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Mi adorable desconocida

en Hetero: General

 

La luz intermitente del reloj del equipo de música, señal que el suministro eléctrico había sufrido un corte, me tenía hipnotizado. Me había quedado dormido en el sofá, perdiendo la noción del tiempo. Era miércoles, llevaba tres días de asueto y me moría de ganas por volver a la rutina.

¿Rutina? ¿No se supone que las vacaciones son precisamente para eso, abandonar la rutina durante unos días? Aún tenía por delante casi dos semanas y no estaba dispuesto a pasarlos tirado en el sofá; aunque cobrar por no hacer nada, tiene su punto.

¿A quién se le ocurre pedir vacaciones en marzo? Aunque bien mirado, si no lo hubiese hecho habría perdido esos días.

Mis amigos trabajaban, mi pareja... ¿Pareja? Estábamos en ese punto de la relación en el que nos habíamos dado unos días para decidir si continuábamos o no, por lo que mi pareja, estaba fuera de cobertura en ese momento. En resumidas cuentas, que de mi círculo social, nadie podía acompañarme en esos días de esparcimiento.

En un esfuerzo sobrehumano me incorporé, alargué la mano hacia la mesita de centro donde reposaba el móvil y miré la pantalla con la esperanza de ver algo que me pusiese en marcha. Para mi frustración, la batería estaba agotada.

Retorné el terminal a su improvisado lugar, me llevé un cigarrillo a la boca y busqué entre el desorden de la mesita el encendedor. ¿Dónde se había metido el dichoso aparatito? Miré a mi alrededor, ni rastro. Me arrodillé con la intención de mirar bajo la mesa, incliné el torso y eché un vistazo; el mismo resultado, nada. Pensé en ir a la cocina, pero instintivamente giré la cabeza para mirar bajo el sofá; ahí estaba el ansiado objeto de deseo.

Accione el mecanismo de encendido a la par que acercaba la punta del cigarrillo. Un fogonazo me hizo retroceder.

Volví a accionar el mecanismo.

Chispas, nada más.

Dejé el encendedor sobre la mesa y me dirigí con decisión a la cocina con el cigarrillo entre los labios. Busqué por los cajones el antiguo encendedor de cocina, y aunque hacía tres meses que había cambiado la cómoda encimera de fogones por una endemoniada placa de inducción, el encendedor debía continuar en su sitio. Tras unos segundos removiendo entre los enseres de cocina, lo encontré. Por suerte, tras accionar el mecanismo, una fina llama apareció ante mis ojos. Acerqué el cigarrillo con tanta ansia que aplastó la llama.

Clic, clic.

El destino se había empeñado en que no fumase.

Una idea me asaltó. Si algo me impedía fumar, bien el destino, bien la falta de sustancia comburenteen los encendedores, debía ser por un motivo.

¿Para qué pagas el gimnasio? -repicó una voz en mi cabeza- Te estás dejando, así que prepara la bolsa y ponte en marcha; decidí hacer caso a la voz de mi conciencia. No suelo ir por la mañana, pero el aburrimiento era tan grande que no me pareció mala idea un poco de ejercicio, además, nunca viene mal.

Al salir a la calle, el ir y venir de la gente en sus quehaceres diarios hizo que la pereza que me invadía fuese abandonándome. Hurgué en la bolsa en busca de los auriculares y puse rumbo a mi destino.

Tal como imaginaba, a esas horas no había nadie disfrutando del supuesto placer que da el deporte; personalmente, lo hago obligado por la conducta socialmente aprobada y políticamente correcta.

Al salir del vestuario para acceder a la sala de máquinas, con la puerta aún asida, mis ojos se clavaron en los horarios de la sauna.

Horarios de uso

lunes, miércoles y viernes – Hombres

martes, jueves y sábado – Mujeres

Por las tardes, horario en que acostumbraba torturar mi cuerpo, se hacía imposible poder gozar de ese servicio debido a la masificación de gente. Decidí, por primera vez, eliminar toxinas de mi cuerpo en aquel sitio que se me antojó un horno de cocción industrial. Volví a la taquilla y me desnudé, enrollé una toalla a la cintura y me puse las zapatillas de ducha.

La sauna estaba situada estratégicamente entre el vestuario masculino y el femenino, con puertas de acceso a ambos vestuarios, utilizándose en días alternos por cada uno de los géneros.

Entré en la pequeña habitación de madera y para mi satisfacción, estaba vacía. Antes de entrar, había leído las instrucciones de uso, y tras una previa ducha con agua tibia, me senté en uno de los bancos para sudar durante diez minutos. El ambiente era tan seco que se me hizo difícil respirar; transcurrido el tiempo estipulado, siguiendo las instrucciones, volví a salir para darme una segunda ducha.

El siguiente paso consistía en volver a entrar y relajarse durante otros diez minutos; así lo hice, aunque en esta ocasión, coloqué la toalla en el banco y me tumbé. Cerré los ojos y me dediqué a meditar cómo aprovechar el tiempo que me quedaba de vacaciones. Tan absorto estuve en mis pensamientos, que no percibí que alguien más había accedido a la instalación.

Por un momento sentí una vergüenza mayúscula, la persona en cuestión, tenía fijada la mirada en mí en un estado semi hipnótico.

Perdona, es la primera vez que utilizo la sauna y creo que me he equivocado de día.

- No, no te has equivocado. Por las mañanas es mixta.

Me sentí como un tonto. Eso es lo que pasa cuando lees algo y solo te centras en lo que te interesa desechando el resto de la información.

No acostumbro a venir por las mañanas; no lo sabía. Si te incomoda me marcho -sugerí a la mujer.

- Por mi no lo hagas, suelo venir a esta hora y no es la primera vez que coincido con un hombre -su mirada permaneció clavada en mí, casi sin pestañear.

- Imagino que he roto una de las normas. Si por las mañanas es mixta, doy por sentado que no deberíamos estar desnudos.

- ¿Lo dices por esto? -dijo ella cogiéndose el albornoz que llevaba por las solapas-. Acabo de entrar, pero si te sientes mejor así, me lo quito.

No terminó la frase cuando ya se había despojado de su envoltura, mostrando ante mí su desnudez. Jamás hubiese adivinado que bajo aquella prenda, se ocultase una figura que se ajustaba perfectamente a mis cánones de belleza.

Para aclarar esto, he de decir que tener un ideal no significa que solo me fije en ese tipo, me gustan todas, pero como a todo el mundo, hay un perfil que me llama la atención en especial, las mujeres con curvas pronunciadas y grandes pechos, y si no son muy altas, mejor. Aquella desconocida reunía todos los puntos que me atraían, y ver su cuerpo desnudo, hizo que mi masculinidad despertara. Ella, por más que en un vano intento por taparme, colocara la toalla estratégicamente, advirtió la jugada.

No te apures, tampoco es la primera vez que ocurre eso.

- Lo siento, será mejor que tome una ducha fría para calmarme.

- No tienes porqué hacerlo, es algo natural. Termina tu sesión sin vergüenza, no me da apuro.

- No es por ti, es por mí.

- Como quieras.

Salí de la sauna y me dirigí a la ducha, gradué la temperatura y accioné la llave de paso. El líquido elemento corría por mi cuerpo refrescándolo.

La zona de duchas consiste en una gran sala con varios surtidores y sus correspondientes mandos bajo ellos; en el centro, un gran banco cuadrado del mismo material que el suelo.

En mi mente, el cuerpo de aquella mujer impedía que mi excitación menguase, por lo que tuve que tomar medidas más drásticas. Asomé la cabeza a la zona de taquillas para comprobar si había alguien. Por fortuna, y para mi propia satisfacción, estaba completamente solo.

En vista que no había forma de bajar aquello, me dispuse a iniciar la práctica del onanismo, suave, despacio, disfrutando de las caricias mientras mi mente se perdía en tórridas escenas con aquella mujer. Una voz me sacó de mi ensimismamiento.

Es más divertido cuando lo compartes.

Alterado, giré en dirección al origen de la voz con el miembro aún aferrado. La culpable de mi estado, se encontraba en el acceso a las duchas completamente desnuda. Aquella visión, sumada al alto grado de excitación y a los movimientos de mi mano, provocaron que mi miembro comenzase a vomitar una considerable cantidad de esperma; mi garganta emitió un ahogado quejido. La mujer, sin desviar la mirada de mi entrepierna, continuó en tono calmado.

Si soy la causa de eso, me siento alagada.

Me quedé en blanco. Ella, como si aquella situación fuese algo normal, se aproximó a mí lentamente. Sus labios se acercaron a los míos mientras una de sus manos tomaba posesión de mi verga.

Yo...

- No digas nada.

Se arrodilló sin dejar de acariciar mi mástil, observándolo con detenimiento. Aún no se encontraba en su máximo esplendor, pero algo me decía que ella se encargaría de solucionarlo.

Acercó su boca y comenzó a besar la punta con delicadeza, acariciándolo ligeramente con la lengua. Una vez recuperada mi vigorosidad, se introdujo la cabeza en su boca, provocando que mi cuerpo se estremeciera. Volvió a incorporarse clavando sus ojos en los míos.

Fóllame -no me hizo falta pensármelo.

La tomé de las nalgas, se abrazó a mi cuello y nos fundimos en un apasionado beso. Con la boca recorrí su cuello y hombros hasta llegar al pecho, lamiendo toda la superficie, deleitándome en los pezones.

Los gemidos de la desconocida me hicieron tomar consciencia de lo que estaba sucediendo, abandonándome por completo al gozo y disfrute del momento; quizás me dejé ir demasiado. Me arrodillé frente a su sexo, completamente rasurado, y aproximé la boca a su vulva. Abrió las piernas ofreciéndome su intimidad, aunque en aquella postura, poco se podía hacer.

Túmbate en el banco -ordené.

Su mirada desprendía lujuria y deseo. Aproximé mi boca a la suya, colocando mis manos en su nuca y cintura. Retrocedió hasta que sus pies tocaron el banco y tomó asiento. Recliné su cuerpo con delicadeza, recostándome sobe ella sin dejar de besarla.

Completamente tumbada, bajé poco a poco hasta su gruta, lanzándome sobre el manjar que se me ofrecía. Lamí con ansia, provocando convulsiones en su cuerpo. Una vez su intimidad estuvo completamente lubricada, dejé de lamer. La desconocida me miró con ojos llameantes, quería llevar la voz cantante y no estaba dispuesto a permitírselo.

- Date la vuelta -volví a ordenar.

Ella obedeció. Me ofreció el culo en pompa, separé sus nalgas y apunté mi miembro hacia su entrada, penetrándola lentamente. Una vez la tuve completamente insertada, inicié un acompasado vaivén de caderas. Ayudado por sus gemidos, aumenté el ritmo poco a poco. Se notaba que sentirse dominada la excitaba.

Su cerito se me ofrecía goloso, coloqué un dedo sobre él y apreté sutilmente; un leve quejido salió por su boca. Estaba comprobado que no era la primera vez que le hacían aquello, mi dedo entró con bastante facilidad.

Penetrada por sus dos agujeros, la mujer pareció enloquecer; inicialmente apoyada sobre sus brazos, descansaba ahora con la cara empotrada contra el banco. El ritmo de mis embestidas empezó a ser frenético.

Vi próximo mi orgasmo y dejé de bombear. Abrí sus nalgas y aproximé mi boca a su ano. Lamí con ganas aquel agujerito glorioso, logrando que la desconocida se derritiese en un brutal orgasmo. Introduje dos dedos en su vagina, lubricándolos con sus jugos, pasándolos a continuación a su culo, girándolos y dibujando círculos para dilatarlo.

Apunté mi miembro y presioné. Poco a poco, su ano engulló toda mi masculinidad. Me detuve unos segundos esperando que su interior se acostumbrase al invasor. Comencé a bombear con suavidad, aumentando el ritmo lentamente. Tras unos minutos de mete-saca, acabé derramándome en su interior.

Derrotado, me recosté a su lado. Cerré los ojos, disfrutando del momento, con la respiración agitada. Una vez recuperado el aliento, busqué con la mano el cuerpo de la chica; solo hallé el frío tacto del banco. Abrí los ojos y miré a mi alrededor. Estaba completamente solo, ni rastro de mi bella compañera.

Me incorporé y salí a la zona de taquillas. Desierta. Me dirigí a la sauna con la esperanza de encontrarla allí. Parecía haberse evaporado.

Volví a la ducha a completar mi aseo, me vestí y salí a recepción. Una joven risueña ordenaba unos papeles.

Disculpa, ¿guardáis un registro de las entradas y salidas?

- Puedo mirarlo, ¿me dice su nombre?

- No es por mí, quería saber el nombre de una mujer.

- Necesitaría algún dato para buscarla. Una fecha sería un buen principio.

- Solo sé que ha venido hoy.

- Usted es el primer socio del día. Marzo suele ser un mes flojo.

- ¿Estás segura?

- Completamente. No me he movido de aquí desde que hemos abierto ¿Se encuentra bien? No tiene buena cara.

- Sí, sí, perfectamente. Gracias por la información.

Había tenido sexo con la mujer más maravillosa que he visto en mi vida y no sabía ni su nombre. Aquella jovencita, me había asegurado que salvo yo, no había ido nadie más.

Salí del recinto pensativo. La chica ni siquiera había comprobado el registro de entradas, me había dado una respuesta basándose en lo que había visto. Posiblemente, en un descuido, aquella mujer había accedido a las instalaciones sin que la vieran. Gracias a ella, encontré una forma más o menos gratificante de pasar mis vacaciones.

Todas las mañanas las pasé en aquel gimnasio. Nunca más volví a saber nada de mi adorable desconocida.

Querido lector, acabas de leer el segundo relato del XXIV Ejercicio de autores, nos gustaría que te tomaras un tiempo para valorarlo y comentar qué te ha parecido y, si quieres, adivinar el nombre de su autor.

 

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Noticias sobre el XVIII Ejercicio de Autores

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XVIII Ejercicio: Votación del tema

Propuesta de ideas. XVIII Ejercicio de Autores

Crucigrama. GatitaKarabo.

Flores. Dark Silver.

¡Maldita sea! Izar

Fugados. Dark Silver.

Superbotellón. MariCruz29

El Pelao. GatitaKarabo.

Raquelísima. Moonlight.

Oración. Masulokunoxo

El despertar. GatitaKarabo

Media tarde. Trazada.

La noche es bella. Lydia

Play. Un Típico Sobi.

Apetecible. Paul Sheldon.

Zanahorias de Haití. Masulokunoxo.

Charla de alcoba. Trazada.

XVII. Ejercicio de autores.

XVII Ejercicio. Votación del tema.

Propuesta de ideas. XVII ejercicio de autores

PsicóTRico.

Mi primer día.

Desde el fondo de la pecera

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Carta blanca

Amigo mío, ¿qué hice mal?

La psicología del miedo

El diablo nunca

El salto atrás de Paco.

Contacto humano

Identidad

Una muñeca vestida de azul.

AVISO - XVI Ejercicio - RELATO PSIQUIÁTRICO

XVI. Ejercicio de autores. Relato psiquiátrico

Votación del tema. XVI Ejercicio

Propuesta de ideas. XVI ejercicio de autores

¿Qué es el ejercicio?

La leyenda del demoniaco jinete sodomizador

¿Por qué las ancianas tienen obsesión...?

El visitante

Amantes en apuros

El hotel

El cementerio

La leyenda urbana de TR, ¿Quién es el Calavera?

Mascherata a Venezia

La cadena

Mujer sola

Electo ateneo

La Dama de los Siguanes

Libertina libertad

Máscaras

El engaño del Cadejo

Los veintiún gramos del alma

Examen oral

En el espejo

El Greenpalace

Una leyenda urbana

Sorpresa, sorpresa

Gotitas milagrosas

Información del XV ejercicio

XV Ejercicio de autores - Leyendas urbanas

Propuestas e ideas para el XV ejercicio de autores

Cambio de carpas

Con mi pa en la playa

Con sabor a mar

La luna, único testigo

Duna

Selene

Acheron

Una noche en la playa

¿Dónde está Fred?

Fin de semana en la playa

La noche del sacrificio

Nuestra playa

Aquella noche en la playa

La indígena

Sacrificio a la luna

El Círculo de Therion

Hijo de puta

Como olas de pasión

Hija de la luna

XIV ejercicio de autores – ampliación de plazo

La noche de los cuernos

Citas Playeras S.A.

XIV Ejercicio de Relatos Una noche en la playa

Yo quería y no quería

Información sobre el XIV Ejercicio de Relatos

La soledad y la mujer

Una oración por Rivas

Inocente ¿de qué?

El te amo menos cotizado de la Internet

Esquizos

Dios, el puto y la monja

Pesadilla 2

Ella

Mi recuerdo

Remembranzas

Nada es completo

Pesadilla (1)

Un momento (3)

Hodie mihi cras tibi

Pimpollo

La sonrisa

Hastío

La madre de Nadia Lerma

Duelo de titanes

Tu camino

XIII ejercicio sobre microrelatos

Mujer Amante - Vieri32

No tengo tiempo para olvidar - Lymaryn

Un ramito de violetas - Lydia

Palabras de amor - Trazada

Bend and break - GatitaKarabo

Tú me acostumbraste - Avizor

Por cincuenta talentos de plata - Estado Virgen

Äalborg [Sywyn]

El peor pirata de la Historia [Caronte]

Mi encuentro con el placer [Apasionada29]

El pirata que robó mi corazón [Lydia]

A 1000 pies de altura [Lymarim]

Trailer [Zesna]

Me aburrí muchísimo [Parisién]

U-331 [Solharis]

En el océano de la noche [Kosuke]

Sansón y Dalila

Kitsune

Ángeles y demonios

El sueño de Inocencia

La esencia de Zeus

Lilith

Hércules y las hijas del rey Tespio

Invitación para el X Ejercicio: Mitología Erótica

Aun no te conozco... pero ya te deseo

Tren nocturno a Bilbao

Entre tres y cuatro me hicieron mujer

He encontrado tu foto en Internet

Memorias de un sanitario

Sexo, anillos y marihuana

Sex-appeal

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Cayendo al vacío

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Plumas y cuchillas

IX Ejercicio: 2ª Invitación

IX Ejercicio de relatos eróticos

Pesadillas de robot

Mi dulce mascota

Promethea

Déjà vu

Involución

Eros vence a Tanatos

El instrumento de Data

Fuga de la torre del placer

El corazón de Zobe

Comer, beber, follar y ser feliz

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Relatos de Terror: La puerta negra

Relatos de Terror: Aquella noche

Relatos de Terror: No juegues a la ouija

Relatos de Terror: Sombras

Relatos de Terror: Lola no puede descansar en paz

Relatos de Terror: Rojo y diabólico

Relatos de Terror: Asesino

Relatos de Terror: Aquel ruido

Relatos de Terror: Estúpido hombre blanco

Relatos de Terror: Fotos en tu desván

Relatos de Terror: Despertar

Relatos de Terror: Confesión

Relatos de Terror: No mires nunca atrás

Relatos de Terror: Viaje sin retorno

Relatos de Terror: La pesadilla

Relatos de Terror: La playa

Lengua bífida - por Alesandra

Trescientas palabras - por Trazada30

Hay que compartir - por Espir4l

25 líneas dulcemente apasionadas - por Alesandra

Celos - por Scherezade

Diez minutos - por Sasha

La sopa - por Solharis

Una noche de primavera - por Dani

Ese día estaba yo muy ansiosa - por Esther

Recuerdos - por Némesis30

Hotmail - por Espir4l

Obediencia - por Némesis30

Por un puñado de euros - por Yuste

Trópico - por Trazada30

Registro de tráfico ilegal - por Esther

Llámame si quieres - por Solharis

Una noche de invierno - por Dani

Clásico revisitado - por Desvestida

Esa sonrisa divertida - por Trazada30

Mi obra de arte - por Lydia

La mujer de las pulseras - por Yuste

En el coche - por Locutus

Despertar - por Espir4l

Ciber amante - por Scherezade

Una noche de otoño - por Dani

45 segundos a euro - por Alesandra

16 añitos - por Locutus

La ciclista - por Genio

La vida en un segundo - por Iván Sanluís

Por el bien común - por Wasabi

La oportunidad llega sola - por Elpintor2

Sola - por Scherezade

Los pequeños detalles - por Némesis30

Ladrón de coches - por Sociedad

Taxista nocturno,servicio especial - por ElPintor2

Necesito una verga - por Esther

No soy tuya - por Donnar

Más que sustantivos - por Wasabi

De ocho a ocho y media - por Superjaime

Esperando - por Scherezade

Maldito alcohol - por Lachlainn

El preso - por Doro

No me importa nada más - por Hera

Una noche de verano - por Dani

Vampirillos - por Desvestida

Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

En mi interior - por Nemésis30

Almas - por Egraine

El tren de lavado - por Lydia

Despertar placentero - por Lince

Piel de manzana - por Sasha

Me fascina - por Erotika

Hace muchos años - por Trazada30

El dragón - por Lobo Nocturno

La fila - por Locutus

La cita - por Alesandra

Tardes eternas - por Ornella

La realidad supera la imaginación - por Genio

Instinto primario - por Espir4l

La sorpresa - por Solharis

38. La verdad en el fuego

Gönbölyuseg

Carta a un desconocido

Enfrentarse al pasado

Alejandría

La venganza de Aracne

Un relato inquietante

El libro maldito de Bartholomeus Nazarí

El apagón

El pasillo oscuro

Ejercicio 2 Las apariencias engañan - Va la novia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga