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Relatos de Terror: Fotos en tu desván

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Podría contaros una de las clásicas leyendas que deambulan de oreja en oreja atormentando los sueños adolescentes de los campamentos de verano. O quizá, más bien podría situaros en la casa de mis antepasados por donde pululan los recuerdos de varias generaciones y los suspiros ocultos en viejos muebles de madera que crujen atrayendo nuestros demonios, que no son seres paranormales sino los propios miedos de un día a día disfrazados en ficción... ¿Ficción?....¿Sugestión?...Juzgad vosotros mismos...

 

Quizá fue la lluvia quien la llevo allí. Un acelerado y constante sonido del agua golpeando los vidrios de las ventanas en esa tarde de domingo lánguida y silenciosa. Esa tarde de un otoño incipiente...

Las viejas escaleras de madera de la buhardilla crujían, de la misma manera que lo hacían los recuerdos de su memoria cada vez que los forzaba a aparecer nuevamente en escena. Un sonido que mostraba la escasa elasticidad de los miedos y temores ocultos.

Cincuenta y dos años de vida no eran ni muchos ni pocos. Quizá demasiados para soñar despierta y escasos para asentar definitivamente los pies en la tierra.

No habría más de dieciséis escalones hasta llegar a la planta superior, un lugar que desprendía un cierto olor a humedad, casi a moho. Con un techo cubierto de travesaños de madera, los mismos que cuando era pequeña la vieron crecer. Una cuna, una mecedora, diferentes baúles cubiertos de tela de arañas, hasta el trillo que su abuelo utilizaba muchos años atrás.

Sobre el pequeño tragaluz las gotas escurrían en la sombría tarde. Quizá fueron ellas quienes la llevaron allí, las que despertaron sus fantasmas y el anhelo de encontrar lo único que aun creía albergar... recuerdos.

Los pantalones de chándal desgastados y una camiseta de publicidad de un conocido detergente enseguida se cubrieron de polvo mientras sus manos levantaban las sábanas que tapaban los baúles.

Qué de cosas inútiles bajo esas telas. Objetos varios, fotografías, esa muñeca de cartón de su tierna infancia, la que se le ocurrió sumergirla en el barreño de su madre y quedó reducida a la mínima expresión.

La oscuridad se iba apoderando del añejo lugar. Sus dedos se entretuvieron durante unos minutos en unas antiguas y amarillentas fotografías.

Hacía años de aquello...

En el fondo del baúl parecía haber retales, disfraces, una cámara, juegos infantiles y tres o cuatro fotos más. ¡Qué recuerdos!

Mientras las sombras se sentaban su lado, ella viajaba a través de la foto de su fallecida madre, de su padre, y de su infancia .

La penumbra había invadido el lugar, decidió bajar una caja con varias cosas para verlas con tranquilidad. Después de cenar, cogió un trapo y liberó del polvo todos los viejos recuerdos que permanecían adormilados...

No parecía querer dejar de llover, sobre la mesita del cuarto de estar descansaban todas las fotos. Se sirvió una copa de coñac y recordó.

No hacía tanto de todo eso...

Un escalofrío recorrió su cuerpo, tanto que la soledad, después de tantos años le resultó incómoda. De esas fotos solo una persona quedaba viva. Siguió ojeando, sus primos y ella apoyados en el coche, dos amigas suyas del colegio. Un retrato de su padre poco antes de fallecer, y otro de su madre... Ya ninguno estaba allí.

No era tan mayor como para ser la única superviviente a su infancia y juventud...

Solo permanecía encendida la luz de la mesita auxiliar. La desgastada tulipa impregnaba de tristeza y austeridad el pequeño saloncito, rellenando los rincones y recovecos de sombras. Al mirar a su alrededor hasta las figuritas de cerámica que reposaban en el aparador, la mayoría propiedad de sus antepasados, parecían esconderse. Se sintió sola.

Se sintió tan sola que no encontró el sentido a su vida si nadie le quedaba. Además, el cansancio provocado por la reciente enfermedad que la mantenía en los últimos días alejada del trabajo la estaba mellando lentamente.

En su pueblo ser la maestra parecía adquirir vital importancia años atrás pero, en la actualidad, no era más que una de las cientos de personas que allí habitaban...

 

Adherida al reverso de una de las fotos se encontraba una más pequeña, hizo el esfuerzo por separarla de las otras sin que la tinta se despegara. Nada más verla sintió el pavor adueñarse de su cuerpo; la bombilla soltó un chispazo y quedó en la penumbra horrorizada. Caminó a tientas por el pasillo que hacía de distribuidor del resto de habitaciones. La inseguridad se apoderaba de su ser, palpaba las paredes como si fuera una vivienda desconocida en busca de una vela que iluminara el posterior acceso a los automáticos. Soplaba el vendaval hambriento, se colaba por las rendijas de la antigua casa, donde el paso del tiempo había hecho ceder a los materiales, las holguras daban la palabra al viento, que aprovechaba para silbar prepotente.

La oscuridad siempre le había dado cierto respeto, la soledad se vuelve insolente cuando la vista está ciega. Se crece y evita que puedas ignorar su presencia con colores y formas, atrae a las preocupaciones, supersticiones, miedos, fantasmas... Bajo la tenue luz que aporta una vela, se sentó de nuevo en el salón con el corazón agitado.

Con el pulso inestable se acercó de nuevo a la imagen. Como si de una pesadilla se tratase allí estaba el retrato. El hedor a putrefacto se instalo en sus fosas nasales...

Nada tenía sentido, buscó entre las cajas si quizá pudiera haber algún ratón muerto, alguna rata, un gato, no sabía... En su mano agarraba la foto, mostraba una imagen de pelos canosos y desaliñados con una sonrisa de encías inflamadas que cubrían parte de la amarillenta dentadura. Dio un trago para intentar liberarse del vomitivo aroma y la dantesca imagen, al hacerlo, sintió que un nudo se instalaba en su garganta provocándole una arcada...

Se sentó sumida en un fuerte mareo. Y volvió a mirar la pequeña fotografía. No la reconocía, la expresión parecía adquirir relieve para sentarse a su lado en esa desagradable noche. La pupilas descoloridas de aquel rostro le eran familiares. Intentando calmar esa sensación de desasosiego intentó fijarse en otros detalles, pero poco más había. Un fondo blanco que parecía tener manchas por el paso del tiempo, un reloj en la muñeca derecha...

Una electrizante sensación se apoderó de la espina dorsal, posteriormente sus músculos se fueron agarrotando. El acceso al oxígeno se hacía casi imposible, mientras, la mirada de aquella mujer con la sonrisa putrefacta se clavaban en su ahogo personal...

En ese momento sintió que la muerte llamaba a su puerta, quizá fuera un ataque cardiaco, una embolia. Pero nadie estaba a su lado, nadie podía ayudarla dentro de esas cuatro paredes en las que siempre pensó que estaba a salvo de cualquier mal de la sociedad.

Abrió con dificultad las ventanas. El agua comenzó a entrar con fuerza... gateando se acercó a la mesa, con la mano temblorosa sujetó su copa de Armagnac. Intentó beber un trago, la boca se le cuarteaba, como si su paladar se fuera inflamando de forma exponencial, sentía el ardor cerca de las encías. Tan agobiante situación se veía incrementada por ese aroma nauseabundo que se apoderaba de la casa.

Intentó llenar los pulmones de aire mientras que el agua empapaba su cabellera. Poco a poco la calma parecía instalarse de nuevo en su ser. Fatigada, reposó la cabeza sobre un almohadón y dejó que el cansancio le invadiera.

Pocos minutos duró el sosiego de esa situación. La presencia de nuevo estaba allí. Se había instalado esa noche en su morada hasta que pasara la tormenta. Sueños agitados en los que la cara aparecía intermitentemente, sonidos, crujidos, risas dantescas... Sobresaltada despertó cuando aun quedaba un poquito de cera que mantenía con vida la llama..

Apoyada sobre la mesa la foto resaltaba entre las demás. No recordaba haberla dejado ahí. Fijó su mirada con atención, no creía haber visto con anterioridad que el fondo de la fotografía era el mismo que el salón donde ella había vivido desde que llegó a este mundo. Con claridad, distinguía el sofá donde estaba sentada, la ventana abierta, y los pelos canosos de esa horrible imagen pegados a un rostro huesudo como si un jarro de agua le hubiera caído por encima.

De nuevo su piel se resintió, un calambre inmovilizó sus piernas mientras observaba como la sonrisa de aquella mujer se hacía creciente. En sus pupilas podía notar cierta satisfacción. El corazón se aceleraba. Terriblemente sugestionada quiso salir de casa, pero al incorporarse sus rodillas sufrieron una descarga que la impidieron ponerse en pie...

Gritó, pidió ayuda. El ambiente vomitivo de aquel lugar le produjo ahogo. En el fondo de su garganta parecía que algo le impedía tragar, introdujo sus dedos casi provocándose una arcada cuando rozaron la campanilla, al fondo algo largo parecía enredarse a sus dedos; un mechón de pelos lacios y canosos.

Los gritos no salían de las cuerdas vocales. Intentar saltar por la ventana no era buena idea, no tenía edad y apenas fuerzas para reptar hasta el pasillo, el agotamiento tras la enfermedad y el miedo estaban ganando la batalla. En el suelo sintió que la soledad le llevaba la muerte... La vela parecía querer consumirse, apenas quedaba un resquicio de mecha que daba luz a la foto que al lado descansaba.

Cada vez se definía más el reloj de la muñeca de aquella mujer, era tan igual al suyo... La sonrisa era clara. Sus músculos se paralizaban, alargó la mano para tirar la foto al suelo, pero ésta se quedó adherida a la yema de sus dedos.

Eran pocos los segundos que quedaban de luz, nadie podía ayudarla. Su brazo izquierdo sintió una punzada, un dolor agudo que retumbaba en su corazón. Luchó por acceder al teléfono arrastrándose por el suelo del pasillo con la imagen de aquella mujer sentada en el sofá su casa.

 

La luz volvió de golpe, pestañeó fatigada, casi al borde de la asfixia con su cuerpo agarrotado y tendido sobre la madera. Su casa parecía haber vuelto a la normalidad, buscó la foto, seguía pegada a sus dedos pero no había imagen... no había nada...

Dejó caer la cabeza en el suelo y escuchó la lluvia golpear el tejado, aullar al viento. Pestañeó, cerró los ojos lentamente y de nuevo los abrió... Con el rostro desencajado sus ojos pudieron ver como en aquel papel amarillento, aquella vieja foto, era su rostro el que aparecía... un rostro lánguido, huesudo, el rostro de la muerte...

Pasaron un par de semanas, no aparecía por la escuela. En otra época el primer día que la maestra hubiera faltado a clase todos habrían ido a buscarla. Ahora hizo falta que pasaran quince días, su ausencia en las clases por una baja anterior la mantenía alejada de las aulas desde hacía un par de semanas. Nadie en ese tiempo la fue a ver, nadie la llamó, nadie la echó en falta.

Los perros aullaban cada noche alrededor y los vecinos comenzaban a quejarse del olor a podrido que desprendía el lugar. Quince días pasaron hasta que derrumbaron las puertas de madera. El aroma nauseabundo se extendió.

Olía a muerto, a muerto en soledad...

¿Alguna vez te has sentido solo? ... Si es así mejor que no busques debajo de tu cama, ni en tus baúles olvidados, no levantes el polvo de tu memoria, y sobretodo no la invites a pasar a tu casa. Puede estar expectante en cualquier lugar, no importa cuanta gente te rodee... Antes de acabar contigo siempre se encargará de qué sepas que ella es la causa de tu muerte. Esto no es una historia de ficción...

La soledad no llama a tu puerta, te invade lentamente, quizá hoy ya sea tarde...

Quizá las fotos del verano, o esas llenas de polvo en el trastero... quizá allí esté esperándote. Cuando lo único que te quede por curiosear sean tus propios recuerdos. Si hoy tenías pensado vivir a través de tus álbumes de fotos, quizá debería esperar... Si ya es tarde, no intentes descifrar las manchas o sombras que en las fotos de tu memoria puedas encontrar...

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Media tarde. Trazada.

La noche es bella. Lydia

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La Dama de los Siguanes

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Una leyenda urbana

Sorpresa, sorpresa

Gotitas milagrosas

Información del XV ejercicio

XV Ejercicio de autores - Leyendas urbanas

Propuestas e ideas para el XV ejercicio de autores

Cambio de carpas

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La luna, único testigo

Duna

Selene

Acheron

Una noche en la playa

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Fin de semana en la playa

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Sacrificio a la luna

El Círculo de Therion

Hijo de puta

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XIV ejercicio de autores – ampliación de plazo

La noche de los cuernos

Citas Playeras S.A.

XIV Ejercicio de Relatos Una noche en la playa

Yo quería y no quería

Información sobre el XIV Ejercicio de Relatos

La soledad y la mujer

Una oración por Rivas

Inocente ¿de qué?

El te amo menos cotizado de la Internet

Esquizos

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Pesadilla 2

Dios, el puto y la monja

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Nada es completo

Pesadilla (1)

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Pimpollo

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Hastío

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Duelo de titanes

La madre de Nadia Lerma

XIII ejercicio sobre microrelatos

Mujer Amante - Vieri32

No tengo tiempo para olvidar - Lymaryn

Un ramito de violetas - Lydia

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Por cincuenta talentos de plata - Estado Virgen

Äalborg [Sywyn]

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A 1000 pies de altura [Lymarim]

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U-331 [Solharis]

Sansón y Dalila

Kitsune

El sueño de Inocencia

La esencia de Zeus

Ángeles y demonios

Lilith

Hércules y las hijas del rey Tespio

Invitación para el X Ejercicio: Mitología Erótica

Tren nocturno a Bilbao

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Entre tres y cuatro me hicieron mujer

Memorias de un sanitario

Sex-appeal

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Talla XXL

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Cayendo al vacío

Afilándome los cuernos

Plumas y cuchillas

IX Ejercicio: 2ª Invitación

IX Ejercicio de relatos eróticos

Pesadillas de robot

Promethea

Mi dulce mascota

Involución

Déjà vu

Eros vence a Tanatos

El instrumento de Data

El corazón de Zobe

Fuga de la torre del placer

Comer, beber, follar y ser feliz

El caminante

Pecado

Maldito destino

Madre

Decisión mortal

Yo te vi morir

Angelo da morte

Azul intenso

Pecado y redención

Mátame

Cuando suena el timbre

El purificador

El último beso

Mi instinto básico

Ella quería tener más

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Fábula de la viuda negra

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¿Tanto te apetece morir?

Voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Satanas Death Show

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Invitación para el nuevo Ejercicio sobre CRÍMENES

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Relatos Históricos: 1929 en Wall Street

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Relatos de Terror: Rojo y diabólico

Relatos de Terror: Lola no puede descansar en paz

Relatos de Terror: Aquel ruido

Relatos de Terror: Asesino

Relatos de Terror: Estúpido hombre blanco

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Relatos de Terror: Confesión

Relatos de Terror: Viaje sin retorno

Relatos de Terror: No mires nunca atrás

Relatos de Terror: La pesadilla

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Clásico revisitado - por Desvestida

Llámame si quieres - por Solharis

Trópico - por Trazada30

Por un puñado de euros - por Yuste

Lengua bífida - por Alesandra

Trescientas palabras - por Trazada30

Hay que compartir - por Espir4l

25 líneas dulcemente apasionadas - por Alesandra

Diez minutos - por Sasha

Celos - por Scherezade

La sopa - por Solharis

Una noche de primavera - por Dani

Ese día estaba yo muy ansiosa - por Esther

Recuerdos - por Némesis30

Hotmail - por Espir4l

Obediencia - por Némesis30

Registro de tráfico ilegal - por Esther

Una noche de invierno - por Dani

Despertar - por Espir4l

En el coche - por Locutus

La mujer de las pulseras - por Yuste

Mi obra de arte - por Lydia

Esa sonrisa divertida - por Trazada30

Una noche de otoño - por Dani

Ciber amante - por Scherezade

Sola - por Scherezade

Los pequeños detalles - por Némesis30

45 segundos a euro - por Alesandra

16 añitos - por Locutus

La ciclista - por Genio

La vida en un segundo - por Iván Sanluís

Por el bien común - por Wasabi

La oportunidad llega sola - por Elpintor2

Necesito una verga - por Esther

Taxista nocturno,servicio especial - por ElPintor2

Ladrón de coches - por Sociedad

De ocho a ocho y media - por Superjaime

Esperando - por Scherezade

El preso - por Doro

Maldito alcohol - por Lachlainn

Más que sustantivos - por Wasabi

No soy tuya - por Donnar

Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

Una noche de verano - por Dani

Despertar placentero - por Lince

Piel de manzana - por Sasha

En mi interior - por Nemésis30

No me importa nada más - por Hera

Almas - por Egraine

El tren de lavado - por Lydia

Vampirillos - por Desvestida

Hace muchos años - por Trazada30

Me fascina - por Erotika

La cita - por Alesandra

Tardes eternas - por Ornella

La realidad supera la imaginación - por Genio

Instinto primario - por Espir4l

La sorpresa - por Solharis

El dragón - por Lobo Nocturno

La fila - por Locutus

38. La verdad en el fuego

Gönbölyuseg

Carta a un desconocido

Enfrentarse al pasado

Un relato inquietante

La venganza de Aracne

Alejandría

El libro maldito de Bartholomeus Nazarí

El pasillo oscuro

El apagón

Ejercicio 2 Las apariencias engañan - Va la novia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga