó a la pequeña y nos dio unos medicamentos para que se los diéramos. Nos tranquilizó diciéndonos que no era nada grave y que si le dábamos el paracetamol debería bajarla la fiebre. Por lo demás debíamos asegurarnos que durmiera abrigada, pero no demasiado, y que comiera aunque no le apeteciera con la fiebre. A las once llegué a casa de vuelta con mi hija y esposa y, tras un pequeño rato con ellas, me volví a la oficina. Ese día trabajé todo el día pensando en mi hija y llamé a Rocío unas cuatro veces. María, que estaba curtida en mil batallas, me dijo que no me preocupara. Que era normal y que con la medicación en un par de días estaría normal. El caso es que en cuanto acabé mi trabajo de ese día salí corriendo hacia casa para pasar el resto del día con mi esposa y mi hija. Esta estaba mejor, con la fiebre estabilizada pero se la notaba muy cansada, apenas sonreía. La cogí en mis brazos nada mas llegar y la tuve durante quince minutos pegada a mi. Necesitaba abrazarla. Hacer que supiera que estaba ahí para ella y por ella. Que no dejaría que la pasara nada. Esa noche la niña durmió relativamente bien y yo me calmé bastante.

El jueves en la oficina fue un días más o menos normal. Esa noche Rocío y yo queríamos hacer el amor pero acabamos de nuevo en su agujero trasero. Su coñito aun estaba algo dilatado y, si bien el anal no nos entusiasmaba a ninguno de los dos, era mejor que estar en su coñito.

Tocaba el viernes reunión mensual y estuve jugueteando con Ana un rato en mi oficina antes de ir a la sala de reuniones. Fue algo más subido de tono de lo normal pues rara vez llegaba a meter un par de dedos en su coñito cuando jugábamos. Pero fue culpa suya. Según puse mi mano en su coño sobre la braguita ella apoyó una de sus botas en mi muslo. Vi la bota y tuve que llevar mi mano a su coñito. En la reunión vimos como Marzo supuso un récord en beneficios. Con dos nuevas tiendas y el concesionario aportando números y sin gastos extraordinarios era más o menos normal. Es más, se consiguió el récord sin tener un mes especialmente bueno, ni malo, en casi todas las empresas. Una vez se fue Ana dedicamos un rato a ver la empresa que ahora llevaba Alberto y tras ese rato nos fuimos todos a comer y luego yo con mi esposa a pasar el día con ella y mi hija. Mi hija ya parecía estar mucho mejor que antes y eso me dio muchos ánimos. Aun así ese viernes decidimos no hacer nada especial y estar los tres tranquilos hasta la hora de ir a la cama.

El sábado la niña ya estaba perfectamente. Habíamos quedado en ir a casa de María pero  cambiamos y fueron ellos los que vinieron a casa para que Sandra descansara algo más. María ya tenía la compra lista para hacer la comida y se la trajo toda a casa. A nosotros nos dio un poco de apuro pero ella le quitó hierro al asunto pues en su casa se pondría malo si no lo cocinaba. Elena, María y Rocío prepararon la comida mientras Arturo y yo cuidábamos de mi hija y de las dos pequeñas de ellos. Estuve un rato jugando con mi ahijada Marta y mi hija aunque esta aun no era muy receptiva. Ya estaba más espabilada pero aun no jugaba tanto como nos gustaría. Al menos ya sonreía muy a menudo. Rocío dejó la cocina un rato para dar el pecho a Sandra y, tras dárselo y sacar sus gases, nos pusimos a comer los siete. Mientras comíamos llevamos a la peque a la cuna para que echara un poquito la siesta. Por la tarde los adultos hablamos mientras las peques jugaban juntas en el suelo del salón. Me llamaba la atención que ellas pudieran jugar juntas con los años que se llevaban pero supongo que Elena ya estaba acostumbrada a pasar largos ratos con sus hermanas. A las ocho se fueron y nos quedamos los tres descansando tranquilamente.

El domingo ya si salimos de casa y fuimos con la pequeña a casa de Antonio y Laura para pasar un día de parejitas aunque ahora acompañados de nuestras hijas. Fue un día muy agradable pero pronto, hacia las seis, nos fuimos a casa a descansar pues Sandra parecía cansada y lloraba un poco.

02. Semana del 11 al 17 de Abril

El día once, lunes, teníamos una reunión todos los socios con Alberto y su equipo que estaban ahora al mando de la empresa del padre de María. Antes de esa reunión yo estuve reunido un rato con Alberto que me contó que Raúl y Sofía estaban algo nerviosos por tener que exponer delante nuestro. Una vez ya en la reunión nos contaron de dos empresas que ya habían comentado que no renovarían el contrato con nosotros. Ambos contratos acababan a finales de este año. En el lado positivo teníamos tres nuevas tiendas a las que llevaríamos nuestros productos, una de las empresas que se iban a llevar la conseguimos retener y teníamos otras tres empresas, de cinco a las que habíamos visitado, a punto de firmar contratos. Al parecer la empresa que habíamos conseguido retener fue tras ver que, por primera vez en mucho tiempo, tendríamos nuevas tiendas donde comercializar productos. Vieron que gracias a nuestra empresa de importaciones teníamos contactos que los otros no tenían. Las otras empresas se debieron ir por amistad. Estábamos relativamente contentos con la evolución de la empresa y se lo hicimos saber a todos para que se relajaran. Tocaba cerrar los contratos y conseguir algunos más para compensar la pérdida de empresas que se fueran con nuestros empleados y crecer algo. El objetivo para 2005 lo marcamos en, como mínimo, un aumento de más del diez por ciento de facturación. A ser posible por encima del 20%. Eso significaba intentar pasar de seis millones de facturación. Tras la reunión Marga, Mike, María y yo fuimos a comer con Alberto mientras Raquel volvía a casa con su hijo. Tras la comida estuve trabajando con Marga en las nuevas aperturas de lo que quedaba de año. Ese año queríamos comprar empresas y no íbamos a ser muy agresivos con las aperturas. Tras la reunión con Marga estuve viendo unos números de alguna empresa y me fui a casa a las siete para estar con mi esposa e hija durante un rato. Eran los mejores momentos del día.

Nada verdaderamente relevante ocurrió el martes. Un día de trabajo de lo más normal. Comí con Oscar, el director de nuestra empresa de diseño y programación, y tras currar un poco por la tarde me fui a casa a pasar la tarde y noche con mi esposa y mi hija. Sandra ese día estaba especialmente despierta y para mi estar con ella fue sensacional. Jugar con ella, besarla, verla sonreír. Siempre había disfrutado mucho con los hijos de mis amigos y pensé que sería parecido pero ni se le acercaba. Estar con mi hija solo se parecía, aunque remotamente, a ciertos momentos con Marta o Elisa. Cuando tienes a tu hija en brazos sientes cosas que no sientes con otros niños aunque sean cercanos a ti.

El miércoles desayuné con mi padre, con mi nuevo padre, y luego fuimos a su despacho para hablar de una nueva linea de negocio que quería lanzar. La empresa de mi padre llevaba importación de marcas de ropa casual tanto para jóvenes como para adultos pero ahora tenían la posibilidad de representar una empresa de trajes para hombre y mujer, italiana, y quería ver mi opinión. No era nuestra especialidad y muchas de las tiendas que nos compraban no vendían ese tipo de producto. Tras un rato charlando decidimos que la representaríamos pero que eso significaba que deberíamos conseguir más empresas del mismo ramo. Llegué a la oficina justo para comer y ese día lo hice con Marga y María. Luego me puse a trabajar y sin darme cuenta se me echaron encima las siete y media. Con la oficina ya vacía oí alguien fuera y que se abría mi puerta. Apareció Ana con una sonrisa de oreja a oreja, se acercó a mi, y me dio un beso en la boca. Llevaba un vestido azul marino claro con el escote muy recatado y una cinta decorativa del mismo color y misma tele que, de ninguna manera, podía hacer las veces de cinturón. En su pies unas botas de gamuza de un color muy similar al vestido y sin tacón. Las botas eran de esas que no son mosqueteras pero casi, que llegan justo hasta la parte superior de la rodilla. Ella me cogió de la mano y me llevó a mi pequeña mesa de reuniones. Se sentó junto a mi y me estuvo contando que estábamos cerca de pasar de los quince millones de euros en caja.

–    Yo no soy socia – dijo Ana – Pero esto es un problema. Nos van a comer los impuestos. U os lo repartís la pasta o gastáis un buen trozo. Porque lo que si que soy es la directora financiera de esta empresa y la optimización fiscal si me incumbe.

–    La verdad es que es una pasada – dije –Queremos comprar algo pero no queremos gastar dinero a lo loco en una empresa y pagar más de lo que la empresa vale solo por gastar.

–    Bueno – dijo – Simplemente tomároslo en serio.

–    Vale – dije

–    Y tras este tema – dijo – Vamos a tratar este otro

Y con lentitud fue acercando su mano a mi polla, hasta acariciarla por encima de mi pantalón. Todo ello mirándome y sonriéndome. Con su carita que, si bien no tenía la dulzura de María o Rocío, si tenía una interesante mezcla entre dulzura y pasión. Y en sus ojos podía ver eso que algunos llaman amor, otros aprecio y otros ni siquiera ven. Giré mi silla para estar frente a ella y tras acariciar un poco su pecho por encima del vestido llevé mi boca al borde de su pecho y  lo besé. Era una parte muy exterior de este pues el escote no era muy grande pero mi mano ya si cogía una parte más importante de su pecho. Ella echaba la cabeza hacia atrás mientras yo la besaba el pecho. Moviendo al lado los tirantes de su vestido conseguí liberar sus pechos, raro en ella pero no llevaba sujetador, y llevé mi boca a sus pechos para chuparlos y besarlos. Mientras mi boca tomaba buena cuenta de sus senos ella agarraba mi pelo y lo acariciaba con sus manos. Mi boca alternaba entre una teta y otra y mi lengua jugueteaba con sus pezones. Tras un rato mis manos fueron bajando y, sin dejar de jugar con mi boca en sus pezones, estuve acariciando sus piernas. Desde el final de sus botas hasta casi su entrepierna. Ella mientras no dejaba de acariciar mi cabello. Tras un rato me separé y la llevé de la mano a mi mesa donde, tras apartar el portátil, la hice apoyarse en el borde. Una vez estuvo apoyada me agaché un poco y metí mi mano en su vestido para bajar sus braguitas lentamente. Una vez sin ellas ella se recostó en la mesa y abrió bien sus piernas. Yo me senté en una silla y llevé mi boca a su coñito para empezar a comérselo. Jugueteaba con su coñito y mi lengua sacando de ella maravillosos gemidos que hacían que yo me excitara más y aumentara mi movimiento de lengua. Tras un rato me ayudé de mi mano para darla aun más placer.

–    Te quiero – dijo

Yo separé mi boca y la sonreí sin dejar de jugar con mi mano en su coño.

–    Es tu coñito el que habla – dije – No es amor, es sexo

–    ¡Tu que sabrás! - dijo – Es amor. Te quiero con locura. Aunque no te guste oírlo

–    Me encanta oírlo – dije – Yo no creo quererte como tu dices pero desde luego eres especial para mi.

Tras decir eso ella gimió y apoyando la planta de su bota en mi pecho me apartó. Rápidamente se bajó de la mesa y me sentó en una silla para inmediatamente arrodillarse en el suelo y sacar mi polla para mamármela. Con maestría me la empezó a chupar alternando lametazos por todo el todo el tronco con penetraciones totales de la polla en mi boca. Tras un buen rato de mamada la hice ponerse en pie y la apoyé en mi mesa de nuevo haciendo que recostara todo su cuerpo dejando el coñito en el borde de esta. Lentamente acerqué mi polla a su coño y poco a poco fui penetrándola. Ella gemía con intensidad con cada una de mis penetraciones. Sus tetas se movían de un lado a otro y ella a ratos se acariciaba sus pezones.

–    Sigue amor – dijo - ¡Fóllame! ¡Hazme tuya!

Yo no necesitaba esos ánimos pero los tome como buenos y cada vez la di con más fuerza incrementando sus gemidos. Tras un rato así la penetré del todo y me eché sobre ella para besarla. Mientras nuestras lenguas jugaban la agarré fuerte y cargando con ella hice que se incorporara, totalmente penetrada por mi, y la llevé hasta una de mis sillas donde me senté e hice que me cabalgara. Estuvo cabalgándome cerca de cinco minutos hasta que noté como se corría. Sus gemidos fueron cada vez mayores y las contracciones de su coñito sobre mi polla hicieron que me corriera en su interior salvajemente. Nos besamos un rato y nos dijimos dulzuras. Tras un rato ella se levantó y cogió su tanguita para irse. Antes de llegar a la puerta se dio la vuelta.

–    Piensa en lo de la pasta – dije

–    Tranquila – dije

Tras un rato mas currando me fui a casa con mi esposa e hija.

El jueves trabajé intensivamente pues al día siguiente no pensaba pasar mucho tiempo en la oficina ya que era el cumpleaños de Rocío. Entre otras cosas hablé con todos mis socios de lo que Ana me había comentado. Llegué a casa a las ocho y media, cansado, y con ganas de pasar la noche tranquilamente con mi esposa e hija.

El viernes era el cumpleaños de mi esposa. Ese día solo fui a la oficina de ocho a once. A esa hora me fui a la que ya era mi joyería de cabecera para recoger parte de su regalo de cumpleaños. Se trataba de una pulsera de oro blanco que me costó algo más de tres mil euros. El resto del regalo era un marco elegante con una foto de su hija que conseguí hacer un día en casa, a hurtadillas, con la ayuda de Pablo. Así podría tener a su hija con ella cuando volviera al trabajo. Poco después de las doce estaba ya en casa y Rocío, que pensaba que iba a trabajar normalmente, se sorprendió.

–    Es tu cumple amor – dije – Hoy toca estar contigo.

–    Gracias cariño – dijo sonriendo – Aunque ya el estar con mi hija es un regalo precioso. Espero que no te moleste que lo diga.

–    No me molesta y lo entiendo – dije – Toma tu regalo

Y la di el estuche de la joyería. Se probó la pulsera y le quedaba perfecta.

–    Gracias amor – dijo – Es preciosa. Pero tienes que dejar de gastarte tanto en joyas.

–    No te preocupes – dije – Sabes que nunca compro lo más caro.

Ella sonrió y me beso. Tras un buen rato decidí darla su segundo regalo.

–    ¿Otro? - dijo – Me estás malcriando. No deberías haberme comprado otra cosa

Se puso a abrirlo y cuando lo abrió su cara cambio. Una sonrisa se dibujó en ella y se lanzó sobre mi para besarme con pasión.

–    Porque tengo que darle el pecho a Sandra en un cuarto de hora que si no te iba a … a hacer que me dieras otro niño.

Yo me eché a reír por su forma de expresarlo.

–    No puede ser cariño – dije – Te faltaría una habitación. Recuerda que según tu en esta casa solo tenemos sitio para la peque.

Ella me miró con una cara entre la risa y el reproche. Tras lo cual me volvió a besar.

–    Te quiero – dijo

–    Y yo a ti

Cuando terminó de darle el pecho a la niña eran algo más de las dos y media y sonó el telefonillo. Era Diana que venía a cuidar a la peque mientras yo me llevaba a Rocío a comer a un italiano muy romántico que no estaba muy lejos de nuestra casa. Rocío que no estaba vestida se emocionó y lo hizo a toda prisa. A ambos nos costaba despedirnos de nuestra hija pero también nos apetecía pasar un rato en pareja. Sería el primer momento que pasaríamos juntos, a solas, desde el nacimiento de la pequeña. Apenas fueron un par de horas pero de verdad las disfrutamos. Cuando al filo de las cinco llegamos a casa, tras comer y dar una pequeña vuelta, estaban Pablo y madre con Diana y la niña.  Pasamos la tarde con ellos y con mi padre, que se unió un poco más tarde, celebrando el cumpleaños de Rocío de manera informal pues con todos ya lo celebraríamos más adelante. Con Diana y Pablo dos veces. Cuando se fueron todos, hacia las diez y media, Rocío y yo esperamos, tranquilos y charlando, a la llegada de la última toma de Sandra. Tras darla el pecho por última vez ese día nos fuimos a la cama.

El sábado yo fui a comprar a Mallorca los aperitivos para el cumpleaños de Rocío que íbamos a celebrar ese día con los padres de Rocío. Cuando volví estos ya habían llegado y, poco después, llegaron su hermano y familia y su hermana y Pablo. Hice dos paletilllas de cordero para comer y disfrutamos bastante con todos. Hubiéramos ido a celebrar el cumpleaños de Rocío a Cuenca pero no queríamos meter a la niña otro viaje tan largo tras haber estado allí hacía no mucho en Semana Santa. Tras la comida le regalaron a Rocío mucha ropa, aunque alguna aun no la entraría pues aun no estaba en su figura tras el embarazo, y estuvimos charlando en el sofá. Yo ese día dejé a los abuelos que jugaran con la peque pues ellos la veían poco al vivir en Cuenca. Mi madre siempre podía acercarse, y lo hacía, a estar una mañana con Rocío y su nieta. El pequeño Jorge, que tenía dos años recién cumplidos, intentaba jugar con Sandra pero no estaba acostumbrado a una niña tan peque que apenas podía coger cosas. Tenía el instinto de agarrar y si algo se lo ponías en las manos lo cogía pero poco más. La charla con ellos, de todo tipo de temas aunque tocando mucho el mundo de los negocios y la economía al trabajar todos en ello, fue bastante agradable. A las once se fueron y Rocío y yo recogimos un poco antes de la hora de dar el pecho a Sandra. Mientras Rocío la daba el pecho yo preparaba un biberón que solo con el pecho no tenía suficiente.

El domingo fue la comida con nuestros amigos. Los primeros en llegar fueron María y los suyos. Tan pronto que aun me pillaron recogiendo un poco la cocina tras la noche anterior. Tenía asistenta desde que me fui de casa de mis padres y en esta ellos tenían dos internas. Pero eso no significaba que no pudiera limpiar la cocina un domingo cuando la necesitaba limpia para cocinar para un regimiento y había tenido fiesta el día anterior. Arturo estuvo ayudándome y,tras un rato, nos fuimos con Marta y Elisa a por los aperitivos que había encargado a Mallorca. De comida preparamos carne en la barbacoa de la terraza pues ese día no llovió y, al sol, se estaba bastante bien. Aun así la comida sería entre la terraza y el salón pues tampoco es que la temperatura fuera, unos dieciocho grados de máxima, para estar todo el rato fuera. Cuando volvimos Arturo y yo estaban ya en casa Antonio y Laura y Mike y Marga con sus hijos. Pronto llegaron Mónica y Teresa con sus parejas y algo antes de la una Raquel y José Carlos con sus dos hijo. Los últimos en llegar fueron Pablo y Diana y Alberto y Celia que llegaron poco después de la una y media. Por separado pero casi a la vez. A las dos empezamos con el aperitivo y un rato después me fui fuera con Antonio, Pablo y Arturo a prender el fuego de la barbacoa. La comida, los postres, los cafés, los regalos a Rocío, todo se me pasó volando en un día sensacional. Se fueron todos algo pronto, hacia las siete, pues al día siguiente tocaba cole y trabajo. Recogí algo la casa, aunque no la dejé impoluta pues al día siguiente iba Teresa a limpiar, y me fui al salón a pasar un rato de relax con mi esposa y con mi hija. Poco después de las once yo me fui a la cama mientras Rocío veía un poco la tele antes de dar la última toma a Sandra.

03. Semana del 18 al 24 de Abril

El lunes fue un día de trabajo normalito. Sin nada especial. A las cinco me fui a casa a recoger a mi hija y esposa y nos fuimos a cenar en casa de mis padres. Esa noche dormiríamos allí y mi esposa e hija pasarían el día siguiente con mi madre en la casa de ellos. Cuando llegué a las siete a por ellas ya tenían todo listo y no tardamos más de un cuarto de hora en salir hacia casa de mis padres. Todo un récord en la logística de la peque. Mis padres querían celebrar el cumpleaños de Rocío y, ya de paso, pasar algo de tiempo con Sandra. También nos querían ver a nosotros pero no podíamos competir con la pequeña. Tras la cena le dieron a Rocío su regalo que era, como en las últimas ocasiones, un cuadro. Mi madre, tras pasar mucho tiempo hablando de ello con Rocío, sabía perfectamente los gustos en cuanto a arte de mi esposa. Mucho mejor que yo desde luego. A las doce nos fuimos todos a la cama mientras Rocío daba el último pecho a la pequeña en la habitación.

El martes Rocío tenía reunión del consejo asesor y, a pesar de que la dijeron que no era necesario que fuera, ella quería ir. Yo salí de la oficina a las cuatro y media y fui a casa de mis padres a recogerla a ella y a mi hija. A las seis menos cuarto estábamos en la oficina y yo me fui a casa con la pequeña. Estuve algo más de dos horas en casa con la peque, hasta que llegó Rocío hacia las nueve, y ese momento lo disfruté mucho. Se había echado una buena siesta y no tenía mucho sueño. La abrazaba y jugaba con ella. Y ella empezaba a responder. Cuando llegó Rocío dimos una toma a Sandra, cenamos, vimos un poco la tele y luego yo me fui a la cama mientras Rocío esperaba a la última toma de la peque.

El miércoles pasé casi todo el día en el concesionario viendo números y estrategia con Cristina a la vez que tonteábamos mucho en su despacho. Mi mano izquierda rara vez se despegó de su entrepierna mientras mirábamos números y mi dedo la penetraba poco a poco haciendo que a ratos perdiera la concentración. Ella contraatacaba acariciando mi polla por encima del pantalón. A la hora de comer mantuvimos las apariencias mientras se unía el jefe de talleres que ahora era su segundo de abordo. Trabajamos un rato más tras comer, hasta las cuatro y media o así, y al irnos me besó con pasión.

–    Tengo ganas de volver a hacerlo contigo – dijo

–    Tranquila que lo del otro día no fue cosa de un día. Solo te pido paciencia – dijo

–    Me pides paciencia pero a la vez me haces un dedo durante dos horas – dijo sonriendo

Yo eché una pequeña risita y la besé dándola un piquito antes de irme. Pasé un momento por la oficina a ver como había ido todo y a que mi secretaria me contara quien había llamado. Tras un rato hablando con María sobre la planificación de las vacaciones me fui para casa donde pasé la noche con Rocío y mi hija. A las diez nos fuimos a la cama y Rocío y yo acabamos echando, tras un buen rato de tonteo, un buen polvo anal. Cada vez me disgustaba menos. Y disgustar no es la palabra. No es que lo odiara, simplemente prefería el agujero vecino pero cada vez me gustaba más el anal. O me iba acostumbrando.

El jueves me metí con María a ver las vacaciones de los socios en verano. Pero antes fui a ver a Raquel.

–    Vamos María y yo a preparar las vacaciones de verano – dije

–    ¿Y? - dijo Raquel

–    ¿Quieres estar?

Raquel me miró medio cabreada

–    A veces eres gilipollas – dijo – Lo del año pasado fue por mi madre. Lo de las vacaciones fue una escusa que mi mente se buscó para... no se muy bien para que.

–    Lo siento – dije

Raquel suavizó un poco la mirada y movió la cabeza de lado a lado.

–    Se que lo has dicho con buena intención – dijo antes de salir de su mesa y abrazarme

–    Sabes que te quiero – dije

–    Y yo a ti cariño – dijo – Todas te queremos. María, tu esposa y yo desde luego. Y seguro que otras muchas también. Haz lo mejor para la empresa

Un poco más tranquilo tras pensar que la había cagado me fui al despacho de María y preparamos el calendario que sería aprobado en la próxima reunión mensual. A pesar de lo que dijo Raquel me aseguré de que una semana coincidiéramos en las vacaciones. Terminamos a las dos y María me invitó a comer en su casa. Sabiendo lo que significaba acepté sin dudarlo. Al llegar a su casa ni disimulamos. Una vez cruzamos el marco de su puerta empezamos a besarnos con pasión. María vestía ese día una falda bastante elegante solo unos centímetros por encima de la rodilla y una blusa de color hueso. Eran poco más de las dos y media y no teníamos mucho tiempo. No me ande con rodeos y tras besarla con pasión hice que se subiera sobre mi. Empecé a bajar mi pantalón pero pronto fue ella la que me ayudo a hacerlo y yo llevé mi mano a su entrepierna para apartar su braguita y empezar a hacerla un dedo. Una vez con mi polla fuera de mi pantalón ella la llevó a su rajita y la frotó contra ella.

–    Umm – dijo – Hoy no tenemos tiempo para romanticismos, ¿verdad?

–    Verdad – dije

Y tras decirlo me miró a los ojos, me besó y se dejó caer sobre mi polla introduciéndola toda en su coñito. Mientras nos besábamos ella se movía sobre mi. A ratos arriba y abajo y en otros momentos circularmente. Estos momentos circulares estando empalada por mi polla eran los que a mi más placer me daban y a ratos debía dejar de besarla para poder gemir un poco. Ella empezó a acompañar mis gemidos y pronto acabamos corriéndonos a la vez. Miré el reloj y apenas habían pasado unos quince minutos desde que llegamos a su casa. Aun así, siendo las tres menos cuarto pasadas, no nos sobraba el tiempo. Nos duchamos uno a uno y nos vestimos. A las tres y cuarto ya estábamos comiendo una ensalada en su cocina. Solo un cuarto de hora después llego Mariely. Estuvimos un rato hablando con ella y nos volvimos a la oficina. Yo trabajé solo un rato y pronto me fui a casa con Rocío y mi hija a descansar.

Nos tocaba el viernes estar con Alberto y la empresa que el dirigía para ver los avances en las últimas dos semanas. Alberto nos estuvo mostrando las empresas que ya había firmado con la ayuda de Sofía y las nuevas tiendas que había incorporado Raúl a nuestro catalogo. Algunas que ya compraban a la empresa que dirigía Mike y otras nuevas. Alberto le pasó a Mike una lista de tiendas que podían interesarle. Algunas no le interesarían pues solo vendían productos españoles. Estuvimos viendo que podíamos hacer todos por Alberto. El estaba lanzado y dijo que su predicción era crecer un 50% en facturación con respecto al año anterior pero que necesitaría nuestra ayuda y más personal. Todo ello algo menos de dos semanas después de plantear un aumento de entre el 10% y el 20%

–    Tu pídeme lo que necesitas y yo te lo busco – dijo María – Con lo que nos presentas yo estoy a tu disposición para lo que necesites.

–    Gracias – dijo Alberto – Pero con Sofía y Raúl hemos visto que necesitaremos unos cinco o seis empleados más hasta final de año. Necesitaré que los busques tu pero tampoco estamos hablando de necesitarte a tiempo completo dos meses.

María se echó a reír.

–    Bueno – dijo María – Lo que tu necesites

Yo les miraba y les estudiaba. Me gustaba ver el buen rollo entre nuestros trabajadores. Todos terminamos por ofrecer nuestra ayuda y decidimos mantener una reunión sobre esa empresa al menos una vez cada tres meses durante ese año. Tras la reunión nos fuimos a comer todos juntos. Me fui a casa tras comer y pasé una tarde muy tranquila con mi esposa e hija.

El sábado habíamos quedado con Raquel para ir a casa de ellos a comer. Rocío y Raquel cuidaban de sus bebés mientras José Carlos y yo hacíamos la comida con la ayuda de Susana. La pequeña no es que pudiera ayudar mucho pero la manteníamos entretenida mientras las dos amigas hablaban en el salón. Tras dar de comer a los dos bebés pasamos a comer los mayores y Susana. Hacía un día maravilloso en Madrid ese sábado y decidimos salir a dar una vuelta por Arturo Soria paseando. Bastante agradable, la verdad. Cenamos con ellos pronto, una merienda cena, y a las ocho y media nos fuimos para casa. Esa noche en casa con mi esposa nos fuimos pronto a la cama para poder hacer el amor antes de la última toma.

El domingo fuimos a casa de mis suegros en Madrid, donde ahora vivían solos Diana y Pablo, para celebrar el cumpleaños de Pablo. Estaba también mi cuñado y su familia, Antonio, Laura y la peque, un par de amigos de la infancia de Pablo a los que conocía pero no éramos íntimos y una amiga de Diana de Cuenca, que vivía en Madrid, con su novio. A esta la conocía poco pues no iba mucho por Cuenca y la había visto solo en un par de ocasiones. Ramón estaba invitado pero no vino desde Bruselas. La comida estuvo bastante bien y con solo tres niños para tantas parejas dio para una buena conversación de adultos. Algo que en mi grupo de amigos era más difícil pues casi todos teníamos hijos y algunos varios. Rocío y yo nos fuimos a las ocho y ya en casa descansamos y cenamos un poco. Yo me fui pronto a la cama mientras Rocío esperaba a dar la última toma.

04. Semana del 25 de Abril al 2 de Mayo

El lunes por la mañana estuve con María mirando números de sueldos y otros beneficios laborales. Más por información que por querer cambiar algo. Ese era el día del cumpleaños de Pablo y me fui a comer con el y Antonio a pesar de haberlo celebrado el día antes. Ahora que estaba en Madrid casi comía menos con el que cuando estaba en Barcelona. Por la tarde estuve currando con Marga en las nuevas aperturas programadas y revisando los números de las tiendas abiertas en los últimos seis meses. La última tienda iba un poco peor de lo previsto, en la franja más pesimista de nuestras proyecciones, pero las otras aperturas iban muy bien. A las seis se fue Marga y yo me puse a revisar correos y hacer un par de llamadas. Tras ellas me fui a casa a pasar la tarde con mi esposa. Llegué a casa hacia las siete de la tarde. Cuando llegué Rocío parecía cansada y me dijo que la peque acababa de dormirse pero que hasta ahora no había dormido en todo el día pues estaba un poco resfriada. Me apetecía entrar en la habitación y besarla pero lo lógico era no hacerlo y esperar a que despertara. Así pase toda la tarde y noche con mi esposa hasta que la peque lloró hacia las diez y media de la noche. Probablemente muerta de hambre pues, si bien quedaba aun algo más de una hora para su siguiente toma, se había saltado una de las comidas mientras dormía. Rocío la dio de comer y yo me fui a la cama antes de lo normal pues al día siguiente tenía un día duro.

A las seis del martes me levanté para ir a Barcelona. Me fui corriendo al aeropuerto y tras coger sitio en uno de los primeros puentes aéreos en business me fui a la sala business para tomar un primer café y un croissant. Poco antes de las nueve ya estaba en el aeropuerto de Barcelona. Lo primero que hice fue ir a la oficina donde me reuní para desayunar, por segunda vez ese día, con el director y la subdirectora de nuestra oficina de Barcelona. Me estuvieron contando como iba todo y me hicieron una petición de un par de trabajadores que les comenté debían negociar con María. Tras el desayuno me hice un sitio en la oficina y encendí mi portátil para trabajar un rato antes de la hora de comer. Tenía libre el día hasta esa hora y me puse a currar allí con el resto de los trabajadores que parecían algo tensos conmigo ahí trabajando. Noté que no estaban a gusto y decidí irme una horita antes para dar una vuelta por el centro de Barcelona, comprar un regalo para mi hija, y luego ya ir a la comida que tenía con un cliente de la empresa de importaciones. Era una comida casi de amigos pues fueron nuestros primeros clientes en Barcelona y, aunque hablamos algo de trabajo, de lo que más hablamos fue de nuestra vida. Tras la comida y el café me fui a un salón de actos céntrico para asistir a una mesa redonda en la que era ponente. La mesa empezó a las seis y acabó a las siete y media tras unas preguntas del público. A esa hora empezó un cóctel que yo disfruté hasta las ocho y cuarto cuando me despedí para llegar a coger el avión de vuelta a Madrid a las nueve y media. Al llevar asiento de business pude entrar en ese vuelo y aterrizar en Madrid poco después de las diez y media llegando, así, a tiempo para estar con mi esposa y mi hija un ratito justo antes de la última toma de esta. Menos de lo que me hubiera gustado pero no estuvo mal.

El miércoles tras una mañana de trabajo normalita me fui a comer con Marga, Mike y Belén. Quería que vinieran también María y Alberto pero tenían otras reuniones y no les daba tiempo. Con Raquel preferimos que se fuera con su hijo pues era una comida con reunión más bien rutinaria. En la comida estuvimos charlando un poco sobre nuestras vidas privadas. Mike y Marga estaban buscando casa con Belén desde hace un año o así y ya tenían que decidir entre solo dos, yo tenía a la niña como novedad y Belén tenía a su marido en Brasil durante más de medio año. Desde luego temas de conversación no nos faltaban. Ya en los cafés empezamos a hablar algo de negocios y nos estuvo contando como iba todo con la empresa que compartíamos y de la que ya éramos socios mayoritarios. Tras los cafés volvimos a la oficina y Mike volvió a su puesto mientras Marga y yo nos reunimos con ella para seguir tratando la estrategia de lo que quedaba de 2005 y 2006. Decidimos centrarnos en el negocio residencial y de oficinas dejando de lado el negocio industrial que el marido de Belén había empezado hacía dos años y no daba los resultados adecuados. La persona que llevaba ese departamento comercialmente pasaría al departamento de oficinas y así tendríamos cuatro personas en residencial, incluyendo a Belén que lo compaginaba con la dirección de la empresa, y tres en oficinas. Decidimos donde enfocar nuestro esfuerzo de marketing con resultados de años anteriores y dimos, a eso de las cinco, por finalizada la reunión. Cuando se fue Belén me quedé hablando con Marga sobre la reunión para estar en la misma página. Ella se fue a su despacho para preparar un resumen de la reunión y mandárselo a los demás socios. Mientras yo me reuní con mi secretaria para ver el planning del mes de mayo pues me dijo que ya lo tenía lleno y que iba a ser intenso. A las seis y media terminamos de verlo y me fui a casa con mi esposa e hija. Esos momentos con ellas eran lo mejor del día. Cansado esa noche me fui pronto a la cama.

El jueves tras un día normal de trabajo me fui a casa a pasarlo con mi esposa. Era el aniversario de nuestra primera cena y para mi era un día especial aunque ahora el aniversario era el de nuestra boda. No quería salir a cenar con Rocío. Mejor dicho, si quería pero prefería pasar también un rato con mi hija y por ello sorprendí a Rocío con unos pasteles y unas rosas y cené con ella mientras tenía a mi hija en el regazo. Un momento ideal. Esa noche Rocío y yo hicimos el amor tras quedar nuestra hija dormida.

El viernes pronto, tras tres horas en la oficina, volví a casa y, tras recoger a mi esposa e hija, nos fuimos camino a Cuenca para pasar el puente pues hasta el miércoles no se volvía a trabajar en Madrid. Tras llegar y pasar la tarde con los padres de Rocío fueron llegando Diana y Pablo y el hermano de Rocío con su esposa. El resto del día fue muy tranquilo.

El sábado salimos a dar una vuelta y luego, por la tarde, recibimos la visita de Mónica y Teresa, que venían con sus parejas, ambos trabajadores míos, para ver a la pequeña y a su amiga. Fue una tarde agradable pero pronto se fueron.

El domingo fue otro día tranquilo. Incluso más que el sábado. La niña, tras dar una vuelta por la mañana, parecía cansada y nos quedamos por la tarde en casa de los padres mientras el resto de la familia de Rocío se fue a dar una vuelta. Nos fuimos los dos a la habitación mientras la peque echaba la siesta y la abracé por atrás. Rocío llevaba una falda cortita con un polo sin mangas de Ralph Lauren de color verde claro, como el de los chicles de manzana ácida. Por encima llevaba una chaquetilla gris y calzaba zapatillas de andar por casa. La hice girar la cabeza para besarla y rápidamente fue ella la que se giró para besarme bien besado de frente. Mientras nos besábamos iba desabrochando mi pantalón y sin romper este me encontré con el pantalón por el suelo. Rocío se arrodilló y saco la polla de mis calzoncillos boxer y se la llevó a la boca. Sin parar un segundo se la metió en la boca y empezó a mamármela y pajearme a la vez con absoluta devoción. Yo tarde una fracción de un microsegundo en empezar a gemir aunque intenté no ser muy escandaloso pues la peque dormía en su cuna. Metía la punta de mi polla en su boca, no metía mas del capullo, y con la mano me pajeaba el resto de la extensión de esta. Cuando se la sacó del todo me pajeó un poco la polla y volvió a metérsela en esta. Yo la agarré de la cabeza para que se metiera un poco mas de mi polla en la boca y aguantó un poco pero luego se la sacó y se dedicó a chuparla con la lengua, darla besitos y chuparme los huevos. Estaba volviéndome loco con la mamada y no sabía si iba a poder aguantar. Aun no hacíamos el amor con tanta frecuencia como era normal en nosotros, en parte por la niña, y estaba muy excitado. A los pocos minutos, sin dejar de mamármela exploté en su boca. Ella tragó todo como si fuera un verdadero manjar y me sonrió. Se levantó y me beso notando en su boca el sabor de mi propio semen. Sabía que no me gustaba mucho pero lo hacía para hacerme rabiar. Besé su cuello, apartando su cabello, mientras ella masajeaba mi polla para conseguir un segundo round. Yo la quité primero la chaqueta y luego el polo seguido de sujetador amarillo que llevaba. La besé en la boca, para desconcertarla, y llevé mi mano a su falda. De un pequeño tirón hice que esta bajara ya que tenía un elástico que la sujetaba. Ella sonrió y quedó ante mi en su tanguita amarillo, a juego con el sujetador que ya estaba por el suelo. Se puso a cuatro patas, en el borde de la cama y yo la bajé el tanga dejándola en bolas. En ese momento ella esperaría que me la iba a follar pero me tumbé en el suelo apoyando la cabeza en el colchón y llevé su coño a mi boca. Lo mamé, con locura. Mi lengua luchaba por entrar en su vagina cuando mis labios no besaban sus labios inferiores. Dedique unos buenos quince minutos a la mamada intentando que esta fuera lo mas variada posible y ella, por fin se corrió, con su boca enterrada en la almohada para ahogar los gemidos. Sin dejarla moverse de esa posición, froté mi pene, que ya volvía a tener algo de fuerza, sobre su coño. Este movimiento hizo que mi polla se terminara de levantar y encontrara lo necesario para follarla. Con mi mano derecha apunté a su coño y la perforé. Ella empezó a gemir a medida que mi penetración escalaba en intensidad aunque no se oía mucho pues seguía con la almohada en la boca. Se notaba que la estaba gustando. Giraba a ratos su cabeza hacia atrás y podía ver su rostro desencajado. El mio no creo que fuera mucho mejor pues yo era el que estaba haciendo todo el esfuerzo en esos momentos. Sin dejarla cambiar de posición y tras unos diez minutos de continuo martilleo me corrí, sin avisar en su interior. Por suerte ella también estaba a puntito, algo que sus movimientos me indicaban, y con uno de mis chorros llegó al clímax. Me tumbé al lado de ella en la cama y se pegó a mi. Nos miramos, nos besamos y nos sonreímos. Tras un rato de relax me fui a la ducha y cuando salí fue Rocío la que entró. Al salir Rocío estaba yo tumbado en la cama de nuestra habitación en casa de sus padres mirando a mi hija dormir. Ella me besó y me cogió de la mano para bajar al salón con el receptor por si lloraba. Pasé un buen rato de intimidad con mi mujer que poco más tarde de una hora después fue roto por las visitas, lógicas por otra parte, para ver a la niña. No se quedaron mucho y a las once y media estaba en la cama con mi esposa y mi hija en la cuna junto a nosotros.

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