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El Gran Juego II: En la guarida del monstruo

en Grandes Relatos

--¿Qué es eso?—preguntó de pronto Eva, tras unos minutos de silencio, señalando con una inclinación de cabeza la baraja de cartas que Nayat se había ocupado de dejar sobre la mesa, bien al alcance de su vista.

--¿Qué es qué?—preguntó él enarcando las cejas, fingiendo que la pregunta le pillaba de sopetón.

Por supuesto, el depredador sabía perfectamente a qué se estaba refiriendo su pobre víctima. Ya le parecía que había tardado Eva en formular la deseada pregunta…

Llevaban hablando más de una hora de reloj, apoltronados en el cómodo sofá de cuero negro, juntos, pero sin atreverse a acercarse demasiado todavía. Las chispas de deseo que emanaban del cuerpo de Eva, sin embargo, eran demasiado evidentes hasta para ella misma…

--Eso…--repitió Eva, alargando la mano hacia la extraña baraja, que dios sabía por qué la atraía como si fuera un imán--¿qué es?

--Vaya…--sonrió Nayat, entornando sus ojos color esmeralda y tratando de disimular la chispa que había en ellos—no te gustaría saberlo, créeme…

Eva echó la cabeza hacia atrás y soltó una risotada desproporcionada de la que se arrepintió al instante. Iba ya por la segunda cerveza, y comenzaba a acusar la desinhibición que el alcohol provoca en alguien que no suele beber.

Pero Nayat se sonrió a su vez casi con ternura. Le gustaba verla reír, descontrolar un poco…le animaba pensar que Eva comenzaba a soltarse. Su olor también se iba liberando, lanzándole oleadas a través del dulce sudor…oleadas directas a sus ya dilatadas fosas nasales. Contuvo durante un segundo la respiración para no marearse a fuerza de aspirar esa flor de olores que le llegó desde el aliento de la joven cuando ésta rió…un hálito a sequedad de labios, a cerveza enrarecida, a cálida ausencia de besos.

Eva se tapó la boca como si le hubiera leído el pensamiento, o el ansia en la mirada…

--¿No me gustaría saberlo?—le parafraseó sofocando una risita.

Nayat sacudió la cabeza sin dejar de sonreír. Por supuesto no había bebido una gota de alcohol, pero le venía bien hacerse el distraído. Lo que velaba sus ojos no era precisamente una borrachera incipiente…

Se acercó levemente a Eva, reptando con su brazo hasta casi rozar su mejilla con las puntas de los dedos, mientras mantenía fija en los ojos de la mujer su mirada cristalina. Se llenó las hambrientas pupilas con el gesto expectante de la joven…no quería dejar escapar ni una sola gota de incertidumbre.

--Es…una baraja de cartas—dijo paladeando las palabras, saboreando el momento.

Eva le miró sin comprender.

--¿Y qué tiene eso de malo?—preguntó—quiero decir… ¿por qué dices que no me gustaría saber lo que es?...

--Es que no te gustaría—respondió Nayat despacio, enseñando levemente los dientes sin poder evitarlo. Eva tembló imperceptiblemente, sus pestañas agitadas como el aleteo de una mariposa. ¿Por qué demonios le excitaba tanto ese gesto?—Es una baraja muy especial…

--¿Ah, sí?

La mujer, cansada tras la dura jornada, se arrellanó en el sofá como dispuesta a escuchar una gran historia.

--Sí—concluyó Nayat—pero olvídala…hemos venido aquí a pasar un rato agradable, no a hablar de viejas reliquias…

Era cierto. En realidad Eva había ido cogiendo la costumbre de “desahogarse” de alguna manera con Nayat… se sentía habitualmente tan a gusto con él que, sin querer, había ido descubriéndose, mostrándole poco a poco lo que había debajo de esa capa de óxido que cubría su vida, casi desnudándole el alma a su pesar, durante aquellos interminables paseos a la luz de la luna…ya era hora de pasar un buen rato distendido y comportarse como presuntos “amigos”…

Ni siquiera llevaba ya a Bundi a los paseos, pues se lo había devuelto a su hermana ya tiempo atrás. Pero eso era lo de menos. Habían seguido “encontrándose” durante casi catorce lunas, tiempo que al parecer había sido suficiente para conocerse “un poco”…caminando juntos, consolándose incluso mutuamente de las pequeñas miserias cotidianas.

”Te veo un poco triste…” le había dicho él aquella noche. Y la verdad no había podido estar más acertado: Eva había tenido un día aciago en el trabajo. “¿te parece que nos tomemos unas cervezas y nos animemos?...la noche no tiene por qué terminar ahora…”

“La noche no tiene por qué terminar ahora”.

¡Bang! Esa frase había sonado como una detonación en el cerebro de Eva, y al oírla supo que estaba decidida antes de asentir, con gesto perdido, ante la anhelante mirada de Nayat. Le hubiera sido del todo imposible negarse a aquella sonrisa llena de vagas promesas…

¡Cómo había visto Nayat la brecha abierta en sus flaqueza, cómo había sabido aprovecharse de su debilidad!...y ella no hubiera esperado menos de él…

De modo que había accedido, lanzándose prácticamente con los ojos cerrados, y le había seguido hasta su casa, con el alma tierna en un puño.

Tremendo error, tal vez.

O quizá no.

Pero Eva estaba segura de que, de no haberlo hecho, se hubiera arrepentido toda su vida. Porque desde el principio había intuido que aquella noche pasaría algo, algo especial. Algo grande.

Y en aquel momento, allí sentada en ese sofá, junto a aquel chico encantador al que ya no se atrevía a mirar a la cara por miedo a que sus propios ojos tradujeran su deseo, llena de confusión, deseaba huir tanto como permanecer en aquel limbo eternamente.

--¿No vas a explicarme por qué es una baraja diferente?—preguntó, a punto de asir el mazo de cartas, tratando de proseguir con un tema banal. Aún no podía mirarle…su rostro se había ruborizado pesando en las largas noches de masturbaciones a solas a las que ya hasta se había acostumbrado. Cuántos orgasmos le había regalado a Nayat, sin él saberlo…

El chico frenó como un rayo el brazo de Eva, sujetándola por la muñeca. Ella le miró con extrañeza, apabullada por ese rápido movimiento. ¿Qué podía tener aquel objeto de importante?

--Vaya…--protestó, tratando tímidamente de zafarse.

Pero la mano de Nayat continuaba firme, cerrada en torno a su carne, inmovilizándola sin apretar. Sintió los fríos dedos del muchacho deslizarse distraídamente sobre su piel--¡joder!...tenía las manos heladas…--y una corriente de energía recorrió su cuerpo, haciéndola estremecer.

--No la toques…--murmuró este suavemente, inclinándose hacia Eva para mirarla más de cerca.

--¿Estás de coña, no?—sonrió esta, nerviosa por la repentina proximidad.

--No—respondió sucintamente Nayat—si tocas estas cartas, se impregnarán de ti al instante, y tendrás que jugar…

Eva se echó a reír y Nayat la contempló divertido.

--Es verdad…--añadió—por ridículo que te parezca… es una larga historia la de esta baraja. Se llama “El Gran Juego”…

Con la sola mención de aquel nombre, Nayat se excitó tan bruscamente que tuvo que morderse con fuerza el labio inferior. Disimulando el esperado dolor que le sacaría de su trance, aflojó la presión en torno a la muñeca de Eva, y tomó la lánguida mano de la chica entre las suyas.

“Tranquilo, tranquilo”…se obligó a repetirse a sí mismo, igual que si tratara de calmar a un caballo de carreras, reprimiéndose para no abrir la boca cuando con horror comprobó que por impulso había llevado la mano de Eva directamente hasta sus labios.

Eva se estremeció al sentir el cálido aliento de Nayat, y el súbito roce húmedo de la carnosa sonrisa del muchacho sobre la piel de sus nudillos. Aterrada, cerró bruscamente las piernas mientras un suspiro de energía contenida se escapaba de su boca entreabierta…

Nayat estaba muy cerca. Demasiado cerca.

Sin poder controlarse, el joven se inclinó sobre aquella dulce mano que permanecía laxa, paralizada entre las suyas, y la besó levemente. Justo en la palma. Un suave beso que se perdió al instante, pero que quedó grabado como una marca de fuego en la piel.

El cuerpo de Eva respondió con una sacudida imperceptible que fue como un temblor de tierra ante los ojos de Nayat, entrenados para distinguir las oscuridades del alma. Los músculos de la mujer se tensaron y su piel se erizó. Los pezones se endurecieron bajo la tela de la camiseta que llevaba, y todo su cuerpo comenzó a desprender un súbito calor que hizo que rompiera a sudar. Nayat retrocedió unos centímetros, golpeado por ese aroma que le volvía loco hasta el punto de marearle…

La mano de Eva se escurría húmeda entre sus dedos, palpitante.

--Pero…--murmuró ésta desesperadamente, dejando escapar un tenue jadeo, luchando en vano por parecer tranquila--¿por qué no puedo tocarla?...quiero decir…aunque tuviéramos que jugar… ¿qué tendría eso de malo?

Nayat llevó despacio la mano de la chica hasta sus propios muslos, y la posó allí, sobre la tela gastada de sus vaqueros, sin soltarla.

--No te gustaría jugar, créeme—reiteró, mirándola directamente a los ojos con un destello fulgurante —es un juego peligroso…

--¿Por qué?—preguntó esta en un susurro, atrapada en el resplandor verde de aquellos ojos, sin poder escapar de ellos.

Nayat soltó la mano de la chica suavemente, y se irguió despacio.

--Espera aquí un momento—murmuró—voy a traerte una cosa para que lo comprendas mejor…y para que veas que voy en serio…

Paradójicamente, le guiñó un ojo con gesto cómplice y se volvió hacia la estantería que había a pocos pasos del sofá. Rebuscó entre algunos libros, apartándolos de su camino con soltura, y extrajo un objeto rectangular de tamaño mediano.

--Mira…--dijo, sentándose de nuevo junto a Eva con aquel nuevo elemento entre las manos.

Se trataba de una caja. Una especie de pequeño arcón de madera oscura, sencillo, sin ningún grabado que llamase la atención. Nayat deslizó con el dedo el pequeño cierre color cobre hacia un lado, y, sin querer mostrarle aún a Eva el contenido de la caja, extrajo un pequeño doblez de papel de dentro del cofrecito.

Sin poder evitarlo, el muchacho cerró los ojos por un instante. Cómo le gustaba ese olor a madera de nuevo profanada…el olor del húmedo interior de la caja, tanto tiempo enrarecido, que sin embargo parecía conservar la magia que dormía oculta dentro de ella, siempre a la espera…olor a tiempo, a flor de tumba. Aroma eterno.

Desplegó lentamente la hoja de papel ante la mirada expectante de la joven. A diferencia del recipiente donde se guardaba, aquel fragmento sí que parecía antiguo; amarillento, reblandecido y de bordes rizados, casi translúcido… quizás algo manoseado, como si lo hubieran doblado y desdoblado muchas veces. A través de la delgada lámina, Eva pudo distinguir el reverso de una abigarrada escritura dispuesta en finas líneas con trazo firme, como rasgando el papel de lado a lado.

Eva contempló en silencio al joven mientras éste recorría con los ojos lo que había ahí escrito. Bebió un trago de su cerveza y se refugió en una esquina del sofá, preguntándose a qué se debería la sonrisa nostálgica que asomaba en el rostro de Nayat, a medida que este leía…

--Toma, mira esto—sonrió por fin el joven, levantando la vista y tendiéndole el suave papel.

Eva alargó la mano hacia el muchacho. Ni se le pasó por la cabeza que Nayat sabía muy bien lo que hacía cuando le ofrecía ese papel…

Casi se le resbaló la fina hoja de entre los dedos, cuando de nuevo sintió la oleada eléctrica del contacto del joven. La piel de Nayat, pálida y suave, parecía besar la suya dulcemente en cada roce…

Examinó de cerca la hoja de papel. No cabía duda, las líneas estaban escritas a mano. Los trazos firmes se rizaban sobre sí mismos, hasta el punto de formar espirales con los pies de las jotas, pes y ges. Incluso esos “tirabuzones” se enlazaban unos con otros, en algunos puntos del escrito, creando un entramado de rabitos que parecía una madeja de huracanes.

--Vaya… ¿quién ha escrito esto?--preguntó, maravillada por la impecable ejecución de la escritura.

--Leelo…--murmuró sucintamente Nayat, esbozando una enigmática sonrisa. Sus labios se curvaron, más rojos que de costumbre (como si la sangre afluyera de golpe a ellos, rellenándolos y tensándolos de pronto) en una mueca de impaciencia que Eva no pudo ver, concentrada como estaba en el texto.

“EL GRAN JUEGO”

Leyó en voz baja, conteniendo la respiración. Bajo este título, frunció los ojos ante una frase ininteligible.

ק. מ.י. אמור פארדאר דאספא? S של ט.י., כל של לוס אנג'לס מאארט

--¿Qué significa?—preguntó a Nayat, señalando aquella primera línea con el dedo.

--Ah…--el chico sonrió, como si hubiera olvidado comentarle un pequeño detalle—bueno, es una frase en arameo antiguo…significa algo como “Que mi amor perdure siempre, incluso después de ti, más allá de tu piel; más allá de la muerte”.

El viento silbó contra la ventana y una ráfaga de aire se estrelló contra el cristal, casi con violencia. Fuera, el frío cielo nocturno que se cernía sobre ellos, tachonado de estrellas como diamantes helados, era lo único que permanecía inmóvil, sin sucumbir al arrastre del viento.

--Vaya…--Eva sonrió a su vez, bajando los ojos algo nerviosa—No sé si decir que me encanta esa frase…o que me asusta…

--Es bonito—repuso Nayat al instante, sin dejar de sonreír. Y, con una aparente naturalidad que derrumbó de golpe las defensas de Eva, atrajo hacia él el mentón de ella con las yemas de los dedos, y la besó en la mejilla. Fue un beso dulce y tenue, los labios detenidos sobre la piel por un instante. Un beso como la muerte de un pájaro, como la llama de una vela a punto de extinguirse.

--“Que mi amor perdure siempre, incluso después de ti, más allá de tu piel; más allá de la muerte”—repitió en un hilo de voz, muy cerca del oído de la joven—…esa es la frase con la que se inicia el juego. Es una especie de trato, de juramento entre los jugadores…Pero tranquila, sólo funciona si tú estás de acuerdo conmigo…o vaya, con quien decidieras jugar.

--¿De acuerdo en qué?—preguntó Eva, retrocediendo ligeramente, sin poder apartar la vista de aquellos labios suaves y turgentes.

Nayat inclinó ligeramente la cabeza y su boca se expandió en una amplia sonrisa.

--Es igual. Tú sigue leyendo.

EL GRAN JUEGO

Retomó Eva, obedientemente, en voz alta. No podía negar que todo aquello, aunque le resultaba extraño, le producía una enorme curiosidad…

CÓMO JUGAR:

Simplemente hay que aceptar la ley de cada carta. El resto depende tan solo de la suerte.

Los palos:

OROS: La raíz de los poderes de la tierra. El cuerpo, la permanencia. Lo real. Lo físico.

COPAS: La raíz de los poderes del agua. El corazón, la emoción, la promesa. Lo imaginario. La boca, los orificios, lo femenino.

ESPADAS: La raíz de los poderes del aire. La mente, la palabra. El dolor.

BASTOS: La raíz de los poderes del fuego. El alma. El instinto, el deseo. La pasión. La vara, lo masculino.

Eva respiró hondo antes de proseguir.

--Vaya, nunca había pensado en una baraja de esta forma…

Nayat se pasó la lengua por los labios, en un gesto imperceptible de hambre canina.

--¿No te suena de nada?—inquirió con una media sonrisa.

--No…—respondió Eva--¿a qué tendría que sonarme?

Nayat la miró en silencio durante algunos instantes.

--Muchas barajas de Tarot se rigen por estos mismos principios…los arcanos menores, que son como cartas normales.

Eva se encogió ligeramente de hombros.

--Pues no sé…no sé mucho de Tarot, la verdad…--respondió dubitativa—mi prima tenía una baraja Tarot, pero…siempre he pensado que era una gilipollez…

Nayat rió con ganas.

--¿Ah sí? Pues no lo es…créeme…

--No creo que en unas cartas se pueda ver el futuro--sentenció Eva, sorprendida de que aquel chico creyera de pronto en esas cosas.

Nayat suspiró largamente.

--El futuro es siempre incierto…--sonrió, aunque sus ojos mostraron por un momento un brillo acerado—pero sí se puede “leer” el presente…y el pasado también.

--Vaya…--rió Eva. Estaba descubriendo una afición interesante, al parecer, de ese chico tan extraño—pues algún día podrías enseñarme…a “leer” en las cartas…

--¿Enseñarte?—repuso Nayat—claro, cuando tú quieras…--le guiñó un ojo con alevosía--pero esto no es un Tarot, aunque puede que la raíz sea la misma. Tú continúa leyendo…ya verás.

--¿En voz alta?—preguntó Eva.

--Sí…--asintió el muchacho con los ojos entornados—me gusta escucharte…

La mujer sonrió, sintiéndose halagada de alguna manera.

--De acuerdo…

La numerología

Prosiguió.

AS: El que guía. El que lleva. El que maneja la situación.

DOS: Todo aquello que es mutuo. Dual.

TRES: Una petición de ella.

CUATRO: Una petición de él.

CINCO: El beso. La boca.

SEIS: La caricia infinita.

SIETE: Algo mágico. La postura.

OCHO: la noche en la que todo termina.

NUEVE: Hasta el final de ella.

DIEZ: Hasta el final de él.

A Eva le tembló la voz cuando leyó las últimas líneas.

--Vaya con el jueguecito…--masculló, sin saber qué se esperaba de ella después de haber leído todo aquello.

--Sí…--murmuró Nayat, disipando sus miedos de golpe con una inquietante sonrisa. El aleteo de temor en los ojos de Eva fue sustituido por una llama mucho más potente.

--“El beso”, “la caricia infinita”…--citó Eva con un hilo de voz, sus palabras mecidas por el aire nocturno que se agitaba tras la ventana—“la noche donde todo termina”… ¿qué significa eso, por cierto?

El joven echó el blanco cuello hacia atrás y rió meneando la cabeza.

--Es una forma poética de referirse al ano…--dijo a modo de respuesta, y apretó los dientes. Se preguntó cómo se tomaría Eva aquella aclaración.

--Ahm…--murmuró ésta, procesando la información en su mente—Es cierto…allí “termina todo”…como en una cloaca…

Se echó a reír sin controlar sus nervios. No estaba del todo segura de a dónde quería llegar con aquello pero estaba claro que aquel juego era…tenía…una carga sexual tremenda.

--Es cierto—sonrió Nayat, encogiéndose levemente de hombros—ahí termina todo. Es una curiosa forma de decirlo. Pero más que una cloaca yo diría que es…la desembocadura de un río.

Eva estalló de nuevo en carcajadas, emborronada su risa por la cerveza. No estaba borracha, pero lo cierto es que hubiera deseado estarlo…para no tener tanto pudor. No se sentía preparada para escuchar de la boca de Nayat cosas de ese tipo…relativas al ano, o al sexo, por ejemplo.

--Sin embargo, se puede disfrutar bastante por esa vía en las relaciones sexuales…--comentó de pronto el muchacho, con arrojo. Fijó su mirada verde en los ojos de Eva y se mantuvo allí, unos segundos, como un león dispuesto a saltar sobre su víctima--¿no crees?

Eva se llevó inmediatamente la botella a la boca, pero sólo unas pocas gotas resbalaron por el cuello grueso y cristalino hasta su garganta. Carraspeó tratando de conservar la calma, y se armó de valor para responder a Nayat.

--¿Por esa vía?—no estaba segura de haberle entendido bien---¿por el culo, dices?

Nayat asintió dejando escapar una risa ligeramente jadeante. Le alegró sobremanera—a la par que le excitó—que Eva hubiera utilizado directamente la palabra “culo”, y no expresiones o eufemismos como “por detrás”, por ejemplo.

--Sí—confirmó—exacto. ¿Tú disfrutas de tu culo, Eva?

La mujer se puso roja inmediatamente. ¿Qué pregunta era aquella? Claro que no disfrutaba de su culo…y lo cierto era que deseaba decírselo a Nayat—¡lo que faltaba!--, pero qué demonios le importaba eso a él…

--¿Qué tipo de pregunta es esa?—murmuró sin acritud.

--Una pregunta como cualquier otra—respondió Nayat, sin dejar de sonreír—pero si no quieres contestarla, lo entiendo…

--Un poco fuerte la preguntita…--murmuró Eva. Aunque parecía algo escandalizada, se notaba que quería profundizar en el tema.

--Bueno—sonrió Nayat—ya no estamos en horario infantil…

Eva se encogió de hombros.

--Tienes razón—asintió con una sonrisa peligrosa. “De perdidos al río”, pensó—pues no, la verdad es que pocas veces he practicado…ese tipo de sexo… y disfrutar, lo que se dice disfrutar cuando lo he hecho…tampoco.

--Vaya, pensé que no responderías…—sonrió Nayat—Pues es una pena…

--No disfrutar de… ¿“eso”?

--Claro…

“¿Vas a demostrármelo tú?” le hubiera gustado preguntarle a aquella hermosa criatura, a bocajarro.

--No sé…--murmuró dubitativa, en lugar de dar voz a aquellos pensamientos.

--Créeme—asintió Nayat con vehemencia—no hay nada como el sexo anal bien hecho…si no lo has disfrutado, es porque estabas nerviosa o porque no te lo han hecho bien…

Eva reflexionó un instante.

--O por las dos cosas…--musitó, ahogando ciertos recuerdos en su mente.

--O por las dos cosas, sí—concedió el muchacho. La llama verde de sus ojos centelleaba a cada palabra que decía.

--La verdad es que alguna vez me gustaría probarlo…--aventuró Eva—probarlo con alguien que “sepa”, no sé…sin prisa…

Nayat la miró fijamente durante un instante y lanzó una bola de fuego verde directamente a los ojos de la pobre mujer.

--Pues prueba conmigo…--soltó de pronto, con una sonrisa de oreja a oreja—no te compliques más la vida…

--¡Ja!—rió Eva, enrojeciendo como un farol, desechando la frase con un gesto como si quisiera devolver una pelota en un partido de tenis—espero que eso sea una broma…

--Vaya…--sonrió Nayat--¿Tan desagradable te resulto?

--Qué cabrón eres…--rió Eva nerviosa, temblando de la cabeza a los pies. Desde hacía ya horas se sentía a merced de aquel muchacho, y eso la excitaba…y la hacía sentirse fatal al mismo tiempo. Agitada, no podía sino reír de puro nervio.

Nayat observaba divertido cada una de sus maniobras evasivas.

--Pues por tu gesto parece que te lo tomaste en serio…

--No estás muy acostumbrado a que te digan que no, ¿verdad?—preguntó Eva, destruyendo la distancia que les separaba al levantar la mirada de nuevo hacia él, haciendo acopio de valentía. No iba a dejar que Nayat le ganara terreno solo porque tenía morro…le horrorizaba mostrarse como una mujer “fácil”…

Una mujer fácil. ¿Qué coño es una mujer fácil? ¿Qué mierda es esa?...esa mierda tiene un nombre, Eva: castración.

Nayat soltó una carcajada limpia como una catarata cristalina.

--Cuento con el “no” de antemano…--respondió con ojos juguetones—pero tengo que tirar la cuerda…a ver si agarra…compréndeme.

Eva rió a su vez.

--Ya, claro…

“Y sí, la verdad es que me encantaría darte por el culito hasta correrme…” pensó Nayat al instante. Tuvo que apretar los dientes cuando aquella frase cruzó su mente como un relámpago “y creo que a ti también te gustaría que lo hiciera…”

--Bueno…sigue leyendo—la conminó con voz ronca—ya que has empezado, termina, ¿no?...te falta lo más importante…

Eva suspiró. Un par de líneas aguardaban aún al final del texto.

Algo ruborizada por el cruce de miradas que acababa de mantener con Nayat, refugió de nuevo los ojos en el trozo de papel…

Las Figuras

Prosiguió leyendo. Un ligero temblor se apoderó de su voz cuando una tórrida escena de sexo anal con aquel chico nubló su mente.

Una figura aleatoria para ella, otra para él. Una figura que representará a los jugadores en cada tirada. Una figura que será la esencia respectiva de ambos…

REINA (ella):

De espadas: La diosa.

De copas: La amante.

De oros: La esclava.

De bastos: La zorra.

REY (él):

De copas: El ángel.

De oros: El sometido.

De espadas: El dominador.

De bastos: La bestia.

Respiró hondo tras leer aquellas líneas y guardó silencio. El corazón le latía a mil por hora, desbocado entre las costillas.

--¿Qué?—preguntó Nayat desde su esquina en el sofá, sus huesudos miembros balanceándose expectantes con laxitud--¿qué te parece?

--No sé…--murmuró Eva sin despegar los ojos de la caprichosa caligrafía—esto es un poco raro… ¿la esclava?... ¿La zorra?...

--Bueno—se apresuró Nayat a explicar—en realidad la palabra “zorra” no tiene el mismo significado que manejamos hoy en día…

Eva le miró sin comprender demasiado.

--Quiero decir—carraspeó Nayat—Te explico para no dar lugar a malos entendidos: la zorra se refiere al animal, al instinto. “La zorra” del Gran Juego es la mujer que disfruta abiertamente, gozando sin inhibiciones del inmenso placer que se le brinda. No piensa en nada, solo se revuelca, gime, se retuerce, grita…sólo disfruta. Chapotea en el sexo como lo haría un animal, sin preguntarse si lo que hace es “adecuado” o no… ¿me entiendes?

Eva asintió y una leve sonrisa asomó a sus labios.

--Vaya con la zorra…--murmuró—esa debe de ser la mejor carta…

Nayat rió, aliviado. En el fondo temía que Eva se tomara a mal todo aquello…al fin y al cabo, por mucho que ella mostrara un deseo casi palpable por propiciar un encuentro, parecía una mujer sensible que tal vez pudiera sentirse…¿ofendida?...¿insultada?

--Sí—admitió—es una buena carta…pero todas lo son, de algún modo… ¿no crees?

--Hmm…--Eva frunció el ceño, reflexiva—es posible. Pero si dices que “todas las cartas son buenas”… ¿por qué es tan malo jugar a este juego?

Dios mío. “Porque se supone que al final del juego tengo que matarte…” pensó Nayat. Pero por supuesto no se lo dijo…

--Hombre, no se trata de que sea malo…--respondió midiendo las palabras, intentando no mentir—simplemente, es un juego muy especial…no ibas a jugar a esto con cualquiera, ¿verdad?

Qué listo era el hijo puta.

--No, con cualquiera no…--admitió Eva. No sabía dónde meterse para que no se le notara lo que en realidad estaba pensando…

--Claro—asintió Nayat—a eso me refería.

--¿Tú jugarías conmigo?—lanzó de pronto Eva, sin previo aviso. Lo dijo sin mirarle ni siquiera, con aparente distracción.

Nayat la contempló unos segundos con los ojos como platos.

--Es una pregunta hipotética…--se apresuró a aclarar la mujer, sofocando un nuevo acceso de risa nerviosa.

El muchacho se aproximó unos centímetros. Pareció crecer ante los ojos de ella, los anchos pectorales expandidos por la fuerte respiración.

--A diferencia de ti, yo sí voy en serio—murmuró con una sonrisa burlona, saboreando cada palabra—y sí, sí jugaría. Siempre que tú estuvieras dispuesta a jugar, claro…

“Ahora es el momento de levantarse, de salir de aquí como sea” pensó la parte racional de Eva. “¿Qué estás diciendo?” se disparó automáticamente su otra parte, la del deseo contenido, la que hacía temblar cada centímetro de piel “¿para qué has venido entonces? Ahora es el momento de cerrar los ojos y dejarse ir…de dejar que ocurra…” “¿Qué ocurra qué?”…”Pues lo que sea…lo que tenga que ocurrir”…

--¿Y tú, Eva?—inquirió Nayat en un susurro, sin querer acercarse demasiado. Ese olor a hembra encelada le estaba poniendo malo. Tenía que mantenerse a distancia para no saltar sobre aquel latido, lleno y rápido, rotundo como los tambores del apocalipsis…COCÓM, COCÓM, COCÓM…--¿Jugarías conmigo?

Un silencio denso como la niebla se creó entre ambos, cargando el poco espacio que separaba sus rostros de electricidad.

El cuerpo de Nayat se había tensado como un arco, en espera de una chispa a punto de saltar…

--Pues…no estoy segura…--respondió la mujer al fin. Sus palabras quedaron unos segundos flotando en el aire, como hilos de pensamiento corpóreo.

--¿Te gustaría?—preguntó Nayat, repentinamente serio.

Eva se rindió y fue al encuentro de los ojos de aquel hombre, que atravesaban su carne en busca de algo durante mucho tiempo dormido.

--Bueno…--murmuró, sintiéndose casi vencida—sí, tal vez me gustaría. Pero…también me daría miedo…

Nayat se aproximó a la frágil mujer, casi pegándose a ella, y pasó un brazo por detrás de sus hombros, enroscándose como una serpiente.

--Miedo…--masticó la palabra, insinuando de nuevo esa sonrisa en su boca demasiado grande, luchando denodadamente por ocultar sus caninos que ya comenzaban a insinuarse.

Eva sintió que flaqueaba entre los brazos de aquel hombre. No podría resistirse mucho más al magnetismo de esos labios si los seguía teniendo tan cerca…La respiración de Nayat casi rebotaba en su propio rostro.

--Sí…miedo.--asintió imperceptiblemente, bajando la mirada.

--¿A qué?—musitó él, rozando la despejada frente con la turgencia de sus labios.

--No lo sé…

Ahí la tenía. Sin muralla, sin armas. Indefensa a su total disposición. Decidió recrearse unos instantes en aquella deliciosa tensión…

--¿Tienes miedo a que te haga daño?—retomó en un susurro junto al oído de la mujer, la voz entrecortada por el deseo.

Eva no sabía muy bien qué le estaba ocurriendo, por qué no podía negarse a todo aquello. Sus manos se deslizaron nerviosas sobre la tapicería de el sofá, como tratando de liberar energía o de buscar algo donde agarrarse. Nayat alargó el brazo rápidamente y las contuvo entre las suyas, sintiendo la huella del acelerado pulso de ella contra su piel.

La mujer, bella por el incierto temor, se giró y le dio la espalda.

--No me quieres mirar…--musitó él.

Ella sintió tanta tensión de pronto que tuvo ganas de llorar.

--Déjame…--se le quebró la voz en una mentira.

--No voy a hacerte daño…

La voz de Nayat era verdadera música. ¿Por qué tenía ese poder de viajar dentro de ella? ¿Por qué sabía en cada momento lo que necesitaba oír?

--Eva, mírame—insistió con dulce firmeza—quiero ver tus bonitos ojos…

--No…--rechazó esta, clavando la mirada en la esquina contraria.

--¿Por qué?—preguntó Nayat suavemente.

Eva jadeó, presa de su propia ansiedad.

--Porque si te miro…querré besarte…--admitió al fin, terriblemente contrariada.

Para la frágil Eva fue espantoso escucharse a sí misma decir aquello.

Sintió cómo se curvaba la boca de Nayat en una amplia sonrisa, por encima de su hombro.

--Pues adelante…--dijo éste con un hilo de voz.

Eva sacudió la cabeza con cierta brusquedad.

--No…

--¿Por qué no?

--No puedo…déjame en paz.

--Te dejaría en paz si hubieras dicho “no quiero”…--respondió Nayat como un rayo, estrechándola lentamente contra sí, cada vez más cerca.

--No puedo…--casi gimió Eva, encogiéndose sobre sí misma. Estaba muerta de miedo…

Nayat la abrazó entonces con todo su cuerpo, cubriendo la espalda de ella con su torso cuyos músculos se agitaban por debajo de la fina camiseta, gracias a la excitación largo tiempo acumulada. Inclinó la cabeza y apoyó la barbilla en la curva de aquel hermoso y palpitante cuello.

--Vale…--rezongó al oído de Eva, aturdido por el olor de su piel—deja que te bese yo entonces…

Y antes de que la pobre mujer pudiera replicar, le lamió la oreja por impulso, casi con violencia. Eva tembló al sentir sobre su piel aquella brusca lengua, húmeda de fuego. Sin poder evitarlo separó ligeramente las piernas y se recostó contra Nayat.

--¿Te gusta?—murmuró éste, presionando delicadamente su abdomen contra la espalda de ella, rodeándola con los brazos. Eva notó una incipiente dureza contra su cadera…

--Hmmm…--gimió volcándose en él a modo de respuesta, mientras su cuerpo le respondía inevitablemente, levantando un poco el culo buscando aquella dureza para apretarse contra ella.

--Tranquila…--murmuró Nayat, y la obligó a girarse con suavidad—despacio…no temas nada…

Frente a frente, los ojos de Eva mostraban un brillo acuoso, febril.

--Me muero de ganas de comerte la boca…--jadeó el muchacho, a escasos centímetros de sus labios. Inmediatamente se zambulló en ellos y los lamió con ansia, luchando por reprimir (o al menos por dosificar) la furia que se abría paso dentro de él.

--Nayat, no…

La protesta de Eva se desvaneció en un suspiro, y el suspiro en el aire, cuando los labios calientes del cazador comenzaron a devorar los suyos; primero despacio, con delicadeza, repasándolos con la lengua una y otra vez, rozándolos suavemente con los dientes…luego poco a poco enloqueciendo, presionando la boca sedienta contra la suya, exigiendo más.

Eva trató de resistirse pero segundos después, invadida por una tremenda avalancha de endorfinas, aflojó la presión que cerraba sus labios y se abandonó a aquel beso con los ojos cerrados…quería sentirlo, saborearlo…en su fuero interno había querido la lengua de Nayat desde el principio, en cada rincón de sí misma…y ahora que por fin la tenía la deseaba cada vez más, la quería dentro de su boca…el deseo la estaba quemando…no había lengua para tanta boca, alimento para tanta hambre…

Respondió con una intensidad que el propio Nayat no esperaba. Al menos no esperaba tanta. Encontró a una Eva de pronto necesitada, con una sed de mil años, que cuando por fin le recibió en su boca lo hizo ávida, abriéndose tanto que le dejó pasar, sondearla hasta el fondo nada más entrar en ella.

Ambos libraron una batalla silenciosa haciendo palanca contra la lengua del otro en un jadeo brutal, resollando con las bocas pegadas, sudorosas, abiertas. Eva sentía un escalofrío incesante cada vez que Nayat gemía y respiraba dentro de sus labios, dándole de beber su saliva y su aliento cálido. Sintió la necesidad de presionar su cuerpo contra él, de sentirle plenamente en cada rincón de su piel…

Besar a Nayat era como dejarse hacer el amor con la boca. Era como si de alguna manera él la estuviera desvirgando, descubriéndole sensaciones ocultas en el paladar, en las encías, en cada terminación nerviosa de su lengua…órgano que parecía correrse una y otra vez, mezclando las salivas de ambos. Cómo necesitaba beber de él, de aquella cálida humedad tan suya…

Encadenaban un beso con otro, intercalando suaves lengüetazos de reconocimiento, algún que otro mordisco…separándose de vez en cuando para no asfixiarse, ahogados el uno en el otro.

Nayat besaba fuerte. Parecía que quería incrustarse dentro de ella, a la par que absorberle el alma.

Eva se preguntó dónde la llevaría esta situación, ya que solo con un beso sentía las bragas empapadas pegadas a su coño, que clavaba en vano contra la tapicería del sofá. Mientras Nayat le acariciaba el cielo de la boca con la punta de su lengua, ella creía deshacerse…

“Déjate besar, mi amor…déjate acariciar…” parecía decir aquel flexible apéndice tan mojado. “Déjame saborearte…”

Sin querer separar la boca de aquella fuente de calor y placer, Eva tomó nerviosa una de las manos del chico y la colocó bruscamente en su entrepierna, que ardía ya tremendamente caliente. Estaba ansiosa, llevaba demasiado tiempo necesitando “algo” ahí…

Pero Nayat frenó en seco la trayectoria decidida que le marcaba la mano de Eva.

--Eh…--murmuró con ternura, dejando por un instante de lamerle los besos—espera…espera un momento…

Eva le apretó la mano. Sintió vergüenza por saberse de alguna manera rechazada…pero no podía parar de besar a Nayat…

No quiso insistir, y le besó con más ardor todavía, pero con cierta tristeza. ¿Por qué él no había querido tocarla?

Nayat le acarició la cara atrayéndola de nuevo hacia sí, y enredó en sus cabellos las puntas de los dedos.

Volvió a besarla con apremio, estrechándola contra su cuerpo con cierta urgencia. Eva no acababa de comprender…si estaba tan excitado, ¿por qué no quería tocarla?...

Entonces, como si pudiera leerle el pensamiento, Nayat rodó con los húmedos labios hasta su oído y le dijo:

--No me malinterpretes. Me muero de ganas de acariciarte hasta que te corras…

Al tiempo que decía estas palabras, deslizó dos de sus largos dedos entre los temblorosos muslos de Eva, presionando las suaves yemas con fuerza sobre la tela vaquera del pantalón.

Eva gimió algo incoherente y separó aún más las piernas. Tanta incertidumbre, tanta espera…no recordaba haber estado tan cachonda en toda su vida.

--Pero…--continuó Nayat, trazando círculos inacabados sobre la tierna carne con las puntas de los dedos, amagando acercamientos una y otra vez a aquel coño chorreante—antes quiero que confíes en mí… ¿confías en mí?

Eva no respondió. Tercamente trató de guiar la mano del chico de nuevo hacia su ardiente deseo.

--¿Confías en mí?—insistió Nayat, resistiendo el tirón de ella, tratando de mantenerse firme. A decir verdad se moría de ganas de tocarla…también hacía mucho tiempo que él no estaba con una mujer…

Eva se revolvió sobre el sofá.

--¡Sí!—exclamó con un quejido de protesta—confío…

--Vale…--jadeó Nayat—pues entonces…juguemos…

Se precipitó hacia el cuello de Eva y le regaló unas deliciosas caricias de fuego, de nuevo con su lengua. Gracias a dios consiguió apartarse a tiempo…la tentación de clavar su mordida en la piel humedecida fue demasiado fuerte…

--¿Quieres que juguemos?—le retó Eva con la respiración ahogada.

Nayat, casi al borde del desmayo, aferró entre sus garras los cabellos de la mujer.

--Pues claro que quiero, lo estoy deseando—gruñó mientras le lamía las mejillas, los párpados, la frente…qué ganas infinitas tenía de comérsela, de devorarla ahí mismo…

“Nayat, estate quieto, tienes que tranquilizarte” se increpó a sí mismo. Luchando contra su instinto, soltó el mechón de pelo que tenía entre sus dedos y aflojó la cadencia de sus movimientos, sin conseguir separase más que unos milímetros de aquella hermosa mujer.

--Júrame que no me harás daño…--repuso Eva, haciendo gala de una intuición extraña. Ella también libraba una batalla personal consigo misma, luchando por evadirse, tratando de mantenerse coherente a pesar de las ganas de sentirle más. Le imaginaba socavando su cuerpo y se moría, no podía evitarlo. Miraba a Nayat, sentía su deseo…se imaginaba su polla dura como una estaca y literalmente se le deshacían las bragas...—júrame que no me harás daño…y jugaré contigo…

Nayat trató de sonreír entre la nube de excitación que asolaba su mente.

--No te preocupes—murmuró, respirando a destiempo—no te voy a hacer nada que no desees…

Aquella aclaración no era ni mucho menos un juramento, pero fue suficiente para Eva. Era justo lo que necesitaba escuchar. Una vez más, Nayat la tenía donde quería…

--Entonces juguemos…--concedió con la voz quebrada—juguemos a ese condenado juego…

--¿Estás segura?—preguntó él, el rostro congestionado y los ojos ardiendo.

--Sí…

Nayat se levantó del sofá bruscamente y le lanzó una mirada de profundo deseo.

--Vale…espérame un momento, por favor—dijo. Parecía de pronto febril, como si estuviera enfermo. Un leve temblor sacudía sus delgados miembros y tenía las manos crispadas, como si quisiera arañar el aire con los brazos tensos a lo largo del cuerpo—ahora mismo vuelvo…

Sin darle tiempo a Eva a responder, se perdió por el pasillo avanzando a grandes zancadas. Había aguantado ya demasiado tiempo…

Se introdujo en el pequeño cuarto de baño de la vivienda y cerró la puerta tras de sí. Yació apoyado contra la pared unos instantes, tratando de calmar su ansia y de poner en orden su respiración…

“Válgame dios, estoy muerto… ¿por qué sigo respirando así, como si fuera humano?” era uno de los pequeños inconvenientes de su condición…su transformación, hace ya siglos, había dejado mucho que desear…y a su pesar, mantenía aún muchísimos rasgos humanos, como la respiración, el calor, y la confusión constante entre sexo y alimento. Y ni que decir tiene que todos aquellos rasgos y actos le exigían una cantidad de energía que continuamente debía reponer…

Con dedos temblorosos, abrió la puerta del pequeño armario-espejo (en el que por supuesto se reflejaba, al igual que los mortales) que le devolvió una imagen levemente distorsionada de sí mismo, al borde del descontrol.

Ahí estaba. Entre el maremágnum de frascos de píldoras para dormir, botes de colonia y pastillas de jabón…junto a la pasta de dientes, estaba la condenada botella.

La agarró con ira y se la llevó a los labios, abrazando con ellos el suave cristal de la boquilla compulsivamente. Echó la cabeza hacia atrás y bebió un prolongado trago…casi la mitad de lo que había en el recipiente, de una sola vez. Sintió la deseada textura, densa como una ola de miel metálica, resbalándole por dentro, irrigando cada reseco centímetro de su ser…

Bebió todo lo que su garganta podía admitir de una sola tacada, y se secó la boca con el dorso de la mano. Una mancha cobriza tiznó su piel, y se afanó en lavarla bajo el grifo con gesto de asco.

Cuando terminó de lavarse, algo más tranquilo, asió de nuevo la botella.

Sin dejar de mirar de reojo hacia la puerta, para asegurarse de que permanecía cerrada, y aguzando el oído por si acaso una Eva inquieta se atrevía a acercarse, bebió con rapidez la cantidad restante, quedando por el momento saciado.

“Menos mal”…se dijo a sí mismo, dejando escapar un suspiro de alivio. “Menos mal”…

No quería hacer daño a la hermosa criatura que le esperaba en la habitación de al lado…

Eva era una mujer bella, era una mujer buena. No se merecía morir. Nayat no iba a matarla.

Sólo iba a … a jugar con ella…

Después de beber se sintió renovado y con fuerzas. No era difícil mantener el control, se dijo.

Salió del baño y con paso decidido se adentró en el estrecho y oscuro pasillo, rumbo hacia el salón. Hacía tiempo que no follaba, le vendría bien una buena sesión de sexo… ¡dios! La verdad era que deseaba con toda su alma ese coñito caliente…

Mucho más tranquilo, caminó resuelto hacia Eva, quien al parecer había recobrado así mismo la compostura…por un momento le asaltó la duda de que en ese breve lapso de tiempo ella hubiera decidido no jugar, pero su inquietud se desvaneció al instante cuando volvió a ver aquel brillo encubierto en su mirada.

--Hola, corazón—la saludó con cariño. ¿Había limpiado todos los posibles restos de sangre de su rostro? ¿Había tenido el suficiente cuidado para no dejar ninguna huella de lo que había estado haciendo? Sí…se había mirado al espejo minuciosamente antes de salir del baño…por dios, estaba nervioso otra vez…

Se sentó junto a la chica, respetando una breve distancia para guardar la calma.

--Hola…--respondió ella con una sonrisa—qué poquito has tardado…

El cazador nocturno sonrió con un deje de amargura.

--Sí…era rápido lo que tenía que hacer…

Eva sonrió. Evidentemente, pensaba en otra cosa muy diferente a la realidad…

--Bueno…

--Oye…--aventuró Nayat--¿todavía quieres…?

Pero apenas habló, Eva no le dejó terminar la pregunta.

--Sí—respondió con fuego en la mirada, aunque su voz dio un coletazo de inseguridad—sí…sí que quiero…

--Vale…

Nayat se inclinó hacia la mesa para coger la cajita y extrajo de ella dos nuevos objetos. Uno era un reloj de arena, con sus dos lóbulos como peras invertidas cargados de una substancia polvorienta de color rojo oscuro. El otro, un pequeño dado normal y corriente, como los que se utilizan para jugar al parchís.

--Hay algo que no te he explicado…--musitó mientras disponía los objetos sobre la mesa—no te preocupes, es solo un pequeño detalle.

--¿Y qué es?—preguntó Eva, observando las brillantes esferas alongadas del reloj y el polvo arcilloso que contenían.

--Verás—murmuró Nayat—es muy sencillo. Cada tirada consta de tres cartas…dos para las figuras (la tuya y la mía) y una tercera que marca lo que haremos…la tirada tiene un tiempo, determinado por el reloj y por el dado… ¿me explico?

--Creo que sí…

--La arena que hay en el reloj tarda diez minutos en pasar de un lado a otro. El dado nos dice cuántas veces hemos de darle la vuelta al reloj, y ese será el tiempo total de la tirada. ¿Lo entiendes?

Eva asintió.

--Sí, lo entiendo.

--Muy bien…--sonrió Nayat—entonces…podemos empezar.

--De acuerdo…

--Es que me muero de ganas…--confesó—oye, pero, antes de nada… ¿tienes alguna pregunta?

Eva agachó levemente la cabeza, algo azorada.

--Pues la verdad es que hay algo que me inquieta un poco…--murmuró, eludiendo los anhelantes ojos de Nayat.

--¿Sí?—inquirió este--¿y qué es?

--Bueno…--Eva respiró hondo—Nayat…creo que eres un encanto, me gustas mucho y tengo ganas de estar contigo, pero…apenas te conozco… ¿Qué pasará si…si sale “El Dominador”?

El chico sonrió comprensivo.

--Pues…si sale el dominador no significa que tengas que ser mi esclava…a no ser que te saliera esa carta--explicó con suavidad--…pero ten por seguro que intentaré someterte… ¿Qué es lo que te inquieta exactamente?

--No quiero que me hagas daño—murmuró Eva, levantando la mirada en un reto silencioso. El temor latía tímidamente detrás de sus iris color caramelo, otorgándoles un resplandor especial, un brillo encantador.

Lentamente, Nayat extendió la mano y le acarició la pálida mejilla.

--No te preocupes por eso, Eva…--trató de tranquilizarla—no voy a hacerte nada que no desees, ya te lo he dicho…Tranquila. Yo he jugado a esto otras veces…sé lo que hago. Sé cómo hacerlo…

La mujer escrutó la mirada verde y limpia de ese hombre a quien tanto deseaba, y lo que vio en ella le hizo sentirse sensiblemente mejor.

--…Sabré darte el placer que necesitas…--musitó Nayat, atrayéndola hacia sí para besarla fugazmente en la sien—no te preocupes, sólo quiero que goces conmigo, no que sufras…

El cuerpo de Eva se estremeció entre los brazos del cazador, y se refugió en ellos como si el hueco de su abrazo fuese su último hogar.

--Vale…

--Bien…--murmuró Nayat acunándola contra su pecho durante unos instantes—no te preocupes por nada…estate tranquila, de verdad. No voy a hacerte daño.

Eva levantó la cabeza y le buscó la boca con los ojos cerrados, pero él apartó el rostro suavemente y le dijo al oído:

“Que mi amor perdure siempre, incluso después de ti, más allá de tu piel; más allá de la muerte”.

Al oír aquellas palabras, Eva se retorció como una anguila contra el torso de Nayat, sacudida por una imaginaria corriente eléctrica.

--Ahora dímelo tú…--murmuró el cazador, clavando con apremio las puntas de los dedos en los frágiles hombros de ella.

Eva no se hizo esperar. Formuló su juramento de inicio inmediatamente, con lo que aceptó ser parte de El Gran Juego, así como las condiciones y consecuencias de toda índole derivadas del mismo…

--“Que mi amor perdure siempre—dijo con valentía, atragantándose no obstante con las palabras—incluso después de ti, más allá de tu piel; más allá de la muerte”…

No bien hubo dicho estas palabras, todas las luces se apagaron como por un soplido; una ráfaga de aire helado recorrió la habitación, y ambos quedaron de golpe inmersos en las tinieblas.

Desde la completa oscuridad, a Eva le llegó la risa estentórea de Nayat…muy cerca…

Las figuras.

ADORA SOLEM QUI NON FACIT OCCASUM adora a un sol sin ocaso.

DIES FUGIT SICUT UMBRA El día huye como una sombra.

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