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Mi querido amigo Silver (9): ten mucho cuidado

en Dominación

--Vale—rezongó Silver lamiéndome de nuevo los pezones, enervado tras escuchar mi petición—como tú quieras…con la lengua, con el dedo y con la polla…

En aquel momento pareció que el tiempo había retrocedido…

Me sujetó los brazos contra el colchón y descendió con sus lamidas, bañando mi cuerpo en saliva como si quisiera comerme, rozando con sus dientes la parte inferior de mis pechos, la trémula piel de mi estómago, el hueco de mi ombligo… Resoplaba y frotaba su brutal erección contra mi muslo desnudo, moviendo las caderas, haciendo rechinar el viejo somier de muelles de la inmensa cama.

Cuando las personas dejamos de lado la razón y actuamos bajo la casi total influencia de nuestro instinto, cada uno de nosotros es poseído por un animal diferente. No tenemos miedo a dejar salir nuestra propia esencia, y podemos convertirnos en elegantes sementales árabes, en vacas de coño chorreante, en cerdos, en monos obsesos, en pájaros carpinteros de cuello dislocado…siempre en animales o bestias de sangre caliente, aunque hay algunas excepciones…

En ocasiones anteriores les comenté que Silver era un lobo, pero lo es sólo cuando está tranquilo. El animal que le define, que gobierna en él cuando está excitado es, sin duda, un león. Un león callejero, poco habitual, solitario e incomprendido, pero salvaje en grado sumo, capaz de devorar con sus fauces de fuego cualquier cosa que encuentra a su paso, apartando de un zarpazo la molesta ropa que se interponga en su camino… Ruge y se mueve con pasión y nobleza, igual que ese enorme felino: un león atípico, de larga melena negra, delgado y—a pesar de ser aún joven-- curtido de cicatrices y marcas de batalla, no todas ellas visibles.

En ese momento, el león devoraba mi cuerpo como si quisiera desgarrarlo para tragarse mi espíritu.

Por fin podía ser yo misma, agitarme debajo de él sin temor a sobrepasar ningún límite, frotando mi vientre contra el suyo, arrancándole con las uñas la piel, aferrada a su vigorosa espalda.

Mi amor, Mi Silver. Por fin…

Como si estuviéramos peleando en una jungla de barro, sin mediar palabra le propiné dos sonoras bofetadas en cuanto tuve ocasión—cuando él por fin tuvo a bien liberar mis manos, que soltaba y volvía a sujetar contra el colchón una y otra vez—que él no quiso devolverme. Le pegué fuerte en la cara, con odio y con pasión, por todas sus ausencias, como si tratara de cobrarme en carne el inmenso sufrimiento que me había hecho pasar durante tantos años. No era la primera vez que le pegaba, pero nunca antes había estrellado mi mano con tal saña, tratando realmente de dañarle. Por eso no me las devolvió, porque se dio cuenta de que lo hice porque estaba desfondada. Le pareció que simplemente debería aguantarlas, retenerlas sin más en la piel como pago a la traición.

Cuando le crucé la cara, sólo se detuvo un momento en sus empujones para apartarse un mechón de pelo de la frente, y me miró sonriendo. A continuación volvió sinuoso y redobló la fuerza de sus caderas, como se dice vulgarmente "cosiéndome al colchón".

--Mi niña—murmuró mientras se desabrochaba los pantalones, para dejar sitio a aquel bulto que le reventaba entre las piernas--¿Ahora me odias…?

Le observé, excitada, cómo revolvía los dedos nerviosos en el botón de sus vaqueros, colocándose el paquete, arrodillado frente a mí sobre el colchón, lidiando con cierta dificultad con su pollón erecto. No quiso ir más allá, y me observó a su vez, de rodillas en la cama, el torso cubierto de sudor estremecido por las rápidas respiraciones.

--No…--respondí—no te odio…

Esbozó una sonrisa de ángel y rápidamente se sacó los pantalones y los calzoncillos, quedando totalmente desnudo frente a mí. Clavé mis ojos en su enrojecido miembro cuya punta se me ofrecía ligeramente humedecida, aún oscilante por causa del movimiento al retirar la goma del calzoncillo. Qué apetecible se me antojó, lectores, qué ganas tuve de chupar aquella tranca y de metérmela en la boca en todo su grosor, hasta la misma garganta…

Gemí deliberadamente y me froté contra su pierna, para demostrarle en qué estado se hallaba mi trepidante coño que tanto le echaba de menos.

Emitiendo una especie de gruñido con el que me mostró parte de sus dientes, se precipitó hacia la hondonada entre mis piernas, sujetando férreamente mis rodillas con ambas manos para mantenerme abierta, y deslizó la totalidad de su lengua por mi enrojecida raja, irritada ya por los despiadados frotamientos—hubiera sido capaz de meterme el pico de una mesa en aquellos instantes—deleitándose con su sabor fuerte y amargo, horadándola despacio, sorbiendo mis jugos. Presionó con su lengua mis tiernos labios menores, moviéndose entre ellos suavemente tratando abrirse camino para llegar al tesoro que guardaban, mientras su glande hacía fuerza contra el colchón, cerca de mis tobillos.

Le recibí encantada, levantando el culo para facilitarle la exploración…

Pero él me dejó caliente, separándose bruscamente de mí, y se movió por el colchón hasta situarse a la altura de mis hombros.

--¿Quieres probar un poco de mi sabor, Malena?—preguntó tenso, con los ojos brillantes.

--hmmmm…--emití por toda respuesta, deseando sentir follándome la boca aquel rabo húmedo y caliente.

Pero en lugar de su polla fue su sudoroso ano lo que me dio a probar, cabalgándome la cara, casi asfixiándome con sus poderosas caderas y con el aroma a cuadra de su culo excitado.

Joder, no me esperaba aquello, pero aquel olor me volvió loca…

Extendí mi lengüita entre aquellas montañas de carne apretada, para sentir el sabor de él, metiendo la nariz en aquella dulce cloaca, humedeciendo los pelos que se interponían ante mí como hilos tensos flanqueando aquel agujero.

Silver revolvió su trasero contra mi boca, y noté como se agarraba la polla y comenzaba a acariciarse con ritmo contenido, estremeciéndose de placer, echando hacia atrás la cabeza hasta rozar con mi frente las puntas de su negra melena.

Yo movía la lengua frenética, tratando de introducirla cada vez más adentro, luchando al mismo tiempo por respirar sepultada entre sus nalgas, empapándome de oscuras bocanadas de aroma prohibido a saliva, sudor y fetidez.

Se inclinó hacia delante para comenzar de nuevo a comerme el coño, con lo que separó un poco el culo de mi cara y pude sentir la piel de sus pelotas repletas insinuándose en mis labios, rebotando dulcemente…

Sin pensármelo dos veces insalivé aquella tensa bolsa testicular, esforzándome por recorrerla con mi lengua tanto como el reducido espacio me permitía, con lo que le arranqué entrecortados gemidos de cálido aliento sobre mis pliegues en flor. Volvió a agarrarse la polla mientras yo le lamía los huevos, moviendo con frenesí sus caderas adelante y atrás, frotando su culo contra mi cara.

--Cómeme el culo—me ordenó, separándose las nalgas y posicionándolas de nuevo exactamente sobre mi boca, húmeda y jadeante—cómeme el culo otra vez…

Me recosté sobre la almohada y desplacé un poco mi cuello hacia delante, para no sacar mi lengua de su agujero mientras él se lanzaba de nuevo sobre mi coño, arrancándome inmediatamente un estentóreo orgasmo lamiéndome casi con desesperación, mientras yo saboreaba las delicias de su ano.

Me corrí comiéndome su culo, dando tumbos sobre el enorme colchón, mientras la lengua de Silver comenzaba a golpearme frenéticamente el clítoris para hacerme más placentera la corrida y prolongarla en el tiempo.

Oh, dios mío. Menudo orgasmo. Cuánto tiempo llevaba yo sin sentir aquellas contracciones, aquel descontrol salvaje, aquella excitación acalambrando todo mi cuerpo…

En plenas sacudidas conseguí meter un dedo dentro de su culo, que gozaba rebotando sobre mi nariz, y traté de asir con mi otra mano su rabo que penduleaba vacilante gracias a las sacudidas de su pelvis.

Gimió y se irguió, dejando tranquilo mi coño, para gozar libremente rebotando neumático sobre mi cara, frotando sus pelotas contra mi boca abierta, clavándose en mi nariz, mientras guiaba mi mano cerrada sobre su polla dura como una estaca.

--¿Te ha gustado?—preguntó retorciéndose sobre mí con voz ronca.

--¡¡¡Hmmmmmmmmmmmmm!!!—asentí con la lengua afanada en sus profundidades.

--Joder…--gimió, moviendo sus caderas en rápidos círculos, clavándose en mi nariz—y esto, ¿Te gusta?

Le notaba duro, palpitante, cerca del orgasmo. Qué caliente estaba. Si yo le decía en aquel momento, de viva voz, que me encantaba el sabor de su culo, hubiera podido correrse allí mismo…

--Malena, joder…--echó para atrás la cabeza con los ojos cerrados, desparramando el largo cabello sobre su espalda cubierta de sudor—Aihmmm… mmm…uffff…joder…

Separó más las piernas poseído por el inmenso disfrute, y su abdomen se contrajo. La polla le estallaba; el capullo tierno cargado de humedad que yo no podía mamarle aunque quisiera por estar comiéndome su culo.

"Se va a correr…" pensé, detectando la inminente tormenta que se avecinaba, anudada en su ombligo.

Pero en el último momento levantó con furia sus caderas, la hendidura entre sus nalgas borboteando saliva como una brecha en el infierno, y se separó de mi boca.

--Vamos a hacer una cosa…--jadeó, girándose hacia mí, clavándome sus ojos negros. No supe descifrar del todo aquella mirada—Me muero de ganas de hacerte mía otra vez…

Levanté los ojos hacia él y afronté su tensa mirada con valentía.

--Pero antes…--murmuró—necesito saber dos cosas…

Me lamió los labios con su lengua caliente, recorriendo mi piel con sus dedos como garras.

Asentí. El dulce olor a pestilencia y sexo duro aún me envolvía haciendo que cada célula se me estremeciera.

--Una…--continuó--¿Qué sientes por mí?

Formuló la pregunta y me miró expectante, los músculos de su cara en tensión en torno a la fina línea de su boca.

--¿Qué siento por ti?...—musité sin saber en un primer momento qué respuesta deseaba él escuchar--…pues lo que he sentido siempre…

--Dímelo, Malena—me exhortó en voz baja, aún jadeante—quiero oírlo ¿Qué es exactamente lo que sientes por mí?

Bajé los ojos, sintiéndome atrapada.

--Pues...cariño, admiración, no sé…

--¿No sabes?—murmuró—Yo siento amor por ti, pequeña. ¿Qué es lo que sientes tú?

--No te creo—me revolví bajo su cuerpo, que volvía a apresarme contra el colchón--¿Cómo estás tan seguro de que sientes amor? ¿Acaso sabes lo que es eso?

Mis palabras sonaron doloridas en medio de aquel olor perverso. Qué extraño aire respiré entonces.

--Sé lo que es para mí—respondió Silver, sonriendo ligeramente por primera vez desde que había comenzado a hablar—tal vez no sea el amor enlatado, el que nos venden todos los días envuelto en un bonito papel de colores…pero tiene que ser amor, porque siento que sin ti mi vida vale muy poco. No hay nadie que me haya hecho sentir eso jamás. Eso es el amor para mí—añadió, fulminándome con la mirada.

Quise llorar de rabia. Sentí deseos pegarle otra vez, y de salir huyendo, pero le deseaba tanto… ¡Cómo tenía la cara dura de mentirme de ese modo! Si realmente él sentía aquello que aseguraba jamás me hubiera abandonado…

--Vamos pequeña, dime, ¿qué sientes tú?—insistió.

--Me da igual—dije sin mirarle, aún cachonda a mi pesar, el coño palpitante como la herida que tenía dentro.

Sonrió y me acaricio la cara, obligándome de nuevo a girarla hacia él para que se encontraran nuestros ojos. Me resistí.

--No, Maleni—murmuró—Si te diera igual no te importaría decírmelo…

Aquello era demasiado. Me tenía donde él quería, boqueando contra las cuerdas.

--¿A qué viene ahora tanta insistencia?... ¿Por qué quieres hacerme daño?—solté, haciendo fuerza contra su mano para mantener mi rostro mirando hacia la pared--¿Por qué quieres que te diga que te amo? ¡Déjame en paz!

Se inclinó hacia mí y me besó en la mejilla. Ese fue el beso más dulce que me han dado en mi vida, se lo puedo asegurar.

--¿Tanto daño te hace lo que sientes?

Una lágrima rodó quemándome la piel por encima de su beso. Después otra, y otra. No podía controlarlas. Era como si el nudo que tanto me apretaba en la garganta se hubiera deshecho, con inmenso dolor.

Qué vergüenza. Humillada por mis propias lágrimas. Humillada sólo y únicamente por mí misma, por el fracaso de no poder esconder la verdad que brotaba de mis ojos, por no poder frenar aquel torrente con una presa de hormigón armado.

--Tranquila, bonita—murmuró mi amigo, lamiendo mis lágrimas, curándome las heridas con su amor envenenado—déjalo salir…deja que salga…

--¡Joder!...—sollocé, tratando de esconder mi cara contra la almohada—sí lo siento—cómo deseaba decirlo, como me ahogaba ese tormento—siento amor por ti, Silver, eres un hijo de la grandísima puta.

Me estrechó entre sus brazos y respiró profundamente, con alivio.

--Mi amor…--musitó—Malenita, mi vida…

Se mantuvo unos minutos abrazado a mi respiración, incrustando su cuerpo sobre el mío, agarrándome con inusitada fuerza, su mano izquierda cerrada sobre mi cabeza tirándome del pelo. Le temblaban los brazos.

Sin poder evitarlo, destrozada pero feliz, busqué sus labios de fuego y nos besamos con furia, a golpe de latido, nuestras lenguas entrechocando a pulso como dos espadas batiéndose en duelo para ver quién podía más.

Finalmente se separó de mi boca unos centímetros.

--La segunda cosa que quiero saber es…--murmuró dulcemente, al tiempo que recorría mi cuerpo con la mano que le quedaba libre--… ¿Confías en mí?

Noté como su mano se deslizaba entre mis muslos, y de pronto sentí la dureza de su dedo medio atravesándome el coño, con violencia. Gemí al notarlo allí alojado, quieto, como un objeto inanimado contra las húmedas paredes de mi vagina.

--¿Confías en mí?—repitió, introduciéndome el dedo aún más adentro. Pude notar sus nudillos apretados con fuerza contra mi periné.

Asentí tratando de controlar la respiración.

--No te oigo…--murmuró con los dientes apretados—necesito oírlo…

Con la otra mano tiraba tan fuerte de mi cabello --que aún tenía apresado, enredado entre sus dedos—que sentí como me dolían las raíces y se estiraba la piel de mi frente.

--Sí—me escuché pronunciar, abandonándome al doloroso placer—Confío en ti.

--¿Seguro?—preguntó, pasándose la lengua por los labios.

--¡Sí!—exclamé, moviendo las caderas entorno a su dedo que continuaba clavado en mí, sin moverse.

Por supuesto que confiaba. Quería pedirle a gritos que me diera más, que me lo diera todo, y sabía que él me lo daría…

(Silver, dame más por favor…)

Su dedo me follaba impertérrito mientras él sonreía.

(¡Soy tuya!.. Tuya…)

--Bien—murmuró Silver, sacando su dedo de mis entrañas con suavidad—Entonces levántate, y ven conmigo, mi amor.

Me arrastró de los pelos, tirando de mí hasta hacerme quedar sentada en el borde de la cama. Echó mi cabeza hacia atrás con fuerza, y me mordió el cuello arrancándome un grito de dolor.

--Qué dulce eres…--murmuró, soltando por fin la tenaza de su mano.

Le abracé, y me izó con firmeza para tomarme entre sus brazos. Rodeé sus musculosas caderas con mis piernas, sintiendo su polla dura presionando mis muslos abiertos y mi sexo vacilante.

--Quiero hacerte el amor de la única manera que sé—me dijo, mientras salía del dormitorio conmigo en brazos—de la única manera que deseo… ¿me vas a dejar?

--Sí—respondí contra su hombro, llenándome los pulmones con el sudor de su piel.

Hazme el amor, Silver, como sólo tú sabes. Llévame a tu oscuridad, hazme sufrir. Hazme sentir. Pero, por favor, no vuelvas a marcharte…

Me depositó suavemente sobre el escritorio del pequeño despacho cuyo recuerdo aún se mantenía grabado a fuego en mi mente.

--Sé buena y confía en mí.

Cerré los ojos, entregándome a él sin decir una palabra, mi cuerpo desnudo sobre la pulida superficie de madera.

--No te muevas…--murmuró.

Flexionó mis rodillas con cuidado y las colocó contra mi pecho. Apretó en esa postura mis piernas firmemente con su mano izquierda, sujetando mis rodillas hacia mi mentón. Comencé a sentir que mi agitación inicial daba paso al miedo.

--Mantente en esta posición—dijo, visiblemente excitado—No abras los ojos. Tranquila…

Sentí un sonido rápido y brutal que rasgaba el aire. A continuación noté, con horror, que una tira ancha y rígida me envolvía las piernas, pegándose con furia a mi piel, aferrando mis rodillas contra mis pechos desnudos. Sin poder evitarlo luché contra aquella cosa, pero Silver no me dejó.

--No te muevas. Sé buena.

Echó mis rodillas hacia atrás con mano firme para levantarme el culo de la mesa, y continuó empaquetándome por detrás de la espalda con aquella cosa.

Abrí los ojos y observé con pánico cómo me inmovilizaba en aquella posición con una ancha cinta de embalar, que era lo que mordía mi carne. Yo aún conservaba las manos libres, y forcejeé como pude tratando de arrebatarle la cinta.

Me sujetó firmemente, pero el rollo color marrón satinado resbaló de entre sus dedos y rodó por el suelo hasta la puerta de la habitación.

Sin mediar palabra ni cambiar su gesto me soltó dos sonoras bofetadas que restallaron contra mis húmedas mejillas.

--Malena, no te resistas…--insistió en voz baja, acariciándome inmediatamente la ardiente huella que habían dejado sus cinco dedos en mi rostro—ya casi está…

Con paso lento avanzó hasta donde había caído el rollo de cinta, y se agachó para cogerlo. Yo le observaba con los ojos desorbitados, aún bajo el shock de las bofetadas, muda de espanto y de deseo por él.

--No me hagas daño…--conseguí musitar, tratando de alzar la voz sobre los rasgueos de la cinta al ser estirada.

--Vamos a hacer el amor, Malena, no voy a matarte…—me besó con ternura, terminando por fin de atarme con aquella cosa—No te preocupes. Déjame guiarte hacia tu límite y sobrepásalo conmigo. ¿Recuerdas esa palabra mágica que una vez te hizo sentir segura?

Lobo.

--Sí…--respondí.

--Bien…

Me giró sobre la mesa para atarme las manos a la espalda, también con el mordisco de la cinta de embalar.

--No te la voy a poner muy apretada…--murmuró—es sólo para sujetarte, nada más.

Pero las ataduras dolían…aunque eran más soportables si mantenía mis manos quietas.

--Bien…--murmuró, dando un paso atrás como para observar su obra con mayor perspectiva—si no te mueves, no te dolerá la cinta. ¿Puedes soportarla ahora, relajada?—preguntó.

Bajé los ojos pero no respondí.

--Mi amor, dímelo, ¿está bien? No debería dolerte si estás quieta…

Asentí con la cabeza.

Me tomó en brazos de nuevo, yo un trozo de carne inerte a su merced, con las piernas atadas al pecho, la cinta abrazando fuerte mis rodillas girando por debajo de mis brazos y mis manos atadas a la espalda, con los codos ligeramente flexionados, mis dedos rozando el inicio de mis nalgas.

Me depositó en el suelo, boca arriba. Mis tobillos se clavaban en la parte posterior de mis muslos y la cinta tiraba de mis rodillas hacia mi barbilla, dejando expuesto mi coño ante él. Esa tracción estiraba la piel que rodeaba mi vagina y me puso inmediatamente cachonda. Cachonda, pero con miedo. Más cachonda que nunca, en consecuencia.

Se agachó a mi lado.

--Tranquila…--murmuró, acariciándome con los dedos mi desbocado pecho que se agitaba contra la cinta en cada respiración—pareces un pajarito…

Deslizó su mano por fin en mi entrepierna enrojecida, latente de deseo. Comenzó a mover las puntas de sus dedos dentro de mí, rozando mi erecto clítoris, haciéndome mojar como una cerda sobre el suelo de madera.

--Mi amor, cómo me gusta acariciarte…--susurró, mientras se inclinaba para besarme los párpados cerrados--¿Te gusta a ti?

--…Sí…--respondí con un gemido ronco.

--Me gusta que te guste—sonrió con la boca llena de sexo.

Intenté acomodarme en el suelo a pesar de la cinta, y sentí como ésta me abrazaba con su firme rudeza cuando por fin me relajé del todo, separando mis piernas lo poco que mis ataduras me permitían.

--Mi amor…--murmuró Silver, agitando su dedo cada vez más rápido dentro de mi chochito babeante.

Gemí y me removí como pude, dando pequeños botes con mi culo desnudo sobre el suelo frío, debatiéndome, retorciéndome de gusto. Silver se acariciaba el enhiesto miembro mientras me masturbaba; su polla se erguía orgullosa como un enrojecido y carnoso mástil, como el mango de un hacha de guerra sudando dentro de su puño.

--Mi amor… ¿quieres que te coma un poco el coñito?...—preguntó en mi oreja, su aliento rebotando contra mi pabellón auricular.

--Sí, por favor…--gemí, sintiéndome morir.

--Vale…--murmuró con ternura—pero no voy a dejar que te corras…todavía…

Acto seguido sentí que se colocaba frente a mí y que separaba con suavidad los pliegues de mi empapado chochito. Cerré los ojos y noté su lengua deslizándose despacio dentro de mi raja, de abajo a arriba.

--Ahhhhmmmm…--gemí sin poder evitarlo.

Sus húmedas caricias me transportaban hasta el orgasmo sin remedio.

--No, cariño, no quiero que te corras—dijo con una sonrisa, volviendo a erguirse sobre mi cuerpo—Estás a punto, ¿verdad?

Creí que me correría sin necesidad de que él me tocara, con sólo escuchar su voz.

Me retorcí en el aire por toda respuesta.

Te quiero Silver. Cuánto te quiero…

Me besó la frente, y me hizo girar sobre el lado derecho. A continuación se inclinó y me ayudó a darme la vuelta, quedando yo en precario equilibrio sobre el suelo, encogida de rodillas, la cinta protestando pero aún sujetando férrea mis prietas carnes. Giré el cuello en un ángulo imposible para mirar a Silver, que me observaba desnudo cavilando en silencio.

--No…--reflexionó—en el suelo no.

Mi cuerpo basculó peligrosamente hacia los lados en aquella posición inestable. No tenía las manos para ayudarme, de modo que con un simple desequilibrio caería rodando de nuevo hacia un lado. Silver extendió el brazo para sujetarme colocando su mano firme en mi espalda.

--En el suelo estarás incómoda, y te caerás al primer azote…

Dios mío. Un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo al escuchar aquello. Me entró un pánico delicioso. ¿Qué iba a hacer conmigo ese loco de ojos de acero? ¿Cómo me había dejado yo atar así sin más? Ya era tarde para todo, incluso para pensar en que no podía defenderme…

Rompí a sudar. Mi respiración violenta se expandía contra la cinta.

--Tranquila, bonita—murmuró, tomándome de nuevo en sus brazos y levantándome del suelo—ahora estarás mejor…

Me depositó con cuidado sobre el sillón de cuero negro que nos aguardaba a unos pocos pasos. Colocó mi mentón contra uno de los brazos del sillón—rectangulares y bajos—justo en el borde, obteniendo así un punto de apoyo con mis rodillas hundidas en la mullida tapicería. Mis talones se perdían presionando contra mis muslos y mi culo apuntaba directamente a Silver, que tras acomodarme de esa forma se había colocado detrás de mí, sin dejar de observarme.

--Estás preciosa…--murmuró.

Traté de girar la cabeza sin conseguirlo. Su silueta se hallaba en un ángulo imposible para mí.

--¿Cómo estás?—preguntó, deteniendo sus dedos trémulos sobre mis nalgas--¿Tienes miedo?

--Sí…--conseguí articular.

--No lo tengas…--musitó, su voz suave como una caricia de viento sobre mi piel—voy a coger una cosa.

Sentí que se alejaba unos pasos y se detenía buscando algo por el rincón opuesto de la habitación, detrás de la mesa. Sus movimientos eran invisibles para mí, yo sólo podía escucharlos, sentirlos…

Obtuvo lo que fuera que buscaba y volvió a situarse detrás de mí, sin querer mostrarme aquello que había traído y que, sin lugar a dudas, era una pieza clave para el castigo del que me iba a hacer objeto.

--Malena…--dijo con voz ronca—muerde esto porque voy a azotarte hasta hacerte sangre, hasta rozar tu alma…abre la boca…

Alargó su mano por encima de mi cabeza y sentí sobre mis labios una de sus anchas muñequeras de cuero negro. Separé mis labios presa del terror y me la colocó con suavidad entre los dientes.

--No la sueltes…--murmuró—la vas a necesitar.

Tenía tanta tensión dentro de mí que por fin comprendí que "cagarse encima" no es sólo una frase hecha. Silver había dicho que iba a azotarme…aquello era lo que yo más temía, y lo que más deseaba en el mundo. Ser azotada de nuevo por él.

Sentí que tomaba posiciones detrás de mí y pensé que no iba a andarse con contemplaciones…

Al sentir que lo inevitable iba a ocurrir se me aflojaron de golpe todos los músculos y me abandoné a los temblores que me sobrevenían haciendo que mis carnes se agitaran, igual que si sollozara. Era como si mi cuerpo hubiera decidido que no podía soportar tanto estrés y se desplomase sobre el sofá de cuero, vencido, sabiendo que le esperaba lo peor, sabiendo que iba a sufrir.

Ya no era una niña, joder.

Pero es un castigo de tu amigo, de tu amor. Es doloroso y por eso le amas tanto, porque sabes cuánto te quiere. Y tu culo se muere por sentir otra vez una buena zurra, ¿no es eso?...se muere por sentir esos azotes que caerán sobre él con todo el amor del mundo, hasta matarte de amor y de dolor al mismo tiempo…

Sentí como Silver se agachaba y dejaba algo en el suelo.

--Te veo muy nerviosa, mi niña…--murmuró, adelantándose para besar suavemente mis temblorosas nalgas—te contaré lo que vamos a hacer. Voy a empezar a azotarte con mis manos, despacio; sólo te dolerá al principio, luego desearás que no pare de hacerlo…

Silver jadeaba mientras hablaba, su excitación en el punto culminante distorsionándole la voz.

--Cuando tengas el culo caliente—continuó—y me canse de azotarte con la mano a pelo, probarás una sorpresa…

--¿Una sorpresa?—balbucí, temiéndome lo peor. Al abrir la boca la muñequera de cuero cayó al suelo.

--Oh, mi dulce niña, no temas nada—dijo mientras se adelantaba para recoger el improvisado bocado y me lo colocaba de nuevo entre los dientes—tranquila. Confía en mí.

Me besó la frente y durante un segundo sus ojos se clavaron en los míos. Su mirada intensa y oscura estaba llena de sexo, de secretos, de ternura.

--Me gusta dominarte—murmuró mientras se colocaba de nuevo a mis espaldas, frente a mi trasero—Me gusta tenerte así con el culo al aire, para azotarte a placer, no lo puedo evitar. ¿Te gusta a ti, mi vida?—musitó, acariciándome con dulzura-- ¿Te gusta te domine, mi niña bonita?

No pude contestar a esa pregunta aunque conocía la verdadera respuesta que latía dentro de mí. Dios mío, cómo le quería. Cómo le amaba.

Plasss!!!!

Sin más dilación descargó su mano abierta sobre la raja de mi culo, para cubrir ambas nalgas con ese primer azote. En ese momento sentí tal explosión de sentimientos encontrados que comencé a sollozar, desbordándome de nuevo.

--Tranquila, niña mía, relájate…

Plassssssssss!!!!

El segundo azote se estrelló, haciendo temblar la carne, más seco y con más ganas.

El tercero me hizo golpear la barbilla contra el brazo del sillón, tal era la fuerza.

El calor encendido de mis nalgas hizo que se me mojara el coño, y mientras tanto yo no podía parar de llorar en silencio, estremeciéndome sin voz, con las lágrimas rodando por mis mejillas.

PlaSSSSSS!!

Madre mía, cómo deseaba la fuerza de su mano contra mi chochito húmedo que luchaba por mostrarse, como una flor sonrosada entre mis nalgas.

Me azotó con su mano aumentando poco a poco la fuerza. La azotaina me dolía, pero a partir del quinto palmetazo (cuando la carne de mis nalgas comenzó a emborronarse, quedando insensibilizada) comencé a sentir de verdad los golpes contundentes, más allá de la piel, y me llenó de fuego pensar que estaba marcándome con su mano de amante secreto, con su mano de músico.

A diferencia de otras ocasiones, en esta sí fui contando mientras me zurraba.

Me dio veinte sonoras nalgadas y se paró a tomar aliento, sintiendo yo tras de mí el fuego de su carne y el ritmo incontrolado de su respiración.

--Malenita… ¿cómo estás?—jadeó, alargando una mano para posarla sobre mi culo ardiente.

Gemí al notar el contacto de sus fríos dedos sobre mi piel, recorriendo mi castigado trasero, descendiendo lentamente para acariciar los ingurgitados pliegues de mi hambriento sexo.

--Estás mojadita…--sentí cómo sonreía, aún jadeante por el esfuerzo de azotarme.

Movió los dedos a lo largo de mi raja, separando mis labios, haciéndome estremecer.

--¿Quieres un poco de mi polla?—murmuró con voz ronca.

Levanté el culo unos centímetros, lo máximo que la cinta del demonio me permitía. Le escuché moverse hacia mí, al tiempo que un gemido casi de angustia se escapaba de entre sus labios.

--No te muevas, princesa, ya me encargo yo…--musitó.

Me asió con fuerza por la cintura y me colocó unos centímetros hacia él, centrando mi culo que se había movido contra el respaldo del sillón gracias a la contundencia de los azotes. Hincó una rodilla en el asiento, me sujetó con ambas manos y sin más me metió la polla de golpe. Yo estaba deseando sentirle…

Gemí de placer al notar la rudeza de su rabo dentro de mi coño a explotar. Tenía la polla como una roca. Entró entera hasta los huevos, sin encontrar ninguna resistencia. Movió un poco las caderas hacia los lados, para acomodarla en mis profundidades, refregando su abdomen contra mis escocidas nalgas.

--Mmmmhhhh…--rugió con un quejido largo, casi un lamento, mientras se hundía en mí sin querer empezar a follarme.

Moví mi trasero en torno a su enhiesto miembro, trazando círculos en señal de protesta. Quería que se moviera dentro de mí, me moría por que me follara. Lo necesitaba.

Inmediatamente me satisfizo, comenzando a bombear dentro de mí insinuando pequeños embates, sin querer salirse ni un centímetro de mi vagina, pero con fuerza.

Acogí en mi coño su miembro tieso como una vara y me moví al ritmo de la follada, que iba creciendo a medida que mi amigo se calentaba todavía más. Recuerdo que resollé y gemí, con la muñequera de cuero aprisionada entre los dientes, sintiendo el fuego que se abría paso dentro de mí, mi furioso coño lleno de él, queriendo más. Pidiéndole más.

Y mi amigo me lo daba, y tanto que me lo daba…

Cuando ya me tenía cachonda como una perra, jadeando y babeando contra el brazo de cuero del sillón, salió de mí con brusquedad

"Sigue Silver, por favor, no pares ahora, no seas hijo de puta…" pensé.

Pero escuche cómo respiraba rápidamente, y cómo manipulaba algo con dedos temblorosos a mis espaldas. Gimió de nuevo—no recordaba haberle sentido nunca tan caliente—y comenzó a lubricarme el ano con un líquido fresco y viscoso. Me untó de aquel líquido denso toda la raja de mi culito y la parte interna de mis nalgas, separándolas luego para extenderlo sobre mi agujerito tierno. Lo hacía con prisa, casi con desesperación, metiendo y sacando los dedos con suavidad y premura.

--Hmmm, Malena, cómo tienes el culo…me encanta…

Decía esto mientras sacudía sus caderas contra el aire, lo sé porque yo sentía su glande caliente de cuando en cuando golpeando contra mis muslos y mi trasero, mientras terminaba de lubricarme inclinado sobre mí.

Pensé que me la metería también por el culo, pero…cual no fue mi sorpresa cuando sentí que "algo" rígido pero blando a la vez, con una consistencia como de gelatina semi-dura, me penetraba el ano de golpe; algo que indudablemente no era su polla…

Me enervé porque no me esperaba aquella brusca penetración…pero aquella "cosa" se abrió camino dentro de mí como si mi culo fuera de mantequilla, instalándose dentro, empujada con decisión por la mano de mi amigo.

Mi recto protestó inmediatamente, y me entraron aquellas familiares ganas de defecar que siempre me daban cuando Silver me follaba el culo sin demasiado calentamiento previo…qué placentero era, por dios, sentir que mi ano se dilataba a marchas forzadas para recibir aquello...

Gemí mientras aquella cosa me enculaba, y entonces Silver comenzó a fijar a mis nalgas ese sucedáneo de polla, con más cinta de embalar, para que se mantuviera en su sitio y no se me saliera del culo…

--Relájate, ni niña—dijo recorriendo mi espalda con besos ardientes—así podré penetrarte a gusto mientras te azoto, aunque no sea con mi polla…

Me retorcí, apretando el cuero entre los dientes, comprendiendo que aquella cosa no iba a salir de mí hasta que Silver lo decidiera, más al contrario…entraría más si lo empujaba de alguna manera, destrozándome el culo como un inmenso supositorio pringoso y duro.

Plasssssssssssssssssssss!!!

Sentí de pronto un azotazo contundente, propinado con algo que no era su mano…algo con una superficie plana y amplia que inmediatamente reconocí. La polla ficticia que me penetraba por detrás se hundió bruscamente dentro de mí hasta casi la totalidad de su tamaño, impulsada por aquel golpe con la pala. Contraje mi ano con un grito de dolor y de placer, ambas sensaciones terriblemente intensas.

Plassssssss!

Plassssssssssss!!

Me azotó fuerte, introduciendo cada vez más aquella cosa que mi culo engullía como podía, deteniéndose de vez en cuando para verificar el estado de mi coño deshecho en un mar de jugos calientes que empapaban sus labios palpitantes…

Plassssssss!!

Los golpes de la pala resonaban como disparos por toda la habitación. Pensé en el aspecto que mi pobre culo debería presentar…y me excité el doble.

Empecé a agitarme y a gemir con cada nalgada, rindiéndome a la presión que sentía por tener aquella polla de pega cada vez más profunda dentro del ano.

Silver continuaba rompiéndome el culo sin piedad, acariciándome los colgantes labios de mi coño y frotándome el clítoris cuando se detenía a descansar, murmurando exabruptos y palabras de consuelo. Metía los dedos dentro de mi vagina aún abierta después de la follada, los sacaba, los movía con firmeza y dulzura contra mi centro de placer…cuando notaba que ya me tenía jadeando, gimiendo sin control, culeando desesperada en pos del orgasmo, paraba bruscamente de masturbarme y volvía a la carga con la pala.

--Joder, Malena…--murmuró después de haberme dado otros veinte azotes ininterrumpidos desde la última vez que me acarició—voy a parar un poco…

Supuse que no lo hacía sólo por mí, imaginé que tendría doloridos los músculos del brazo por haber ejercido tanta fuerza.

Introdujo con su mano un poco más adentro el objeto que mi ano había rechazado al contraerse, a pesar de la cinta. No se me había salido, claro, pero no acababa de ajustarse del todo y mi recto pugnaba por vomitarlo…

--¿Te gusta sentir esto dentro del culo?—preguntó, avanzando unos pasos hasta quedar frente a mí, obviando la respuesta.

Entonces levanté la vista y le miré a la cara. Sus mejillas estaban enrojecidas por el esfuerzo, hebras de cabello subían y bajaban al compás de su respiración pegadas a su cuello y clavículas cubiertas de sudor, los ojos negros le brillaban febriles. Por debajo de su abdomen liso y musculoso su polla oscilaba justo encima de mi cabeza, con un tamaño y un grosor que me hicieron pensar que su dueño tenía que estar luchando a brazo partido para no descargarse.

Agarró aquel miembro grueso con fuerza y lo acercó, jadeante, a mi cara. Se inclinó un poco hacia mí y retiró con la otra mano la tira de cuero que aún yo sujetaba entre mis dientes, dejándome la boca libre.

Acercó la muñequera a sus ojos y observó las marcas de mi mordida impresas en el cuero negro cubierto de babas.

--Vaya…--murmuró—Te he pegado fuerte…

Tosí y moví la lengua dentro de mi boca reseca, tratando deliberar la tensión acumulada en mi mandíbula y de quitarme el sabor a cuero mordido.

--Sí…--articulé con voz pastosa.

--Mi amor—murmuró con ternura, golpeando mis labios con su congestionado glande—Chúpame un poquito, para que pueda follarte mejor…

No tuve más que abrir los labios, obediente, para que su polla gorda me llenara la boca, follándomela dulcemente poco a poco. Mi coño se estremeció mientras le comía con ansia, deseando correrse con aquel pedazo de carne dura y húmeda dentro de mi boca.

Silver bombeó sus caderas contra mi cara unas cuantas veces, para luego retirarse y ofrecerme su miembro ante mi boca entreabierta una vez más, pajeándose despacio.

--Lame bien el glande…--me ordenó con dulzura.

Pasé mi lengua por aquel capullo rojo por cuyo orificio emanaban ya pequeñas gotitas de excitación desmedida. Me lo metí en la boca—sólo su glande-- y comencé a mordisquearlo muy suavemente, acariciando con mis dientes su esponjosa y sensible dureza, lo que le arrancó a mi amigo tensos gemidos de placer contenido.

--Mhhhmmmmm…sigue mi amor, sigue…

Succioné su glande suavemente sin dejar de lamerlo, moviendo mi lengua en torno a él con caricias sutiles como mariposas húmedas. El había incrementado un poco el ritmo de su masturbación, masajeando el tronco de su polla por fuera de mi boca, echando para atrás el elástico prepucio con firmes sacudidas.

Sentí lo mucho que le gustaba y mi ano se cerró en torno al consolador—suponía que eso era lo que tenía dentro—, mi coño se movió y vibró ardiente, y mi boca luchó por tragarme aquel miembro entero a pesar del tope de su mano.

--Hmmm…qué hambre tienes…--sonrió mi amigo entre jadeos--¿Te la quieres comer entera otra vez?

Soltó su polla y me clavó hasta la garganta su suave capullo, insistiendo, destrozándome la boca con aquel tronco palpitante surcado de venas.

Oh dios mío, qué placer sentí con aquel rabo por fin completamente dentro de mi boca…

Aferré con mis labios la vacilante piel y retrocedí hacia sus sobrecargadas pelotas, succionándole, mamándole como un niño exige la leche del pecho de su madre. Cuánto le necesitaba…

Quería decir su nombre, pero sólo pude dejar escapar un ronco gemido sin sacarme aquel suculento miembro de la boca.

--Hmmmmm…--gimió a su vez Silver, moviendo sus caderas enloqueciendo de gusto—qué bien me mamas, Malena, que bien…cómo me gusta…

Tras bombear unas cuantas veces dentro de mi boca la sacó de pronto palpitante, a punto de bañarme en ríos de leche caliente.

--No…--murmuró con la voz rota por un quejido—aún no…

Se colocó detrás de mí y volvió a follarme el coño con brutalidad.

--¿Sigues tomando la píldora anticonceptiva?—rugió por encima de sus embestidas, luchando por controlarse--¿Puedo correrme dentro?

--Puedes…--respondí, a punto de desmayarme de placer con aquella doble penetración, sintiendo una polla estática dentro del culo y otra real, de carne y hueso, follándome el coño a un ritmo desenfrenado.

--Joder…--gruñó Silver entre dientes—qué buen coño tienes, Malenita…Hmmmmmmm…

¡Bum!, ¡Bum!, ¡Bum!

Me follaba y me llenaba el coño de su polla cada vez con más fuerza, cada vez más rápido, como si quisiera romperme por la mitad. Pronto pareció que eran únicamente sus caderas las que marcaban aquel ritmo desenfrenado, y no él…

--Me voy a correr, Malena…

Casi me corro yo al escucharle por fin aquella frase sacada del fondo de su garganta.

Me atrajo hacia sí con todas sus fuerzas y se incrustó contra mí, moviéndose frenético, como un animal.

--Me corro, mi niña…

Me sacudí contra él deseando sentir su orgasmo dentro de mí.

Echó la cabeza hacia atrás y gritó, llenándome al fin el coño con su semen, inundándome de la leche ardiente que tanto deseaba.

--hmmmmmmm…--gemí contra el cuero del sillón, babeándolo.

Cómo me gustaba la polla de Silver…

Nota de la autora:

Este encuentro sexual entre Malena y Silver no ha terminado, como se podrá suponer. Aguardan todavía muchas cosas por hacer aparte de las que aparecen en estas diecinueve páginas…Así que, sin salir de la Cueva del Lobo, nuevas situaciones podrán ser leídas en el capítulo siguiente, si los lectores que siguen esta historia mantienen su expectación hasta la próxima entrega…Muchas gracias a todos!

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