miprimita.com

Acheron

en Hetero: General

Se subió a la balaustrada que lo separaba de siete pisos de caída directa; El frío correr del viento le arrancó un escalofrío y tembló por un momento sobre el abismo.

Un par de lágrimas, una por mejilla, rodaron cara abajo y se encontraron sobre la barbilla, después de atravesar milagrosamente la espesa barba de tres días que lucía. Inspiró y echó una leve mirada hacia atrás, donde la terraza le ofrecía una última oportunidad, un último grito desesperado a la vida. Vida que ya no quería.

Sin mirar hacia abajo, cerró los ojos y dio un paso adelante. Todo pasó en un suspiro. La velocidad, la lágrima que se perdió mientras caía, la angustiosa sensación de vacío. La ciudad, fría, gris, desalmada, le abrió sus brazos de asfalto y lo devoró en los 3’88 segundos que duró su caída. Después del estruendo de su cuerpo estrellándose contra la acera… sólo hubo silencio.

*****

Cuando abrió los ojos, no hubo luz, no hubo ángeles, no hubo cielo ni dioses en tanga abriéndole de par en par las puertas del paraíso; tampoco hubo infierno. Solamente oscuridad, una nueva oscuridad, suave y cálida, que le hacía olvidar poco a poco las penas por las que había llegado hasta allí.

Lentamente se fue acostumbrando a la nueva negrura. Empezó a descubrir siluetas, cayó en la cuenta de la textura del suelo que tocaban sus manos, escuchó el susurro de las olas y se imbuyó del aroma a salitre del mar.

Estaba en una playa.

Miró a su alrededor y no vio nada ni a nadie. Atrás, un inmenso desierto de arena que llegaba hasta allí donde le alcanzaba la vista. Delante, un inmenso desierto de mar de aproximadamente las mismas infinitas magnitudes. ¿Eso era el más allá? Decididamente, estaba cruelmente decepcionado.

Un nuevo sonido que no eran las olas derramándose ni su propia respiración, los únicos que hasta entonces había escuchado en ese páramo yermo, llegó a sus oídos. Siguió con la vista la dirección que le marcaba el sonido y vio una negra figura acercándose a él sobre las procelosas y oscuras aguas. Alguien llegaba en una barca.

- Tu nombre.- inquirió la azabache silueta varando la barca sobre la arena con una suavidad y un silencio impropios de la ciencia que él conocía.

- ¿Qué es este sitio, qué hago yo aquí?

- Contesta primero a mi pregunta, y entonces yo responderé a la tuya.- El anciano, envuelto en una capa negra como la misma noche que los rodeaba, bajó de la barca y se acercó al hombre.

- Julián… Julián Sánchez. ¿Qué diablos es todo esto?

- ¿tienes la moneda?

- ¿Moneda? ¿De qué mierdas hablas? ¿Estoy muerto?

- Debes estarlo, Julián…

- Sí, me lancé desde un séptimo piso, debo estarlo.- interrumpió el hombre, desmoronándose sobre la arena.

El anciano pareció alucinado por esa confesión.

- ¿Recuerdas lo que te ha pasado?

- ¿Eh? Sí… o no… no muy bien creo… Mi chica me dejó, me echaron del trabajo, me vi muy jodido y me suicidé… Visto así, parece una estupidez. Sinceramente, hay que vivirlo para entenderlo.

- ¿Un séptimo piso, dices?- El decrépito anciano parecía más interesado por las circunstancias de su muerte que por las de su vida, empero.

- Sí. Justo el día en que me echaban del piso… Todo me había ido tan rematadamente mal que incluso pensé que siete pisos no eran suficientes.

- Tal vez no lo hayan sido.

- ¿Qué?

- Sigue contándome. Esto es extraño. Normalmente, la gente, aquí, no recuerda absolutamente nada más que su nombre. Si recuerdas, es que ha debido pasar algo raro. Me niego a llevarte al otro lado hasta que olvides o reciba instrucciones más precisas.

- ¿Cómo? ¿El otro lado? ¿Significa que estoy muerto de verdad? ¿Algo raro? No lo entiendo.

- No tienes que entenderlo. Sólo has de olvidarlo. Cuéntame qué te ha llevado hasta acá.

- Pero…

- ¿Acaso tienes otra cosa que hacer?- el anciano parecía irritarse por momentos.- Cuéntamelo.

- En fin… lo mismo me da, estoy muerto.

*****

Mi historia, al menos la de estos últimos meses, la última parte de mi vida, la de mi muerte, tiene un nombre, Susana. Ella era… ¿Cómo decírtelo? Especial. Asombrosa. La conocí en una fiesta en la que un amigo celebraba su cumpleaños. Ella era su prima y yo el futuro padrino de su boda, en cuanto encontrara una mujer que cumpliera con sus expectativas y que lo aguantara durante más de dos meses, por supuesto...

Era, y es todavía, supongo, una preciosidad. Tal vez eso fuera mi perdición. Me enceguecí con su belleza. Suena bonito ¿Eh? Pero es una mierda. Cuando no ves más allá de tus narices, te empiezas a imaginar el mundo fuera de allí a tu antojo. Normalmente, es un mundo incluso peor que el verdadero.

El caso es que, en la fiesta, otro de mis amigos, bastante tocado por el alcohol, le tiró la caña y a mí me tocó alejarlo de ella dado que la muchacha no parecía muy contenta de haberse cruzado al borrachuzo del Chema. Me disculpé en su nombre y comenzamos a charlar.

Nos caímos en gracia desde el primer momento. Yo nunca fui un tipo con suerte, tenía un trabajo de mierda en donde los ascensos pasaban delante de mí y nunca me tocaban. Es jodido ser el subordinado de alguien a quien tú le enseñaste el negocio. Tampoco había tenido mucho éxito con las mujeres. Mis novias anteriores, he de reconocerlo, eran bastante feas. Pero Susana fue la excepción. Un "pibonazo". Mis colegas no se lo creyeron cuando les dije que salía con ella. Cuando les dije que simplemente la había conquistado a base de labia, me llamaron fantasma.

Recuerdo la primera noche en que quedamos después de la fiesta. La llevé a cenar a un restaurante elegante, con vistas a la playa, y después de la cena hicimos nuestro el paseo marítimo con nuestros pasos. No me podía creer que una mujer así estuviera a mi lado, y yo sólo hacía que hablar y hablar, buscando una de esas sonrisas suyas tan radiantes. Hasta que, en un momento dado mientras paseábamos, levantó la vista, me miró a los ojos y me soltó directamente.

- ¿Por qué no me besas de una vez?

Claro que lo había pensado, pero… tenía miedo. Miedo de atreverme. Esa era la frase que resumía mi vida antes de conocer a Susana.

Me lancé hacia sus labios sin pensarlo. Llevaba años sin hacer nada que no hubiera meditado antes pacientemente… lo que iba a comer, la ropa que me iba a poner, dónde iría ese domingo e incluso cuántos cafés me tomaría al día.

Susana abrió la boca a mi envite mientras colocaba sus manos sobre mi culo. Yo la tenía agarrada de la cintura, y mientras nuestras lenguas danzaban en esa lucha sin espadas, me atreví a empezar a manosearla, liberando por una vez mis instintos, superando el miedo a que me rechazara, se separase de mí y me diera una buena hostia por atrevido.

El plan, o precisamente la ausencia total de él, dio resultado. El beso fue subiendo de intensidad y para cuando se separó de mí, yo ya estaba más duro que una piedra y por la cara de Susana, hubiera jurado que en sus braguitas se podría bucear con botella de oxígeno. Con una sonrisa cargadita de lascivia, Susana cogió mi mano y me llevó a la playa.

No quisiera decirte lo poco que nos duró la ropa puesta, ni lo caliente que estaba el agua (¿O tal vez éramos nosotros?), sólo decirte que esa noche, el Mediterráneo fue una sábana bajo la cual aprendí lo que era un polvo acuático. ¿Qué dices? ¿Quieres detalles? Sí, claro… supongo que ésta es la mejor parte de la historia.

Entramos a la arena, que luego, al contacto con mis pies desnudos, encontré fría. Pero también encontré algo caliente al contacto de mis manos desnudas. Era la piel de Susana. Se desvistió en un santiamén, lo que le costó deshacerse del vestido y de la ropa interior. Quizá, en otra ocasión, me habría horrorizado que un vestido tan caro y precioso se manchase de arena, pero en ese instante sólo pensaba en ese cuerpo grácil que corría hacia el agua.

"¿Dónde vas? ¿No estará muy fría?"- Es lo que habría dicho en cualquier otro momento. Pero para entonces, embriagado de Susana y del recuerdo de su piel en mis manos, ya no pensaba. La parte racional de mi cerebro, después de demasiados años de control absoluto, se había ido a pique en un océano agitado. Océano en el que, como una anti-Afrodita salida de las aguas, una contra-Venus más hermosa que la propia divinidad romana que se reunía de nuevo con las aguas y la espuma que le dieron forma, se hundía Susana a grandes zancadas.

Sólo me llegaba a los oídos el dulce aleteo de su risa y el constante reflujo de las olas. Luego, sólo cuando noté mi propia respiración acelerada y mis pies sumidos en un frío atenazador, me di cuenta de que la había seguido sin pensarlo un momento.

La alcancé cuando el nivel del mar ya subía de nuestras cinturas. Salté sobre ella y nos vimos los dos, frente a frente, agua sal y arena por medio, bajo las olas del océano, completamente mojados, fríos por el agua y calientes por el cuerpo que nos tocaba.

Volvimos a emerger del agua, y ella ya no reía. Me miraba a los ojos con el gesto serio y los labios impacientes. Fui más rápido que ella y me lancé a besarla. Si el frío había conseguido apaciguar en algún momento mi polla, besándome con Susana volvió a asomar, tremenda y orgullosa, caliente y erecta.

Su mano me la acarició y un escalofrío recorrió mi cuerpo. No tuve ni que pensar para devolverle el gesto y acercar mis dedos a su sexo por debajo del agua.

Se le escapó un gemido entre mis labios cuando empecé el trabajo. Se unió más a mí y sus pezones, duros y fríos como el Ártico, se clavaron en mi torso. Yo ya no pensaba. Mi cerebro, todo mi intelecto, toda la ciencia antigua, se habían rendido a una verdad mayor. El increíble cuerpo moreno de Susana.

La agarré con ambas manos de su exuberante culo y la alcé en vilo. Poco tiempo antes, estoy seguro, ese movimiento me habría costado un dolor de espalda. Allí, en ese instante, no. La fui bajando poco a poco. Ella coló una mano entre ambos para agarrar mi sexo y dirigirlo al suyo.

Me hundí en ella mientras una ola devoraba cinco metros de arena en la playa. Su cuerpo, mecido por un principio de Arquímedes lascivo y cabrón era el superlativo de liviano. No sentía su peso colgado de mí, aunque comenzara a moverse, delante y atrás, serpenteando sobre mí y haciendo que nuestros sexos se unieran y separaran al ritmo que ella imponía.

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Ella culeando sobre la línea del mar y yo empotrándole mi verga en sus entrañas. El tiempo se eternizó, como pasa siempre que no hay nadie para contarlo. Y entre medias, ni un susurro, ni un suspiro, ni una palabra. El mar y nuestros cuerpos chapoteando ponían todos los sonidos que nos hacían falta.

Volvimos a la arena, yo aún erecto y ella aún candente. Susana se tumbó y abrió las piernas. Yo, en una postura que nunca había probado pero que en algún sitio había visto con anterioridad, las junté de nuevo, las coloqué sobre mi hombro y, tras doblar un poco su cuerpo, hundí mi polla en el apretado agujero de Susana de un solo empujón.

Su gemido de placer fue la respuesta perfecta a la pregunta que jamás le iba a formular.

Comencé a follármela con una pasión impropia de un romántico como yo. Romántico… más bien algo cursi y repelente, así era mi "yo" anterior. Pero ese "yo" anterior había muerto sepultado en un momento por una fugaz sonrisa de Susana mientras corría al mar. Y tal vez fue rematado por la sonrisa perdida de Susana mientras se corría.

Su cuerpo comenzó a temblar, el débil equilibrio de la postura se rompió entre estertores y dejé caer sus piernas sobre la arena.

Seguía erecto, seguía hambriento, seguía cachondo. Pero ella cogió el mando. Siempre supo cómo hacerlo. Se levantó, entre cansada y lasciva, y me empujó con un solo dedo. Era una orden, debía tumbarme en la arena. Lo hice y ella me montó.

Jamás. Jamás había tenido un polvo como aquél, con tanta variedad de movimientos, de caricias, de ritmos. Susana tenía una virtud esencial: Sabe lo que hace. Y en eso, es la mejor.

Me cabalgó como una experta amazona. Movió sus caderas, con mi polla dentro, como una batidora, volviéndome loco. Fue lento, rápido, otra vez lento, más lento aún, más rápido, se detuvo, continuó… cuando creía que estaba punto de correrme, comenzó un lento masaje con los músculos de su sexo, alargándolo, prolongando esa sutil, placentera agonía, hasta que no pude más. Entonces, galopó como una yegua alazana y me corrí.

El orgasmo fue brutal. Júpiter estalló en mil pedazos dentro de mi cabeza y en el coño de Susana hubo un estallido semejante. Cuando se separó de mí, destilaba semen muslo abajo.

Se limpió en el mar. Se vistió y se vino a mi casa a dormir.

Allí se quedó a vivir.

Desde ese día, mi vida comenzó a mejorar. Los polvos cada noche eran colosales, y gracias a algún que otro consejo suyo, comencé a cerrar ventas que días antes me resultaban imposibles. Me reciclé. Un vendedor clásico se convirtió en un tiburón de las ventas, que terminaba los encargos que los inútiles de mis compañeros no eran capaces de cerrar. Había nacido el nuevo Julián Sánchez.

El repentino estallido no pasó desapercibido para mis jefes. En pocos meses recibí el ascenso que tanto había anhelado durante años. Recibí más dinero, más contactos, más estilo, pero también más responsabilidades. Con Susana a mi lado, no me amilané y el nuevo tiburón entró en la gran pecera dispuesto a devorar a las grandes orcas. Lo conseguí. A los dos años jubilé a uno de los jefazos y adquirí su puesto. Treinta meses antes, Camacho aún me quitaba las ventas de Stand mientras yo le aplaudía como un gilipollas.

Lo primero que hice fue despedir a Camacho y salir a celebrarlo con los jefes, con sus mujeres y con mi Susana. Le compré un vestido exuberante para la ocasión. Estaba que rompía moldes. Nuestra entrada causó sensación en la reunión. La Gran y Joven Promesa de la Directiva de la Empresa y su encantadora novia.

En ese instante toqué el cielo. Una vez hecho eso, ¿Sabes lo único que queda, no? Sí, comenzar el declive.

Ya la noche acabó mal. Mis compañeros me tuvieron que separar de un subordinado que había mirado más de lo que yo consideraba necesario a mi Susana. Ella, que tan feliz parecía con mi franca ascensión, intentó calmarme, confusa, y también pagué mi ira con ella.

Entiéndelo. Me había convertido en un Dios y había un mortal que no asimilaba la cualidad de Sagrado que tenían mis posesiones. Solo la diplomacia de Susana consiguió salvar la noche disculpándose, con ese estilo que sólo ella tenía, ante todos y pidiendo un taxi para los dos.

En el viaje, pese a haber un solo asiento entre medias de ambos, nos separaban centenares de kilómetros. Yo estaba lejos, ajeno, hundido en mi rabia, y ella a un desierto de distancia, mascullando decepción.

- ¿¡Y qué coño querías que hiciera!? ¿¿EH?? ¡Dímelo!

Su respuesta me dejó helado, tal vez era la única pregunta para la que Julián Sánchez, Tiburón de los Negocios, no estaba preparado.

- ¿Quién te crees que eres?

No pude responder. Obviamente, esa noche dormí en el sofá, y no hallaba respuesta para esa pregunta.

Cuando te has habituado a desbordar seguridad, cuando has montado lo que parecía un búnker en poco tiempo, cualquier grieta, cualquier resquicio puede mandarlo a la mierda porque no está apuntalado. Mi seguridad se vino abajo. Es lo peor que le puede pasar a un vendedor. Mis ventas del mes siguiente descendieron en picado y se acercaban peligrosamente a las de un año antes, cuando era una mierda más perdida en el inmenso organigrama de la Empresa.

Tuve que pedir un mes de vacaciones. Al mismo tiempo, intenté arreglar lo de Susana, pero no pude. Ya te dije, estaba ciego. Vi fantasmas donde sólo había sombras y sombras donde no había absolutamente nada. Contraté un detective para seguirla porque creí que se veía con otro hombre. Me volví duro y arisco con ella. Ella se volvió distante y esquiva conmigo.

El sexo se volvió un acto diario en el que ninguno de los dos disfrutaba plenamente. Ella se dejaba hacer, yo acababa en su interior, y sin una palabra más hacíamos como que nos dormíamos mientras llorábamos sin llorar, nos maldecíamos sin una sola palabra, y añorábamos el feliz pasado de soledad.

Un día, volví del trabajo, un interminable día de miles de llamadas, de quejas, de estupideces, de putas mierdas, y Susana no estaba en casa.

"Lo siento, esto no puede seguir así. Adiós."

Ocho palabras. Casi cuatro años juntos, los mejores años de mi juventud gastados con ella y sólo merecía ocho palabras. Me llené de rabia. Quise romper todo lo que en casa le perteneciera a ella pero no había dejado nada. Y me sentí solo. Y tuve miedo. Después de la rabia, sólo quedó la Oscuridad.

Me hundí en una depresión, agravada cuando me despidieron del trabajo.

Cuatro días después, me subía a la cornisa de un edificio.

Tres coma ochenta y ocho segundos después, el Gran Tiburón Julián Sánchez moría estampándose contra la acera después de veinte metros de caída libre.

*****

- En fin, esa es mi historia… de cómo viví y de cómo me maté.- Dijo Julián, mientras Caronte, que había asentido en silencio durante toda la historia, simplemente esbozaba una sonrisa cínica en sus labios viejos y cansados.

De pronto, tal que si el sol amaneciera desde el desierto de arena, una luz primero anaranjada, luego amarillenta, finalmente de un blanco cegador, se abrió paso por el cielo.

- ¿Qué pasa?- preguntó Julián.

- No te mataste. Te llaman de vuelta.

- ¿Qué?

- Tienes una segunda oportunidad.- dijo Caronte mientras la luz comenzaba a tirar del cuerpo de Julián, alzándolo en el aire.

- ¿Segunda oportunidad? ¡No quiero una segunda oportunidad!- bramó, pero su grito se ahogó en medio de la luz, dejando a Caronte de nuevo con la única compañía de las olas del Aqueronte.

*****

Julián abrió los ojos y el estallido de luz volvió a abrazarlo. Poco a poco, sus ojos se fueron acostumbrando. Las paredes danzaban entre el blanco y un azul celeste bastante desgastado por el tiempo y por la ventana se colaba un reguero de sol que bañaba toda la habitación.

- ¡Julián! ¡Julián! ¿Estás bien?

Aquella voz…

Trató de decir algo, pero sentía su boca tan sumamente seca que malamente pudo barbotear un par de sonidos guturales. Unas manos frías acercaron un vaso de agua a sus labios y bebió hasta que un acceso de tos le llevó a derramar una buena cascada de agua sobre su blanca bata.

- ¿Susana?- pudo enhebrar al fin.

- Sí, soy yo… No sabes lo mal que lo he pasado… ¿por qué hiciste eso? Oh, joder… te quiero, te quiero… perdóname…

Las últimas palabras llegaron a los oídos de Julián como agua de mayo. Respondió al afectuoso abrazo de Susana y lloró junto a ella. Era un final feliz.

*****

Los días que precedieron al alta de Julián se sucedieron con rapidez. Susana lo visitaba durante horas todos los días, renovando su amor con él, hasta que el joven pudo salir del hospital.

- Bienvenido de nuevo a casa…- decía Susana, feliz, abriéndole la puerta del apartamento que habían compartido durante tanto tiempo.

Julián sonreía, abrumado. Nada parecía haber cambiado desde que eran tan felices, como si su intento de suicidio, esa conversación con Caronte y toda la pena en que se veía sumergido semanas atrás hubieran sido sólo un mal sueño. Susana volvía a estar a su lado y eso lo llenaba de una felicidad absoluta.

Al joven se le iluminó la sonrisa con un destello fugaz y macabro. Se detuvo mientras Susana daba un paso hacia delante antes de darse cuenta. Cuando la joven lo hizo, él ya la había agarrado y levantado con ambos brazos.

De una patada, Julián alejó de su camino la bolsa de deporte con la ropa que la mujer le había llevado al hospital. Enfiló el pasillo y abrió, de otra patada, la puerta entreabierta de la habitación.

Lanzó a Susana sobre la cama y lo que tardó en quitarle zapatillas, vaqueros y tanga fue un suspiro. La chica, abrumada, no supo responder, pero un brillo de malicia le cruzó la mirada. Ése era el Julián que conocía.

No tardó el hombre en igualarse con Susana y desvestirse de cintura para abajo. Le importaba más bien poco su camiseta.

Una enorme erección se hundió rápidamente en el coñito de la joven, que ahogó un gritito de dolor por lo inesperado, brusco y seco de la intrusión. Pero su sexo no tardó en empezar a lubricar, adaptándose de nuevo a esa hosca brutalidad sexual.

El golpe de caderas era enérgico; los movimientos, rápidos y largos; las caricias, inexistentes. Sólo sexo deshumanizado, animal, envuelto en gruñidos de Julián y cada vez más, y cada vez más altos, y cada vez más seguidos, gemidos de Susana.

No tardó el hombre en correrse. Susana había comenzado a frotarse furibundamente el clítoris y lo siguió poco después, cuando él ya había extraído su polla de su sexo inundado.

Quedaron los dos, semidesnudos y exhaustos, sobre la cama, hasta que Susana se atrevió a hablar viendo que Julián se había sumido en un oscuro silencio.

- Voy a bajar a comprar un par de cosas para prepararte la cena. Me alegro de que volvamos a estar juntos.

- Y yo, y yo…

Tras darle un amoroso beso en los labios, Susana salió por la puerta, dejando a Julián a solas con sus pensamientos.

Cuando la joven regresó, la casa estaba macabramente silenciosa y una angustiosa opresión se cerró en torno a su pecho. Sobre la mesa de roble del salón había una nota.

"No es justo, Susana, no es nada justo. Yo quería perder la vida, intenté matarme porque te había perdido y solamente al no conseguirlo te recuperé. Pero quería suicidarme. Mi vida era una mierda y quería acabar con ella. No es justo que fracasar en el morir me dé una vida mejor que la que tenía antes. No hay éxito posible en el fracaso. Lo siento mucho.

Te quiero.

Julián."

- ¡Julián!- El gritó se pegó a la garganta de Susana nada más terminar de leer la carta. Acto seguido, desde el dormitorio llegó un sonido que bien podría ser el berrido de un ángel, o el sonido que hacen las vidas al acabarse. Un disparo de pistola que rompió la noche y pareció sumir, durante unos segundos, al mundo entero en silencio.

*****

- ¿Otra vez tú por aquí?- Dijo el anciano Caronte al ver sobre la playa a Julián.

- Esta vez, puedo pagarte el viaje.- respondió el joven, dándole vueltas a una moneda de oro entre sus dedos. Aún sentía un ardiente escozor de su paladar hasta su coronilla, en lo que era el trayecto de la bala, pero estaba seguro que pronto se calmaría.

- Sube.

Mas de EJERCICIO

La asombrosa historia de la Thermo mix

La verdadera historia del Inquisidor Ortuño

Vengándome de Sara

He visto el futuro

La tormenta

El Monasterio del Tiempo

La cuenta atrás

Bucle

Ejercicio XIXX: Cambio de fecha.

Ejercicio XXIX: Viajes en el tiempo

Ejercicio XXIX

Redención

Los pecados capitales de una madre

Manos

El poder de Natacha

El hombre que me excita

El toro por los cuernos

Valentina

Pulsión maternal

XXVIII Ejercicio: Los siete pecados capitales

La hormiga

Masturbación fugaz

Las musas (¡y su puta madre!)

Querido Carlos...

Asmodeo

En la oscuridad

La maldición

El desquite de Érica

Eva Marina

La viuda

Noche de copas

La despedida

La llamada

Cine de madrugada

La pareja de moda

Testigo 85-C

Diez minutos

Las tetas de Tatiana

Por el cuello o por los cojones

Fisioterapeuta

Guapo, rico y tengo un pollón

Inmóvil

¡Siéntate bien!

La obsesión de Diana

El Cuerpo

Descenso

Mía (Ejercicio)

Serrvirr de ejemplo

La espera

Despatarrada

Primera infidelidad

Caricias

Mi amante, Pascual

Sexogenaria

La heteroxesual confundida.

La ira viste de cuero

Homenaje

Indefensa

Reencuentro

XXVII Ejercicio: relación de relatos

XXVII Ejercicio de Autores: microrrelatos

El principio del fin

Como Cristiano Ronaldo

Supercalientes

Paso del noroeste

Pérdida personal

Naufraghost

Marinos y caballeros

La manzana, fruta de pasiones y venganzas

El naufragio del Te Erre

En un mundo salvaje

La última travesía del “Tsimtsum

Sentinelî

Me llamaban Viernes.

Naufragio del Trintia: Selena y Philip

La isla

El huracán Francine

Fin

La sirena del Báltico

Nunca Jamás

El Último Vuelo del Electra

Relatos XXVI Ejercicio

Naufragios: Namori se está ahogando

Naufragios: amantes en potencia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga

Homenaje a todos

XXVI Ejercicio de Autores

Final del Ejercicio XXV

Sus ojos

Vecinos de dúplex en la costa

Pauline o la lascivia del poder

¡No hay huevos!

La hermana mayor que todos compartimos

Ana y la pausa de los anuncios

Moonlight

Guerrera en celo

Aburridas

El canalla

Y todo por una apuesta

Un gol por la escuadra

Dos primos muy primos

Mi hija apuesta por nuestro futuro

La puerta oscura del transexual

Relación de relatos del Ejercicio XXV

Ejercicio XXV

Final del ejercicio XXIV

El fin del racionamiento

Amores eternos

La clínica

Halley

La mujer más guapa del mundo

Cuatro años y un día

El hombre de mi vida

Algo muy especial.

Marcha atrás

El friki

El payaso y la preñada

Justicia o venganza

Noche de cuernos

Velocidad de escape

Mi adorable desconocida

Accidente a plena luz

Relación del relatos del XXIV Ejercicio de Autores

XXIV Ejercicio de Autores

Votación temas XXIV Ejercicio de Autores

Convocatoria ejercicio XXIV

Final del XXIII Ejercicio

El holandés errante

El Pirata

El torero

En el cielo

Campanilla y el sexo

Ser Paco Payne

Príncipe azul

Silvia salió del armario

Cambio

Mátame suavemente

Un divertido juego

Tres palabras

El semen del padre

Salvajes

Día de la marmota

Los tres Eduardos

Sheena es una punker

El legendario guerrillero de Simauria

El converso y la mujer adúltera

Órdago a todo

La bicicleta

Janies got a gun

Difurciada

Relación de relatos del XXIII Ejercicio

XXIII Ejercicio de autores de Todorelatos

Votación de las propuestas para el XXIII Ejercicio

Convocatoria del XXIII Ejercicio de Autores

La historia del monaguillo o el final del XXII

La reducción

Es palabra de Dios

Tren de medianoche

Hermana mayor

Una historia inmoral

Venceremos... venceremos... algún día

El vicario

Cielo e infierno

Reencuentros en la tercera fase

La Señora Eulalia

La pregunta

Juguetes rotos

Génesis 1,27

La entrevista

La mafia de los mantos blancos

Las cosas no son tan simples

XXII Ejercicio: lista de relatos

XXII Ejercicio de Autores de TodoRelatos

Votación de las propuestas para el XXII Ejercicio

Convocatoria del XXII Ejercicio de autores

Avance del XXII Ejercicio

Resultado del XXI Ejercicio de Autores

Con su blanca palidez

Adios mundo cruel

Tribal

Mi sueño del Fin del Mundo

El Pianista Virtuoso

A ciegas

La Ceremonia

Blanca del Segundo Origen

Hotel California

El tren del fin del mundo

100 años después

El fin del mundo. La tormenta solar perfecta.

Un último deseo

El convite

Demiurgo

Diario

El Gato de Chesire

Relacion relatos XXI Ejercicio

XXI Ejercicio de Autores

Votaciones para el XXI Ejercicio de Autores

Propuesta de ideas para el XXI Ejercicio Autores

Revisión de las normas

Gracias por participar del XX Ejercicio de Autores

Aprender a contracorriente [gatacolorada]

Vida estropeada [Estela Plateada]

En las crisis ganan los banqueros[ana del alba 20]

El rescate de Benilde [voralamar]

Se alquila habitación [Ginés Linares]

Sin tetas no hay trabajo [doctorbp]

El Préstamo [Lydia]

Liberar tensiones [Bubu]

Parásito [SideShift]

El Sacrificio de mi Mamá [Garganta de Cuero]

Ladrona [Neón]

Maldita Crisis [EROTIKA]

Las ventajas del poder [gatacolorada]

La crisis del coño [ana del alba 20]

¿Por Qué Lloras? [Silvade]

del amor. La máquina [erostres]

Los viajeros temporales [Estela Plateada]

Relato casi erótico [Alba_longa]

Grande y felicísimamente armado [voralamar]

El Fotógrafo [Vieri32]

¿Algo para reír o para llorar? [MilkaMousse]

Nyotaimori [Ginés Linares]

Muñecos Rotos [pokovirgen]

Relación de relatos del XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XX Ejercicio de Autores

Gracias por participar en el XIX ejercicio

Legión de Ángeles

Eva al desnudo

En el fondo de su mente

Las viejas tamaleras

Una canción en 100 años

Del amor, la guerra y otras lindezas

Canción de despedida

Noches de luna llena

Almas

El sobre azul

Nunca subas a la chica de la curva

Aunque tu no lo sepas

El Cid

La puta de mi novia y su despedida

Por toda la casa

El suicidio del Samurai

Causa y efecto

La fiesta de Navidad

Diálogos para un ejercicio

La barbería

Por los beneficios

Cenizas del deseo

M & M… y sí, son unos bombones adictivos

Lazos oscuros y desconocidos

Relación de relatos del XIX ejercicio

XIX Ejercicio de autores

XIX Ejercicio de autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XIX Ejercicio de Autores

Brevísimo balance del XVIII Ejercicio de Autores

Pínchame, amor (Segunda parte)

Noche mágica

Con todos ustedes....¡el increíble bebé barbudo!

Extraños en la noche

Noche de suerte

Por fin pude ver a mi esposa montada en un joven

La chica de la revista

Vida de casado

Una manera de sentir

Trovadores de la noche

Después de la feria según Lucas

Después de la feria según Marcos

La morochita villera

Cómo recuerdo el día en que llegó a mi casa

Amo las mujeres que desagradan a otros

¡Pínchame, amor! (1)

La primera noche de mi nueva vida

La mejor noche de un actor porno

La prueba

Paparazzi

Ivette, mi princesa árabe

El montoncillo y la gata

Pasión y lujuria en la Barceloneta

Relación de relatos del XVIII Ejercicio de Autores

Noticias sobre el XVIII Ejercicio de Autores

XVIII Ejercicio de autores

XVIII Ejercicio: Votación del tema

Propuesta de ideas. XVIII Ejercicio de Autores

Crucigrama. GatitaKarabo.

Flores. Dark Silver.

¡Maldita sea! Izar

Fugados. Dark Silver.

Superbotellón. MariCruz29

El Pelao. GatitaKarabo.

Raquelísima. Moonlight.

Oración. Masulokunoxo

El despertar. GatitaKarabo

Media tarde. Trazada.

La noche es bella. Lydia

Apetecible. Paul Sheldon.

Play. Un Típico Sobi.

Zanahorias de Haití. Masulokunoxo.

Charla de alcoba. Trazada.

XVII. Ejercicio de autores.

XVII Ejercicio. Votación del tema.

Propuesta de ideas. XVII ejercicio de autores

PsicóTRico.

Mi primer día.

Desde el fondo de la pecera

Un chico normal

La increíble historia de Mandy y su locura felina

Carta blanca

Amigo mío, ¿qué hice mal?

La psicología del miedo

El diablo nunca

El salto atrás de Paco.

Contacto humano

Identidad

Una muñeca vestida de azul.

AVISO - XVI Ejercicio - RELATO PSIQUIÁTRICO

XVI. Ejercicio de autores. Relato psiquiátrico

Votación del tema. XVI Ejercicio

Propuesta de ideas. XVI ejercicio de autores

¿Qué es el ejercicio?

La leyenda del demoniaco jinete sodomizador

¿Por qué las ancianas tienen obsesión...?

El visitante

Amantes en apuros

El hotel

El cementerio

La leyenda urbana de TR, ¿Quién es el Calavera?

Mascherata a Venezia

La cadena

Mujer sola

Electo ateneo

La Dama de los Siguanes

Libertina libertad

Máscaras

El engaño del Cadejo

Los veintiún gramos del alma

Examen oral

En el espejo

El Greenpalace

Una leyenda urbana

Sorpresa, sorpresa

Gotitas milagrosas

Información del XV ejercicio

XV Ejercicio de autores - Leyendas urbanas

Propuestas e ideas para el XV ejercicio de autores

Cambio de carpas

Con mi pa en la playa

Con sabor a mar

La luna, único testigo

Duna

Selene

Una noche en la playa

¿Dónde está Fred?

Fin de semana en la playa

La noche del sacrificio

Nuestra playa

Aquella noche en la playa

La indígena

Sacrificio a la luna

El Círculo de Therion

Hijo de puta

Como olas de pasión

Hija de la luna

XIV ejercicio de autores – ampliación de plazo

La noche de los cuernos

Citas Playeras S.A.

Yo quería y no quería

XIV Ejercicio de Relatos Una noche en la playa

Información sobre el XIV Ejercicio de Relatos

Una oración por Rivas

La soledad y la mujer

Inocente ¿de qué?

El te amo menos cotizado de la Internet

Esquizos

Ella

Mi recuerdo

Pesadilla 2

Dios, el puto y la monja

Remembranzas

Nada es completo

Pesadilla (1)

Hodie mihi cras tibi

Pimpollo

Un momento (3)

La sonrisa

Hastío

Duelo de titanes

Tu camino

La madre de Nadia Lerma

XIII ejercicio sobre microrelatos

Mujer Amante - Vieri32

No tengo tiempo para olvidar - Lymaryn

Un ramito de violetas - Lydia

Palabras de amor - Trazada

Bend and break - GatitaKarabo

Tú me acostumbraste - Avizor

Por cincuenta talentos de plata - Estado Virgen

Äalborg [Sywyn]

Mi encuentro con el placer [Apasionada29]

El peor pirata de la Historia [Caronte]

El pirata que robó mi corazón [Lydia]

A 1000 pies de altura [Lymarim]

Trailer [Zesna]

Me aburrí muchísimo [Parisién]

U-331 [Solharis]

En el océano de la noche [Kosuke]

Sansón y Dalila

Kitsune

Ángeles y demonios

La esencia de Zeus

El sueño de Inocencia

Lilith

Hércules y las hijas del rey Tespio

Invitación para el X Ejercicio: Mitología Erótica

Aun no te conozco... pero ya te deseo

Tren nocturno a Bilbao

He encontrado tu foto en Internet

Entre tres y cuatro me hicieron mujer

Memorias de un sanitario

Sexo, anillos y marihuana

Sex-appeal

Talla XXL

Goth

Cayendo al vacío

Afilándome los cuernos

Plumas y cuchillas

IX Ejercicio: 2ª Invitación

IX Ejercicio de relatos eróticos

Pesadillas de robot

Promethea

Mi dulce mascota

Déjà vu

Involución

El instrumento de Data

Eros vence a Tanatos

El corazón de Zobe

Fuga de la torre del placer

Comer, beber, follar y ser feliz

Maldito destino

Pecado

El caminante

Decisión mortal

Madre

Yo te vi morir

Angelo da morte

Mátame

Azul intenso

Pecado y redención

Cuando suena el timbre

El último beso

El purificador

Ella quería tener más

Mi instinto básico

Hospital

Fábula de la viuda negra

Seven years

Por una buena causa

El opositor

¿Tanto te apetece morir?

Días de sangre y de swing

Satanas Death Show

Voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Invitación para el nuevo Ejercicio sobre CRÍMENES

Relatos Históricos: La copa de Dionisios

Relatos Históricos: Al-Andalus

Relatos Históricos: 1968

Relatos Históricos: Qué golfa era Carmela

Relatos Históricos: Franco ha muerto, viva el gay

Relatos Históricos: Campos de Cádiz

Relatos Históricos: El soldado

Relatos Históricos: El beso

Relatos Históricos: El primer vuelo

Relatos Históricos: 1929 en Wall Street

Relatos Históricos: En bandeja de plata

Relatos Históricos: Así asesiné al general Prim

Relatos Históricos: El primer gaucho

Relatos Históricos: Yo, el Rey

Relatos Históricos: La maja y el motín

Relatos Históricos: El niño del Kremlin

Relatos Históricos: Tenno Iga No Ran

Relatos Históricos: Las prisioneras de Argel

Relatos Históricos: Un truhán en las Indias

Relatos Históricos: Mar, mar, mar

Relatos Históricos: Un famoso frustrado

Relatos Históricos: Clementina

Relatos Históricos: El caballero don Bellido

Relatos Históricos: Cantabria indomable

Relatos Históricos: En manos del enemigo

Relatos Históricos: Nerón tal cual

Relatos Históricos: Alejandro en Persia

Relatos Históricos: El juicio de Friné

Relatos de Terror: Ojos violetas

Relatos de Terror: Silencio

Relatos de Terror: Nuria

Relatos de Terror: El bebé de Rosa María

Relatos de Terror: El nivel verde

Relatos de Terror: La puerta negra

Relatos de Terror: Aquella noche

Relatos de Terror: Sombras

Relatos de Terror: No juegues a la ouija

Relatos de Terror: Rojo y diabólico

Relatos de Terror: Lola no puede descansar en paz

Relatos de Terror: Aquel ruido

Relatos de Terror: Asesino

Relatos de Terror: Fotos en tu desván

Relatos de Terror: Estúpido hombre blanco

Relatos de Terror: Despertar

Relatos de Terror: Confesión

Relatos de Terror: No mires nunca atrás

Relatos de Terror: Viaje sin retorno

Relatos de Terror: La pesadilla

Relatos de Terror: La playa

Registro de tráfico ilegal - por Esther

Llámame si quieres - por Solharis

Una noche de invierno - por Dani

Clásico revisitado - por Desvestida

Trópico - por Trazada30

Por un puñado de euros - por Yuste

Lengua bífida - por Alesandra

Obediencia - por Némesis30

Hotmail - por Espir4l

Recuerdos - por Némesis30

Ese día estaba yo muy ansiosa - por Esther

Una noche de primavera - por Dani

La sopa - por Solharis

Diez minutos - por Sasha

Celos - por Scherezade

25 líneas dulcemente apasionadas - por Alesandra

Hay que compartir - por Espir4l

Trescientas palabras - por Trazada30

Mi obra de arte - por Lydia

Esa sonrisa divertida - por Trazada30

Ciber amante - por Scherezade

Una noche de otoño - por Dani

Despertar - por Espir4l

En el coche - por Locutus

La mujer de las pulseras - por Yuste

Los pequeños detalles - por Némesis30

Sola - por Scherezade

La oportunidad llega sola - por Elpintor2

Por el bien común - por Wasabi

La vida en un segundo - por Iván Sanluís

La ciclista - por Genio

16 añitos - por Locutus

45 segundos a euro - por Alesandra

Necesito una verga - por Esther

No soy tuya - por Donnar

Más que sustantivos - por Wasabi

Maldito alcohol - por Lachlainn

El preso - por Doro

De ocho a ocho y media - por Superjaime

Esperando - por Scherezade

Ladrón de coches - por Sociedad

Taxista nocturno,servicio especial - por ElPintor2

No me importa nada más - por Hera

Una noche de verano - por Dani

Vampirillos - por Desvestida

Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

En mi interior - por Nemésis30

Almas - por Egraine

El tren de lavado - por Lydia

Despertar placentero - por Lince

Piel de manzana - por Sasha

Me fascina - por Erotika

Hace muchos años - por Trazada30

El dragón - por Lobo Nocturno

La fila - por Locutus

La cita - por Alesandra

Tardes eternas - por Ornella

La realidad supera la imaginación - por Genio

Instinto primario - por Espir4l

La sorpresa - por Solharis

38. La verdad en el fuego

Gönbölyuseg

Carta a un desconocido

Enfrentarse al pasado

Alejandría

La venganza de Aracne

Un relato inquietante

El libro maldito de Bartholomeus Nazarí

El apagón

El pasillo oscuro

Ejercicio 2 Las apariencias engañan - Va la novia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga