miprimita.com

La bicicleta

en Hetero: General

 

—¿Qué haces vestida? —preguntó el hombre, mientras se secaba el pelo con una toalla de manos, al salir desnudo del cuarto de baño y observar a la joven que aguardaba cerca de la puerta.

—Hola, papá… —dijo la muchacha, con una sonrisa.

El hombre se la quedó mirando, entre divertido y extrañado. ¿En serio pensaba jugar a colegiala perversa? ¿Con ese vestido?

—¿De verdad quieres que me desnude? —preguntó la chica con tono jocoso, mientras hacía ademán de desabrocharse el ceñido vestido que resaltaba todas sus curvas—. Pero te advierto que es cierto: soy tu hija…

El tono suave y sereno de la muchacha hizo que el hombre se pusiera en guardia.

—Tranquilo, no quiero nada tuyo… —prosiguió ella, al notar el gesto del hombre—. ¿Te acuerdas de una groupie, que dicen que se parecía a mí, hará unos veinte años? No, claro que no… Pero es igual. Te la follaste unas cuantas veces antes de que su padre se la llevara otra vez a casa, y aquí estoy yo… ¿Me desnudo? —insistió, mientras bajaba la cremallera; si ceñido el vestido era espectacular, holgado resultaba directamente indecente—. ¿Me quieres follar también a mí, como te follaste a mamá?

—¿Qué quieres? ¿A qué has venido? —El hombre empezaba a sentirse molesto y puso la toalla delante de su entrepierna, un tanto azorado.

—¡A buenas horas! —rio la joven—. Tranquilo, papá, no es la primera que veo… —Su tono de voz era fresco, jovial.

—Por cierto —añadió—, para que veas que no quiero nada tuyo, te devuelvo el dinero que me han pagado por ‘mis servicios’ —Mientras hablaba, sacó unos billetes y, estrujándolos, los lanzó sobre una mesita, aunque la mayoría acabaron en el suelo—. Sabías que hace tiempo que tus groupies son pagadas, ¿verdad? Aunque la verdad es que pagan bien, y son exigentes. Tu representante parece hasta celosa… ¿También te la tiras a ella?

—Si no quieres dinero, ¿a qué has venido? ¿Qué quieres?

—Tuyo, nada. Hubo un tiempo en que quería un padre, lo necesitaba, como todas las niñas, pero ya no soy esa cría que lloraba por las noches. Y cuando mamá me dijo por fin quién eras… me alegré de no haberte tenido como padre. No sabes quién soy, el nombre que he dado es falso, ni recuerdas quién era mi madre, así que no me encontrarás, cuando me vaya…

Su voz era serena, demasiado serena para ser sincera, lo que unido a lo inexpresivo de su bonito rostro resultaba más bien amenazador.

—He venido a verte la cara y a decirte que existo, pero que no te necesito. Ya no. No necesito nada tuyo porque no puedes darme nada que yo desee. Tu fama y tu dinero te los puedes meter por el culo. No hay nada que tú puedas darme. Ni lástima.

La joven dio media vuelta y se fue, mientras el hombre reprimía el deseo de subir la cremallera de su vestido, porque estaba desnudo y ella podía malinterpretar el gesto.

 

***   ***   ***

 

Milímetro a milímetro, la polla fue entrando en el lubricado coño con deliberada lentitud, mientras el chico se complacía en observar el efecto de la parsimoniosa penetración en el rostro de la chica.

—¿Eso es todo lo que sabes hacer? ¿Alardear de machito? Te advierto que tengo juguetes mayores que eso… —dijo la chica, mirando retadora a su ensartador. Tras morderle el labio, añadió—: A ver qué más sabes hacer, chaval. Quiero que me hagas gritar…

—No te preocupes, vas a aullar; los vecinos van a llamar a la Policía, ya verás… —dijo él, aceptando el reto.

—¡Menos lobos, Caperucita! —rio ella, contoneando las caderas en aquella cadencia tan peculiar, que era su arma secreta para descontrolar a sus amantes.

El chaval salió airoso del envite y comenzó a moverse con un ritmo que a ella le hizo temer que no iba a durar demasiado, pero pronto paró y volvió a arrancar a otro ritmo más suave, pero nunca constante, ora acelerando, ora frenando, lo que le daba pocas pistas a ella sobre cómo iba a ser la siguiente acometida. Todo ello, sin dejar nunca de mirarse a los ojos, acechantes, en un turbio duelo de una guerra no declarada.

“Me gusta —tuvo de reconocer—. Un poco demasiado engreído, pero me gusta. Y para ser el primer polvo juntos, lo está haciendo bastante bien, tengo que admitirlo…”.

Los timbrazos la sacaron de su gozosa abstracción.

—¡No me lo puedo creer! Esa zorra se ha vuelto a olvidar las llaves… ¡Yo la mato!

—¿Y no sabe que estamos…?

—¡Sí, claro! Lo tenía programado, ¡no te jode! ¿Serás creído?

Maniobró con su cuerpo hasta ponerse encima de él y sacarlo de su interior, con un gemido.

—Ahora vuelvo y seguimos… hablando. No te enfríes —Y le mordió el labio de nuevo.

Salió desnuda al recibidor, abrió la puerta de entrada lo justo para librar el resbalón y volvió sobre sus pasos mientras decía:

—¡Ya te vale, guarra! Sabías que…

Al llegar al umbral de su cuarto, una voz masculina le heló la sangre:

—Hola, hija.

Cerró de un portazo la puerta de su habitación y se volvió con rabia para enfrentarse al intruso.

—¿Te pillo en mal momento? No me digas que…

—¿A ti que te parece? —dijo ella, abriendo los brazos, como para resaltar su desnudez. Su arrebol de cara y pecho y el sudor que perlaba estratégicamente su piel dejaban poco margen de duda.

—Lo siento. No lo sabía, claro. Has abierto y he entrado. Bueno, ya estamos empatados… —añadió con evidente ironía.

—¿Qué quieres? —El tono cortante de la chica congeló el amago de distender el ambiente.

—Hablar contigo… cuando puedas.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

—Yo te dejé hablar a ti, déjame hablar tú a mí ahora. —Evitaba mirarla, por muchas razones. Tras una pausa, añadió—: Te espero en el bar que hay abajo, cuando acabes…

—Espera sentado.

El hombre dio media vuelta y respondió en un tono deliberadamente ambiguo:

—Sí, mujer. Tómate el tiempo que necesites…

 

 

 La chica, con el pelo mojado y el gesto hosco, se sentó enfrente del hombre en la única mesa del bar cutre.

—Habla.

El hombre la miró, serio pero sereno, le sonrió y dijo con la mayor naturalidad que pudo:

—Ya ves que sabía bien quién era tu madre, y lo poco que me ha costado encontrarte. Me acuerdo de ella muchas veces. Muchas…

—Pues mi madre estuvo esperando que la buscaras toda su vida…

—No te confundas. No era ‘el amor de mi vida’. Ha habido otras como ella, alguna más. Fue especial, no única. Y cuando se fue, ¿qué quieres que te diga?, sentí alivio. Era peligrosa, era de esas mujeres capaces de reformarte… y eso era algo que no me podía permitir. Esto es como ir en bicicleta: o pedaleas o te caes ¿lo entiendes? Tenía que seguir, por eso no la busqué.

—Vale. ¿Eso has venido a decirme? Ya te puedes ir.

El hombre le dedicó su sonrisa más cautivadora e, ignorando el desplante, preguntó, malicioso:

—¿Qué tal…? Lamento haberte interrumpido. ¿Estabas con tu chico?

—Estaba con un chico… —Su voz expresaba indiferencia, subrayada por su mueca y su encogimiento de hombros—. Y mal, ya que lo preguntas. ¿Tú crees que se puede volver a… después de…? Con lo bien que pintaba la cosa…

—Lo siento. —Su sonrisa, buscando la complicidad de la muchacha, desdecía sus palabras—. Era una pregunta-trampa. He investigado un poco de tu vida y ya sabía que, bueno, eres inconstante

—¿Me vas a dar la charleta de los chicos? Llegas unos cuantos años tarde, papá…

—Nooo… Eres joven, disfruta de la vida… mientras no caigas en la estupidez de creer que todos los chicos son de usar y tirar. No todos son tan… despreciables como tu padre. Y me da que sí estás cayendo en esa estupidez…

—¿Pretendes darme lecciones de moral? ¿Tú?

—Mira, de crío me hacía mucha gracia eso de Alejandro Magno: “murió a los 33 años, víctima de sus excesos”. Yo ya he sobrepasado su edad, así que he debido cometer menos excesos que él… Pero siempre me ha parecido que es mejor que digan que has muerto víctima de tus excesos que vivir siendo víctima de tus defectos, ¿no crees?

La joven, sin hacer caso a las sutiles peticiones de complicidad, miró a su padre tratando de averiguar por dónde iba.

—Yo tengo muchos defectos, lo sé; seguro que alguno hasta lo debo tener repe. Pero hay defectos y defectos. Mira, soy adicto a las drogas, vale… —añadió abriendo las manos, como para realzar su confesión—. A casi todas las que conozcas, a muchas más de las que espero que hayas probado; pero hay una más peligrosa que cualquiera que yo haya tomado nunca, que no viene en polvo ni pastillas ni viales, pero que destroza más que ninguna otra a la buena gente: el rencor. Y tú estás enganchada a esa droga.

La muchacha bajó la vista e hizo una mueca de contrariedad.

—Por eso estoy aquí. Has conseguido tú lo que no logró tu madre ni ninguna otra: me impresionó el rencor sordo que percibí en tu mirada la otra noche, el mismo que he visto en tu casa, que veo ahora. Ese rencor que te destrozará, si le dejas que se adueñe de ti. Tengo miedo por ti y he venido a ofrecerte mi ayuda.

—¿Tu ayuda? No necesito tu ayuda. Ya te he dicho que no necesito nada tuyo.

—Si hubiera estado a tu lado cuando debía, ahora ya no me necesitarías, es cierto. Pero no lo estuve entonces, y por eso me sigues necesitando ahora. Por eso viniste a verme: para pedirme ayuda, aunque lo hicieras a tu modo.

La joven se incorporó, haciendo además de marcharse, pero el hombre la tomó de la muñeca y le dijo en un tono casi autoritario:

—Siéntate… —para agregar casi en súplica—: Por favor…

La joven se sentó y el hombre, sin soltar su muñeca, prosiguió:

—Voy a salvarte, aunque para ello tenga que salvarme yo, que no veas las pocas ganas que tengo… —bromeó, buscando de nuevo la complicidad de la muchacha, pero solo encontró rechazo—. La cosa es muy simple: yo dejo mi adicción y tú dejas la tuya. Ni siquiera te pido que lo hagamos a la par. Soy tu padre y debo dar ejemplo. Si yo soy capaz de dejar mis drogas, tú harás lo mismo con la tuya. Ese es el trato que he venido a proponerte. Si yo puedo, tú también.

La muchacha evitaba mirar al hombre, pero no se soltaba. Él continuó:

—Oye, hablo en serio. Me conozco y no estoy muy seguro de conseguirlo a la primera, pero sé que lo lograré. Por ti. Pero necesito saber, cuando flaquee, que tú cumplirás tu parte; que, si lo logro, tú también lo harás y te desharás de tu carga de rencor. Eso me dará fuerzas para seguir, para levantarme si caigo. Dime que lo harás, es todo lo que te pido. Mírame a los ojos y dime que lo harás.

 

 

***   ***   ***

 

Tumbado en la cama, el hombre dejaba hacer al muchacho que diligentemente se ocupaba de su pene. “Donde esté un chico, que se quiten las mujeres —se dijo—. Para chuparla, claro”. Y si el chico era aquel, más que mejor. Se ve que había practicado mucho desde muy joven y ahora, que ya era mayor de edad, era un auténtico maestro. Le gustaba, lo disfrutaba y sabía cómo hacer disfrutar a los demás. ¡Vaya si sabía!

Para su despedida de ‘la crápula’, había pensado hacerlo a lo grande. Pero se sentía cansado, así que canceló la prevista, multitudinaria y fatigosa orgía y prefirió algo más íntimo y descansado. Una buena mamada de aquel chaval y un coloque tranquilo…

El chico sabía cómo prolongar el placer, cuándo parar y cuándo seguir. Era el mejor y el hombre lo sabía, por eso le había pedido. Abandonarse a sus manos y su boca era garantía de placer intenso y duradero; así que se abandonó a él, que jugó cuanto quiso con su deseo hasta que, finalmente, acabó derramándose inexorablemente en su boca, en un orgasmo que era más bien una liberación.

Cuando se recuperó, el efebo le había limpiado y secado delicadamente todos sus genitales, y se había tumbado amorosamente contra él. El hombre estaba desnudo y el muchacho solo llevaba una especie de slip-tanga que únicamente tapaba sus genitales infantiloides. Aun sin ningún travestismo, resultaba tan femenino como muchas chicas, por sus maneras suaves y su cuerpo blando, sin necesidad de ese afeminamiento histérico y forzado de otros muchos.

—Tu representante me ha pasado esto, para que te lo diera —dijo el muchacho, sacando una pequeña bolsita de autocierre con dos pastillas—. Me ha dicho que era su regalo de despedida para los dos. ¿Adónde nos vamos?

—A ninguna parte. El regalo es para los dos, una pastilla para cada uno, pero no se va nadie. Por lo menos físicamente. Yo digo adiós hoy a todo esto: a ti y a los demás y las demás, a las drogas, a la vida escandalosa, a toda esta mierda. —Le besó en la frente y añadió—: Te echaré de menos…

El chico sacó las dos pastillas de la bolsita, se tragó una y poniéndose la otra en la punta de la lengua, la introdujo en la boca del hombre mientras le besaba.

—Y yo a ti también…

 

 

 

La representante supo fingir sorpresa cuando le avisaron, en una gala de presentación de su estrella emergente, de la tragedia recién descubierta: su estrella declinante había sido encontrado muerto por sobredosis, junto con un jovencito. Tras la incredulidad inicial, seguida de una corta llantina histérica la mar de convincente, se puso en marcha para organizar todo con la eficacia que le caracterizaba.

Más tarde, esa noche, esposada a su cama con los ojos vendados, mientras recibía las atenciones del fornido mocetón del este, reflexionaba sobre lo sucedido.

“No, si en el fondo, aquella putilla me había hecho un favor. Las estrellas, inevitablemente periclitan y cuando empiezan a decaer, exigen demasiado trabajo para tratar de frenar lo inevitable. Cada vez mayor esfuerzo para cada vez menor ganancia… Mejor así. La muerte es la mejor salida para estos casos. Ahora, a lanzar recopilatorios, al calor de la tragedia. Lástima que el chico no fuera un menor. A más escándalo, más negocio”.

El peculiar pijama de saliva, en el que los besos se entremezclaban sabiamente con los mordisquitos, levemente dolorosos pero sin dejar marcas, empezaba a ponerla a tono.

“Tiene un hijo legal (bueno, una garrapata de su sangre) del que no quiere saber nada… ¿y se enchocha con esta putilla que dice no querer nada de él? ¡Hombres! Como le despreció, pierde el culo por ella… Y sin bajarle las bragas, siquiera. Además, esa quiere pasta, ¡seguro! A mí no me engañan sus aires displicentes…”

La base de sus siliconadas tetas recibían los pellizcos y cachetes del hombretón, que parecía dominar el límite entre lo doloroso y lo peligroso, y transmitir confianza. Se abandonó a él, sabiendo que nunca traspasaría ese límite. Era caro, pero sabía ganarse cada euro que costaba.

“Pues se va a joder la putilla, porque lo pienso incinerar en cuanto le hagan la autopsia, para no darle tiempo a reaccionar. Así no podrá hacerse pruebas de paternidad con él. Si quiere algo, que se las haga con su hermanastro. Y mientras se pelean, yo hago negocio y me llevo mi parte”.

Sus sensibles muslos eran ahora un lienzo brillante moteado de puntitos rojos, allí donde los dientes del concienzudo torturador habían hecho presa, mientras un ansia imperiosa empezaba a concretarse en su entrepierna.

“El camello, aunque lo pillen, dirá que le dio doce pastillas, no dos; por la cuenta que le trae. Ninguna autopsia podrá determinar si tomaron seis pastillas o una con la concentración de seis. Diagnóstico: sobredosis, voluntaria o accidental. Punto. Igual se confundieron con otra droga más suave… ¿Quién sabe?”

El falo, un poco demasiado grueso, la penetró con violencia, y empezó a moverse dentro de ella con brusquedad, para que nunca llegara a sentirse a gusto.

“¿De verdad te creías que te podías bajar de la bicicleta cuando quisieras? Para ‘salvar’ a esa putilla, encima… ¡Imbécil! ¿De verdad creías que te lo iba a consentir, después de todo lo que he hecho por ti durante casi 25 años? No, cabrón”.

Tan absorta estaba en sus pensamientos que el orgasmo le sobrevino casi sin avisar, como a una colegiala. Un orgasmo intenso y deliciosamente doloroso.

“De la bicicleta… solo se baja… quien yo digo… como yo digo… y cuando yo digo…”.

Mas de EJERCICIO

La asombrosa historia de la Thermo mix

La verdadera historia del Inquisidor Ortuño

Vengándome de Sara

He visto el futuro

La tormenta

El Monasterio del Tiempo

La cuenta atrás

Bucle

Ejercicio XIXX: Cambio de fecha.

Ejercicio XXIX: Viajes en el tiempo

Ejercicio XXIX

Redención

Los pecados capitales de una madre

Manos

El poder de Natacha

El toro por los cuernos

El hombre que me excita

Valentina

Pulsión maternal

XXVIII Ejercicio: Los siete pecados capitales

La hormiga

Masturbación fugaz

Las musas (¡y su puta madre!)

Asmodeo

Querido Carlos...

En la oscuridad

La maldición

El desquite de Érica

Eva Marina

La viuda

Noche de copas

La despedida

La llamada

Cine de madrugada

La pareja de moda

Testigo 85-C

Diez minutos

Las tetas de Tatiana

Por el cuello o por los cojones

Fisioterapeuta

Guapo, rico y tengo un pollón

Inmóvil

¡Siéntate bien!

La obsesión de Diana

El Cuerpo

Descenso

Mía (Ejercicio)

Serrvirr de ejemplo

La espera

Despatarrada

Primera infidelidad

Caricias

Mi amante, Pascual

Sexogenaria

La heteroxesual confundida.

La ira viste de cuero

Homenaje

Indefensa

Reencuentro

XXVII Ejercicio: relación de relatos

XXVII Ejercicio de Autores: microrrelatos

El principio del fin

Como Cristiano Ronaldo

Supercalientes

Paso del noroeste

Pérdida personal

Naufraghost

Marinos y caballeros

La manzana, fruta de pasiones y venganzas

El naufragio del Te Erre

En un mundo salvaje

La última travesía del “Tsimtsum

Sentinelî

Me llamaban Viernes.

Naufragio del Trintia: Selena y Philip

La isla

El huracán Francine

Fin

La sirena del Báltico

Nunca Jamás

El Último Vuelo del Electra

Relatos XXVI Ejercicio

Naufragios: Namori se está ahogando

Naufragios: amantes en potencia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga

Homenaje a todos

XXVI Ejercicio de Autores

Final del Ejercicio XXV

Sus ojos

Vecinos de dúplex en la costa

Pauline o la lascivia del poder

¡No hay huevos!

La hermana mayor que todos compartimos

Ana y la pausa de los anuncios

Moonlight

Guerrera en celo

Aburridas

El canalla

Y todo por una apuesta

Un gol por la escuadra

Dos primos muy primos

Mi hija apuesta por nuestro futuro

La puerta oscura del transexual

Relación de relatos del Ejercicio XXV

Ejercicio XXV

Final del ejercicio XXIV

El fin del racionamiento

Amores eternos

La clínica

Halley

La mujer más guapa del mundo

Cuatro años y un día

El hombre de mi vida

Algo muy especial.

Marcha atrás

El friki

El payaso y la preñada

Justicia o venganza

Noche de cuernos

Velocidad de escape

Mi adorable desconocida

Accidente a plena luz

Relación del relatos del XXIV Ejercicio de Autores

XXIV Ejercicio de Autores

Votación temas XXIV Ejercicio de Autores

Convocatoria ejercicio XXIV

Final del XXIII Ejercicio

El holandés errante

El Pirata

El torero

En el cielo

Campanilla y el sexo

Ser Paco Payne

Príncipe azul

Silvia salió del armario

Cambio

Mátame suavemente

Un divertido juego

Tres palabras

El semen del padre

Salvajes

Día de la marmota

Los tres Eduardos

Sheena es una punker

El legendario guerrillero de Simauria

El converso y la mujer adúltera

Órdago a todo

Janies got a gun

Difurciada

Relación de relatos del XXIII Ejercicio

XXIII Ejercicio de autores de Todorelatos

Votación de las propuestas para el XXIII Ejercicio

Convocatoria del XXIII Ejercicio de Autores

La historia del monaguillo o el final del XXII

La reducción

Es palabra de Dios

Tren de medianoche

Hermana mayor

Una historia inmoral

Venceremos... venceremos... algún día

El vicario

Cielo e infierno

Reencuentros en la tercera fase

La Señora Eulalia

La pregunta

Juguetes rotos

Génesis 1,27

La entrevista

La mafia de los mantos blancos

Las cosas no son tan simples

XXII Ejercicio: lista de relatos

XXII Ejercicio de Autores de TodoRelatos

Votación de las propuestas para el XXII Ejercicio

Convocatoria del XXII Ejercicio de autores

Avance del XXII Ejercicio

Resultado del XXI Ejercicio de Autores

Con su blanca palidez

Adios mundo cruel

Tribal

Mi sueño del Fin del Mundo

El Pianista Virtuoso

A ciegas

La Ceremonia

Blanca del Segundo Origen

Hotel California

El tren del fin del mundo

100 años después

El fin del mundo. La tormenta solar perfecta.

Un último deseo

El convite

Demiurgo

Diario

Relacion relatos XXI Ejercicio

El Gato de Chesire

XXI Ejercicio de Autores

Votaciones para el XXI Ejercicio de Autores

Propuesta de ideas para el XXI Ejercicio Autores

Revisión de las normas

Gracias por participar del XX Ejercicio de Autores

Aprender a contracorriente [gatacolorada]

Vida estropeada [Estela Plateada]

En las crisis ganan los banqueros[ana del alba 20]

El rescate de Benilde [voralamar]

Se alquila habitación [Ginés Linares]

Sin tetas no hay trabajo [doctorbp]

El Préstamo [Lydia]

Liberar tensiones [Bubu]

Parásito [SideShift]

El Sacrificio de mi Mamá [Garganta de Cuero]

Ladrona [Neón]

Maldita Crisis [EROTIKA]

Las ventajas del poder [gatacolorada]

La crisis del coño [ana del alba 20]

¿Por Qué Lloras? [Silvade]

del amor. La máquina [erostres]

Los viajeros temporales [Estela Plateada]

Relato casi erótico [Alba_longa]

Grande y felicísimamente armado [voralamar]

El Fotógrafo [Vieri32]

¿Algo para reír o para llorar? [MilkaMousse]

Nyotaimori [Ginés Linares]

Muñecos Rotos [pokovirgen]

Relación de relatos del XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores

XX Ejercicio de Autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XX Ejercicio de Autores

Gracias por participar en el XIX ejercicio

Legión de Ángeles

Eva al desnudo

En el fondo de su mente

Las viejas tamaleras

Una canción en 100 años

Del amor, la guerra y otras lindezas

Canción de despedida

Noches de luna llena

Almas

El sobre azul

Nunca subas a la chica de la curva

Aunque tu no lo sepas

El Cid

La puta de mi novia y su despedida

Por toda la casa

El suicidio del Samurai

Causa y efecto

La fiesta de Navidad

Diálogos para un ejercicio

La barbería

Por los beneficios

Cenizas del deseo

M & M… y sí, son unos bombones adictivos

Lazos oscuros y desconocidos

Relación de relatos del XIX ejercicio

XIX Ejercicio de autores

XIX Ejercicio de autores: Votación de tema

Propuesta de ideas para XIX Ejercicio de Autores

Brevísimo balance del XVIII Ejercicio de Autores

Noche mágica

Pínchame, amor (Segunda parte)

Con todos ustedes....¡el increíble bebé barbudo!

Extraños en la noche

Noche de suerte

Por fin pude ver a mi esposa montada en un joven

La chica de la revista

Vida de casado

Una manera de sentir

Trovadores de la noche

Después de la feria según Lucas

Después de la feria según Marcos

La morochita villera

Cómo recuerdo el día en que llegó a mi casa

Amo las mujeres que desagradan a otros

¡Pínchame, amor! (1)

La primera noche de mi nueva vida

La prueba

La mejor noche de un actor porno

Ivette, mi princesa árabe

Paparazzi

Pasión y lujuria en la Barceloneta

El montoncillo y la gata

Relación de relatos del XVIII Ejercicio de Autores

Noticias sobre el XVIII Ejercicio de Autores

XVIII Ejercicio de autores

XVIII Ejercicio: Votación del tema

Propuesta de ideas. XVIII Ejercicio de Autores

Crucigrama. GatitaKarabo.

Flores. Dark Silver.

¡Maldita sea! Izar

Fugados. Dark Silver.

Superbotellón. MariCruz29

El Pelao. GatitaKarabo.

Raquelísima. Moonlight.

Oración. Masulokunoxo

El despertar. GatitaKarabo

Media tarde. Trazada.

La noche es bella. Lydia

Play. Un Típico Sobi.

Apetecible. Paul Sheldon.

Zanahorias de Haití. Masulokunoxo.

Charla de alcoba. Trazada.

XVII. Ejercicio de autores.

XVII Ejercicio. Votación del tema.

Propuesta de ideas. XVII ejercicio de autores

PsicóTRico.

Mi primer día.

Desde el fondo de la pecera

Un chico normal

La increíble historia de Mandy y su locura felina

Carta blanca

Amigo mío, ¿qué hice mal?

La psicología del miedo

El diablo nunca

El salto atrás de Paco.

Contacto humano

Identidad

Una muñeca vestida de azul.

AVISO - XVI Ejercicio - RELATO PSIQUIÁTRICO

XVI. Ejercicio de autores. Relato psiquiátrico

Votación del tema. XVI Ejercicio

Propuesta de ideas. XVI ejercicio de autores

¿Qué es el ejercicio?

La leyenda del demoniaco jinete sodomizador

¿Por qué las ancianas tienen obsesión...?

El visitante

Amantes en apuros

El hotel

El cementerio

La leyenda urbana de TR, ¿Quién es el Calavera?

Mascherata a Venezia

La cadena

Mujer sola

Electo ateneo

La Dama de los Siguanes

Libertina libertad

Máscaras

El engaño del Cadejo

Los veintiún gramos del alma

Examen oral

En el espejo

El Greenpalace

Una leyenda urbana

Sorpresa, sorpresa

Gotitas milagrosas

Información del XV ejercicio

XV Ejercicio de autores - Leyendas urbanas

Propuestas e ideas para el XV ejercicio de autores

Cambio de carpas

Con mi pa en la playa

Con sabor a mar

La luna, único testigo

Duna

Selene

Acheron

Una noche en la playa

¿Dónde está Fred?

Fin de semana en la playa

La noche del sacrificio

Nuestra playa

Aquella noche en la playa

La indígena

Sacrificio a la luna

El Círculo de Therion

Hijo de puta

Como olas de pasión

Hija de la luna

XIV ejercicio de autores – ampliación de plazo

La noche de los cuernos

Citas Playeras S.A.

XIV Ejercicio de Relatos Una noche en la playa

Yo quería y no quería

Información sobre el XIV Ejercicio de Relatos

La soledad y la mujer

Una oración por Rivas

Inocente ¿de qué?

El te amo menos cotizado de la Internet

Esquizos

Dios, el puto y la monja

Pesadilla 2

Ella

Mi recuerdo

Remembranzas

Nada es completo

Pesadilla (1)

Un momento (3)

Hodie mihi cras tibi

Pimpollo

La sonrisa

Hastío

La madre de Nadia Lerma

Duelo de titanes

Tu camino

XIII ejercicio sobre microrelatos

Mujer Amante - Vieri32

No tengo tiempo para olvidar - Lymaryn

Un ramito de violetas - Lydia

Palabras de amor - Trazada

Bend and break - GatitaKarabo

Tú me acostumbraste - Avizor

Por cincuenta talentos de plata - Estado Virgen

Äalborg [Sywyn]

El peor pirata de la Historia [Caronte]

Mi encuentro con el placer [Apasionada29]

El pirata que robó mi corazón [Lydia]

A 1000 pies de altura [Lymarim]

Trailer [Zesna]

Me aburrí muchísimo [Parisién]

U-331 [Solharis]

En el océano de la noche [Kosuke]

Sansón y Dalila

Kitsune

Ángeles y demonios

El sueño de Inocencia

La esencia de Zeus

Lilith

Hércules y las hijas del rey Tespio

Invitación para el X Ejercicio: Mitología Erótica

Aun no te conozco... pero ya te deseo

Tren nocturno a Bilbao

Entre tres y cuatro me hicieron mujer

He encontrado tu foto en Internet

Memorias de un sanitario

Sexo, anillos y marihuana

Sex-appeal

Talla XXL

Goth

Cayendo al vacío

Afilándome los cuernos

Plumas y cuchillas

IX Ejercicio: 2ª Invitación

IX Ejercicio de relatos eróticos

Pesadillas de robot

Mi dulce mascota

Promethea

Déjà vu

Involución

Eros vence a Tanatos

El instrumento de Data

Fuga de la torre del placer

El corazón de Zobe

Comer, beber, follar y ser feliz

Pecado

El caminante

Maldito destino

Decisión mortal

Yo te vi morir

Madre

Angelo da morte

Pecado y redención

Azul intenso

Cuando suena el timbre

Mátame

El último beso

El purificador

Mi instinto básico

Ella quería tener más

Fábula de la viuda negra

Hospital

Seven years

Por una buena causa

El opositor

¿Tanto te apetece morir?

Días de sangre y de swing

Voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Satanas Death Show

Relatos Históricos: La copa de Dionisios

Relatos Históricos: Al-Andalus

Invitación para el nuevo Ejercicio sobre CRÍMENES

Relatos Históricos: 1968

Relatos Históricos: Qué golfa era Carmela

Relatos Históricos: Franco ha muerto, viva el gay

Relatos Históricos: El soldado

Relatos Históricos: Campos de Cádiz

Relatos Históricos: El beso

Relatos Históricos: El primer vuelo

Relatos Históricos: 1929 en Wall Street

Relatos Históricos: Así asesiné al general Prim

Relatos Históricos: En bandeja de plata

Relatos Históricos: El primer gaucho

Relatos Históricos: Yo, el Rey

Relatos Históricos: El niño del Kremlin

Relatos Históricos: La maja y el motín

Relatos Históricos: Un truhán en las Indias

Relatos Históricos: Las prisioneras de Argel

Relatos Históricos: Tenno Iga No Ran

Relatos Históricos: Mar, mar, mar

Relatos Históricos: Un famoso frustrado

Relatos Históricos: Cantabria indomable

Relatos Históricos: Clementina

Relatos Históricos: El caballero don Bellido

Relatos Históricos: En manos del enemigo

Relatos Históricos: Nerón tal cual

Relatos Históricos: Alejandro en Persia

Relatos Históricos: El juicio de Friné

Relatos de Terror: Ojos violetas

Relatos de Terror: Silencio

Relatos de Terror: Nuria

Relatos de Terror: El bebé de Rosa María

Relatos de Terror: El nivel verde

Relatos de Terror: La puerta negra

Relatos de Terror: Aquella noche

Relatos de Terror: No juegues a la ouija

Relatos de Terror: Sombras

Relatos de Terror: Lola no puede descansar en paz

Relatos de Terror: Rojo y diabólico

Relatos de Terror: Asesino

Relatos de Terror: Aquel ruido

Relatos de Terror: Estúpido hombre blanco

Relatos de Terror: Fotos en tu desván

Relatos de Terror: Despertar

Relatos de Terror: Confesión

Relatos de Terror: No mires nunca atrás

Relatos de Terror: Viaje sin retorno

Relatos de Terror: La pesadilla

Relatos de Terror: La playa

Lengua bífida - por Alesandra

Trescientas palabras - por Trazada30

Hay que compartir - por Espir4l

25 líneas dulcemente apasionadas - por Alesandra

Celos - por Scherezade

Diez minutos - por Sasha

La sopa - por Solharis

Una noche de primavera - por Dani

Ese día estaba yo muy ansiosa - por Esther

Recuerdos - por Némesis30

Hotmail - por Espir4l

Obediencia - por Némesis30

Por un puñado de euros - por Yuste

Trópico - por Trazada30

Registro de tráfico ilegal - por Esther

Llámame si quieres - por Solharis

Una noche de invierno - por Dani

Clásico revisitado - por Desvestida

Esa sonrisa divertida - por Trazada30

Mi obra de arte - por Lydia

La mujer de las pulseras - por Yuste

En el coche - por Locutus

Despertar - por Espir4l

Ciber amante - por Scherezade

Una noche de otoño - por Dani

45 segundos a euro - por Alesandra

16 añitos - por Locutus

La ciclista - por Genio

La vida en un segundo - por Iván Sanluís

Por el bien común - por Wasabi

La oportunidad llega sola - por Elpintor2

Sola - por Scherezade

Los pequeños detalles - por Némesis30

Ladrón de coches - por Sociedad

Taxista nocturno,servicio especial - por ElPintor2

Necesito una verga - por Esther

No soy tuya - por Donnar

Más que sustantivos - por Wasabi

De ocho a ocho y media - por Superjaime

Esperando - por Scherezade

Maldito alcohol - por Lachlainn

El preso - por Doro

No me importa nada más - por Hera

Una noche de verano - por Dani

Vampirillos - por Desvestida

Siempre hay un hombro amigo - por Yuste

En mi interior - por Nemésis30

Almas - por Egraine

El tren de lavado - por Lydia

Despertar placentero - por Lince

Piel de manzana - por Sasha

Me fascina - por Erotika

Hace muchos años - por Trazada30

El dragón - por Lobo Nocturno

La fila - por Locutus

La cita - por Alesandra

Tardes eternas - por Ornella

La realidad supera la imaginación - por Genio

Instinto primario - por Espir4l

La sorpresa - por Solharis

38. La verdad en el fuego

Gönbölyuseg

Carta a un desconocido

Enfrentarse al pasado

Alejandría

La venganza de Aracne

Un relato inquietante

El libro maldito de Bartholomeus Nazarí

El apagón

El pasillo oscuro

Ejercicio 2 Las apariencias engañan - Va la novia

Naufragios: Libertad

Naufragios: Outdoor Training

Naufragios: Crucero de Empresa

Naufragios: Naufragio

Naufragios: Háblame del mar, marinero

Naufragios: Enemigos

Naufragios: La Invitación

Naufragios: El naufragio del Zamboanga