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Comer, beber, follar y ser feliz

en Fantasías Eróticas

Yo quiero ser otro cerdo en el rebaño...

Palabras de un hedonista romano.

Cada doce horas el robot realizaba los protocolos correspondientes, comprobando la temperatura del recinto y la luminosidad, la salubridad del estanque…, todo lo que venía siendo, en fin, la rutina de los últimos siglos. No le importaba: él no existía más que para servir a los seres humanos y velar por su bienestar.

Echó un detenido vistazo a las pantallas de televisión que ocupaban tres de las paredes de la cabina y que le permitían vigilar cada uno de los rincones del recinto. Ahora resultaba muy fácil porque el rebaño de humanos dormía plácidamente. Hacinados sobre almohadones y exhaustos de sexo, dormían profundamente gracias a los narcóticos que los robots les suministraban y que ellos aceptaban encantados porque les permitían ver alucinaciones asombrosas antes de sumirse en un dulce sopor… Desde luego yacían desnudos: no necesitaban ninguna ropa en el recinto perfectamente climatizado. Fuera lloviznaba y corría un viento fresco, pero la temperatura del recinto era permanentemente de treinta grados por el día y veinte por la noche. Jamás ocurría nada que pudiera perturbar su sueño.

Tan ricamente dormidos podría parecer que eran criaturas tranquilas, pero los robots bien sabían que eran muy excitables. Eso sí, todos ellos eran ejemplares de gran belleza, el resultado de sabios cruzamientos a lo largo de muchas generaciones. Sus servidores de metal conocían bien la genética y la habían utilizado en beneficio de la belleza humana como verdaderos artistas. Sabían qué hembras y machos había que cruzar para conseguir buenos y variados especimenes.

Por fin despertaron. Les esperaban recipientes repletos de alimento para un buen desayuno.

-¡Rico! ¡Sabroso! ¡Ñam! –exclamaban antes de llenarse ansiosos de nuevo las manos con el pienso, de textura similar a los antiguos cereales para el desayuno, y tragaban a puñados el sabroso complemento vitamínico y proteínico que necesitaban.

Había que alimentarlos bien. Pronto comenzarían los juegos y las orgías. Los humanos gastaban todas sus energías gritando, bailando y follando felices. La felicidad de los robots consistía en saber que sus humanos vivían muy felices gracias a ellos.

Pero este día sería especial. Les esperaba una grata sorpresa a los humanos, sobre todo a los machos, pues una joven hembra iba a incorporarse a la manada.

Las crías no convivían con el resto del grupo, evidentemente, sino que se las mantenía aparte y separadas por edades. Resultaba muy conveniente, pues hacía tiempo que las hembras humanas habían perdido el instinto maternal y a las crías, demasiado jóvenes para darles placer, las dejaban a un lado. En cuanto a los machos, sencillamente era peligroso dejar a un macho hambriento de sexo al cuidado de una cría…

Los robots habían considerado que la hembra estaba sexualmente madura y desarrollada. Sabían que sería bien recibida pero no deseaban un encuentro repentino. Para los nuevos machos era más fácil, pero para las hembras resultaba abrumador ser acosada por una manada de machos en celo, deseosos de follársela todos a la vez, si es que no acababan peleándose entre ellos mismos. No, la integración debía ser paulatina. Primero la juntarían con un macho para que la iniciase. Después se iría integrando poco a poco en el grupo hasta participar en todos sus juegos viciosos.

También tenían previsto hacer más adelante algún intercambio con otro rebaño. Se mantenía a los rebaños separados, cada uno en su recinto, para evitar peleas, pero no estaba de más introducir alguna novedad de vez en cuando.

Para la iniciación de la hembra eligieron a un hermoso macho de cabello oscuro, no demasiado salvaje ni brusco, y le condujeron a la jaula de ella. Los humanos aceptaban a los robots por costumbre, sin extrañarse de la presencia de aquellos seres de metal y plástico, y hasta los obedecían por instinto. Claro que ya no podían imaginar que una vez los habían creado para servirles. Eso había quedado muy atrás, en los infelices tiempos antiguos que nadie recordaba, en los que los humanos tenían que pensar para sobrevivir. Ahora les obedecían como una vez los perros les habían obedecido a ellos. Dócil, el macho dejó que le engancharan una correa al cuello para controlarle mejor.

El macho no podía sospechar la grata sorpresa que le esperaba y se le abrieron los ojos en par cuando la vio. Su primera reacción fue ir a por ella, pero un tirón de la correa le tranquilizó. Por su parte, la joven le miraba con curiosidad, atraída por el instinto. Él se babeaba, literalmente, viendo a la hembra de cabello ambarino y piel clara. Desde luego estaba desnuda y no ocultaba el delicioso cuerpo que ya había empezado a curvarse en los tiernos senos y las juveniles caderas. Se sentía conmovido viendo ese rostro de ojos dulces y no deseaba otra cosa que cubrirlo tiernamente de semen después de desvirgarla.

Se le acercó despacio y ella no se movió, ni siquiera cuando la tocó. Controlando su propia excitación, comenzó a acariciarla en el cuello, los hombros, los pechos… Las caricias eran cada vez más atrevidas y a ella le agradaba y se dejaba hacer.

-¡Tetas! Buenorra –le decía el cariñoso macho-. Maciza. Calentorra. Puta. Zorra. Furcia…

Ella no conocía el significado de las palabras pero intuía por el tono dulce que eran palabras de amor. Sí, es cierto que el lenguaje humano se había empobrecido sensiblemente, reduciéndose a unas doscientas o trescientas palabras y perdiendo cualquier atisbo de gramática o sintaxis, pero aun así no le faltaban palabras a aquel macho para declararle su amor. Había cierta ternura en la forma en que rimaba "calentorra" con "zorra". El genio que había inspirado a Shakespeare no había desaparecido sino que permanecía, latente, en la especie humana, esperando una oportunidad…

-¡Tetas! ¡Comer! –le dijo ahora, y dicho y hecho: empezó a lamerle las tetas y a comerle los pezones. Ella se dejó hacer y le gustó como se los acariciaba con la lengua. También se dejó hacer cuando él quiso que yacieran sobre el suelo…

De haber podido sonreír, los tres robots que los vigilaban por cámara lo hubieran hecho. En vez de eso parpadeaban intensamente las luces rojas de sus cabezas: la operación estaba resultando un éxito. Parpadearon más rápidamente cuando él empezó a penetrarla. Sabían que nada gustaba más a los humanos que el ejercicio sexual.

-¡Follar! ¡Gustar! ¡Zorra! –le decía él entre jadeos y los robots parecían encantados con el movimiento sincronizado de las caderas de él sobre las de ella.

-¡Arf! ¡Arf! ¡Gustar! ¡Más! ¡Más...! –respondía ella gimiendo, sin contenerse en absoluto.

Él dejó de moverse y se dejó caer al lado exhausto. En realidad pronto estaría de nuevo listo. La hembra parecía muy satisfecha y miraba con curiosidad el sexo de él.

-¡Comer! –le decía el macho, cogiéndose después la polla y haciendo gestos con la mano de que se metía algo en la boca.

Al fin ella se imaginó lo que quería y se la tragó. Encontró el sabor del semen algo agrio pero le gustó la polla blanda y viscosa. Pronto no pudo dejar de chuparla y se sorprendió de lo dura y tiesa que se ponía en su boca.

-¡Arf! ¡Zorra! ¡Chupar! ¡Gustar! ¡Más! ¡AAARGHH!

Se corrió en su cara y meneándosela para llenarle el rostro de grumos. Ella se sorprendió mucho pero luego se echó a reír con él.

-¡Zorra! ¡Comer! –reía ella con el semen viscoso cayéndole sobre la cara, aprendiendo aquellas nuevas palabras tan sugerentes.

***

Los seres humanos eran felices, pero que muy felices. No podía ser de otra manera por los jadeos, los gemidos y las palabras obscenas. Todos los miembros de la manada se encontraban en plena excitación. Una hembra, a cuatro patas en el césped, esperaba a que otro macho la penetrase y no tuvo que esperar

-¡Zorra! ¡Tomar! –le decía el obsceno semental.

En su ocio permanente los humanos habían desarrollado todas las prácticas viciosas posibles. No había postura del Kama-Sutra que no conocieran. Una hembra cabalgaba a uno de los machos mientras se la chupaba a otro y, para compensar, un macho y dos hembras se abrazaban y besaban entre ellos…

No había obscenidad ni impudicia que les hiciese echarse atrás, no había postura vergonzosa.

-¡Leche! ¡Beber! ¡Polla! ¡Chupar! –le pedía lastimero un macho a una viciosa hembra, y ella bebió el rico manjar hasta que otra compañera llegó para compartirlo.

Algunas parejas yacían sobre la hierba, haciendo los preliminares para calentarse.

-¡MÁS! ¡MÁS! ¡ARRGH! ¡ZORRA! ¡PUTA! –decía uno de los machos, antes de desplomarse exhausto sobre las posaderas de la lujuriosa hembra. Ésta no le hizo más caso y fue a buscarse a otro para que le chupase la entrepierna.

-¡MÁS! ¡MÁS! ¡JODER! ¡FOLLAR! ¡CULO! ¡TETA! ¡VERGA! ¡ARGHH! ¡ARGHHH…! –los humanos agotaban su escaso vocabulario entre gritos y gemidos en la descomunal orgía.

Durante demasiado tiempo los humanos habían buscado la felicidad de las formas más diversas, cuando todo era en realidad muy sencillo. Comer, beber, follar… Esto era la felicidad, sólo los hedonistas habían conocido la verdad última y definitiva. No había paz espiritual ni desarrollo humano ni ninguno de esos extraños sueños inventados por la Humanidad que pudiera compararse a la deliciosa sensación de estar bien alimentado y exhausto de sexo, como no había sensación más mística que el orgasmo. Era tan sencillo ser feliz y tan superfluo todo lo demás…

Sí, estaban realizando bien su labor. Si los robots pudieran sentirse felices, se sentirían dichosos como una madre que vela por sus hijos.

 

EPÍLOGO

Ya no comían. Ni bebían. Ni follaban. No eran felices.

Tenían frío y se acurrucaban, apretándose entre ellos para compartir el calor corporal. Algunos buscaban comida por el refugio. En vano: hacía días que ningún robot venía a traerles agua o comida. Se habían olvidado de ello y también de mantener el recinto climatizado.

Al fin dieron con la puerta. Normalmente estaría bien cerrada, pero pudieron abrirla a empujones. Curiosearon por los pasillos y se quedaron muy quietos cuando dieron con un robot. Nunca los habían visto así. Las luces del robot no parpadeaban y el cuerpo de metal yacía desplomado en el suelo.

Durante siglos habían servido a los humanos y lo habían hecho bien, con absoluta lealtad y devoción. De hecho, hasta se habían olvidado de su propia conservación. Los humanos habían creado a los robots para servirles y descuidaron el propósito de la propia conservación de éstos. Ocupados en servir a los humanos, los propios robots perecieron por pura caducidad y descuido de ellos mismos. Seiscientos años había servido ese robot a sus amos, seiscientos años había durado la edad de oro. Ahora no era más que chatarra inútil y la Humanidad tendría que valerse por sí misma.

La manada escapó del recinto. Encontraron un depósito de comida y pudieron mantenerse allí algunas semanas, pero ya no follaban ni reían como antes sino que se miraban preocupados. Comían y permanecían en silencio, muy juntos los unos de los otros. Menos un macho que temblaba de frío y muy solo en su rincón. Los demás le tenían miedo porque no dejaba de moquear y toser, y le habían dejado aparte. Se sentía cada vez más débil. Los robots se habían ocupado de retirar a los humanos antes de morir, pero ahora todos vieron cómo un día se quedó dormido y ya no despertó. Luego la piel adquirió un tono amarillento. Empezó a oler muy mal, y aunque le espantaban las moscas del cuerpo, éstas volvían en enjambres. Todos estaban aterrados.

Lo inevitable ocurrió y ya no quedó más alimento. Salieron de las instalaciones, habían aprendido a manipular las puertas, y por fin estuvieron en el exterior. Campos y edificios se extendían hasta el infinito. Hacía más frío aún y la tierra era un desagradable barrizal. No todos se atrevieron a salir y comenzar una nueva vida y algunos prefirieron morirse de hambre en el refugio. La mayoría de los que partieron perecerían pronto en la gran aventura. Unos pocos sobrevivirían para tener descendencia.

Había terminado la Edad de Oro y la Humanidad se encontraba sin el valioso tesoro del conocimiento acumulado por las generaciones pasadas. Ni siquiera eran capaces de encender un fuego o elaborar un hacha de piedra: tendrían que aprenderlo todo otra vez y por su propia cuenta.

La civilización comenzó de nuevo y la Naturaleza siguió su curso...

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En las crisis ganan los banqueros[ana del alba 20]

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El Préstamo [Lydia]

Liberar tensiones [Bubu]

Parásito [SideShift]

El Sacrificio de mi Mamá [Garganta de Cuero]

Ladrona [Neón]

Maldita Crisis [EROTIKA]

Las ventajas del poder [gatacolorada]

La crisis del coño [ana del alba 20]

¿Por Qué Lloras? [Silvade]

del amor. La máquina [erostres]

Los viajeros temporales [Estela Plateada]

Relato casi erótico [Alba_longa]

Grande y felicísimamente armado [voralamar]

El Fotógrafo [Vieri32]

¿Algo para reír o para llorar? [MilkaMousse]

Nyotaimori [Ginés Linares]

Muñecos Rotos [pokovirgen]

Relación de relatos del XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XX Ejercicio de Autores

Gracias por participar en el XIX ejercicio

Legión de Ángeles

Eva al desnudo

En el fondo de su mente

Las viejas tamaleras

Una canción en 100 años

Del amor, la guerra y otras lindezas

Canción de despedida

Noches de luna llena

Almas

El sobre azul

Nunca subas a la chica de la curva

Aunque tu no lo sepas

El Cid

La puta de mi novia y su despedida

Por toda la casa

El suicidio del Samurai

Causa y efecto

La fiesta de Navidad

Diálogos para un ejercicio

La barbería

Por los beneficios

Cenizas del deseo

M & M… y sí, son unos bombones adictivos

Lazos oscuros y desconocidos

Relación de relatos del XIX ejercicio

XIX Ejercicio de autores

XIX Ejercicio de autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XIX Ejercicio de Autores

Brevísimo balance del XVIII Ejercicio de Autores

Noche mágica

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Pínchame, amor (Segunda parte)

Noche de suerte

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Después de la feria según Lucas

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Amo las mujeres que desagradan a otros

Cómo recuerdo el día en que llegó a mi casa

¡Pínchame, amor! (1)

La primera noche de mi nueva vida

La mejor noche de un actor porno

La prueba

Paparazzi

Ivette, mi princesa árabe

El montoncillo y la gata

Pasión y lujuria en la Barceloneta

Relación de relatos del XVIII Ejercicio de Autores

Noticias sobre el XVIII Ejercicio de Autores

XVIII Ejercicio de autores

XVIII Ejercicio: Votación del tema

Propuesta de ideas. XVIII Ejercicio de Autores

Crucigrama. GatitaKarabo.

Flores. Dark Silver.

¡Maldita sea! Izar

Fugados. Dark Silver.

Superbotellón. MariCruz29

El Pelao. GatitaKarabo.

Raquelísima. Moonlight.

Oración. Masulokunoxo

El despertar. GatitaKarabo

Media tarde. Trazada.

La noche es bella. Lydia

Apetecible. Paul Sheldon.

Play. Un Típico Sobi.

Zanahorias de Haití. Masulokunoxo.

Charla de alcoba. Trazada.

XVII. Ejercicio de autores.

XVII Ejercicio. Votación del tema.

Propuesta de ideas. XVII ejercicio de autores

PsicóTRico.

Mi primer día.

Desde el fondo de la pecera

Un chico normal

La increíble historia de Mandy y su locura felina

Carta blanca

Amigo mío, ¿qué hice mal?

La psicología del miedo

El diablo nunca

El salto atrás de Paco.

Contacto humano

Identidad

Una muñeca vestida de azul.

AVISO - XVI Ejercicio - RELATO PSIQUIÁTRICO

XVI. Ejercicio de autores. Relato psiquiátrico

Votación del tema. XVI Ejercicio

Propuesta de ideas. XVI ejercicio de autores

¿Qué es el ejercicio?

La leyenda del demoniaco jinete sodomizador

¿Por qué las ancianas tienen obsesión...?

El visitante

Amantes en apuros

El hotel

El cementerio

La leyenda urbana de TR, ¿Quién es el Calavera?

Mascherata a Venezia

La cadena

Mujer sola

Electo ateneo

La Dama de los Siguanes

Libertina libertad

Máscaras

El engaño del Cadejo

Los veintiún gramos del alma

Examen oral

En el espejo

El Greenpalace

Una leyenda urbana

Sorpresa, sorpresa

Gotitas milagrosas

Información del XV ejercicio

XV Ejercicio de autores - Leyendas urbanas

Propuestas e ideas para el XV ejercicio de autores

Cambio de carpas

Con mi pa en la playa

Con sabor a mar

La luna, único testigo

Duna

Selene

Acheron

Una noche en la playa

¿Dónde está Fred?

Fin de semana en la playa

La noche del sacrificio

Nuestra playa

Aquella noche en la playa

La indígena

Sacrificio a la luna

El Círculo de Therion

Hijo de puta

Como olas de pasión

Hija de la luna

XIV ejercicio de autores – ampliación de plazo

La noche de los cuernos

Citas Playeras S.A.

Yo quería y no quería

XIV Ejercicio de Relatos Una noche en la playa

Información sobre el XIV Ejercicio de Relatos

Una oración por Rivas

La soledad y la mujer

Inocente ¿de qué?

El te amo menos cotizado de la Internet

Esquizos

Pesadilla 2

Ella

Mi recuerdo

Dios, el puto y la monja

Pesadilla (1)

Nada es completo

Remembranzas

Un momento (3)

Hodie mihi cras tibi

Pimpollo

Hastío

La sonrisa

Duelo de titanes

Tu camino

La madre de Nadia Lerma

XIII ejercicio sobre microrelatos

Mujer Amante - Vieri32

No tengo tiempo para olvidar - Lymaryn

Un ramito de violetas - Lydia

Palabras de amor - Trazada

Bend and break - GatitaKarabo

Tú me acostumbraste - Avizor

Por cincuenta talentos de plata - Estado Virgen

Mi encuentro con el placer [Apasionada29]

El peor pirata de la Historia [Caronte]

Äalborg [Sywyn]

El pirata que robó mi corazón [Lydia]

Trailer [Zesna]

A 1000 pies de altura [Lymarim]

Me aburrí muchísimo [Parisién]

U-331 [Solharis]

En el océano de la noche [Kosuke]

Sansón y Dalila

Kitsune

Ángeles y demonios

La esencia de Zeus

El sueño de Inocencia

Hércules y las hijas del rey Tespio

Lilith

Invitación para el X Ejercicio: Mitología Erótica

Aun no te conozco... pero ya te deseo

Tren nocturno a Bilbao

He encontrado tu foto en Internet

Entre tres y cuatro me hicieron mujer

Memorias de un sanitario

Sexo, anillos y marihuana

Sex-appeal

Talla XXL

Goth

Cayendo al vacío

Afilándome los cuernos

Plumas y cuchillas

IX Ejercicio: 2ª Invitación

IX Ejercicio de relatos eróticos

Pesadillas de robot

Mi dulce mascota

Promethea

Déjà vu

Involución

Eros vence a Tanatos

El instrumento de Data

El corazón de Zobe

Fuga de la torre del placer

Pecado

Maldito destino

El caminante

Madre

Decisión mortal

Yo te vi morir

Angelo da morte

Azul intenso

Cuando suena el timbre

Mátame

Pecado y redención

El último beso

El purificador

Mi instinto básico

Ella quería tener más

Hospital

Fábula de la viuda negra

Por una buena causa

Seven years

El opositor

¿Tanto te apetece morir?

Voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Días de sangre y de swing

Satanas Death Show

Invitación para el nuevo Ejercicio sobre CRÍMENES

Relatos Históricos: La copa de Dionisios

Relatos Históricos: Al-Andalus

Relatos Históricos: 1968

Relatos Históricos: Qué golfa era Carmela

Relatos Históricos: Franco ha muerto, viva el gay

Relatos Históricos: Campos de Cádiz

Relatos Históricos: El soldado

Relatos Históricos: El beso

Relatos Históricos: El primer vuelo

Relatos Históricos: 1929 en Wall Street

Relatos Históricos: En bandeja de plata

Relatos Históricos: Así asesiné al general Prim

Relatos Históricos: El primer gaucho

Relatos Históricos: Yo, el Rey

Relatos Históricos: La maja y el motín

Relatos Históricos: El niño del Kremlin

Relatos Históricos: Tenno Iga No Ran

Relatos Históricos: Las prisioneras de Argel

Relatos Históricos: Un truhán en las Indias

Relatos Históricos: Mar, mar, mar

Relatos Históricos: Un famoso frustrado

Relatos Históricos: Clementina

Relatos Históricos: El caballero don Bellido

Relatos Históricos: Cantabria indomable

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Relatos Históricos: Nerón tal cual

Relatos Históricos: Alejandro en Persia

Relatos Históricos: El juicio de Friné

Relatos de Terror: Ojos violetas

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Relatos de Terror: El bebé de Rosa María

Relatos de Terror: El nivel verde

Relatos de Terror: La puerta negra

Relatos de Terror: Aquella noche

Relatos de Terror: Sombras

Relatos de Terror: No juegues a la ouija

Relatos de Terror: Rojo y diabólico

Relatos de Terror: Lola no puede descansar en paz

Relatos de Terror: Asesino

Relatos de Terror: Aquel ruido

Relatos de Terror: Fotos en tu desván

Relatos de Terror: Estúpido hombre blanco

Relatos de Terror: Despertar

Relatos de Terror: Confesión

Relatos de Terror: No mires nunca atrás

Relatos de Terror: Viaje sin retorno

Relatos de Terror: La pesadilla

Relatos de Terror: La playa

Registro de tráfico ilegal - por Esther

Llámame si quieres - por Solharis

Una noche de invierno - por Dani

Clásico revisitado - por Desvestida

Trópico - por Trazada30

Por un puñado de euros - por Yuste

Lengua bífida - por Alesandra

Obediencia - por Némesis30

Hotmail - por Espir4l

Recuerdos - por Némesis30

Ese día estaba yo muy ansiosa - por Esther

Una noche de primavera - por Dani

La sopa - por Solharis

Diez minutos - por Sasha

Celos - por Scherezade

25 líneas dulcemente apasionadas - por Alesandra

Hay que compartir - por Espir4l

Trescientas palabras - por Trazada30

Mi obra de arte - por Lydia

Esa sonrisa divertida - por Trazada30

Ciber amante - por Scherezade

Una noche de otoño - por Dani

Despertar - por Espir4l

En el coche - por Locutus

La mujer de las pulseras - por Yuste

Los pequeños detalles - por Némesis30

Sola - por Scherezade

La oportunidad llega sola - por Elpintor2

Por el bien común - por Wasabi

La vida en un segundo - por Iván Sanluís

La ciclista - por Genio

16 añitos - por Locutus

45 segundos a euro - por Alesandra

Necesito una verga - por Esther

No soy tuya - por Donnar

Más que sustantivos - por Wasabi

Maldito alcohol - por Lachlainn

El preso - por Doro

De ocho a ocho y media - por Superjaime

Esperando - por Scherezade

Ladrón de coches - por Sociedad

Taxista nocturno,servicio especial - por ElPintor2

No me importa nada más - por Hera

Una noche de verano - por Dani

Vampirillos - por Desvestida

Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

En mi interior - por Nemésis30

Almas - por Egraine

El tren de lavado - por Lydia

Despertar placentero - por Lince

Piel de manzana - por Sasha

Me fascina - por Erotika

Hace muchos años - por Trazada30

El dragón - por Lobo Nocturno

La fila - por Locutus

La cita - por Alesandra

Tardes eternas - por Ornella

La realidad supera la imaginación - por Genio

Instinto primario - por Espir4l

La sorpresa - por Solharis

38. La verdad en el fuego

Gönbölyuseg

Carta a un desconocido

Enfrentarse al pasado

Alejandría

La venganza de Aracne

Un relato inquietante

El libro maldito de Bartholomeus Nazarí

El apagón

El pasillo oscuro

Ejercicio 2 Las apariencias engañan - Va la novia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga