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Mi historia (61: Enero 2006)

en Grandes Series

01. Semana del 2 al 8 de Enero

El primer día de trabajo del 2006 llamamos, Alberto, María y yo, a Raúl y Sofía para una reunión.

–    María está aquí – dije tras un rato de charla acerca del año nuevo – para comentaros vuestro nuevo contrato. Como podéis suponer ahora que tenéis más responsabilidad vais a tener mejor sueldo.

Ellos parecían no querer decir mucho y estaban algo tensos.

–    Vuestro nuevo sueldo es de … - dijo Alberto dejando la frase colgada y mirando a María

–    75.000 euros brutos – dijo María

–    ¿En serio? - dijo Raúl inmediatamente

–    Con esto no bromeamos – dijo Alberto con una sonrisa – Ahora solo tenéis que hacer que no nos arrepintamos. Sobre todo yo que he apostado por vosotros.

–    No os arrepentiréis – dijo Sofía

Seguimos charlando un poco sobre el nuevo puesto de trabajo y estuvimos viendo con ellos como funcionaria la empresa ese año. Viendo los procedimientos y discutiendo cosas de la empresa. A mitad de esta reunión se fue ya María pues los temas laborales estaban ya listos. Tras la reunión nos reunimos con el resto de trabajadores de esa empresa y se nos echó encima la hora de comer. Decidí comer con María y Marga para que Alberto comiera con Raúl y Sofía a solas. Tras la comida me reuní con mi secretaria para ver un poco como tenía la agenda para el primer trimestre e ir viendo las invitaciones a eventos que siempre pasaban por ella. Salí pronto de la oficina pero me fui a comprar un par de regalos para Rocío. Por suerte ese año no tuve que comprar muchas cosas ya que los regalos a familiares e hijos de amigos los compró Rocío en los días que tuvimos libres. A casa llegué a las ocho para poder pasar un ratito con mi hija. Una vez esta estuvo en la cama Rocío y yo pasamos un ratito en pareja.

El martes fue un día normal en el trabajo. Haciendo parte del de Raquel pues ella estaba en la sierra con su padre. Esa noche Rocío y yo llamamos a Belén a Brasil pues era su cumpleaños. La preguntamos cuando iban a venir y nos dijeron que en verano vendrían, pues allí era invierno, para pasar, al menos, tres meses.

El miércoles estaba en la oficina, preparando un poco mi día a día de ese mes pues quería empezar el año a lo grande. Quería dar un empujón a la empresa. El caso es que todo el día estuve trabajando y se me echaron las ocho de la tarde, ya noche cerrada en enero, en la oficina. Hora en la que María entro en mi oficina cargada de bolsas con regalos para sus hijas. Se acercó a mi y me besó. Me hizo levantar de la silla y se sentó ella. Sin decir nada me puso junto a ella y me desabrochó el pantalón para meterse la polla en la boca. Ese día María iba verdaderamente al grano.

–    Hola amor – dijo tras un rato mamándomela – Siento la falta de amor pero es muy tarde y me tengo que ir a casa.

Tras decir eso volvió a meterse mi polla en la boca y empezó una lenta mamada. Desde arriba vi que vestía una falda y una blusa azules. Bastante recatada. Parecía más la María de hace unos años que la María de ahora pero desde luego actuaba como la nueva María con mi polla en su boca. Mientras me la mamaba jugaba con la polla en sus manos. Yo a ratos apartaba el pelo de su cara pero ella no dejaba de mamarla ni un segundo. Yo me fui calentando y tras un rato la hice levantarse y fui yo el que me senté en la silla. Ya sentado levanté un poco su falda y aparté un poco su tanga. Tras hacer esto la hice sentar sobre mi polla lentamente. Tras unos segundos estuvo totalmente empalada y ella empezó a cabalgar. Lo hacía a toda prisa. Era evidente que tenía prisa. Tras unos quince minutos ambos gemíamos ya a lo loca y terminé por correrme en su interior desatando en ella un orgasmo simultaneo que fue verdaderamente maravilloso. Nos besamos con ella empalada durante un rato y se fue de mi oficina hacia las ocho y media. Fue uno de los polvos con María más salvajes que recordaba. Con menos conversación y menos palabras de amor. Y quizás por ser tan novedoso fue tan maravilloso. Seguí trabajando un rato hasta que a las nueve y media me fui a casa. Cené con Rocío y a dormir.

El jueves, día antes de Reyes, estuve trabajando hasta las tres de la tarde. Hora en la que me fui corriendo a comprar los últimos regalos para Rocío. Tras dejarlos en casa me fui a casa de María con el tiempo justo para coger a las tres hijas de María y llevarlas a la cabalgata de Reyes junto con Arturo. Mi esposa se quedó con mi hija y María en casa de esta. Tras volver con las niñas cenamos algo y las peques se fueron a la cama cuando Rocío y yo volvimos a casa.

Cuando me levanté el viernes, y mientras mi esposa levantaba a nuestra hija, me fui a comprar un roscón de Reyes para desayunar. Una vez ya en casa mi esposa tenía el café listo y tras cortar el roscón nos dimos los regalos. Ese año teníamos dos regalos por persona y luego dos cada uno para la niña. Mi esposa me regalo una blackberry nueva, con la pantalla ya a color, y un traje de Hugo Boss. Yo a ella la regalé unas botas de un artesano italiano que distribuía la empresa que acabábamos de comprar y un vestido de fiesta de Carolina Herrera. A mi hija yo la regalé un par de juguetes de esos que hacen sonido. Mi esposa la regaló otro juguete para el baño y un vestido muy mono. Tras el desayuno y modelar nuestras compras nos vestimos y nos fuimos a casa de mis padres. Allí comimos con ellos y les regalamos una bañera de hidromasaje para su baño principal. Lógicamente les regalamos un vale por ello ya que no es algo a lo que puedas poner un lazito y meterlo en el maletero del coche. Ellos a mi me regalaron una pluma y un reloj Omega y a mi esposa un cuadro de un importante autor francés del momento. Para mi hija los Reyes habían dejado ropa. Tras la comida nos fuimos aunque el cuadro lo dejamos en casa de mis padres pues no íbamos a casa directamente. Fuimos Rocío y yo con mi hija a casa de los padres de Rocío, donde vivían Pablo y Diana, para hacer una merienda cena e intercambiar regalos con su familia. Los padres llegaron casi a la vez que nosotros y tras ayudar a Diana con la merienda empezamos con los regalos. En casa de Rocío cayó ropa. Desde ropa clásica, como la americana que me regalaron los padres de Rocío a la más moderna, como la camisa a rayas de dos grises distintos y cuello blanco, que me regaló Diana. Esa noche estuvimos con ellos hasta las nueve y nos fuimos para casa para descansar. La niña llegó a casa dormida y cansada. Nosotros ya tranquilamente nos fuimos al salón a descansar antes de irnos a la cama.

El sábado mi esposa y yo hicimos un segundo tour de regalos. Con nuestros amigos decidimos no hacernos regalos pero si hacerlos a los niños. A comer fuimos a casa de Antonio y Laura donde, además de dar los regalos a nuestras respectivas hijas, mantuvimos unas buena comida y una aun mejor charla. Como era de esperar el tema del banco salió a ratos pero intentamos que la conversación se centrara en nosotros y nuestras hijas. Tras la comida y un café nos fuimos a casa de María donde habíamos quedado todos los amigos del curro para hacer entrega de los regalos a nuestros respectivos hijos. Esperaba ver a todos menos a Alberto y Celia, que no tenían hijos, pero allí estaban.

–    Vaya – dije – No os esperaba aquí

–    ¿No somos de la familia? - dijo Celia sonriendo

–    Claro que si – dije – He dicho que no lo esperaba pero me alegra que estáis aquí. Eso si, a vosotros no os sale muy rentable.

–    No te preocupes – dijo Alberto – Llegaremos a fin de mes.

Todos se echaron a reír. Era evidente que unos pocos regalos de veinte o treinta euros no eran nada para una pareja que tenía el sueldazo de Alberto pero también el buen sueldo de Celia como cardióloga. Aunque esta estuviera empezando su sueldo era superior al de la media de la gente de su edad. Fue una merienda con chocolate y café, roscón de Reyes y regalos para los hijos de nuestro grupo. No fue merienda cena y a las ocho y pico estábamos todos en casa pues al día siguiente quedábamos de nuevo. Rocío y yo descansamos tranquilamente en el salón tras acostar a la peque. No cenamos pues habíamos comido mucho ese día entre la comida y la merienda.

Tras desayunar el domingo fuimos a la nueva casa de Mike y Marga para la fiesta de inauguración. Ellos ya llevaban viviendo allí dos días. Nosotros vimos la casa antes de la gran reforma que habían hecho y parecía otra. De una casa grande pero sin personalidad y en todo caso muy normal, habían pasado a una casa moderna dentro de la normalidad. Las habitaciones eran prácticas. De las siete que tenía en un principio, al ser dos casas de cuatro y tres habitaciones unidas, lo dejaron en cinco, algo más grandes, y todas con baño incluido. El dormitorio de servicio lo convirtieron en un despacho.

–    Me hace gracia como ninguno de nosotros tiene servicio – dijo María

–    Tu tienes a Mariely y a una chica que te limpia la casa dos días a la semana, yo a Teresa y Elizabeth – dije – Todos tenemos servicio

–    Interno – dijo – No es solo que no tengamos es que las habitaciones de servicio las convertimos en despachos. No pensamos en tenerlos.

–    Aquí medio edificio tienen internas.

–    En el nuestro creo que Cristina y nosotros somos los únicos – dijo Rocío – Teresa nos pidió un uniforme porque se sentía rara en el edifico pero Carlos se negó a vestirla de chacha.

Todos echaron a reír.

–    No os metáis con la gente con internos que mis padres tienen tres y mis padres de verdad tuvieron dos. Simplemente somos generaciones distintas.

Y con eso se cambió el tema. La comida la hicieron entre Marga y María. Tuvimos que comer dentro y no pudimos disfrutar de la impresionante terraza que tenían por culpa del tiempo. Tras la comida toda la tarde de charla y a las ochos para casa a descansar de cara a empezar a tope el nuevo año ya sin fiestas de por medio.

02. Semana del 9 al 15 de Enero

El lunes trabajé a lo bestia pero en nada especial. Tenía las pilas cargadas y estaba listo para dar el do de pecho. Todo indicaba que ese año 2006 iba a ser bueno económicamente y tocaba explotar todo lo posible la empresa. Al final volví a casa a las siete con tiempo para disfrutar un poco de mi hija antes de que se fuera a la cama.

Tras trabajar duramente el martes se me hizo tarde y eran las ocho y estaba en el despacho. Así llamé a Cristina al concesionario y la dije que me esperara. Llegué allí a las ocho y media de la noche cuando se iban ya los vendedores pues a esa hora cerraban. Una vez echamos el cierre fuimos a su despacho. Al entrar la besé en la boca. Cristina iba como siempre elegante pero modosita. Una falda a mitad de camino entre la falda lapicero y la falda con vuelo blanca y un jersey fino de cuello de pico y color crema componían su atuendo con unos zapatos de finísimo tacón y color blanco, en la parte central de estos y marrones, en la puntera, en la parte trasera y en la cinta que rodeaba el tobillo. Con su belleza natural hacía una preciosa estampa.

–    ¿Querías hablar del concesionario? - dijo una vez dejamos de besarnos

–    No – dije – Me apetecía follarte. Me prometiste que cuando quisiera lo harías.

Ella sonrió y casi llegó a reírse.

–    Es verdad – dijo – Soy tuya.

Y tras decir eso se lanzó a mi cuello y me besó con pasión. Me hizo sentar en la silla de su despacho y se quitó el jersey mostrando sus sujetador bajo esté pues no llevaba nada más. Era de color blanco y con algo de encaje. Ella se sentó sobre mi y me besó a lo loco. Nuestras lenguas buscaban el interior de la lengua del otro. Tras un rato besándonos ella se sacó las tetas del sujetado y pegó mi cabeza a ellas. Me hizo que chupara estas y yo no dude ni un segundo en hacerlo. Mientras con la boca chupaba su teta izquierda con mis manos acariciaba la derecha. Ella se apartó un segundo de mi. Me sonrió y pasó a tocarse las tetas acto seguido. Mientras lo hacía fue cambiando su cara de una sonrisa a una provocación pura y dura. Yo la di un pequeño beso en la boca y volví a bajar mi cara a sus tetas para chuparlas con fuerza. Mientras lo hacía ella empezó a gemir.

–    Umm – dijo – No es nada duro ser dominada por ti. Eres dulce hasta dominando.

Yo saqué mi boca de sus tetas y la sonreí.

–    Si esperabas más dureza te equivocas de hombre – dije – Puedo ser firme pero no soy violento

Y tras decir eso hundí mi cabeza en sus tetas. Tras un rato besándolas pasé a acariciarlas mientras las miraba. Tenía unas tetas bastante atractivas. Jugué con ellas y pellizqué sus pezones. Tras besarlos y besar sus senos me dejé llevar por la pasión y, levantándome, la cargué posándola sobre su mesa. Allí remangué un poco su falda y metí mi cabeza en su coño sacando de ella unos gemidos muy largos. Tras esto me bajé el pantalón a toda prisa y sacando mi polla la metí en su coño de una fuerte sacudida.

–    Dios – dijo ella – Esto si que no lo esperaba. Pero sigue. Por favor, fóllame. Hazme tuya. No me dejes ni un segundo de respiro. Soy tuya amor. Haz que entregue a ti cada minuto más. Pídeme lo que quieras. Lo que pidas te lo doy. Pero haz que me corra.

Y así siguió durante toda la follada. La verdad es que no callaba ni un segundo. Yo no paré de follarla ni un microsegundo. Me  calentaba bastante como había pasado de una pija algo creída aunque maja a una tía totalmente dominada. Y solo por haberme puesto un poco serio en su casa. En ese momento no sabía hasta que punto tensar la cuerda pero estaba seguro que haría cualquier tipo de cosa por mi. Si la decía que tenía que tirarse a alguien para que pagara más por un coche lo haría. Estaba super excitada con la situación y hacía que yo me excitara más. No tarde mucho en correrme en su interior y justo al correrme yo ella explotó en un orgasmo muy sonoro.

–    Gracias – dijo

Me sorprendió que diera las gracias pero supongo que era por su nueva manera de ser, tan sumisa. Tras besarnos y arreglarnos un poco nos fuimos para nuestras casas. Separados pues los dos habíamos ido en coche. No sin antes yo decirla que había estado muy bien. Al llegar a casa cene con mi esposa y pronto me fui a la cama.

El miércoles todo el día estuvimos viendo todos los socios menos Mike, que tenía otros asuntos, como iba la integración de la empresa de zapatos. Oscar y Ángel nos estuvieron contando todo. Desde lo que iba mal a lo que iba bien. Lo mejor es que ya estaban usando nuestra intranet. No les costó a los comerciales y gente de ventas acostumbrarse y eso fue bueno. Lo peor es que aun no habían terminado de visitar a todos los clientes pero era lógico con todas las vacaciones. Para finales de mes debía estar ya perfectamente integrada. La reunión llegó hasta la hora de comer en la cual me fui con Marga y Alberto para hablar de las nuevas aperturas que teníamos planificadas para ese año. Tras la comida me reuní con Raquel para repartirnos un par de asuntos que atender y seguí currando hasta las nueve. Cuando llegué a casa mi hija estaba durmiendo por segundo día consecutivo. No me gustaba llegar tarde pero ahora que tenía mucha energía y ganas tenía que aprovecharlo en la empresa.

El jueves volví a trabajar a lo bestia pero ese día me escapé a los siete para poder pasar al menos una hora con mi hija. El pequeño rato de llevarla todos los días a la guardería no era suficiente para mi. Tras acostar a la niña pasé un rato con mi esposa y pronto nos fuimos a la cama para hacer el amor.

El viernes tocaba reunión mensual del último mes del año. A las once estábamos los seis socios y Ana mirando números. Con la compra de la empresa de importación de zapatos la empresa dio pérdidas, lógicamente, de algo más de tres millones y medio. Si quitamos el gasto extra en la compra y los ingresos y gastos que la nueva empresa aportaban a los resultados ese mes hubiéramos ganado algo menos de 1,25 millones de euros. Hubiera sido récord de facturación superando por primera vez los siete millones de euros. Los gastos extras en fiestas de navidad, regalos y pagas extras impedían siempre que Diciembre, un buen mes en ventas, fuera récord de beneficios. Si computábamos los ingresos y gastos ordinarios de la empresa de importación que compramos ese mes estábamos cerca de los ocho millones de facturación aunque los beneficios que aportaba aun no hacían que llegáramos a un récord en ese aspecto. Al librarnos de los salarios de los altos ejecutivos de esa empresa podríamos optimizar los beneficios de esta y hacer que se acercaran a los que nosotros ya teníamos en nuestra empresa que la absorbía. Aprobamos los números como buenos y vimos un poco por encima el calendario de los siguientes meses antes de dar por finalizada la reunión. Al acabar esta yo curré un poco en mi despacho y luego me fui a comer con María antes de ir a por mi hija a la guardería. Ese día era el cumpleaños de Mónica y la llamé para felicitarla. No lo celebraríamos con ella que ese día. Al menos yo. Solo quedarían Teresa, Rocío y ella para cenar pues la situación, como podéis imaginar, seguía bastante tensa. Rocío llegó a casa, beso a la niña, se cambió y se fue. Poco después de irse ella llegaron Raúl y Pedro que cenarían y verían una peli en casa conmigo. Acosté a la peque mientras charlaba con ellos y luego tranquilamente vimos una peli. Cuando se fueron me fui a la cama. Aun no había llegado Rocío.

El domingo era el cumpleaños de mi padre y así el sábado nos fuimos pronto a casa de ellos para pasar un día allí. Al llegar mi madre se hizo con Sandra mientras guardábamos la ropa en nuestra habitación. Ese día salimos a comer fuera pero volvimos pronto para que la niña descansara y mi madre pudiera supervisar a la empresa que iba a dar el catering de la fiesta. Como casi siempre la fiesta de mis padres era bastante grande. Con casi cien invitados. Mis amigos estaban invitados pero solo vinieron Alberto y Celia y Diana y Pablo. Todos aquellos con hijos rechazaron amablemente la invitación pues empezaba la fiesta esta vez bastante tarde. En la fiesta lo pasé bien con amigos y mis primos. A su vez pude hacer de hijo con los amigos de mi padre. Mi madre cuando hablaba con algún amigo de ellos siempre estaba orgullosa de mi. Mi esposa con la ayuda de Diana y Celia acostó a la peque a una hora prudencial mientras la fiesta seguía a pleno rendimiento. La fiesta acabó a las tres, hora en la que se fueron los últimos amigos de mis padres , mis amigos y algunos primos. Mi primo Juan Carlos y su esposa no vinieron pues ella estaba a punto de dar a luz y mi prima Marisa, que también estaba embarazada, se fue poco después de las doce.

El domingo celebramos el cumpleaños con mi padre más íntimamente. Comimos muy bien y tras esta le dimos los regalos. Nosotros un juego nuevo de palos nuevos SW y PW pues los suyos eran viejos y estaban un poco tocados. No le compramos los más caros del mercado sino los segundos pues esa marca, le gustaba más.

03. Semana del 16 al 22 de Enero

El lunes tocó resumen anual. Estuvimos reunidos con Ana y fue cuando aprobamos no solo las cuentas del año anterior sino las subidas de sueldo en general por empresa y en particular de cada directivo. El año acabó con un beneficio final de unos tres millones de euros. Menos de lo que iba previsto gracias a que compramos la empresa de importación de calzado en Diciembre por cinco millones de euros. Me imagino la bronca que nos hubiera echado Ana si hubiéramos tenido ocho millones de euros de beneficios y me entran escalofríos. Ese año también tuvimos el gasto extra de un millón y medio de euros para comprar lo que nos restaba por comprar de la empresa de Belén y su marido y los dos millones y medio de la compra del concesionario. Las tres empresas con las que compramos fueron las únicas que perdieron ese año. La empresa de restauración dio beneficios por primera vez al haber abierto solo un restaurante. Si hubiéramos abierto dos casi seguro que hubiera perdido pero es lo que tiene crecer. Decidimos repartir un 10% de los beneficios lo cual supuso que yo ingresara unos doscientos treinta y cinco mil euros netos, Mike y Raquel algo menos de cuarenta mil euros y Marga, María y Alberto algo más de seis mil euros. Los mayores aumentos de sueldo fueron para Marga, María y Alberto ya que queríamos que al año siguiente se pusieran en el mismo sueldo que Mike, Raquel y yo. Nosotros cobrábamos 250.000 euros brutos al año, unos diez mil quinientos netos, y ellos pasaban a cobrar 180.000 euros brutos, unos siete mil ochocientos netos. Ana por su parte pasó a cobrar 135.000 euros brutos y se convertía así en, claramente, la mejor pagada de nuestros directivos. Estábamos encantados con ella y ella parecía contenta con nosotros. La reunión a mediodía no estaba ni medio terminada y nos fuimos todos a comer para al volver seguir viendo números. Acabó a las seis y tras tomar una caña los seis socios con Ana me fui a casa para pasar un rato con mi hija y luego con mi esposa a la que hice el amor.

El martes era el cumpleaños de Juan, hijo de Raquel y mio aunque, para casi todo el mundo, hijo de Raquel y José Carlos. Tras trabajar normalmente quedé con Rocío en casa a las seis y media para coger a Sandra e irnos a pasar un ratito con Raquel, José Carlos y sus hijos. No muy tarde, hacia las nueve y media, ya estábamos de vuelta en casa. Acostamos a la niña y Rocío y yo hicimos el amor tras descansar un rato en el salón.

El miércoles me llamó Ana y me dijo que fuera a su casa a la hora de comer. Pensé que era para hacer el amor. Me apetecía, la verdad, y fui para ya encantado. Al llegar Ana me esperaba con un vestido de color blanco, de punto, que tenía un cuello enorme que caía sobre el vestido. Era como un cuello alto que se hubiera dado de si. En sus pies unas botas hasta la rodilla sin tacón de color marrón. En sus ojos veía pasión pero a la vez veía algo de tristeza. No le di mayor importancia y la besé. Fuimos besándonos por el pasillo mientras nos acercábamos a su salón. Yo iba directo al sofá pero ella me agarró de la mano y me llevó a su habitación donde me tiró sobre la cama. Estando yo ya tumbado ella se subió a la cama y me besó con pasión. La falda de su vestido no era muy larga y al subirse a la cama se había subido un poco. Así, mientras me besaba, su conejito, apenas protegido por la tela de su braguita, se frotaba con mi polla a través del pantalón. Nuestro beso fue creciendo en pasión.

–    Te quiero – dijo con un tono que volvió a parecerme algo más triste de lo habitual y que, de nuevo, decidí no darle más importancia.

–    Sabes que yo a ti también – dije cortando la conversación con un nuevo beso

Este beso ya fue acompañado por exploraciones de nuestras manos en el cuerpo del otro. Yo a Ana la acariciaba el culo y seguía subiendo el vestido mientras ella desabrochaba la camisa que llevaba ese día. Una vez desabrochó mi último botón  me incorporé un poco para poder quitarme la camisa y ella fue directa a quitarse el vestido por la cabeza. Quedó así en braguitas, sujetador y botas. Las braguitas y el sujetador eran un conjunto blanco precioso. Seductoramente volvió sobre mi y, tras besarme, fue bajando hacia abajo hasta llegar a mi entrepierna donde me desabrochó el pantalón y me lo bajó junto con los calzoncillos. En cuanto apareció mi polla lanzó su boca a por ella y se la metió para darla una buena mamada. Durante la mamada Ana fue muy activa con mi lengua y me calentó muy rápidamente. En nada mi tiempo mi polla estaba ya en una situación en la que era imposible que creciera ni un solo milímetro. A lo largo o a lo ancho. Siguió jugando con mi polla en su boca y lentamente pasó de metérsela en la boca a darla largos lengüetazos. Tras un rato decidí no correrme en su boca y la cogí para tumbarla en la cama boca arriba echándome yo sobre ella y besándola. Tras un rato  de beso me bajé al suelo, la agarré de las piernas y tiré de ella hasta que su coñito quedó en el borde de la cama. Yo me arrodillé y durante un largo tiempo estuve jugando con mi lengua en su coño. Durante este rato mi polla apenas perdió un ápice de su dureza. Así de cachondo estaba. Mis lamidas a su coño iban sacando de ella gemidos cada vez más fuertes. Ella no paraba de gritar que me amaba pero de nuevo me parecía que lo decía con cierta tristeza. Tras un poco más chupando su coño me puse en pie y acercándome al borde de la cama metí mi polla en su coño. Al principio la metí lentamente pero, en cuanto noté su reacción aun más pasional de lo normal en ella y la presión que sus paredes vaginales ejercían en mi polla, pronto pasé a follarla con dureza. No tardé más de quince minutos de dura follada en correrme en su interior sacando un orgasmo de ella espectacular. De los más grandes que había notado en ella. En cuanto me salí de ella me subí a la cama y la besé. Al finalizar el beso ella se echó a llorar. Yo la miré intrigado.

–    No se como decirte esto – dijo Ana

–    No me asustes – dije

–    Sabes que cada vez te quiero más y eres muy importante en mi vida – dijo Ana – A su vez yo noto que ya no soy para ti un mero polvo. Se que me quieres y así me lo has dicho muchas veces. Por eso esto se hace más duro.

Y tras decir eso se echó a llorar.

–    Ve al grano – dije acariciando su cabello

Ella dejó de llorar un momento y me miró a lo ojos.

–    Tenemos que dejar de hacer el amor – dijo – Quiero tener un hijo con mi marido y no quiero arriesgarme ni con condones.

Yo la miré a los ojos y sonreí

–    ¡Pero tonta! - dije - No te preocupes. Yo ya sabía que cuando quisieras tener un hijo tendríamos que parar. Después del niño no me abandonaras, ¿verdad?

Ana me sonrió.

–    ¡Claro que no! - dijo – No sabía como te lo ibas a tomar. Quiero tener el niño pero no me apetece dejar de hacer el amor contigo.

–    A mi eso tampoco me apetece – dije – Pero tener un hijo es algo maravilloso y me parece muy bien que lo intentes con tu marido.

Ana me besó.

–    Ahora te quiero aun más – dijo

Yo la besé y pasamos a ducharnos para luego comer y volver a la oficina. Durante ese rato hablamos de su decisión. Ella estaba triste, como yo, por no poder mantener relaciones sexuales conmigo durante un tiempo pero a la vez contenta por la idea de tener un hijo. Yo la animaba. Echaría de menos el sexo con ella pero me alegraba que diera ese paso. Yo disfrutaba mucho de mi hija y quería que los demás lo hicieran también. Ya en el trabajo por la tarde me centré en mis cosas para sacar curro y poder pasar la tarde con mi hija. Tras acostar a esta le conté a Rocío lo de Ana. Se lo conté con el compromiso de esta de no contarle nada a ninguna de sus amiguitas. Quise mantener en el trabajo discreción con respecto a sus ganas de quedarse embarazada. A las once, tras una gran charla con mi esposa, me fui a la cama donde dormí abrazado a Rocío.

El jueves tras trabajar durante toda la mañana me fui a comer con mi secretaria pues era su cumpleaños. Era casi el único día del año que comía con ella y me daba la oportunidad de hablar más de temas personales pues era una chica muy profesional en la oficina. Casi demasiado. Tras la comida, ya en la oficina, la di un regalo, una camisa que compró Rocío, y seguí trabajando. Cuando ese día llegué a casa Elizabeth sujetaba a Sandra por el pasillo mientras esta hacia esfuerzos por andar. Ese fue el primer día que la vi andando cogida solo de una mano y me hizo sonreír. Mi hijita se iba haciendo mayor. Bueno, no exageremos, se acercaba al primer año de vida. Estuve yo un rato andando con ella hasta que la niña se cansó y me puse a jugar con ella. Una vez la acostamos fue una noche normal con mi esposa.

El viernes por la mañana fui al banco para ver a mi asesora Patricia. Estaban su backup, Sofía, y mi esposa, aunque esta vez en el otro lado de la mesa, como cliente. Desde que me casé con Rocío apenas iba al banco. El cliente era yo en un principio pero puse todo a nombre de los dos y delegué en ella el día a día. Estaba, lógicamente, mucho más al día que yo en temas de inversiones. El resultado del año fue bueno. El porcentaje final de beneficio fue algo peor que el año anterior 8,88% por 9,02% pero al tener más invertido subió algo el beneficio. Fue ese año de algo más de medio millón de euros. El Nasdaq no funcionó como se hubiera esperado y solo subió un 3,12%. Tras la reunión me fui al despacho y curré un poco hasta la hora de comer. Lo hice con Mike y Marga y luego me fui a por la niña a la guardería. Ese viernes Rocío tenía, de nuevo, reunión del consejo asesor. Seguía la guerra. Llegó a casa Rocío con la niña ya en la cama, casi a las nueve. La batalla se estaba volviendo cada vez más encarnizada y que Laura fuera ahora miembro les daba peso en los votos pero había cabreado a sus enemigos. Mimé a mi esposa durante un rato antes de irnos a la cama.

El sábado tocaba comida en casa de Raquel para celebrar con nuestro grupo de amigos el cumpleaños del pequeño Juan. Para su primer cumpleaños nosotros le llevamos de regalo un juego para el baño y algo de ropa. Fue un cumpleaños más, risas, juegos y charla entre amigos. Ver a Juan jugando con mi hija desataba mi ternura. Eran casi de la misma edad y ambos iban paralelos en su desarrollo aunque Juan, desde hacía unos días, era capaz de andar ya sin ayuda aunque en todo momento parecía que se iba a caer. Esa noche llegamos a casa a las ocho y, tras acostar a la niña, Rocío y yo nos fuimos al salón donde, casi sin quererlo, acabamos haciendo el amor. A las once descansábamos tras el polvo cuando sonó el teléfono. Era mi madre para comunicarme que Patricia, la esposa de mi primo Juan Carlos, había dado a luz a su primer hijo. Ya teníamos planes para el domingo.

El domingo pasamos la mañana en casa. Tras la siesta de la peque, a eso de las cuatro, nos montamos en el coche y nos fuimos al hospital Montepríncipe. Este está en la urbanización del mismo nombre de Boadilla del Monte, al noroeste de Madrid. No tardamos mucho en llegar y pasamos allí un rato con mi primo y otra familia que pasó por allí. Me sorprendió que Rocío tuviera un regalo listo para ellos. Desde luego estaba en todo. Si hubiera sido por mi previsión hubiéramos aparecido allí con bombones y rosas. Tras una hora allí nos fuimos para no agobiar. El resto de la tarde fue de lo más normal.

04. Semana del 23 al 29 de Enero

El lunes fue un día de trabajo de lo más normal. Apuré para dejar muchas cosas cerradas pues al día siguiente no iría a la oficina pero pude llegar a casa antes de que mi hija se fuera a la cama. Una vez estuvo acostada cené con mi esposa y me fui pronto a la cama.

Estaba pronto en pie el martes. Me duché y besé a mi hija y esposa. A mi esposa le tocaba ese día llevar a la hija a la guardería. Yo me fui a Atocha para coger el AVE a Sevilla. Una vez allí aproveché que tenía un poco de tiempo para visitar a unos clientes, meramente por cortesía, y luego me fui a un hotel céntrico donde la Cámara de Comercio daba una charla sobre importación. Tras la charla hubo una buena comida donde pude charlar con bastante gente interesante. Entre ellos varios pequeños productores de comida que tenían una estructura de distribución muy mala. Les dí mi tarjeta y les dije que les pondría en contacto con Sofía para que les presentara nuestra empresa de distribución de comida. Seguro que de los dos o tres con los que hablé Sofía podría cerrar al menos un cliente. A las siete me cogí el AVE de vuelta y al llegar a casa mi hija ya dormía. Estuve un rato de charla con mi esposa y a la cama que los días de viaje siempre cansan más que los días de oficina.

El miércoles Raúl no fue por la mañana a la oficina pues era el día que el y Teresa se separaban de mutuo acuerdo. Yo estuve un rato charlando con Sofía y le di a esta los contactos que había hecho en Sevilla.

–    Me sorprende aunque empiezo a acostumbrarme a que hagas esto por nosotros – dijo Sofía – Otros dueños de empresa irían, venderían su imagen, comerían y pasarían de todo. Tu sigues como si fueras un comercial de calle.

Yo solo la sonreí. Casi a final de la reunión llegó Raúl. Había quedado para comer con un cliente de Mike pero quedé con el para cenar. Tras la comida con el cliente trabajé un poco más y me fui a mi casa a jugar un poco con mi hija. A punto de cumplir un año era una pasada. Era supersimpática y muy divertida. Me reía con ella. A las ocho me metí en la ducha, besé a mi hija, a mi esposa, y me fui a cenar con Raúl y Pedro. Estuvimos apoyando a Raúl hasta las doce de la noche o así y nos fuimos a la cama.

El jueves trabajé tan duramente y concentrado que oí a mi secretaria despedirse pero ni me di cuenta que se me habían echado las ocho en el despacho. Justo a esa hora entró Raquel.

–    ¿Que haces aun aquí? - dijo ella

Yo miré el reloj

–    Puf – dije - ¡Que tarde! Ni me he dado cuenta viendo estos números. ¿Y tu que haces aquí?

–    He venido porque me he dejado un par de cosas.

Se acercó a mi y se sentó en mi regazo.

–    No esperaba encontrarte pero me alegro de haberlo hecho.

Nos besamos con pasión. Con muchas pasión. Nuestras lenguas jugaban en la boca del otro y demostrábamos nuestro amor con el juego de estas. Raquel vestía con unos pantalones a medio camino entre los vaqueros y los chinos de color negro. Su torso estaba cubierto por un polo de color blanco y manga larga que tenía el cuello de color negro. En sus pies unos elegantes zapatos de tacón fino y color negro. Un pequeño cinturón de color plateado adornaba más que sujetaba su pantalón. Mientras la besaba con mi mano acariciaba su pierna. La besé un rato y la miré a los ojos.

–    Me encanta pasar estos ratos contigo – dije

–    Y a mi contigo – dijo Raquel – Me encanta que tengas a Rocío. Sin ella me estaría volviendo loca eligiendo entre mi marido y tu. Ahora puedo amarte sin remordimientos.

–    Tía, le pones los cuernos a José Carlos – dije

–    ¡Que tonto eres! – dijo – Sabes a que me refiero. Amo a mi marido. Pero también te quiero a ti con locura. Pero son cosas distintas. Contigo no se si hubiera sido tan feliz. Es posible que te quiera más que a José Carlos y aun así le quiero a el de marido antes que a ti.

–    Ese razonamiento hace aguas por todos lados

–    No cariño – dijo – Tu y yo estaríamos siempre luchando somos alfas. Durante ratos somos la pareja ideal. A tiempo completo nos arrancaríamos los ojos. Pero dejemos el tema y volvamos a lo que estábamos.

Tras decir eso pegó sus labios a los míos y llevo sus manos a mi cuello para besarme con fuerza. Mi cara y la suya estaban pegadas con total pasión y apenas creo que podíamos respirar ninguno de los dos. Tras un rato tocando sus tetas sobre el polo llevé mis manos a su entrepierna y empecé a desabrochar su cinturón poco a poco. Tras desabrocharlo empecé a desabrochar los botones del pantalón uno a uno. Una vez llegué al último metí mi dedo dentro de este. Acaricié su coño sobre la braguita durante un rato antes de meter el dedo dentro del coño y acariciarlo con fuerza. Mi dedo índice empezó a penetrar lentamente su coño y pronto tenía casi todo el dedo en su interior. En ese momento ella dejó de besarme y con su boca a escasos centímetros de la mía empezó a gemir.

–    Sigue amor – dijo – Te quiero. Hazme tuya. Necesito hacerlo.

Tras su discurso me besó y se arrodilló haciendo que mi mano saliera de su coño. Lentamente se arrodilló ante mi y me desabrochó el pantalón en un santiamén. Levanté el culo de mi sillón y ella me bajó el pantalón y el calzoncillo hasta el tobillo. Hizo que sacara una de las piernas del pantalón y el calzoncillo. Me besó la polla nada más acabar de sacarme el pantalón y tras hacerlo se metió la polla en su boca. Poco a poco empezó a mamarme la polla. Me besaba toda la extensión de esta y la chupaba como si fuera una piruleta. Tras un rato así metió mi polla en la boca y empezó con una clásica pero estupenda mamada. Raquel la mamaba como una diosa y empecé a gemir con fuerza. Ambos habíamos pasado ya por la fase de calentamiento y decidí terminarlo rápidamente. Estaba demasiado cachondo como para jugar durante mucho tiempo y me levanté Bajé su ajustado pantalón hasta los tobillos. Ella se los terminó de quitar mientras yo bajaba del todo su tanguita, desde atrás, y se lo quitaba. Lo olí durante unos segundos y lo tiré lejos. Acerqué mi polla desde atrás a su coño y lentamente la penetré. Mi polla empezó a sentir el calor de su coñito y cada movimiento sacaba un gemido de ella y otro de mi. No solo estábamos acompasados en la penetración sino también en los gemidos. Tras un rato de follar a lo bestia noté las contracciones de su coño en mi polla y estas hicieron que me corriera en su interior a lo bestia.

–    ¡Dios! – dijo Raquel – Esto es maravilloso.

–    Te quiero cariño – dije

–    Y yo a ti

Me quedé un rato con ella penetrada y girada mientras nos besábamos con pasión. Una vez nos calmamos nos besamos con pasión y me salí de ella. Nos vestimos y nos besamos. Tras un ratito de besos nos despedimos. Debía seguir currando pero estaba exhausto. Me fui a casa y al llegar la niña ya dormía. Pase la noche con mi esposa, tranquilamente.

El viernes me fui prontito a casa tras trabajar codo a codo con Marga y Alberto de ocho a tres de la tarde. Comí en casa con Teresa y Elizabeth, aunque ellas ya habían comido pero charlaron conmigo, tras recoger a la peque. Rocío llegó ese viernes tarde. Tras la jornada de trabajo, hasta las tres, tuvieron una reunión a las cuatro y media que acabó a las siete y pico. Una escalada más en su conflicto con el cuñado del vicepresidente por el control de la división de banca privada del banco. No parecía que fuera a ser una guerra corta y Antonio, su jefe y ella estaban listos para la lucha. Rocío llegó muy cansada y esa tarde no hicimos nada para que pudiera descansar. Ni siquiera hicimos el amor.

El sábado fuimos a casa de mis padre con los padres de Rocío y los hermanos de esta para celebrar el cumpleaños de mi hija Sandra que era el miércoles siguiente. Ese día la niña estaba muy despierta tras unos días algo apagada con un pequeño constipado. En casa de mis padres estuvimos todo el día y disfrutamos de una gran comida a base de cordero asado y ensalada. El menú fue fácil de decidir ya que era la comida preferida tanto de mi suegro como de mi padre. Lo prepararon el servicio de mi madre pero la materia prima la pagamos nosotros. A la niña la dieron muchos regalos entre ropa y juguetes. Al final acabamos cenando todos juntos y nos fuimos de casa de mis padres a eso de las diez de la noche.

El domingo fuimos a comer a casa del hermano de Rocío pues los padres de ellos seguían allí y, lógicamente, querían ver a sus nietos. La comida estuvo bien y charlamos mucho sobre la situación de Rocío en el banco y también sobre mis nuevos negocios. Esa tarde volvimos a casa a las seis, hora en la que los padres emprendieron el rumbo de vuelta a Cuenca. Una vez en casa bañamos a la niña, jugamos un poco con ella, la dimos de cenar y la acostamos. Una vez Sandra estuvo en la cama hablamos en pareja. Por primera vez salió el tema, de manera seria, la posibilidad de ir a por un segundo hijo. Sandra ya iba a cumplir el año y a Rocío le apetecía. Eso significaba buscar casa. Yo en ese punto ya había cedido. En parte por mi padre y madre que siempre decían que podíamos vivir en una casa más grande con mi situación económica. Lo cierto es que ahora, Mike y Marga, ya tenían una casa más grande que la mía con mucho menos dinero. Tanto hablar de niños y al final acabamos haciendo el amor.

05. Semana del 30 de Enero al 5 de Febrero

El lunes, tras trabajar, Rocío y yo fuimos a casa a por la niña y con ella nos fuimos con Diana y Pablo a ver la nueva casa de ellos. Ese día les habían entregado las llaves. La urbanización tenía una pista de paddle y una de tenis, una piscina de niños, otra de adultos y parque infantil. Todo ello aun a medio acabar. La casa era la más grande de cada bloque. Era un ático de cinco habitaciones, una de ellas algo pequeña que iban a usar como despacho, con una terraza de unos cincuenta metros cuadrados. El salón comedor era muy amplio y la cocina no estaba mal. Tenía tres baños y un aseo de invitados. En total casi doscientos metros cuadrados. Sin un solo mueble la casa parecía enorme.

–    No me la imaginaba tan grande – dije – Me alegra que podáis pagar una casa así.

–    Pablo gana mucha pasta – dijo Diana – Como Rocío más o menos. Y a mi en la empresa me va muy bien. Además tengo planes para este año que me van a llevar al siguiente nivel. Estoy hablando con una persona para que entre en la empresa y me abrirá muchas puertas. Faltan cerrar unos flecos. Ya lo veréis.

Yo puse cara de aprobación y di un beso en la mejilla de Diana. Que ella fuera emprendedora para mi era un placer pues veía en ella las ganas que tenía yo cuando monté la empresa. Ahora que todo iba más rodado para mi era más fácil. Ese momento de empezar una empresa es la leche. Tras cenar en un restaurante cercano a su nueva casa nos fuimos para acostar a la niña. Un poco después nosotros nos fuimos a la cama e hicimos el amor.

El martes fue un día típico de trabajo con varias reuniones internas no muy importantes y una tranquila tarde en casa con mi esposa e hija.

El miércoles era el cumpleaños de mi hija Sandra. Ese día llevamos a Sandra a la guardería juntos mi esposa y yo. Tras el día de trabajo de lo más normalito me fui pronto a casa para poder pasar un buen rato con mi esposa e hija. Cuando llegué aun no había llegado Rocío pero lo hizo pronto, hacia la seis. Media hora después llegaron María y sus hijas. Ellas llevaban varios días encima de su madre para estar en el día del cumple y Rocío la dijo que se pasara. Las hijas de María consideraban a Sandra casi como una hermanita pequeña, como una prima muy cercana. Para mi, que las adoraba, era muy enternecedor. A lo largo de la tarde también vinieron Diana y Pablo y mis padres. Al final cuando llegó Arturo me fui con el, mi padre y Pablo a comprar algo de comer a Mallorca. Pasamos una buena tarde noche con todos ellos pero a las nueve y media ya estábamos solos. Antes de acostar a la niña la dimos nuestros regalos. Aunque no se enterara de nada. Yo la regalé ropa y un juguete para cuando empezara a andar. Rocío un juego de esos de encajar formas con sonidos y más ropa. Ya con ella en la cuna nos tumbamos Rocío y yo en el sofá y vimos un poco la tele antes de irnos a la cama. Cuando esperaba a Rocío en la cama la vi llegar a esta con un camisón no extremadamente provocativo pero si lo suficiente como para que me estimulara mucho. Hablando en plata, para que me pusiera cachondo. Este era violeta con botones en el centro por toda la extensión del camisón. Cuando entró la besé y fue una sensación maravillosa. Ella abrió la boca y mi lengua entró en la suya jugando con la mezcla justa de amor y pasión. Su mano derecha empezó a acariciar mi pecho. Sus caricias me volvían loco. Fui subiendo la intensidad del beso y ella respondió a este con el movimiento de su lengua. Me eché sobre ella, la besé y pasando un brazo bajo su camisón acaricié su coñito sobre la braguita que llevaba. Ella recostó su cabeza en mi pecho y me besó sobre la camiseta del pija. Tras un rato volví a besarla. Poco a poco fui desabrochando su camisón hasta dejarla en ropa interior. Me levanté y a toda velocidad me quité la camiseta del pijama, el pantalón de este y los calzoncillos. Me tumbé sobre ella. Rocío me acogió con las piernas abiertas y al aire. Mi pene, liberado de la opresión del calzoncillo, se apoyaba sobre la tela de su braga mientras yo volvía a besarla. Debió ser la sensación de sentir mi pene junto a su coño ya que el beso subió una barbaridad en intensidad. El juego de lenguas, al principio amoroso, pasó a ser un violento juego donde se mezclaba la invasión de las lenguas con mordiscos en los labios y nuestras manos agarrando el cabello o cuello del otro. Bajé mi mano a su entrepierna y bajé su braguita. Tras hacerlo junté mi polla a su coño y de un empujón entré. Me dejé caer sobre ella volviendo a besarla. Estuvimos besándonos un rato con mi polla hasta el fondo de su coño sin movernos. Era un beso lleno de pasión y nos olvidamos de follar. Tras un rato ella pareció acordarse que estaba penetrándola y empezó a mover su coño de manera circular a lo largo de mi polla. Yo cogí el testigo y, sin dejar de besarla, empecé a entrar y salir de su coño con bastante fuerza aunque en un principio sin dejar de besarla. Nuestro beso era interrumpido, cada vez con mayor frecuencia, por los gemidos que emitíamos. A veces era ella la que se separaba para emitir un grito y a veces era yo, pero siempre volvíamos al beso. Tras unos minutos de penetración ella empezó a correrse. Fue un orgasmo largo y ruidoso. Me corrí en su interior a mitad de orgasmo de Rocío lanzando unos cuantos chorros de espeso semen. Caí al lado suyo en la cama y nos besamos durante unos diez minutos. Tras abrazarnos caímos ambos rápidamente dormidos.

El jueves al llegar a casa era de nuevo pronto pues esa semana no parecía mucho trabajo. Al llegar aun no se había ido Teresa, aunque ya estaba cambiándose para irse. Me vino bien pues era su cumpleaños y pude felicitarla. Me dijo que mi esposa se había acercado a mediodía para comer con ella y darla un regalo, una blusa. De nuevo Rocío por delante mía. Por suerte dijo que Rocío la había comentado que era de parte de los dos. Una vez se fue ella le dije a Elizabeth que se fuera. Ambas sonrieron y se rieron. Yo las miré con cara rara.

–    Nos viene bien que se vaya ahora – dijo Teresa – Voy a cenar con mi marido, mi hijo y la novia de este.

Yo me eché a reír y ellas pronto estaban riendo conmigo. Me hacía gracia que mi asistenta de toda la vida y la babysitter de mi hija tuvieran esa relación. Cuando se fueron me quedé un rato con mi hija solo. Rocío llegó casi cuando la niña se iba a la cama. Otra vez reunión en el curro. Esta vez solo de su bando para ver como actuar en el futuro. Tras acostar a la niña me dijo que lo de Teresa salió sobre la marcha y que por eso no me avisó. No me importaba pero me hubiera gustado estar con ella y Teresa en la comida. Tras irnos a la cama a eso de las diez hicimos el amor.

El viernes tras trabajar Rocío y yo quedamos para comer con María y Raquel. Tras la comida con nuestras amigas nos fuimos a la guardería a por la peque. Ya con ella fuimos a El Corte Inglés a terminar de comprar algunas cosillas para el cumpleaños que celebrábamos al día siguiente. Esa tarde al llegar a casa descansamos y jugamos con la peque.

El sábado tocaba celebrar el cumpleaños de mi hija. Era el primero y para mi era especial. Llenamos la casa de gente, con todos mis socios y sus familias, Diana y Pablo, Antonio y Laura con la pequeña Magdalena. Yo lo pasé sensacionalmente bien jugando mucho con mi hija, Magdalena y Juan. También pase un rato con las hijas de María y la hija de Raquel y con los adultos. Quien no lo pasó tan bien fue Rocío. La note muy rara, como triste, y no sabía porque. Pronto supe que se trataba de Teresa. Al haber ocurrido lo que había ocurrido con Raúl ella misma decidió no invitarlas y que un día fueran a ver a la niña. Que su amiga estuviera pasando por ese momento le causaba tristeza pues apreciaba mucho a Raúl. La verdad es que era jodido. Y todos pensábamos que hasta que Raúl no consiguiera una nueva novia no se normalizaría algo el asunto. En cuanto se fueron todos, tras la comida, regalos y merienda, Rocío y yo recogimos un poco, acostamos a la niña y, tras descansar un poco nos fuimos a la cama. No hicimos el amor, ella no estaba de humor.

El domingo el día fue de lo más normal. En pareja con nuestra hija. Tranquilos.

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