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Mi querido amigo Silver (5): una buena follada

en Confesiones

Después de aquella tórrida sesión de sexo en la bañera, mi amigo por fin me lanzó hacia la cama, donde comenzó a recorrer mi cuerpo con inagotables caricias.

Me besó con llameante deseo, me mordió la boca, me comió los inflamados pezones y me lamió el coño, extendiendo mi humedad hasta mi ano. Metía y sacaba sus dedos con frenesí en mis calientes agujeros palpitantes, cada vez más abiertos. Me clavaba dentro del culo su dedo lubricado hasta lo más profundo que mi dilatado esfínter le permitía, mientras con su otra mano se sobaba la polla por encima del pantalón.

Yo me dejaba hacer, abriendo más mis piernas, levantando el trasero y revolcándome en toda aquella humedad, aspirando el olor a sexo que se pegaba a las sábanas. Mi culo escocido disfrutaba tanto o más que mi chocho, como si tuviera un clítoris insertado en la fecal garganta.

Y él me acariciaba con fuerza, utilizando mi cuerpo para darse placer, terríblemente cachondo.

Le abracé por la cintura y le atraje hacia mí. Empezamos a ensayar un polvo ficticio en el que por fin me incrustaba su erección cabalgándome con ansia, su rostro perlado de sudor casi fundiéndose con el mío.

--Malenita…ay, mi amor…--resollaba, culeando frenético por meterse dentro de mí.

Yo abrí las piernas más allá de mi propio límite, y posicioné las plantas de mis pies en los hombros desnudos de mi amigo. Qué guapo estaba, respirando sexo, con tanto calor…le deseaba tanto que quise llorar. En lugar de eso, recuerdo que--dios mío, ¿por qué lo haría?--le pegué. Le pegué fuerte, cruzándole la cara con mi mano abierta.

Al principio me miró unos segundos, descolocado, con los ojos muy abiertos, los cinco dedos de mi mano marcados en su mejilla. Luego entreabrio la boca y sonrió, renovando sus embates contra mí, como si mi bofetada le hubiera excitado más.

Me la devolvió inmediatamente, claro. Pero ni de lejos con la fuerza que yo había empleado; fue más bien un cachete, estampando su mano suave--que no blanda--contra mi cara.

Después de haberse movido un buen rato contra mi coño desnudo, se apartó despacio y se recostó a mi lado. Me lanzó desde esa corta distancia una mirada cargada de secreto, mientras espaciaba deliberadamente cada ronca respiración.

--Maleni…--murmuró--vamos a relajarnos un poco…

Me acarició la mejilla con dulzura y sonrió más ampliamente.

--Quiero que disfrutes más despacio--prosiguió en voz baja, enredando los dedos en mi cabello.--Cierra los ojos…

Me giró suavemente de lado hasta que quedé de costado dándole la espalda. Comenzó a recorrer mi columna vertebral con lentas caricias, deteniéndose en cada apófisis, ondulando las llemas de sus dedos sobre mi piel.

Le escuché cómo se despojaba por fin de sus vaqueros.

Se colocó sobre mí, yo aún tumbada del lado izquierdo. Me flexionó con dulzura la rodilla derecha, y sobre la cama la colocó apuntando hacia mis pechos. La pierna izquierda permanecía casi estirada, laxa; mi culo quedaba accesible para recibir caricias y penetraciones de dedos con total libertad.

--Mantente en esta posición--dijo mientras alargaba el brazo hacia la mesita de noche.

Desde la cama podía verle trajinando en el cajón, aunque la silueta de su cuerpo desnudo me impedía ver lo que de sacó de él. Fijé mis ojos en su esbelta espalda, algo huesuda, tapada hasta casi la cintura por su lacio pelo negro. Sus omóplatos se calcaban por debajo de su piel como las alas disfrazadas de un ángel distraído, que no sabe que lo es.

--Te dije que mantuvieras los ojos cerrados…--me regañó con una sonrisa, volviendo a mi lado y dándome una leve nalgada de advertencia. Aunque su mano apenas rozó mis castigadas carnes, sentí el mismísmo infierno con una picazón insoportable.

--¿Qué tienes ahí?--pregunté con inquietud.

--Bueno, en realidad no es nada del otro mundo, es un objeto muy simple…--dijo con una media sonrisa, mientras me acercaba aquello que tenía entre sus manos.

Se trataba de una vela larga, no especialmente gruesa pero más ancha por el final. Pude apreciar que le había cortado la mecha con unas tijeras, porque sólo se insinuaba un pequeño punto negro en su ápice.

--Es un trozo de cera, ya lo ves. Ni más, ni menos.

Le miré expectante mientras dejaba la vela sobre la cama, a mi lado, y abría con los dientes un preservativo que también había extraído del cajón. Como si fuera la cosa más normal del mundo, empezó a calzarle el preservativo a la vela, dejando resbalar el látex por su cuerpo liso, estirándolo hasta el final. Acto seguido vertió una considerable cantidad de lubricante sobre el objeto, acariciándolo de arriba a abajo para extenderlo.

--Eh, no me mires con esa cara de susto--sonrió.--tranquila, cierra los ojos.

Volvió a posicionarse detrás de mí, las rodillas clavadas en el colchón.

--Ahora relájate y disfruta--susurró.

Yo continuaba en la misma posición, del lado izquierdo, con mis escocidas nalgas orientadas hacia él y las piernas separadas. Me abrió el culo con delicadeza y comenzó a masajearme el ano, con un dedo tambíén rebosante de lubricante. Extendió el viscoso fluído dentro de mí, tapizando con él mi cavidad anal con cada profunda caricia.

Noté como mi culito virgen comenzaba a dilatarse de nuevo, algo molesto, para dejarle paso.

--Eso es, preciosa. Dejame entrar--murmuró entre dientes.

Comenzó a acariciarme más rápido, entrando y saliendo su chorreante dedo de mi culo a ritmo mecánico, cada vez más adentro. Separaba mis nalgas con fuerza, la raja de mi culo apunto de dárseme de sí, de romperse la fina piel…o al menos eso era lo que yo sentía.

Me daba tanto morbo lo que hacía, que se me mojó de nuevo el coño. Como si él me leyera las emociones, sentí de pronto la superficie dura y lisa de la vela envuelta el latex ente mis labios menores, dando suaves toques directamente sobre la funda de mi clítoris. Gemí, retorciéndome de placer.

--Sacaté la polla--le exorté--por favor, házmelo con la polla…

--Todavía no--murmuró en mi oido, y…

Acto seguido, sentí la vela dentro del culo, moviéndose de un solo golpe hacia dentro con tremenda facilidad.

--Ahhh--me quejé, moviendo las caderas intentando que aquello saliera.

--Tranquila, mi niña--musitó Silver--sólo te molestará un momento.

Sujetó la vela con firmeza, alojada dentro de mí, y comenzó a moverla en círculos, como queriendo asentarla dentro de mi culo. Masajeaba ahora mi coño con sus dedos expertos, trabajando sobre mí con ambas manos, mientras con una de las mías me obligaba a continuar separando las faldas de carne, exponiéndole la ya enrojecida raja del culo en toda su plenitud.

No sé decirles cuando por fin casi dejó de dolerme…pero, aunque seguía sintiendo la presencia de aquel falo de cera abriéndose paso cada vez más adentro, todo aquello empezó a volverme loca.

Me retorcí con vicio, mi culo tragándose la vela ya casi sin ningún dolor…Joder, qué placer me estaba dando.

--Muy bien, Malenita…--resolló Silver, frotándome el coño con la palma de su mano derecha, mientras con la otra seguía introduciendo el cirio dentro de mí--cómete la vela con el culo, disfruta…

Cuando estaba apunto de correrme, me sacó la vela del culo con brusquedad.

Resopló, y sentí que apoyaba su inflamado glande a las puertas de mi ano abierto, y comenzaba a jugar allí dando leves empujones, a pelo.

Me apreté contra él, deseando fagocitar su polla--bastante más gruesa que la vela--con el culo ardiendo por volver a ser penetrado.

Dejó de acariciarme y se separó un poco de mí; giré el cuello en una posición casi imposible, y le contemplé como masajeaba su polla dura impregnándola de lubricante. Me removí en el colchón. La sola visión del falo de mi amigo, rojo, duro y palpitante, ahora goteando la densa sustancia transparente por el grueso tronco, me hizo gemir y desear esa polla al instante, dentro de mi culo, dentro de mi boca.

Una vez su verga lubricada, volvió a apoyarla contra mí, esta vez insertándome su dulce glande dentro del culo. Hurgó con ella moviendo sus caderas, ensanchando mi esfínter poco a poco, al tiempo que volvía a acariciarme el chochito con dedos empapados en saliva.

Avancé con mis caderas hacia él, queriendo incrustarme en su polla…

Y entonces me la clavó de golpe. Sentí como su falo enhiesto me rasgaba las entrañas.

Se me escapó un grito de sorpresa y dolor.

Retrocedió inmediatamente, sin llegar a sacarla de mi culo apretado. Yo resoplaba para aliviar la tensión y el súbito dolor, deseando volver a sentirle…

Cargó de nuevo contra mí, pero esta vez más despacio. Me penetró lentamente el recto y se mantuvo dentro unos segundos, sintiendo yo cómo mi culo recibía su miembro palpitante dilatándose poco a poco. Las caricias sobre mi chochito volvieron, sus dedos hábiles presionando suavemente el punto de placer, mientras su polla seguía quieta y latente dentro de mi culo.

La movió adelante y atrás unas cuantas veces, cada vez con mayor facilidad.

Después de unos cuantos embates sentí la totalidad de su miembro a sus anchas dentro de mí, destrozándome el culo, entrando y saliendo con vigor. Comprobé que podía moverme, y que estaba deseándole cada vez más; el placer que sentía con su miembro dentro de mí no tenía límites, y no se parecía a nada que yo hubiera conocido antes.

Me hinqué en su polla y él empezó a follarme salvajemente el culo, sujetándome las caderas con ambas manos, cada contorno de su miembro grabandose con claridad dentro de mi estrechez, entrando y saliendo. Ya la sacaba totalmente y la volvía a meter con todas sus fuerzas, resollando furiosamente.

Yo literalmente me moría, regocijándome con su polla gorda, rodeándola con mi carne, sintiendo la presión que ejercía dentro de mí.

--Silver, cómo me gusta…--le animé. No quería que parara, aunque parecía incansable.

--…¿Sí?--peguntó, follándome con más ahínco.

--Sí…--contesté, mi voz rota por un gemido imprevisto, completamente mojada, chorreando sobre sus dedos que se movían rápidamente entre los pliegues inflamados de mi coño.

--Joder…--gimió él, retorciéndose como una anguila contra mí.

Poco después me corrí, metiendome dentro aún más su falo con las contracciones del orgasmo, devorándolo. Se quedó quieto, dejó de cabalgarme, y atrajo mis caderas hacia él, la polla clavada inmóvil dentro de mí, las llemas de sus dedos sujetando fuerte mi cintura como si la vida le fuera en ello. Tieso como una vara, le sentí resoplar por entre sus dientes apretados. Aguantó durante todo mi orgasmo y después me sacó la polla, tremendamente palpitante, apunto de bañarme en ríos de leche, justo a tiempo.

--No quiero correrme todavía…--jadeó--¡casi me corro, soy un mierda!--Exclamó sonriendo, temblando de la cabeza a los pies a causa del esfuerzo por contenerse.

Me levanté de la cama y me coloqué a cuatro patas en el suelo, avanzando hasta apoyar mi mejilla contra el colchón. Silver me observaba congestionado, con la polla en la mano, y emitió un débil quejido cuando me separé con ambas manos las nalgas y le ofrecí mi culo abierto para que lo poseyera.

--En esta posición…---le exhorté.--quiero sentirte más. ¡vamos! ¡fóllame!--exigí.

Temblando de exitación, incapaz de negarse, se colocó con las rodillas flexionadas detrás de mí. Levanté el culo para acoplarme a él e inmediatamente

Bum!!!!

--Cómo deseaba que me pidieras esto…--gruñó.--No sabes cuántas veces he soñado con darte bien por el culo, mi niña…

Sentí el bombeo de su polla entrando y saliendo de nuevo, esta vez con tal violencia que le noté al borde del orgasmo. Sus pelotas cargadas de semen chocaban brutalmente contra mi periné y mi chochito en cada embestida. Me revolqué como una marrana contra su polla, disfrutando terriblemente, mi coño y mi culo empapados, chorreantes de mis flujos y de lubricante.

Aquello fue demasiado para Silver. Sentí contraerse profundamente la musculatura de su abdomen, follándome ya como poseído, hasta que se corrió poco después, con un gemido gutural, llenando mi culo con su leche caliente.

--Oh, mi pequeña…--consiguió articular, con voz acuosa, en las sacudidas finales de su orgasmo.--Oh…joder…

Se mantuvo unos minutos dentro de mí, mientras se evaporaba su orgasmo, abrazado a mis caderas.

Sólo salió de mí cuando su polla se quedó fláccida, descargando entonces mi culo una riada de denso semen acompañada de gas, que avergonzada no pude contener. Era como si mi esfínter no tuviera voluntad. Estaba aún abierto, como si hubiera rebasado su límite de elasticidad. Observé espantada los espesos manchurrones sobre la bonita colcha verde, y me apresuré a ir a buscar algo para limpiar aquello.

--Tranquila--sonrió Silver--descansa un poco. Ya voy yo…

Se levantó y de una carrera fue y volvió del cuarto de baño con una toalla empapada.

Primero pasó la esponjosa tela por mi inquieto chochito, y luego refregó con suavidad la raja de mi culo, arrastrando los restos de su corrida que habían rebosado a los márgenes de mi ano.

Luego, con otra punta de la toalla, escarbó inútilmente en la colcha desdibujando el contorno de las manchas, sin mucha dedicación.

--Bueno…--reflexionó con voz queda a mi lado, con la toalla entre las manos.--¿Has disfrutado de la follada?

Le miré y sonreí. Aún respiraba profusamente, su pecho subiendo y bajando perlado de sudor.

Le acaricié el cabello negro que se pegaba a sus hombros en finas hebras, enroscando las puntas entre mis dedos. Ascendí con mi mano por la suave superficie de su cara, repasando con gesto imperceptible sus labios entreabiertos, sus ojos de lobo que cerró al instante, su recta y angulosa nariz. Era como continuar haciéndole el amor con mis manos, sobre su rostro.

--Silver, no te vayas nunca…

Cómo le amaba.

Sonrió sin decir nada, y se recostó a mi lado como una fiera somnolienta y satisfecha tras una buena comida.

--No te preocupes--ronroneó con la cabeza apoyada entre mis pechos.

--No me abandones…

--No lo haré.

Sin embargo me abandonó. No al día siguiente, ni al otro. Pero lo lo hizo.

Un buen día me dejó sin él. Y me quedé con un hueco, un tremendo mordisco en el alma que hasta hoy no ha dejado de sangrar. Tanto me dolió perderle, que ni siquiera le lloré…

Pero esa es otra historia, y ya les iré contando. Si ustedes aún tienen ganas de leerme, claro…

He sido más breve esta vez, pero así es como ha de ser; porque mientras escribía esta última parte, me ha ido invadiendo una niebla de tristeza aderezada con nostalgia…más que nostalgia, añoranza. Más que añoranza, dolor. Y de momento no quiero seguir. No así. Espero que ustedes me entiendan…después de todo, ya nos vamos conociendo.

Muchísimas gracias por su tiempo, una vez más, y hasta pronto…

Gracias, de verdad.

CONTINUARÁ.

 

Nota de la autora: ¡¡Y muchas gracias por vuestras valoraciones y comentarios!! Me hace felíz pensar que hay alguien al otro lado leyéndome a gusto…en definitiva, para eso estamos! ;)

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