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Mi querido amigo Silver (2): Hablar en frío.

en Confesiones

¿Hablar en frio??

De nuevo estoy aquí, para seguir contándoles mi historia. Ante todo quiero darles las gracias por haberme leído, y por estar leyéndome en este momento, más aún cuando este escrito mío está resultando ser mucho más extenso de lo que yo pensaba. Supongo que nunca había tratado de plasmar estos recuerdos, y no hay nada como ponerse a ello para comprobar lo complicado que resulta. En definitiva, gracias por su tiempo. Gracias de verdad.

Conforme les hablo a ustedes (o les escribo, es igual) voy reviviendo tantas cosas…en realidad no creía conservar dentro de mí, con tanta exactitud, estas ruinas intactas. Ruinas donde, como digo, se puede “re-vivir”, que en definitiva es “vivir de nuevo”. Ruinas sobre cuyas paredes derrama aún la vida, la sangre, el deseo…Ruinas que rezuman la elegancia de la juventud que salta al vacío conteniendo el aire con los ojos cerrados. Tiempo en el que el mundo parecía una copa del cristal más puro que nunca se rompería, eternamente nuestro…

Como no tengo que mirarles a los ojos, les diré que daría la vida por volver a aquellos años; por despertarme una mañana de verano, y respirar de nuevo toda aquella grandeza.

Creo que entonces amé, aunque no lo sabía, y no he vuelto a amar desde entonces. No de esa forma que hoy se me antoja “mi forma adecuada”. La entrega voluntaria. Me lo dice el corazón, el estómago y el cerebro. En este orden.

Desde que he empezado a escribirles, y a revivir estos recuerdos, no paro de pensar en Silver. No sé que haría si alguna vez vuelvo a verle…no sé qué le diría. Optaré, de momento, por decirle lo que siento desde aquí, aunque él jamás llegue a saber que yo le escribo.

Re-vivir , vivir de nuevo, indica que he vivido. Y le estoy eternamente agradecida cada vez que recuerdo que, durante un tiempo, le amé.

Pero no quiero aburrirles, así que seguiré contándoles mi historia. Nuestra historia.

¿Recuerdan que le hice prometer a mi querido amigo que hablaríamos “en frío” de todo lo sucedido aquella tarde, de nuestras razones, experiencias y preferencias?

Pues lo hicimos, claro que sí…

La noche que siguió a aquella tarde en que por fin nos comimos mutuamente dormí como no lo hacía en mucho tiempo. No era para menos, porque con su mano y su lengua Silver me había provocado unos cuantos orgasmos “brutales” con los que yo había desatado todo el deseo que tenía retenido, anudado en las entrañas, durante tanto tiempo.

A la mañana siguiente me levanté y fui a desayunar con una sonrisa de oreja a oreja. Era sábado, mediados de agosto. En la cocina encontré a mi hermano y Silver conversando tranquilamente frente a respectivos desayunos pantagruélicos, como era habitual.

--Vaya, se levantó la bella durmiente--Saludó mi hermano cuando me vio entrar--Qué contenta se te ve…--añadió cuando comencé a prepararme un café canturreando por lo bajo, sin poder borrar esa sonrisa de mi cara.

--Sí, parece que tuvo un buen sueño la princesita--sonrió Silver, atrapando mi mirada cuando me senté frente a ellos en la mesa.--¿Por qué estás tan contenta, Maleni? Cuéntanos…

--Eh--me defendí, sin dejar de sonreir--qué pasa, ¿es que no se puede estar contenta en esta casa o qué?

--Pues según como lo mires--gruñó mi hermano.

En ese momento recuerdo que entró mi madre en la cocina, con su bata de fieltro, arrastrando los pies.

--Mssssdías--murmuró con ojos de topillo, tanteando en un armario para coger una taza.

--Buenos días Nati--saludó Silver a mi madre, y continuó, mirándome a mí--Lo que ha querido decir tu hermano es que le molesta verte tan contenta cuando a él le toca trabajar hoy…Es que le jode que la gente sea feliz, ya ves, aunque desde su punto de vista es lógico…

--¿Hoy?--murmuró mi madre sorbiendo su café--Pero si es sábado, hijo…

Mi hermano trabajaba aquel verano de socorrista en una piscina pública de un barrio cercano. Todos los veranos se dedicaba a aquello acabando permanentemente “quemado” por dentro y por fuera, y eso que compartía los turnos con Silver. Pero lo hacía por una razón muy sencilla: estaba muy bien pagado, y gracias a aquella inyección de dinero ambos se habían comprado un coche el año pasado que podían compartir; no era nada del otro mundo, pero tenía ruedas y funcionaba.

--Sí, pero eso da igual--resopló mi hermano--ojala se ahogaran todos…

--Ay hijo, no digas eso que no queremos verte en la carcel…

Sentí cómo Silver me rozaba distridamente con su pie por debajo de la mesa.

--Y tú, Malenita, ¿qué vas a hacer hoy?…

--Pues no lo sé--me encogí de hombros--estudiar, supongo…

--Eso, estudia--dijo mi madre, metiendo cabeza--a ver si me das una sorpresa…

La miré, un poco contrariada.

--Mamá, sé lo que tengo que hacer. Además, Silver me está ayudando…

Él sonrió sin inmutarse.

--¿Ah sí?--preguntó mi madre con interés.--Eso está bien, así me la vigilarás--dijo mirando a Silver--Muchas gracias, eso me tranquiliza…

--No hay por qué darlas--negó él--Lo hago encantado. Pero esta mañana he quedado en la facultad de biología con un amigo para acompañarle a buscar material para un trabajo…si quieres, estudiamos esta noche…

Me lanzó una mirada oscura que sólo yo pude ver.

--Ah, vale--respondí--¿no vas a salir?

--No, me quedo contigo.

Y así quedó decidido, mientras mi madre cerraba el contrato tácito agradeciendole a él lo “buen chico que era”. Supongo que estaba un poco anonadada de que Silver “sacrificara” un sábado por la noche para estudiar conmigo, teniendo en cuenta el par de juerguistas que tenía por hijos.

Pasé el resto de la mañana contenta y terriblemente nerviosa, tratando de repasar la maldita química y de organizarme un poco con el resto de asignaturas, sin demasiado éxito.

Por la tarde me encerré en mi habitación, con el pretexto de estudiar. Y en principio lo intenté…pero me resultó imposible. Recordaba los sucesos del día anterior en un estado de excitación permanente: la bolita de acero que besé en la sonrisa de Silver, su lengua moviendose despacio dentro de mi coño, sus labios cerrándose sobre los míos…y lo que más me descolocaba y me excitaba, aquel dulce castigo del que todavía mi dolorido trasero daba fe.

Ya había anochecido cuando, presa de aquellos recuerdos lancé el odiado libro de texto fuera de mi alcance, me metí debajo de las sábanas--por si acaso a mi madre se le ocurría entrar a mi habitación--y una vez dentro de mi cama caliente me quité los shorts y las bragas, lanzándolos también al suelo.

Cerré los ojos pensando en todo lo sucedido y empecé a masajear por fin mi coño empapado, introduciendo de cuando en cuando un dedo en mi chorreante culo rememorando ese descubrimiento de que por ahí también se podía obtener placer.

Me corrí como una cerda esforzándome al máximo por no gritar, mordiendo mi almohada con fuerza. Me corría una y otra vez, pero no dejaba de estar caliente.

Paré un segundo para controlar la respiración , y justo en ese momento sentí el lejano tintineo de una llave girando en la puerta principal. Intenté reaccionar a tiempo, pero solamente fui capaz de alcanzar el libro que había tirado al suelo y de abrirlo por cualquier página, mientras me medio incorporaba al tiempo que sentía unos pasos que se acercaban y unos golpes en la puerta de mi habitación.

Sin esperar una respuesta por mi parte, la puerta se abrió despacio dando paso a Silver, que me observo un momento antes de entrar.

--Vaya, vaya, Malenita--sonrió con lascivia--que aplicada se te ve, qué concentrada…

--Hola Silver--saludé con una sonrisa trémula, tratando de disimular que tenía el corazón desbocado en la boca a causa del esfuerzo y los repetidos orgasmos, y el chochito haciendo aguas directamente sobre el colchón.

--Hola--respondió con cariño.

Cerró la puerta tras de sí y fue a sentarse a mi lado, en el borde de la cama. Se inclinó para besarme la mejilla, y yo respiré el olor de su cuello. Él se dio cuenta y comentó:

--Huelo mucho a laboratorio…he estado todo el día manipulando cosas que no querrías saber…

Me separé de él temblando levemente.

--En cambio aquí…--murmuró, inclinándose de nuevo para olfatearme--aquí hay un olor curioso…a sábanas calientes y a sexo, qué inexplicable, ¿no?

Deslizó una mano por debajo de las sábanas y tocó la piel de mi cadera, sus dedos se cerraron inmediatamente sobre ella.

--Vaya…--murmuró--de modo que tienes a tu madre engañada, en el salón, convencida de que estás estudiando, y sin embargo tú te dedicas a …

Se acomodó cerca de mí y sus dedos se movieron libremente sobre mi cuerpo desnudo, rozando los pelos de mi coño mojado.

--Joder--sonrió--por eso había unas bragas tiradas en el suelo…

--Te fijas en todo--murmuré.

--Ya sabes que sí. Qué gusto…--suspiró mientras con sus dedos me separaba los labios del coño--estás muy mojadita…hmmm…qué guarra y que bonita es mi dulce niña…¿qué voy a hacer con ella ahora, en estos ratos de soledad?

 

 

A pesar de esta afirmación, aquella noche no estabamos solos en casa, aunque tan solo estaba mi madre dando cabezadas en el sofá, frente al televisor. Mi padre estaba en un viaje de trabajo, y mi hermano Marcos (cuyo nombre omití, no sé por qué, en la primera parte de esta historia) se encontraba en el cine viendo una bazofia de película con una novieta de dudosa reputación que se había echado en su trabajo de la piscina. Mi hermano es así, encuentra de todo por todas partes.

De manera que mi medio-hermano y yo teníamos la casa prácticamente para nosotros solos, aunque no podíamos “cantearnos” demasiado, claro está.

 

--Silver, estoy demasiado caliente para estudiar ahora…

--Ya lo noto, princesa--respondió sonriendo con voz queda--¿quieres que me tumbe a tu lado?

--No sé…--vacilé--mi madre está en el salón…muy cerca…

Silver ya había deslizado su cuerpo junto al mío debajo de las sábanas

--No te preocupes, ronca como un ejército de camioneros--respondió con la voz quebrada--Aunque si quieres, me voy…

En respuesta a aquella pregunta me tumbé de lado colocando mi palpitante trasero sobre su estómago. Estiré un brazo hacia atrás y le atraje hacia mí, para notar la rudeza de sus vaqueros contra mi indefensa piel.

--No, no te vayas--dije mientras respiraba entrecortadamente.

--Vale…--suspiró él mientras hundía su nariz en mi cuello.

Estuvimos así adheridos unos segundos, escuchando los ruidos de la casa. El ruido sordo del televisor que nos llegaba desde el salón, los coches en la calle, incluso la tarima que crujía levemente como si se recolocara tras los pasos que había tenido que soportar durante todo el día.

--¿Cómo estás?--me preguntó en voz muy baja.

--Caliente…--respondí sin querer girarme hacia él.

--Sí, yo también--murmuró.--¿Todavía te duele el culito?

--No, ya casi no--respondí--tan solo un vago recuerdo…

--¿Querrías que te doliera un poquito más, para tener un recuerdo más intenso?--preguntó súbitamente.

--Sí,…has dado en el clavo.--Reconocer aquello hizo que me ardiera el trasero y que mi coño se deshiciera, también ardiente.

Él recorrió mi espalda con las puntas de sus dedos.

--Malena, quisiera explicarte algunas cosas--me dijo con afecto, pero con tensión en su voz--Yo…no quiero que esto se descontrole…quiero decir, aún no ha pasado nada pero, como te dije ayer, yo estoy loco y tú me vuelves aún más loco.

Le escuché en silencio.

--Tú me dijiste que querías hablar…--continuó susurrando en mi cuello--podemos hablar ahora.Hay una serie de cosas respecto a mí que creo que deberías saber…antes de que continuemos con esto.

--¿Cosas? ¿qué cosas?

--Normas--respondió decidido--si quieres llamarlas así. Creo que lo mejor es que hablemos sobre esto ahora, que te cuente lo que hay, y luego tú decidas si quieres seguir conmigo de esta forma. Si decides no hacerlo, lo entenderé perfectamente y te prometo que, en lo que a mí me corresponde, actuaré como si nada hubiera ocurrido…

--Bueno--le dije, girándome para mirarle--cuéntame entonces lo que tengas que decir…

Él comenzó a acariciar la parte interna de mis muslos, ya mojada por los fuídos de mi coño desesperadamente abierto.

--Ya te habrás dado cuenta de lo que me gusta, pero no soportaría obligarte a nada ni hacerte daño, así que necesito tu respuesta sincera…--dijo dibujando el contorno de mis muslos con suavidad--Te quiero mucho, y lo sabes. Pero necesito que todo ese amor me sirva para dominarte, para tenerte sólo para mí, para hacer contigo lo que se me antoje. No quiero anularte, quiero que seas tú quien decidas entregarte a mí. Pero, si decides hacerlo, quiero que seas consciente de todo lo que implica una entrega plena…

Asentí sin saber demasiado bien a qué se refería.

--¿Puedes explicarte un poco más, por favor?--le pedí.

--Sí--afirmó--es muy sencillo. Harás y aceptarás todo lo que yo te diga. Todo, salvo lo que supere tus límites. Yo no tengo límite, así que será mejor que pienses qué límites tienes tú y me los digas, para que las cosas queden claras…Porque tú sí que tienes límites, ¿verdad?

--Sí--reflexioné sobre la proposición que me ofrecía--Sí, supongo que sí.

--Lo imaginaba. Pues me gustaría que me los dijeras, para ver si me compensa luchar por no traspasarlos, o por el contrario dejar correr este asunto…no me gusta hacer daño, y menos a ti, ya te lo dije.

Acaricié su tembloroso muslo por debajo del pantalón y apreté mi coño desnudo a orcajadas sobre él.

--Me gustó todo lo que pasó ayer.

--¿Sí?--sonrió, al tiempo que hacía fuerza con los músculos de su pierna contra mí--¿incluso que te azotara?

--Sí--murmuré con la voz rota por la excitación--Eso me gustó mucho…

--El dolor controlado da placer, ¿verdad?

Arqueé la espalda para sentir su rodilla clavandose en mi coño.

--Sí.

--Quiero que sepas que si seguimos juntos de esta manera, voy a seguir haciéndolo--murmuró Silver--cada vez un poco más, hasta el límite que puedas soportar. Quiero tu cuerpo a mi entera disposición, y me refiero a todo tu cuerpo. Me dijiste que eres virgen, ¿verdad?

Asentí y le llevé los dedos hasta mi húmeda vagina, como si con tocarme él pudiera comprobarlo. Sentí su rabo endurecido contra mí.

--Pues quiero tu coño--jadeó--y tu boca, y tu culo, solo para mí. ¿Te han enculado alguna vez?--preguntó.

--No…la primera persona que me ha tocado ahí has sido tú…

Me moría literalmente entre sus brazos.

--¿Te da miedo que te folle el culo?

Sentí que se llevaba a la boca el dedo corazón de su mano derecha y, después de insalivarlo lo metía de golpe mi ano. Una vez lo hubo introducido, comenzó a moverlo en círculos lentos, entrando y saliendo. Me mordió en el cuello.

--Un poco--respondí entre jadeos, moviendo levemente mi trasero en torno a sus caricias.

--¿Crees que te dolería?

--No lo sé…

Él continuaba moviendo su dedo dentro de mí, suavemente pero cada vez más rotundo y profundo.

--Cuando te lo hacen bien--dijo--duele un poquito al principio, pero después da mucho gusto. Me muero de ganas de darte por el culo y que lo disfrutes--gruñó, apretando su cuerpo contra el mío.

Yo gemí y mi cuerpo le respondió. Guié de nuevo su mano hasta mi hambriento y enducerido clítoris. Silver, obediente, comenzó a trazar pequeños círculos con firmeza sobre él.

--Joder, qué cachondo me estás poniendo--comentó entre dientes.

Moví mis caderas deseosa de correrme con sus caricias, contra su dedo.

--¿Aceptarías que te arrebatara la virginidad de tu coño y de tu culo, princesa?--preguntó mientras me acariciaba cada vez más rápido.

--Ay, Silver, no sé si me corro o me meo de gusto--susurré moviéndome frenéticamente, haciendo un esfuerzo por no elevar la voz.

Acto seguido comencé a sentir crecientes espasmos y me corrí en un largo orgasmo, golpeando con mi culo al aire su polla dura que se recortaba bajo la tela de sus pantalones, ya mojadísimos gracias a mi excitación.

--Córrete mi princesa--me animó con voz ronca, clavándome su erección en el coño y en el culo, con cada bote que yo daba.--así, muy bien…

Recuerdo que durante ese tremendo orgasmo y poco despues, embotada por la liberación de serotonina, le pedi a gritos ahogados que me tomara por el culo, por el coño, por donde quisiera; que me comiera, que me tocara…

--Oh, mi niña, ya lo creo que sí--murmuró frotándose contra mí--pero todo a su tiempo. Todo a su tiempo…y creeme que me cuesta negártelo ahora…

Gemí y me retorcí brutalmente contra él, separando mis nalgas con las manos, ofreciéndole mi culo y mi coño en ebullición, clamando en silencio por el “ahora”.

--Me muero de ganas…

--Eso está muy bien--resolló Silver, hundiendose aún más dentro de mí con los pantalones puestos--yo también, preciosa. Pero déjame hacerlo bien. Dentro de poco podremos hacerlo bien, confía en mí. Solos los dos, sin que nadie nos oiga…ahora deja de moverte porque estoy a punto de correrme en los pantalones…

Lejos de hacerle caso, me restregué aún más contra él.

Viendo mi actitud, me obligó a dar bruscamente la vuelta en la cama, haciéndome quedar boca arriba, con las piernas separadas. Sin previo aviso me dio un cachete en la mejilla sin demasiada fuerza, pero que me sorprendió.

--Quieta--me dijo con voz ronca--no quiero correrme de esa forma…

Me dio otro cachete, terminando de cruzarme la cara, y me besó con furia.

--Sé buena, Malena, por tu propio bien…

Levantó mi camiseta y comenzó a pellizcarme los pezones duros como piedras, retorciéndolos entre sus dedos, haciéndome gemir de dolor y de placer. Poco después se lanzó a lamerlos; sentía su lengua de fuego y sus dientes mordiendome sin contemplaciones aquí y allá.

Se arrodilló entre mis piernas y volvió a acariciarme la vulva con frenesí, la mano ya empapada frotándose con decisión entre mis irritados labios menores, hasta hacerme casi gritar de nuevo en un segundo orgasmo.

--Cómo me gusta verte disfrutar, mi niña mala--me sonrió, jadeando con la boca abierta, su pecho subiendo y bajando a causa de la excitación y el movimiento--cómo me gusta cuando te corres…

Se separó un poco de mí y se desabrochó el pantalón.

--Oh, pequeña, si realmente estuviéramos solos…--murmuró--no sabes la de cosas que te haría.

Me retorcí sobre el colchón clavando los talones en sus rodillas flexionadas. Estaba deseando que se sacara la polla, pero se mantuvo frente a mí con los pantalones desabrochados, sin realizar ningún amago de hacerlo.

--Ya te haré pagar todo lo cachondo que me has puesto esta noche, te lo aseguro…--dijo con una media sonrisa.

Quise bajarle los pantalones, pero me apartó con un suave empujón.

--No. No hasta que me des una respuesta sobre lo que hemos hablado…--jadeó--La respuesta en caliente no me vale, quiero que te lo pienses bien. Ahora haré un esfuerzo por no follarte…quiero que primero aceptes todas mis condiciones. No pongas esa cara, mi niña, es más importante de lo que crees…

Dejé de retorcerme y le miré, de rodillas en la cama frente a mí, justo entre mis piernas, su tremenda erección que latía aprisionada debajo de su ropa.

--Te llevaré a un sitio donde puedas estar agusto--murmuró acariciándome el vientre--donde podamos gozar sin miedo a que nos vean, donde puedas gritar. Te haré mía follándote donde nadie lo ha hecho…y entonces, comenzaremos nuestro juego. Eso si tú finalmente aceptas, con todas las consecuencias, entregarte como hemos hablado. Si es así, hazmelo saber. A mí me encantaría que así fuera, pero no puedo decidir por los dos. Sólo te pido que confíes en mí.

Dicho esto, observé con estupor cómo se erguía y volvía a sentarse a mi lado, cubriendome de cintura para abajo con la sábana húmeda.

--Ahora me voy a marchar, para que te lo pienses.--me dijo--Espero que no te enfades demasiado conmigo por irme así. Si tu quieres volveremos a estar juntos muy pronto. Tan pronto como me digas la palabra mágica.

Asentí, con deseos de mandarle a la mierda por dejarme de aquella manera, aunque me hubiera llevado para el cuerpo dos buenas corridas.

Me había quedado con ganas de mucho más.

--Lo de la palabra mágica va en serio--continuó con calma.--No se trata de un sí o un no. Piensa bien en tus límites, tómate el tiempo que quieras, y busca una palabra para ellos. Si me dices tu palabra mágica sabré que me aceptas, y sabré cuando parar si sobrepaso algún límite. Pero por otra parte piensa también que no quiero tonterías…quiero que estés dispuesta a casi todo…así que piensalo bien, Malena. Yo no tengo límite.

Dijo esto último y acto seguido la expresión de sus ojos cambió, y retiró de pronto con rapidez la sábana volviendo a dejar mi desnudez al descubierto.

--Ay, Malenita, me da pena dejarte así…

Gemí al notar de nuevo la caricia de sus dedos sobre mi enrojecido coño, cuyos pliegues sentía que latían y temblaban de deseo de un modo nunca antes conocido por mí. Moví el culo hacia arriba y hacia abajo para sentir mejor cómo me tocaba, ya que lo hacía de una forma muy leve, dudoso entre detenerse o no.

--No me hagas sufrir más, por favor…--me escuché a mí misma suplicar con voz ahogada.

Silver se detuvo, apartó su mano de mi entrepierna y me observó con tremenda dulzula. Se mordió los labios y apartó de su frente un molesto mechón de pelo negro que le había caído por delante de los ojos.

--Vale--murmuró.--Admito que soy demasiado fácil de convencer. Voy a echar el cerrojo, por si acaso. No te muevas.

Acto seguido se levantó, giró el picaporte de la puerta para que no pudiera ser abierta desde el exterior, y volvió a la cama.

Antes de volver a sentarse en ella, se quitó los pantalones y los calzoncillos, dejando al descubierto su polla dura que comenzó a acariciar de arriba abajo, como si quisiera reafirmar su excitación.

--¿Tomas algún anticonceptivo?--preguntó con tono trémulo mientras se sentaba a mi lado.

--Sí--respondí con inmediatez--tomo la píldora desde el año pasado. Por regulación hormonal--me apresuré a añadir, no fuera a pensar que le había mentido al asegurarle antes que nunca me había acostado con nadie.

--Vale--respondió.

Sin previo aviso me cogió de los tobillos firmemente.

--Levanta las piernas--me ordenó.--Así no, más. Un poco más. Dobla las rodillas como si quisieras tocar con tus pies tu cabeza.

Yo me coloqué en aquella posición. No me resultaba incómoda porque tengo bastante flexibilidad, y me excitaba pensar que con ella le estaba ofreciendo tanto mi coño como mi culo.

Se colocó frente a mí.

--Ahora te voy a sujetar por aquí--me dijo pasando su mano izquierda bajo mi trasero, apoyando el codo sobre el colchón--para que no te canses…levanta el culo un poco más…así. Muy bien. Bien.

De pronto se inclinó hacia mí, y pude setir la caricia tenue de su pelo sobre mis muslos.

--Muy bien…--repitió, y con la mano derecha separó firmemente los labios de mi coño. A continuación sentí la humedad de su lengua repasando toda mi raja con lentos movimientos de vaiven.

Gemí y me agité contra su boca, moviendo el culo en lo que era posible debido a mi posición. Su lengua se introducía poco a poco dentro de mi coño, mojada, dura y caliente. Sentí un leve mordisco que alarmó mis labios menores y cómo se apartaba de mí, soltándome de pronto una sonora palmada en mi turgente vulva. El azote fue inesperado y fuerte, y no pude evitar intentar retroceder y emitir un leve quejido.

--Esta bien, tranquila--me dijo

Y volvió a azotarme el coño, y después mi culo que aunque no lo había tocado aún ya estaba caliente.

Durante los minutos siguientes me propinó unos cuantos azotes alternativamente en el coño y el culo, ambos expuestos estremeciéndose de placer.

Al sentir su mano azotándome fuerte, húmeda ya de los líquidos de mi coño, dejandome marcada sin ninguna piedad, comencé a estar cachonda de verdad. Resoplaba y gemía ahogadamente con cada azote, deseando correrme con esos palmetazos en el coño, deseando que nunca parara. Inmediatamente comenzó a escucharse un leve sonido, semejante a un chapoteo, cada vez que me castigaba con su mano abierta mi coño empapado.

--¿Te gusta?--me preguntó haciendose oir aún en voz baja sobre mis crecientes gemidos, deteniendo su mano por un momento.

--Sí…--respondí revolcando mi culo sobre las sábanas, las piernas apuntando al techo.

Entonces hundió la cabeza de nuevo entre mis piernas y comenzó a trabajarse de nuevo mi coño con la lengua, aunque esta vez no se detuvo ahí y descendió por mi periné, levantandome un poco más el trasero y abriendome el culo, para alcanzar a lamerme entre las nalgas.

Comencé a tocarme yo misma el clítoris notando con sorpresa ese nuevo placer que se me estaba despertando dentro del culo. Silver parecía disfrutar cada vez mas, abriendo mi trasero como si fuera un melón, separando mis nalgas , horadándolas con su lengua.

Cuando me corrí con un gemido salvaje, se irguió sobre mis piernas y comenzó a pajearse frenéticamente sobre mi culo, acercando a mi vagina la punta de su polla. Pude sentirle cómo se retorcía a las puertas de mi coño, haciendo un esfuerzo supremo por no penetrarme, golpeando suavemente con su esponjoso glande la entrada de mi orificio.

Poco después se corrió sobre mi piel, inundando de semen la enrojecida e irritada piel de mi culo y perineo, dejando escapar un rugido semejante al de una bestia en celo, moviendo brutalmente su mano izquierda cuyo dedo índice tenía metido en mi culo lubricado de jugos.

Sentí sobre mí sus espasmos, los movimientos firmes de su culo apretado, los chorros densos de su leche caliente salpicándome y abrasando mi piel.

Cuando al final los espasmos cesaron y quedó tranquilo, se retiró del colchón y me ayudó con delicadeza a bajar por fin las piernas, que ya habían comenzado a acalambrarse de estar elevadas tanto tiempo.

Me miró y me sonrió.

--Bueno, ¿qué tal estás? ¿Tienes ganas de más?--preguntó, acariciandome la mejilla con dulzura.

Yo hice un esfuerzo por respirar más despacio, aún no me había recuperado del todo.

--No…--negué con la cabeza--está bien así…

--Bueno--murmuró--entonces creo que lo mejor es que te deje dormir, para que mañana puedas pensar más despejada en lo que hemos hablado…

Asentí observando cómo se ponía de nuevo los pantalones, y se los subía sobre sus fibrosas piernas hasta abrochárselos. Reparé en que no se había puesto los calzoncillos, que recogió del suelo.

--Deja que te limpie un poco--dijo mientras me pasaba sus calzoncillos por mi entrepierna y mi culo impregnados de semen--te he manchado un montón…haces que me corra como un animal.

Sonrió mientras yo cerraba los ojos sintiendo el suave roce de la tela que recorría con cuidado cada rincón secreto.

--Mucho mejor así--dijo haciendo un buruño con la prenda y guardándola en el bolsillo de sus vaqueros.--Ahora descansa, preciosa.

Se levantó de la cama y me besó fugazmente los labios.

--Duerme y mañana hablaremos.

Cerré los ojos y sentí como abandonaba con sigilo la habitación.

 

(Nota de la autora sobre posibles continuaciones: Muchísmas gracias por vuestro tiempo a todos, y por vuestras valoraciones. Las próximas entregas, si son publicadas, las clasificaré en la categoría de “dominación” porque es la que, a partir de este momento, se ajusta más al rumbo de la historia; de modo que si os gusta esta serie las encontrareis allí. Saludos, y gracias de nuevo. Espero poder tener más cosas que contaros dentro de poco).

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