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Piano, piano...(2)

en Hetero: General

Este relato es hijo de Dita y de DarkSilver.

Muchísimas gracias, Dita, por tu implicación, tu tiempo y tu esfuerzo, así como por esos geniales golpes de pluma en las escenas más calientes. Gracias también por dotar todo ello de la ternura que requería. Gracias por escribir conmigo este relato 50/50.

Gracias también a los lectores por su paciencia y su tiempo…espero que lo disfrutéis.

 

PIANO, PIANO…

-Segunda parte-

La bata de Adela centelleó como un relámpago rosa palo, con un suave movimiento de zig-zag, cuando ella se encaminó a paso rápido hacia la puerta y la abrió sin ni siquiera esperar a que sonara el timbre. Esperó impaciente en el umbral a tiempo para escuchar el trallazo metálico de la reja del portal y los pasos apagados de Christian subiendo los escalones; pasos tímidos, pero no obstante decididos, ascendiendo por la escalera de madera sin vacilar.

Se olfateó con disimulo la piel. Le asaltó de pronto la certeza de que probablemente olía todavía a sexo…si no hubiera sido invierno, habría abierto la ventana de par en par para orear el saloncito, cargado de un ambiente tan denso que podría rasgarse a buen seguro con un cuchillo. La esencia dulzona de su orgasmo flotaba aún por la estancia, acre e insultante, fuerte. Se preguntó si su joven alumno lo advertiría…

De pronto le vio emerger por fin entre la oscuridad del descansillo, rota tan solo por la franja de luz procedente de su propia puerta entre abierta.

Christian subía despacio, con la cabeza gacha y la mirada fija en el suelo, la mata de pelo oscuro cayendo en chorretones enmarcando su pálido rostro. Parecía enormemente preocupado y más tenso de lo habitual, como si su alma estuviera igualmente empapada de lluvia, pesada dentro de su cuerpo, detrás de aquellos ojos que se afanaba en esconder.

Se detuvo a pocos pasos de Adela, sin atreverse a avanzar más allá, cerca de la herida de luz que rompía las sombras.

En un esfuerzo ímprobo levantó sus rasgados ojos oscuros y buscó con apremio la mirada de la maestra. Los ojos de Adela, más abiertos y más grandes por su naturaleza siempre asombrada, tuvieron que luchar por mantener aquella mirada turbia, densa, tan cargada de cosas desconocidas.

--Hola…--murmuró Chris, lacónico.

Adela trató de disimular un escalofrío y estiró la tela de la ínfima bata en un esfuerzo inútil por cubrirse. Se abrazó la cintura clavando los dedos en la seda, nerviosa, y trató de sonreír al muchacho.

--Chris… ¿qué haces aquí?

--Lo siento—murmuró en chico con un hilo de voz, bajando de nuevo la mirada—yo…no sabía adónde ir…

El muchacho tembló ligeramente.

--Bueno…--murmuró la profesora, sin saber demasiado bien cómo actuar—no te quedes ahí…pasa, estás empapado…

No era para menos. Fuera seguía jarreando, y los pocos minutos que Adela llevaba semidesnuda en el rellano habían bastado para ponerle la carne de gallina. La silueta de sus pezones se recortaba, apabullante de puro evidente, contra la seda de la bata; cosa que ella no advirtió a penas pero que a Christian no le pasó ni mucho menos por alto…Oh, señor…¿Por qué aquella mujer tan centrada y confidente hacía temblar sus piernas como si fueran de mantequilla? ¿Por qué su fuego interior se avivaba cada vez que pensaba en ella? ¿Por qué su mente se desplazaba, casi con obsesión, a lugares escondidos de besos impúdicos en regiones impensables de aquella piel?

Adela traspasó el umbral y Christian la siguió cabizbajo. La puerta se cerró tras ellos, quedando atrapados en aquella penumbra iluminada tan solo por la danzarina llama de la vela que estaba sobre el piano.

Él no se atrevía a dar un paso…

Ella bajó los ojos algo avergonzada, recordando como acababa de retorcerse de placer en aquella misma habitación, imaginando que era follada por la encantadora y frágil criatura que ahora se hallaba tan cerca.

De un rápido vistazo comprobó con horror que su blusa de seda y su falda yacían aún en el suelo, desperdigadas justo donde habían caído cuando ella se desvistió hacía escasos instantes frente al piano. Deseó que la tierra se la tragase, al tiempo que se rompía la cabeza bullendo en excusas para distraer a Christian.

--Adela…--carraspeó el joven, atragantándose con su nombre—gracias…yo…

--Chris, tranquilo—se apresuró a decir la profesora, advirtiendo la ansiedad contenida en los ojos del muchacho—mira, no te preocupes. Ve a secarte…y luego, si quieres, me cuentas lo que te ha pasado…

El muchacho esbozó una leve sonrisa de agradecimiento.

--Ven…--indicó la maestra, caminando hacia el pasillo. Necesitaba moverse un poco para liberar aquella enorme cantidad de energía que sentía en su interior—vamos a buscar una toalla…

Echó a andar sin mirar atrás encaminándose hacia el pequeño cuarto de baño. Sentía que algo horrible se avecinaba, como si la sombra de una terrible ola gigantesca se elevara sobre ella, a punto de engullirla en un torbellino cuando rompiera contra su dique de cristal. Los afilados ojos de Christian se clavaban en su espalda mientras la seguía despacio, silencioso, sin poder apartar la vista de los contoneos de aquel trasero redondo envuelto en volutas de seda.

Sin atreverse a girar la cabeza para mirar al muchacho, invadida por la tensión, Adela extendió el brazo y pulsó con mano temblorosa el interruptor de la luz del pequeño aseo. La potente luz blanca se estrelló contra los azulejos añil esmaltado, arrancando reflejos húmedos de diamante, hiriéndoles los ojos.

--Bueno…--balbuceó la profesora, maldiciendo su evidente agitación—esto servirá…

Agarró una gran toalla esponjosa de color vainilla, y lo hizo con tanta torpeza que casi dio al traste con el toallero. Un par de botellas semivacías de gel de baño cayeron sonoramente al fondo de la bañera, arrastradas por uno de los picos de la enorme toalla.

--Vaya…

Hecha un manojo de nervios, Adela se agachó rápidamente para atraparlas, sintiendo con horror cómo su exigua bata se levantaba unos centímetros mostrando la carne tierna y temblorosa de sus muslos, el inicio de sus glúteos e incluso un atisbo de su ya húmedo y oloroso sexo tapado tan solo por unas pequeñas braguitas color beige.

Qué visión. Chris estuvo a punto de… ¡Dios! A punto de aferrar aquellas caderas entre sus manos, con fuerza; a punto de dejarse llevar por la excitación, de clavarse en aquellas montañas de fuego y de desprotegida y blanca carne de harina tan dulce como inexpugnable. Casi se mareó de deseo. Todo lo que había a su alrededor se enturbió de pronto y sintió un violento tirón en las ingles, enervándose su miembro de inmediato contra la empapada y fría tela de sus vaqueros.

Adela advirtió la tensión del muchacho y escuchó cómo, en escasos segundos, la respiración de éste se aceleraba de pronto. Se sintió morir mientras se recomponía la ropa rápidamente y se volvía hacia él, esquivando su mirada, para tenderle por fin la esponjosa toalla.

--Toma…--murmuró, con la cara roja de vergüenza.

Sin poder evitarlo, repasó con los ojos acuosos las piernas del joven, de delgadas y fibrosas formas, evidentes gracias a que la tela vaquera se pegaba a sus muslos; las fuertes rodillas, las caderas tensas y potentes, la cintura y el torso enjuto marcados por la camiseta empapada. El corazón se le desbocaba en el pecho… ¡qué guapo estaba!... ¡cómo deseaba sentir aquel cuerpo moviéndose excitado contra el suyo!..Oh, no…

Christian, por su parte, no era capaz de eludir su excitación. Murmurando un agradecimiento entre los dientes apretados, tomó la toalla y la sujetó contra su pecho durante unos instantes, para después dejarla apoyada en el pequeño lavabo, a escasos centímetros de él.

Con la respiración jadeante, acalorado, sin saber muy bien lo que hacía, tiró de la tela de su camiseta y se la sacó por la cabeza.

--¿Pero qué…?

La pregunta se desvaneció en los labios de Adela. Quedó obnubilada, contemplando el brillante torso desnudo moviéndose rápidamente hacia arriba y hacia abajo, las agitadas clavículas, las lustrosas areolas de los erguidos pezones agitándose al compás de la alterada respiración, la piel erizada y perlada de humedad.

Los ojos de Christian se clavaban en ella con inusitada fiereza, mientras separaba sus piernas para cuadrarse ante la puerta del baño, bloqueándola.

--Hmmmhh…--el muchacho intentó decir algo pero las palabras se le derritieron en la boca, transformándose en un prolongado jadeo.

La mirada de Adela se dirigió, sin poder evitarlo, a la vacilante cintura, y al abultado y voluptuoso paquete del muchacho. No pudo evitar entre abrir los labios cuando imaginó aquella dulce polla follándole la boca…oh…dios… ¿por qué pensaba en aquello?

--Christian…--la saliva se le agolpó en la boca y su recriminación se perdió en un mar de dudas, extinguiéndose en el fuego que había prendido en aquel silencio revolucionado. La distancia que les separaba era aún imposible, insalvable…sin embargo, sólo bastaba un paso…un solo movimiento, tan leve como un chasquear de dedos, para destruirla…para llenarla…

--Adela…

Demasiado tarde. Christian se adelantó hacia su temblorosa maestra, que se encogió de miedo. Ella fue incapaz de retroceder, paralizada… ¿por qué no podía controlar todo aquello que estaba sucediendo?

--No…Chris…--murmuró con angustia.

--Adela…

El muchacho la atrajo torpemente hacia sí. Rodeó la cintura de ella con un brazo y por fin superó el espacio que les separaba, apretando su rígido vientre contra las curvas palpitantes de ella, sujetándola fuerte en un abrazo profundo.

Sintió contra su torso la turgencia de los pechos de Adela, a través de la seda de aquella maldita bata. Con cuidado, casi con veneración, deslizó un dedo por entre los pliegues de la tela, rozando la blanca y pecosa piel del escote. Comenzó a acariciar aquella tersura tantas veces deseada, sin poder apartar los ojos de los de su maestra, con la boca levemente abierta, exhalando vapores de excitación.

--Christian…--gimió Adela—no…

Los dedos de Christian descendieron irreverentes y reptaron bajo la tela, buscando el pezón de alabastro que ya esperaba sus caricias, claramente endurecido.

--Qué ricos pezones para morder y chupar…--murmuró el muchacho con voz ronca, al tiempo que pellizcaba la suave protuberancia entre sus dedos índice y pulgar, y con la mano que le quedaba libre tiraba fuerte del escote de la bata, desbocándolo, dejando al descubierto los trémulos y redondos pechos de Adela.

La profesora no pudo sofocar un grito cuando el chico se inclinó de pronto sobre ella y apresó por fin entre sus labios duros su pezón derecho.

--Chris…

La cabeza de Adela cayó hacia atrás, entregándose a las húmedas caricias de la lengua de Christian. Éste ya sujetaba con firmeza su teta derecha y lamía con lenta fruición el pezón duro como un garbanzo, brillante de saliva, succionándolo con intensidad de cuando en cuando, rozándolo lascivamente con la punta de su lengua una y otra vez, apresándolo entre sus dientes. Gimió al sentirlo duro en la boca, lleno de ansia, y pellizcó con fuerza el otro pezón, al tiempo que clavaba su polla a explotar en algún lugar entre los muslos de Adela.

--Chris, por favor…

Contradiciendo su ruego, Adela separó las piernas para acogerle en su calidez. La tela áspera de los pantalones, mojada de lluvia, arañó la carne tibia de sus muslos mientras el muchacho frotaba con energía su dureza contra las empapadas braguitas.

De pronto, con un brusco movimiento que no admitía réplica alguna, Christian agarró el culo de Adela por debajo de la bata y la izó hasta sentarla sobre la superficie del lavabo. Sofocó el quejido de protesta de ella con un beso largo y húmedo, fundiendo su lengua dentro de aquella boca indecisa y ávida, y se colocó de nuevo entre sus piernas, insinuando lentos embates, ya bien posicionados y directos a donde deseaba. Se estaba volviendo loco por momentos.

--Chris…

Las piernas de Adela se cerraron en torno a los glúteos duros del joven, abrazándole las caderas, presionando hacia sí aquel rabo tremendo a estallar.

Chris redobló la fuerza de sus embestidas, e increíblemente ya se sintió próximo al orgasmo…

--Joder…--murmuró hincándose entre las piernas de su caliente profesora, tratando de mantenerse firme para no correrse en los calzoncillos—Adela, cómo me gustas…

Ella no se explicaba cómo habían llegado hasta ahí, y sabía que aquello no estaba "bien", de alguna manera. Sabía que lo más adecuado, lo que se esperaba de ella—una mujer adulta con dos dedos de frente—era apartarle de un empujón y salir huyendo de aquel cuarto de baño…pero…estaba demasiado excitada, demasiado deseosa de polla como para hacer algo así…ella también sentía el calor agolpándose en sus venas, las manos crispadas en la espalda desnuda de su alumno, el sexo abriéndosele casi en un grito de urgencia por ser penetrado…

--Fóllame, Christian.

Las palabras salieron de su boca rodando, envueltas en fuego, desencadenando estremecimientos por todo su cuerpo. Sonaron en el oído del muchacho como una súplica ahogada, enrarecida, sin un asomo de arrepentimiento.

--Fóllame—insistió en un hilo de voz, sabiéndose vencida.

El cuerpo de Chris convulsionó levemente y se arqueó, culeando con furia, bombeando la entrepierna chorreante de Adela con los pantalones puestos.

Ella gritó cuando sintió los dientes de su alumno del alma clavándose en su cuello, y aquellas manos fuertes apresando las suyas contra la encimera de mármol donde se encajaba el lavabo.

--Vale…--siseó él, mientras de un tirón prácticamente le arrancaba las bragas y desataba por fin el cordón que mantenía la exigua bata cerrada—Pero…antes de follarte quiero que te corras…

Como poseído por un demonio extraño, agarró a su maestra del pelo y lamió los labios con ansiedad, mordiéndole la boca como un lobo famélico. Deslizó al instante siguiente su lengua entre los venerados pechos, descendiendo por aquel vientre de mujer ligeramente abultado, que latía, preso de incontenible excitación, aleteando la llama en sus más tiernas cavidades. Se arrodilló en el suelo y, sin poder disimular el ardor que sentía, hundió la nariz en el sexo de Adela que suavemente le reclamaba desde abajo, tímido y palpitante.

--Voy a comerte bien…--rezongó, poco antes de lanzarse sobre su húmeda presa.

Adela gritó al sentir cómo Chris se precipitaba furioso al centro de su placer, y cómo instantáneamente empezaba a lamerlo con fuerza, con delirio, penetrándola con la punta de su inquieta lengua.

--Ahhhmmm…

La boca se le hizo agua y separó las piernas en un ángulo imposible, clavando las flexionadas rodillas en los hombros del muchacho, luchando por volcar sus pliegues en aquellos jugosos labios, en pos de esa lengua de fuego que se agitaba presurosa entre ellos.

Chris resollaba contra aquel sexo empapado; el fuerte olor, ya sin tapujos, a coño excitado invadía sus fosas nasales haciéndole estremecer, sacándole de toda posible realidad…qué ganas tenía de comérselo entero, de lamerlo, de tenerlo para él. Por fin probaba aquel ansiado tesoro con olor a mar y a flora prohibida…

--Christian…Christian…

Adela gemía, casi gritaba su nombre. Chris volvió a agarrarla fuerte el trasero y atrajo sus nalgas hacia el borde mismo de la encimera, para socavarla, para meter la lengua más adentro y profanar por fin aquella cueva…

Se inclinó más, buscando el ángulo perfecto para su acometida, y observó la vista que tenía ante sí: el congestionado coño de su profesora, abierto, grande, en espera de sus dedos y su lengua…enrojecido por el deseo, brillante de saliva y jugos…

Deslizó su dedo medio dentro de aquella flor de la que ya se sentía el único dueño. Inmediatamente notó aquel pequeño guisante endurecido con el que tanto había fantaseado…

Acarició con dulzura el clítoris de Adela, bordeándolo rápidamente con la yema de su dedo. Los gemidos de su maestra cuando comenzó a golpearlo de nuevo con la lengua, levemente, y el temblor que sacudía sus blancas piernas asombrosamente abiertas, le pusieron tan cachondo que…

Trrrrrasss!!!!

de un violento tirón se desabrochó los botones de sus vaqueros, y presionó con la mano sobre su polla tiesa y gorda como un garrote.

--Joder…--murmuró contra el coño de su maestra—Adela…

--¿Qué quieres?—casi imploró ella entre jadeos, en lugar de preguntar.

Chris la hizo gemir con dos lengüetazos traicioneros y calientes que recorrieron toda su raja de arriba a abajo, y levantó la vista para mirarla a los ojos, desde sus piernas abiertas.

Adela contuvo la respiración y contempló la mirada del chico, ardiente y suplicante, imperando por aquello que era obvio.

"Quiero cama" parecían pedirle sus rasgados ojos de gato, cuyas pupilas dilatadas mostraban un brillo estático, intenso.

--Quiero follarte—murmuró con una mueca que parecía una sonrisa crispada—vamos a la cama, Adela. Vamos a tu cama…

Acto seguido se irguió como un ángel salido del infierno, erecto y caliente. Su pelo oscuro, aún húmedo y con olor a tierra mojada, enmarcaba su rostro pálido, su mirada demencial, sus mandíbulas prietas. La brutal erección asomaba fehaciente abriéndose camino por entre los botones desabrochados de los pantalones, tratando de emerger de la tela, insultante y evidente.

--Vamos…

Adela pareció volver en sí, y alargó las manos hacia la carita de niño de Chris, envolviéndola con una caricia que pareció no tener fin.

--Tranquilo, Chris…--murmuró presa de la excitación—necesito que vayas un poco más despacio, por favor…

El muchacho sonrió jadeante.

--Lo siento…--murmuró.

Adela acarició su rostro tiernamente y atrajo la cabeza de Chris hacia su pecho cálido. El muchacho se dejó envolver por la sensación de ternura que tanto necesitaba, que tanto ansiaba…

-Nadie va a molestarnos… nadie nos espera… - la voz de Adela era como una caricia en su piel – no tenemos por qué ir rápido, tenemos todo el tiempo del mundo para disfrutar el uno del otro, Chris…

El joven se sintió feliz de que se lo recordaran… era cierto que él tendría que volver a casa en algún momento, y mejor temprano que tarde; pero si se retrasaba, no sería importante. Quizá eso fuese lo más triste para él: saber que en el fondo, en su casa, nada de lo que él hacía era importante, nadie iba a estar despierto esperándole si le daba por llegar de madrugada o por no aparecer hasta el día siguiente… nadie le diría nada ni le reprocharía nada… y en aquél momento, lo único importante era que Adela tenía razón… no había en realidad ninguna prisa.

Dejándose llevar por lo que sentía, agarró a su profesora de la cintura y la tomó en brazos para llevarla al dormitorio. Adela no pudo por menos que sonreír ante aquel recurso novelero… pero le encantó sentirse tomada en los brazos del joven, mucho más fuertes de lo que ella misma había supuesto, y ser depositada con extremo cuidado en la cama de su dormitorio.

Aún ella podía oír en su interior la voz de sus remordimientos, si bien cada vez más débil… "es un niño… le sacas diez años de edad… eres su maestra, esto está mal…" ¿Mal? ¿Qué tenía de malo el amor, el que dos seres necesitados de cariño se diesen mutuamente consuelo y calor…?

Adela podía sentir a Chris besando y mamando suavemente sus pezones mientras la abrazaba como si realmente no pudiera respirar si no era con ella entre sus brazos…

No. Aquello no podía ser nada malo.

-Oh, Chris… --suspiró rendida a las caricias y besos de su alumno--Christian, te deseo tanto…

El joven estaba demasiado emocionado y excitado para hablar, pero sus ojos eran mucho más elocuentes de lo que jamás hubieran podido ser sus labios…

Sonreía contra la piel de Adela, sepultado entre sus pechos como montañas de harina dulce, reflejando felicidad y abandono absolutos mientras su lengua no dejaba de hacer delicias en los pezones duros como piedras, chupando, lamiendo, mordiendo…

Las manos de Christian descendieron por el blanco vientre sin poder contenerse, buscando de nuevo aquella secreta intimidad que le esperaba deseosa, palpitante. Acarició con sus dedos el turgente monte de Venus y los abultados labios vaginales, y gracias a la humedad, se deslizó suavemente entre ellos para alcanzar por fin la delicada perla rosada.

Adela se curvó de placer sobre el colchón, mientras sus manos apretaban el cuerpo del joven contra su pecho, horadando la tensa espalda. Un estremecimiento de dulcísima electricidad la envolvió por completo. Hubiera querido contenerse un poco, darle también placer a él, al menos que se quitase los pantalones para que estuviera más cómodo… pero era demasiada felicidad… tenerle por fin… y saber que era él, su querido alumno, su adorado Chris quien le proporcionaba ese maravilloso bienestar…

Adela gemía entre los brazos del joven. "Es tan hermosa… " pensó Chris mientras la contemplaba en silencio sólo por un instante "ni cuando gime pierde su delicadeza…"

El deseo le pudo entonces y revolvió las piernas para deshacerse del inútil pantalón, sin dejar por ello de acariciar el clítoris de su maestra… Adela, la única persona en el mundo que realmente le importaba, y que había demostrado sentir interés por él, mucho más allá de lo puramente académico.

El muchacho la acomodó junto a su pecho, apretándola con un brazo, mientras la otra mano se agitaba con fervor perdida en aquella vulva empapada. Las mejillas de la mujer se pusieron encarnadas, ardientes, y Chris no supo qué era más hermoso de todo aquél espectáculo que se le ofrecía: si los ojos entornados en expresión casi de éxtasis, el rostro ruborizado y la boca entreabierta y húmeda de ella, la forma en que sus pechos, de pezones erectos subían y bajaban por los jadeos de placer… la manera en que las piernas delgadas y suaves se retorcían por el intenso gusto, la dulce humedad que le empapaba los dedos, la suavidad del clítoris que temblaba, los labios vaginales palpitantes se abrían en flor y parecían querer absorberle… o todo a la vez.

Chris aumentaba poco a poco el ritmo de sus caricias, luchando por controlarse, y finalmente Adela ya no aguantó más:

-Oh… oh, Chris…. Sigue…. Me…. Me…. ¡Ooooooooooooooooh….!

Pero la mujer no pudo acabar la frase. Uun furioso latigazo de placer sacudió su sexo, haciendo que éste se cerrase sobre sí mismo y que todo su cuerpo se estremeciera de gozo. Sus caderas se elevaron por efecto del intenso gusto y sus manos apretaron el cuerpo de Chris, atrayéndole contra sí, gravando en el cuerpo del muchacho los espasmos y las sacudidas del largo orgasmo.

El joven hubiera querido llorar cuando ella recuperó lentamente el ritmo respiratorio y se iba recobrando del delicioso estallido. Si de él hubiera dependido, hubiera querido que ésa sensación maravillosa que había logrado regalar a Adela, durase para siempre… y en un intento de conseguirlo, empezó de nuevo a acariciar el clítoris de la mujer.

– Oh, no…. No, no… por favor, para…. –gimió ésta con los ojos cerrados.

-¿No te gusta…? – murmuró el joven con cierto temor.

Adela se incorporó levemente con esfuerzo, y le miró a los ojos.

-Claro que me gusta…. –respondió con la voz entrecortada por el deseo--Pero… no quiero ser egoísta… quiero darte placer también a ti, Chris… ven aquí…

El joven apartó por fin la mano de la chorreante intimidad de Adela y se dejó abrazar por su maestra. Sus bocas se invadieron mutuamente y sus lenguas se dedicaron infinidad de caricias, mientras ellos rodaban por el colchón estrechando sus cuerpos en un abrazo tan necesitado como sórdido.

El joven para entonces estaba ya desnudo por completo, y su pene apuntaba hacia el techo, desafiante, como preguntando por qué nadie se ocupaba un poco de él…

A pesar de haber tenido dos orgasmos magníficos, Adela no podía apartar la vista de aquél obelisco al rojo vivo, y ardía en deseos de clavarse en él, igual que en su fantasía secreta… pero antes de eso, quería dar mimos también a su joven amante…

Lentamente se reclinó sobre él, dejando que sus pechos acariciaran el torso desnudo de Chris. El joven le presionaba los brazos y la espalda, intentando atraerla sobre él. Adela cubrió de besos el pecho de Chris; sus manos volaban sobre el cuerpo del muchacho, acariciando la piel, haciendo que ésta se erizase y que Chris se sintiese flotar…

La mujer pasó una pierna por encima de las de él, para acariciarle las pantorrillas y los muslos con el pie, para que sintiera el calor de su muslo sobre su estómago duro, sobre su pecho…

Chris boqueaba buscando la lengua de Adela de nuevo, que le fue concedida sin restricciones. No aguantaba más, quería sentirse dentro de ella, quería penetrarla, atravesarla, tenía tantas ganas de follar….de follarla…

La deseaba con toda su alma, y así se lo dijo. Adela dejó escapar una sonrisa emocionada y no le hizo esperar más; se colocó sobre él, y se dejó caer sobre su miembro erecto, de golpe, ensartándose hasta casi la entrada del útero. Chris se convulsionó de placer y apretó los puños…. ¡era muchísimo mejor de lo que jamás podía haber imaginado…!

En no pocas ocasiones había fantaseado con Adela, pero desde luego, nunca había podido imaginar el maravilloso calor que le invadiría todo el cuerpo al estar dentro de ella, la sensación de plenitud y felicidad que sentiría… y sobre todo el placer, la impresión de perder la cabeza, la vaga idea de "no me importa morirme después de esto…". Sin poder contenerse, empezó a bombear elevando rítmicamente sus caderas. Y Adela, sudorosa y pletórica de felicidad y gozo, empezó a brincar sobre el miembro ardiente de Chris. El joven le tendió las manos y ella se dejó caer sobre su pecho, abrazándole, fundiéndose con él, sin dejar por ello de mover las caderas, notando cómo el placer y el calor aumentaban a cada embestida…

Chris pensaba confuso que aquello debía ser el Paraíso, el Nirvana, y apretó a Adela más fuerte contra su pecho. La mujer se sentía llena y abandonada a sus sensaciones, ajena a todo… sólo existía Chris en ése momento, Chris y su polla dura; Chris, sus labios de fuego y sus caricias sedientas…nada era más importante que aquello, la casa entera podía caerse y no le hubiera importado en absoluto.

Ambos se miraron a los ojos, y de nuevo se besaron, como dos almas famélicas. Aquello fue más de lo que el joven pudo soportar. Adela miró sus ojos abriéndose en expresión de sorpresa y placer, su cara contorsionándose por la oleada de inmenso gusto que le sobrevenía…

A Chris se le nubló la vista; notó de pronto que el placer se agolpaba en la base de su pene, y un delicioso cosquilleo fortísimo le recorría de las corvas hasta el sexo… hasta que finalmente se sintió explotar de gozo e inundar la húmeda intimidad de Adela, quien al sentir la tórrida descarga en su interior, también se vio vencida por el placer, por tercera vez aquélla noche. El abrazo entonces se hizo más intenso; tormentoso y estremecido, compulsivo, pero más cálido aún así…

Cuando poco a poco recobraron el control los dos se miraron: jadeantes por el esfuerzo, rendidos, sudorosos… satisfechos. Felices. Una ternura dulce se adueñó de ellos, y se fundieron en un beso, pero ahora relajado, el uno en brazos del otro.

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