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Gönbölyuseg

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LOS RELATOS FANTÁSTICOS DE LOS AUTORES DE TR. LA BIBLIOTECA

Gönbölyuseg – por ElEscribidor

 

Si los justos quisieran crear un mundo, podrían hacerlo. Combinando las letras de los inefables nombres de Dios. Rava consiguió crear un hombre y lo mandó a Ray Zera. Éste le dirigió la palabra; como el hombre no respondía, el rabino le dijo: "Eres una creación de la magia; vuelve al polvo".

Dos maestros solían, cada viernes, estudiar el Sepher Yezirah y crear un ternero de tres años que luego aprovechaban para la cena.

Sanedrín, 65, b.

 

I

Se abrieron las puertas del penal y la columna de familiares de presos que se había formado en la calle fue avanzando lentamente hacia el control de entrada.

La última persona de la fila estaba pasando por el arco detector cuando apareció por la puerta la voluminosa figura de un hombre de aspecto albino. Iba vestido como si fuera por su casa, con una raída chaqueta de punto de color verde oliva, un pantalón de chándal de color azul y unas zapatillas de felpa, a cuadros. Los tres guardias y el visitante rezagado no pudieron evitar fijar sus miradas en la rotunda apariencia del recién llegado.

Al ver que el estrafalario visitante no se movía de la entrada, el funcionario que había tras el mostrador le hizo señas para que se acercara y pasara por el arco detector, a la vez que le espetaba:"Vamos, hombre, que no tenemos todo el día".

Obediente, tras unos instantes de incertidumbre, el hombre avanzó pesadamente y con la cabeza gacha hasta el arco de seguridad donde el guardia encargado del acceso le ordenó que depositara todos los objetos que portaba sobre el mostrador. Se tanteó los bolsillos de la chaqueta y de los pantalones hasta dar con un llavero. "¿Eso es todo lo que lleva encima?". Contestó afirmativamente con un lento y casi imperceptible cabeceo y dio dos pasos para situarse frente al funcionario que le pedía su documento de identidad y el nombre del preso al que quería visitar.

Gestern.- Dijo de forma casi inaudible.

¿Gestern? ¿Felder Gestern? – Replicó el funcionario, con un tono de voz exageradamente alto como si quisiera llamar la atención de sus dos compañeros.

Sí,… vengo… a visitar… al señor… … al señor… Felder Gestern. – Contestó con la misma tímida entonación y cabizbajo, sabiéndose escudriñado por los funcionarios con ese aire de desdén y repulsión al que estaba ya tan acostumbrado.

Firme aquí. – Le extendió un impreso, señalando con el dedo el lugar donde debía estampar su firma y se quedó mirando, sin ocultar un mohín de asco en la cara, las carnosas manos del visitante y su color de piel lechosa por las que se transparentaban las azuladas venas.

Después de unos minutos, tras ser guiado por un guardia a través de largos y asépticos pasillos, el tímido visitante se encontró sentado en un rincón de la atestada antesala de espera, aguardando a que le llevasen en presencia del penado señor Gestern.

 

II

De Samuel Malach, ya de niño, solían decir que era especial; algo que no deja de ser un eufemismo para definir atributos como raro, feo, retrasado, delicado,… y Samuel era todas esas cosas y además, obeso. Sus padres renunciaron pronto a intentar cultivar su autoestima y a prepararlo para la lucha en la dura y diaria realidad. A los ocho años, cansados de las burlas y humillaciones que su hijo pasaba en cada uno de los colegios en los que lo habían matriculado y conscientes de lo poco que avanzaba en los estudios, optaron por sacarlo definitivamente de la escuela.

Así fue como Samuel se fue convirtiendo en una persona introvertida, asustadiza, incapaz de relacionarse con los demás. Desde aquel día de noviembre en que salió llorando desconsoladamente de la escuela para no volver más, se había ido recluyendo en sí mismo y refugiándose en los libros.

Primero fueron los cuatro tomos de una enciclopedia de doce que su padre había comprado a plazos y que dejó de pagar. Después fueron los libros de saldo, de los más variopintos géneros, que su madre le traía de la vieja librería de los hermanos Ackermann, que estaba junto al mercado donde ella trabajaba.

Así fue como Samuel se fue cultivando en las más heterogéneas materias y alimentado sin cesar su ingente necesidad de conocimientos. Por otro lado, su nueva afición a los libros y su enclaustramiento, acentuaron su obesidad, fueron descoloriendo su piel y empezaron a apagar su vista, dándole el aspecto albino que ahora lucía.

 

III

El carcelero acompañó a Gestern frente al desconocido que había detrás de la mampara del locutorio. El recluso miró al funcionario con cara de extrañeza y le preguntó si no se había equivocado de visita. Éste se limitó a indicarle que se sentara y a recordarle que disponía tan sólo de 30 minutos.

Gestern se encogió de hombros, se sentó y espetó al visitante:

¿Quién eres y qué quieres de mí?

Soy Samuel… Malach y quiero… - Aunque Samuel había ensayado durante muchos días ese momento, las palabras tardaron en salir - …quiero… pedirte perdón.

¿Perdonarte? ¿Por qué? - Y antes de que Malach contestara, Gestern empezó a cavilar de qué conocía a aquel intruso - ¿Dónde nos hemos visto antes?

En la biblioteca. – Respondió Samuel a la vez que levantaba ligeramente la cara para que el otro pudiera verle mejor y, talvez, reconocerlo.

¡Vaya! ¿En la biblioteca? – Gestern se ruborizó y perdió el aire de suficiencia que había mantenido hasta entonces, pero logró reponerse al comprobar que delante de sí tenía a un pobre desgraciado. Así que lo desafió. – No, no te conozco, me acordaría de un tipo como tú.

 

Pero a pesar de su voluminosa presencia, Samuel Malach no era una persona fácil de ver. Evitaba cualquier contacto visual con la gente. Sólo salía de casa para ir a la biblioteca y, siempre cuando sabía que no había casi nadie. Y, aún así, buscaba el rincón más apartado para leer.

Lo hice yo… Yo estaba allí.

¿De qué hablas?

De la explosión… Me asusté… Estaba allí… y me asusté. – Repetía Samuel.

¡Un momento! – Le pidió Gestern, que intentaba ordenar las palabras de aquel extraño individuo.- No había nadie dentro. Yo no hice daño a nadie.

No… tú no… No… Fui yo… Cuando oí que entraban… pensé… pensé que me habían… descubierto.

¿Me estás diciendo que fuiste tú quien voló la biblioteca por los aires?

Sí. – Admitió él.

Pero… ¿me tomas el pelo o qué?

No.

¡Guardia! Lléveme de vuelta a la celda, mi amigo – dijo enfatizando la palabra amigo – ya se va.

Espera… por favor.

 

Gestern se giró y quedó mirando la expresión de la cara del enigmático personaje mientras éste parecía estar vocalizando una palabra, letra a letra, sin proferir ningún sonido. No parecían difíciles de adivinar aquellos fonemas que formaban los labios gruesos y amoratados de Samuel, pero la palabra resultante carecía de sentido.

¿Go… bo… lu… sek?… ¿Qué demonios significa?

Es… la palabra… - Felder puso una expresión de extrañeza en el semblante, evidenciado que no sabía de qué iba todo aquello y Samuel continuó – La palabra que invoqué.

¿De qué narices me estás hablando? – Lo miró de arriba a bajo y soltó una sonora risotada.

No deberías reírte. – Le dijo de forma grave – No es asunto de broma.

Vale. Supongamos que te creo. Así que dijiste las palabras mágicas: ¡sim salabim! o ¡abracadabra! Y… ¡boom! la biblioteca saltó por los aires.

Fue un accidente.

 

Malach, visiblemente cansado, tomó aire como si fuera a prevenir un ataque de asma, antes de continuar con su relato.

Ahora… la gente… utiliza muchas palabras… para decir muy poco.

En eso, te tengo que dar toda la razón. – Respondió Gestern - Sigue.

Las palabras… sirven para crear… y destruir. – El guardia se aproximó a Gestern para recordarle que el tiempo de visita se acababa, golpeando con el dedo, frente a su cara, la esfera del reloj de pulsera.- Goonboolyuseg es… una esfera de energía…

Oye mira, no recibo más visitas que las de mi abogado y te doy las gracias por venir, pero aún así no quiero perder el tiempo con un chiflado.

¿Por qué dijiste… que fuiste tú…, si tú no lo hiciste?

Bueno. – Gestern se puso cínico para contestar a Samuel.- Estaba tumbado a la entrada de la biblioteca, junto a una palanca con mis huellas, con la ropa chamuscada y con un mechero en el bolsillo: ¿Tú qué crees? ¿Crees que era posible defender mi inocencia?

Pero… tú no lo hiciste… Lo hice yo.

 

IV

 

Felder Gestern, había sido profesor en una escuela de primaria en Newport, Rhode Island, hasta que tuvo que marchar de aquella ciudad antes de que los padres de algunos de sus alumnos llegaran a corroborar las crecientes sospechas de abusos.

Sin rumbo fijo por el país, Gestern, acabó recalando en una pequeña localidad rural de Nuevo México, en el condado de Otero, donde no le fue difícil ocultar su pasado y emplearse de nuevo como profesor suplente en un colegio católico.

Con la excusa de ayudar a uno de sus alumnos de sexto curso, Jorge Ramírez, de 12 años, para preparar las pruebas de admisión a la High School, Gestern empezó a mantener encuentros secretos con el chico en la biblioteca municipal.

Después de semanas de asedio, sin lograr su objetivo de mantener una relación, cuanto menos amorosa con el muchacho, Felder Gestern perdió la sangre fría que le caracterizaba y una tarde, cuando ya no quedaba nadie en la sala de lectura de la biblioteca, pasó de las veladas caricias en el pelo o en la pierna del muchacho y se aventuró a llevar sus manos un poco más allá, hacia la entrepierna del chico, de una forma tan inequívoca que el menor no dudó en rechazarle de forma enérgica, gritándole en español "maricón" y amenazando a Gestern con decírselo a sus padres.

El chico salió tan deprisa de la biblioteca que la vieja bibliotecaria no se dio ni cuenta de quién había proferido tales gritos.

Gestern, absolutamente desencajado, acertó a pedir disculpas improvisando la excusa de que se le había caído un libro en el pie y había soltado una maldición. La bibliotecaria se limitó a recordarle que allí no se podía elevar la voz y también que se disponía a cerrar.

Felder Gestern salió de la biblioteca como un alma en pena. Otra vez se veía vagando por el país en busca de un nuevo lugar donde instalarse, donde no lo conocieran, donde no supieran sus inclinaciones. No podía evitar que su mente reprodujera una y otra vez el reciente episodio con el chico, y cómo se le transformó la cara de efebo en una vulgar máscara de adulto cuando le gritaba en su lengua.

¿Sería capaz de decirles a sus padres que llevaban casi un mes frecuentando la biblioteca? El miedo se apoderaba de Gestern, no podía pensar en otra cosa. Ya había perdido el último autobús y aún rondaba por las inmediaciones de la biblioteca, cuando se le cruzó por la cabeza la idea de destruir las fichas de lectura de Jorge y suya, para que no quedara rastro de las secretas citas.

Decidido, encontró una barra de hierro en un edificio en construcción y se dirigió a la biblioteca con la ofuscada idea de forzar la entrada. Y estaba intentando desesperadamente hacer palanca a la puerta cuando una fuerte explosión lo despidió varios metros, dejándole inconsciente. Ya no recordaba nada más hasta que un fuerte dolor en el costado le despertó y vio cómo un policía le pateaba antes de detenerlo.

Lo acusaron de saboteador. La guerra aún no había acabado y sus apellidos de origen alemán le delataban como enemigo del pueblo americano. Gestern no osó defenderse.

 

 

V

¡Por favor! Vete a casa, con tu mujer, con tus padres, con quien quiera que vivas.

Tú no lo hiciste… - Insistía Samuel - Yo debería estar aquí y no tú.

 

Gestern Felder miró la gruesa figura que tenía delante de él con condescendencia.

Tu apellido es de origen alemán… ¿lo sabías? – Preguntó Samuel.

¡Y tanto que lo sé! Por eso estoy aquí y no en alguna maldita isla del Pacífico, luchando en la maldita guerra.- Y añadió, por si Malach no lo había entendido- Mis abuelos eran alemanes y, ya sabes, somos sospechosos de colaborar con los nazis.

 

El funcionario anunció voz en grito que había acabado la hora de la visita y tomó de un brazo a Felder para llevarlo a su celda. Mientras salía del locutorio echó una última mirada al extraño hombre que le había venido a visitar. Y volvió a verlo deletrear aquellas palabras: goonboolyuseg.

Se fue a la celda dándole vueltas en la cabeza a esta palabra, y así se pasó toda la noche, en vela, rumiándola. Goon… bool…yu… seg. Go… on… bo… ol… No sabía por qué, pero sentía que el odio que le provocaba reproducir la secuencia de aquella humillante tarde en la biblioteca se concentraba en aquella palabra: GOONBOOLLYUSEG.

Cuando a la mañana siguiente sonó el timbre para la hora de formar, a las 05:30 horas de aquel caluroso 16 de julio de 1945, Felder se saludó a sí mismo de la forma habitual: "Otro día más. Buenos días". Pero esta vez añadió: "GOONBOOLYUSEG". Miró a su alrededor, la celda desnuda, los barrotes, y se echó a reír, musitando entre dientes mientras las puertas se abrían: "Esfera de energía… ¡Ese chalado!".

 

 

 

NOTA DE AUTOR: A las 05.30 horas del 16 de julio de 1945, a escasos kilómetros de la penitenciaria del condado de Otero, en Alamogordo, tuvo lugar la primera prueba nuclear de la historia.

 

 

 

© ElEscribidor - 2005

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Muñecos Rotos [pokovirgen]

Relación de relatos del XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XX Ejercicio de Autores

Gracias por participar en el XIX ejercicio

Legión de Ángeles

Eva al desnudo

En el fondo de su mente

Las viejas tamaleras

Una canción en 100 años

Del amor, la guerra y otras lindezas

Canción de despedida

Noches de luna llena

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El sobre azul

Nunca subas a la chica de la curva

Aunque tu no lo sepas

El Cid

La puta de mi novia y su despedida

Por toda la casa

El suicidio del Samurai

Causa y efecto

La fiesta de Navidad

Diálogos para un ejercicio

La barbería

Por los beneficios

Cenizas del deseo

M & M… y sí, son unos bombones adictivos

Lazos oscuros y desconocidos

Relación de relatos del XIX ejercicio

XIX Ejercicio de autores

XIX Ejercicio de autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XIX Ejercicio de Autores

Brevísimo balance del XVIII Ejercicio de Autores

Pínchame, amor (Segunda parte)

Noche mágica

Con todos ustedes....¡el increíble bebé barbudo!

Extraños en la noche

Noche de suerte

Por fin pude ver a mi esposa montada en un joven

La chica de la revista

Vida de casado

Una manera de sentir

Trovadores de la noche

Después de la feria según Lucas

Después de la feria según Marcos

La morochita villera

Cómo recuerdo el día en que llegó a mi casa

Amo las mujeres que desagradan a otros

¡Pínchame, amor! (1)

La primera noche de mi nueva vida

La mejor noche de un actor porno

La prueba

Paparazzi

Ivette, mi princesa árabe

El montoncillo y la gata

Pasión y lujuria en la Barceloneta

Relación de relatos del XVIII Ejercicio de Autores

Noticias sobre el XVIII Ejercicio de Autores

XVIII Ejercicio de autores

XVIII Ejercicio: Votación del tema

Propuesta de ideas. XVIII Ejercicio de Autores

Crucigrama. GatitaKarabo.

Flores. Dark Silver.

¡Maldita sea! Izar

Fugados. Dark Silver.

Superbotellón. MariCruz29

El Pelao. GatitaKarabo.

Raquelísima. Moonlight.

Oración. Masulokunoxo

El despertar. GatitaKarabo

Media tarde. Trazada.

La noche es bella. Lydia

Apetecible. Paul Sheldon.

Play. Un Típico Sobi.

Zanahorias de Haití. Masulokunoxo.

Charla de alcoba. Trazada.

XVII. Ejercicio de autores.

XVII Ejercicio. Votación del tema.

Propuesta de ideas. XVII ejercicio de autores

PsicóTRico.

Mi primer día.

Desde el fondo de la pecera

Un chico normal

La increíble historia de Mandy y su locura felina

Carta blanca

Amigo mío, ¿qué hice mal?

La psicología del miedo

El diablo nunca

El salto atrás de Paco.

Contacto humano

Identidad

Una muñeca vestida de azul.

AVISO - XVI Ejercicio - RELATO PSIQUIÁTRICO

XVI. Ejercicio de autores. Relato psiquiátrico

Votación del tema. XVI Ejercicio

Propuesta de ideas. XVI ejercicio de autores

¿Qué es el ejercicio?

La leyenda del demoniaco jinete sodomizador

¿Por qué las ancianas tienen obsesión...?

El visitante

Amantes en apuros

El hotel

El cementerio

La leyenda urbana de TR, ¿Quién es el Calavera?

Mascherata a Venezia

La cadena

Mujer sola

Electo ateneo

La Dama de los Siguanes

Libertina libertad

Máscaras

El engaño del Cadejo

Los veintiún gramos del alma

Examen oral

En el espejo

El Greenpalace

Una leyenda urbana

Sorpresa, sorpresa

Gotitas milagrosas

Información del XV ejercicio

XV Ejercicio de autores - Leyendas urbanas

Propuestas e ideas para el XV ejercicio de autores

Cambio de carpas

Con mi pa en la playa

Con sabor a mar

La luna, único testigo

Duna

Selene

Acheron

Una noche en la playa

¿Dónde está Fred?

Fin de semana en la playa

La noche del sacrificio

Nuestra playa

Aquella noche en la playa

La indígena

Sacrificio a la luna

El Círculo de Therion

Hijo de puta

Como olas de pasión

Hija de la luna

XIV ejercicio de autores – ampliación de plazo

La noche de los cuernos

Citas Playeras S.A.

XIV Ejercicio de Relatos Una noche en la playa

Yo quería y no quería

Información sobre el XIV Ejercicio de Relatos

La soledad y la mujer

Una oración por Rivas

Inocente ¿de qué?

El te amo menos cotizado de la Internet

Esquizos

Ella

Pesadilla 2

Dios, el puto y la monja

Mi recuerdo

Nada es completo

Pesadilla (1)

Remembranzas

Pimpollo

Un momento (3)

Hodie mihi cras tibi

Hastío

La sonrisa

Tu camino

Duelo de titanes

La madre de Nadia Lerma

XIII ejercicio sobre microrelatos

Mujer Amante - Vieri32

No tengo tiempo para olvidar - Lymaryn

Un ramito de violetas - Lydia

Palabras de amor - Trazada

Bend and break - GatitaKarabo

Tú me acostumbraste - Avizor

Por cincuenta talentos de plata - Estado Virgen

Äalborg [Sywyn]

El peor pirata de la Historia [Caronte]

Mi encuentro con el placer [Apasionada29]

El pirata que robó mi corazón [Lydia]

Trailer [Zesna]

A 1000 pies de altura [Lymarim]

Me aburrí muchísimo [Parisién]

En el océano de la noche [Kosuke]

U-331 [Solharis]

Sansón y Dalila

Kitsune

El sueño de Inocencia

La esencia de Zeus

Ángeles y demonios

Lilith

Hércules y las hijas del rey Tespio

Invitación para el X Ejercicio: Mitología Erótica

Tren nocturno a Bilbao

Aun no te conozco... pero ya te deseo

He encontrado tu foto en Internet

Entre tres y cuatro me hicieron mujer

Memorias de un sanitario

Sex-appeal

Sexo, anillos y marihuana

Talla XXL

Goth

Cayendo al vacío

Afilándome los cuernos

Plumas y cuchillas

IX Ejercicio: 2ª Invitación

IX Ejercicio de relatos eróticos

Pesadillas de robot

Promethea

Mi dulce mascota

Involución

Déjà vu

Eros vence a Tanatos

El instrumento de Data

El corazón de Zobe

Fuga de la torre del placer

Comer, beber, follar y ser feliz

El caminante

Pecado

Maldito destino

Madre

Decisión mortal

Yo te vi morir

Angelo da morte

Azul intenso

Pecado y redención

Mátame

Cuando suena el timbre

El purificador

El último beso

Mi instinto básico

Ella quería tener más

Hospital

Fábula de la viuda negra

Por una buena causa

Seven years

El opositor

¿Tanto te apetece morir?

Voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Satanas Death Show

Días de sangre y de swing

Relatos Históricos: La copa de Dionisios

Invitación para el nuevo Ejercicio sobre CRÍMENES

Relatos Históricos: Al-Andalus

Relatos Históricos: 1968

Relatos Históricos: Qué golfa era Carmela

Relatos Históricos: Franco ha muerto, viva el gay

Relatos Históricos: El beso

Relatos Históricos: El soldado

Relatos Históricos: Campos de Cádiz

Relatos Históricos: 1929 en Wall Street

Relatos Históricos: El primer vuelo

Relatos Históricos: El primer gaucho

Relatos Históricos: Así asesiné al general Prim

Relatos Históricos: En bandeja de plata

Relatos Históricos: La maja y el motín

Relatos Históricos: El niño del Kremlin

Relatos Históricos: Yo, el Rey

Relatos Históricos: Tenno Iga No Ran

Relatos Históricos: Las prisioneras de Argel

Relatos Históricos: Un truhán en las Indias

Relatos Históricos: Mar, mar, mar

Relatos Históricos: Un famoso frustrado

Relatos Históricos: El caballero don Bellido

Relatos Históricos: Clementina

Relatos Históricos: Cantabria indomable

Relatos Históricos: Nerón tal cual

Relatos Históricos: En manos del enemigo

Relatos Históricos: Alejandro en Persia

Relatos Históricos: El juicio de Friné

Relatos de Terror: Ojos violetas

Relatos de Terror: Silencio

Relatos de Terror: Nuria

Relatos de Terror: El bebé de Rosa María

Relatos de Terror: El nivel verde

Relatos de Terror: La puerta negra

Relatos de Terror: Aquella noche

Relatos de Terror: No juegues a la ouija

Relatos de Terror: Sombras

Relatos de Terror: Rojo y diabólico

Relatos de Terror: Lola no puede descansar en paz

Relatos de Terror: Asesino

Relatos de Terror: Aquel ruido

Relatos de Terror: Fotos en tu desván

Relatos de Terror: Estúpido hombre blanco

Relatos de Terror: Confesión

Relatos de Terror: Despertar

Relatos de Terror: No mires nunca atrás

Relatos de Terror: Viaje sin retorno

Relatos de Terror: La pesadilla

Relatos de Terror: La playa

Por un puñado de euros - por Yuste

Trópico - por Trazada30

Registro de tráfico ilegal - por Esther

Llámame si quieres - por Solharis

Una noche de invierno - por Dani

Clásico revisitado - por Desvestida

Lengua bífida - por Alesandra

Obediencia - por Némesis30

Hotmail - por Espir4l

Recuerdos - por Némesis30

Ese día estaba yo muy ansiosa - por Esther

Una noche de primavera - por Dani

La sopa - por Solharis

Diez minutos - por Sasha

Celos - por Scherezade

25 líneas dulcemente apasionadas - por Alesandra

Hay que compartir - por Espir4l

Trescientas palabras - por Trazada30

Esa sonrisa divertida - por Trazada30

Una noche de otoño - por Dani

La mujer de las pulseras - por Yuste

En el coche - por Locutus

Ciber amante - por Scherezade

Despertar - por Espir4l

Mi obra de arte - por Lydia

Los pequeños detalles - por Némesis30

Por el bien común - por Wasabi

Sola - por Scherezade

La oportunidad llega sola - por Elpintor2

La vida en un segundo - por Iván Sanluís

La ciclista - por Genio

16 añitos - por Locutus

45 segundos a euro - por Alesandra

Necesito una verga - por Esther

No soy tuya - por Donnar

Más que sustantivos - por Wasabi

Maldito alcohol - por Lachlainn

El preso - por Doro

De ocho a ocho y media - por Superjaime

Esperando - por Scherezade

Ladrón de coches - por Sociedad

Taxista nocturno,servicio especial - por ElPintor2

No me importa nada más - por Hera

Una noche de verano - por Dani

Vampirillos - por Desvestida

Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

En mi interior - por Nemésis30

Almas - por Egraine

El tren de lavado - por Lydia

Despertar placentero - por Lince

Piel de manzana - por Sasha

Me fascina - por Erotika

Hace muchos años - por Trazada30

El dragón - por Lobo Nocturno

La fila - por Locutus

La cita - por Alesandra

Tardes eternas - por Ornella

La realidad supera la imaginación - por Genio

Instinto primario - por Espir4l

La sorpresa - por Solharis

38. La verdad en el fuego

Carta a un desconocido

Enfrentarse al pasado

Un relato inquietante

La venganza de Aracne

Alejandría

El apagón

El pasillo oscuro

El libro maldito de Bartholomeus Nazarí

Ejercicio 2 Las apariencias engañan - Va la novia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga