miprimita.com

La mejor noche de un actor porno

en Confesiones

                               

Así que vienes de parte de la Nati. Buena hembra la Nati, amigo Trazada; me permitirás que te llame amigo aunque acabemos de conocernos, haber compartido a la Nati hermana mucho, ¡qué buen culo tiene la tía! ¿Y me preguntas por mi mejor noche, para luego contarla en un relato de no sé qué Ejercicio? Por mí, vale, pero no  creas que por ser actor porno tengo una historia asombrosa.  Soy normal; es más, hace tres años y medio era un chico tímido, de excesos muy contenidos, que preparaba oposiciones a auxiliar administrativo y, a mis veinte años, tenía poquísimo éxito con las mujeres. Hasta aquella noche.

Aquella noche me cambió la vida. Te cuento. Era verano, estaba harto de los temas de Derecho Constitucional y decidí hacer un receso  bajando a la cafetería más cercana a tomar algo fresco. Dicho y hecho. Entré, me encaramé a un taburete, me acodé en barra y pedí una cerveza sin alcohol. No había mucha gente en el local aunque tanto me daba, porque me proponía largarme y seguir estudiando en cuanto acabara el botellín, fumara un cigarrillo y me despejara. Prendido el pitillo, y apenas remojado el gaznate, me dio el pálpito. La pareja que tenía al lado hablaba de mí, estaba seguro. Él era alto y delgado y andaría por la cuarentena, ella una mujer redondita, de esas que tienen cada curva en su sitio y apariencia de osito panda,  también mayor, seguro que no cumplía los treinta. Cuchicheaban y me miraban de vez en  cuando.

Me puse nervioso; no sabía por donde tirar, y en eso la mujer rebuscó en su bolso, sacó un cigarrillo, tomó mi encendedor de sobre la barra, encendió el pitillo y me sonrió:

- Bonito encendedor – se echó hacia atrás el cabello que le cubría parte del rostro.

- Bueno, normal – yo ni sabía lo que decía -. Me lo regalaron en el estanco al comprar un cartón de Fortuna.

- Pues es muy bonito.

Se volvió hacia el hombre delgado:

- Por mí, bien. ¿Tú que opinas? – le hablaba como si yo no estuviera allí.

Él me miró de arriba abajo con descaro.

- Por mí, también – concluyó.

- Pues allá vamos – puso la mujer una mano sobre mi brazo - ¿Quieres sentarte con nosotros en una mesa? Tenemos algo que proponerte.

Todavía no sé por qué los acompañé hasta una mesa libre y me senté con ellos. Pedí otro botellín de cerveza sin y ellos dos cubas libres. Cuando el camarero nos sirvió y se retiró, ella fue directa al grano.

- ¿Te gustaría acostarte conmigo? – preguntó sin más ni más.

- ¿Cómo? – salté, creyendo haber oído mal, mientras el hombre le daba un tiento a su consumición con aire inocente.

- Que si quieres que follemos tú y yo - me aclaró la mujer -. A mi marido – y señaló a su acompañante con la barbilla – le pone a mil verme follar con alguien ¿verdad Paco?

El tal Paco susurró más que habló:

- Me pone cantidad.

Tragué saliva. A los veinte años tenía mundo, pero no tanto. Había oído algo sobre maridos que disfrutaban como enanos mirando revolcarse a su legítima con un tipo, pero pensaba que eso ocurría en otros planetas y que, por supuesto, nunca jamás me vería involucrado en tal numerito. Y va y sí.

- Es que he de estudiar…

Lo dije mecánicamente, sin pensar.

- Si te gusta aprender, yo puedo enseñarte algunas cositas – ronroneó la mujer -. Me llamo Marta – añadió -. ¿Te gusta mi nombre?

- Es muy bonito.

- ¿Y yo? ¿Te gusto?

La verdad es que la mujer no me desagradaba. Es más, tenía su aquél. Ojos oscuros y almendrados, chatunga, boca de besar, buenas curvas en la parte delantera, brazos gordezuelos. No me había fijado en su culo y ahora no podía remediar la falta – estaba sentada -, pero decidí concederle un margen de confianza.

- Pues claro que me gustas – dudé hasta el último momento si tutearla o no -, pero no sé, me da corte.

- Eso lo arreglamos enseguida – sonrió la mujer -. Paco, paga, ve por el coche y recógenos en la puerta de aquí un minuto.

- Pero…-  me defendí en la última trinchera.

- No hay pero que valga – Marta se puso en pie, y sí, tenía un  buen culo. No era alta, le hubiera venido de cine un cuarto de palmo más de pierna, pero su culo era de nota. Quizá fuera buena idea dejarme llevar.

Tiré la toalla:

- Yo nunca he hecho algo así.

- Bueno – me asió del brazo -, mañana ya no podrás decir eso ¿verdad?

No aguardó respuesta. Estiró de mí hasta la calle, en que aguardaba un Audi A6 gris metalizado con el motor en marcha.

- Tú y yo nos pondremos detrás – decidió la mujer -. Así iremos conociéndonos. Por cierto ¿cómo te llamas?

- Gaspar – respondí.

- ¿Ves, Paco? – se dirigió Marta a su marido en tanto nos acomodábamos – Esta noche uno de los tres Reyes Magos nos va a hacer un regalo.

Y sin más historias me echó mano al paquete.

Tragué saliva y, por no ser menos, le tanteé un pecho por sobre la ropa.

- Hoy lo vas a pasar de cine, maridito – anunció ella -. Este chico parece muy en forma.

Lo estaba. La mano de Marta sabía lo que hacía y yo siempre he tenido una polla agradecida. La convirtió en piedra pura.  En obelisco egipcio. En bragueta de hierro. En entrepierna metálica.

El trayecto se me pasó en un soplo. Ni siquiera llegamos a morrear en el asiento trasero del Audi, nos quedamos en los preliminares. Cuando bajamos, Marta llevaba la blusa desabrochada y yo bajada la cremallera del pantalón, pero no nos había dado tiempo a profundizar y tocar carne a lo vivo. Lo habían impedido el sujetador y el slip.

Paco abrió el portal y abordamos el ascensor. No sobraba sitio yendo los tres en la cabina, pero Marta no se cortó por eso. Se arrodilló, sacó mi polla de su escondrijo pantalonero y se la embutió en la boca ante la atenta mirada de Paco que, a escasos centímetros, casi tocándonos, contemplaba arrobado la escena. No pude superarlo. Fue demasiado para mi body serrano. Pese a la pericia de la lengua de la mujer, mi cosa se fue para abajo y se hizo cosita, talmente de bebé. Aquello era muy fuerte y yo todavía muy tierno. Marta dejó de chupármela, se puso en pie y me revolvió el pelo con la mano.

- Tiempo habrá – sonrió. 

El ascensor se detuvo. Habíamos llegado a destino. Paco se dirigió a una de las puertas del rellano y la abrió, en tanto yo volvía a acomodar mis partes nobles en el lugar acostumbrado. Entramos en la vivienda. Aquello era puro lujo, a la altura del Audi A6 que se gastaba la pareja: Muebles caros, cuadros de firma, jarrones chinos…y eso sin pasar del recibidor. Sin embargo no era una de esas mansiones lujosas que salen en la tele y parecen museos o escaparates. Ésta se veía una casa.

- ¿Pasamos a la salita, Gaspar? – me condujo la mujer por un pasillo inacabable con puertas a ambos lados.

- La casa es grandísima – me fue informando por el camino -. Pasa de los doscientos metros, aunque nosotros vivimos apenas en cincuenta, al resto de habitaciones sólo vamos de vez en cuando de excursión.

La salita me dejó boquiabierto. Tresillo, mesa de cristal, varias sillas, el televisor…y, desperdigados aquí y  allá, todos y cada uno de los artilugios que pueden encontrarse en una sex shop. Grabados del Kamasutra, arneses, dildos, patitos, pantys de látex negro, esposas  -  lo de las esposas me mosqueó un poco, lo confieso -, vibradores, ligueros, bolas chinas, máscaras, tangas, antifaces, látigos, revistas pornográficas, consoladores, otros artículos cuya utilidad desconocía pero que presumía turbadora, y todo a batiburrillo, colgado de los muros, sobre las sillas, sobre la mesa de cristal, incluso en el suelo.

- Disculpa, la salita está algo revuelta – se puso Marta en ama de casa, como si hubiera reparado en una tacilla de café desportillada o fuera de sitio - ; pero siéntate en el sofá, Gaspar. Paco te servirá una copa y escogerá una película interesante mientras me pongo cómoda. Enseguida vuelvo.

Me arrellané en el sofá en tanto el hombre de la casa ponía en funcionamiento el reproductor de DVD. Yo ya iba ganando confianza y le pedí un güisqui con mucho hielo, que lo que tenía por delante no era para botellines de cerveza sin alcohol, y a poco estaba tomando el primer sorbo mientras, en la pantalla del televisor, una rubia con coletas de niña, blusa blanca que mal contenía unas tetas tremendas y minifalda escocesa, preguntaba, muy modosa, la dirección de una calle  a un joven bien trajeado y con gafas que, sin responderle y en un descuido de la chica, le quitaba las bragas y se lanzaba a comerle el coño.

Marta no había vuelto todavía, y Paco se sentó en uno de los sillones y guardó silencio.

- ¡Qué calor ha hecho hoy! – me decidí a hablar, por salir del punto muerto.

- Estamos a finales de Julio –  me informó el hombre de la casa.

- Pues aun así – insistí.

 Justo en aquel instante entró Marta en la salita. Vestía un salto de cama negro que trasparentaba sujetador y tanga, ambos de encaje también negro. Se la veía recién duchada, todavía con alguna gotilla de agua perlándole el escote, y olía a limpio y a algo más, a algo muy agradable y sensual; no sé si era perfume, colonia o el aroma natural de su piel. El caso es que dejé el güisqui a un lado y me puse a la faena.

- ¿Quieres besarme aquí abajo? -  me invitó Marta subiéndose el salto de cama hasta las ingles.

Dudé. Todavía no las tenía todas conmigo, el recelo iba menguando pero estaba aún ahí. Para comerle el coño a Marta, tenía que ponerme de espaldas a su marido y con el trasero en pompa. ¿Y si todo fuera una trampa para conseguir atacarme por la retaguardia o, como dice mi amiga Raquel, por la otra cara del amor? Porque Paco seguía en el sillón y se masajeaba la entrepierna.

- O no – siguió ella, muy ajena a mis pensamientos -. Si me comes el coño así, mi marido no puede verlo, tú mismo le tapas, y él no quiere perdérselo. Mejor te chupo la polla.

Me bajó la cremallera del pantalón y me sacó el cacharro al aire. No era gran cosa, un algo morcillón que puede que sí, puede que no.

- Es que tu marido me da corte – intenté justificarme.

- Por mí no se preocupe, joven - ¡Joder, el marido me trataba de usted! – Usted a lo suyo, como si yo no estuviera mirando.

No sé si fue el tono distendido y apacible con el que me habló el señor de la casa o la punta de la lengua de Marta, que parecía estar escribiéndome con saliva procacidades en la cabeza de la polla, o tal vez fue el panorama de los pechos de la mujer que, no sé cómo, estaban de pronto liberados de sujetador y a la vista – dos tetas redondas y blanquísimas con areolas oscuras y pezones prominentes que me lancé a chupar, de la una a la otra, de la otra a la una, lástima tener una sola boca -, pero fue el caso que mi polla se puso guapa de veras y - esto es para no volver sobre el tema -, siguió guapísima toda la noche.

- ¿Vamos a la cama? – sonrió Marta acariciándome los testículos.

- Para luego es tarde.

Allí que fuimos los tres, Marta y yo metiéndonos mano, Paco detrás mirándonos, sin perder detalle, y dándole marcha a la bragueta, todavía por encima de la ropa.

La mujer y yo nos desnudamos, el mirón no, él sólo se sentó en una silla, junto a la cama.  Cuando su mujer y aquí el menda  nos tumbamos, se sacó la polla y quedó a la expectativa.

- ¿Me comes ahora el coño? – volvió Marta a sacar a colación uno de sus temas preferidos.

No le contesté con palabras, sino con hechos. Me acoplé a su entrepierna, saqué de mi  boca la lengua-pececillo y la hice bucear en un mar de caracolas carnosas, sima de vértigo y salados laberintos. Mi lengua lamió repetidamente el sexo de la mujer, sorbió su gusto, gustó su aroma de hembra encendida, saboreó sus jugos recién destilados y todavía temblorosos de placer recién nacido, batió orgasmos chiquitos en el cuenco ofrecido entre sus muslos. Me hubiera pasado la vida amorrado a aquel pilón, pero ella me apartó la cabeza de su vientre, me agarró el sexo y lo encaró con el suyo.

- ¡Fíjate, Paco! ¡Me va a entrar! ¡Disfruta! – gimió más que gritó.

Eché una ojeada lateral.  El tal Paco se masturbaba frenéticamente con los ojos casi fuera de las órbitas y la cara de color de apoplejía fulminante. Verle no me cortó la cosa, al revés, me puso más aún, que estas cosas del sexo no hay quien las entienda, así que aseguré la puntería colocando la cabeza de la polla en la puritita entrada del potorro y le di un envión que casi la clavo en el colchón como si la casada, no sé si fiel o infiel, fuese una mariposa.

¡Y qué bien follaba la condenada! Era una batidora. Me apretaba la polla con los músculos de la vagina, la estrujaba, la ordeñaba, dentro, más dentro todavía, un segundo aflojando y otra vez dentro, y de nuevo aflojando y el tipo sentado junto a la cama, a un palmo escaso, en primera fila del show y dándole al manubrio; hay gente para todo, Trazada, te lo digo yo que ya he visto mucho, parece que esta historia te vale ¿no? Si te sirve para el Ejercicio, mejor que mejor, yo estoy disfrutando al recordar aquella noche con Marta, mi osito panda…

Me llevó hasta muy arriba, y yo a ella también, porque caliente, lo que se dice caliente, lo era un rato la tía, y además escandalosa. Menos mal que al marido le encantaba que su mujer follara con otro, porque si no le llega a encantar se hubiera enterado lo mismo aunque hubiera estado en el otro extremo de la ciudad. ¡Cómo gritaba la condenada! ¡Ni en la matanza del puerco de mi pueblo he oído berridos tan fuertes!

Nos corrimos los tres casi a la vez. Paco se levantó inmediatamente de la silla y fue a lavarse. Aproveché la ocasión y me dirigí a Marta con la confianza que daba acabarle de alegrar la noche:

- Tu marido está un poco mal de la sesera ¿no? – pregunté.

- No ¿por qué? Hay muchos como él.

- ¿Muchos? ¿Y tú como lo sabes?

- Tienen foros en Internet y se pasan la vida contándose como sus mujeres se follan a otros.

- ¿Pero las mujeres de verdad? ¿Ninguno hace trampas?

- ¡Que va! Hasta se enseñan unos a otros los libros de familia.

- ¿Y tú qué opinas de todo eso?

- Bueno…Yo, de momento, me lo paso muy bien.

Y se rió.

Se reía bonito, tanto, que me apeteció besarla. Ahora que lo pensaba, le había comido el coño, le había echado un polvo…y no la había besado. Decidí remediar el yerro en el instante en que Paco, ya recompuesto, entraba en el dormitorio. Vio que buscaba los labios de su mujer con los míos, y saltó como una fiera:

- Oye – ahora ya me tuteaba – que ya se ha acabado la fiesta. Deja en paz a mi mujer y vete poniendo la ropa.

Me rendí a la primera.

- Vale, vale…

Mientras me vestía, le daba vueltas en la sesera a la gran duda. ¿Paco se mosqueaba porque los labios de su mujer eran tabú o porque se le había pasado la calentura y ahora le entraban remordimientos? Pero no era momento de filosofar. Allí sobraba alguien y  no eran los dueños de la casa.

Ni sabía como despedirme. Marta facilitó la cosa.

- Déjanos el número de tu móvil ¿quieres?

Se lo recité, tomó de la mesilla de noche un bolígrafo y el bloc de notas, y lo anotó.

- Espera que me ponga algo y te acompaño a la puerta.

Alcanzó el salto de cama, se lo puso y rebuscó en el cajón de la mesilla. Enfilamos el pasillo y le susurré al oído:

- Lástima que tenga que irme, porque me apetecía volver a estar contigo.

Marta abrió unos ojos como platos.

- ¿De veras?

Afirmé con la cabeza.

- Eso lo arreglaremos otra noche – sonrió. Me alargó luego la mano cerrada:

- Toma. Es un regalo. Cómprate lo que quieras.

Era un billete morado. Lo creí falso; nunca había visto uno de ese color.

- ¿Me das dinero? – me engallé yo, al tiempo que por bajo algo me repetía: Son quinientos euros, Gaspar, nada menos que quinientos…

- No tiene importancia. Es para que te compres algo bonito. Así cuando lo gastes pensarás en mí.

Fíjate, Trazada. Un par de horas antes llevaba tres semanas sin llevarme una chica a la cama y mi capital era de doce euros en el bolsillo. Ahora estaba bien follado, por más que todavía me quedaran ganas, y tenía mis doce euros… y un billete de los morados. ¡Valía la pena dedicarse al sexo! Lo malo era que seguía caliente, de modo que decidí  regresar a casa y, en vez de estudiar un tema de la oposición, hacerme una paja.

Trazada, si me preguntas por mi mejor noche, esa fue, empezó con una cerveza sin alcohol y terminó en plan autoservicio. Ahora bien, lo de en medio fue cosa aparte. Pero supongo que querrás saber más. ¿Sí, verdad? Pues te cuento.

Cuatro o cinco días después, me llamó Marta al móvil. La llamada me alegró cantidad. Iba a follármela  y seguramente a meterme en el bolsillo un billete morado, ahí es nada. Me citó, bueno, me citaron, porque el marido quería su palco proscenio, en un club swinger. No sé, Trazada, si conoces los clubs swinger. Allí se cambian maridos y mujeres como se cambian los cromos a la puerta de la escuela, y las parejas liberales se ponen ciegas de tanto follar con unas y con otros. Marta me dio la dirección, me indicó que debía decirle al tipo de la puerta que iba de parte e ellos, y me informó de que aquella noche llevaría braguitas rojas y sujetador a juego.

Tras un largo trayecto de autobús, con dos trasbordos, llegué a la dirección que me habían dado. Ni trazas del club. Nada de anuncios luminosos ni de  rótulos. Una puerta cerrada y paren ustedes de contar. Dudé, volví a dudar, y luego me hice el ánimo y pulsé el timbre. Era allí. Expliqué al portero lo de Marta y Paco y pasé dentro: Una barra en herradura con taburetes, una pista de baile y un montón de mesitas rodeadas de sofás y de sillones tapizados, todo a media luz. ¿Gente? Pues sí. Unos bailando – música lenta – y otros en barra o sentados en torno a las mesas. Así, de golpe, parecía una pub normal, aunque con baile.

Me dirigí a la barra y pedí un gintonic sintiéndome blanco de todas las miradas. Una pareja sentada frente a una mesa cercana me llamó. No había visto en mi vida a ninguno de los dos, pero me acerqué picado por la curiosidad…y casi me caigo de espaldas cuando la mujer me sonrió:

- Tú eres Gaspar ¿verdad? Siéntate con nosotros.

- Bueno – reaccioné al cabo de lo que se me antojaron siglos -, es que estoy citado con unas personas.

- ¿Con Marta y con Paco? Ellos son quienes nos han hablado de ti. ¿Salimos a bailar?

El tipo, a todo esto, ni palabra, pero yo aprendo pronto. Si estos eran amigos de los de la otra noche, cojearían del mismo pie, pensé. ¿La señora desea bailar? ¡Pues a bailar!

No perdió el tiempo la tía. Aun no le había ceñido el talle y ya me había echado mano al paquete. Pero ni siquiera te la he descrito, Trazada. Marta era muy maja, ya te dije, pero la nueva era el doble de alta y estaba cien veces más buena. Melena castaña, ojos de caerse dentro y quedarse allí, boca de pecado, pechos tan duros y provocadores como una prohibición – lo comprobé al corresponder a su atrevida exploración con otra, casi espeleológica, por la parte delantera de su vestido -, cintura guapa, caderas de buen agarre y culo respingón a lo Jennifer López, de esos de darles caña y más caña con mano y polla. Un prodigio de mujer; lo juro. Y como guinda me dijo en plan mimoso al oído:

- Mi amiga Marta nos ha hablado muy bien de ti. ¿Cuánto he de darte si te acuestas conmigo?

Iba a decirle que quinientos, pero se me apareció la Virgen, si es que la Virgen se aparece en casos así, y cambié de opinión sobre la marcha.

- Yo no soy un taxi, no tengo tarifas. Si quieres hacerme un regalito, me lo haces, y si no, no pasa nada.

Estuve sembrado. Con aquella frase labré mi futuro, porque, fíjate, Trazada, si uno se pone precio la gente se pregunta ¿vale lo que cuesta?; en cambio si no lo hace, saca mucho más, ya que los paganos no quieren quedar mal ni hacer el ridículo.

Bailamos, o mejor nos restregamos un rato, el marido en primera fila, claro, y luego pasamos al fondo del local. Allí había una escalera por la que subimos los tres, y ya arriba, entramos en una habitación bien puesta, cama grande, espejos por todos lados, música, en fin, el sueño de cualquier follador. Nos desnudamos la mujer y yo a la carrera y, las cosas como son, fue ella quien tomó la iniciativa, pero no adelantemos acontecimientos. Lo primero que hizo el marido al entrar en el cuarto fue quitar la música. Me extrañó, lo confieso, pero es que ignoraba que le gustaba cantar en plan acompañamiento de las audacias de su legítima.

Ella era una experta pajillera que fue practicando con mi polla todo su repertorio. Comenzó con la paja cariñosa, que, como todo el mundo sabe, consiste en menear la polla a la vez que se le dicen ternezas del tipo “Pero qué cosita más linda” o “Me la comería a besos” y el tipo adornó el pasaje entonando una vieja canción del Consorcio, esa que empieza “Cachito, cachito, cachito mío, pedazo de cielo que Dios me dio”. Pasó luego la mujer a la paja pezonera, o sea, agarrarme el cacharro y refregar mi glande con uno de sus pezones, y él tarareó “El muro” de Pink Floyd. Vino luego la paja santa, en la que la mujer se puso mi polla en el sobaco y se santiguó repetidamente…mientras su alborotador esposo desafinaba  acordes del “Aleluya” de Haendel. Pasamos después a la paja cubana, mi cosa entre las tetas de la mujer y “Guantanamera” en los oídos y por fin rematamos la faena y me follé a la tipa con el marido jaleándonos y aplaudiendo con una sola mano, ya que la otra la tenía ocupada en aliviarse la calentura que le daba vernos trajinar. Setecientos euros saqué, ni uno más ni uno menos. Allí mismo dije adiós a las oposiciones, que si uno sabe sumar saca sus conclusiones. Y, para redondear la noche, cuando salimos del reservado me esperaban Marta y Paco con ganas de marcha, así que aquí el menda se tiró otros quinientos más al bolsillo.

El resto puedes adivinarlo, Trazada, que una cosa lleva a la otra. Me hice popular en el gremio de los mirones. Se puso de moda, y la moda sigue, que las casadas se acostaran conmigo en plan regalo a sus maridos en cada aniversario de boda. Podría contar miles de anécdotas. Un botón de muestra: Una mañana un tío, cuya cara me sonaba vagamente, me paró en la calle y me soltó. “¿Cuándo vas a volverte  follar a mi mujer? ¡Tengo unas ganas!”. Mi economía iba y va viento en popa y, aunque en alguna ocasión tuve que hacerme a alguna vieja fea, ni me quejaba ni me quejo: los regalitos compensan.

¿Mi mejor hazaña?  Una tarde se organizó una juerga en el club swinger de seis parejas y yo, y allí me tienes, en plan torero de moda, haciendo seis faenas con mucho cuerno a pocos centímetros de mi trasero. Esa tarde, no quiero engañarte, tomé Viagra para cumplir, porque seis faenas son seis faenas, qué caramba, y si uno puede ayudarse tonto es que no lo haga. Y eso me recuerda, y perdona la digresión, lo que decía un actor porno veterano: “La técnica estropea las buenas profesiones. Desde que se inventó el micrófono, canta cualquiera, y, desde que hay viagra, cualquiera folla”. Pero a lo que iba, pude con las seis, ese es mi récord, y uno de los maridos, productor de películas porno, me fichó para el séptimo arte, y aquí me tienes, Trazada, follando a mansalva, con cámaras y sin ellas y firmando autógrafos con la polla en los coñitos que se ponen a tiro. Solo una contra tiene mi vida. Me he acostumbrado de tal manera a follar con espectadores, que necesito público y me empalmo a duras penas si no lo tengo.

En fin,  esa es mi historia y ese soy yo, una cuenta saneada en el banco, veinte películas de protagonista y mujeres a mogollón…y todo porque hice un receso en el estudio y bajé a la cafetería a tomar una cerveza sin alcohol y a fumar un par de cigarrillos.

¡Qué vueltas da la vida! ¿Verdad, Trazada?

Mas de EJERCICIO

La asombrosa historia de la Thermo mix

La verdadera historia del Inquisidor Ortuño

Vengándome de Sara

He visto el futuro

La tormenta

El Monasterio del Tiempo

La cuenta atrás

Bucle

Ejercicio XIXX: Cambio de fecha.

Ejercicio XXIX: Viajes en el tiempo

Ejercicio XXIX

Redención

Los pecados capitales de una madre

Manos

El poder de Natacha

El toro por los cuernos

El hombre que me excita

Valentina

Pulsión maternal

XXVIII Ejercicio: Los siete pecados capitales

La hormiga

Masturbación fugaz

Las musas (¡y su puta madre!)

Querido Carlos...

Asmodeo

En la oscuridad

La maldición

El desquite de Érica

Eva Marina

La viuda

Noche de copas

La despedida

La llamada

Cine de madrugada

La pareja de moda

Testigo 85-C

Diez minutos

Las tetas de Tatiana

Por el cuello o por los cojones

Fisioterapeuta

Guapo, rico y tengo un pollón

Inmóvil

¡Siéntate bien!

La obsesión de Diana

El Cuerpo

Descenso

Mía (Ejercicio)

Serrvirr de ejemplo

La espera

Despatarrada

Primera infidelidad

Caricias

Mi amante, Pascual

Sexogenaria

La heteroxesual confundida.

La ira viste de cuero

Homenaje

Indefensa

Reencuentro

XXVII Ejercicio: relación de relatos

XXVII Ejercicio de Autores: microrrelatos

El principio del fin

Como Cristiano Ronaldo

Supercalientes

Paso del noroeste

Pérdida personal

Naufraghost

Marinos y caballeros

La manzana, fruta de pasiones y venganzas

El naufragio del Te Erre

En un mundo salvaje

La última travesía del “Tsimtsum

Sentinelî

Me llamaban Viernes.

Naufragio del Trintia: Selena y Philip

La isla

El huracán Francine

Fin

La sirena del Báltico

Nunca Jamás

El Último Vuelo del Electra

Relatos XXVI Ejercicio

Naufragios: Namori se está ahogando

Naufragios: amantes en potencia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga

Homenaje a todos

XXVI Ejercicio de Autores

Final del Ejercicio XXV

Sus ojos

Vecinos de dúplex en la costa

Pauline o la lascivia del poder

¡No hay huevos!

La hermana mayor que todos compartimos

Ana y la pausa de los anuncios

Moonlight

Guerrera en celo

Aburridas

El canalla

Y todo por una apuesta

Un gol por la escuadra

Dos primos muy primos

Mi hija apuesta por nuestro futuro

La puerta oscura del transexual

Relación de relatos del Ejercicio XXV

Ejercicio XXV

Final del ejercicio XXIV

El fin del racionamiento

Amores eternos

La clínica

Halley

La mujer más guapa del mundo

Cuatro años y un día

El hombre de mi vida

Algo muy especial.

Marcha atrás

El friki

El payaso y la preñada

Justicia o venganza

Noche de cuernos

Velocidad de escape

Mi adorable desconocida

Accidente a plena luz

Relación del relatos del XXIV Ejercicio de Autores

XXIV Ejercicio de Autores

Votación temas XXIV Ejercicio de Autores

Convocatoria ejercicio XXIV

Final del XXIII Ejercicio

El holandés errante

El Pirata

El torero

En el cielo

Campanilla y el sexo

Ser Paco Payne

Príncipe azul

Silvia salió del armario

Cambio

Mátame suavemente

Un divertido juego

Tres palabras

El semen del padre

Salvajes

Día de la marmota

Los tres Eduardos

Sheena es una punker

El legendario guerrillero de Simauria

El converso y la mujer adúltera

Órdago a todo

La bicicleta

Janies got a gun

Difurciada

Relación de relatos del XXIII Ejercicio

XXIII Ejercicio de autores de Todorelatos

Votación de las propuestas para el XXIII Ejercicio

Convocatoria del XXIII Ejercicio de Autores

La historia del monaguillo o el final del XXII

La reducción

Es palabra de Dios

Tren de medianoche

Hermana mayor

Una historia inmoral

Venceremos... venceremos... algún día

El vicario

Cielo e infierno

Reencuentros en la tercera fase

La Señora Eulalia

La pregunta

Juguetes rotos

Génesis 1,27

La entrevista

La mafia de los mantos blancos

Las cosas no son tan simples

XXII Ejercicio: lista de relatos

XXII Ejercicio de Autores de TodoRelatos

Votación de las propuestas para el XXII Ejercicio

Convocatoria del XXII Ejercicio de autores

Avance del XXII Ejercicio

Resultado del XXI Ejercicio de Autores

Con su blanca palidez

Adios mundo cruel

Tribal

Mi sueño del Fin del Mundo

El Pianista Virtuoso

A ciegas

La Ceremonia

Blanca del Segundo Origen

Hotel California

El tren del fin del mundo

100 años después

El fin del mundo. La tormenta solar perfecta.

Un último deseo

El convite

Demiurgo

Diario

Relacion relatos XXI Ejercicio

El Gato de Chesire

XXI Ejercicio de Autores

Votaciones para el XXI Ejercicio de Autores

Propuesta de ideas para el XXI Ejercicio Autores

Revisión de las normas

Gracias por participar del XX Ejercicio de Autores

Aprender a contracorriente [gatacolorada]

Vida estropeada [Estela Plateada]

En las crisis ganan los banqueros[ana del alba 20]

El rescate de Benilde [voralamar]

Se alquila habitación [Ginés Linares]

Sin tetas no hay trabajo [doctorbp]

El Préstamo [Lydia]

Liberar tensiones [Bubu]

Parásito [SideShift]

El Sacrificio de mi Mamá [Garganta de Cuero]

Ladrona [Neón]

Maldita Crisis [EROTIKA]

Las ventajas del poder [gatacolorada]

La crisis del coño [ana del alba 20]

¿Por Qué Lloras? [Silvade]

del amor. La máquina [erostres]

Los viajeros temporales [Estela Plateada]

Relato casi erótico [Alba_longa]

Grande y felicísimamente armado [voralamar]

El Fotógrafo [Vieri32]

¿Algo para reír o para llorar? [MilkaMousse]

Nyotaimori [Ginés Linares]

Muñecos Rotos [pokovirgen]

Relación de relatos del XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XX Ejercicio de Autores

Gracias por participar en el XIX ejercicio

Legión de Ángeles

Eva al desnudo

En el fondo de su mente

Las viejas tamaleras

Una canción en 100 años

Del amor, la guerra y otras lindezas

Canción de despedida

Noches de luna llena

Almas

El sobre azul

Nunca subas a la chica de la curva

Aunque tu no lo sepas

El Cid

La puta de mi novia y su despedida

Por toda la casa

El suicidio del Samurai

Causa y efecto

La fiesta de Navidad

Diálogos para un ejercicio

La barbería

Por los beneficios

Cenizas del deseo

M & M… y sí, son unos bombones adictivos

Lazos oscuros y desconocidos

Relación de relatos del XIX ejercicio

XIX Ejercicio de autores

XIX Ejercicio de autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XIX Ejercicio de Autores

Brevísimo balance del XVIII Ejercicio de Autores

Pínchame, amor (Segunda parte)

Noche mágica

Con todos ustedes....¡el increíble bebé barbudo!

Extraños en la noche

Noche de suerte

Por fin pude ver a mi esposa montada en un joven

La chica de la revista

Vida de casado

Una manera de sentir

Después de la feria según Lucas

Trovadores de la noche

Después de la feria según Marcos

La morochita villera

Cómo recuerdo el día en que llegó a mi casa

Amo las mujeres que desagradan a otros

La primera noche de mi nueva vida

¡Pínchame, amor! (1)

La prueba

Ivette, mi princesa árabe

Paparazzi

Pasión y lujuria en la Barceloneta

El montoncillo y la gata

Relación de relatos del XVIII Ejercicio de Autores

Noticias sobre el XVIII Ejercicio de Autores

XVIII Ejercicio de autores

XVIII Ejercicio: Votación del tema

Propuesta de ideas. XVIII Ejercicio de Autores

Crucigrama. GatitaKarabo.

Flores. Dark Silver.

¡Maldita sea! Izar

Fugados. Dark Silver.

Superbotellón. MariCruz29

El Pelao. GatitaKarabo.

Raquelísima. Moonlight.

Oración. Masulokunoxo

El despertar. GatitaKarabo

Media tarde. Trazada.

La noche es bella. Lydia

Play. Un Típico Sobi.

Apetecible. Paul Sheldon.

Zanahorias de Haití. Masulokunoxo.

Charla de alcoba. Trazada.

XVII. Ejercicio de autores.

XVII Ejercicio. Votación del tema.

Propuesta de ideas. XVII ejercicio de autores

PsicóTRico.

Mi primer día.

Desde el fondo de la pecera

Un chico normal

La increíble historia de Mandy y su locura felina

Carta blanca

Amigo mío, ¿qué hice mal?

La psicología del miedo

El diablo nunca

El salto atrás de Paco.

Contacto humano

Identidad

Una muñeca vestida de azul.

AVISO - XVI Ejercicio - RELATO PSIQUIÁTRICO

XVI. Ejercicio de autores. Relato psiquiátrico

Votación del tema. XVI Ejercicio

Propuesta de ideas. XVI ejercicio de autores

¿Qué es el ejercicio?

La leyenda del demoniaco jinete sodomizador

¿Por qué las ancianas tienen obsesión...?

El visitante

Amantes en apuros

El hotel

El cementerio

La leyenda urbana de TR, ¿Quién es el Calavera?

Mascherata a Venezia

La cadena

Mujer sola

Electo ateneo

La Dama de los Siguanes

Libertina libertad

Máscaras

El engaño del Cadejo

Los veintiún gramos del alma

Examen oral

En el espejo

El Greenpalace

Una leyenda urbana

Sorpresa, sorpresa

Gotitas milagrosas

Información del XV ejercicio

XV Ejercicio de autores - Leyendas urbanas

Propuestas e ideas para el XV ejercicio de autores

Cambio de carpas

Con mi pa en la playa

Con sabor a mar

La luna, único testigo

Duna

Selene

Acheron

Una noche en la playa

¿Dónde está Fred?

Fin de semana en la playa

La noche del sacrificio

Nuestra playa

Aquella noche en la playa

La indígena

Sacrificio a la luna

El Círculo de Therion

Hijo de puta

Como olas de pasión

Hija de la luna

XIV ejercicio de autores – ampliación de plazo

La noche de los cuernos

Citas Playeras S.A.

XIV Ejercicio de Relatos Una noche en la playa

Yo quería y no quería

Información sobre el XIV Ejercicio de Relatos

La soledad y la mujer

Una oración por Rivas

Inocente ¿de qué?

El te amo menos cotizado de la Internet

Esquizos

Dios, el puto y la monja

Pesadilla 2

Ella

Mi recuerdo

Remembranzas

Nada es completo

Pesadilla (1)

Un momento (3)

Hodie mihi cras tibi

Pimpollo

La sonrisa

Hastío

La madre de Nadia Lerma

Duelo de titanes

Tu camino

XIII ejercicio sobre microrelatos

Mujer Amante - Vieri32

No tengo tiempo para olvidar - Lymaryn

Un ramito de violetas - Lydia

Palabras de amor - Trazada

Bend and break - GatitaKarabo

Tú me acostumbraste - Avizor

Por cincuenta talentos de plata - Estado Virgen

Äalborg [Sywyn]

El peor pirata de la Historia [Caronte]

Mi encuentro con el placer [Apasionada29]

El pirata que robó mi corazón [Lydia]

A 1000 pies de altura [Lymarim]

Trailer [Zesna]

Me aburrí muchísimo [Parisién]

U-331 [Solharis]

En el océano de la noche [Kosuke]

Sansón y Dalila

Kitsune

Ángeles y demonios

El sueño de Inocencia

La esencia de Zeus

Lilith

Hércules y las hijas del rey Tespio

Invitación para el X Ejercicio: Mitología Erótica

Aun no te conozco... pero ya te deseo

Tren nocturno a Bilbao

Entre tres y cuatro me hicieron mujer

He encontrado tu foto en Internet

Memorias de un sanitario

Sexo, anillos y marihuana

Sex-appeal

Talla XXL

Goth

Cayendo al vacío

Afilándome los cuernos

Plumas y cuchillas

IX Ejercicio: 2ª Invitación

IX Ejercicio de relatos eróticos

Pesadillas de robot

Mi dulce mascota

Promethea

Déjà vu

Involución

Eros vence a Tanatos

El instrumento de Data

Fuga de la torre del placer

El corazón de Zobe

Comer, beber, follar y ser feliz

Pecado

El caminante

Maldito destino

Decisión mortal

Yo te vi morir

Madre

Angelo da morte

Pecado y redención

Azul intenso

Cuando suena el timbre

Mátame

El último beso

El purificador

Mi instinto básico

Ella quería tener más

Fábula de la viuda negra

Hospital

Seven years

Por una buena causa

El opositor

¿Tanto te apetece morir?

Días de sangre y de swing

Voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Satanas Death Show

Relatos Históricos: La copa de Dionisios

Relatos Históricos: Al-Andalus

Invitación para el nuevo Ejercicio sobre CRÍMENES

Relatos Históricos: 1968

Relatos Históricos: Qué golfa era Carmela

Relatos Históricos: Franco ha muerto, viva el gay

Relatos Históricos: El soldado

Relatos Históricos: Campos de Cádiz

Relatos Históricos: El beso

Relatos Históricos: El primer vuelo

Relatos Históricos: 1929 en Wall Street

Relatos Históricos: Así asesiné al general Prim

Relatos Históricos: En bandeja de plata

Relatos Históricos: El primer gaucho

Relatos Históricos: Yo, el Rey

Relatos Históricos: El niño del Kremlin

Relatos Históricos: La maja y el motín

Relatos Históricos: Un truhán en las Indias

Relatos Históricos: Las prisioneras de Argel

Relatos Históricos: Tenno Iga No Ran

Relatos Históricos: Mar, mar, mar

Relatos Históricos: Un famoso frustrado

Relatos Históricos: Cantabria indomable

Relatos Históricos: Clementina

Relatos Históricos: El caballero don Bellido

Relatos Históricos: En manos del enemigo

Relatos Históricos: Nerón tal cual

Relatos Históricos: Alejandro en Persia

Relatos Históricos: El juicio de Friné

Relatos de Terror: Ojos violetas

Relatos de Terror: Silencio

Relatos de Terror: Nuria

Relatos de Terror: El bebé de Rosa María

Relatos de Terror: El nivel verde

Relatos de Terror: La puerta negra

Relatos de Terror: Aquella noche

Relatos de Terror: No juegues a la ouija

Relatos de Terror: Sombras

Relatos de Terror: Lola no puede descansar en paz

Relatos de Terror: Rojo y diabólico

Relatos de Terror: Asesino

Relatos de Terror: Aquel ruido

Relatos de Terror: Estúpido hombre blanco

Relatos de Terror: Fotos en tu desván

Relatos de Terror: Despertar

Relatos de Terror: Confesión

Relatos de Terror: No mires nunca atrás

Relatos de Terror: Viaje sin retorno

Relatos de Terror: La pesadilla

Relatos de Terror: La playa

Lengua bífida - por Alesandra

Trescientas palabras - por Trazada30

Hay que compartir - por Espir4l

25 líneas dulcemente apasionadas - por Alesandra

Celos - por Scherezade

Diez minutos - por Sasha

La sopa - por Solharis

Una noche de primavera - por Dani

Ese día estaba yo muy ansiosa - por Esther

Recuerdos - por Némesis30

Hotmail - por Espir4l

Obediencia - por Némesis30

Por un puñado de euros - por Yuste

Trópico - por Trazada30

Registro de tráfico ilegal - por Esther

Llámame si quieres - por Solharis

Una noche de invierno - por Dani

Clásico revisitado - por Desvestida

Esa sonrisa divertida - por Trazada30

Mi obra de arte - por Lydia

La mujer de las pulseras - por Yuste

En el coche - por Locutus

Despertar - por Espir4l

Ciber amante - por Scherezade

Una noche de otoño - por Dani

45 segundos a euro - por Alesandra

16 añitos - por Locutus

La ciclista - por Genio

La vida en un segundo - por Iván Sanluís

Por el bien común - por Wasabi

La oportunidad llega sola - por Elpintor2

Sola - por Scherezade

Los pequeños detalles - por Némesis30

Ladrón de coches - por Sociedad

Taxista nocturno,servicio especial - por ElPintor2

Necesito una verga - por Esther

No soy tuya - por Donnar

Más que sustantivos - por Wasabi

De ocho a ocho y media - por Superjaime

Esperando - por Scherezade

Maldito alcohol - por Lachlainn

El preso - por Doro

No me importa nada más - por Hera

Una noche de verano - por Dani

Vampirillos - por Desvestida

Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

En mi interior - por Nemésis30

Almas - por Egraine

El tren de lavado - por Lydia

Despertar placentero - por Lince

Piel de manzana - por Sasha

Me fascina - por Erotika

Hace muchos años - por Trazada30

El dragón - por Lobo Nocturno

La fila - por Locutus

La cita - por Alesandra

Tardes eternas - por Ornella

La realidad supera la imaginación - por Genio

Instinto primario - por Espir4l

La sorpresa - por Solharis

38. La verdad en el fuego

Gönbölyuseg

Carta a un desconocido

Enfrentarse al pasado

Alejandría

La venganza de Aracne

Un relato inquietante

El libro maldito de Bartholomeus Nazarí

El apagón

El pasillo oscuro

Ejercicio 2 Las apariencias engañan - Va la novia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga