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Mi historia (50: Febrero 2005)

en Grandes Series

01. Semana del 3 al 9 de Febrero

El primer lunes tras el nacimiento de mi hija el martes anterior tuve que madrugar para hacer todo el papeleo de esta. Darla de alta en el registro y otras muchas cosas. Para un hombre como yo, acostumbrado a que me lo hagan todo, tener que hacerlo en persona era un poco pesado. Así llamé a mi secretaria para que me acompañara ese día. Al verla por la mañana noté en su cara que estaba feliz por verme y me felicitó por el embarazo.

–    Me dio vergüenza ir a veros al hospital – dijo – Pero me alegro mucho

–    ¿Tras todo este tiempo trabajando conmigo te da vergüenza? Son ya más de dos años Pilar

–    No se – dijo – Es que seguro que había mucho lío.

Yo me reí con ella y hablamos sobre ella y su novio, que planeaban casarse cuando el acabara la carrera, y sobre lo ocurrido la semana anterior en el trabajo. Tras terminar todo el papeleo ella se volvía a la oficina pero la dije que se pasara por casa para ver a la pequeña. Rocío se mostró muy amable con ella y creo aque eso la reconfortó. Cuando se fue y preparaba la comida para Rocío y para mi la conté que había tenido vergüenza y Rocío se moría de risa. Por la tarde vino Manuela con nosotros a pasar un rato y antes de las ocho se volvió a casa. Ese día no recibimos mas visitas. Seguimos cuidando a nuestra hija con amor y un poco de respeto. Aun teníamos algo de temor esos primeros días, por que no admitirlo. Era tan frágil.

A las once de la mañana vinieron Alberto, Marga, Mike y María para ver que oferta presentarle a Gerardo por su concesionario. Era una reunión que debíamos haber tenido el martes anterior pero justo ese día tuvimos a Sandra. Entramos en mi despacho de casa y charlamos. Cada uno tenía su idea. La más generosa, de Alberto, eran cinco años de beneficios, unos tres millones trescientos mil euros, y la mas conservadora era de María en tres años de beneficios, unos dos millones de euros. Alberto argumentaba que era un negocio bastante seguro puesto que en crisis bajaba la venta pero solía aumentar el taller, puesto que la gente compraba menos coches, y era la parte mas rentable. María por su parte decía que era un negocio sin mucho margen y que las cadenas de talleres empezaban a conseguir mas clientes para reparaciones pequeñas como cambio de neumáticos. Yo aluciné con el control de María pero siempre fue muy buena investigando. Marga y yo habíamos cifrado en cuatro años que eran dos millones seiscientos mil euros y Mike había pensado dos millones y medio. Al final nos gustó la cifra de Mike por ser intermedia entre la de María y Alberto, cercana a la nuestra y, además, redonda. Quedamos en que yo haría la oferta. Una vez salimos todos dejaron la seriedad y fueron a ver a la niña con Marga y María charlando con Rocío que estaba encantada de tenerlas allí. A la hora de comer se fueron y yo hice la comida para nosotros dos. Esa tarde nos visitaron Pablo y Diana que me ayudaron con la cena y pronto nos fuimos a la cama. Despertándonos cada tres horas con casi  una de pecho solo dormíamos en trozos de dos horas y nos gustaba ir mucho a la cama.

El miércoles se cumplían cuatro años de la muerte de mis padres y Lucía. Cuatro años en los que aquellos que iban a ser mis suegros eran ahora mis padres y los abuelos de mi recién nacida hija. El día lo pasé tranquilamente en casa, descansando con mi esposa y cuidando a mi pequeña Sandra. Solo pasó a media mañana Diana un ratito para ver a su sobrina entre dos reuniones que tenía. Por la noche Rocío y yo hubiéramos ido a casa de mis padres a cenar pero con la niña cambiamos la costumbre y fueron ellos los que vinieron a nuestra casa. Yo cociné un besugo a la sal y hablamos de mis padres y Lucía pero ese año sobre todo de la niña. Mis padres pensaban que era lo que necesitábamos para poder pasar hoja definitivamente. Rocío se sentía bien con mis padres y ellos la querían. Manuela me lo dijo muchas veces y yo en Manuela confiaba enteramente. A las once se fueron y nosotros aguantamos a que acabara, casi a la una, la toma de las doce la noche para irnos a dormir.

El jueves desde casa y entre toma y toma, mientras la niña descansaba, me metí un rato en mi despacho y llamé a Gerardo. Estuve hablando un rato con el sobre mi niña pero pronto entramos en materia. Le comenté un poco por encima la oferta que le íbamos a hacer y le dije que todos los detalles se los mandaríamos por FAX ese mismo día. Tras la llamada volvía mi esposa con la que disfrute de mi hija en soledad hasta la llegada, por la tarde, de María con sus hijas. Todas estaban entusiasmadas con Sandra, para ellas sería casi como una prima por la relación que teníamos, tan estrecha, con sus padres. Yo pase mucho rato con Marta y Elisa mientras que Elena no paraba de hablar con Rocío. Y Rocío, que la amaba, estaba encantada con ella. A las ocho y media llegó Arturo y, tras ver a la peque y charlar un cuarto de hora, recogió a su esposa e hijas. Ese día nos fuimos a la cama a las diez, tras la toma de la nueve, para intentar aguantar mas horas en la cama. Es duro despertarse cada tres horas y yo quería ayudar a Rocío aunque al día siguiente fuera a la oficina para la reunión mensual.

El viernes tocaba reunión mensual y sin decir nada a nadie me planté allí a las once, la hora de la reunión. Llegué un par de minutos tarde y como no me esperaban habían empezado sin mi.

–    ¿Que haces tu aquí? - dijo Marga con una sonrisa – ¿No se supone que estas de permiso por el nacimiento de tu hija? A mi no me dejaste venir.

Yo me acerqué a ella y la di un beso en la mejilla.

–    Yo no alimento a mi hija – dije – No puedo darla el pecho y no tengo que hacerlo cada tres horas. Pero no te preocupes. En cuanto terminemos salgo pitando con mi esposa.

Todos rieron y siguieron con la reunión. No me había perdido nada importante. Enero no tuvo gastos especiales y así tuvo unos interesantes beneficios de algo menos de un millón de euros. Los beneficios fueron peores que los de Octubre a Diciembre. En parte era debido a que si bien los días hasta Reyes eran muy buenos, todo bajaba con las rebajas. Marga y Alberto presentaron, una vez se fue Ana tras hablar de los números pasados, como iba la apertura de las nuevas tiendas de moda femenina y ropa interior. Ambas se abrirían en marzo siendo la de moda femenina nuestra séptima tienda y segunda en Barcelona. Yo comenté que no tenía aun noticias de Gerardo y poco después dimos por finalizada la reunión. Me despedí de todos con abrazos y besos y me volví a casa a comer con mi esposa. Esa tarde llegaron Antonio y Laura con su hija. La sensación increíble. Ambos con niñas de casi la misma edad, aunque irían a cursos distintos, una pasada. Se fueron a las once y a la una nosotros nos fuimos a dormir.

El sábado era el cumpleaños de Ana y Rocío en cuanto se enteró insistió en que la diera un “cumpleaños especial”.

–    No puede ser – dije – Es sábado. Estará con su marido

–    Si la conozco como creo que la conozco se buscará las habichuelas – dijo

Yo llamé a Ana para felicitarla. Primero hablo Rocío con ella y luego me puse yo ya en nuestra habitación para tener un poco de intimidad.

–    Si consigues escaparte puedo verte hoy – dije

–    Dame diez minutos

Y me colgó. Cuando se lo dije a Rocío esta se echó a reír dejándome claro que ella ya sabía que eso podía ocurrir. Algo antes de que pasaran los diez minutos me llamó Ana.

–    ¿Puedes estar en casa de mi madre en una hora? - dijo

–    Si – dije yo

–    Pues nos vemos – dijo – Gracias por pensar en mi. Te lo voy a recompensar bien

Yo me eché a reír y colgué. Miré a Rocío.

–    Se ha buscado las habichuelas.

Rocío me dijo que lo sabía.

–    Voy a necesitar la ayuda de todas para que no te subas por las paredes – dijo

Yo agité la cabeza hacia los lados y me fui a duchar para irme corriendo a casa de la madre de Ana. Llegué a la hora acordada y su madre me abrió la puerta. Tras cerrarla y darla un beso apareció por el pasillo Ana y se lanzó a mis brazos. Dio las gracias a su madre con un beso y me llevó de la mano a su antigua habitación. Iba muy informal, de fin de semana, pero extremadamente guapa. Vestía falda violeta de tela y una camisa con un dibujo de la cara de una mujer que iban acompañadas por un cinturón marrón oscuro y unas botas marrones arrugadas con algo de tacón bastante grueso.

–    Tenemos una hora – dijo Ana una vez entramos en la habitación - Mi madre ha mandado a mi padre a comprar al Carrefour con una lista grande y le ha dicho que se lleve a mis hermanos. Yo he quedado aquí con mi marido en dos horas pues quería charlar con mi madre.

Pensé que a su madre le debía una. Ana se subió a su cama y se arrodilló en esta mirándome con cara de pasión algo alejada. Tras un rato mirándome se acercó a mi a gatas, mirándome a los ojos y sonriendo. Al llegar lanzó su mano a mi entrepierna pero yo jugando me aparté. Las dos primeras veces. A la tercera ya la dejé que jugara mas con ella. Mientras me tocaba la polla por encima del vaquero que llevaba ese día no paraba de decirme que que grande era. Yo ya sabía, porque me lo había dicho varias veces, que no era más grande que la de su marido pero se ve que la apetecía jugar. Tras tocármela un rato pasó a besarla sobre el pantalón.

–    Bájate el pantalón, porfi – dijo

Yo la sonreí e hice caso. Pero solo el pantalón. Dejé mi calzoncillo que mostraba una importante erección pues me tenía loco. Mucho más grande no se iba a poner. Ella me sonrió de nuevo y llevó la mano a la polla para acariciarla sobre mis boxers antes de llevársela a la boca y abarcar toda la circunferencia de la polla con esta. Tras darla un mordisquito volvió a tocármela. Me la acariciaba y jugaba como a intentar romper el calzoncillo con la polla. Algo que lógicamente no iba a conseguir. Me miró a los ojos. Me sonrió.

–    Te quiero – dijo

Y según acababa de decirlo bajó mi calzoncillo de un tirón hasta mis rodillas. Cuando dejó mi calzoncillo en las rodillas sus manos fueron directas a mi polla y me empezó a masturbar a la vez que miraba la polla muy de cerca. Tras un rato mirándola pasó a darla besitos. Primero por toda su extensión y luego centrándose en el capullo y en los huevos. Tras un rato de besitos pasó a chuparme la polla y hacerme una mamada de una maestría increíble. A veces dura y a veces dulce. A veces salvaje y a veces cariñosa. Tras más de diez minutos de mamada llevó su mano a mi polo y me lo quitó pegando su cuerpo al mió y besándome.

–    Te quiero – dijo – No esperaba que quisieras verme hoy. Has ganado muchos puntos.

–    ¿En que se pueden gastar? - dije

–    En sesiones de sexo salvaje, locuras, lo que tu me pidas

Yo sonreí mientras ella volvía pegar su boca a mi polla y se la introducía lentamente. Cuando ya empezó a chupármela yo llevé mi mano a su culo y empecé a manosearlo. Mientras yo cada vez estaba más excitado y ya gemía bastante con su mamada. No quería explotar en su boca. La agarré en volandas y la tumbé en la cama bajando su falda poco a poco.

–    Hoy es tu cumpleaños cariño – dije – No voy a correrme en tu boca

–    Me encanta cuando me llamas cariño – dijo Ana

Yo pasé a abrir sus piernas y llevé mi boca a su coñito para chuparlo poco a poco sobre la braguita rosa que llevaba ese día. Ella empezó a gemir y a pedirme más relativamente pronto. Se ve que algo le había excitado a ella la mamada también. Su sabor era sensacional y yo seguí chupándola el coño por encima de la braguita. Tras un rato retiré esta y tumbándome junto a ella empecé a hacerla un dedo con mucha fuerza intentando sacar los mejores orgasmos que pudiera de ella. Ella me apartó de un movimiento y se subió sobre mi dejando su coñito junto a la punta de mi polla. Yo la empecé a penetrar fuertemente. Estaba en posición de cabalgar pero era yo quien la penetraba, quien hacía todo el esfuerzo. Por desgracia estaba tan excitado que me movía demasiado rápido y  mi polla se salía mucho de su interior. La tumbé sobre la cama y besándola retiré su camiseta dejando a la vista un sujetador a juego con la braga que ya había retirado. Dejé su sujetador mientras levantaba su pierna derecha y la penetraba. En esa posición ya no me salía y, tras unos minutos, ella se corrió escandalosamente llenándola yo solo unos minutos después de mi semen. Nos besamos unos cuentos minutos y yo me fui a duchar. Ya duchado volví a la habitación y volvimos a besarnos.

–    Te quiero – dijo – Es el mejor regalo de cumpleaños de mi vida

–    Yo – dije creando un poco de tensión – Creo que estoy aprendiendo a quererte

A ella se le ilumino la cara.

–    ¡Feliz cumpleaños! - dije

Abrazados salimos de la habitación y yo me despedí de la madre.

–    Le tengo que decir a mi jefe que tiene que darme uno de estos regalos de cumpleaños – dijo según llegábamos a la puerta.

Ana y yo reímos y yo me fui a casa con mi hija. Había estado fuera solo unas dos horas y me sentía mal por alejarme de ella. Tenía que acostumbrarme a estar lejos o no podría ir a trabajar. Esa noche con Rocío estuvimos muy tranquilos.

El domingo tuvimos un día liado. Los padres de Rocío no pudieron venir pero vino toda la familia de la madre de Toledo. Vinieron el hermano y la hermana con sus hijos e Irene, la mujer de Roberto. Además vino Juan Carlos, el novio de María, la hermana de Roberto, a quien aun no conocíamos. Para ayudarnos vinieron Pablo y Diana. Nos dieron la noticia de la boda de María y su novio y todos les felicitamos. Tuvimos una agradable comida y conocieron nuestra casa pues nunca habían estado. Creo que quedaron gratamente sorprendidos por lo espaciosa que era y sobre todo con la terraza que, desgraciadamente, no pudimos usar por el frío. Se fueron hacia las siete y Pablo y Diana se quedaron unos minutos más hasta algo antes de las ocho. Ese día yo me fui a la cama a las diez pues oiría el despertador para dar de comer a la niña cada tres horas y necesitaba descansar antes de volver el lunes, en media jornada aun, a la oficina.

02. Semana del 14 al 20 de Febrero

El lunes día 14, San Valentín, era mi primer día trabajando a media jornada en la oficina y el último día de la segunda semana de vida de mi hija. Trabajé todo el día en el despacho, contestando mails y respondiendo llamadas que tenía pendientes. Apenas vi a mis socios pues ese día quería dejar todo lo atrasado al día antes de trabajar en el día a día. A las tres me fui a casa a comer con Rocío. Pasé la tarde con ella y a las seis me fui a por un regalo que tenía para Rocío aunque a ella la dije que tenía que salir un momento. Cuando llegué a casa una hora mas tarde estaban María sin sus hijas y Raquel con Juan y Susana.

–    Mira que dejar a tu esposa solita – dijo Raquel con una media sonrisa

–    Hola chicas – dije

Me acerqué a besar a Raquel, a sus hijos y a María y luego me acerqué a Rocío y me arrodillé frente a ella.

–    Tengo un regalo para mi reina – dije – Que hoy es San Valentín

Y de la bolsa que llevaba saqué una caja de la joyería donde compré su anilló y se la entregué. Era un collar de oro blanco precioso. Elegante y no muy ostentoso. Rocío me sonrió y me besó.

–    Que bonito – dijo María

Yo me acerqué a la cuna en la que estaba mi hija en el salón y me quedé un ratito mirándola.

–    También he traído un regalito para mi princesa – dije

Y de la bolsa saqué un peluche que llevaba una camiseta que decía: “Te quiero”. Todas me sonrieron. Raquel se levantó y me besó en la mejilla.

–    Como eres – dijo – Si nuestros maridos tuvieran estos detalles

Y dejó la frase colgando. Nadie dijo nada. Nadie quiso seguir la conversación en un día como San Valentín y pronto las tres hablaban sobre los primeros días de la maternidad. María se fue a las ocho para acostar a sus hijas y un poco después lo hizo Raquel, Ya solos Rocío y yo cenamos tras dar el pecho a la pequeña y tras descansar un poco nos fuimos a la cama.

El martes era el cumpleaños de Jorge el sobrino de Rocío. Lo celebraríamos, junto con el cumpleaños del hermano que era al día siguiente, el domingo. Yo volví ese día a trabajar por la mañana a la oficina. Ya con la oferta aceptada por Gerardo estuve toda la mañana reunido con mis colaboradores. Con Ana y María estuve viendo los detalles de la oferta y revisando los contratos de todos los trabajadores del concesionario y los talleres. Luego con Marga y Alberto estuvimos viendo alguna pequeña idea que ambos teníamos y decidiendo que intentaríamos promocionar más. Tras un rato decidimos que aumentar facturación del concesionario podría ser buena idea a largo plazo pero además deberíamos implementar algo para fidelizar a los compradores para que fueran a nuestros talleres. Llamamos a María y vimos que la estructura del concesionario no tenía una cabeza clara. Ese trabajo hasta ahora lo hacía Gerardo. Yo pasaría a hacerlo durante una temporada, me apetecía remangarme un poco tras ya unos años dirigiendo desde arriba, hasta que contratáramos alguien para dirigir la empresa de automoción. Así pasé toda la mañana y a las dos, cuando acabamos, me fui para casa para pasar la tarde con mi esposa. Esa tarde vino Javier, el socio de mi padre en el despacho de abogados que ahora era mi socio,y su mujer Antonio. Tuve que echarle la bronca porque me dijo que no quería molestar yendo al hospital. Para nosotros que ellos fueran no era molestia. Era mi socio, mi abogado y amigo de mis padres actuales y pasados. No podía ser molestia.

El miércoles estuve casi toda la mañana en mi oficina atendiendo a varios de nuestros directores generales, que venían a mi con ideas y contestando emails y devolviendo llamadas. A la hora de comer me fui a casa donde comimos Rocío y yo con Jorge, su hermano, que se consiguió escapar del trabajo el día de su cumpleaños para pasar un rato con nosotros. No pudo estar mucho pues se tuvo que ir a trabajar pero el rato que pasó con nosotros fue bastante agradable. Esa tarde no tuvimos visitas y Rocío y yo pudimos hablar de futuro. Entre otras cosas de tener un segundo hijo pero eso sabía yo que traería problemas pues Rocío se negaba sin cambiarnos de casa a una más grande y a mi me parecía que con nuestro ático de doscientos metros cuadrados, cuatro habitaciones y ochenta más de terraza teníamos más que suficiente. Esa noche nos fuimos a las diez a la cama, tras la toma de las nueve. Por suerte la niña durmió bien entre toma y toma.

A la una estaba en mi oficina cuando llegó María y entró cerrando mi puerta con cerrojo. Mi secretaria estaba fuera pero aun así, decidida, se fue hasta mi y me besó. María ese día llevaba un vestido color carne de punto con cuello alto. El borde del vestido quedaba unos centímetros por encima de la rodilla. Se sentó sobre mi, de rodillas sobre mi butaca con ambas a los lados de mis piernas, y llevó su dedo índice a la boca indicándome que mantuviera silencio. Yo la sonreí y ella me besó en la boca con pasión mientras nuestras manos buscaban rincones especiales del otro.

–    Te voy a follar – dijo – Se lo he prometido a tu mujer. No hagas ruido.

Tras decir eso llevó su mano a mi entrepierna y desabrochó mi cinturón y el botón y cremallera de los dockers que llevaba ese día. Mientras lo hacía no dejó ni un momento de mirarme a los ojos y darme pequeños piquitos. Se levantó un momento de mi y me bajó los pantalones hasta los tobillos. Tras dejarlos ahí levantó su vestido provocativamente y se bajó el tanguita que llevaba ese día hasta quitárselo del todo y dejarlo sobre mi mesa. Tras ello dio un pequeño beso a mi polla y se volvió a subir sobre mi. Solo que esta vez lo hizo cogiendo mi polla, que ya estaba totalmente erecta por la emoción, y apuntándola a su coñito. Poco a poco se dejó caer sobre mi polla hasta que toda estuvo en su interior. En su cara podía ver perfectamente una increible cara mezcla de emoción  y excitación pero ella mantenía silencio. Yo lo intentaba pero se me escapó un pequeño gemido.

–    ¡Cállate! - dijo María en mi oído – Nos van a pillar

Yo puse cara de pedir perdón y ella empezó a cabalgarme. Para ahogar los gemidos yo puse mi antebrazo en mi boca.

–    Los números para este 2005 cuadran perfectamente – dijo María en alto

A mi me hizo gracia y ella dio una pequeña risita traviesa apenas inaudible antes de volver a besarme e incrementar el ritmo de la follada. Estuvo cabalgándome bastante fuerte durante unos minutos hasta que casi simultáneamente acabamos ambos orgasmando y yo llenando su coño de semen. Nuestros gemidos fueron silenciados al estar siendo volcados en la boca del otro durante un excitante beso con lengua. María se arregló un poco, se puso su tanga de nuevo, y me dio un pico antes de, tranquilamente y como si hubiéramos estado reunidos por trabajo, irse de mi despacho. Para mi fue demasiado. Esos días me estaba yendo hacia las dos o dos y media a casa pero ese día decidí irme entonces, a la una y media mas o menos. Comí con Rocío y descansamos hasta que, por la tarde, llegaron Raquel con sus hijos y María con sus hijas. Pasamos con ellas y sus familias solo dos horas pero estuvo bastante bien. Una vez se fueron preparé la cena y Rocío y yo descansamos y nos fuimos a la cama de nuevo a las diez.

El viernes eran las diez de la mañana y trabajaba tranquilamente en mi despacho cuando mi secretaria me dijo que María nos requería media hora después para una reunión urgente en una de las salas de reuniones. A las diez y media estábamos todos menos María que entró seria casi a las once menos cuarto.

–    Crisis de estado – dijo María según se sentaba en una silla

Todos la miramos mientras organizaba unos papeles frente a ella.

–    Esta mañana – dijo tras un rato – Han venido Oscar, Luis e Isabel, de la empresa de mi padre, para presentar su dimisión en bloque. Me han comentado que van a montar su propia empresa que competirá con nosotros.

Oscar, Luis e Isabel eran el director, y los dos jefes de ventas de la empresa que habíamos comprado al padre de María.

–    ¿No tienen cláusula de exclusividad? - preguntó Marga

–    No cariño – dijo María - He estado un rato mirando sus contratos con Ana y no tienen una clausula de no competencia. Una cagada de mi padre, mi hermano o mi marido. Voy a tener que echarles la bronca este fin de semana.

Yo me eché a reír y todos me miraron.

–    ¿Te imaginas hace dos años como ejecutiva agresiva echándole la bronca a su familia por cagarla?

–    No – dijo agachando un poco la cabeza María

–    Estoy superorgulloso de ti – dije

Me levanté y me acerqué para darla un beso en la mejilla. No volví a la silla y me acerqué a la ventana de la sala de reuniones. El cristal de espejo de nuestro edificio de oficinas permitía mirar sin que nadie nos viera pero daba a la ciudad un color un poco azulado. Todos se quedaron mirándome como esperando que yo dijera algo. Mientras pensaba en la situación miraba a la calle. Todos comentaban mientras cosas de la nueva situación.  A los cuatro o cinco minutos me di la vuelta.

–    Veámoslo como una oportunidad – dije a todos pero mirando a María – No hemos querido meter mucha mano al haber firmado con tu padre la permanencia de todos los trabajadores. Nunca me gustó la estructura de la empresa con un director y dos personas de ventas. No tenían a nadie para buscar nuevas marcas que distribuir. Hagamos que sea más parecido a nuestra empresa de distribución. Contratemos un director general, un director de ventas y un director de compras que se encargue de encontrar nuevas marcas que distribuir.

Todos me escucharon con atención. Parecieron pensar lo que dije.

–    Yo estoy de acuerdo – dijo Alberto - Esta empresa en manos de un alguien que ponga verdaderas ganas debería estar facturando el doble de lo que factura ahora.

Yo seguía de pie y volvía a mirar a la calle.

–    Mike – dije – ¿Nos podemos llevar a tus dos subdirectores?

Mike me miró un rato.

–    Nos vas a joder – dijo – Pero a la vez se merecen subir y ahora tengo tan fidelizado al equipo que no tienen opciones de escalar. Me parece bien.

Raúl que era marido de Teresa, la amiga de Rocío desde la infancia, pasaría a ser director de ventas y una chica que llevaba mucho con nosotros, Sofía, pasaría a ser la directora de compras. Sofía empezó con nosotros a los veintidós años, en el 2001, tras acabar la carrera y había ido subiendo desde becaria hasta subdirectora. Y solo tenía veintiséis años

–    Solo falta contratar un director general – dijo María – Me pongo a ello.

–    Espera – dije

Todos me miraron

–    ¿Alberto diriges la empresa durante un año?

Todos parecieron sorprendidos.

–    Tu mismo has dicho que crees que bien dirigida puede facturar el doble – dije – No se me ocurre nadie mejor que tu. Marga con la ayuda de Raquel y mía podrá con las nuevas aperturas. Tu puedes dirigir la resurrección de esta empresa y luego ya vuelves a tu puesto.

–    Si nadie tiene problemas a mi me parece un reto interesante pero creo que la decisión final tiene que ser de Marga que es mi compañera de tareas y Raquel debe dar su visto bueno.

–    Por mi vale – dijo Marga – Podemos siempre pedirte ayuda un día, ¿no?

–    Pues claro – dije – Como se lo podemos pedir a Mike.

Llamé a Raquel desde el móvil y se lo comenté por teléfono todo. Los demás me miraron intrigados sin saber que decía Raquel. Cuando colgué miré a todos y sonreí.

–    Ya tenemos nuevo director – dije

Le dije a María que fuera a decirles a los trabajadores que se iban que no eran necesarios los quince días y que recogieran sus cosas y se fueran. Les pagaríamos los quince días de preaviso pero no les queríamos por la oficina malmetiendo y contactando a nuestros clientes con nuestros recursos. Mientras ella se los cargaba y creaba cierta inquietud en la empresa que fue de su padre nosotros llamamos a Raúl, Sofía y Ana. A Raúl y Sofía para comentarles su nuevo puesto y a Ana para comentarla la noticia de los nuevos nombramientos. Ana, tras los socios, era la persona de mayor importancia en la empresa. María volvió a tiempo para comentarles que tendrían nuevos contratos con nuevos sueldos pero que el importe aun no lo sabían que esa tarde se lo mandaríamos por correo electrónico. A la una estaba ya el incendio apagado y llamamos a los trabajadores que quedaban de la empresa del padre de María. María fue la encargada de dar la charla sobre lo que había pasado, la nueva estructura y quienes iban a ser sus nuevos jefes. La empresa, de un plumazo, se había quedado con gente que era poco menos que administrativa. A las dos y media acabó la reunión con la empresa en pleno y Alberto, Raúl y Sofía, se fueron a la zona de la oficina que ocupaba esta para empezar a conocer mejor a todos los trabajadores. No había tiempo y el lunes ya ocuparían sus nuevos puestos. Mientras María, Ana y yo preparábamos los nuevos contratos de Raúl y Sofía que pasarían a cobrar un veinte por ciento más que hasta ahora. Su sueldo bruto pasaba a ser de cuarenta y dos mil euros, unos dos mil doscientos netos que se verían aumentados si se cumplían ciertos objetivos anuales. Al final ese día salí casi a las cuatro. Todos se fueron a comer juntos pero yo me fui corriendo a casa para pasar la tarde con mi esposa y mi hija. Las echaba ya mucho de menos. Recibimos la visita de Diana, Pablo y los padres de Rocío que venían a pasar el fin de semana a Madrid aprovechando que ese domingo celebraríamos los cumpleaños del hermano y sobrino de Rocío. Estuvieron con nosotros hasta después de la cena. Yo me fui a la cama antes de que Rocío diera el pecho de las doce. Pero es que no aguantaba más. Había sido un día duro.

El sábado a mediodía llegaron Antonio y Laura con su hija para pasar con nosotros el día. Durante un tiempo, al principio de mi relación con Rocío, estábamos siempre juntos, luego con el tiempo y la separación de los tres a distintas oficinas nos pasamos a ver un par de veces al mes pero ahora, con nuestras hijas, teníamos necesidad de vernos mucho mas a menudo y lo hacíamos casi cada semana. Yo hablaba con Antonio y hacía la comida mientras Rocío y Laura cuidaban de las niñas y charlaban de sus cosas. Luego, estando todos juntos, las niñas monopolizaban la conversación. Fue un día más con ellos. No eran días especiales pero siempre lo pasábamos bien. Eran nuestros mejores amigos de nuestra vida normal. Raquel y María eran nuestras otras mejores amigas pero con ellas todo era distinto. Se fueron hacia las ocho y pasamos lo que restaba del día descansando.

Por primera vez el domingo salimos con la niña a pasar un buen rato fuera de casa. Hasta entonces habíamos dado alguna pequeña vuelta y la habíamos llevado al pediatra pero el domingo era el primer día que salíamos muchas horas y lo hacíamos para ir a casa del hermano de Rocío a celebrar el cumpleaños de este y su hijo. Allí con la familia de Rocío lo pasamos genial. Rocío pasó mucho tiempo con mis cuñadas y su madre hablando de como llevaba estar ya a solas parte del día con la niña. Yo mientras hablaba con mi cuñado, mi suegro y Pablo de negocios. Lo pasamos muy bien pero a las siete, tras dar el pecho a las seis en casa del hermano de Rocío, nos fuimos a casa. El resto del día, en casa, no fue nada especial.

03. Semana del 21 al 27 de Febrero

El lunes volvía a jornada completa y era un día especial, firmábamos con Gerardo la compra de su concesionario de coches. Si bien ahora éramos seis socios para firmar aun teníamos poderes Mike, Raquel y yo. Raquel tuvo que salir de casa esa mañana para ir con nosotros al notario y dejó a su hijo recién nacido con Rocío. Al salir del notario se iría a mi casa y pasaría el resto del día con mi esposa. Tras la firma tomamos Mike y yo una caña con Gerardo mientras Raquel se iba a con su hijo a mi casa para darle el pecho. Gerardo me dio unos consejos y quedé con el un mes después para hacerle todas las preguntas que tuviera tras la compra. A la una estaba de vuelta y me metí en mi despacho a contestar mails y reunirme con mi secretaria pues los siguientes tres días no estaría en la oficina y tenía que coordinar con ella como trataríamos mi agenda. A la hora de comer me fui con Oscar, el director de nuestra empresa de diseño. Era la empresa en la que menos teníamos que meter mano. Iba bien, daba su rentabilidad y nos daba un gran servicio a nuestras empresas. Además fue nuestra primera empresa tras la origina de importaciones y eso la hacía especial. Por la tarde me reuní con Marga para ver el tema del concesionario. Yo lo dirigiría desde central pero la idea era elegir una persona de la empresa o de fuera para dirigirlo. Pero el primer mes estaría yo encima. Marga sería mi apoyo ya que Alberto estaba ahora en la empresa que compramos al padre de María y Raquel de baja. A las cinco, antes de irme a casa, me pasé por el nuevo despacho de Alberto como director de la empresa del padre de María. Alberto era la hostia. Había pasado de la planta noble, en un despacho grande con mucho espacio para su secretaria a un despacho enano con su secretaria en una mesa bastante pequeña. Y todo sin quejarse. Todo por la empresa. En su despacho entraba el y dos sillas frente a su mesa. Sin una pequeña mesa de reuniones, sin historias.

–    Menudo despacho tío – dije

–    Es lo que hay – dijo riéndose – Toca remangarse. Ya volveré al lujo cuando esto esté estabilizado.

Y encima se reía. No podía dejar de pensar en el camino a casa lo bien que hice dando a Alberto, María y Marga una parte de mi empresa. Al llegar a mi casa estaba José Carlos que acababa de llegar con Susana para recoger a su esposa que había pasado todo el día con mi esposa. Una vez se fueron Rocío me contó lo bien que lo había pasado con su amiga. A las diez nos fuimos a la cama. Al día siguiente iría al concesionario para dirigirlo.

Al llegar al concesionario el martes me esperaba Cristina, mi vecina y nuera de Gerardo, para ayudarme. He hablado alguna vez de Cristina. Era una mujer muy guapa. No era Rocío pero para la mayor parte de la población sería una mujer espectacular y vestía relativamente provocativa. Era morena y llevaba su pelo en una coleta. Vestía con un vestido de punto de color marrón claro, casi beige, un poco por encima de las rodillas y unas sandalias de cuero marrón claro con un espectacular tacón de ocho centímetros. El concesionario tenía dos talleres con sus respectivas tiendas de repuestos y dos tiendas de vehículos nuevos, a las que llamaban concesionarios en vez de al conjunto como hasta entonces hacíamos nosotros. Cristina era la directora de ventas de vehículos nuevos y atendía desde el más grande de los dos concesionarios aunque una vez a la semana se desplazaba al otro para comprobar números de ventas y ayudar en lo que fuera necesario. Nos acompaño Roberto que era el director técnico de la empresa. Básicamente dirigía ambos talleres y alternaba el tiempo casi a medias entre uno y otro. Pasé toda la mañana viendo las operaciones de ambos concesionarios y talleres. A la hora de comer fui con Cristina y Roberto a un restaurante cercano. Tras la comida Roberto se fue a seguir con su trabajo y yo seguiría aprendiendo de Cristina en su despacho. Me sorprendió Cristina, tenía un MBA y llevaba trabajando en el concesionario desde antes de casarse con su marido. Es más, conoció a su marido por trabajar en el concesionario de Gerardo. Cristina me llevó a su despacho y se sentó junto a mi en el lado en el que se sientan los clientes para ver los números y el proceso de negociación de la venta de un coche. Me quedé un poco cortado porque no paraba de tocarme con las manos en mi brazo, mi pierna y juntar sus piernas a las mías. Podía estar volviéndome loco pero creo que estaba tonteando conmigo. Yo no sabía muy bien como reaccionar. No sabía si tonteaba o simplemente era una de esas personas que tocan mucho. Al llegar a casa no pude dejar de contárselo a Rocío.

–    Con Ana no sentía esto y vosotras sabíais que estaba por mi – dije – Me he encontrado acosado. Pero no se, quizás solo sea una de esas personas que no deja de tocarte.

–    Cariño eres tan inocente – dije

–    Vaya – dije – Tu no has estado allí y seguro que crees que sabes mejor que yo si le gusto.

–    A ver – dijo – ¿Cuando estabas con el hombre del taller te tocaba?

–    No – dije

–    Entonces no es una chica toquetona. Tienes una nueva admiradora – dijo sonriendo

–    Joder – dije – Lo que me faltaba ahora

–    Pues no se... – dijo Rocío dejando colgar la frase un rato – Ahora tu y yo no podemos hacerlo y con Raquel tampoco puedes. Quizás otra amiguita te vendría bien y Cristina esta bien.

–    Es guapa pero que pasa cuando tu y Raquel podáis dentro de un par de meses. ¿La cierro el grifo?

–    Haz lo que quieras – dijo Rocío – Pero si quieres puedes tirártela. No me disgusta. Pero como Ana. Una relación sexual-profesional. No la quiero mezclada con Raquel y con María. Ellas son especiales. No la quiero en nuestro grupo de amigos. En nuestras barbacoas. Jódela en eso y te enteras. Por lo demás tíratela cuando quieras.

Yo moví la cara a los lados por su locura y sonreí. Cambié de tema y pasamos el resto de la tarde con nuestra hija que parecía algo mas despierta tras tres semanas de vida. Ya parecía responder algo a ciertos estímulos y era la leche. Aunque con perspectiva creo que lo exageramos en aquel momento. Tras un duro día de trabajo me fui a la cama a las diez aunque Rocío se quedó viendo la tele hasta las doce cuando dio la toma a la niña de las doce.

El miércoles, a mi edad y con mis tablas, fui nervioso al concesionario. Me tocaba pasar todo el día con Cristina y no sabía como iba a estar. Al llegar solo estaba ella pues eran las nueve y media y los trabajadores entraban a las diez, cuando abrían las puertas. Nada mas entrar me dio un beso cerca de los labios y un pequeño abrazo. No había duda. Estaba tonteando y a ese juego sabíamos jugar dos pero tampoco quería pasarme hasta no saber si iba a ser discreta. Iba con una falda lápiz blanca que tenía una franja amarilla a la altura de la rodilla y una blusa blanca. En sus pies unos zapatos de salón de color blanco y un fino tacón de siete centímetros. Quería tontear y la sonreí, pasé una mano por su espalda y la apoyé junto a su cintura. Así andamos hacia su despacho lentamente. A mitad de camino ella me sonrió y pasó su mano por mi espalda. Así entramos en su despacho, agarrados como una pareja. Si quería me la follaba en su despacho nada mas entrar pero me iba a cortar un poco. Tras ese momento de tensión sexual trabajamos, con algún pequeño roce, con extrema profesionalidad. Y eso me gustó. Podíamos tontear unos minutos pero el resto del tiempo trabajamos. Estuvimos un rato viendo números y luego yo observé, discretamente, como trabajaban los vendedores. A las cuatro, tras comer y trabajar un poco más en la oficina con Cristina, me despedí de ella con un beso y me pasé un momento por la oficina para que mi secretaria me diera los mensajes de esos dos días. Tras un rato allí me pasé a hablar con Alberto para ver como iba en sus primeros días y luego me fui a casa con mi esposa. Una tarde tranquilita con ella y luego a la cama a descansar.

Sería el jueves el último día de mi estancia en el concesionario pues luego dirigiría ya desde la oficina mientras decidía que hacíamos en cuanto a dirigir la empresa. Volví a llegar pronto y ese día elevamos el nivel de tonteo. No entendía como habíamos llegado a ese punto pero nada más entrar le di un pico a Cristina. A su despacho ya fuimos cogidos de la mano. No entiendo como llegué en dos días a darla un pico y agarrarla de la mano. Desde luego ella fue muy clara con su tonteo pero a la vez elegante puesto que podía simplemente ser cariñosa. Y yo cogí la mano que me dio. Lo que más me gustó de ella como mujer es que tonteamos al llegar, con el beso y nuestro cogida de manos pero de nuevo trabajamos duramente. A las seis me fui a casa aunque a ellos aun les quedaban dos horas de apertura del concesionario. En el despacho de Cristina, con la cortinilla ya bajada me despedí de ella con un beso en la boca. Un pico largo. Sin lengua alguna. Antes de irme a casa pasé por casa de Laura y Antonio para felicitar a Laura pues era su cumpleaños. Estuve poco con ella y me fui. Por la mañana ya había estado Rocío con nuestra hija. Al llegar a casa Rocío y yo charlamos y nos fuimos a la cama a las diez tras dar el pecho a la peque. Había estado contándola a Rocío mis avances con Cristina y Rocío se reía. Yo no se muy bien como se lo tomaba tan bien pero hacia un tiempo que había dejado de preguntármelo. El caso es que ya en la cama se me pegó y empezó a darme besitos. Yo me di la vuelta y la miré. La besé con pasión y ella me correspondió.

–    Te quiero – dijo

–    Y yo a ti amor – dije

–    Quiero hacer el amor – dijo

–    Aun no podemos cariño – dije – Pero yo quiero tanto como tu o más. Aunque a veces me conformo con abrazarte.

–    Tengo mas agujeros – dijo

–    ¿Me vas a hacer una mamada? - dije sonriente

–    Otro más cerca de mi coñito – dijo

–    ¿Estás pensando en lo que creo que estás pensando?

–    Si – dijo – Mi culito es virgen pero ahora te necesito. ¿Nos atrevemos?

–    Tu mandas – dije

–    ¿Me dolerá?

–    Al principio si – dije

–    ¿Lo has hecho alguna vez? - dijo Rocío

–    Una vez con Lucía.

–    ¿Solo una vez?

–    Si – dije – Por experimentar. Lo cierto es que a ninguno de los dos nos entusiasmó y decidimos que pudiendo no teníamos porque volver a ese agujero.

–    Pues yo ahora no puedo. Quizás merezca la pena.

Y tras ello llevó su mano a mi polla y la sacó de mi pijama para empezar a masturbarla. Tras un rato paso a mamármela un poco se arrodilló delante mía y juntó mi polla a su pene.

–    ¿Ya? - dije - ¿Pero tu estás loca? Tenemos que lubricar antes. ¿Tenemos vaselina?

–    Lo siente. Está en el baño de invitados en el tercer cajón – dijo con algo de pena por haber parecido tan novata.

Fui a por el y busqué un condón para mi. El único que encontré estaba caducado de hacía más de un año pero me valdría. No era para evitar embarazos sino para evitar infecciones pues el ano si no está bien limpio puede causarlas fácilmente. Di bien de vaselina en el culito de Rocío mientras besaba sus cachetes. Esta estimulación pareció gustarla. Tras ello me puse el condón y como estaba seco de verdad le puse algo de vaselina.

–    ¿Te vas a poner un condón? - dijo – No tengo enfermedades y no me puedo quedar embarazada.

Y tras decirlo se echó a reír.

–    Ya lo sé amor – dije – Pero tampoco te has dado un enema y bien dentro, donde no llegas a limpiarte y espero llegar yo tienes caquita.

Ella volvió a enrojecerse por no haber pensado en eso. Para que no la diera pena la besé en la boca y me puse tras ella. Tras jugar un poco con la entrada de su ano y mi polla poco a poco empecé a penetrarla. Tras diez minutos llegué a meter solo el capullo en su interior y ella no paraba de mostrar dólar a la vez que me pedía que siguiera. Poco a poco fui penetrándola y haciendo que, junto con los quejidos, saliera algún tímido gemido. Ella giraba la cara para besarnos. No se como con los quejidos de su madre no se despertaba la pequeña en la cuna. Lo cierto es que intentábamos no hacer mucho ruido. Cuando mi polla estaba casi por la mitad dentro dejé de seguir entrar mas y empecé a sacarla y meterla hasta ese punto. Ella empezó a disfrutar esto, pues su ano ya parecía acostumbrado, y pronto acabamos follando como locos. Bueno, tampoco tan fuerte pero si probablemente más fuerte de lo que esperábamos cuando empezamos. Ella gimió y no llegó al orgasmo pero yo si deposité todo mi contenido en el condón caducado. Ambos caímos en la cama cansados. Ella me miró y nos besamos.

–    Desde luego me gusta más el vaginal – dijo Rocío – Así no soy capaz de correrme. Pero es mejor de lo que me has vendido.

–    La verdad es que ha sido mejor de lo que recordaba. Lucía y yo éramos muy jóvenes cuando probamos y seguro que la cagamos.

Ambos nos reímos y casi en ese instante sonó la alarma. Tocaba la siguiente toma de la niña. Rocío se aseó rápido y le dio una nueva toma a la pequeña mientras yo intentaba dormirme pues al día siguiente curraba.

El viernes que solo trabajábamos media jornada volví a la oficina y estuve reunido casi toda la mañana con Ana y María primero y Marga después. Todas me dijeron, a pregunta mía, que a Alberto se le veía entusiasmado por el reto y que tener unos medios no tan cómodos como los que tenía hasta ahora no parecía ser un problema. Marga me dijo que comía todos los días con Mike y Alberto para estar con el. Todos parecíamos preocupados por Alberto y el no parecía tener problema alguno. Esa tarde la pasé entera con mi mujer y mi hija y lo disfruté mucho. Tras una semana trabajando a horario completo pasar toda la tarde con ellas fue genial.

El sábado, vinieron a vernos Diana y Pablo por la mañana y María y las niñas por la tarde con Arturo. Jugué con Marta como loco y disfrute mucho de ella. Por lo demás ese día era el cumpleaños de Belén, hija de mi socia del mismo nombre, y Rocío y yo estuvimos un rato hablando con ella por teléfono. Cuando se fue María y sus hijas nos dedicamos a disfrutar de un poco de tranquilidad juntos y nos fuimos a la cama pronto. A descansar.

El domingo cogimos a la niña y nos la llevamos a casa de Arturo y Laura para la celebración, con amigos, del cumpleaños de Laura. En el cumpleaños estaba Diana con Pablo que era amigo de Antonio. Era el único amigo de Antonio, el resto eran todas amigas de Rocío de la universidad y el colegio y una hermana de Laura, mayor que ella, con su marido y su hijo de cinco años. Fue un cumpleaños muy entretenido pero Rocío aun tenía que dar el pecho cada tres horas y tardaba casi una hora en darla. Sandra, nuestra hija, dormía en la cuna de la hija de Antonio y Laura cuando esta estaba despierta. Se turnaban descansando. En un año estarían jugando juntas. A las siete, tras la toma de las seis, nos fuimos a casa. Había sido un fin de semana interesante. En casa cenamos nosotros y luego dimos el pecho una vez más a la peque antes de irnos a la cama a descansar.

04. Semana del 28 de Febrero al 6 de Marzo

El lunes en la oficina estuve un rato reunido con Ana, que me presentó una proyección de los números de febrero, pero, por lo demás, fue un día de lo más normalito. A las seis salí corriendo para besar y abrazar a mi hija. No se porque razón ese día la había echado un poco más de menos. Quizás porque al día siguiente cumpliera cuatro semanas, que al ser febrero era ya un mes. Toda la tarde la pasé con la niña en brazos, mirándola y Rocío mirándome a mi. Una buena tarde.

El día que mi hija cumplía un mes me escapé un poco antes de casa y pasé todo el día con Rocío y mi hija en casa aunque luego recibimos la visita en casa de mi madre y mi padre ya que Mariano llevaba ya un tiempo sin ver a la pequeña por distintos compromisos sociales. Manuela si había visto a la pequeña y Rocío varias veces por la mañana. Cenamos con ellos. Esa noche, tras la toma de la doce ya dejaríamos dormir a la niña hasta las cinco antes de darla la siguiente toma. Estaba por ver que ella nos dejara a nosotros dormir sin tener hambre. Por ahora habíamos tenido un primer mes muy bueno, sin fiebre, sin muchos sobresaltos y, lo que yo más temía, sin cólicos de la peque. Elena tuvo cólicos y María siempre hablaba del horror que son los tres primeros meses con la niña llorando casi todo el día.

Estuve el miércoles revisando todas las notas que tenía de mi estancia en el concesionario con Cristina. Queríamos poner nuestra misma estructura de las otras empresas, con un director general, y yo debía pensar si cogíamos a alguien de la empresa o buscábamos alguien de fuera. No me costó mucho decidir que fuera Cristina quien ocupara ese puesto. En realidad, por la confianza que Gerardo había depositado en su nuera, ya estaba haciendo casi todo el trabajo. Decidí que siguiera además con su puesto de directora comercial del concesionario y que el director de los talleres además ocupara el puesto de subdirector de la empresa. Yo haría las veces de enlace con la central. Me reuní con todos mis socios, salvo Raquel, para exponerlos rápidamente mis conclusiones y esa tarde, tras comer con María y Ana, me fui al concesionario para contarle a ambos sus nuevas responsabilidades que irían unidas a un aumento de sueldo. Cristina pasaría de sesenta y cinco mil brutos a setenta y cinco mil brutos. Que aun así era poco para un puesto de su responsabilidad en nuestra empresa pero ya la iríamos subiendo Estuvimos reunidos en el despacho de Cristina. Ninguno parecía esperar sus nuevos puestos y, menos aun, que les llegara un aumento de sueldo nada más entrar nosotros como dueños. Eso si, les dejé claro que nosotros siempre buscamos crecer y que somos una empresa generosa pero a la vez muy ambiciosa. Tras la reunión el director de los talleres se fue a seguir con su trabajo y yo me quedé con Cristina.

–    No se que decir – dijo Cristina acercando su silla a la mía

–    No tienes que decir nada – dije – Esta empresa ya la dirigías tu aunque Gerardo mantuviera un título que era más simbólico que otra cosa.

–    Tendré que salir a cenar con mi marido un día de estos para celebrarlo.

Yo me reí mientras la miraba a los ojos. Y me reí porque desde que acercó la silla había llevado su mano a mi pierna y la acariciaba. La verdad, no parecía en ningún momentos estar pensando en su marido. Yo no dejé de mirarla a los ojos. Ella se acercó a mi rápidamente y me dio un pico. Yo la volví a sonreír y la agarré de la cara juntando su cabeza a la mía y besándola con pasión. Por primera vez nuestras lenguas jugaron en la boca del otro y peleaban con pasión. Yo jugaba con cabello moreno y ella me agarraba de la cara. Tras dejar de besarnos nos sonreímos y ella se sentó en mi regazo. Por suerte la puerta estaba cerrada y las cortinillas echadas. No era la imagen que quisiéramos dar a los demás trabajadores. Ya en mi regazo volvimos a besarnos. Una de mis manos jugaba con su espalda mientras la otra escalaba, poco a poco, por su pierna y tras unos diez minutos de beso con caricias mi mano tocó su braguita a la altura del coño. Nada mas tocarla ella gimió y yo saqué la mano. Rompí el beso, la miré y la sonreí.

–    Me tengo que ir – dije – Espero que pueda estar orgulloso de la decisión que he tomado.

–    Lo estarás – dijo – ¿Te veré pronto?

–    Si – dije – Y esta noche celebra con tu marido.

–    Si – dijo – Que mañana sale de viaje a una feria en China con su padre y no vuelve hasta la semana que viene.

Nos sonreímos y nos besamos una vez más antes de irme. Esa noche con Rocío la conté todo. Y ella se reía a la vez que me repetía veinte mil veces que tuviera cuidado y que no la quería en nuestro grupo. Que fuera una segunda Ana. Esa noche cenamos tranquilos. Yo me fui a la cama esa noche a las diez mientras que Rocío espero para darle el pecho a la niña a las doce.

Jueves y Viernes fueron días monótonos de curro normalito y tarde con Rocío y mi hija. El viernes al ser solo media jornada se pasaron mi madre y mi padre así como Diana y Pablo para pasar un rato con nosotros. Cansado me fui ambos días pronto a la cama.

El sábado organizamos en casa una comida con todo mi equipo del trabajo. Era la primera comida de todos juntos tras el parto de Rocío y, como no teníamos ningún cumpleaños a la vista, me apetecía juntarles a todos y crear equipo. Yo centré mi atención en jugar con Marta, Elisa y Susana y algo con Miguel. Lo pasé bastante bien con los cuatro aunque a los mayores también les di algo de conversación. Y siempre, por supuesto, pendiente de que pudiera necesitar mi esposa. María se metió en nuestra cocina y nos hizo una paella con José Carlos sensacional. Mientras Rocío y Raquel cuidaban a las dos nuevas adiciones a nuestro grupo. Nuestros nuevos bebés.

El domingo, sabiendo que el marido de Cristina estaba fuera, y por indicación de Rocío llamé a Cristina a ver si me dejaba pasarme un rato por su casa y ver si avanzaba con ella en la relación. Quedé con ella en pasar un rato después de comer aunque la noté algo nerviosa por estar con su hija. Tendríamos que ir con cuidado que su hija ya era consciente de lo que pasaba a su alrededor. Llamé a la puerta de Cristina y está me abrió la puerta vestida de fin de semana con unos vaqueros que la hacían un culo muy bonito y una camisa rosa. Preciosa pero no estaba vestida para andar por casa. Se notaba que se había cambiado para mi con ropa más relajada a la que solía usar en el concesionario. Al cerrar la puerta oí como llegaba Virginia, la hija de seis años de Cristina, y la saludé con un beso.

–    Carlos ha venido a ver un rato a mamá que tienen que hablar de negocios – dijo Cristina – Vete a jugar a tu habitación

Una vez se fue la pequeña y giró por el pasillo Cristina se pegó a mi y me dio un morreo con mucha pasión. Tras el beso me cogió de la mano y me llevó, como si fuéramos pareja, al salón. Una vez allí me hizo sentar en el sofá y se sentó junto a mi. Se acurrucó y pegó su cabeza a mi pecho.

–    Me encanta que hayas venido – dijo – Estoy dispuesta. Más que dispuesta, decidida a tener una relación contigo.

Y tras decir esto subió su cabeza para darme un pico.

–    Pero no voy a dejar a mi marido y mi hija. Ellos son lo primero.

Yo la sonreí.

–    Yo estaría encantado de llegar a conocerte mejor – dije – Pero yo tampoco voy a dejar a mi mujer o mi hija. Ellas son lo más importante en mi vida.

–    Entonces estamos en la misma página – dijo

Yo la volví a sonreír. Ella se incorporó un poco y metió su lengua hasta mi garganta. Tras el beso se subió sobre mi, arrodillada en el sofá y mirándome para besarme de nuevo con mucha fuerza. Tras el beso se bajó de mi, a una posición que fuera menos comprometida si llegaba su hija. Se agarró a mi del brazo y se acurrucó. Pegó su boca a mi oído.

–    Me hubiera encantado que mi hija no estuviera aquí hoy. Que estuviera con los abuelos o en el cumpleaños de una amiga. Así yo te llevaría a mi habitación y te tumbaría en mi cama. Te quitaría el polo y me sentaría a horcajadas sobre ti. Besaría tu pecho – dijo mientras me lo acariciaba – Y subiría poco a poco hasta besarte. Tras besarte me incorporaría y mirándote me iría desabrochando poco a poco la camisa hasta mostrarte el precioso sujetador de encaje que me he puesto para ti.

Se echó un poco hacía atrás y me sonrió. Miró a la puerta con algo de nerviosismo y volviendo a mirarme se desabrochó un par de botones de su camisa y se abrió esta un poco para que pudiera ver el sujetador. Se abrochó la camisa de nuevo y echó una pequeña risita volviendo a pegarse a mi con la boca cerca de la oreja. Yo en ese momento ya estaba bastante empalmado con su relato.

–    Juntaría mi cuerpo a ti de nuevo y te besaría mientras tu me quitas el sujetador. Una vez sin el me volvería a incorporar para que vieras mis tetas. Aunque ese día serían tus tetas. Solo para tu uso. Luego desabrocharía mi vaquero y verías mi braguita. También elegidas para ti y a juego con el sujetador.

Esta vez con menos dudas se abrió un poco el pantalón y me sonrió. Rápidamente cerró el pantalón y volvió al relato.

–    Ya sin pantalones y solo con mi braguita y mis tacones me dedicaría a desabrochar tu pantalón y bajar este y los calzoncillos. Llevaría mi boca a tu polla y jugaría con ella. Te la mamaría hasta que estuvieras a punto de estallar y justo en ese momento bajaría mis braguitas y me subiría sobre ti cabalgándote hasta que te corrieras dentro de mi rajita. Quiero que seas mi amante. Vestiré para ti, para excitarte y que así el sexo sea más emocionante. Quisiera hacerlo ahora pero mi hija está en casa. Preparate.

Durante todo su relato no dije nada pero me había excitado mucho. Cogí su mano y la llevé a mi entrepierna. Ella tocó mi polla y la acarició un poco.

–    Estoy listo – dije

Nos besamos un rato más y decidimos que debía irme o no íbamos a poder controlarnos. Cuando llegué a casa Rocío me esperaba con una sonrisa.

–    No ha pasado nada – dije

–    ¿Nada?

–    No hemos follado – dije

–    Entonces ha pasado algo – dijo

Yo moví la cabeza a los lados dejando claro que pensaba que estaba loca y me fui a preparar cosas para la cena. Esa noche nos fuimos juntos a la cama y caímos dormidos abrazados.

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