I.-LA NOCHE POSTERIOR A LAS PRUEBAS DEL CONSEJO
--Has tenido un día muy duro, princesa. Lo mejor es que te de un vaso de leche,
te cuente un cuento y te lleve a la cama para que duermas como una niñita, ¿qué
te parece?
El Señor G, desde aquella misma noche el Amo que me poseía, me guiñó un ojo
mientras me decía estas palabras, cruzando el umbral llevando en sus brazos mi
fustigado cuerpo.
--Amo, ya que me pregunta qué me parece...--evité sus ojos por respeto, pero
sonreí a duras penas con complicidadsi me permite, yo preferiría el cuento
primero, que luego me lleve a la cama y que la... leche me la de allí...
El Amo de mis deseos echó hacia atrás la cabeza para soltar una carcajada.
--¿Tienes ganas de juerga?--me contempló incrédulo, enarcando las cejas--¿me
estás hablando en serio?
Miré hacia sus pies desde la altura de su pecho, contra el que Él me tenía
aferrada, sintiendo mi rostro ardiendo de pronto por una buena dosis de
cachondez y vergüenza, ¿cómo podía yo, después del día que El Consejo me había
hecho pasar, mantener a flor de piel el deseo de tal forma que latieran todos
mis poros? ¿Es que mi cuerpo no reconocía el cansancio, el dolor, la disciplina?
Antes de que pudiera murmurar una respuesta, asomaron por el arco de la entrada
los cabellos dorados de Samiq, quien se apresuró a ir a nuestro encuentro a
velocidad del rayo sin apenas hacer ruido.
--¿Qué tal ha ido?--preguntó con apremio, inclinando una rodilla ante el Amo del
que éramos propiedad, dejando por un momento que su frente tocara el
suelo.--Amo, ¿cómo han tratado a Nimbo?
Samiq era uno de mis hermanos de esclavitud. Llevaba varios años siendo
propiedad del Amo, mientras que yo contaba con ese privilegio desde hacía tan
sólo unas semanas, por lo cual puede decirse que era uno de mis hermanos
mayores. Para más señas, el tercero, ya que era el último en antigüedad de
los tres hermanos que gozaban conmigo de vivir bajo el techo del Amo G; era el
más cercano a mí, pero no obstante era un esclavo mucho más experimentado que
yo... yo aún era torpe y tenía casi todo por aprender. Samiq sabía que hoy era
mi Juicio de Limpieza ante el Consejo y estaba preocupado; a buen seguro
llevaba inquieto desde primera hora de la mañana cuando abandoné con El Amo las
dependencias particulares para dirigirme de su mano a las áreas comunes de
entrenamiento.
El Amo sonrió con cansancio y se encogió de hombros, depositándome despacio en
el mullido tresillo de la entrada. La tapicería de seda se me antojó como lija
contra las heridas de mi piel ardiente.
--Bueno--murmuró, sentándose a mi lado en una esquina del sofá y examinándome
con ojo críticoles he visto hacer cosas peores.
Samiq se aproximó y se mordió el labio mientras recorría mi cuerpo con los ojos;
no obstante sonrió con gesto de aprobación al mirar mi collar, el sencillo aro
de estaño soldado a fuego que rodeaba mi cuello.
--Vaya--susurró, superando la tentación de tocarlo, pues le estaba completamente
prohibidoHermana, esto es mejor que el trozo de cuerda, ¿verdad?...
Mi hermano me sonrió animosamente y deslizo sus dedos junto a los míos sin dejar
de mirarme a los ojos. Agradecí el calor de su leve roce y respondí a él
estirando la mano, buscando aquella caricia en la semioscuridad de la alcoba.
Samiq se había portado desde el primer día como un buen amigo, dulce siempre,
acogedor... por otra parte tenía mucho callo--por dentro, en su alma, y por
fuera en su piel--; el hecho era que me tranquilizaba su compañía, al revés de
lo que me sucedía con Níobe, cuya sola presencia bastaba para turbarme. Todos
los días aprendía algo de él, de su entereza, de su capacidad de reacción ante
diferentes situaciones... sólo con observarle. Él y Simut me ayudaban,
continuamente, sin apenas saberlo.
El Amo asintió con aprobación ante el gesto de Samiq para conmigo. Le gustaba
comprobar que nos llevábamos bien; eso le satisfacía por varias razones. La
primera porque era un hombre tranquilo que no estaba por la labor de mediar en
enfrentamientos, así que como tal deseaba mantener el equilibrio dentro de Sus
dependencias... y supongo que también porque, el hecho de que hubiera empatía
entre los esclavos que poseía daba alas a Su propia perversidad a la hora de
jugar con los cuatro, o con dos o tres de nosotros...
De hecho fui testigo por el rabillo del ojo de la media sonrisa que comenzaba a
insinuarse en sus labios, indicativo de que algo andaba barruntando su mente.
--Yo también estoy cansadodijo, mirando directamente a Samiqhabía pensado que
estuvieras con Nimbo y le dieras los cuidados oportunos...--me señaló con una
inclinación de cabezay luego descanséis los dos. ¿Dónde está Simut?
--Duerme, Amorespondió Samiq. Ambos obviamos el hecho de que no preguntó por
Níobe; hacía días que ni siquiera la mencionaba.
--Bien--sonrió condescendiente-- no le despiertes.
--Puedo prepararle un baño si quiere...--comenzó a decir Samiq, pero El Amo le
interrumpió.
--No, no, no hace falta... --negó vehemente con la cabeza-- yo puedo cuidarme
solo; la que necesita atención ahora es Nimbo. Asegúrate de darle el trato
adecuado.
El Amo se levantó y desde su metro ochenta y pico de altura me contempló. En la
penumbra sentí que sus ojos se me clavaban como agujas y me taladraban.
--Mírame, Nimbo, pequeña...
Levanté la mirada hacia él para encontrarme con la calidez de su rostro, sus
ojos iluminados por un brillo que creí interpretar como aprobación y casi
como... orgullo...
--Te has portado muy bienme sonrió, y adelantó el dorso de la mano para
acariciarme la cara. Me sentí como una buena yegua, un animal preciado
felicitado por su dueñoahora te toca relajarte y descansar... durante tus
primeras horas como Estaño...
Acarició mi collar con la yema de sus dedos y lo asió con suavidad para
levantarme la cabeza. Se inclinó unos centímetros y me dio un tenue beso en la
sien. Sentir la tensión del collar en mi cuello mientras Él apretaba con la
mano, el mordisco compacto del metal en mi carne, me hizo temblar por dentro...
como si tuviera una antorcha encendida en el alma, sacudida por violentas olas.
--Felicidades, mi pequeñamurmuró en mi oído, y sin más me soltó con delicadeza
dejando que mi cabeza reposara sobre el brazo del sofá. Acto seguido se volvió y
se alejó hacia el estrecho pasillo, indicándole con un ademán a Samiq que le
siguiera.
Ambos se perdieron por el corredor; supuse que Samiq estaba acompañando al Amo a
sus aposentos y que tal vez luego volvería a por mí... cerré los ojos y no pude
evitar revivir cada momento sucedido frente al Consejo, desde las severas
palabras de Arcoro hasta la toma de posesión de El Amo que me tendríaque
gracias al cielo por fin me tenía-- , colocándome el ansiado collar que me
identificaba como propiedad suya a todos los efectos... pasando por los
tormentos sufridos, la marca a fuego con el emblema de la fortaleza, los
latigazos que surcaron cada centímetro de mi piel... Aún podía oír el terrible
silbido de la única cola blandida a mis espaldas, y el cruel restallar cuando
por fin clavaba su dentellada en mi carne, como un rayo, dejando una estela de
dolor que me sumía en una extraña embriaguez. Aún podía sentir la sangre
corriendo por mi espalda, y la sensación inminente de que al primer mordisco le
seguiría otro, y otro, y otro... sin saber cuándo demonios aquella prueba
terminaría. Aún recordaba el sabor de la tira de cuero que me proporcionó el Amo
: un sabor salado como a piedra y a piel, que se mezcló con el de mi propia
saliva mientras yo hincaba los dientes en él salvajemente para no gritar.
Y después de todo aquello, una vez en el sofá, en la tibia intimidad de aquella
habitación, me sobrevino una ola de relajación que también me trajo dolor al
tomar conciencia de cada uno de mis músculos. El peligro ha pasado murmuraba
de puertas para dentro una voz interior ya puedes respirar de nuevo.
Escuché unos pasos que se aproximaban por el pasillo, y abrí los ojos de
inmediato para contemplar a Samiq que se acercaba a mí despacio, con una sonrisa
algo tristesupongo que por el aspecto que yo debía mostrar, del cual no era
apenas consciente aunque podía imaginármelo-- y un destello de ternura en los
ojos.
--Hola de nuevo, hermanamurmuró, inclinándose sobre mí para besarme la mejilla.
Sus largos cabellos dorados acariciaron mis pechos desnudosven conmigo...
Colocó mis brazos en torno a su cuello, me abrazó y me levantó en volandas para
llevarme con él a las habitaciones que conocíamos con el nombre de salas de
preparación. Dentro de las dependencias del Amo G, esas salas servían tanto
para acondicionarlavar, acicalar, depilar, vestir, preparar...--a un esclavo
antes de que tuviera un encuentro con un Amo, como para brindar cuidados después
de dichos encuentros, sobre todo si estos encuentros habían sido duros. No todos
los Amos de la fortaleza poseían este tipo de estancias dentro de sus
dependencias... pero yo tenía suerte, ya que el Amo que me poseía no prescindía
de su cometido.
Samiq--El Gato, como le conocíamos entre nosotros-- cargó conmigo a cuestas e
inició la bajada hacia los sótanos de la vivienda del Amo. Una vez hubo
descendido, extendió una mano para accionar la pesada puerta de madera al final
del último tramo; los goznes protestaron de inmediato con un quejido metálico
cuando la empujó para abrirla.
Avanzó unos pasos y me depositó con sumo cuidado en la orilla del lavadero: un
estanque interior de unos siete metros de diámetro excavado en la roca viva,
cuyas aguas lamían con suavidad un talud de piedra erosionada que nosotros
llamábamos con inocencia la playa. Inmediatamente sentí el beso de las
ondulaciones del agua sobre mis pies hasta mis castigados tobillos.
--¿Está contento El Amo?--le pregunté a Samiq, reprimiendo un aullido de dolor:
el agua tibia escocía sobre la carne desollada.
Mi hermano asintió, sentándose junto a mí con un frasco de barro entre las
manos. Al instante siguiente sentí cómo comenzaba a extender un ungüento sobre
las heridas de mi espalda; algo untuoso, de consistencia gruesa pero fresco no
obstante. No podía verle la cara a Samiq pero por el aleteo de su respiración y
el tono de su voz noté que sonreía.
--Muy contento, cariñome tranquilizó, mientras pasaba los dedos por el
entramado sanguinolento que era toda mi parte posterior.
...¿Qué te ha dicho?--no pude evitar querer saber. Mis pies, acostumbrándose
paulatinamente a la tibieza del agua, comenzaron a jugar con el reflejo de las
antorchas sobre las tenues olas.
Samiq se rió a mis espaldas y siguió extendiendo la cataplasma cuidadosamente.
--Pues...--titubeó--que has aguantado frente al Consejo como lo que eres, una
verdadera posesión digna de Él...
Mis ojos se nublaron de felicidad.
--Y también me ha dichocontinuó despacioque después de lo que has padecido
allí, este era tu momento de recibir placer... y que yo te lo diera.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. El hecho era que me gustaba mi
hermano pero... nunca había tenido ningún encuentro sexual con él, al menos
desde la libertad... e imaginé que desde luego se refería a ese tipo de
placeres. Alguna vez yo había tenido la oportunidad de mirar en algún juego a
varias bandas de los que tanto le gustaban al Amo... pero solamente pudiendo
constatar la disciplina y obediencia de mis hermanos de esclavitud al seguir Sus
órdenes, sin llegar a participar activamente.
--Eso...--murmuró mi hermano besándome el hombro con suavidad, rozándome a penas
con los labiossólo suponiendo que a ti te apetezca que lo haga...
El corazón me latía con fuerza, desbocado. Sólo de pensar en Samiq, dulce y
cariñosopero, a diferencia de Simut, con fuego en los ojostocándome y
besándome por donde él y yo quisiéramos, culebreando contra mí, se me erizó todo
el cuerpo. La mente comenzó a jugarme malas pasadas. Supuse que había pasado
mucho tiempo atada de pies y manos durante las pruebas, y que lógicamente
tendría cantidades ingentes de energía acumulada... el hecho era que me urgía
soltarla, y qué mejor que hacerlo de aquella forma... pero por otra parte
tampoco me sentía del todo segura. No quería que Samiq se sintiera obligado a
estar conmigo, aunque la decisión de sus caricias, su sonrisa y el destello de
deseo en su voz hacían pensar lo contrario.
--¿A ti te apetece?--quise saber, haciendo amago de volverme hacia él pero sin
atreverme del todo.
Con cuidado de no rozarme la masacrada espalda, rodeó mis hombros con sus brazos
mientras me obsequiaba con un delicado beso en el cuello, justo detrás de la
oreja.
--Oh, por dios, qué asco... ¡no me apetece nada!--bromeó como era su costumbre y
se echó a reír--Claro, cielo... ¿cómo no iba a apetecerme?
Sonreí y traté de relajarme. Tenía ganas de dejarme llevar por él. Me eché hacia
atrás con cautelalas heridas del látigo, aunque selladas por el unto que me
había puesto mi hermano, no dejaban de ardery apoyé la cabeza en su torso,
gesto al que él respondió amoldando el mentón sobre mi coronilla.
--Pero...--musité, con los ojos cerrados, respirando su olor--¿a qué tipo de
placer se refiere el Amo?...¿qué podemos hacer exactamente?
Era mi primer día como Estaño, la categoría más baja de Metales, y me aterraba
desobedecer por desconocimiento al Amo del que era propiedad.
--Podemos hacer lo que queramosrespondió Samiq en voz baja, enroscando los
dedos en mi peloEl Amo me ha pedido... me ha ordenadohizo hincapié en esa
última palabraque te proporcione tanto placer como puedas soportar. Dice que
es lo que te mereces, que te lo has ganado. Podrás llegar al orgasmo a través de
cualquier camino, tantas veces como tu cuerpo aguante. Y bueno... también me ha
concedido que yo pueda llegar, aunque sólo una vez. Está de buen humor... se ve
que no le has decepcionado.
Sonrió y descendió con su mano derecha hasta mi vientre expuesto. He obviado
contarles el hecho de que yo estaba totalmente desnuda... desnuda como había
salido de ese lugar aquella mañana, sin ningún tipo de adorno excepto la soga
que me circundaba el cuello como símbolo de estar en tratos con El Amo G, cuando
fui llevada ante El Consejo.
--Vaya...--musité--es un gran regalo...
--Sí que lo esreconvino Samiq, trazando círculos con los dedos en torno a mi
ombligo, indeciso entre si dirigirse hacia arriba o hacia abajo.
Suspiré, cerré los ojos y le di las gracias. Aparte de por proporcionarme ese
momento tan cálido, yo sentía gratitud hacia Samiq por muchas razones... Para
empezar, como ya he dicho, por cómo se había portado conmigo desde el principio,
acogiéndome junto con Simutno así Níobe, que me rechazó de entradaalentándome,
animándome a luchar por lo que quería y estando a mi lado. El cómo llegue a
compartir dependencias con mis hermanos es una larga historia; ya se la contaré
en algún momento si la quieren saber... pero sí es cierto que en los momentos
iniciales de convivencia, cuando más insegura me sentía fuera de mi vida de
perra callejera y aún no conocía apenas al Amo G, tanto Samiq como Simut, cada
uno a su manera, estuvieron ahí.
Traté de expresar con palabras la emoción y la gratitud que sentía, para que mi
hermano lo supiera. Y de pronto... me salió un te quiero involuntario, en mi
desesperado intento de hacerme entender. Sí que recuerdo que me sonó extraño
oírlo con mi vozhacía mucho tiempo que yo no decía esas palabras a nadiepero
acto seguido supe que, aunque decirlo resultara imprudente tal vez, era cierto.
Samiq reaccionó como yo esperaba... con su ternura acostumbrada pero también con
su fuego (ese fuego que más de una vez a él mismo le costaba controlar, no
digamos ya al Amo). Me tomó de los hombros y me giró hacia él, con cuidado pero
también con firmeza, y fijó sus ojos verdes, luminosos, en los míos.
-- Nimbo, pequeña... yo también siento afecto por ti... yo también te quiero.
--Yo os quiero mucho a ti y a Simut...
Sin darme tiempo a decir más, alargó la mano hasta mi barbilla y me atrajo hacia
sí para darme el beso más dulce que no me había dado nadie en mucho tiempo.
Sentí sus labios entreabiertos sobre los míos, latiendo, tanteando mi boca muy
despacio, con cautela, como si tuviera miedo a dañarme... sus dientes rozaron mi
piel, y finalmente su lengua húmeda se abrió paso tímidamente hacia dentro para
encontrarse con la mía. Ese beso fue un paso más... fue como saber algo muy
íntimo de él que yo ignoraba aunque intuía, sentí que al dejarme besar y lamer
le estaba conociendo más... sentí su libertad.
Sonrió contra mis labios y se apartó de mí, dirigiendo a mis ojos una mirada
directa y juguetona.
Le abracé y esta vez fui yo la que le buscó a él. Mi respiración se aceleró
dentro de su boca mientras le horadaba y le sentía con ansia. Él se inclinó un
poco sobre mí para presionar y penetrarme con su humedad más adentro, más
intensamente... quería que yo sintiera sus ganas, que me diera cuenta de que
estaba caliente y de que me deseaba.
--Samiq...--alcancé a articular, cuando me separé de él para tomar aire.
--¿Quieres venir a la cama conmigo?--jadeó él.
Sin esperar a que yo respondiera comenzó a lamerme las mejillas, los párpados, y
bajó con la lengua por mi cuello hasta mis pezones. Se apoyó sobre el brazo
izquierdo, y con la mano derecha acarició uno de mis pechos y lo mantuvo
firmemente agarrado para metérselo en la boca.
Eché la cabeza hacia atrás y gemí. Su boca caliente cerrada en torno a mi pezón
me hizo abrir las piernas y mojar mis muslos.
--Sí...--respondí--sí que quiero...
Mordió mi pezón endurecido a modo de despedida y despegó la boca de mis pechos
para erguirse y tenderme la mano.
--Vamos, princesame dijo con una sonrisa nerviosaquiero sentirte...
Me ayudó a levantarme y de su mano me dejé guiar hasta el lecho que había a
escasos metros del lavadero: una gigantesca cama con el cabecero de forja
apoyado en una de las paredes de roca. De un leve empujoncito me tumbó en el
colchón, colchón que yo solamente había probado con fines de aprendizaje y no de
placer, y se acostó a mi lado sin dejar de mirarme a los ojos.
No sabía que hora era ni qué tiempo hacía fuera: si caía una de aquellas
tormentas furiosas tan típicas de la Isla o si por el contrario la noche era
apacible; si teníamos tiempo por delante o si tan sólo restaban unas horas, o
minutos, para el alba... el aislamiento que nos daba el sótano nos dejaba
completamente solos a Samiq y a mí, solos sin mundo, sin nada más; no había nada
de lo que preocuparse, ninguna causa externa en la que verter los pensamientos.
Sólo estábamos él y yo, y nuestros cuerpos palpitantes que habían comenzado a
doler...ya que tras ese breve lapso de tiempo habían comenzado a extrañarse
mutuamente.
En silencio, extendí los brazos hacia mi hermano para ser abrazada por él... me
correspondió inmediatamente, hundiendo de nuevo su mata de pelo rubio en mis
pechos desnudos. Su abrazo olía a él y a mí: a su piel y a su pelo, a mi sudor,
al unto medicinal que me había puesto mezclado con la sangre de mis heridas.. .
Samiq mordía mis pechos, los lamía, acariciaba, chupaba, succionaba... pensé que
iba a hacerme estallar. Separé las rodillas y coloqué las piernas en torno a su
cadera, haciendo vascular su cuerpo sobre el mío: quería sentirle, notar la
dureza de su sexo contra mí. Y tanto que lo sentí... noté aquella piedra entre
mis piernas, suave y turgente, gruesa, dura y desafiante... empecé a moverme de
inmediato, presionando contra su erección... cómo deseaba que se me clavara
aquel pollón, dios santo; cómo deseaba sentirle sobre mí, dentro de mí,
gritar...
Al darse cuenta de mi urgencia, Samiq gimió con mi pezón aún entre los dientes y
se agitó con fuerza sobre mi pelvis, restregando la tensa tela de su túnica
contra mi sexo empapado. Sus embestidas hicieron que mi lastimada espalda y mis
nalgas friccionaran contra la sábana y se me escapó un quejido de dolor.
--Perdóname...--susurró en mi oído, tratando de calmarse. Su aliento caliente,
acelerado y dulce se estrelló contra mi piel--¿Sabías que desde que te vi el
primer día tenía ganas de estar contigo?
Me erguí unos centímetros para besar su sonrisa y acariciarle la cara.
--¿Sí?-- pregunté con cierta incredulidad. Me resultaba raro que un hombre como
Samiq, inteligente y guapo con independencia de su condición de esclavo, se
hubiera fijado en mí. Pero claro, de la misma manera tampoco comprendía como
podía llegar a resultarle atractiva al Amo que me tenía...
La sonrisa de Samiq se ensanchó.
-- ¿Te sorprende?
--Pues sí...--reí nerviosa, agitándome de nuevo contra él.
--Creo que no estamos en la postura correcta...--titubeó, al ver de nuevo la
ráfaga de dolor que cruzó mi cara cuando busqué su dureza con mi sexoVen...
Suavemente me hizo rodar hasta quedar girada dándole la espalda. Se aproximó
hacia mí, sentí su potente respiración contra mi cuello y acto seguido sus dedos
humedeciéndose en mi coño, acariciándome desde atrás. Mis flancos también
estaban lastimados, pero sin tener comparación con cómo se hallaba mi espalda...
--Mejor asíresopló mi hermano, tenso por la excitación--¿verdad cielo?
Dejé escapar un prolongado gemido a modo de respuesta mientras abría las piernas
todo lo que podía para dejarle paso, para adaptarme a sus caricias. Arqueé la
espalda tanto como me fue posible para sentirle tras de mí y palpé con la mano
derecha hasta tocar su abdomen contraído y su cintura, que se movía
rítmicamente.
Tanteó nervioso entre mis pliegues buscando mi clítoris. Sacó la mano de mi
entrepierna un instante, para humedecerse los dedos en la boca, y de nuevo
volvió a la carga presionando mi centro de placer, ahogándolo, soltándolo,
frotándolo...
--Me encanta tu saborgruñó con los dientes apretados--¿Me dejarás probar luego
tu coño?
Me agité con tal vehemencia que el cabecero de forja, el cual tenía asido con la
mano izquierda, tembló. El eco de su tintineo se extendió por aquella caverna
excavada en el sótano de manera casi frenética, fantasmal.
--Oh, sí...
Samiq masculló algo que no fui capaz de entender y redobló la fuerza y velocidad
de sus caricias. Deslizó la mano que le quedaba libre por debajo de mí hasta mi
sexo, separando los pliegues para dejar mi clítoris liberado y expuesto para las
caricias que me proporcionaba con la otra mano.
--¿Te gusta?
--¡¡Mmmmm...!!
Recuerdo que exclamé un exabrupto, una palabra malsonante, pero entre gemidos y
jadeos no sé si llegué a articularla. Ni yo misma reconocía mi propia voz.
--Veo que sírió él, agitando sus dedos dentro de mí y refregando su polla dura
entre mis nalgas.
Extendí la mano lo que pude hasta tocar el cordón que mantenía sujeta su exigua
túnica. Tiré de él para aflojarlo y cerré la mano en torno a su engrosado
miembro, aún por encima de la tela. Lo sentí caliente, pétreo y palpitante
dentro de mi puño.
Samiq lanzó un juramento y comenzó a bombear dentro de mi mano, su glande
tentado de incrustarse en mi culo, guiado por sus movimientos secos y por mí.
Ascendió con la mano izquierda hasta mis pechos y pellizcó el pezón que le
quedaba más cerca con los dedos humedecidos de los fluidos de mi coño. Solté su
polla para bajar con la punta de los dedos hasta el bajo de su túnica y la
levanté por encima de sus caderas, sin poder mirar... pero ansiando tocarle. Me
cogió la mano bruscamente y la guió hasta su verga palpitante.
--Cógemela...--jadeó moviéndose contra mí-- cógemela fuerte...
Obediente, gravé en mi mano cada línea, cada vena, cada grosor del miembro de mi
hermano que bullía de calor. Rocé la punta tratando de masajearlo y noté unas
gotas de densa humedad en las yemas de mis dedos. Sentir en vivo su excitación,
sin ropa de por medio, me aceleró tanto que de pronto me sentí al borde del
orgasmo.
--Samiq... --resollé, agarrando su polla con fuerza y culeando buscando sus
dedos-- creo que me voy a correr...
Mi hermano de esclavitud farfulló algo y comenzó a penetrarme con la punta de su
dedo medio. Sentí sus nudillos frotándose contra mi entrada, rebotando mientras
metía y sacaba el dedo que se enterraba en mí cada vez más profundamente.
Alternaba las penetraciones de dedos con fricciones directas sobre mi clítoris;
no pude contenerme más y me dejé ir entre resoplidos, tratando de reprimir una
especie de grito agónico.
--Oh, diosle escuché jadear a mis espaldas, justo antes de sentir cómo clavaba
los dientes en la cuerva de mi cuellocórrete princesita, disfruta...
Me bamboleé contra él irracional, gozando sin control. Pensé que aquella
explosión nunca iba a acabarse. Dí rienda suelta al animal que dormía en mí,
siempre controlado, y me volqué en aquel placer con plena libertad.
Cuando sentí que las fuerzas me abandonaban y me sobrevenía un estado de
relajación, aunque mi coño aún palpitaba, mi hermano se tumbó a mi lado, sonrió,
y me asió por la cintura.
--Siéntate sobre mi bocame pidió con apremioquiero probarte...
No había acabado mi cuerpo de asumir el estallido y ya quería él darme otro
orgasmo...
Evidentemente, no dudé en satisfacer su deseo... aunque la postura que aquello
requería me producía un poco de vergüenza, no sabía exactamente por qué. Pero
dejé de lado el pudor y me acomodé a horcajadas sobre el rostro de aquel ángel
rubio, que inmediatamente aferró mis caderas para colocar mi abertura a la
altura de su boca. Deslizó los dedos entre mis piernas para dejarme bien
abierta, separando mis pliegues, y acto seguido sentí la punta de su lengua
rozando mi clítoris ya inflamado y todavía caliente. Un espasmo me recorrió y
comencé a moverme, la espalda erguida, los ojos fijos en el infinito sin ver más
que una realidad borrosa.
Mi hermano esclavo se deleitaba en mi humedad, moviendo la lengua cada vez más
rápido, haciendo palanca con ella contra mi clítoris, presionándolo...
revoloteando dentro de mí. Dirigí la vista hacia abajo y contemplé la tensión
muscular de sus piernas flexionadas, su abdomen duro y la rigidez de su falo que
parecía a punto de estallar.
Me encorvé sobre sus caderas y me metí aquel pollón de lleno en la boca, lo más
al fondo que fui capaz. Yo también ardía de deseo por probarle...
Pillado por sorpresa, el cuerpo de Samiq se convulsionó y empezó a lamer más
fuerte y más profundamente, mordisqueando los labios de mi sexo que chorreaba
placer en su boca, hocicando en él, frotando su nariz y su barbilla sin
detenerse a respirar.
Su polla sabía a él, a su sudor, a su piel, a sexo. Las pequeñas gotas de
humedad que afloraban de su glande tenían un gusto denso y agridulce. Succioné
fuerte el grueso tronco surcado de venas y comencé a mamarle con decisión, al
tiempo que masajeaba el poderoso tronco con mi mano.
--Cielo...--murmuró contra mi coño hambriento de su lenguasi sigues así me voy
a correr...
Empecé a sentir pequeñas acometidas que insinuaba con sus caderas dentro de mi
boca. Mantuve su glande entre los labios, tan sólo sujetándolo, evitando
succionar, y dejé la lengua quieta para no lamerlo.
--Eso es...--jadeó mi hermano, sintiendo aquella pequeña treguaquiero aguantar
un poco más...
Separó mis nalgas con ambas manos y pasó la lengua entre ellas, lubricándolas
bien de saliva para a continuación jugar con sus dedos en las inmediaciones de
mi ano. Me pajeó el culo con cuidado, pues sabía que no hacía mucho tiempo había
tenido yo un desgarro provocado por un desgraciado accidente... pero esa es otra
historia que, si quieren, otro día les contaré.
Me sodomizó suavemente con la punta de su dedo sin dejar de lamer mi clítoris...
y el sentirme tan llena me condujo, irremediablemente, a un segundo orgasmo que
me hizo temblar de la cabeza a los pies. Me restregué contra el rostro de mi
hermano esclavo, me agité gimiendo con los dientes apretados, gritando con la
boca cerrada, sintiendo en mis profundidades cada caricia, cada lengüetazo,
apretando con los labios el mástil hinchado de su polla.
--¿Puedes follarme, Samiq?--pregunté boqueando, aún sintiendo los últimos
estertores del cataclismo.
Sentí que se revolvía debajo de mí.
--Sí que puedoresolló--pero prefiero no hacerlo...
--¿Qué quieres decir?--inquirí entre jadeos, balanceándome aún sobre su torso
desnudo, levantando el culo para que pudiera seguir trabajándose mis orificios.
--El Amo lo permiteme explicó como pudopero Él no te ha usado completamente
aún... prefiero no penetrarte...no es que no tenga ganasapretó los dientes y
soltó una carcajadaes por respeto hacia Él; si empiezo, sé que no pararé...
--Entiendo...--gemí. Tenía razón. No sería tampoco propio de una esclava Estaño
recién poseída dejarse tomar por otra persona antes que por El Amo del que era
propiedad. Aunque tenía que admitir que tuve que hacer un gran esfuerzo para
controlar mi deseo... porque en ese momento nada me apetecía más que sentir a
Samiq dentro de mí. Pero imaginé el rostro del Amo, su mirada limpia llena de
orgullo: quería mantener esa satisfacción para siempre, quería ser Su tesoro, Su
joya... y aunque no era del todo correcto, esperaba, con el paso del tiempo,
llegar a convertirme en una pieza única para él, como ya eran mis hermanos...
Era cierto que Samiq me excitaba muchísimo, pero el sólo recuerdo del Amo
estimulaba en mí algo mucho más profundo... avivaba una llama interior a la que
nadie más podía llegar.
Y Samiq tenía razón... con usarme completamente se refería a que El Amo, a
pesar de haber jugado conmigo, no había llegado a correrse, a explotar dentro
de mí. Eso lo sabía porque en su día yo se lo conté... no fue para menos dada la
desgracia que había pasado aquella noche, hacía casi dos semanas.
--Lo siento, princesa...--Samiq acariciaba mis muslos, tirando levemente de mí
para que me sentara sobre su estómagoten por seguro que si volvemos a tener una
ocasión como esta no te dejaré escapar...
Empujó suavemente mis nalgas hacia delante y quedé arrodillada, con sus piernas
estiradas entre las mías, el culo levantado y las palmas de las manos apoyadas
en el colchón, a la altura de sus pies.
--Apóyate en los codosmurmuró, mientras con un ágil movimiento encogía las
piernas y se arrodillaba detrás de mí.
Estaba claro que la posición que acabábamos de adoptar no era consecuente con lo
que habíamos hablado hacía un momento...
--Samiq...
Me pregunté qué se proponía, porque la penetración en esa postura era fácil e
inminente... mi cuerpo se agitaba a pleno rendimiento, bañado en sudor, deseando
que me clavara su miembro duro hasta el cuello del útero... pero mi mente se
debatía, ¡acabábamos de hablar sobre que aquello no era correcto! ¿qué demonios
hacía?
--Tranquila, cachorrita...--respondió resuelto, con tono apaciguadorno voy a
follarte... sólo voy a jugar.
Separé más las piernas, decidiendo confiar en él, y arqueé la espalda. Agradecía
el placer que me estaba dando, cómo se estaba portando conmigo, mostrando
delicadeza y cuidado en todo momento sin dejar de lado el deseo y el ardor... La
verdad era que fue todo un descubrimiento cómo se lo montaba mi hermano en la
cama, sin seguir órdenes de ningún tipo, tan solo impelido por su instinto.
Volví la cabeza, sin variar la posición de mi cuerpo, para contemplarle. Gotitas
de sudor perlaban su frente, sienes y pecho; guedejas doradas de su cabello se
pegaban a su tórax que se agitaba arriba y abajo, preso de la excitación. El
grueso aro de plata que rodeaba su cuello centelleó por un segundo a la luz de
las velas...
--¿Estás bien, amor?--preguntó, alargando una mano para acariciarme la mejilla.
--Sí...sí--me apresuré a responder. Era consciente de que me había quedado
embobada mirándole, y probablemente él se estaría preguntando qué diablos me
pasaría por la cabeza.
--¿Seguro?
--Sí, Samiq, de verdad... sigue, por favor.
Me sonrió con cariño y suavemente me instó a volverme. Se adelanto hasta
situarse entre mis piernas y se agarró la polla, comenzando a pajearse con
firmeza justo a las puertas de mi sexo. Instantes después sentí su glande
rebotando contra mi entrada en cada sacudida.
--Baja la cabeza...--murmuró.
Oculté la cabeza entre las manos y mis caderas se levantaron aún más, dejando mi
sexo de nuevo expuesto ante él.
Con la mano izquierda separó mis pétalos para abrirme bien el coño; con la
derecha condujo su inflamado miembro hasta mi clítoris y comenzó a moverlo
directamente contra él. Ahogué un grito al sentir aquella gorda protuberancia,
al sentir a mi hermano pajeándose directamente contra mi centro de placer.
--Oh...--no podía controlar los gemidos que se escapaban de mi boca.
--¿Te gusta?--masculló Samiq entre dientes, masturbándose cada vez con más
virulencia.
Tenía unas ganas tremendas de echarme hacia atrás y sentarme sobre él, de
engullir su miembro con voracidad lo más adentro de mi cuerpo que pudiera. Luché
unos instantes contra mí misma y finalmente, gracias al cielo ganó la devoción y
el respeto que sentía por El Amo...
--Tengo ganas de corrermeLas palabras de Samiq flotaron en el aire cargado con
una consistencia casi corpórea. Aquella súplica velada, acuosa, hizo que me
retorciera de nuevo a las puertas de un tercer orgasmo.
--Yo también...--alcancé a decir. Me temblaba la voz.
--Bufffffffffffffff--Samiq resopló con todos sus músculos contraídos, en un
último esfuerzo por controlarse.
--Córrete...--le rogué entre gemidos-- Córrete conmigo, por favor...
Mi cuerpo tenía hambre de su orgasmo, y mi alma un deseo desmesurado de
compartir con él aquel instante... no sentía más que gratitud hacia él, no había
mejor manera de expresarlo. Creo que desde ese momento en el que él, con un
grito ahogado, liberó su energía para verter entre mis nalgas un abundante
chorro caliente, parte de su alma se quedó conmigo... no sé si de su alma
exactamente, pero en cualquier una caso parte de él más allá de lo físico.
Desde aquella vez que caímos rendidos, juntos, después de hacer el amor... desde
aquella noche en la que él selló mis heridas y puso placer en mi piel,
sustituyendo el dolor abrasador por cariño y fuego, algo en nosotros se
reconoció día tras día. Nos mirábamos con respeto pero con un brillo especial.
Se creó un lazo invisible que dudé que pudiera tenerlo con el resto de mis
hermanos...
Pero lo que pasó después de esa noche es otra historia... y si les interesa,
puedo contársela en otra ocasión.